Para quienes lean esto puede parecer extraño que el atium fuera parte del cuerpo de un dios. Sin embargo, es necesario comprender que cuando decimos «cuerpo» generalmente queremos decir «poder». A medida que mi mente se ha expandido, he llegado a darme cuenta de que los objetos y la energía están compuestos de las mismas cosas, y pueden cambiar de estado de uno a otra. Para mí, tiene perfecto sentido que el poder de la deidad se manifestara dentro del mundo en forma física. Ruina y Conservación no eran abstracciones nebulosas. Eran partes integrales de la existencia. En cierto modo, cada objeto que existía en el mundo estaba compuesto por su poder. El atium, pues, era un objeto de una sola cara. En vez de estar compuesto a medias por Ruina y Conservación (como estaría, por ejemplo, una roca), el atium pertenecía por completo a Ruina. Los Pozos de Hathsin fueron creados por Conservación como lugar donde esconder el grueso del cuerpo de Ruina que había robado durante su traición y aprisionamiento. Raven no destruyó realmente el lugar al romper aquellos cristales, pues habrían vuelto a crecer con el tiempo, en unos quinientos años, y seguirían depositando atium, ya que el lugar era un sumidero natural para el poder atrapado de Ruina. Cuando la gente quemaba atium, entonces, recurría al poder de Ruina. Por eso, tal vez, el atium convertía a la gente en máquinas de matar tan eficaces. Sin embargo, no agotaban este poder, sino que hacían uso de él. Cuando una pepita de atium se gastaba, el poder regresaba a los Pozos y empezaba a formarse de nuevo, igual que el poder del Pozo de la Ascensión regresaría allí de nuevo después de haber sido utilizado.
78
Este es, sin duda, el calabozo más extraño en el que he estado jamás, pensó Gaia.
Desde luego, era tan solo la segunda vez que la encarcelaban. Con todo, había observado varias prisiones en vida, y había leído acerca de otras tantas. La mayoría eran como jaulas. Esta, sin embargo, constaba solo de un agujero en el suelo con una reja de hierro que cubría la parte superior. Gaia se apretujaba dentro, despojada de sus mentes de metal, las piernas doloridas.
Probablemente la construyeron para un kandra, pensó. ¿Un kandra sin huesos, tal vez? ¿Cómo sería un kandra sin huesos? ¿Una pila de grumo? ¿O tal vez una pila de músculos?
Fuera como fuese, la prisión no había sido diseñada para albergar a una mujer… y menos todavía a una mujer tan alta como Gaia. Apenas podía moverse. Extendió las manos y empujó la reja, pero era segura. Un gran cerrojo la sujetaba. No estaba segura de cuánto tiempo llevaba dentro del pozo. ¿Horas? Tal vez incluso días. Aún no le había dado nada de comer, aunque un miembro de la Tercera Generación le había echado agua por encima. Gaia todavía estaba mojada, y para calmar la sed sorbía la tela de su túnica.
Esto es una tontería, pensó, no por primera vez. ¿El mundo está llegando a su fin, y yo estoy en prisión? Era la última guardadora, la Anunciadora. Tendría que estar arriba, registrando los acontecimientos.
Porque, la verdad fuera dicha, empezaba a creer que el mundo no se terminaría. Había aceptado que algo, tal vez la propia Conservación, vigilaba y protegía a la humanidad. Cada vez estaba más decidida a seguir la religión de Terris, no porque fuera perfecta, sino porque prefería creer y tener esperanza. El Héroe era real. Gaia así lo creía. Y tenía fe en Lexa.
Había vivido con Raven y la había ayudado. Había sido cronista del ascenso de la Iglesia de la Superviviente durante los primeros años de su desarrollo. Incluso había investigado a la Héroe de las Eras con Diyoza y había tomado sobre sí la labor de anunciar que Lexa era quien cumplía las profecías. Pero solo recientemente había empezado a tener fe en ella. Tal vez fue su decisión de ser alguien que veía milagros. Tal vez era el temor al final que parecía acechar. Tal vez era la tensión y la ansiedad.
A pesar de todo, de algún modo, extraía paz del caos.
