Capítulo 24
El señor y la señora Darcy se levantaron muy tarde el día después de su boda. Luego de desayunar en la cama, ambos tomaron un baño y se vistieron con ropa para un día de campo y salieron a caminar por los alrededores de Pemberley. Ellos deseaban conversar y ponerse de acuerdo en muchas cosas necesarias para la vida que comenzaban juntos.
"Espero, querida, que te guste tu habitación. El año pasado antes de viajar a Londres ordené que la remodelaran. Pero siempre supe que era algo temporal porque quiero que te sientas a gusto y la decores como te dé la gana," dijo el señor Darcy mientras caminaba con su esposa tomada de su brazo.
"Siempre tan presumido, William," dijo Elizabeth riendo.
"¿Por qué presumido?" preguntó el señor Darcy un poco sorprendido.
"Porque asumiste que yo me casaría contigo," respondió Elizabeth.
"Pero si te propuse matrimonio y tú me aceptaste, ¿dónde está lo presumido?"
"Yo acepté a William Thompson, que no se te olvide. A Fitzwilliam Darcy lo rechacé si mal no recuerdo."
"Me imagino que tendré que soportar que me recuerdes eso por el resto de mi vida, ¿cierto?"
"Así es, querido. De esa forma vas a pensar dos veces antes de ocultarme información en el futuro," replicó Elizabeth con una coqueta sonrisa.
El señor Darcy se detuvo e iba a tomar a su esposa en sus brazos, pero ella adivinó sus intenciones y comenzó a correr en dirección al jardín muerta de la risa mientras su esposo la seguía. Como él era más alto y más fuerte, no le llevó mucho tiempo darle alcance. La tomó por la cintura, la abrazó e intentó besarla mientras Elizabeth reía cuando fueron interrumpidos por el ladrido de un perro.
"Platón, qué bueno verte," dijo Elizabeth librándose del abrazo de su esposo para poder saludar a su peludo amigo. Ella lo abrazó, mientras el perro movía la cola y aceptaba cada uno de sus arrumacos.
El señor Darcy miraba fascinado como su esposa interactuaba con su perro. "Un abrazo más y creo que me voy a poner celoso," dijo el señor Darcy fingiendo seriedad.
"Lo siento, William. Pero quién se puede resistir a estos ojitos y orejas tan hermosas de este perrito tan lindo de nombre francés," dijo Elizabeth provocando la risa de su marido.
"Señora Darcy, creo que es hora que regresemos a casa. En pocos minutos más comenzará a llover nuevamente," explicó el señor Darcy al ver las nubes negras que se acercaban.
"Qué lástima, me habría gustado recorrer la parte norte del parque, estos bosques se ven tan hermosos." Elizabeth estaba fascinada con lo exuberante de la vegetación de su nuevo hogar.
"No te preocupes, querida. Tendrás el resto de tu vida para recorrer todo esto que ahora es tuyo. Además, tengo algunas ideas para mantenerte entretenida en casa," dijo el señor Darcy con una pícara sonrisa, y cuando vio a su esposa ruborizarse, agregó, "podemos ir a la biblioteca y te puedo mostrar todas nuestras colecciones exclusivas."
"¿Tienes alguna colección de novelas románticas?" preguntó Elizabeth con una sonrisa enigmática.
"Sí," respondió el señor Darcy intentando adivinar que se proponía su esposa.
"¿Me dejas leerte una? Prometo que no será más que un capítulo diario." dijo Elizabeth tentativamente.
"No," respondió el señor Darcy enfáticamente.
Elizabeth se acercó a William sugestivamente y le dijo, "si me dejas que te lea un capítulo diario de una novela romántica, yo…" y le murmuró algo al oído a su esposo que hizo que él la abrazara y la besara apasionadamente.
"¿Cuándo comenzamos?" preguntó el señor Darcy con una voz entrecortada por la pasión y el deseo.
"Hoy, después de la cena," respondió Elizabeth juguetonamente y aceptó los besos del señor Darcy que le decía cuánto la amaba.
