Disclaimer: Los personajes no son míos, le pertenecen Naoko Takeuchi y yo solo los utilizo para desahogar mis traumas de la infancia, mis deseos reprimidos y este gusto inocente por escribir. Universo alterno, espero que lo disfruten.

Con amor desde Paris

Cap. 1 ¿A dónde te lleva el viento¡

La luz de la luna que atravesaba por entre las cortinas del enorme ventanal le daban el toque místico y romántico a la escena que de por si desbordaba erotismo. No había rincón de ese bello y torneado cuerpo de mujer que no hubiera sido besado ya, por los sedosos y apasionados labios del fornido sujeto de cabellos largos y castaños, espalda musculosa y brazos de ensueño que, en un acopio de toda su sexualidad, se entregaba por completo a su joven amante. Ella por su parte, clavaba con fuerza sus uñas en aquel cuerpo sublime, con la piel erizada y sus ojos verdes mirando el alto techo de aquella habitación, en un abandono total digno de semejante faena. Cuando por fin llegaron al éxtasis, bañados en sudor y destilando deseo, él no perdió tiempo en seguir besando los labios rosas y sedientos de su amante, hasta quedarse dormidos.

Cuando llegó la mañana y fue el sol quien entró por la ventana, aquel hombre despertó perezosamente, tanteando con una mano el otro lado de la cama, pero la chica ya no estaba ahí. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro al recordar la noche anterior, la espalda le ardía y eso le gustaba tanto, pero la sonrisa se desdibujó en cuanto vio la hora en el reloj de la cómoda. Se levantó llevando consigo las sábanas blancas y dejándolas regadas en el suelo en su camino hacia el baño, donde se alistó antes de salir.

Unos minutos después entró a la cocina, donde la bella castaña le daba la espalda mientras preparaba algo en la estufa. Llegó por atrás de ella con sigilo, aunque la chica lo había notado al entrar, pero fingió no verlo.

-Se te ve bien mi camisa, mejor que a mi—le susurró al oído.

-Lo sé, por eso deberás buscar otra, esta es mía de ahora en adelante—le contestó sin voltear a verlo. En la sartén, un par de huevos brincaban en el aceite y la cafetera despedía el embriagante aroma que ambos disfrutaban.

-Te dejaré dinero para que me consigas otra, ¿Lo harías por mi preciosa? -Neflyte caminó hacía la cafetera y sirvió dos tazas que llevó a la barra.

-¡Claro! Tal vez hasta me alcance para un vestido o unos zapatos.

-Te alcanzará, así dejarás de robarte mi ropa-confirmó entre risas.

La chica alzó ligeramente la camisa, que le llegaba por debajo de la redondes de sus glúteos. Unos boxers negros se asomaban coquetamente.

-¡Oye! -gritó divertido.

Después de unos minutos ambos se sentaron a la barra, donde comenzaron a desayunar.

-¿A dónde te llevará el viento esta mañana? -El hombre sonrió ante la pregunta.

-Bueno cariño, en tres horas debo salir rumbo a Roma, ahí pasaré el día y mañana volaré a Londres, después a Madrid y para el fin de semana, seré todo tuyo de nuevo.

-Anótalo en la agenda entonces-contestó ella mientras señalaba una pequeña libreta al fondo de la barra. Él estiró sus largos brazos hasta tomarla y obedeció sin miramientos.

-¿Y que tienes pensado para hoy?

-Bueno...-dijo ella mientras tomaba su taza y la acercaba a los labios -...Tengo tiempo para llevarte al aeropuerto, aprovecharé para hacer unas compras cerca y volveré a recoger a Darien y a su amigo que llegan hoy.

-¿Hoy? -preguntó con recelo -. ¿Se quedarán aquí?

-¡No cabemos todos en la cama, no seas tonto! —se burló con sarcasmo. -Te dije que rentaron el departamento de enfrente, me ofrecí a traerlos y ayudarlos con la mudanza. ¿Acaso estas celoso?

Neflyte arqueó una ceja con desconcierto y la miró de una manera rara, como cuando escuchaba algo que no quería oír.

-¿Algo de lo que deba preocuparme? No será como aquella vez que vinieron tus amigas Haruka y Michiru, ¿Verdad?

La chica se puso de pie y rodeó la barra para llegar a él. Estaba también descalza lo que a ojos del hombre lucía adorable. Se acercó tanto que logró hacerse paso entre la abertura de sus piernas.