Ella vendría. Conservaría el mundo. No obstante, Gaia tenía que estar preparada para ayudar. Y eso significaba escapar. Miró la reja de metal. El cerrojo era de fino acero, la reja misma, de hierro. Tocó los barrotes con precaución, extrayendo un poco de su peso y poniéndolo en el hierro. De inmediato, su cuerpo se hizo más liviano. En la feruquimia, el hierro almacenaba el peso físico, y la reja era lo bastante pura para contener una carga feruquímica. Iba contra los instintos de Gaia usar la reja como mente de metal: no era portátil, y si tenía que huir, tendría que dejar atrás todo el poder que hubiera ahorrado. Sin embargo, ¿de qué servía permanecer sentada en el pozo, esperando?
Extendió la otra mano y tocó el cerrojo de acero con un dedo. Entonces, empezó a llenarlo también, vaciando su cuerpo de velocidad. Instantáneamente se sintió aletargada, como si moverse, incluso respirar, fuera más difícil. Era como si cada vez que se movía tuviera que abrirse paso por una sustancia densa. Permaneció así. Había aprendido a entrar en una especie de trance de meditación cuando llenaba sus mentes de metal. A menudo, llenaba muchas a la vez, quedándose enferma, débil, lenta y confusa. Cuando podía, era mejor simplemente… Vagar. No estaba segura de cuánto tiempo duró la meditación. De vez en cuando, el guardia venía a echarle agua encima. Cuando llegaban los sonidos, Gaia se soltaba y se agachaba, fingiendo dormir. Pero en cuanto el guardia se retiraba, volvía a extender los brazos y continuaba llenando las mentes de metal. Pasó más tiempo. Entonces oyó algo. Volvió a agacharse, y esperó expectante la ducha de agua.
—Cuando te envié a salvar a mi pueblo, no era esto exactamente lo que tenía en mente —gruñó una voz.
Gaia abrió los ojos, miró hacia arriba y le sorprendió ver un rostro canino a través de la reja.
—¿TenSoon?
El kandra gruñó y se apartó. Gaia vio que aparecía otro kandra. Llevaba un delicado Cuerpo Verdadero hecho de madera, flexible y casi inhumano. Y tenía unas llaves.
—Rápido, MeLaan —gruñó TenSoon con su voz de perro. Al parecer había vuelto al cuerpo del sabueso, cosa que tenía sentido. Moverse en forma de caballo a través de los túneles empinados y estrechos de la Tierra Natal habría sido difícil.
La kandra descorrió el cerrojo y luego retiró la reja. Gaia salió ansiosamente de la jaula. En la habitación encontró a otros kandra con Cuerpos Verdaderos diversos. En el rincón, el guardia de la prisión yacía atado y amordazado.
—Me vieron entrando en la Tierra Natal, terrisana —explicó TenSoon—. Así que tenemos poco tiempo. ¿Qué ha pasado aquí? MeLaan me contó que estabas prisionera… KanPaar anunció que la Primera Generación ordenó que te detuvieran. ¿Qué hiciste para enfrentarte a ellos?
—A ellos, no —dijo Gaia, estirando las piernas abotargadas—. Fue la Segunda Generación. Han tomado cautivos a los Primeros, y planean gobernar en vez de ellos.
La muchacha, MeLaan, se quedó boquiabierta.
—¡No se atreverán!
—Ya lo han hecho —respondió Gaia, incorporándose—. Temo por la seguridad de los Primeros. Puede que KanPaar tuviera miedo de matarme porque soy humana. Sin embargo, los Primeros…
—Pero los Segundos son kandra —dijo MeLaan—. ¡No harían algo así! No somos de esa clase de gente.
TenSoon y Gaia compartieron una mirada. Todas las sociedades tienen gente que rompe las reglas, muchacha, pensó Gaia. Sobre todo, cuando se refiere al poder.
—Tenemos que encontrar a los Primeros —dijo TenSoon—. Y recuperar el Cubil de la Confianza.
—Lucharemos contigo, TenSoon —dijo uno de los otros kandra.
—¡Finalmente los expulsaremos! —exclamó otro—. ¡A los Segundos y su insistencia de que servimos a los humanos!
Gaia frunció el ceño. ¿Qué tenían que ver los humanos con este conflicto?
Entonces advirtió cómo consideraban los otros a TenSoon. El cuerpo del perro, advirtió. Para ellos, TenSoon es un revolucionario del más alto nivel… todo por algo que Lexa le ordenó hacer.
