Capítulo I: "Una noche más…"

Deidara

Debía de estar loco por sólo considerarlo… ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Todo me daba vueltas en la cabeza. Nunca me había sucedido nada igual. No conocía este sentimiento tan profundo que me hacía hundirme con él, me aplastaba y me hacía sentir tan pequeño e indefenso, pero, al mismo tiempo, deseaba más.

Tenía una fuerte opresión en el pecho, una calidez recorriendo todo mi ser y mis mejillas se ruborizaban como hacía tanto tiempo no lo habían hecho. Su propuesta era más que hermosa y parecía tan sincera.

Algo tenía claro en medio de esa tormenta de emociones: alguien como yo no tenía derecho a sentirlas ni tampoco a disfrutar lo que venía detrás de ellas. ¿Qué? Porque solamente me habían dicho un par de palabras bonitas… ¿tenía derecho a creérmelas y pensar que me las merecía? Yo… no merecía nada.

—Disculpa. ¿Qué me habías preguntado? Es que no te oí bien—fingí desinterés y distracción solamente para poder oír de nuevo aquella propuesta.

—Pregunté si te gustaría que te llevara a tu casa—me reiteró y sentí cómo todo mi ser se llenaba con el tono de su voz.

—No—respondí simplemente mientras apretaba con fuerza la copa de champagne que sostenía con mi mano.

—¿Seguro? —me preguntó, haciendo titubear todo mi cuerpo.

—Sí, seguro—fingí una seguridad inexistente mientras mi interior se sentía completamente revolucionado.

—Bueno. Como quieras—dijo finalmente antes de posar sobre la barra unos billetes para pagar lo que no había consumido pero sí había pedido—Adiós.

—Adiós…—le respondí mientras miraba como se marchaba de mi lado para dirigirse hacia la salida de aquel lugar del que yo deseaba escapar y me había negado a hacerlo.

Luego de disfrutar aquella copa de champagne, simplemente, me dirigí a continuar con mi trabajo. Después de todo, no había ido a charlar con un desconocido, pero un contratiempo había hecho que me distrajera por unos minutos de lo que realmente debía hacer.

Momentos antes…

Había ido a ese lugar para acompañar a un sujeto cuya posición social era muy elevada. Demasiado dinero, pero nadie conocido que deseara acompañarlo a sus eventos importantes. Era el tipo de persona que no tenía familia y que nadie pasaría con él más de una noche, por lo que debía pagar a alguien que por dinero fingiera ser esa persona especial que le hacía falta en la vida.

Todo había marchado bastante bien. Había llegado antes de lo acordado para prepararme mentalmente, ya que iba a estar frente a la presencia de gente demasiado culta y debía calmar mis nervios para no arruinarlo.

Había estado estudiando toda la semana sobre historia europea del siglo XIX y sobre arte, sobre todo de pinturas famosas y no tan famosas, para deslumbrar a los socios de mis clientes y hacerles creer que él estaba con alguien de su mismo nivel intelectual.

Todo lo que debía hacer era simplemente estudiar sobre todo lo que pudiera para mantener satisfechos a mis clientes con mi nivel de cultura, porque no simplemente me pagaban por tener sexo con ellos. Obviamente…, debía ofrecer más que eso. No por nada pagaban lo que pagaban por mis servicios. En una noche y con un solo cliente, podía llegar a llevarme a mi bolsillo unos tres mil dólares, lo cual era fabuloso.

No detestaba mi trabajo. Ser escort no era un trabajo tan desagradable a veces. Era cierto que debía acostarme de vez en cuando con tipos un tanto desagradables, pero, muchas otras veces, lo único que querían era un acompañante culto y refinado que presumir en sus fiestas pomposas o en reuniones de negocios, de amigos o de lo que me pidieran, siempre y cuando el nivel del cliente fuera alto y asistiera a lugares de lujo solamente. No prestaba mis servicios a gente que no pudiera pagar por ellos en su totalidad.