-Solo debes preocuparte de no perder tu vuelo... y claro que no será como aquella ocasión. ¡Lo prometo! —aquello último lo dijo con una sonrisa burlona, que daba todo menos confianza. Neflyte aprovechó la cercanía y la besó en los labios.

-El avión no se irá sin el piloto—agregó él un poco atemorizado.

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Neflyte rebuscó otra camisa en el closet de aquel departamento. Era muy poca la ropa de él que había ahí, pero tuvo éxito. Ese no era su hogar, sin embargo, cada vez que estaba en París, que no era tan seguro como le gustaría, pasaba la noche con ella. Esa linda castaña de ojos verdes que conoció por casualidad en un bar hace más de dos años. Ella, junto a unas amigas estaban siendo molestadas por un par de sujetos en una mesa, él lo había visto todo y a pesar que no le gustaba meterse en discusiones ajenas, no pudo evitar intervenir y sacar al borracho sujeto y al idiota que solo miraba, a golpes. Ciertamente su atención estaba en la rubia, parecía una presa más fácil, como las que él solía rondar para una sola noche o quizá dos. Pero todo se fue por la borda cuándo los ojos verdes que estaban a un lado se clavaron en él.

Esa fue la primera noche que durmió en aquella cama, que la tuvo entre sus brazos. Pensó que había sido muy sencillo de cualquier modo, pero estaba muy equivocado. La chica lo había dominado por completo, era simplemente preciosa de pies a cabeza y usaba todas sus cartas a su favor.

Él era piloto privado de una empresa de trato ejecutivo, su agenda era cambiante y muy apretada. Pero cuando la conoció, no perdió oportunidad para volver a París en cuanto le fuese posible. Pasaba alrededor de una semana por mes, a veces a razón de dos o tres días cada fin de semana o incluso una sola noche, si le era posible y no tenía más opción.

Ella trabajaba como chef en un restaurante muy prestigioso de la ciudad. Su especialidad eran los postres y su nombre era conocido por la manera tan sublime que tenía para presentarlos. Había salido de Japón cuando apenas tenía edad legal para hacerlo y se había podido mantener sola gracias a la herencia de sus padres.

Decía Rei, una de las amigas de Makoto, que ambos eran unas almas solitarias que se encontraron para seguir viviendo en libertad. Sonaba bonito y hasta cierto punto era real. Su relación no pasaba de aquellas noches de buen sexo, desayunos apurados y a veces, cuando las estrellas se alineaban, una noche de bar antes de otra noche de pasión.

Neflyte caminó hacia la chica que terminaba de ponerse los jeans. La miró con toda la lujuria de la que era capaz, a lo que ella le respondió con una sonrisa de complicidad.

-No, no me mires así, se te va a hacer tarde.

-Me acaban de avisar que el cliente retrasó el vuelo, así que no—sus ojos lascivos la recorrieron por completo antes que ella terminara de llegar frente a él y brincará a sus brazos-. Creí que no querías.

-¡Ay vamos! ¿Cuándo te he dicho que no?

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Más de una hora después ambos salieron del departamento con rumbo al aeropuerto. Makoto gozaba de las pocas veces que lograba ver a su furtivo amante vestido con su uniforme de vuelo. Era un deleite personal que no había comentado ni siquiera con él, temerosa que se burlara de ella.

Iban tarde, así que ambos corrieron por los pasillos del aeropuerto Charles de Gaulle, esquivando gente y saludando compañeros que iban en todas direcciones. Cuando al fin llegaron a la zona de embarque, y bajo la mirada represiva de Leonard, el guardia de la entrada, Neflyte se detuvo en seco y atrajo a la castaña hacía él.

-La gente nos mira—le dijo ella entre risitas. Un par de azafatas que pasaban a su costado efectivamente los estaban observando. Él giró hacía ellas y las saludó con la mano.

-Bueno, puedo descartarlas a ellas esta noche—Makoto lo miró con el ceño fruncido-. Ya no me mires así, no van en mi vuelo-agregó risueño.

-A veces creo que me pides que te traiga para que las chicas se fijen en ti- reclamó la oji verde mientras acomodaba la corbata del piloto.

-¿Te parece que no basta con lo guapo que me veo?

Ella lo golpeó en el pecho y se apartó un poco, frunciendo la nariz. Neflyte se carcajeó fanfarronamente, sin importarle llamar la atención de todos a su alrededor.