Desde la ventana de uno de los salones, la señora Reynolds observó por unos cuantos segundos la romántica escena y no pudo evitar derramar algunas lágrimas. Ella llegó a trabajar a Pemberley cuando el señor Darcy tenía cuatro años y desde ese entonces le tomó un cariño muy especial. Ella jamás había conocido un niño tan dulce y bien comportado, pero sobre todo, tan falto de amor. Ella siempre tuvo miedo que alguna mujer fría y calculadora lo atrapara para poder usufructuar de la posición y riqueza de su amado patrón. Pero estaba claro que la encantadora señora Darcy lo amaba y lo hacía feliz, porque desde que él la conoció, se había transformado en un hombre más abierto, pero sobre todo, que siempre sonreía.
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El viaje con Lydia fue verdaderamente insoportable. Ella se quejaba de todo y lo único que hacía era reclamar por lo injustos que todos habían sido con ella. El señor Gardiner era un hombre bastante paciente pero en más de una oportunidad había tenido que reprender a Lydia con fuerza, incluso la señora Gardiner perdió la paciencia en más de una ocasión.
El día que pasaron con Lady Victoria en Matlock les sirvió para escuchar sus sugerencias y consejos y tener claro cómo proceder. Lo primero sería tener una conversación seria con el señor y la señora Bennet y más tarde, con Elizabeth y Jane para poder enfrentar de forma unida los desafíos de reeducar a las tres hermanas Bennet que aún estaban solteras. Aunque los Gardiners le insistieron a Archibald y Agatha que no debían molestarse con los problemas con los Bennet, ellos por amor a Elizabeth estaban dispuestos a contribuir en el asunto.
Cuando finalmente llegaron a Longbourn, la señora Bennet recibió a Lydia con mucho afecto y sin ningún atisbo de querer disciplinarla o castigarla por todo lo que había hecho, y Lydia la verse apoyada por su madre, nuevamente comenzó a comportarse como la niña malcriada que era.
Después de que los viajeros tuvieran la oportunidad de descansar y refrescarse, toda la familia se reunió en el salón para conversar antes de la cena, y sobre todo, para escuchar todas las novedades que tenían que compartir. Pero Lydia se les adelantó a todos y comenzó a contar cómo habían ocurrido las cosas desde su perspectiva.
"Y por culpa de Lizzie, mamá, yo no me pude casar con mi querido Wickham. Ella y ese horrible señor Darcy lo acusaron de cosas horribles y lo mandaron a prisión. Además, mamá, Lizzie se casó con el señor Darcy con el permiso de ese hombre," dijo Lydia apuntando a Archibald.
"¿Lizzie se casó?" preguntaron el señor y la señora Bennet al mismo tiempo. Kitty y Mary estaban igual de sorprendidas y deseaban escuchar las explicaciones de su tío Gardiner pero Lydia no paraba de protestar.
"Mamá, debes decirle a papá que anule ese matrimonio de Lizzie. Ella no dejó que yo me casara para poder ser ella el centro de atención, eso no es justo. Además, me obligaron a pasar toda una noche en casa de la tía de ese hombre que tanto odia a mi querido Wickham. Mamá, esa señora Lady Victoria lo único que hizo fue retarme por todo, me dijo que yo era irresponsable y que mi única salvación era un reformatorio. Odio a Lady Victoria y no me importa que se crea tan importante."
El señor Bennet intentó dos veces hacer callar a su hija pero no había nada ni nadie que pudiera detenerla, o al menos, era lo que ella creía. Mientras Lydia protestaba, la señora Bennet registraba todo lo que escuchaba con mucho interés. Elizabeth se había casado con un hombre con un ingreso anual de diez mil libras, dueño de la mitad de Derbyshire y que tenía una tía condesa.
"Mamá, dile a papá que tiene que ir a buscar a Lizzie y anular su matrimonio," decía Lydia mientras hacía una pataleta digna de una niña de no más de cinco años.
Todos los adultos habían perdido la paciencia mientras Mary y Kitty observaban a su hermana con resignación. Ellas estaban acostumbradas a sus desplantes y sabían que podían durar varios minutos.