TenSoon miró de nuevo a Gaia a los ojos, y abrió la boca para hablar. Entonces vaciló.
—Vienen —dijo, con una maldición, aplanando sus orejas de perro.
Gaia se volvió preocupada, advirtiendo sombras en las rocas del pasillo que conducía a la prisión. La cámara era pequeña, con unos seis pozos-celda en el suelo.
No había otras entradas.
A pesar de sus valientes palabras, los compañeros de TenSoon retrocedieron de inmediato, apretujándose contra la pared. Obviamente, no estaban acostumbrados al conflicto, sobre todo con su propia especie. TenSoon no compartía su timidez. Cargó en cuanto el grupo de Quintos entró en la sala, golpeando con el hombro el pecho de uno, aullando y arañando a otro.
Aquí tengo un kandra que encaja tan poco con su pueblo como yo con el mío, pensó Gaia, sonriendo. Dio un paso atrás, acercándose a la reja de la prisión, y tocó sus metales con los pies descalzos.
Los Quintos tenían problemas para luchar contra TenSoon: el kandra se había entrenado con Lexa, y al parecer se sentía muy confiado en su cuerpo de perro. No paraba de moverse, derribándolos. Sin embargo, ellos eran cinco, y TenSoon solo uno. Se vio obligado a retroceder.
Las heridas de su cuerpo se cierran según lo ordena, advirtió Gaia. Debe de ser por eso que los guardias llevan martillos.
Eso dejaba muy claro cómo había que combatir a los kandra. TenSoon retrocedió hasta situarse junto a Gaia.
—Lo siento —gruñó el perro—. Vaya porquería de rescate.
—¡Oh, no sé! —dijo Gaia con una sonrisa, mientras los Quintos los rodeaban—. Creo que no hay que rendirse tan fácilmente.
Los Quintos atacaron, y Gaia decantó hierro de la reja bajo sus pies. Inmediatamente, su cuerpo se hizo varias veces más fornido de lo normal, y agarró a un guardia kandra por los brazos. Entonces cayeron sobre ella.
Gaia siempre decía que no era guerrera. Sin embargo, pese a todas las veces que lo había dicho, siempre se había visto obligada a luchar de todas formas, haciéndole pensar que se estaba quedando sin esa excusa. La verdad era que había participado en más batallas estos últimos años de las que consideraba que tenía derecho a haber sobrevivido. Fuera como fuese, conocía algunos movimientos rudimentarios, y con la sorpresa y la feruquimia de su lado, era todo lo que necesitaba. Decantar peso aumentó la densidad de su cuerpo y sus huesos, impidiendo que se hiciera daño al desplomarse encima del soldado. Gaia notó un crujido cuando golpearon la reja, y su peso amplificado aplastó los huesos del guardia kandra. Usaban Cuerpos Verdaderos de piedra, pero ni siquiera eso bastó. Gaia liberó la mente de metal, y empezó a llenarla, haciendo su cuerpo increíblemente liviano. Tocó con el pie el cerrojo de acero, y decantó velocidad. De repente, fue más rápido de lo que ninguna mujer tenía derecho a serlo. Se levantó mientras los otros cuatro guardias se volvían sorprendidos hacia ella. Dejó de llenar su mentehierro, recuperando el peso normal, y con cegadora velocidad echó mano al martillo del soldado caído. No tenía fuerza ampliada, pero sí velocidad. Golpeó con el martillo el hombro de un kandra, haciéndose más pesado
para aumentar el impulso del golpe. Los huesos del kandra se rompieron. Gaia enganchó el pie en el cerrojo y decantó toda la velocidad restante. Se agazapó, giró, y golpeó con el martillo las rodillas de los dos kandra que intentaban atacarla con sus propios martillos. Los kandra gritaron y se desplomaron, mientras la velocidad de Gaia se agotaba. Se irguió. TenSoon estaba sentado sobre el último guardia, sujetándolo contra el suelo.
—Creí que lo tuyo eran los estudios —dijo el perro, mientras su cautivo se retorcía.
Gaia arrojó el martillo.