-Que tengas buen vuelo, traeme algo lindo—le dijo con una sonrisa dulce en los labios.

-Por supuesto-respondió acortando la distancia de nuevo, su rostro se pegó al de ella suavemente-. Ya quiero que sea fin de semana.

La ojiverde se ruborizó ante el comentario, ser tierno no era parte del acuerdo, aunque coquetear en público tampoco, pero se sentía tan bien. Emocionada con la despedida, lo tomó del cuello y lo acercó a sus labios, depositando en ellos un beso corto pero intenso.

-Cuídate, llámame al llegar.

Él volvió a besarla pero ahora en la punta de la nariz antes de irse, cuando pasó por el filtro de seguridad y antes de que la puerta se cerrara, le hizo un gesto con la mano y se marchó.

-No entiendo porque no se han casado y llenado de bebés el mundo—dijo una voz a sus espaldas, una pequeña mujer de cortos y lacios cabellos azules que llevaba unas finas gafas y una tabla aferrada a su pecho la miraba embelesada.

-Pues porque... ¡Ay Amy, ya hemos hablado de esto muchas veces! -resopló la castaña agotada.

-Ya lo sé, él no quiere, tu no quieres-repitió con fastidio-. Y los dos se engañan solos- Makoto le sonrió con resignación, agachando la cabeza-. De acuerdo, me quedaré callada viendolos envejecer y morir solos, ¿Tienes tiempo para un café?

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Amy Mizuno era coordinador aéreo para la empresa de traslado ejecutivo para la que Neflyte volaba. Había conocido a Makoto un año atrás, cuando comenzó el ritual de llevar al castaño hasta el aeropuerto, después de una serie de llegadas tarde que casi le cuestan el trabajo.

Habían hecho muy buena amistad y solían tomar un café o un trago, según la hora del día, aunque casi todas sus reuniones eran dentro de los restaurantes del lugar, la agenda de la peli azul era muy ocupada, tanto que Neflyte bromeaba con el hecho que la chica había sido abandonada de niña en ese lugar y ahora vivía ahí, como en las películas. Makoto lo regañaba por molestarla, pero sabía que Amy era capaz de defenderse sola, además, la chica dulce e intelectual era la encargada de programar el horario del piloto, asunto que movía según la broma que le gastase esa semana.

-Quiero que vengas conmigo y mis amigas al pub el sábado, tiens que darte un tiempo tambien para ti.

-¿Este sábado? ¿A qué hora? -preguntó mirando su agenda, Makoto dio un golpe en la mesa.

-No será a las dos de la tarde te lo aseguro- contestó regañona, Amy alzó asustada la cabeza-. Además, -dijo mientras volvía a recargarse en su asiento-, hoy llegaran un par de amigos de la adolescencia, vienen a vivir a París y quiero presentártelos.

La oji azul se ruborizó de inmediato, pero también sonrió agradecida.

-De hecho—dijo en un susurro-. ¿Podría llevar a alguien?

-¿De verdad? ¡Por supuesto! ¡Dime de quién se trata!

-Baja la voz por favor-pidió avergonzada-. Es... un compañero.

-Espero que no sea un piloto, no te lo recomiendo—exclamó divertida mientras cruzaba los brazos. El rostro de Amy volvió a encenderse-. ¿Qué? ¡Noo! ¿Quién?

-Su nombre es Jedite, él...

-¿El amigo de Neflyte? ¡Vaya, vaya! No sabía que tenía sentimientos—rio divertida.

-No es tan así... bueno, al menos no conmigo—su piel estaba tan roja que parecía una manzana. Makoto disfrutaba el momento.

-Pues bien, me dará gusto verlo, aunque no sé si el piense lo mismo.

-No sabía que se llevaran mal—dijo dudosa, volviendo a su color original.

-No es eso, pero a veces creo que me echa la culpa de que Neflyte regrese tanto a la ciudad. Él es libre y puede ir a donde quiera, además es su horario yo nunca le he pedido que vuelva.

-Neflyte vive en Milán, debe esperar que regrese a casa para irse de fiesta con él.

-¿Y aun siendo tan fiestero quieres salir con él? -preguntó intrigada, sin entender como su amiga que era un alma seria podía fijarse en un hombre tan extrovertido como Jedite lo era.

-Bueno, el corazón quiere lo que quiere.

