Una tarde de lluvia.
-Listo preciosa, ¿Ya puedes oírme mejor?
-Sí, yo también ya salí del tráfico, voy rumbo a casa, ¿Por qué hay tanto ruido?
-Estoy en el bar del hotel y acaba de empezar la música en vivo. Se supone que vería aquí a Nicolás, pero no lo encuentro. Acabaré mi trago y me iré a la habitación.
-Muy bien don Sanjoy, es tarde para que siga despierto. -dijo burlona.
-Y tarde para que andes sola por la calle, ¿Te falta mucho?
-Dos cuadras, no te preocupes—dijo y sonrió, halagada por saber que se preocupaba por ella-. ¿Qué tal Marrakesh?
-Estuvimos todo el día en el aeropuerto. Odio venir porque apenas llegas te obligan a tomar un curso en las oficinas de la empresa. Jed y yo habíamos logrado escapar, pero no siempre se puede, supongo. Aunque planeo salirme con la mía próximamente.
-¿Ah sí? ¿Qué planeas?
Pero la música a todo volumen volvió a frustrar la comunicación. Makoto se detuvo, como si eso ayudara en algo, pero solo alcanzó a despedirse de él, no sin prometer que hablarían al siguiente día.
¿Por qué le dolía más su ausencia ahora? Ella juraba que debería ser más sencillo.
Aunque ciertamente el piloto se había comportado muy diferente los últimos días. Había sido más dulce y atento, y no es que no lo fuera antes, pero Makoto no podía quitarse de la cabeza que, la tarde anterior en la cafetería, estaba a punto de decirle que la amaba. ¡Si tan solo Amy y Jed no hubieran llegado!
Pero, por otro lado, la idea de Neflyte de tener su propio lugar seguía perturbándola. ¿Por qué no querría vivir con ella? ¿En realidad lo había hecho sentir poco bienvenido? Quizá si le desocupaba una parte de su clóset...
-¿Qué hace una señorita tan bella a estas horas en la calle?
Makoto se sobresaltó de inmediato, pero como Darien vio su reacción, salió de entre las sombras lo más rápido que pudo, apenas a tiempo antes que la experta en artes marciales, lo arrastrara por el pavimento.
-¡Eres un tonto! -le gritó un poco asustada, a la par que se dejaba abrazar por él-. Pude golpearte.
-Lo sé, y pegas muy duro. Tuve miedo por mí, ya me veía en el cielo.
-No creo que vayas ahí-contestó risueña.
-¡Oye! No me ayudes mi amor.
Makoto le soltó un pequeño golpe en el pecho y se separó de él, pudo ver esa dulce y enorme sonrisa en sus labios, aquella que le había ganado su buen club de fans.
-¿Qué haces a esta hora afuera?
-Tuve una reunión con unos clientes, apenas pude salir a esta hora. Todos dicen que Andrew tiene el trabajo más pesado, ¡Nadie piensa en el pobre de mí! -exclamó con un puchero.
Makoto estaba tan cerca, que el aroma a vino se proyectó en su nariz, ¡Ese tramposo!
-¡Pobre del chico que tiene que salir a beber con los clientes! -dijo-. Andrew te maltrata.
-¡No sabes cuanto!
Darien rodeó a Makoto por los hombros y caminó con ella rumbo al edificio donde vivían, estaban a solo dos cuadras, pero iban muy lento mientras platicaban como dos adolescentes. Makoto se sentía tan a gusto con él, y ciertamente amaba su fragancia, así que se dejó arrastrar hasta el elevador como si de una pareja se tratasen.
-Y luego Haruka llegó, empapada de pies a cabeza, con esa mirada cruda llena de odio que solía poner cuando no tenía lo que quería, ¿Recuerdas? -preguntó Darien entre risas, justo cuando las puertas del elevador se abrieron en su piso. Él se recargó en el mecanismo para dejar que Makoto bajara libremente.
-Esa mirada era para ti, a mí siempre me miró bonito.
-¡Eso es porque no hay manera de verte de otra forma, "luciérnaga"! -dijo tiernamente, entrecomillando con los dedos la última palabra. Ese era un apodo que la corredora usaba con ella, como muestra de cariño.
-Eso es verdad, además fuiste tú quien tenía que avisarle que cambiamos la reunión de lugar. La pobre ni paraguas llevaba.
