Capítulo 22

El señor Darcy no podía dejar de mirar a Elizabeth, pero estaba tan nervioso que no podía evitar hacer las mismas preguntas una y otra vez. Pero era lo único que se le ocurría para prolongar ese encuentro y que ella no se alejara de él. "¿Está usted viajando con su familia?"

Elizabeth apenas podía respirar de lo nerviosa que estaba, pero además se sentía muy incómoda, porque el señor Darcy le había preguntado dos veces por la salud de su familia y cosas que ni comprendía. Pero por sobre todo, estaba muy avergonzada porque sentía que estaba invadiendo el espacio personal de él sin haber sido invitada. Al menos, él no parecía enojado y eso la hacía sentirse un poco más aliviada. "Estoy viajando con mi tío Archibald, mi tío Gardiner y sus esposas."

"¿Y dónde se están hospedando usted y su familia?" El señor Darcy necesitaba saber si ella estaba pasando vacaciones cerca de su hogar para saber a dónde debía ir a rogar por su perdón.

"Estamos en la posada en Lambton. Tía Gardiner y tío Archibald son originarios de ese pueblo," explicó Elizabeth. "Ellos son la familia política de mi tío, el hermano de mi madre." Ella quiso explicar porque pensaba que el señor Darcy tal vez no los recordaba y no tenía idea quienes eran ellos.

"Sé quienes son, y los recuerdo con mucho afecto y estima. No sólo son personas muy agradables sino que además, son muy educados y cordiales. Hace ya casi dos meses que logré recordar aquellas partes de mi vida que había creído para siempre perdidas," dijo el señor Darcy mirando a Elizabeth intensamente.

Ella no pudo evitar volver a ruborizarse completamente. Si él recordaba todo, significaba que también recordaba todo lo que había ocurrido entre ellos, incluyendo aquellos besos tan inapropiados. Para poder librarse de esa incómoda situación, Elizabeth se excusó profusamente. "Señor Darcy, permítame explicarle que mi familia y yo sólo vinimos a conocer su propiedad porque nos aseguraron que la familia no estaba en casa. Jamás hubiéramos invadido su privacidad si hubiésemos sabido que estaba aquí."

"Por favor no se preocupe por eso, señorita Bennet, yo acabo de regresar. Además, le aseguro que usted y su familia serán siempre bienvenidos a Pemberley." Elizabeth siguió disculpándose, pese a que él le aseguraba que no había ningún problema y que estaba feliz de volver a verla.

"Gracias por su hospitalidad, señor Darcy. Pero me temo que mi familia debe estar esperándome. Qué tenga buen día, señor," dijo Elizabeth y comenzó a caminar rápidamente.

El señor Darcy se sintió muy desilusionado de no poder seguir conversando con ella, pero él estaba sucio y lleno de polvo después de horas cabalgando. Mientras la veía alejarse rumbo al jardín que estaba en frente de la casa, se le ocurrió una idea y se fue rápidamente en dirección opuesta. Corriendo lo más rápido que pudo, entró a través de la cocina, por la parte trasera de la casa. Todos los empleados lo saludaron cortésmente, pero se sorprendieron al verlo en ese lugar de la casa. Pero como si eso no fuera suficiente, escucharon cómo el señor Darcy, siempre tan serio y formal, llamaba casi a gritos a la ama de llaves.

La señora Reynolds estaba revisando la lista de compras para la semana siguiente cuando escuchó la voz agitada de su joven patrón llamándola. Ella pensó que algo le había ocurrido y se asustó mucho. "Dígame señor, ¿qué pasa?"

"Señora Reynolds, necesito que me lleven agua caliente de inmediato a mi habitación y unas toallas. Harris llegará mañana por lo que voy a necesitar que alguien me ayude con mis botas. Pero además, necesito que me haga un favor muy grande…"

"Claro que sí, señor," dijo la señora Reynolds atónita por ver la manera en cómo se estaba comportando el señor Darcy, que además, estaba sucio y todo transpirado.