/ El vuelo 351 procedente de Tokio, Japón arribará por el andén tres, puerta quince /

Se escuchó en los parlantes interrumpiendo a la joven. Las dos chicas guardaron silencio.

-¡Ese es el vuelo! Debo irme- exclamó la castaña poniéndose de pie.

-Bien, te llamaré el sábado en la tarde para que me pases la dirección del lugar.

-¡Si, claro! - dijo la chica mientras se despedía agitando su mano.

Makoto se dirigió con calma hacia la puerta de salida del aeropuerto, sabía que aun debía esperar a que los chicos recogieran su equipaje. Mientras hacía tiempo, se paró cerca de uno de los grandes ventanales del lugar, observando fijamente al cielo.

Le resultaba irónico que ella, la pequeña niña que había quedado huérfana a los diez años después que sus padres tuvieron un accidente aéreo, ahora estuviera parada en un lugar como aquel, teniendo a medias, una relación con un piloto.

Alguna vez había tocado el tema con aquel hombre, ella siempre le aseguró que el asunto estaba superado, pero él sabía que no. Makoto rehuía a cada invitación que Neflyte le había hecho para viajar por aire, incluso cuando éste último le había dicho que compraría su propia avioneta para vuelos cortos, ella se había molestado y le había dejado de contestar las llamadas y mensajes por varios días. Tenía miedo a volar, no lo dijo pero era entendible, él lo entendió.

-¡Tú no puedes ser Makoto Kino! -exclamó aquel hombre de cabellos de ébano y sonrisa afable mientras se encaminaba hacia ella con los brazos abiertos y largos pasos. Makoto le sonrió de vuelta y se fue hacía él, brincando a sus brazos.

-¡Darien Chiba! Justo como te recuerdo—le saludó con desmedida alegría. El hombre dio un par de vueltas con ella cargando hasta que por fin la devolvió al suelo.

-¡Estás tan cambiada! ¡Realmente eres una belleza! -agregó con picardía, pero con toda la verdad emanando de su boca.

-Y tu sigues siendo un coqueto de lo peor, nunca cambiarás- le soltó mientras golpeaba su hombro levemente. Darien negó con la cabeza burlonamente.

-Mira, te presento a Andrew Furuhata, el amigo del que tanto te hablé.

Detrás de Darien, un joven rubio de ojos verdes le sonreía bellamente. Su rostro era amigable y encantador, todo lo contrario de Darien que destilaba la vagancia por los poros.

-Un gusto conocerte al fin, Darien me ha hablado mucho de ti.

-De ti también me ha contado tanto—dijo la chica mientras le ofrecía la mano. El rubio la tomó y besó sus nudillos provocandole un ligero sonrojo.

-No le creas nada, la mayoría de las cosas que dice de mi las hizo él- dijo burlonamente. Darien lo miró con desaprobación.

Makoto miró a su amigo hacerse el disimulado y no pudo evitar sonreír, recordando aquellos viejos tiempos que pasaron juntos desde que se conocieron en el internado.

Darien era cuatro años mayor que Makoto, sin embargo, su primer encuentro fue en el colegio al que la ojiverde fue a parar después de la muerte de sus padres. El peli negro también era huérfano y llevaba tres años viviendo ahí cuando ella llegó. Hicieron click de inmediato, él la protegía como una hermana menor y a cambio, ella le horneaba deliciosos postres y galletas.

El lugar era una escuela de tiempo completo para niños de alta posición, pero ellos junto con un pequeño grupo de otros tantos, vivían ahí de forma permanente. Sus padres en vida habían tenido dinero suficiente para dejarles una cuantiosa herencia, además no tenían otro familiar con vida que los pudiese llevar a su casa, motivo por el cual terminaron ahí, no disponibles para adopción.

Cuando Makoto llegó era una niña muy asustada y triste, aunado a eso se volvió solitaria, su altura superior al promedio le hacía sentir mal consigo misma, sobre todo cuando sus compañeros de curso se burlaban de ello. Una tarde durante un momento de descanso, la niña estaba siendo molestada por un grupo de chicos de un grado más arriba. La estaban llamando con palabras agresivas y sobrenombres que la hicieron llorar, hasta que Darien apareció y les dio una paliza.

