Mientras Percy y sus amigos se encontraban en una travesía que salvaría al mundo, en la profunda oscuridad, donde aquella sensación era un infinito vacío.

Se oyó sonido de un metal oxidado agrietándose, las cadenas adheridas cruelmente en las carnes del muchacho con el fin de contenerlo, y las plantas espinosas de Demeter sujetaron sus piernas, en cierta su posición era parecida a alguien que los dioses odiaron, era la misma pose del llamado "Hijo de Dios". No obstante, ignorantes de quien descendía el muchacho, de quien alguna vez fue el hijo de la profecía, un rompedor de cadenas, ¡El hokage Naranja, Uzumaki Naruto!

Despertando de su largo letargo, sus ojos se entreabrían paulatinamente, y de una manera naturalmente defensiva, su cuerpo reacciono creando un extraño tatuaje a partir del rombo que tenía en su mano derecha, y a causa de eso se extendió tomando la mitad de todo el cuerpo derecho.

¿Qué suceedio?

Lo inevitable.

Las cadenas se rompieron en su totalidad, las plantas se quemaron por el aura caliente que desprendía el poder del rubio. Toda herida causada por los seres divinos y parásitos desaparecieron siendo curado de una manera instantánea mientras sus genes Otsutsuki actuaban mediante la marca.

Aquel cuerno sueco y de punta arriba surgió en su frente, sus ojos zafiros al abrir completamente sus ojos se vieron remplazados por un azul blanquecino luminiscentes y las escleróticas se volvieron tan negro que parecía un abismo sin fin, sin saberlo, sus ojos desprendían un destello aterrador en la infinita oscuridad que se encontraba. Asustando a los animales cercanos que accidentalmente vieron su mirada despertada, similar a un demonio de la noche.

El hijo del niño de la profecía, descendiente directo de dos linajes antiguos, odiado por la aldea y su familia maternal, amado por su padre, Uzumaki Boruto había regresado, despertando de su largo sueño.

A pasos lentos se marchó del lugar sin dejar huella como si de un fantasma del pasado se tratase.

Por otro lado, Percy se encontraba discutiendo con Annabeth. El niño se encontraba furiosos con dioses del olimpo, especialmente con Zeus, de quien sospechaba que intento matarlo con rayo mientras huían de los monstruos, ¡Que descaro! ¿Cómo esperaría encontrar su juguete caprichoso si mataba al único mortal que lo ayudaba? Era bueno saber que existían estos seres, pues era fácil culparlos a ellos, si la mitología no existiera como tal, la humanidad permanecería más tranquila.

Al menos, eso quería pensar, el mundo era y será vasto era difícil saberlo todo desde la superficie hasta la inagotable infinidad.

Allí iban Annabeth, Grover y Percy, caminando entre los bosques que había en las orillas de Nueva Jersey. El resplandor de Nueva York teñía de amarillo el cielo a sus espaldas y el hedor del Hudson los anego la pituitaria.

El chico cabra se veía tembloroso y balaba, con miedo en sus enormes ojos animales.

—Tres bondadosos —dijo con inquietud—. Y tres de golpe.

Percy se hallaba impresionado. La explosión del autobús todavía resonaba con crueldad en sus oídos. No obstante, la niña terca tiraba a los jóvenes, no ayudo dejar que su mente procesara este mundo, lo que vio.

—¡Vamos! Cuanto más lejos lleguemos, mejor.

—Nuestro dinero estaba allí dentro—le recordó Percy—. La comida y la ropa…. Todo se convirtieron en cenizas.

—Bueno, no habría sucedido si hicieras lo que te pedí.

—¿Qué querías que hiciera? ¿Dejar que los mataran? No es propio de mi hacer eso.

Annabeth suspiro, el hijo del mar era tan obstinado como su padre, incluso si no se daba cuenta. Aunque no lo admitiría, agradeció su preocupación.

—no tienes que protegerme, Percy. Me las habría arreglado.

—En rebanada como el pan de sandwich—intervino su mejor amigo, Grover—. Pero se la habría arreglado.

—Cerra el orto, niño cabra —le espeto Annabeth.

Grove balo lastimeramente y quizás algo ofensivo, por otro lado, Percy pestañeo por las palabras mencionadas de la chica, le parecía familiar de algún país.

—Latitas…. —se lamentó—. He perdido mi bolsa llena de estupendas latas para mascar.

Los chicos atravesaron chapoteando terrenos fangosos, a través de horribles arboles enroscada que olían a colada mohosa.

Al cabo de unos minutos, de tantos pasos silenciosos, todos sin excepción sintieron un pequeño escalofrió de temor recorrer sus espaldas, no obstante, quisieron ignorarlo, Annabeth se puso al lado del mar.

—Mira, yo… —su voz fallo— aprecio que nos ayudase, ¿Entiendes? Ha sido valiente.