"Quiero que salga al jardín del frente y como sea impida que los visitantes se vayan. No sé, cuénteles la historia de la casa, de los jardines, lo que sea…"

"Uno de los señores me preguntó por la biblioteca, tal vez puedo hablarle de eso…"

"No, mejor invítelos a la biblioteca y manténgalos ocupados allí hasta que yo llegue." Luego de decir eso, el señor Darcy subió corriendo la escalera que lo llevaba a su cuarto.

"Así lo haré, señor." La señora Reynold, como la buena empleada discreta que era, no hizo ninguna pregunta. Inmediatamente dio la orden para que llevaran agua y toallas a la habitación del señor Darcy, le ordenó a un lacayo que fuera ayudar al patrón.

Después se fue al jardín en donde los visitantes aún estaban observando los alrededores. "Señores y señoras, si aún están interesados en ver la biblioteca, se las puedo mostrar y contarles la historia de las principales colecciones."

"¿En serio,? preguntó Archibald muy entusiasmado.

En ese momento, Elizabeth justo llegó a reunirse con el grupo y no le gustó mucho la idea de tener que permanecer más tiempo allí. Pero su tío Archibald estaba tan entusiasmado, que no le quedó de otra que acompañarlos.

La señora Reynolds le hizo una extensa presentación de las principales colecciones, incluso repitiendo más de una vez algunos datos para retener a las visitas. Afortunadamente, Archibald hacía tantas preguntas que eso le ayudaba a poder dilatar más el asunto. Cuando ya se estaba quedando casi sin ideas sobre qué decir o explicar, vio que el señor Darcy entró al cuarto elegantemente vestido y perfectamente peinado. Ella notó que la señorita que acompañaba al grupo se ruborizó un poco, e inmediatamente miró a su querido patrón y vio cómo la miraba con abierta admiración. "Ahora entiendo," pensó la señora Reynolds sonriendo.

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Los Bingley retornaron a Netherfield acompañados por Caroline, y al día siguiente que ellos llegaron, Louisa y el señor Hurst se unieron a ellos. El señor Bingley organizó una cena e invitó a sus suegros y cuñadas. Sin Lydia presente, las cosas fueron bastante más agradables porque Kitty casi no habló y la señora Bennet parecía no tener con quien conversar de las frivolidades que tanto le gustaba, por lo que también se mantuvo prácticamente en silencio, salvo por uno que otro comentario fuera de lugar.

Jane no estaba tan sorprendida, porque Elizabeth le había comentado por cartas, que Mary y Kitty habían madurado mucho, y que su padre había logrado que hicieran algunas cosas productivas, como leer e intentar razonar.

Por su parte, Caroline se mantuvo en silencio gran parte de la velada mostrando una fría cortesía a los invitados. Después de cenar, la señora Bennet intentó quedarse por más del tiempo necesario, pero su esposo insistió que no debían importunar más de lo necesario a Jane y su nueva familia. De esa forma, y a regañadientes, se la llevó de regreso a Longbourn a una hora prudente.

Una vez que los Bingley se retiraron a su habitación, pudieron conversar más en confianza sobre los cambios en la familia Bennet. "Lizzie me contó que mi padre había impuesto algunas nuevas reglas, pero que no habían tenido éxito con Lydia. Por lo menos, Mary y Kitty han madurado bastante desde la última vez que las vi."

"Incluso tu madre está un poco más controlada," agregó el señor Bingley. "Pero me parece curioso que si Lydia sigue igual de inmadura, tu padre le haya dado permiso para que viajara sola con una amiga."

"Lizzie no estaba muy contenta con la decisión de mi padre, pero me dijo que no hubo forma de persuadirlo," explicó Jane también preocupada por su hermana menor.

"Bueno, pero ya fue suficiente de hablar de nuestras familias. ¿Te acuerdas mi amor, qué en este mismo cuarto pasamos nuestra primera noche juntos?" dijo el señor Bingley con voz apasionada mientras besaba a su esposa.

"Chales, te amo tanto," dijo Jane cerrando los ojos y dejándose llevar por los besos y caricias de su amado esposo.