El chico fue llevado a la dirección de inmediato, y después de una buena reprimenda estuvo en reclusión por varios días en su habitación. A partir del segundo día, unos pequeños golpes en su puerta llamaron su atención, cuando fue a abrir, un paquete con galletas recién hechas lo estaban esperando, acompañados de una pequeña nota que le daba las gracias. Esto se repitió por toda la semana que permaneció aislado, siendo el principio de una muy larga amistad.

-Así que Mako-chan me estuvo alimentando todos esos días y por eso sobreviví.

-Cada vez que cuentas esa historia le pones más drama. Algún día dirás que fue en un calabozo o que me salvaste de un dragón- dijo burlonamente la castaña mientras abría la puerta del edificio. Los dos chicos entraban tras de ella con sus maletas.

-¡Dragones, vampiros, monstruos y zombis, de todo te salvaría cariño-! - contestó el joven con ese gesto galante que usaba para conquistar.

-Vamos, no te atrevas a usar tus dotes conmigo, sabes que puedo ponerte en tu lugar.

Los tres chicos entraron en el elevador que los llevó al quinto piso, el último del edificio. Aquella era una construcción muy vieja al estilo fábrica de los cuarenta. El techo era tremendamente alto y abovedado, con las paredes de ladrillo expuesto y enormes estructuras de metal también a la vista. Makoto amaba ese lugar, decía que tenía todo el encanto de las películas antiguas. En el último piso solo había tres departamentos, uno era el de Makoto, el que estaba justo en el fondo y el único con un balcón lo suficientemente grande que ella usaba de jardín, una espectacular vista parisina.

Saliendo del elevador, del lado izquierdo estaba la nueva casa de los chicos y justo al frente de ésta, la castaña les dijo que era otro departamento más, pero que estaba en remodelación.

Cuando Andrew y Darien entraron a aquel lugar se quedaron gratamente sorprendidos. El lugar estaba realmente limpio y sus cosas ya estaban ahí. Entraron directo a una enorme sala de estar, evidentemente vacía ya que no habían comprado muebles aún. Unos metros más adelante, bajando un escalón, el lugar se dividía en dos, con una habitación a cada lado y un pasillo suficientemente amplio para poner otra sala.

-¿Cómo conseguiste este lugar? -preguntó el rubio sorprendido. Las enormes ventanas le daban tanta luz al piso pulido que le dolían los ojos.

-El casero me ama, cuando le dije que necesitaba otro departamento me ofreció este de inmediato- contestó risueña.

-¿Te ama dices? -preguntó Darien frunciendo el ceño.

-Sí, ama mis pasteles y los postres que le doy cada semana. Soy una buena inquilina y casi nunca doy problemas.

-El casi nunca es lo que me llama la atención- se burló el moreno-. Pero bueno, pensé que salías con él.

-¡No! ¡No! ¿Qué cosas dices? - se apresuró a decir notablemente apenada-. Es un hombre muy mayor y felizmente casado—dijo ruborizada.

-¿Y hablando de eso Mako-chan, sales con alguien?

La castaña volvió a encenderse de pies a cabeza ante la mirada curiosa y divertida de su mejor amigo. Andrew también estaba muy interesado en la respuesta, aunque había decidido fingir un poco centrando su atención en otro punto de la habitación.

-Bueno, salir... lo que se dice salir, no podría decirse—dijo exaltada-. Veo a un chico, de vez en cuando.

-¿Por qué no me habías contado de él? -cuestionó divertido.

-Bueno, él es piloto. Viaja mucho y ya sabes lo que dicen de los pilotos...

-En cada puerto un amor-respondió Andrew, llamando la atención de ambos-. ¡Ay, perdón, no quise meterme en la conversación! -dijo apenado.

Makoto y Darien se rieron de él.

-Si, bueno algo como eso. Viene aquí algunos días y pues... -la ojiverde se ruborizó-. Viene cuando está en la ciudad y luego se va.

-¿Algo así como amor libre?

-¿Qué? -preguntó sorprendida ante el término. No era la primera vez que alguien se refería a la especie de relación que ella y el piloto tenían de esa manera. Aun así, se ofuscaba cada que escuchaba esa frase-. Pues sí, algo así.

-¡Vaya! Pues espero conocer a ese tipo, quiero saber cómo es capaz de irse y dejarte sola. ¡Eres un peligro andante!

-¡Claro que no! Soy una mujer de bien, ya me he reivindicado—dijo la joven entre risas nerviosas. Darien la miró incrédulo.