—Somos un equipo, ¿No? —sonrió Percy, intentando aligerar el ambiente.

El silencio duro unos cuantos pasos.

—Es…. Es solo que si tu murieras… aparte de que a ti no te gustaría nada, supondría el fin de la misión. Y puede que esta sea mi única oportunidad… de ver el mundo, ¿Me entiendes?

La tormenta había cesado finalmente. El fulgor de la ciudad se desvanecía, y en la oscuridad casi total se vieron sumido. No se veían bien entre ellos, salvo algún destello rubio de cierta chica.

—¿No has salido del Campamento Mestizo desde que tenías siete años—pregunto Pércy.

—No. Solo algunas excursiones cortas, demasiadas cortas. Mi padre….

—El profesor de historia.

—Si. Bueno, no funciono vivir con él. Cuando digo que el Campamento es mi hogar donde entrenas y entrenas sin parar, repitiendo el mismo ciclo, todo eso está bien, pero los monstruos están en el mundo, es ahí donde aprendes si sirves para algo, esa es la triste realidad que los semidioses debemos enfrentar. —El tono de la chica sonó con cierta duda, insegura de sus aprendizajes aplicados en el mundo real.

—Oh, eres muy valiente—dijo Percy.

—¿Eso crees?

—No cualquiera es capaz de hacerle frente a una furia. — explico Percy teniendo una leve sensación de que la rubia sonreía, a pesar de no poder verla.

En otro lugar, no tan lejos de los semidioses, los animales sintieron los pasos lentos de un hombre que desconocían, exudando una gran cantidad de energía natural que los calmaba y les hacían sentir protegidos por su presencia, esa necesidad aumento a medida cuando veían que no los lastimo, simplemente los ignoraba.

Se acercaron cuidadosamente, la entidad permaneció ignorante de los animales que lo seguían como polilla, sus ojos eran destellante en la oscuridad, por lo que asusto algún que otro monstruo. Los minutos pasaron, pasaron y pasaron.

Y finalmente recobro la consciencia, tomo el control real de su cuerpo y el karma junto al cuerno se desvanecieron, no obstante, sus ojos se mantuvieron igual no podía desactivarlo fácilmente sin provocar una gran tensión y extrañeza en su cuerpo, de que algo le faltara.

Los espíritus de la naturaleza emergieron de los árboles, los ojos verdosos y cálidos pero cautelosos observaron a la figura con una actitud curiosa. Su cabello dorado suave como un resplandor frágil y gentil, una espalda fornida escondida sobre una capa oscura y una espada que estaba sujeta en su cintura.

Su energía abundante de naturaleza llamo la atención de estos seres, su energía natural era tan similar a su protector, Pan, Dios de la naturaleza. Sin embargo, algunas ninfas se sintieron intimidadas por la mirada del mencionado 'Boruto' que parecía perdida, de vez en cuando las miro, esos ojos luminiscentes desprendían un inimaginable poder y un dolor que no podían comprender ni siquiera con sus habilidades empáticas.

Este Boruto 'adolescente' era lo contrario de su padre, quien exudaba una energía optimista y alegre, por su lado, el desprendía una energía equilibrada no había una completa maldad ni bondad era neutral como si ambas partes estuvieran equilibradas. su energía simple vista se veía oscura. que simple engaño.

Aquellos pasos lentos y silenciosos como un fantasma se vieron por finalizado cuando freno su caminar, vio de reojo el extraño cemento que yacía en el suelo de la naturaleza y por curiosidad levanto la mirada, no entendió la razón, pero entendió el título.

"Emporio de gnomos de jardín de la tía Eme"

Interesante lugar, se dispuso caminar hacia allí, su expresión se mantuvo fría, a pesar de la desorientación en la cual estaba sumido, intentando comprender porque todo estaba muy cambiado, no parecía ser su era, la humanidad era muy débil a comparación, muchos más débiles que los civiles que los ninjas protegían.

Sus habilidades sensoriales le dijeron que había muchas vidas humanas, y en consecuencia de eso, todos el chakra disminuyo, tan solo tenían lo necesario para sobrevivir y no tenían la capacidad para manipular y mejorar sus reservas.

Sin perder demasiado el tiempo, comenzó su travesía.

A cada lado de la entrada, tal como se anunció, había dos gnomos de jardín, unos feos y pequeñajos barbudos de cementos que sonreían y saludaban, como si estuvieran posando para una foto. Cruzo la carretera sintiendo el rastro aromático de las hamburguesas que tanto les gustaron.

El aparcamiento de delante era un bosque de estatuas: animales de cemento, niños de cemento, hasta un sátiro de cemento tocando la flauta. Boruto arqueo las cejas al ver el aspecto de aquella curiosa criatura.