Ese día no iba a ser diferente a los demás. Debía ver a mi cliente y había cometido el error de llegar más temprano. Estaba sentado en la barra de aquel bar de alto nivel esperando a mi cliente y había tenido la mala suerte de encontrarme con un antiguo cliente que no había entendido en su momento que yo no le pertenecía a nadie y que el que deseara pasar una noche conmigo debía pagarme muy bien.

Lo único que sentí fue su mano apretar fuertemente mi brazo antes de que me jalara y, delante de todos, había comenzado a hacer una escena horriblemente vergonzosa.

—Estuve llamándote durante toda la semana—me dijo bastante irritado y apretando cada vez más el agarre.

—Escúchame… No son el momento ni el lugar. Además, no puedo estar atendiendo todas las llamadas que recibo. Si deseas un servicio, debes esperar tu turno—le expliqué con toda la calma que había podido mantener—. ¿Por qué no me llamas mañana y arreglamos? —le dije para tener algún acuerdo, cosa que no pensaba cumplir, pero había dicho para salir del paso.

—No. Tú te vienes conmigo ahora. No voy a dejar que otro te toque. Además, no me dejaste tan complacido la vez anterior. Me debes bastante, ya que dejaste mucho que desear—me dijo mientras me miraba como un loco desquiciado y comenzaba a jalarme.

Yo no podía dejar de mirar a mi alrededor a toda la gente que nos miraba en tan elegante lugar. Me sentí avergonzado y humillado por un idiota al que jamás volvería a ver.

No supe en qué momento, pero otro sujeto apareció de la nada y sujetó del brazo a mi acosador para apartar su mano del brazo que me había agarrado con fuerza.

—¡Oye! ¡¿Quién demonios te crees?! ¡Suéltame! —se quejó a los gritos el tipo desagradable.

—Por favor, si es tan amable, deje en paz al joven y retírese de inmediato—le pidió con un tono de voz grave y severo que me hizo erizar la piel.

La mirada penetrante e intimidante que aquel desconocido azabache le lanzó directo a los ojos a mi excliente surtió su efecto y logró que el acosador se retirase del lugar sin armar más escándalos.

—¿Estás bien? —me dijo acercándose a mi mientras me observaba sujetarme el brazo que me dolía por el apretón.

—Sí. No es nada…—dije sin querer mirarlo demasiado, porque su presencia era avasallante—Gracias. No tenías por qué defenderme.

—Era lo correcto. El tipo se había comportado violentamente y nadie más parecía tener intenciones de hacer algo—me explicó con seriedad que observé por un instante antes de bajar la mirada hacia mi brazo, el cual estaba sosteniendo por el dolor.

—Entiendo. Gracias de nuevo—le dije antes de volver a la barra para esperar a mi cliente.

Me siguió sin dudarlo hasta allí y ordenó un trago cualquiera como si no le importara lo que fuese a beber. Yo solamente había ordenado mi champagne, pues era lo que iba a beber con mi cliente.

—¿Le debías dinero a ese tipo? —me preguntó de repente y volteé a mirarlo.

—No—respondí simplemente.

—Parecía que tenías algún tipo de deuda—comentó acariciando el borde del vaso de cristal.

—Si había una clase de deuda, entonces, el que me debía era él, pero, de todas formas, no es tu asunto. Hiciste suficiente. Por favor, no te involucres más allá de lo necesario—le dije intentando que me dejara en paz, pero tampoco deseaba que se fuera al sentirse ofendido.

De vez en cuando, no resistía voltear a mirar esos ojos tan negros y brillantes. Su perfume era embriagador y su rostro era un poema. Simplemente, era hermoso, pero no debía involucrarme con nadie que me llegara a interesar en lo más mínimo, y mucho menos gratis. Él sólo era un tipo cualquiera que me había ayudado y no debía darle más importancia de la que merecía.

—¿Tu nombre me dijiste que era…? —me dijo en un intento por saber cómo me llamaba.