"Basta Lydia, tu padre no hará nada de lo que dices. Lizzie, qué chica tan lista, siempre supe que con su inteligencia iba a lograr grandes cosas. Oh señor Bennet, tenemos una hija rica y ahora es sobrina de un Conde y una Condesa. ¡Qué alegría más grande!," decía llena de emoción la señora Bennet. "Pero por favor cuéntenme todo, quiero saber todos los detalles."
Lydia intentó una vez más llamar la atención de su madre y como no pudo, corrió a encerrarse en su habitación. Una vez las cosas se calmaron un poco más, el señor Gardiner dijo todo lo que había preparado. "Lydia estuvo a punto de arruinar la reputación de toda nuestra familia, incluyendo la de mi propia hija. Pero esto se terminó aquí, Bennet. Fanny, Lady Victoria nos dijo que estaba dispuesta a apoyar a Mary y Kitty pero con la condición de que Lydia asista a una escuela de señoritas donde aprenda a comportarse como tal. Bennet, espero que tú me apoyes en esto."
"Por supuesto, yo tampoco quiero a Lydia en esta casa," y mirando a Archibald, agregó. "Yo no te firme ese permiso Stone, para que tú autorizaras a mi hija a casarse con ese tipo. Yo no estoy de acuerdo con ese matrimonio porque no creo que mi hija pueda ser feliz con un hombre como ese."
"Lo siento, Bennet. Pero Lizzie ama a William y él la ama a ella. Ellos renunciaron a tener la boda que se merecían para cubrir la indiscreción de tu hija menor. Siento mucho que no estés feliz, pero a mí lo único que me importa es que ella sea feliz, y lo es," respondió Archibald tajantemente. El señor Bennet no tuvo argumentos para replicar a Stone y no le quedó más que aceptar que Elizabeth jamás retornaría a Longbourn.
Pero las visitas partirían al día siguiente por lo que hablaron de los otros planes que tenían para ayudar a la familia. En una semana más, Kitty iría a vivir con los Gardiner temporariamente hasta que Elizabeth se afianzara bien en su nueva casa, en uno o dos meses más ella se iría a vivir a Pemberley en donde podría estudiar con la señora Annesley y los tutores de Georgiana.
Mary iría a pasar una temporada con los Stone. Aunque ella en un principio estaba un poco asustada con la idea, Agatha fue tan amable y cariñosa que la convenció. Además Agatha y Archibald le contaron que tenían un muy buen amigo italiano que era profesor de piano, y que si ella quería, podían pedirle que la ayudara a mejorar en su interpretación al instrumento.
Después que Mary y Kitty partieron a Londres con sus tíos, Lydia se quedó sola con sus padres. Después de varios días de encierro y sin tener nada que hacer pensó que moriría de aburrimiento. Ella estaba castigada y no tenía ni dinero ni permiso para ir a ninguna parte.
Para asegurarse de que los Bennet tuvieran claro cuál era su posición en el asunto, Lady Victoria le escribió una larga carta a la señora Bennet explicándole la gravedad de todo lo que había hecho Lydia. Además le dijo que si su hija menor no aprendía a comportarse, ella tendría que pedirle a su sobrino Darcy que limitara todo contacto con la familia de su esposa. La señora Bennet se sintió tan halagada al recibir una carta de la Condesa, que se paseó por todo Meryton con la carta, eso sí, sin revelar su contenido.
Finalmente, Lydia accedió ir a la escuela de señoritas con tal de tener algo que hacer. Cualquier cosa era mejor que pasar todos los días encerrada en esa casa sin tener nada que hacer. Los rumores sobre su fuga con Wickham dieron paso al rumor de la repentina boda de Elizabeth con el rico y pomposo señor Darcy, y del encarcelamiento de Wickham. Todo Maryton sabía de la aventura de la señora Forster con ese hombre por lo que asumieron que ella inventó todo el asunto de la fuga de Lydia para cubrir su desliz amoroso y que su esposo no se enterara de su falta.
El señor Bennet siempre había soñado con vivir en paz y poder dedicar todo su tiempo a sus libros. Pero una vez que ninguna de sus hijas estuvo en casa, su esposa al no tener nadie más con quien hablar, no halló nada mejor que pasar gran parte del día conversando con él, y a él no le quedó otra que tolerar lo mejor que pudo la nueva situación.