Entonces la puerta se abrió con un chirrido y antes su persona apareció una mujer hermosa, su apariencia era extraña; llevaba una túnica larga y negra que le tapaba todo menos las manos. Sus ojos brillaban tras un velo de gasa negra. Sus manos color café claro parecían joviales, pero eran elegantes y estaban bien cuidadas, en conclusión, una hermosa mujer con ropa extrañas.

—Oh, ¿Eres el dueño de la caravana de los niños huérfanos que recién llegaron? —su pregunta se escuchó cautelosa, sus ojos observaron de abajo y arriba con extrañeza al joven desconocidos, sus ojos le desconcertaron, no pudo evitar sentirse intimidada y temerosa—. Por cierto, soy Gona.

Boruto arqueo las cejas por la pregunta, no obstante, su expresión permaneció serena y estoica, e inquirió curioso.

—Oh, ¿Se encuentran aquí?

Ignoro la presentación de la mujer, su olfato percibía el asqueroso de una serpiente en ella, lo que hizo que sospechase sobre ella.

—Sí, ella con la mi hermana Em, la dueña de este lugar. Ven, te guiare a ellos.

Sin saberlo, los demás niños estaban en una situación peligrosa.

—¿Podéis sonreír todos, por favor? ¿Una ancha sonrisa?

Grover miró al sátiro de cemento junto a él y murmuró:

— Se parece mucho al tío Ferdinand. — Grover -le riñó tía Eme-, mira a este lado, cariño. Seguía sin cámara.

— Percy… -dijo Annabeth.

Algún instinto me indicó que escuchara a Annabeth, pero estaba luchando contra la somnolencia surgida de la comida y la voz de la anciana.

— Sólo será un momento -añadió tía Eme-. Es que no os veo muy bien con este maldito velo…

— Percy, algo no va bien -insistió Annabeth.

— ¿Qué no va bien? -repitió la tía Eme mientras levantaba los brazos para quitarse el velo-. Te equivocas, querida. Esta noche tengo una compañía exquisita. ¿Qué podría ir mal?

— ¡Es el tío Ferdinand! -balbució Grover.

— ¡No la mires! -gritó Annabeth, y al punto se encasquetó la gorra de los Yankees y desapareció. Sus manos invisibles nos empujaron a Grover y a mí fuera del banco.

Estaba en el suelo, mirando las sandalias de la tía Eme. Grover se escabulló en una dirección y Annabeth en la otra, pero yo estaba demasiado aturdido para moverme. Entonces oí un extraño y áspero sonido encima de mí. Alcé la mirada hasta las manos de la tía Eme, que ahora eran nudosas y estaban llenas de verrugas, con afiladas garras de bronce en lugar de uñas.

Me dispuse a levantar la cabeza, pero en algún lugar a mi izquierda Annabeth gritó:

— ¡No! ¡No lo hagas! El sonido áspero de nuevo: pequeñas serpientes justo encima de mí, allí donde… donde debía estar la cabeza de la tía Eme.

— ¡Huye! -baló Grover, y lo oí correr por la grava, mientras gritaba «Maya!», a fin de que sus zapatillas echaran a volar.

No podía moverme. Me quedé mirando las garras nudosas de la anciana e intenté luchar contra el trance en que me había sumido.

— Qué pena destrozar una cara tan atractiva y joven - me susurró-. Quédate conmigo, Percy. Sólo tienes que mirar arriba.

Me resistí al impulso de obedecer y miré a un lado. Entonces vi una de esas esferas de cristal que la gente pone en los jardines. Se veía el reflejo oscuro de la tía Eme en el cristal naranja; se había quitado el tocado, revelando un rostro como un círculo pálido y brillante. El pelo se le movía, retorciéndose como serpientes.

Tía Eme. Tía «ME»…

¿Cómo podía haber estado tan ciego? Piensa, me ordené. ¿Cómo moría Medusa en el mito? Pero no podía pensar. Algo me dijo que en el mito Medusa estaba dormida cuando fue atacada por mi tocayo Perseo. Pero en aquel momento yo no la veía muy dormida. Si quería, habría podido arrancarme la cabeza con sus garras en un instante.

— Esto me lo hizo la de los ojos grises, Percy -dijo Medusa, y no sonaba en absoluto como un monstruo. Su voz me invitaba a mirar, a simpatizar con una pobre abuelita-. La madre de Annabeth, la maldita Atenea, transformó a una mujer hermosa en esto.

— ¡No la escuches! -exclamó Annabeth desde algún sitio entre las estatuas-. ¡Corre, Percy!

— ¡Silencio! -gruñó Medusa, y volvió a modular la voz hasta alcanzar un cálido ronroneo-. Ya ves por qué tengo que destruir a la chica, Percy. Es la hija de mi enemiga. Desmenuzaré su estatua. Pero tú, querido Percy, no tienes por qué sufrir.