—No, no te dije—le di un sorbo a mi copa ignorando su interés y noté que soltó una leve y casi imperceptible risa de derrota.

—Está bien. Como gustes—me dijo volviendo a su seriedad—¿Estás solo?

—No. Estoy esperando a alguien—respondí rápidamente.

Ciertamente, su presencia me ponía bastante nervioso y me llegaba a incomodar. Realmente, no había demasiado interés en sus preguntas. Creía que solamente había cortesía para no quedar mal y en falta sin asistir bien a la víctima, pero eso era precisamente lo que más me molestaba de las personas. Aunque debía admitir que no era insistente en lo absoluto. Se conformaba bastante con mis negativas.

—Me imaginaba. Alguien como tú nunca podría estar solo. Sería un pecado…—me dijo y logró que me sonrojara un poco, aunque no entendí cómo eso había sido posible.

¿Era su personalidad tan serena y para nada asfixiante? ¿Su voz tan suave y, a la vez, masculina? ¿Sus ojos que me miraban con intensidad queriendo socavar mi alma? ¿Su perfume tan dulce pero, a la vez, nada empalagoso? ¿Sus manos que parecían tan rudas pero que, al acariciar con sus dedos el borde de aquel vaso que no había llegado a ser tocado por sus labios nunca, parecían tener una delicadeza sublime? O… ¿que me dijera algo tan bonito que me daba paso a la imaginación para adivinar a qué se refería? Yo… ¿era lindo? ¿Era agradable y por eso nadie podría dejarme solo? Pero… si solamente me deseaban por mi cuerpo y nada más. Qué tontería.

—Supongo—reí un poco, haciéndole creer que él era uno más que soltaba palabras vacías.

—Si la persona que esperas no viene, ¿te gustaría que te lleve a tu casa? —me preguntó y sentí que lo estaba haciendo parecer un protocolo de formalidades.

Todo mi mundo se puso en blanco. Debía de estar loco por sólo considerarlo…

Momentos después…

Luego de que mi cliente llegara, todo transcurrió normal y lo dejé absolutamente satisfecho. Gracias al Cielo, este sujeto no deseaba sexo, así que, simplemente, al finalizar mi trabajo, me dejó en el hotel en el que yo le había dicho que iba a pasar la noche, porque jamás le daría la dirección de mi casa a nadie.

Tomé un taxi cuando me cercioré de que el tipo estaba lo suficientemente lejos y me fui a mi casa.

Abrí la puerta con mis llaves, encendí la luz de la entrada dejando mis zapatos allí y fui directo a la cocina para beber un vaso de agua sin encender la luz de ese lugar.

—¿Deidara…? —oí la voz que menos deseaba oír en esa noche mientras la luz de la cocina era encendida.

Se suponía que el mocoso debía estar durmiendo. ¿Qué hacía despierto?

—¿No deberías estar durmiendo a estas horas? —pregunté serio y molesto.

—Me estaba quedando dormido y oí que la puerta se abrió—me respondió sirviéndose un vaso de agua—. ¿Dónde estabas?

—Te dije que tenía una cena de trabajo—respondí sin mirarlo.

—En esa empresa donde trabajas, les gusta mucho tener cenas con sus empleados. Ojalá entrara a trabajar allí cuando acabe la secundaria, dattebayo. Sería genial—me comentó riendo un poco y con bastante alegría.

—Sí… —respondí sintiéndome una completa basura por mentirle a mi hermano de esa forma.

Le había dicho que, mientras estudiaba economía y administración de empresas, había conseguido un trabajo de medio tiempo como asistente en una empresa importante y que por eso ganaba bastante bien y debía usar ropa elegante y cara. No podía decirle que su hermano mayor era una puta que se vendía a empresarios para mantener a la familia…

—Bueno. Vuelvo a la cama. Buenas noches, nii-san—me dijo antes de marcharse a su cuarto.

—Buenas noches, Naruto—le respondí.