-¡Lo olvidé! ¡Tonto y olvidadizo Darien! -se reprendió a sí mismo, mientras se golpeaba con la palma de la mano en la frente. Makoto se rio.
Para entonces, ya estaban parados fuera de la puerta de la chica y ella buscaba en su bolso las llaves de su departamento.
Darien cambió la traviesa y simplona sonrisa, por un gesto tan serio como arrebatador.
-Así que, ¿Me invitarás a pasar?
-¿Es algo tarde no? -preguntó inocente, mirando que ya casi era media noche-, mañana debo trabajar temprano, cambié el turno porque tengo algunas cosas que hacer por la tarde.
-¿Ah sí? ¿Puedo saber qué?
-Bueno, Neflyte tenía unas citas para ver departamentos. Ayer lo llamaron de última hora y me pidió que fuera por él-. Makoto se detuvo en seco y miró sonriente a Darien, quien le regresó el gesto aceptando el desafío-. ¿Qué harás mañana por la tarde?
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Darien pasó por ella a la hora acordada. Era una tarde algo calurosa en París y él no podía estarse tranquilo a la intemperie, así que cuando vio salir a la chef del restaurante, de inmediato le tendió un té frío que ya iba por la mitad. Makoto lo miró castigadoramente.
-No puedo con el calor de esta ciudad—se defendió mientras se encogía de hombros.
Tomaron un taxi directo al primer departamento. Makoto le había explicado que Neflyte quería el lugar para poder establecer una residencia en la ciudad y para traer a su familia de visita, pero él sabía que aquello no era cierto.
El oji azul recordaba perfecto haber escuchado a Mina y Amy hablar en el bar, acerca de que el piloto deseaba pedirle que vivieran juntos, y que se sentía inseguro de pedirle que lo aceptara en su departamento. Lo que no comprendió es porque no le dijo directamente la verdad y en lugar de eso, se inventó una historia maravillosa. Eso solo podía significar algo, ese tipo con cara de egocéntrico debía tener algo de miedo a la respuesta de su amiga, pero ¿Por qué?
-Entonces, ¿Cómo sabes que no te ha mandado a buscar una casa para los dos? -preguntó mientras aguardaban al agente inmobiliario fuera del primer sitio. La zona se veía tranquila, pero estaba muy lejos de donde actualmente ellos vivían.
Makoto lo miró desconcertada y un tanto apenada también-. Él no ha dicho nada de eso, nunca lo hemos hablado-respondió casi como un lamento. Él lo notó.
-¿No han hablado de formalizar nunca? Tampoco es que viva muy lejos, Milán está a, ¿Seis horas?
-Como diez en realidad, a menos que vayas con Haruka, por supuesto—Darien sonrió.
-¿Alguna vez has ido? Ya sabes, a conocer a su familia y eso.
Ella negó con la cabeza, otra pregunta incomoda otra vez-. Una vez me invitó, era el cumpleaños de su padre, pero quería ir en avión y … pues no pude. No había tiempo para ir en auto. Fue un festejo sorpresa, después de eso no ha vuelto a invitarme.
-¿Alguna razón en especial para que le rehúyas de esa manera? -Darien vio la molestia en los ojos de su querida amiga y entendió que esta vez había pasado el límite de lo permitido preguntar. Le sonrió como un niño ofreciendo una falsa disculpa y luego, le pellizcó la nariz, gesto que solía hacer a manera de cariño, pero también para molestarla.
-No te enfades conmigo. Me preocupas, por eso hago tantas preguntas molestas. La Makoto Kino que yo conozco es una chica tan enamoradiza, que ya estaría oyendo campanas de boda en ese momento.
-Esa niña se quedó en Japón-respondió toscamente, mientras se sobaba su rojiza nariz.
Darien entendió lo que le quiso decir, sus labios se curvaron hacia abajo. Ahora fue ella quien notó el malestar de él.
-No quise...
-No. Me lo gané, lo sé-dijo interrumpiéndola-. Fue un idiota entonces, pero ¿Sabes? Ya no soy así.
El moreno era apenas un poco más alto que ella, así que cuando se inclinó en su dirección buscando su cabizbaja mirada, la encontró de inmediato.
Estaban parados a la sombra de un árbol cercano, buscando el fresco. Ella estaba recargada, aprovechando la sombra al máximo y ahora él, la tenía encerrada entre el tronco y su cuerpo.