—No -murmuré.

Intenté mover las piernas.

— ¿De verdad quieres ayudar a los dioses? -me preguntó Medusa-. ¿Entiendes qué te espera en esta búsqueda insensata, Percy? ¿Qué te sucederá si llegas al inframundo? No seas un peón de los Olímpicos, querido. Estarás mejor como estatua. Sufrirás menos daño. Mucho menos.

Grover estaba a punto de gritar mientras sobrevolaba por el aire con un bate de béisbol, para atizar la cabeza de la Medusa por venganza de su tío Ferdinand. Cuando de repente cayó al suelo sin explicación algunas.

Se fijó si estaban las zapatillas en sus pies y definitivamente estaban ahí, un poco diferente, cosa que lo extraño, las alas adornadas se habían desvanecidos como polvos de estrellas y en consecuencia se convirtió en una nebulosa energía que fluyo en una dirección concreta.

no obstante, no pudo levantarse, extrañamente se sintió cansado y luego se dio cuenta de algo, por cada segundo que pasaba perdía energía y noto que no era el único, Medusa también había sido afectada por ese extraño efecto que nunca supo donde surgieron.

La realidad estaba siendo manipulada, las estatuas de repente cobraron vida, lo que fue una vez piedras se volvió a su estado original, las personas y criaturas resucitaron sin razón aparente, pero todos miraron una sola dirección, aquellas expresiones alguna vez temerosa por la medusa fue remplazada por una mirada rencorosa en contra su causante.

Misma la cual estaba arrodillada en el suelo, sin posibilidad de levantarse, sentía como poco a poco iba perdiendo la fuerza física. Sus serpientes que antaño fue un cabello oyeron los aterradores pasos silenciosos que tenían una clara intención.

El depredador estaba presente. Listo, para cazar a su presa. Deslizo su mirada con dificultad hacia el frente, lo siguiente que vio, la asusto. La poderosa intención asesina recayó sobre sus hombros, despertando los instintos más profundos; el temor y la necedad de sobrevivir contra su presa.

Y en efecto, allí yacía Uzumaki Boruto, caminando con esa fría expresión que comenzó a caracterizarlo cuando la información sobre el Otsutsuki se descomprimió en su cuerpo. Sus pies tocaban el frio cemento de un modo tranquilo, silencioso como mencione muchas veces, tal como un shinobi.

Ignorando las miradas de las víctimas que recaían sobre sus hombros tras liberarlos de esa extraña energía que los convirtió en piedra, si, como lo imaginas, el karma absorbió la fuente de energía, de ese modo, y curiosamente se dio cuenta que no había ganado un poder u otra habilidad, no lo desconcertó en lo absoluto, es solo que la energía era tan similar al chakra solo que más espiritual.

Con el karma activo y sosteniendo con su mano izquierda la katana, la hoja que era capaz de cortar hasta lo imposible. Sin esperarlo, lo inesperado llego, cadenas surgieron del suelo enrollando sus brazos, era lástima que aquello no sucedió.

La marca activa absorbió la energía de las cadenas y las desvaneció, ganando una sonrisa oscura en el rubio antes la mirada temerosa de la Medusa.

—Oh, que suave son las cadenas del destino, creí que solo los Uzumaki podían usarlo. Hm… interesante —. El tono de su voz era tan lleno ironía, y un escondido rencor broto entre sus ojos brillando ese azul blanquecino más fuerte que nunca — Y dioses existen, falsos dioses todavía viven.

Su caminar se detuvo cuando llego hasta su destino final, está un paso de la Medusa. Observando el flujo de energía a través de su dojutsu, especialmente el corazón.

—¿Cómo es que no ha sido convertido en piedra? Eso es imposible —. Bramo con miedo, Medusa— Es imposible que seas un mortal.

Antes de que continuase hablando, Boruto realizo un movimiento vertical, rápido y preciso, cortando en consecuencia la cabeza, la cual se desprendió de su cuello. Acto seguido, cuando la cabeza rodo por los suelos, el rubio la atrapo y devolvió la mirada a la entidad muerta.

Y el susurro apenas audible:

—Tienes razón, no lo soy.

Giro su cabeza, no sin antes tapar los ojos de la Medusa, vio como todas las personas que salvo lo miraban con un profundo agradecimiento, tanto humanos como criaturas mitológicas se marcharon del lugar, y de reojo, observo al sátiro joven que derramaba lagrimas abrazando a otro igual, parecía ser que eran familiares.

No obstante, el opto por marcharse y abandonar el lugar como si jamás hubiese existido. Antes las miradas de los presentes.

—¡Chicos! — exclamo Percy, llamando la atención de los demás presentes—. Hemos encontrado al vástago.

El lugar se llenó de silencio.