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Antes de la cena, la señora Reynolds reunió a todos los empleados para que el señor Darcy pudiera presentar formalmente a la nueva señora de la casa. Todos los empleados estaban muy sorprendidos por la repentina boda de su patrón, pero no podían negar que la nueva señora Darcy, además de ser muy bonita, era sencillamente encantadora. Era tan obvio que el señor Darcy estaba completamente enamorado de su esposa que todos estaban muy contentos al ver lo feliz que él lucía al lado de la señora Darcy.
La señora Reynolds se encargó de que la cena estuviera deliciosa para que la señora Darcy se sintiera acogida y como en casa. Después de cenar, el señor Darcy y Elizabeth fueron a la biblioteca para leer algo juntos y conversar. La lluvia estaba cada vez más intensa y la temperatura había bajado abruptamente, por lo que el señor Darcy se sentó al lado de la chimenea a beber un brandy mientras veía como su esposa buscaba entre los muchos estantes un libro en especial.
"Lo encontré, William," dijo y se acercó a su esposo. "Creo que es mejor que nos sentemos en aquel sofá, en esa silla no cabemos ambos."
"Claro que cabemos ambos," dijo el señor Darcy y sentó a su esposa en sus piernas.
"Bueno, debo reconocer que eres mucho más cómodo de lo que había pensado," dijo Elizabeth mientras se acomodaba en el regazo de su esposo. Después abrió el primer capítulo del libro y comenzó a leer el primer capítulo.
"Eso no tiene ningún sentido, querida. ¿Por qué el capitán Russell, que es un hombre honorable, va a estar enamorado de esa mujer que lo dejó por un hombre rico y poderoso?" preguntó el señor Darcy enojado.
"Es sólo el inicio, William. Ya verás como más tarde cambia de opinión," y Elizabeth continuó leyendo. Pero no pudo avanzar más de dos páginas cuando su esposo la volvió a interrumpir.
"Esa mujer es sencillamente una sinvergüenza. Te juro que no entiendo por qué el capitán Russell sigue tan enamorado de esa libertina. Eso no es amor, es sólo un enamoramiento, o tal vez un capricho," interrumpió el señor Darcy.
Elizabeth no podía parar de reír, "William, es sólo el primer capítulo. No seas tan impaciente. Además, si continúas interrumpiendo terminaré mañana de leer el primer capítulo."
"Está bien, no te interrumpiré más. Pero sigo sin entender la trama de esta novela." El señor Darcy acurrucó a su esposa en sus brazos, y continuó escuchando como ella leía. Él jamás había pensado que la felicidad plena podía estar en un acto tan simple como escuchar cómo su querida Elizabeth leía para él. Sin darse cuenta, besó a su esposa en la frente y le acarició el rostro con mucha ternura.
"¿Qué pasa, William," preguntó Elizabeth y le besó la mejilla para expresar lo feliz que se sentía y devolver el gesto de ternura.
"Nada, querida. Es sólo que… Tú eres la luz de mi vida," dijo el señor Darcy recordando las palabras que su padre.
"Y tú eres toda mi felicidad, mi amor," dijo Elizabeth besando suavemente a su esposo en los labios. "Bueno, he terminado con el primer capítulo y has sobrevivido, mi querido William. ¿Ves que no era tan terrible? Además creo que hasta lo disfrutaste."
"Lo único que he disfrutado es tu compañía y escuchar tu hermosa voz," dijo el señor Darcy para no admitir que el libro era más entretenido de lo que había pensado.
Elizabeth dejó el libro sobre la mesita al lado de la silla y el señor Darcy la besó con mucha ternura por varios minutos. "William, si quieres no tenemos que continuar leyendo el libro, no quiero forzarte a tener que escuchar cómo leo un libro que no va a aportar nada a tu vida," dijo Elizabeth fingiendo preocupación.
"MMMMMM" el señor Darcy sabía muy bien a lo que su esposa estaba jugando.
"¿Qué significa eso, mi dulce amor?" preguntó Elizabeth con una exagerada preocupación.
