Creo que las brumas buscaban a alguien que se convirtiera en nuevo anfitrión para ellas. El poder necesitaba una consciencia que lo dirigiera. En este asunto, siento aún cierta confusión. ¿Por qué necesita el poder usado para crear y destruir una mente que lo supervise? Y, sin embargo, parece tener solo una vaga voluntad propia, constreñida al mandato de sus habilidades. Sin una consciencia para dirigirlo, nada podría ser creado ni destruido. Es como si el poder de Conservación comprendiera que su tendencia a reforzar la estabilidad no es suficiente. Si nada cambiara, nada llegaría a existir jamás. Eso hace que me pregunte quién o qué eran las mentes de Conservación y Ruina. En cualquier caso, las brumas (el poder de Conservación) escogió a alguien para que se convirtiera en su anfitrión mucho antes de que todo esto sucediera. Ese alguien, sin embargo, fue inmediatamente tomado por Ruina para utilizarlo como peón. Debió de saber que al darle a Lexa un clavo hemalúrgico disfrazado, debía impedir que las brumas se internaran en ella como deseaban. Las tres veces que ella recurrió a su poder, por tanto, fueron las tres veces en que el pendiente fue retirado de su cuerpo. Cuando combatió al lord Legislador, su alomancia lo había soltado. Cuando luchaba contra Allie en Fadrex, usó el pendiente como arma. Y, al final, Allie lo arrancó, liberándola y permitiendo que las brumas (que ahora deseaban desesperadamente un anfitrión, ya que el último jirón de Conservación había desaparecido) se volcaran finalmente en su interior.

79

Algo cambió.

Lexa despertó de su contemplación del mundo. Algo importante estaba sucediendo. No tenía suficiente experiencia para decir qué era inmediatamente, pero vio que el nexo de Ruina se disparaba de repente. Lo siguió. La velocidad no era un problema. De hecho, ni siquiera sentía estar moviéndose. «Siguió» porque así era como su mente interpretaba la experiencia de mover instantáneamente su consciencia al lugar donde Ruina había concentrado la suya. Reconoció la zona. Los Pozos de Hathsin, o un lugar muy similar. Como una porción de su mente había advertido antes, los Pozos en sí se habían convertido en un enorme campo de refugiados, y la gente que allí había consumía rápidamente los recursos que los habitantes de Terris habían almacenado con sumo cuidado. Una parte de ella sonrió. Los terrisanos daban libremente sus cosas, ayudando a aquellos que habían huido de Luthadel. El lord Legislador había logrado que los de Terris fueran dóciles. Sin embargo, ¿esperaba que al convertirlos en sus criados perfectos también iba a crear un pueblo reflexivo y amable que entregaría sus últimos rebaños para ayudar a quienes pasaban hambre?

Aquello que había advertido antes no tenía nada que ver con los terrisanos ni sus invitados. Lo vio a medida que se acercaba. Una brillante llamarada de… algo. Poderoso, más poderoso que el mismo sol para sus ojos. Se concentró en ello, pero pudo ver poco. ¿Qué podía brillar tanto?

—Coge esto —dijo una voz—. Encuentra a humanos, y cámbialo por armas y suministros.

—Sí, lord KanPaar —dijo una segunda voz. Procedían del centro de la zona resplandeciente. Estaba junto a los Pozos, apenas a unos minutos de marcha de los refugiados.

¡Oh, no…!, pensó Lexa, sintiendo un súbito temor.

—Los necios Primeros han permanecido sentados sobre su tesoro demasiado tiempo —dijo KanPaar—. Con estas riquezas, podríamos gobernar y no servir a la humanidad.

—Yo… creí que no queríamos cambiar las cosas —dijo la segunda voz.

—¡Oh!, no lo haremos. No rápidamente, al menos. Por ahora, solo hay que vender esta pequeña cantidad…

Oculto bajo tierra, pensó Lexa, y su mente ampliada hizo la conexión. En un lugar que ya brilla por el gran número de depósitos de metal. Ruina nunca habría podido saber dónde estaba el atium.

La profundidad de la estrategia del lord Legislador la asombró. Había aguantado durante mil años, guardando tan sorprendente secreto, manteniendo el atium a salvo. Imaginó a los obligadores comunicándose solamente con placas de metal, dando instrucciones para el trabajo en los Pozos. Imaginó las caravanas que viajaban desde los Pozos, transportando atium mezclado con oro y monedas para ocultar adónde se dirigía y qué hacía exactamente.

No sabes lo que hago por la humanidad, había dicho el lord Legislador.

Y no lo sabía, pensó Lexa. Gracias.

Sintió a Ruina bullir de poder, y lo bloqueó. Pero igual que ella había conseguido enviar un diminuto jirón de poder hacia Clarke, burlando así a Ruina, ahora este pudo hacer pasar el hilillo más diminuto. Fue suficiente, pues la criatura que había hablado estaba manchada de hemalurgia. Un clavo en cada hombro atrajo el poder de Ruina y le permitió hablar con su portador.