En otra parte de la casa, Caroline hablaba con Louisa muy enojada. "¿Pero cómo me dices que no piensas volver a la ciudad, Louisa? No puedes ir a enterrarte a la hacienda de tus suegros y privarte de todas las comodidades de la vida en la ciudad."

"Caroline, para mí la ciudad ya no tiene los encantos que tenía hace un año atrás. Mis prioridades han cambiado, y ahora quiero hacer otras cosas, por favor entiéndelo. Además, con Henry queremos ahorrar dinero, y alquilar la casa en Londres nos ayudará mucho," explicó Louisa.

Todo lo que Louisa le contó a Caroline, le hizo darse cuenta de que no le quedaba otra salida que lograr que el señor Darcy le propusiera matrimonio. "Tú sabes lo que haces, Louisa. Yo no tengo planes de dejar de vivir en la ciudad y muy pronto espero tener una hermosa mansión en el barrio más exclusivo de Londres. Aunque mi futuro marido es el dueño de una de las haciendas más hermosas del país, yo no pienso pasar allí más que algunos meses del año."

Louisa sabía muy bien de qué estaba hablando su hermana y decidió intentar por última vez hacer que ella viera la realidad. "Caroline, espero que no estés planeando hacer nada estúpido los días que pasemos en Pemberley. Tienes que comprender de una vez por todas que el señor Darcy jamás va a proponerte matrimonio."

"¿Por qué no? Él es un hombre honorable, y si logro llamar su atención, sé que él se casará conmigo."

"¿Llamar su atención o intentar comprometerlo?" preguntó Louisa indignada. Eliza Bennet logró llamar su atención, Henry y yo notamos como no podía dejar de mirarla y buscaba cualquier ocasión para hablar con ella, y ya ves, no le propuso matrimonio."

"¿Pero cómo se te ocurre que un hombre guapo, rico y fino como el señor Darcy le iba a proponer matrimonio a una salvaje como Eliza?"

"Por eso mismo, si ella que logró llamar su atención no consiguió nada más que sus miradas, imagínate que podrías conseguir tú."

"Estás insoportable, Louisa. El sólo hecho que insinues que el señor Darcy pudo sentirse atraído hacia esa mujer tan impertinente y corriente, me parece totalmente inaceptable." Caroline siguió despotricando por varios minutos más y Louisa decidió no decir nada más. Ella pensó que no había peor sordo que el que no quería escuchar.

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El señor y la señora Gardiner quedaron muy impresionados cuando vieron a William Thompson ingresar a la biblioteca y a la ama de llaves obedecer sus órdenes. Pero notaron que ni los Stone, ni Elizabeth parecían sorprendidos.

El señor Darcy se acercó a ellos, hizo una pequeña reverencia y se presentó, "Bienvenidos a mi casa, yo soy Fitzwilliam Darcy y creo que les debo una explicación. Si pueden concederme unos minutos de su tiempo, los invito a sentarse en los sofás cerca de la chimenea para poder contarles mi historia."

Los huéspedes no pudieron negarse porque al escuchar la voz quebrada por la emoción del señor Darcy, supieron que era algo importante. Después de que todos tomaron asiento, él se mantuvo de pie junto a la chimenea y les contó toda su historia, desde que se enteró de la doble vida de su padre hasta que perdió la memoria. Lo único que dejó fuera de su relato, fueron las circunstancias de su accidente, y su relación con Elizabeth. "Sé que debería haber aclarado mi verdadera identidad mucho antes, pero cuando llegué a esa casa tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas. Pensé que haciéndome pasar por el sobrino de mi padre podría saber por qué él había hecho todo lo que hizo y sobre todo, sin poner en riesgo la reputación de mi familia. Créanme cuando les digo que mi plan era aclarar todo en cuanto regresara a la ciudad, pero tuve aquel accidente y todo se complicó aún más."

Todos estaban muy sorprendidos y sintieron un poco de pena por el joven que había tenido que enterarse de la doble vida de su padre de una manera tan abrupta y sorpresiva. Incluso Elizabeth estaba arrepentida de haberlo juzgado tan a la ligera sin saber todos los antecedentes y las razones que el señor Darcy había tenido para ocultar su identidad.