"¿Quieres que te admita que estoy intrigado de saber cómo se resolverá todo y si el capitán Russell seguirá perdiendo el tiempo con Lady Hampton, ¿no?"
"Yo sólo quiero que seas feliz, mi amor," replicó Elizabeth muerta de la risa. "Además creo que ya has reconocido sin quererlo que el libro ha captado tu atención y que quieres que siga leyendo para ti. De hecho, lo voy a esconder para asegurarme que no andes echando un vistazo a los siguientes capítulos," y después de reír de buena gana, agregó. "Qué diría la señorita Bingley si supiera que el siempre sabio e infalible señor Darcy lee novelas de romance?"
El señor Darcy no pudo evitar reír ante el comentario de su esposa y robarle unos cuantos besos. "Técnicamente, señora Darcy, yo no leo novelas de romance, a mi leen novelas de romance," dijo y se puso de pie con su esposa en su brazos. "Creo que es hora que usted y yo no vayamos a dormir, señora Darcy."
"¿A dormir?" preguntó Elizabeth y cuando se dio cuenta de lo que dijo se ruborizó completamente.
"Bueno, acepto sugerencias si es que no tienes sueño," dijo el señor Darcy. Elizabeth le murmuró algo en el oído y él sólo agregó, "Excelente, sugerencia."
El señor Darcy cargó a su esposa hasta que llegaron a la habitación de Elizabeth. En el camino ella se reía y protestaba para que la dejara caminar, y como forma de castigo le besaba el cuello y le hacía todo tipo de bromas. En cuanto entraron en la habitación, se dejaron llevar por la pasión e hicieron el amor casi desesperadamente. Después conversaron y rieron por unos minutos, y volvieron a hacer el amor, pero esta vez, lenta y tiernamente. Elizabeth nunca pensó que podría sentir tanto placer en los brazos de su esposo, ella no sabía que la vida de casada podría hacerla sentir tan plena y comprendió el verdadero significado de las palabras de su tía Gardiner. Su madre siempre le había hablado de las obligaciones de una esposa como un deber más bien desagradable.
"Buenas noches, mi amada Elizabeth," dijo el señor Darcy exhausto mientras abrazaba a su esposa fuertemente. Ella no le respondió porque se había quedado dormida. Él la besó en la mejilla y se quedó dormido profundamente con una sensación de paz y alegría que inundaba su alma.
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Cuando Caroline vislumbró Pemberley sintió un tremendo alivio. Los últimos días había llovido profusamente lo que había dilatado aún más la travesía. Un viaje que usualmente duraba tres días había tomado casi una semana. Lo bueno era que los puentes ya habían sido reparados por lo que el camino de regreso a Londres sería mucho menos tortuoso.
Ella se imaginaba que en cuanto se anunciara su compromiso con el señor Darcy, ella y la Lady Victoria viajarían a Londres a comprar su ajuar de novia. Además, para ese entonces el escándalo creado por la vulgar y estúpida Lydia Bennet sería conocido en todas partes, y probablemente el señor Darcy no vería con buenos ojos la presencia de Jane en su hermosa casa.
En las largas horas de viaje, ella había planeado todo e imaginado cómo sería su futuro. Una vez había escuchado decir a una mujer con mucha experiencia con el sexo opuesto que los hombres serios y reservados como el señor Darcy, solían ser todo lo opuesto en la intimidad. Ella sinceramente creía que estaba enamorada del amigo de su hermano porque él era todo lo que ella siempre había soñado, inmensamente rico, adorablemente guapo, muy bien conectado y un perfecto caballero.
Pero la verdad era que ella nunca se había tomado el trabajo de conocer al señor Darcy y darse cuenta de que eran absolutamente incompatibles. Él era estudioso, reservado y adoraba la vida en el campo. Mientras ella adoraba las fiestas en grandes salones y vivir rodeada de gente. Ella simplemente amaba la vida en la ciudad y se aburría en el campo.
Pero ella tenía un objetivo y estaba resuelta a conseguirlo a como fuera lugar. Su plan era usar la primera semana para intentar llamar la atención del señor Darcy a como fuera lugar, pero si él seguía reluctante a entender que ellos eran el uno para el otro, en la segunda semana buscaría promover un encuentro entre ellos, que no le dejaran a él más alternativa que tener que proponerle matrimonio.