¿Un kandra?, pensó Lexa cuando sus sentidos finalmente consiguieron atravesar el resplandor del atium y ver a una criatura de cuerpo transparente en una caverna, justo bajo tierra. Otro kandra salía de un agujero cercano, portando una bolsita de atium. Ruina tomó el control del kandra KanPaar. La criatura se envaró, traicionada por los clavos de metal.

Habla, le dijo Ruina. Lexa sintió sus palabras mientras latían hacia el kandra. ¿Cuánto atium hay?

—¿Qué…? ¿Quién eres? —dijo KanPaar—. ¿Por qué estás en mi cabeza?

Soy Dios, dijo la voz. Y tú me perteneces. Todos me pertenecéis.

Clarke tomó tierra fuera de los Pozos de Hathsin, levantando una vaharada de ceniza. Por extraño que parezca, algunos de sus propios soldados estaban allí, protegiendo el perímetro. Se abalanzaron hacia delante, blandiendo las lanzas con ansiedad, pero se detuvieron al reconocerla.

—¿Lady Griffin? —preguntó sorprendido uno de los hombres.

—Te conozco —dijo Clarke, frunciendo el ceño—. De mi ejército de Fadrex.

—Nos enviaste de regreso, mi señora —dijo el soldado—. Con el general Miller. Para ayudar a lady Azgeda en Luthadel.

Clarke contempló el cielo nocturno, moteado de estrellas. Había pasado algún tiempo durante su viaje a los Pozos desde Luthadel. Si el tiempo transcurría normalmente, la noche estaba ya bien entrada. ¿Qué sucedería cuando volviera a salir el sol?

—¡Rápido! —dijo Clarke—. Tengo que hablar con los líderes de este campamento.

El regreso de la Primera Generación se cumplió con mucha más pompa de lo que Gaia esperaba. Los ancianos kandra, vistiendo ahora cuerpos más grandes, aún llevaban los colores distintivos y la vieja piel de su generación. Gaia había temido que los kandra corrientes no los reconocieran. Sin embargo, no había contado con las largas vidas de los kandra. Aunque los Primeros solo se dejaran ver una vez cada siglo, la mayoría de su pueblo los habría visto varias veces. Gaia sonrió cuando el grupo de Primeros se dirigió a la cámara principal, causando sorpresa y asombro a su paso. Proclamaron que KanPaar los había traicionado y aprisionado, y llamaron al pueblo kandra en asamblea. Gaia se quedó tras MeLaan y los demás, esperando inconvenientes en su plan. A un lado, vio a un kandra familiar que se acercaba.

—Guardadora —dijo TenSoon, aún con el cuerpo de un Quinto—. Tenemos que ser cuidadosos. Están pasando cosas extrañas.

—¿Como cuáles? —preguntó Gaia.

Entonces, TenSoon lo atacó.

Gaia se sobresaltó, y su momento de confusión le costó caro. TenSoon, o quienquiera que fuese, le rodeó el cuello con las manos y empezó a ahogarla. Cayeron hacia atrás, atrayendo la atención de los kandra cercanos. El atacante de Gaia, con sus huesos de roca, pesaba mucho más que ella, y pudo fácilmente colocarse encima, sin soltarle nunca el cuello.

—¿TenSoon? —preguntó MeLaan, aterrada.

No es él, pensó Gaia. No puede ser

—Guardadora —dijo su atacante, los dientes apretados—. Algo va muy mal.

¡Y a mí me lo dices! Gaia trató de encontrar aire, y echó mano al bolsillo de su túnica, esforzándose por encontrar el cerrojo de la mente de metal que llevaba dentro.

—Apenas puedo impedirme el aplastarte la garganta ahora mismo —continuó diciendo el kandra—. Algo me controla. Quiere que te mate.

¡Estás haciendo muy buen trabajo!, pensó Gaia.

—Lo siento —dijo TenSoon.

Los Primeros se habían reunido alrededor. Gaia apenas podía concentrarse, el pánico la controlaba mientras se enfrentaba a un enemigo mucho más fuerte y pesado. Trató de agarrar su mente de metal improvisada, pero entonces se dio cuenta de que la velocidad le serviría de poco cuando lo sujetaban con tanta fuerza.

—Ha llegado, entonces —susurró Haddek, líder de los Primeros. Gaia apenas advirtió que uno de los otros Primeros empezaba a temblar. La gente gritaba, pero la sangre que se agolpaba en los oídos de Gaia le impedía oír lo que decían.

Haddek se apartó de la agonizante Gaia. Y entonces, en voz alta, gritó algo.

—¡La Resolución ha llegado!

Encima de ella, TenSoon se sacudió. Algo dentro del kandra parecía estar luchando: la tradición y toda una vida de entrenamiento pelearon contra el control de una fuerza externa. TenSoon soltó a Gaia con una mano, pero siguió ahogándola con la otra. Entonces se llevó la mano libre a su propio hombro.

Gaia perdió el conocimiento.