"William, perdón, señor Darcy, le agradezco mucho el voto de confianza al contarnos asuntos tan privados de su familia y le aseguro a nombre mío y de todos los presentes que puede confiar en nuestra discreción," dijo Archibald y todos los presentes lo secundaron en sus dichos.

"Lo sé, y por eso he confiado en ustedes toda esta información tan delicada," replicó el señor Darcy sinceramente. "Pero señor, por favor, continúe llamándome William."

Los invitados después de escuchar por unos momentos más a su anfitrión comenzaron a despedirse, pero él no deseaba que se fueran tan rápido. "¿Por qué no se quedan a cenar conmigo? Señor Stone, quiero mostrarle algunas de las antigüedades que mi padre coleccionaba. Sé que fueron buenos amigos y estoy seguro que él hubiera estado feliz de saber que está aquí conociendo parte de su colección."

"Creo que es hora de que regresemos a Lambton," dijo la señora Gardiner. "Mañana es la boda de nuestra sobrina y tenemos que levantarnos muy temprano."

"Pero pasado mañana estoy libre," dijo Archibald. "Y me encantaría que me mostraras la colección de espadas de tu familia."

"Por su puesto," dijo el señor Darcy más animado.

Después de acordar que regresarían en dos días más, el señor Darcy acompañó a sus invitados al carruaje. En el camino, aprovechó de hablar con Elizabeth discretamente. "Señorita Bennet, me gustaría hablar con usted y explicarle algunas cosas. ¿Podría visitarla mañana? Estoy libre todo el día, usted dígame la hora y el lugar que yo estaré allí."

El corazón de Elizabeth latía aceleradamente, el señor Darcy le hablaba como William lo había hecho alguna vez y ella no pudo evitar emocionarse al rememorar tan bellos recuerdos. "En la parte trasera de la iglesia hay un pequeño puente que conecta la parte norte y sur del pueblo. Estaré allí un poco antes de la hora de la cena."

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Al día siguiente la boda fue muy hermosa y todos estaban felices porque varias alas de la familia Stone se habían reunido allí. La boda se transformó en un verdadero evento familiar en el que viejas y nuevas generaciones tuvieron la oportunidad de conocerse. Mientras sus tíos y tías conversaban animadamente con la familia, Elizabeth les avisó que saldría a caminar y que volvería antes de la cena. La casa de tía Rose estaba a pocas cuadras de la iglesia, por lo que después de caminar unos cinco minutos, Elizabeth llegó al lugar acordado. Desde la distancia había podido apreciar que el señor Darcy la estaba esperando en el lugar y miraba en todas direcciones impacientemente.

El señor Darcy no dejaba de mirar su reloj y se preguntaba si Elizabeth vendría o no. Pero cuando la vio acercarse no pudo evitar sonreír e ir a su encuentro.

"Señorita Bennet, muchas gracias por venir."

"Buenas tardes, señor. Espero que usted no haya tenido que esperar mucho tiempo."

"No, sólo unos minutos."

"Qué bien… Bueno, usted dijo que debía decirme algo importante, pero antes yo quiero decirle que entiendo sus razones para ocultar su identidad en un principio. Pero tal vez, sobre todo después de… de lo que usted sabe, yo creo que debería haberme dicho la verdad, creo que era lo mínimo que merecía."

El señor Darcy llevaba un discurso memorizado meticulosamente. Él pensaba disculparse y luego pedirle a Elizabeth que le permitiera por lo menos ser su amigo para demostrarle lo mucho que había cambiado, que su amor lo había cambiado. Él sabía que no tenía derecho a pedir nada más y que debía conformarse con que ella no lo odiara, él no podía ser feliz si sabía que ella pensaba lo peor de él. "Señorita Bennet, yo… Oh Elizabeth, yo te amo tanto que estoy dispuesto a hacer lo que tú me pidas para que no me odies. Con el dolor de mi alma he comprendido que perdí tu amor, por favor, al menos déjame ser tu amigo. Te juro que por el resto de mi vida haré lo que sea necesario para que algún día me puedas perdonar."