Ella hasta tenía un plan listo para ejecutar llegado el momento. Ella pensaba copiar una escena de una novela que había leído unos meses atrás y rogaba que la lluvia continuara por unos días más. En una noche de tormenta, fingiendo que estaba asustada, ella llegaría hasta el cuarto del señor Darcyl vistiendo un delicado y muy revelador camisón de dormir de seda. Luego, ella se arrojaría a sus brazos llorando y él al intentar consolarla y sentir su cuerpo tan cerca de él, se dejaría llevar por la pasión adelantando sus votos nupciales. Obviamente, al día siguiente ella le contaría llorando a su hermano todo lo ocurrido la noche anterior, y al señor Darcy no le quedaría otra opción que proponerle matrimonio.
Ella sabía que su futuro esposo probablemente estaría un poco enojado en un principio, pero Pemberley necesitaba un heredero por lo que eventualmente, él tendría que perdonarla. Caroline miraba por la ventana del carruaje y no pudo evitar sonreír al ver lo majestuoso del paisaje, pero por sobre todo, de la mansión que muy pronto sería su hogar.
"Caroline, ¿de qué te ríes? Preguntó el señor Bingley al ver la cara de su hermana.
"De nada, Charles. Sólo admiro la belleza de Pemberley.
"Nunca pensé que fuera tan hermosa la casa del señor Darcy," dijo Jane muy sorprendida con todo lo que veía.
"El interior de la casa es igual de impactante, querida," le dijo el señor Bingley a su esposa mientras le explicaba algunas cosas sobre la historia de la mansión.
"Estúpida cuñadita, mira bien Pemberley porque en cuanto sea la dueña de todo esto, te echaré a patadas," pensó Caroline y no pudo evitar sonreír llena de satisfacción.
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El señor Darcy llevaba cuatro días casado y cada minuto lejos de su esposa le parecían horas. Su matrimonio había sido precipitado y él no había tenido tiempo para ordenar todos sus asuntos y tomarse unas semanas libres. Lamentablemente, ese día había tenido que resolver algunos asuntos con el administrador de la hacienda y no había podido acompañar a Elizabeth a su paseo matinal. Por suerte, Platón parecía estar tan enamorado de Elizabeth como él porque cuando se asomó por la ventana para ver aunque fuera de lejos a su amor, vio como corría rumbo al parque acompañado de su fiel perro.
La noche anterior había sido maravillosa, ellos habían cenado en el cuarto, luego habían bebido un poco de vino mientras Elizabeth leía el segundo capítulo de la novela, que para ese entonces, lo tenía totalmente enganchado. Y por supuesto, habían hecho el amor en más de una ocasión. Elizabeth era una mujer tan cariñosa y apasionada que él a veces sentía que no estaba a la altura y se esforzaba al máximo para hacerla feliz. Afortunadamente, a medida que pasaban los días ambos iban perdiendo la vergüenza y compartían mucho más libremente su amor.
Una vez que el señor Martin se fue, él comenzó a revisar la correspondencia que llevaba varios días acumulada. Lo primero que abrió fue una carta de su tía que le dijo que había organizado un baile para la semana siguiente para presentar a Elizabeth a las familias más importantes de Derbyshire. Ya todos sabían que el señor Darcy se había casado y lo mejor era que todos conocieran a la nueva señora Darcy y vieran que contaba con el apoyo de la familia. Él sólo deseaba estar a solas con Elizabeth, pero comprendió lo importante que era presentar a su esposa en la sociedad local por lo que se resignó y aceptó lo que su tía le propuso.
Además, Lady Victoria le contó que le pidió a su esposo que le comunicara la noticia de la boda a Lady Catherine por lo que debía estar preparado para el montón de cartas que su tía le mandaría dejándole saber su opinión. Richard se había comprometido en escribirle a Anne para que se enterara de la noticia por ellos y no la versión retorcida de su madre.
