TERCERA PARTE:

LOS CIELOS ROTOS

Hay que tener en cuenta que la feruquimia es el poder del equilibrio. De los tres poderes, este solo fue conocido por los hombres antes de que el conflicto entre Conservación y Ruina llegara a un estado crítico. En la feruquimia, el poder se acumula y luego se recupera. No se produce ninguna pérdida de energía, solo un cambio del tiempo y el ritmo de uso.

34

Allie entró en el pueblecito. Los obreros que trabajaban en la improvisada empalizada (que de tan endeble parecía que pudiera derribarse al llamar con los nudillos) interrumpieron su tarea. Los que barrían la ceniza la vieron pasar con sorpresa, luego con horror. Era extraño cómo la miraban, demasiado aterrorizados para huir. O, al menos, demasiado aterrorizados para ser los primeros en huir. Allie los ignoró. La tierra temblaba bajo sus pies con una hermosa canción; los terremotos eran corrientes aquí, a la sombra del monte Tyrian. Era el monte de ceniza más cercano a Luthadel. Allie se encontraba en el mismísimo territorio de Clarke Griffin. Pero, como es lógico, la emperatriz lo había abandonado. Eso había sido una invitación para Allie, y para quien la controlaba, que en verdad eran lo mismo.

Allie sonrió mientras caminaba.

Una pequeña parte de ella seguía libre. No obstante, la dejó dormir. Ruina tenía que pensar que se había rendido. Ese era el tema. Por eso Allie se oponía solo muy poco, y no combatía. Dejaba que el cielo ceniciento se convirtiera en un ser de moteada belleza, y trataba la muerte del mundo como una bendición.

Ganaba tiempo. Esperaba.

La aldea era una visión inspiradora. La gente pasaba hambre aunque estuviera dentro del Dominio Central, la «zona protegida» de Clarke Griffin. Tenían la maravillosa expresión angustiada de quienes están a punto de abandonar toda esperanza. Las calles estaban bien cuidadas, las casas (que en su día habían sido mansiones de nobles y ahora estaban llenas de skaa hambrientos), cubiertas de

ceniza, los jardines, pelados, y las construcciones, saqueadas para encender hogueras durante el invierno. Aquella hermosa visión hizo que Allie sonriera satisfecha. Tras ella, la gente por fin empezó a moverse, huyendo, cerrando las puertas. Probablemente había seis o siete mil personas viviendo en el pueblo. No eran asunto de Allie. No en estos momentos. A ella solo le interesaba un edificio en concreto. Parecía distinto a los demás, una mansión en una hermosa hilera. La población fue antaño lugar de paso de viajeros, y se había convertido en uno de los lugares preferidos por la nobleza para construir segundas residencias. Solo unas cuantas familias nobles vivían aquí de modo permanente, supervisando a los muchos skaa que trabajaban en los campos y plantaciones de las llanuras. El edificio que Allie escogió estaba un poco mejor cuidado que los de alrededor. El jardín, naturalmente, era más hierbajos que cultivo, y las paredes exteriores de la mansión no habían recibido un buen encalado desde hacía años. Sin embargo, pocas secciones parecían haber sido destrozadas para conseguir leña, y un guardia vigilaba desde el portal de entrada. Allie lo mató con uno de los afilados triángulos de metal que se usaban otrora en las ceremonias del lord Legislador. Atravesó el pecho del guardia cuando el hombre abría la boca para darle el alto. El aire quedó extrañamente tranquilo y silencioso cuando la voz del hombre se apagó, y su cuerpo se desplomó a un lado. Los skaa que observaban desde las casas cercanas sabían que no debían reaccionar, así que no se movieron. Allie tarareó para sí mientras se encaminaba por el sendero principal hasta la mansión, sorprendiendo a una pequeña bandada de cuervos que había venido a posarse. En otros tiempos, este sendero habría sido un paseo tranquilo entre jardines, el camino marcado por baldosas. Ahora no era más que una trocha a través de un campo lleno de matojos. Era obvio que el dueño del lugar solo podía permitirse un guardia solitario, y nadie dio la voz de alarma ante el avance de Allie. Pudo llegar hasta la puerta. Sonriendo para sí, llamó. Una criada abrió las puertas. Se quedó inmóvil al ver a Allie, sus ojos claveteados, su figura innaturalmente alta, su oscura túnica. Luego se echó a temblar. Allie extendió una mano, la palma hacia fuera, con otro de los triángulos. Entonces lo empujó directamente en la cara de la mujer. Le salió por la nuca, y la mujer se desplomó. Allie pasó por encima del cadáver y entró en la casa. Era mucho más bonita por dentro de lo que le habría hecho esperar el exterior. Muebles lujosos, paredes recién pintadas, intrincados adornos de cerámica. Allie arqueó una ceja, escrutando la habitación con sus ojos atravesados por clavos. Tal como funcionaba su visión, le resultaba difícil distinguir los colores, pero ya estaba lo bastante familiarizada con sus poderes para poder detectarlos si quería. Las líneas alománticas de los metales que había dentro de la mayoría de las cosas eran realmente expresivas. Para Allie, la mansión era un lugar de prístina blancura y brillantes manchas de color intenso. La escrutó, quemando peltre para amplificar sus capacidades físicas, lo que le permitió caminar de manera más ligera. Mató a dos criados más en el curso de su exploración, y acabó por subir a la primera planta. Encontró al hombre que buscaba sentado ante una mesa en una habitación de la planta de arriba. Calvo, con un traje caro. Tenía un bigotito en medio de una cara redonda y estaba desplomado, los ojos cerrados, con una botella de fuerte licor vacía a sus pies. Allie lo observó con disgusto.