-Hemos crecido-susurró ella, sosteniendo esa mirada azul que buscaba abrirse paso entre sus pestañas.
-Quisiera que vieras cuánto.
Makoto se sintió de nuevo como una adolescente de dieciséis. Sus piernas temblaron ligeramente ante la imagen de aquel galante chico que solía acelerarle el corazón algunos años antes y que parecía poder seguir haciéndolo.
Darien era muy guapo, con esos ojos azules de cielo y ese cabello negro, abundante y salvaje que a veces cubría parcialmente su mirada, una tierna y a la vez, cautivadora. La edad solo había hecho que aquel joven de ensueño se volviera un hombre arrebatador. Además, olía muy bien y su presencia la reconfortaba, ¡Lo extrañó por tantos años!
-Perdonen el retraso, ¿Los señores Sanjoy?
Darien giró para encontrarse a un sudoroso hombre que parecía haber corrido la maratón para llegar con ellos. Se movió para dar paso a Makoto, solo que cuando ésta iba a corregir al vendedor, él se adelantó.
-Sí, somos nosotros. Neflyte Sanjoy y ella es mi esposa.
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Neflyte aprovechó el viaje a Marrakesh para tomar algunas fotos y conocer lugares que le habían recomendado pero que, por una u otra razón, no había podido visitar.
Estaba agobiado de estar relativamente cerca de París y no poder volver hasta el viernes, además que ansiaba ver a Jedite para tratar con él los asuntos de la escuela de aviación y por supuesto, ver a Makoto y conocer sobre los departamentos que estaba viendo. ¿Qué clase de lugar elegiría ella?
Pero ya eran casi las nueve de la noche y la chica no había llamado en todo el día, y tampoco le había escrito algún mensaje.
Tenía varias horas de haber vuelto al hotel y ya había dormido un poco, visto una película y navegado por internet en búsqueda de más departamentos. Pero de su corazón no escapaba aquel que había visto con Setsuna y que tenía todo lo que siempre soñó, menos el precio.
Al menos eso le servía de recordatorio de que su soledad tenía una causa noble y que valía la pena.
Y así fue como volvía a pensar en ella y en lo mucho que la quería. ¿Cómo había conseguido esa sencilla chica que su espíritu, travieso e indomable, se doblara a su sonrisa? Neflyte no lo sabía y no quería averiguarlo, estaba bien así, se sentía tranquilo y al saberse con ella no le hacía falta ninguna de esas pasiones que de joven le llamaba. La verdadera pregunta era entonces, ¿Por qué no se atrevía a ser directo con ella? ¿Tanto miedo tenía que Makoto no lo quisiera igual?
La nostalgia lo llevó a buscar en su portátil la carpeta con fotos que guardaba de ella bajo el nombre de "planes de vuelo", porque le daba pena que Makoto encontrara todas aquellas fotografías que le había tomado, la mayoría sin su consentimiento. Todas eran tomas decentes, aunque tenía un par que le había sacado una de las veces que viajaron a Deauville en las cuales aparecía en traje de baño. ¿Quién iba a culparlo?
Repasó algunas imágenes y su corazón dejó de dudar. Un repentino y eufórico sentimiento vino a él como un golpe de cañón, abrió otra pestaña del navegador y tecleó desenfrenado en busca de una joyería, ¿Por qué no? ¿Qué estaba esperando? Después de todo, mientras él estaba lejos, cientos de "Dariens" podrían andar cerca y él no podía darse el lujo de perderla.
Navegó un rato más pero su desesperada búsqueda se vio frustrada por alguien llamando a su puerta. Dejó el ordenador en la cama y atendió, Nicolás estaba afuera, listo para la fiesta.
-¡Vamos, no dirás que vas a dormir ya! -exclamó emocionado mientras echaba un vistazo a la cama destendida. Neflyte no tenía sueño, estaba internamente y sumamente emocionado, al grado que se preocupó por sí mismo-. Pareces nervioso, vayamos al bar.
De primera instancia quiso rechazarlo pero de inmediato se convenció que tenía que tomarse las cosas con calma. El mismo Jedite le había advertido que estaba siendo algo impulsivo. Quizá si respiraba un poco y tomaba un trago, podría aclarar su mente.