El resto de las cartas eran invitaciones, propuestas de negocios y cartas de amigos. Entre ellas había una de Charles Bingley, que el señor Darcy abrió inmediatamente. La carta era de varios días atrás, él asumió que debido a las lluvias se había retrasado. Su amigo le comentaba que había tenido que adelantar su viaje debido a que Caroline no tenía donde vivir en Londres y se radicaría en Scarborough. Por esa razón tuvieron que adelantar su viaje al norte unas cuantas semanas antes de lo proyectado. Al señor Darcy se le había olvidado por completo la vista de los Bingley y no estaba seguro si estaban enterados de todo lo que había acontecido en los últimos días. Pero se alegró al saber que Charles por fin había tomado la decisión de alejarse de Caroline y priorizar su matrimonio.
De repente alguien golpeó a la puerta y pidió permiso para ingresar sacándolo de sus pensamientos. "Señor, la señora Reynolds me pidió que le avisara que llegaron visitas y que las hizo pasar al salón azul."
"¿Visitas? ¿Sabes quiénes son, Hall?
"El señor Bingley y su familia, señor."
"Gracias, iré inmediatamente," dijo el señor Darcy con algo de pesar. Él no deseaba visitas en ese momento. Él y Elizabeth estaban de luna de miel y merecían estar solos, pero no podía hacerle un desaire a su amigo, y menos a la señora Bingley, que ahora era su cuñada y la hermana favorita de su esposa.
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La señora Reynolds estaba muy sorprendida por la sorpresiva aparición de los Bingley. Su patrón le había contado que ellos vendrían a fin de mes, pero comprendía que el señor Darcy estaba con la cabeza en cualquier parte y que tal vez se le había olvidado avisarle que habían adelantado su visita.
En cuanto los Bingley y los Hurst descendieron de sus carruajes, la señora Reynolds les dio la bienvenida y los hizo pasar. Además les ordenó a unos lacayos que llevaran el equipaje a los cuartos que ellos habitualmente utilizaban.
"Señora…" dijo Caroline mirando alrededor.
"Reynolds, señorita."
"Eso, señora Reynolds, creo que es mejor que lleve mi equipaje al ala familiar de la casa. Quiero estar cerca de mi querida amiga Georgiana, estoy segura que ella se muera de ganas de verme también."
"La señorita Darcy no se encuentra en la casa, señorita," explicó la señora Reynolds pero Caroline la interrumpió.
"Mejor aún, así cuando regrese a Pemberley le daré una bonita sorpresa a mi querida amiga," dijo Caroline sin siquiera mirar a la señora Reynolds.
Jane miró al ama de llaves y le dio un poco de vergüenza ver como Caroline le hablaba con tan poco respeto y casi le daba órdenes. Afortunadamente, su esposo intervino. "No se preocupe, señora Reynolds. Nuestros cuartos de siempre son más que suficiente.
La señora Reynolds hizo una pequeña reverencia y siguió dando instrucciones a los sirvientes. "Con su permiso, señor."
Caroline no quedó muy contenta pero pensó que en cuanto pudiera hablar con Georgiana, la convencería de que le permitiera alojarse en uno de los cuartos cerca del de ella. De esa forma podría poner su plan en marcha.
La señora Reynolds los acompañó al salón azul y les dijo, "Mientras preparan sus cuartos, permítanme ofrecerles un refrigerio. Le dije al señor Hall que le avisara al señor Darcy y él seguramente vendrá a darles la bienvenida en pocos minutos."
"¿Por qué no están listos nuestros cuartos?" preguntó Caroline enojada. "Se nota que a esta casa le hace falta un toque femenino, no sólo en la decoración que está bastante pasada de moda, sino también para que discipline al personal que parece se manda solo y no sabe cumplir con sus obligaciones."
"Caroline, creo que es mejor que esperemos al señor Darcy. Es posible que con esto de las lluvias nuestro mensaje no le haya llegado a tiempo," dijo Louisa para tratar de calmar la situación.
Afortunadamente en ese momento el señor Darcy entró al cuarto. "Gracias señora Reynolds," y le dijo en voz baja. "La señora Darcy está en el parque cerca del lago."