Fui a sentarme al sofá de la sala para estar un rato tranquilo y pensando como a veces lo hacía. Generalmente, me quedaba hasta tarde pensando en el sofá hasta quedarme dormido cuando tenía sexo con mis clientes, porque me sentía bastante mal al hacerlo, pero, esa noche, me sentí así por mentirle a mi hermano menor.

Yo era su ejemplo. Él estaba orgulloso de mí por hacerme cargo de él, por ponerme a estudiar una carrera, la cual sí estaba estudiando, y por pensar que yo estaba trabajando honradamente como cualquier persona normal lo hacía, pero no era así. Habría sido así si no me hubiesen hecho pedazos unos años atrás…

Inevitablemente, en la oscuridad de la sala, tumbado en el sofá, los recuerdos de todo lo sucedido atacaron mi mente sin piedad.

Mis padres habían sufrido un accidente cuando regresaban de un viaje de negocios de la empresa donde trabajaba mi padre. Eso había sucedido hacía cuatro años atrás y, desde entonces, habíamos tenido que arreglarnos con el dinero que tenía en la cuenta de ahorros mi padre, el cual nos había servido hasta la finalización de mis estudios secundarios y los primarios de Naruto.

Luego de eso, no tenía absolutamente nada, pero yo había mantenido una relación de pareja con un tipo mayor que yo. En ese entonces, yo tenía diecisiete años y él tenía unos veinticuatro.

Nos había ayudado a mí y a Naruto económicamente un tiempo hasta que había podido encontrar un trabajo de mesero en un restaurant bastante fino en el que pagaban bien, pero todo no podía ser color de rosas…

La gran fantasía de tener una pareja amorosa que me tratara bien y que me ayudara y aliviara el dolor por la pérdida de mis padres solamente había durado un año, porque Sasori había decidido romper conmigo con la excusa de que yo era demasiado joven y él necesitaba alguien más maduro a su lado, que no necesitara constantemente ayuda y que fuera más independiente… En lo cual tenía razón.

Le había rogado que no me abandonara de mil formas mientras lloraba desconsoladamente, porque lo amaba demasiado, pero, al parecer…, él no me quería y no iba a quererme de ninguna forma, porque yo había sido simplemente un juguete en sus manos por ser joven, manipulable y, además, un consuelo por las noches cuando se cansaba de su verdadera pareja, la cual yo no sabía que él tenía.

No le habían importado mis lágrimas ni mi sufrimiento. Se había aburrido de mí y de estarme prestando ayuda, y, aunque no me lo había pedido en ningún momento, había decidido por mi propia cuenta devolverle todo el dinero que me había sido de ayuda durante ese año. Había tenido que aceptar sin remedio alguno, además de que era una excusa para mí para tener el mínimo contacto con él…

El trabajo de mesero que había conseguido me había empezado a molestar en los horarios de universidad, pero, precisamente, el dinero que obtenía de ese lugar iba para muchos lados y, al final, no me quedaba nada, porque debía pagar la universidad cada mes, debía darle el dinero a Sasori y debía mantener la casa junto con mi hermano, además de que ya no podía asistir demasiado a la universidad y había otra cosa más que presionaba mi corazón… Rencor.

Sinceramente, cada día, tenía más rencor en mi corazón que se iba trasformando en odio hacia Sasori… Había llegado a pensar en vengarme de él de alguna manera y que sintiera el mismo dolor que yo. El dolor de verlo en brazos de una mujer a la que yo no iba a poder superar jamás…

Así que, como necesitaba dinero, y bastante, además de que necesitaba vengarme de ese sucio mal nacido, había llegado esa idea a mi cabeza… Me había puesto a investigar varias cosas, porque, una vez, un amigo en broma me había dicho que, con mi cuerpo, mi cara angelical y mi actitud avasallante que tenía cuando salía de fiesta, podía convertirme en lo que quisiera y cobrar muy caro por las noches. Claro que, en ese momento, me había sentido muy ofendido por su comentario, pero luego había estado pensando que solamente era un trabajo como cualquier otro y que tampoco debía hacer todo lo que me pidieran.