El señor Darcy tuvo que rehuir la mirada de Elizabeth porque no podía verla a los ojos. "Toda mi vida he sido un imbécil lleno de prejuicios. Los últimos cinco años de mi vida me he dedicado a trabajar y producir más dinero, y tengo todas las cosas materiales que un hombre podría querer. Sin embargo, me siento solo y amargado," el señor Darcy sacó el pañuelo y el pequeño retrato de Elizabeth y agregó, "y esto es mi única fuente de alegría. Si no puedes amarme, al menos dime que me perdonas, mi dulce y único amor," dijo el señor Darcy mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

Elizabeth tomó el pañuelo, su pañuelo, y le secó las lágrimas al hombre que algún día creyó orgulloso e incapaz de amar a nadie más que a sí mismo. "William, yo no te odio, nunca te he odiado, ni siquiera cuando pensé que te habías burlado de mí." Elizabeth se sentó en la pequeña banca que estaba al lado del gran árbol de nueces y dijo, "te amo William, todo este tiempo te he amado."

El señor Darcy se sentó al lado de Elizabeth y tomó sus manos entre las suyas y comenzó a besarlas. "Yo también te he amado todo este tiempo, porque aunque no recordaba nuestra pasada relación, no hubo noche que no soñara contigo. Mi amor, sé que no merezco tu amor, yo me había resignado a amarte a la distancia, pero…"

"William, creo que antes de cualquier cosa, debemos conocernos mejor. Sin mentiras, sin engaños…"

"Claro que sí, mi amor. Déjame cortejarte, ser tu pretendiente y demostrarte que si me das una oportunidad, me dedicaré el resto de mi vida a hacerte feliz."

Elizabeth sonrió y agregó, "Quién diría que el siempre severo y aparentemente frío señor Darcy podía ser tan romántico."

"Y eso que nunca he leído una novela romántica en mi vida," dijo el señor Darcy más alegre.

Elizabeth le dijo que debían retornar a la casa para la cena y ellos conversaron por unos cuantos minutos más mientras caminaban rumbo a la casa de tía Rose. "Mañana acompañaré a tío Archibald a Pemberley."

"Te estaré esperando," dijo el señor Darcy emocionado.

"Entonces hasta mañana, William," dijo Elizabeth.

"El señor Darcy tomó la mano de Elizabeth, la besó suavemente y agregó, "No te dejaré ir hasta que me devuelvas mi pañuelo."

"¿Tu pañuelo? Es mi pañuelo, tiene las iniciales E.B. ¿ves?" dijo Elizabeth mostrando el bordado.

"Sabes muy bien que me lo regalaste y que ahora me pertenece, pequeña tramposa," dijo el señor Darcy mientras le volvía a besar la mano a Elizabeth.

"Está bien, yo también tengo algo tuyo," respondió Elizabeth coquetamente.

"Mi corazón," dijo el señor Darcy con la voz llena de pasión.

"Tu libro," replicó Elizabeth sonriendo.

"Bueno, eso también, mi querida Elizabeth. Las horas se me harán eternas hasta que te vuelva a ver."

"Hasta mañana, William," dijo Elizabeth un poco ruborizada y sonriendo. Luego entró a la casa corriendo como si fuera una niña.

El señor Darcy fue en busca de su caballo y retorno a Pemberley un poco antes que oscureciera. Pero nada le importaba, él estaba tan dichoso que sentía ganas de cantar, bailar y hacer un millón de cosas. Cuando llegó a la casa, le pidió a la señora Reynolds que preparara un almuerzo especial para el día siguiente.

"Por favor asegúrese de que haya tarta de fresas y quesos frescos… ah y frutas también, la mayor variedad de frutas que sea posible."