Tomó su chaqueta y salió de la habitación sin molestarse en cerrar la portátil. Ya seguiría con su búsqueda al regresar.
Apenas el elevador comenzó a descender, Esmeralda estaba lista en el pasillo, una toalla del hotel enredaba su esbelto cuerpo. Solo tuvo que esperar un par de minutos antes que una persona de servicio pasara a su lado, para su fortuna, un hombre cuyos ojos se fueron sobre ella y el tremendo espectáculo que estaba dando.
Con todo ese talento para atrapar y enredar que la naturaleza había tenido a mal darle, se acercó al maravillado hombre y con un tono meloso le suplicó abriera la habitación cuya puerta custodiaba, había salido pensando que alguien tocaba y todo se quedó adentro, incluyendo su ropa. El dependiente no dudó, probablemente ni lo pensó, y auxilió a la "pobre" dama en apuros, a cambio de un guiño y una caricia en el rostro.
Así se vio esa implacable mujer dentro de la habitación del piloto irlandés. Su tirada era conseguir entrar y esperarlo en plena disposición para todo aquello que el tuviera antojo de hacerle, como en antaño. Pero como sabía que apenas había bajado a beber, decidió aprovechar el tiempo y revisar algunas de sus pertenencias, el ordenador fue lo primero que vio.
Debió ahogar un grito cuando desbloqueó la pantalla y encontró las páginas de departamentos en venta y las anotaciones en el block de notas. ¿Cómo podría esa panadera de segunda robarle el hombre a una diosa como ella? La ira la invadió, y ésta no hizo más que crecer cuando encontró la carpeta con fotografías.
Aunque lo que realmente le robó el aliento fue la búsqueda de anillos de compromiso.
Esmeralda enloqueció de celos y rabia. ¿Pensaba pedirle matrimonio a esa "don nadie"? ¡No lo iba a permitir!
Su primer impulso fue tomar el equipo y arrojarlo contra la pared, pero después de unas cuantas respiraciones decidió ahondar más en los archivos y encontrar la manera de impedir los planes de "su hombre."
Encontró algunas fotos más, los documentos de la escuela de aviación a los que ni en cuenta tomó, para fortuna del piloto. Pero entonces la información apareció perdida entre imágenes de capturas de pantalla. Conversaciones por mensajería web que mostraban el número celular de la chef. ¡Datos que valían oro!
El plan original había cambiado abruptamente, intentar tenerlo esa noche sería un paso en falso hacía su objetivo final. Así que cambió de táctica y aprovechando todo lo que había a su alrededor, tejió un plan improvisado pero interesante que debía poner en marcha casi de inmediato.
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Darien y Makoto habían pasado una tarde de lo más divertido.
Primero habían hecho sufrir un poco al acalorado vendedor, aunque él se lo había ganado después de llevarlos de un nido de ratones a otro y todavía había osado presentar los pisos como si fueran lugares de lujo. Darien actuó como el excelente negociador que era, dejando en jaque al aprovechado sujeto mientras por dentro se entretenía viéndolo sufrir, y Makoto tuvo que echar mano de sus dotes de actuación para no destornillarse de la risa ahí mismo.
Al final se fueron sin ningún lugar que valiera la pena, pero al menos habían obtenido dos boletos para el cine de cortesía.
Cenaron en un lindo restaurante cerca del Sena y estaban por caminar por la ladera cuando una llovizna de temporada los alcanzó. Darien agradeció el gesto del dios de la lluvia, después de todo no había dejado de quejarse en todo el día del calor que sentía.
Además, la llovizna trajo una increíble oportunidad para él.
Darien y Makoto tuvieron que correr para protegerse del clima, que había cambiado la gentil brisa por algo con mayor temperamento. Encontraron el ansiado refugio bajo la marquesina de una tienda cuyo amplio escaparate mostraba hermosos y elegantes vestidos.
Se sacudieron la lluvia excedente sobre sus cuerpos a la par que exprimían sus ropas tratando inútilmente de secarse. Era probable que estuvieran ahí un buen rato ya que las nubes se antojaban bastante grises y los taxis pasaban todos ocupados.
Darien disfrutaba el clima, ella se veía tan linda incluso con su cabello relamido por la humedad y su jersey más ceñida a sus curvas. Su rostro estaba un poco pálido por lo fresco del día, pero aun así, brillaba como un ángel a sus ojos. Pero entonces la mirada verde cautivante fue robada por algo en el exhibidor. Un hermoso kimono con sakuras bordadas que atrapó toda su atención.