—He venido a por ti… —susurró Allie—. ¿Y cuando finalmente te encuentro, descubro que te has emborrachado hasta la inconsciencia?

El hombre no conocía a Allie, por supuesto. Eso no impidió que Allie se sintiera molesta por no poder ver la expresión de terror y sorpresa en los ojos del hombre al descubrir a un inquisidor en su casa. Allie echaría de menos el miedo, la expectación ante la muerte. Brevemente, Allie sintió la tentación de esperar hasta que el hombre se recuperara lo suficiente y su muerte pudiera ejecutarse de manera adecuada. Pero Ruina no quería eso. Allie suspiró ante aquella injusticia, y luego derribó al hombre inconsciente contra el suelo y le atravesó el corazón con un pequeño clavo de bronce. No era tan grande ni tan grueso como un clavo de inquisidor, pero mataba igual. Allie lo arrancó del corazón del hombre, a quien dejó muerto en medio de un charco de sangre. Entonces, Allie salió del edificio. El noble (Allie ni siquiera conocía su nombre) había utilizado la alomancia recientemente. Era un ahumador, un brumoso que podía crear nubes de cobre, y el empleo de su habilidad había atraído la atención de Ruina, que deseaba decantar a un alomántico. Así, Allie había venido a recoger el poder del hombre y atraerlo al clavo. Le parecía un desperdicio. La hemalurgia (en especial, los imbuidos alománticos) era mucho más potente cuando podías atravesar el corazón de la víctima directamente al receptor en espera. De esa forma, se perdía muy poca habilidad alomántica. Hacerlo de esta manera (matar al alomántico para crear un clavo, y luego viajar a otro lugar para colocarlo) concedería mucho menos poder al nuevo receptor. Pero no había nada que discutir. Allie sacudió la cabeza mientras pasaba de nuevo por encima del cadáver de la criada, y salió a los jardines descuidados. Nadie la abordó, ni la miró siquiera, de camino hacia la verja principal. Allí, sin embargo, le sorprendió encontrar a un par de skaa arrodillados en el suelo.

—Por favor, vuestra gracia… —rogó en tono plañidero uno de ellos—. Por favor, envíanos de vuelta a los obligadores. Serviremos mejor esta vez.

—Habéis perdido esa oportunidad —replicó Allie, mirándolo con sus clavos.

—Volveremos a creer en el lord Legislador —dijo el otro skaa—. Él nos alimentaba. Por favor. Nuestras familias no tienen comida.

—Bueno, no tendréis que preocuparos mucho tiempo por eso —dijo Allie.

Los hombres continuaron arrodillados, confusos, mientras Allie se marchaba. No los mató, aunque una parte de ella deseaba hacerlo. Por desgracia, Ruina quería reclamar para sí ese privilegio. Allie atravesó la llanura que se extendía ante el pueblo. Tras una hora de caminata, se detuvo y se volvió para mirar la comunidad y el alto monte de ceniza que se alzaba detrás. En ese momento, la mitad superior de la montaña explotó, derramando un diluvio de polvo, ceniza y roca. La tierra se estremeció, y un sonido retumbante barrió a Allie. Entonces, caliente y roja, una gran lengua de magma empezó a correr por la falda de la montaña hacia la llanura. Allie sacudió la cabeza. Sí. La comida no era el mayor problema de esta ciudad. Tenían que resolver las que eran sus prioridades.