-¿Debo recordarte acerca de tu amiga la corredora? -preguntó con malicia.

Makoto estiró el rostro con asombro, poniéndose de todos los colores casi de inmediato. Andrew que no sabía de qué hablaban no pudo más que observarlos.

-¡Ya te dije que sólo fue una vez! -el chico la miró-. Bueno dos-. Darien se acercó hacía ella aún más incrédulo-. Bueno, el punto es que ya pasó, es una historia antigua.

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-Aquí su capitán Neflyte Sanjoy, hemos llegado a destino. Son las trece horas y cinco minutos horario local. La temperatura es de veinte grados centígrados, cielo nublado con enormes probabilidades de pasar la noche solos ya que el copiloto es un idiota que hizo enojar a la sobre cargo. No olviden recoger su equipaje. - se burló el hombre castaño mientras fingía hablar por la bocina del avión. Un rubio a su lado lo miró con desprecio.

-Eres un imbécil. - gruñó-. Además, lo dices como si fueras a acostarte con ella, hace tiempo que no te veo llevarte a nadie a la cama.

-Ni lo verás de nuevo, eso de los tríos no es lo mío te lo dije—se burló de nuevo, Jedite se rio.

-Ni lo mío, no volveré a consumir nada que me den en un bar de esa calaña.

-No vaya a ser que la dulce Amy se decepcione de ti. - agregó mientras tomaba su saco y se ponía en pie.

Jedite lo siguió de cerca, el avión ya estaba vacío y solo la azafata en cuestión esperaba en la puerta. Cuando ambos hombres pasaron a su lado, la mujer miró severamente al rubio mientras le guiñaba un ojo al castaño.

-Es mi novio—le soltó el ojiazul a la mujer, que de nuevo lo fulminó con la mirada.

-Gracias, recuérdame devolverte el favor.

Pasaron por la pista de aterrizaje y entraron en el aeropuerto. Estaban en Roma donde pasarían la noche. Recogieron sus cosas y se dirigieron al área de descanso de la compañía, en espera de la información del hotel donde se hospedarían.

-En respuesta, Amy no tiene nada de dulce, parece que no rompe un plato y tu debes de saberlo, es una sádica y vengativa mujer...

-¡Como te gustan! - gritó eufórico mientras se dejaba caer en uno de los mullidos sillones.

-Lo dice el hombre que está prácticamente casado. Esa mujer te trae corto compañero, y eres el único que no se da cuenta.

-Ella no es de las que se casan- respondió pensativo. El rubio no pudo evitar burlarse.

-Y se supone que tú tampoco, así que deja de imaginar tu casita en el campo y dime, ¿Le llamarás a Esmeralda?

-¿Esmeralda? ¿Esa loca mujer? ¿Me veo tan desesperado?

Jedite rio con ganas, atrayendo la atención del resto de los pilotos y sobre cargos en la sala. Neflyte se abochornó un poco, su amigo era sumamente escandaloso, sobre todo cuando de tomarle el pelo a él se trataba.

-Te tiene un marcaje personal. Deja que el viento le lleve tu aroma y la tendrás en el hotel en dos segundos.

Neflyte se sobó el cuello, convencido que las palabras de Jedite eran ciertas, aunque rogaba que no. Pero eso no era lo único que le preocupaba. No había dejado de darle vueltas en la cabeza el saber que Makoto, aquella dulce y a la vez, apasionada chica con la que llevaba un tiempo considerable saliendo, estuviera reunida con un viejo amigo de la infancia, uno del que siempre se expresaba maravillosamente. Algo le calaba en la garganta, algo le decía que esto no era asunto que debiera dejar pasar.

-Espero que no la estes llamando- agregó el rubio mientras miraba como su amigo sacaba su móvil y marcaba un número.

-¡Cállate idiota! Es a Makoto a quién le llamo.

Sintió que el corazón le latía con fuerza en el pecho. No estaba seguro de ese sentimiento aunque, internamente sabía lo que era y trataba de callarlo. La llamada se desvió a buzón, y como el hombre cuya reputación de casanova ingobernable debía sostener a piedra y lodo, frunció los labios y colgó con un poco de desdén.

-¿Cuál era el nombre de la sobre cargo? -preguntó coquetamente.

CONTINUARÁ...

Pues bien, aquí un capítulo de un fic que tenía guardado... que no voy a actualizar tan seguido pero que me ayuda a despejarme... espero que les guste.