-Es muy lindo, se parece al que usaste aquella vez en el festival de otoño, ¿Lo recuerdas?
-Claro... -contestó un poco esquiva, consiente que en ese festival él había ido con ella y se había retirado con alguien más.
-Esa noche te veías tan bella, todavía conservo la instantánea que nos tomaron, te la mostraré cuando lleguemos al...
Sus palabras se vieron cortadas ante el impacto de su imagen de perfil. Ella lo obviaba mientras miraba el vestido como si fuera lo más hermoso que hubiese visto nunca, y Darien la miraba convencido que lo más hermoso que había visto en su vida era ella. Una de sus manos reposaba sobre el cristal mientras la otra delataba el frío que la recorría, estaba encogido y cruzado a su pecho, en un mal intento de guardar calor.
¿Por qué no podía controlar las ganas de tocarla? El peli negro tenía muy claro que ella estaba enamorada del piloto, pero una parte muy importante de él le pedía a gritos que ignorara lo evidente e hiciera su propia lucha, acallando la voz de su conciencia.
Posó una mano sobre su hombro más próximo y casi en un suspiro susurró su nombre, ella giró lento y parpadeó, otro sutil movimiento que hizo temblar la tierra bajo sus pies. Tenía que intentarlo, iba a atreverse.
Capturó la mano recargada en el cristal y la llevó a su pecho, ella cedió a cada uno de sus movimientos con la confianza de alguien que se sabe segura, de una inocente presa que no reconoce al lobo cuando lo ve.
Quería decirle tantas cosas, quería explicarle detenidamente el porque él, el chico que alguna vez le rompió el corazón, era mucho mejor opción que el vagabundo piloto que no tenía tierra fija. Deseaba echar mano de la conversación que había escuchado de Neflyte y distorsionarle lo suficiente para que sonara todavía más terrible y ella lo dejara, para quedarse con él.
Pero ni una palabra vino a su boca, aunque si a sus manos.
Retiró su agarre del hombro y acomodó un mechón de los cobrizos y empapados cabellos para ponerlo tras la oreja. Su piel estaba fresca y suave, sus mejillas mostraban un ligero sonrojo.
-¿Darien? -dijo ella, anticipando lo que venía a continuación.
Pero él fue más rápido y la atrajo hacía sí, en un abrazo que más que amigable, era inquietantemente apasionado. Los zafiros vagaban de las esmeraldas a los rubíes de sus labios de manera intermitente, como si con ese gesto pidiera el permiso necesario para tocarlos.
Makoto estaba pasmada, un ligero temblor se apoderó de ella. No era frío, sino el nerviosismo de estar segura que acababa de permitir algo que su corazón le gritaba que era un error.
Los labios de Darien llegaron a ella con tal parsimonia que la pura espera le pareció una eternidad. Makoto sabía que no iba a detenerlo, una parte de ella no quería, pero sabía que si lo dejaba pasar él se daría cuenta que una vez más se había equivocado y entonces los dos podrían continuar con sus vidas, justo como antes. Pero eso no pasó.
Su aliento reconoció aquel que había sido el primero y le supo a galletas. Ese sabor reconfortante de algo que conoces y que no puede herirte, de la calma después de la tormenta.
Los besos de Neflyte eran pura descarga de electricidad, un choque de canela picosa y a la vez extravagante. Pero se había convertido sin duda en su sabor favorito, ¿Por qué ahora deseaba de nueva cuenta la dulce vainilla?
Pasó sus manos por detrás de su cuello y se colgó de él, impidiéndole que se retirara. Darien no daba crédito a su suerte y por eso mismo, se rehusó a alejarse ni para tomar más aire. Moriría ahí si era necesario. Aunque Makoto no estaba tan dispuesta como él.
-Darien -volvió a susurrar cuando se alejó por un poco de oxígeno. Su rostro encendido en un furioso rojo.
-Makoto, yo...
La chica se soltó del agarre, presa del pánico y el desconcierto. Apenas su mente había tomado de nuevo la palabra sobre su cuerpo y ya alineado con el corazón, le pedían que saliera corriendo de ahí. Pero Darien la detuvo, conocedor de sus arranques.