—Y así es —contestó—. Lexa habría escapado de esta prisión hace días. Ahora creo que tendríamos que tratar con esos…
Señaló los Quintos caídos, que parecían tener problemas para moverse con los huesos rotos. TenSoon asintió. Indicó a algunos de sus amigos que lo ayudaran con el kandra sobre el que estaba sentado. Ellos sujetaron al cautivo, con cierto resquemor, pero eran suficientes y el prisionero no se movió.
—¿Qué habéis hecho aquí, FhorKood? —le preguntó TenSoon al cautivo. Gaia vigiló a los otros Quintos, y se vio obligado a golpear con el martillo a uno de ellos cuando intentaba escabullirse, rompiéndole más huesos.
FhorKood escupió.
—Sucio Tercero —murmuró.
—Tú eres el traidor esta vez —dijo TenSoon, sonriendo levemente—. ¿KanPaar me acusa de romper los Contratos y luego derroca a la Primera Generación? Si el mundo no estuviera llegando a su fin, me parecería muy divertido. ¡Ahora, habla!
Gaia vaciló cuando advirtió algo. Las otras celdas del suelo estaban ocupadas. Se agachó, reconociendo algo en los músculos que vio dentro. Estaban… descoloridos y un poco deformados. Como… musgo colgante.
—¡TenSoon! —llamó—. Tal vez la Primera Generación está todavía viva. Ven aquí.
TenSoon se acercó, y luego se asomó al pozo, con una mueca en sus labios caninos.
—¡MeLaan! ¡Las llaves!
Ella corrió a abrir la reja. Gaia, consternado, pudo determinar que había múltiples grupos de músculos agitándose en el pozo, cada uno de un color levemente distinto.
—Necesitamos huesos —dijo TenSoon, incorporándose.
MeLaan asintió, y salió corriendo de la sala. Gaia compartió una mirada con TenSoon.
—Deben de haber matado a los otros kandra de estas celdas —dijo TenSoon en voz baja—. Traidores de nuestra especie, prisioneros para siempre. Iba a ser mi destino. Un movimiento astuto: todo el mundo piensa que estas celdas albergan a criminales temibles. No sería extraño que los Quintos continuaran alimentándolos, y nadie sospechara que los ocupantes habían sido sustituidos por la Primera Generación, siempre que no miraran con demasiada atención el color de los músculos.
—Tenemos que actuar —dijo Gaia—. Llegar hasta KanPaar.
TenSoon negó con la cabeza.
—No llegaremos lejos sin los Primeros para apoyar nuestra historia, terrisana. Ve y almacena más feruquimia. Puede que la necesitemos.
Con eso, TenSoon se volvió hacia su cautivo.
—Tienes dos opciones, FhorKood —dijo—. Entrega esos huesos, o digeriré tu cuerpo y te mataré, como hice con OreSeur.
Gaia frunció el ceño. El kandra capturado parecía aterrorizado ante TenSoon. El cuerpo del Quinto se licuó, y se apartó como una babosa de los huesos de granito. TenSoon sonrió.
—¿Para qué es eso? —preguntó Gaia.
—Algo que me enseñó Costia —dijo TenSoon, y su cuerpo de perro empezó a fundirse, y a caérsele el pelo—. Nadie espera que un kandra sea un impostor. Dentro de unos instantes, FhorKood acudirá a la Segunda Generación y les dirá que el traidor TenSoon ha sido capturado. Tendría que poder entretenerlos lo suficiente para que los Primeros se regeneren… Tardarán bastante más que yo en crear cuerpos.
Gaia asintió. MeLaan regresó poco después con un gran saco lleno de huesos, y TenSoon, tras haber recreado el cuerpo de FhorKood con increíble velocidad, salió de la cámara a cumplir su misión. Gaia se sentó, quitó el cerrojo y lo sostuvo para usarlo como mente de metal, usando un martillo de hierro en la otra mano para almacenar peso. Le parecía extraño estar allí sentada, pero al parecer los Primeros necesitarían unas cuantas horas para regenerar sus cuerpos.
En realidad no hay prisa, ¿verdad?, pensó. Tengo aquí a la Primera Generación: es a ellos a quienes necesito. Puedo seguir interrogándolos, descubrir lo que me interesa. TenSoon distraerá a KanPaar. No importa que los Segundos estén al mando unas cuantas horas más. ¿Qué daño pueden hacer?
