p dir="ltr"emÉrase una vez un año más joven cuando todas nuestras sombras desaparecieron, el abuelo me tomo en sus brazos, y lo escuche decir:/em/p
p dir="ltr"em—Cuando seas viejo, tu valiente corazón vivirá por los días de tu juventud, piensa en tu familia si alguna vez te sientes miedo, incluso en mí./em/p
p dir="ltr"emGiro su cabeza, miro el horizonte con una triste sonrisa. /em/p
p dir="ltr"em—Un día dejare este mundo así que vive una vida que recuerdes. /em/p
p dir="ltr"emEra una lástima que nunca envejeció, un antaño recuerdo que se desvaneció por las tormentas de un dolor que cargaba en sus hombros sobre sus pecados... /em/p
p dir="ltr"emLas sombras de los arboles no estaban, el sol los asesino con su ferviente luz. Estaba enojado conmigo, un humano que los seres considerarían insectos, minúsculo polvo de estrellas. /em/p
p dir="ltr"emDesde el inicio de su tiempo vivió y vivirá hasta el final de los tiempos, una línea indeleble bastante peligrosa. Un humano que ha dejado de ser ordinario era peligroso, tan poderoso como el universo y tan frágil como él. /em/p
p dir="ltr"em—Boruto, has crecido.../em/p
p dir="ltr"emLe hablo, una sonrisa irónica se formó en el rostro del rubio mayor, Uzumaki Naruto. El escenario era blanco, Boruto parpadeo. No creyó lo que veía. /em/p
p dir="ltr"em—Tanto dolor mi querido hijo, una carga que debiste pasar, he fracasado como padre./em/p
p dir="ltr"emEl menor no respondió, no podía hablar. Esto era desesperante, no podía brindarle una respuesta a su padre. /em/p
p dir="ltr"em—Tranquilo, no podrás hablar. /em/p
p dir="ltr"emÉl lo abrazo con ese amor paternal que todo padre tenía muy en el fondo de ese corazón de acero. Toda pared fue destruida por ese amor que perdió hace años. El menor abrazo a su padre con todas sus fuerzas. /em/p
p dir="ltr"emLo que fue una eternidad, fueron segundos. La esencia del mayor se iba desvaneciendo, los recuerdos de su vida con él también se perdían en las islas del olvido./em/p
p dir="ltr"em—Ve, busca el legado de nuestra familia, están en el fondo de los cielos, esperando ser reclamado por ti—lo miro a los ojos mientras se desvaneció de abajo hasta arriba—. Mi legado, el legado del sol y luna eso eres, eso es nuestra familia. Los hyugas son la luna, tu eres el sol como nosotros el sol, se fuerte, haz amigos y trata de disfrutar tu vida.../em/p
p dir="ltr"emSe desvaneció./em/p
p dir="ltr"emEl menor estaba arrodillado mirando perdidamente el escenario que se volvió oscuro. Varios ojos iguales a los suyos lo observaron inquietantes. /em/p
p dir="ltr"em—Vive Uzumaki Boruto, muéstrales a estos dioses cuan poderosas son nuestras cadenas. /em/p
p dir="ltr"emLas voces resonaron en varios lugares hasta que la oscuridad lo apago todo, absolutamente todo solo para despertar con brusquedad. Sus ojos azules miraron los alrededores, luego suspiro de alivio./em/p
p dir="ltr"emHabían pasado varios días, bueno, realmente no sabía, su percepción del tiempo se había visto arruinado. Los segundos para él, eran horas para el humano promedio. /em/p
p dir="ltr"emSe paró tan derecho como un hombre terco. Se dirigio a la ciudad, con las ropas modernas, un pantalón chupin negro lo suficientemente cómodo para que no interrumpiera sus movimientos, y una camisa negra de manga larga, en su cuello una corbata oscura. Su mala combinación eran las zapatillas deportivas nike, bueno, en la moda./em/p
p dir="ltr"emEra 14 de junio, sietes días antes de los solsticios, 3 días habían pasado desde que ayudo a los chicos. /em/p
p dir="ltr"emY los vio de nuevo. El destino se encargó de unirlos de nuevo, que extraño. Quizás sucedía un evento especial. Caminando entre la multitud se acercó al lugar de comida que los niños se dirigieron. /em/p
p dir="ltr"emVeía como el muchacho que llamaron Percy se acercaba a la tal Annabeth y un tal Grover. Se reían como nunca, pero eso se detuvo cuando el niño se acercó. Entraron al restaurante./em/p
p dir="ltr"emUnos minutos más tardes, estaba sentando en el reservado de un comedor de cromo brillante, rodeado por un montón de familia que zampaban hamburguesas y bebían refresco. Esperaba a la camarera que atendía a los niños. /em/p
p dir="ltr"emEstaban nervioso, lo noto, eran niños, no tenían dinero. Tampoco diría nada, tampoco estaba mejor que ellos, no obstante, usaría el genjutsu, nada que no puede solucionar, no era un tacaño, era un shinobi./em/p
p dir="ltr"emJusto cuando veía que la camarera iba a darle una respuesta a los niños. Un rugido sacudió al edificio, una motocicleta del tamaño de un elefante pequeño acaba de parar junto al bordillo./em/p
p dir="ltr"emTodas las conversaciones se vieron interrumpidas. El faro de la motocicleta era rojo. El depósito de gasolina tenia llamas pintadas y a los lados llevaba las fundas para escopetas... con escopetas incluidas. El asiento era de cuero, parecía piel humana. /em/p