-No está bien, yo... Neflyte... Lo siento.
Tuvo que luchar un poco con ella para retenerla otra vez, incluso se vio obligada a sujetarla de los brazos para evitar que corriera. La miró con esos ojos apacibles y un gesto sereno en el rostro, tratando de transmitirle su falsa entereza. El también temblaba por dentro.
-Sé que no debí. Perdóname.
Ella lo miró, tratando de encontrar un atisbo de maldad en su intención. Pero lo cierto es que no lo encontró. Ante ella estaba Darien Chiba, el chico gentil que no había hecho otra cosa más que cuidarla desde niña. ¿Se había equivocado? ¡Sí! Pero ella misma había aceptado que eran muy jóvenes e inmaduros. No había razón para temerle ahora. París era la ciudad del amor, ¿Cuántos amigos no se habrían besado ante el encanto que el paisaje ofrecía?
-Tengo frío, hay que irnos.
El entendió que le daba una salida elegante a su dilema, la tomó.
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El camino a casa fue un tanto denso. Un ocasional suspiro cortaba el incómodo silencio. Darien la miraba por el rabillo del ojo, ella no quitaba la vista de la ventana empañada por la lluvia.
"La has hecho bien Darien" se dijo a sí mismo mientras pagaba el servicio y se apuraba para alcanzarla. Subieron juntos con el mismo sepulcral ambiente hasta que la puerta del elevador se abrió y ella enfiló directo a su departamento apenas con un simple "gracias, descansa"
Makoto abrió la puerta de su hogar y estaba por cerrar cuando se dio cuenta que Darien no entraba al suyo. Algo la hizo detenerse para averiguar.
-En verdad lo siento-repitió él. Ella le sonrió apenas antes de cerrar la puerta.
Ni la ducha, ni el té o la música que había puesto para relajarse la dejaban dormir. Tampoco ayudaba que apenas eran las once o que sabía que, del otro lado de la pared, Darien estaría seguramente en la misma situación. Tenía que hablar con él, explicarle.
Pero, ¿Qué?
Apenas había admitido amar a Neflyte frente a alguien más. Para Rei seguro fue una confesión sin importancia pero para ella, fue un enorme paso hacia algún lado, aunque no sabía muy bien cual.
Había quedado muy decepcionada de los departamentos vistos hasta ahora, por eso cuando abandonaron el último casi corriendo, en la mente de Makoto estaba naciendo una idea. Le diría a Neflyte que viviera con ella y que, cuando el departamento de enseguida estuviera listo, lo rentara. De esa manera su familia podría venir a visitarlo y ellos seguirían juntos como seguramente era el deseo del castaño.
Y no es que el beso fuera a cambiar algo, al contrario, le sirvió para darse cuenta que eran los labios de Neflyte los únicos que quería volver a probar en la vida. Pero eso tampoco significaba que no hubiese sentido estremecer su mundo con él... ¿Qué diablos pasaba con ella?
Se sentó decidida a aclarar su corazón y su mente, buscaba sus zapatos para salir al departamento de enseguida cuando su móvil comenzó a sonar. Lo tomó de inmediato con la esperanza que fuera Neflyte, después de todo no habían hablado en todo el día.
Era un número desconocido y una serie de mensajes instantáneos que parecían exigirle su atención inmediata.
Sus ojos se abrieron como platos y estaba segura que su corazón había acelerado su latir en cuanto empezó a ver aquellas fotos y a leer los mensajes.
"No me conoces, pero yo a ti sí. Deja de enviarle fotos a Neflyte, es mi prometido y vamos a casarnos. De hecho, busca departamento para nosotros en París. No creas que va ahí por ti, aunque te agradezco que le sirvas de hotel, así pudo ahorrar lo necesario. Si no quieres problemas, aléjate de él o haré circular imágenes como éstas... zorra estúpida"
Makoto miró con horror fotografías de ella en traje de baño, reconoció el evento de su último viaje a la playa con él.
El teléfono rodó de sus manos y se estrelló contra el suelo.
No fue lo único que se hizo añicos en ese momento.
CONTINUARÁ...
Bueno, pues muchas gracias por esperar pacientes una actualización. Ya estamos en la recta final de esta historia. Les agradezco mucho sus comentarios y sus votos.
Saludos.
