Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es CaraNo. Yo solo traduzco con su permiso.
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Capítulo 142
EPOV
—Hola, chicos —dice Bella, sonriendo de manera seductora mientras camina hacia donde me siento en una silla de cuero—. ¿Qué puedo hacer por mi hombre en esta encantadora velada? —Ella no vacila cuando llega a mí, sentándose a horcajadas sobre mí de inmediato.
Esos fueron los veinte minutos más largos del mundo.
La necesitaba. Ahora.
—Mierda, luces deliciosa, nena —gruño, inclinándome para inhalarla. Mis manos tocan, porque solo yo tengo permitido hacerlo. Los hombres lo notan, por supuesto. Soy presumido al respecto. Demándame—. Diablos, estuviste sexi abajo... como siempre... —Beso su cuello, mis manos elevándose cada vez más. Muslos desnudos, tan suaves—. Y sí, hay algo que puedes hacer por mí. —La presiono más fuerte contra mí, y ella lo nota. Siempre lo hace, y ella es la causante. Cada maldito día. Se siente como si he estado perpetuamente duro por meses ya.
—Oh, Dios, Edward —me gime al oído—. ¿Todo eso es por mí, cariño?
—Sabes que lo es —le digo con voz ronca.
Pero entonces recuerdo lo que vi... o lo que no pude ver.
En su cadera.
Mis pulgares rozan la superficie antes de bajar la mirada, y no se puede confundir. La textura, la conozco, y entonces realmente lo veo.
Bella se detiene en mi regazo cuando se da cuenta de lo que estoy haciendo.
Está oscuro en el club, pero aún veo, y todo lo demás desaparece. La música, las personas a nuestro alrededor, todo.
Todo lo que veo es tinta.
Y lo que dice.
Trago fuerte y levanto la mirada. Su rostro, sus ojos, su suave expresión.
—¿Te hiciste un tatuaje? —pregunto en vez de anunciar. Es obvio que lo hizo, porque lo veo, lo siento, mi pulgar lo roza.
—En Nueva York, antes que nos vayamos —masculla de cerca—. ¿Te gusta?
No. Me encanta. Es hermoso y... para mí. Me siento halagado.
De repente, siento como si estuviéramos en el lugar equivocado.
Allí, en su cadera, en tinta negra, justo a su piercing...
Todo el día...
Toda la noche...
...Solo tú
—Por eso no querías ducharte conmigo ayer —suelto como un tonto—. Lo estabas escondiendo.
Al menos, baja un poco la tensión, y ella sonríe resplandecientemente.
—Y no lamento eso, Sr. Cullen —ronronea.
Y así de fácil, la tensión se va, y ya no estoy pensando con la cabeza entre mis hombros. De repente, siento que estamos en el lugar correcto.
Ella susurra en mi oído.
—Mi Santa, tienes algo que yo quiero.
Suavemente, presiona una mano sobre mi polla...
Antes de succionar mi dedo índice en su boca...
Lo suelta con un tronido...
Y mete su lengua en mi boca...
—No lo sé, nena —gimo—. ¿Has sido una buena chica este año?
Ella jadea. Sus pupilas se dilatan.
—Está bien, necesitamos un cuarto privado ahora, Edward.
Marca el camino, nena.