"Entiendo, señor," dijo la señora Reynolds, se excusó ante las visitas y salió del cuarto. Inmediatamente iría a pedirle a uno de los lacayos que localizara a la señora de la casa.
Después de saludar formalmente a todos los recién llegados, inmediatamente se excusó. "Lo siento Bingley, pero recién hoy leí tu carta. Creo que las lluvias de esta semana conspiraron para que el correo se atrasara, pero además yo he estado muy ocupado y tengo algunas novedades que contarles, claro si es que no están enterados aún," dijo el señor Darcy mirando a Jane.
"No te preocupes, querido amigo. Por favor no te molestes por nosotros, no queremos incomodarte."
"Tú jamás incómodas, Bingley," dijo el señor Darcy.
"Por supuesto que no incomodamos, si somos casi familia," dijo Caroline coquetamente y se acercó al señor Darcy. Ella pensó que nunca antes lo había visto tan guapo, había algo diferente en él pero no sabía explicar que podía ser. Incluso el tono de su voz era distinto, parecía menos severo y casi alegre.
Caroline le ordenó a la criada que trajo una bandeja con refrigerios que se retirara, y siguió hablando incesantemente, mientras servía el té como si fuera la señora de la casa. Con todas esas acciones ella pensaba mostrarle al señor Darcy sus cualidades de anfitriona.
Elizabeth había tenido una excelente caminata acompañada de Platón, el único problema era que se había embarrado un poco la enagua porque había bastante lodo debido a las lluvias. Después de despedirse afectuosamente del perro, entró corriendo a la casa e iba directo a su cuarto a cambiarse ropa cuando vio a su esposo entrando al salón azul y decidió darle una sorpresa.
Pero la sorprendida fue ella porque cuando ingresó al salón, vio a los Bingley y los Hurst conversando con su esposo. "¿Jane, Charles?" dijo muy sorprendida y miró al señor Darcy que le hizo un gesto para darle a entender que a él también le había tomado por sorpresa el arribo de las visitas.
"Eliza, ¿qué haces aquí? ¿Cómo te atreves a presentarte en esta casa a importunar y en esa facha?" dijo Caroline con asombro y abierto desprecio. "Por favor, Charles, dime que no fuiste tú quien invitó a esta mujer."
Tanto Jane como el señor Bingley no supieron qué decir, y Louisa y el señor Hurst se tomaron de la mano como preparándose para todo lo que Caroline haría y diría.
La señora Reynolds iba a hablar con un lacayo para pedirle que fuera en busca de la señora Darcy cuando vio a Elizabeth entrar al salón azul. Ella se acercó al cuarto para esperar sus órdenes cuando escuchó cómo esa mujer horrible le hablaba a la señora de la casa con absoluto desprecio y desdén. Ella detestaba profundamente a Caroline Bingley, una mujer grosera e insolente que trataba a todos los empleados como si fueran sus esclavos. Por lo que decidió en ese momento cobrarse todas y cada unas de las impertinencias que ella y el resto del personal había tenido que soportar cada vez que la señorita Bingley visitaba Pemberley.
El señor Darcy estaba indignado por la forma en que Caroline le habló a su esposa y estaba a punto de abrir la boca para aclarar todo cuando la señora Reynolds entró en el cuarto. "SEÑORA DARCY," dijo enfáticamente mirando a Elizabeth, "los invitados acaban de llegar y los he ubicado en las habitaciones del ala este, pero por supuesto, si usted dispone otra cosa, yo me haré cargo," concluyó la señora Reynolds feliz de ver la cara de asombro de Caroline y todos los presentes.
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Gracias a todos los que dejan comentarios y siguen la historia con entusiasmo ya sea leyendo directamente o a través del traductor.
Estamos a punto del final. Prometo que entre hoy y mañana tendrán el último capítulo que no será tan largo como este porque la historia me ha quedado monstruosamente larga. Creo que superará con creces las cien mil palabras.
En fin, espero les haya gustado como todo se ha desarrollado hasta el momento.
En el próximo capítulo los Bingley se enterarán de todo y Elizabeth será presentada ante las familias más influyentes de Derbyshire en el baile de Lady Victoria.
¡Nos vemos pronto!
Saludos,
Yo