"Sí señor," dijo la señora Reynolds un poco emocionada al ver a su patrón tan feliz. Él no podía ocultar la emoción que sentía, los ojos lo delataban. Sólo rogaba que la jovencita fuera merecedora del amor y la devoción de un hombre tan bueno y honorable como el señor Darcy.

"¿Llegó Harris?"

"Sí, señor. Después de descansar y comer algo, fue a encargarse de su ropa."

"Qué bueno, además necesito afeitarme…" La señora Reynolds escuchaba y tomaba nota de todo lo que le decía el señor Darcy que parecía no poder parar de hablar.

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Mientras Elizabeth y el señor Darcy resolvían sus diferencias, Lydia se fugó con George Wickham rumbo a Gretna Green. Los planes del canalla de Wickham eran extorsionar al señor Bingley para que le pagara diez mil libras para casarse con la tonta de su cuñada, si no lo hacía, la dejaría abandonada. Como no podía esconderse en Londres porque tenía muchos enemigos y deudas impagas allí, decidió esconderse en Lambton. En ese lugar, la esposa de su tío tenía un bar y unas cuantas habitaciones que alquilaba. Él pensaba contarle sus planes y conseguir alojamiento y comida gratis hasta recibir dinero de los Bingley y darle una buena recompensa por su ayuda.

Al día siguiente que Lydia huyó, el coronel Forster envió un mensaje expreso a casa de los Bennet para notificar lo que había ocurrido. Como era de esperar, el señor Bennet le mandó un mensaje a su yerno para que lo ayudara, pero él nunca respondió. Es más, al día siguiente, él y su familia partieron rumbo al norte ignorando su petición de ayuda.

El señor Bennet pensó que de cierta manera comprendía que el señor Bingley no quisiera involucrarse en un asunto tan desagradable, pero jamás pensó que actuaría de una manera tan fría y sin ninguna preocupación por el bienestar de su familia política.

Claro, él no sabía que la noche anterior, Caroline había recibido el mensaje y que después de leerlo, lo había arrojado a la chimenea. Esa era la única forma que ella encontró de hacerle comprender a su hermano el gran error que cometió al casarse con Jane Bennet. Y que probablemente, ni Lady Victoria, ni ninguna de las nuevas amigas de su cuñada, querrían saber nada más de ella. Si ella no podía vivir en Londres y entrar en los primeros círculos sociales, tampoco lo lograría la estúpida de su cuñada, que al casarse con Charles, le había arruinado todos sus planes.

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En los siguientes días, el señor Darcy y Elizabeth pasearon por Derbyshire acompañados por sus tíos y tías. Ellos tuvieron la oportunidad de aclarar muchas cosas y el señor Darcy le contó todo lo relacionado con su familia, incluyendo el asunto de Georgiana. "Te cuento esto, mi querida Elizabeth, para que comprendas que me he dado cuenta que no puedo criticar a tu familia o la de nadie, cuando mi propia familia se ha comportado de una manera tan…"

"William, creo que debemos dejar de sentir vergüenza y pedir disculpas por lo que otros han hecho. Tú tienes la oportunidad de construir tu propia vida, tal y como tú la quieras, ¿no crees?"

"Tienes razón, y la quiero construir contigo a mi lado."

"Eso lo veremos después. Prometimos que no nos íbamos a apresurar."

"Tú me hiciste prometer, que no es lo mismo. Pero yo estoy dispuesto a respetar tus tiempos, pero eso no me impide recordarte lo mucho que te amo, incluso más que la primera y segunda vez que te pedí matrimonio."

Tía Agatha y tía Gardiner observaban a Elizabeth y el señor Darcy discretamente y no podían evitar sentir ternura al ver a la pareja de enamorados. Aunque el señor Darcy había insistido en que aceptaran su invitación para hospedarse en Pemberley, ellos habían preferido permanecer en la posada de Lambton, aunque el señor Darcy siempre buscaba una excusa para estar cerca de ellos o invitarlos a su casa. Ese día regresaba la señorita Darcy, y él quería presentarles a su hermana.