Había investigado hasta más no poder las formas de hacerlo de la manera menos denigrante posible, como cámaras web o vender imágenes mías a un precio razonable. Entonces, en medio de todo eso, había aparecido una página donde había chicos y chicas que ofrecían sus servicios virtuales y presenciales a unos precios muy llamativos, pero con los mayores cuidados y exigencias que ellos mismos deseaban. Lo mejor de todo era que tenían éxito y me había encontrado con un término que no conocía: "Escort".

Había buscado ese término y era exactamente lo que había en esa página. No siempre se trataba de sexo, lo cual me aliviaba muchísimo, y era algo que podía hacer perfectamente, además de que los clientes debían acatar mis exigencias y mis términos si deseaban estar conmigo. Todo por un precio muy alto.

Conseguiría dinero y Sasori me vería en brazos de gente adinerada creyendo que eran mis parejas, mis amantes o mis amigos, y eso seguramente le haría hervir la sangre.

Qué pena que no todo había sido como deseaba, porque, en todo ese tiempo…, parecía que a él no le importaba en lo más mínimo lo que hacía. Era más, tenía un motivo más para alejarse de mí y decirme que era una persona sin dignidad ni vergüenza. Él tenía razón, pero a lo que había empezado por venganza más que por necesidad le había terminado agarrando el gusto, aunque, a veces, me sintiera destrozado por dentro.

No sabía muy bien por qué, pero, cada vez que me sentía mal o desanimado por alguna razón, buscaba algún cliente que quisiera algo más que un acompañante para una cena. Me servía como algo en lo que descargar mis frustraciones, aunque, a veces, terminaba sintiéndome peor de lo que ya me sentía.

Muchas veces, había pensado en dejar todo el asunto y buscar un trabajo que fuese más digno, como otras personas decían, pero no podía dejarlo. Aunque no ganara lo mismo, podría arreglármelas igual, porque ya le había terminado de pagar la deuda a Sasori y estaba menos apretado con los gastos. Ya podía ir dejando todo eso, pero…, cuando iba a soltarlo, siempre aparecía un cliente que me ofrecía bastante dinero y no podía negarme o sucedía algo que me tiraba el ánimo por el piso y me agarraba de eso para desahogarme. Era como una droga…

A veces, solamente deseaba terminar con absolutamente todo y olvidarme de todo para hacer lo que se me diera la gana en alguna isla desierta, pero no podía… Tenía a Naruto y por él no podía darme el lujo de derrumbarme.

Tal vez, cuando mis estudios universitarios finalizaran, pensaría en abandonar ese trabajo, o quizá… cuando Naruto terminase la universidad, pero… tampoco estaba seguro. Parecía que ya no sólo lo hacía por dinero. Más bien, canalizaba mis problemas a través del trabajo de escort.

Otra cosa que yo tenía más que clara era la promesa que me había hecho a mí mismo: jamás iba a volver a enamorarme de nadie. Eso quería decir que cualquier persona que quisiera tener algo conmigo no iba a tenerlo gratis. Tampoco por placer ni por gusto mío. No iba a interesarme por nadie más que por mi hermano. No tenía que querer a nadie más que a mi hermano y en el único en que debía centrar mi atención para que fuese feliz era en mi hermano. El resto del mundo se podía ir a la mierda…

Así que me tenía que sacar de la cabeza la imagen de ese tipo que había visto en el bar, porque, al fin y al cabo, no iba a volver a verlo en la vida, como todos los tipos que se me habían acercado por interés de tener algo conmigo gratis. Yo no era ese tipo de persona.

Iba a guardar su cara bonita en el cajón de los recuerdos junto a muchos rostros amables y bien intencionados que había conocido desde que era un escort. Personas como ellos no se merecían a alguien como yo… Se merecían a alguien mucho mejor y que pudiera darles atención solamente a ellos.


Nota de autor: Hola. Espero que les haya gustado este primer capítulo. Agradecería sus comentarios 3 3