Cuando finalmente Georgiana llegó, casi no podía contener la curiosidad de conocer a la mujer a la que su hermano admiraba tanto. Cuando la vio, quedó impresionada por su bonita sonrisa, pero sobre todo por sus hermosos ojos. Su hermano tenía razón, la señorita Bennet era aún más bonita que su hermana la señora Bingley.

El señor Darcy presentó su hermana a todo el grupo, y Georgiana aunque un poco temerosa en un principio, se dio valor para conversar con todos y sobre todo, para conocer mejor a Elizabeth.

En dos días más, y después de más de un mes viajando, Elizabeth y sus tíos regresarían a Londres por lo que Georgiana organizó una cena en su honor y todos aceptaron gustosos la invitación.

El señor Darcy tenía planeado regresar a Londres, y desde allí cortejar a Elizabeth por el tiempo que fuera necesario. Él sentía a Elizabeth cada día más cerca de él, pero entendía que ella aún no estaba lista para volver a confiar ciegamente en él como lo había hecho hace un año.

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A la mañana siguiente, los Gardiner y los Stone habían salido a caminar y dar el último paseo por el pueblo, pero Elizabeth se quedó en la posada porque recibió una carta de Mary. Al parecer, los últimos tres días hubo lluvias intensas en el sur del país, y gran parte de los caminos que conectaban con el norte habían quedado intransitables por unos días, retrasando el correo.

Elizabeth sintió mucha curiosidad al ver una carta de Mary, ella no era una persona muy comunicativa y le parecía extraño que quisiera escribirle cuando sabía que ella se encontraba viajando. Una vez abrió la carta, no tuvo que leer mucho para saber de qué se trataba todo. Mary fue directo al punto y le dijo que Lydia se había fugado con el señor Wickham, que su padre había viajado a Londres en busca de ellos porque le dijeron que seguramente estaban allí, pero que necesitaba ayuda de su tío Gardiner.

"No puede ser, estúpida Lydia, has arruinado tu vida y la de todas tus hermanas," dijo Elizabeth mientras se secaba las lágrimas. Cuando iba a salir del cuarto para ir en busca de su tío, justo llegó el señor Darcy.

"Querida, ¿qué te pasa? ¿por qué lloras?" preguntó él con mucha preocupación. Elizabeth insistía en decirle que no le pasaba nada, que necesitaba ir en busca de su tío, pero él no la dejó ir y le pidió a la sirvienta que lo hiciera.

"Por favor, cuéntame, sabes que puedes contar conmigo para todo lo que necesites," dijo el señor Darcy.

Elizabeth no podía hablar de la vergüenza que sentía y sólo le pasó la carta de Mary. Él la leyó rápidamente, se puso de pie y miró a la puerta casi instintivamente.

"Señor Darcy, quiero que sepa que lo libero de cualquier obligación que usted crea que pueda tener conmigo."

"¿Qué? Si crees que te voy a dejar sola en todo esto, estás muy equivocada. Cuando te dije que te amaba y estaba dispuesto a todo para demostrarte mi amor, yo lo decía en serio."

Elizabeth no pudo evitar arrojarse a los brazos de su amado en busca de consuelo, mientras él la reconfortaba con tiernas palabras de amor. "Te amo, Elizabeth," le dijo cariñosamente y la besó dulcemente en los labios. "Todo estará bien, te lo juro mi amor, todo estará bien."

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Archibald y Agatha estaban en casa de Rose por lo que la sirvienta encontró solo al señor y la señora Gardiner y les dio el mensaje del señor Darcy. ¿Qué crees que pasó, querida? ¿Será que van a formalizar la relación?" preguntó el señor Gardiner riendo pero cuando su esposa no respondió, se dio cuenta de que ella estaba distraída mirando en dirección opuesta. ¿Pasa algo, querida?"

"No lo sé, cariño. Pero te juro que acabo de ver a Lydia doblar por la esquina de esa calle."

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Gracias a todos los que dejan comentarios y siguen la historia con entusiasmo ya sea leyendo directamente o a través del traductor.

Sólo quedan tres capítulos más y mucha acción y romance

¡Nos vemos pronto!

Saludos,

Yo