p dir="ltr"emEl humano de la motocicleta habría conseguido que un luchador profesional llamase a su madre. Vestía una camiseta de tirantes roja, tejanos negros y un guardapolvo de cuero negro, llevaba un cuchillo de caza sujeto al muslo. Detrás de esas gafas rojas tenía una cara cruel y brutal. Guapo, de aspecto implacable. Varias cicatrices de batallas en sus mejillas. /em/p
p dir="ltr"emBoruto entrecerró los ojos con sospechas./em/p
p dir="ltr"emEl motociclista al entrar produjo una corriente de aire cálido y seco. Los comensales se habían levantado como si fueran hipnotizados, pero el motorista hizo un gesto con la mano y todos volvieron a sentarse como si de soldados se tratasen./em/p
p dir="ltr"emRegresaron a sus conversaciones. En eso Boruto se dio cuenta./em/p
p dir="ltr"emUn dios había hecho presencia, entre los mortales frágiles. /em/p
p dir="ltr"emLa camarera parpadeo, como si esta situación no hubiera sucedido, y le pregunto a los niños:/em/p
p dir="ltr"em—¿Tenéis dinero para pagar, niños? /em/p
p dir="ltr"em—Ponlos en mi cuenta- intervino el motorista./em/p
p dir="ltr"emSe metio en el reservado, era demasiado pequeño para él, y acorralo a Annabeth contra la ventana. Levanto la vista hacia la camarera, la miro a los ojos./em/p
p dir="ltr"em—¿Aun sigues aquí?/em/p
p dir="ltr"emLa muchacha se puso rígida, tal como un autómata y regreso a la cocina. El Uzumaki estaba perdiendo la paciencia a medida que pasaban los minutos, sus anormales ojos se activaron debido a las emociones oscuras, el dolor que le causo lo hizo saberlo. /em/p
p dir="ltr"emLos malos sentimientos entraban con mayor fuerza en su ser, quizás se debió a ese hombre. Veía como amenazo a las personas. Se levantó y camino hacia los niños. /em/p
p dir="ltr"emSus pisadas no produjeron sonidos, por lo que cuando toco el hombro de Ares, tal como lo nombraron los niños, se asustó de una grata sorpresa. /em/p
p dir="ltr"emMiro sus ojos, tras los cristales de las gafas habían llamas ardiendo con furia, lleno de rencor, odio, todo sentimiento malvado. Tan pronto cuando su mano toco el hombro del Ares, una presión de chackra le cayó encima, sus ojos anormales brillaron con intensidad, el odio era visible. /em/p
p dir="ltr"emLos chicos lo vieron con sorpresa, no esperaban verlo de nuevo./em/p
p dir="ltr"em—Ares, Ares, Ares... —jugueteó rencoroso—. ¿Qué te han contado los dioses de jugar con los débiles? /em/p
p dir="ltr"emApretó con más fuerza su hombro, un gruñido de dolor salió de la boca de Ares. /em/p
p dir="ltr"em—Dado a tu estado de contención...—continuo- fácilmente podría matarte... después de todo... No eres el único dios asesinado bajo el frio metal de mi espada, un arma que ansía el odio. /em/p
p dir="ltr"emAres lo miro enojado, no podía hacer nada frente a una multitud de persona sin recibir un castigo divino por parte de sus padres. /ememDonde tendrían que estar los ojos, había sólo fuego, cuencas vacías en las que refulgían explosiones nucleares en miniatura./em/p
p dir="ltr"emPercy sonrió de satisfacción, al ver que Ares fue puesto en su lugar. /em/p
p dir="ltr"em—Tu no deberías intervenir, mortal—dijo Ares. /em/p
p dir="ltr"em—No, no, no...—jugueteó nuevamente- quien rompe las reglas no soy yo... Eres tú, dios.../em/p
p dir="ltr"emSeis cadenas doradas como el oro surgieron de la espalda del Uzumaki, quien no se dio cuenta que lo hacía de manera inconsciente. En cuanto salieron, acorralaron al dios de la guerra./em/p
p dir="ltr"em—En el fondo de ese caparazón vacío, tan lleno de sentimientos malvados, una máscara de desprecio no queda bien en ti...—continuo, su voz tan seca como el hielo, sus cuerdas vocales casi reventadas apenas entendible, pero Ares lo escucho perfectamente- sabes que puedo matarte- el karma hizo aparición- /ememEn la justicia no cabe demora: y el que dilata su cumplimiento, la vuelve contra sí. Tu eres la injusticia, yo soy la justicia contra ti, contra los dioses. /em/p
p dir="ltr"em—No te creas demasiado, estos niños deberán hacer mi labor, si desean seguir avanzando en su misión y recibir sus recompensas./em/p
p dir="ltr"emBoruto desvió la mirada del dios, miro a los niños, y regreso su visa hacia el dios aprisionado./em/p
p dir="ltr"em—harán su trabajo, a mi manera. - ahora dinos lo que quieres antes de que seas asesinado./em/p
p dir="ltr"emEntonces, Percy hablo antes de sus amigos. /em/p
p dir="ltr"em—¿Qué favor puedo hacerle yo a un dios? /em/p
p dir="ltr"em— Algo que un dios no tiene tiempo de hacer. No es demasiado. Me dejé el escudo en un parque acuático abandonado aquí en la ciudad. Tenía cita con mi novia, pero nos interrumpieron. En la confusión me dejé el escudo. Así que quiero que vayas por él. —explico enojado Ares. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Por qué no vas tú? /em/p
p dir="ltr"emEl fuego en las cuencas de sus ojos brilló con mayor intensidad. /em/p
p dir="ltr"em— También podrías preguntarme por qué no te convierto en una ardilla y te atropello con la Harley. La respuesta sería la misma: porque de momento no me apetece. Un dios te está dando la oportunidad de demostrar qué sabes hacer, Percy Jackson. ¿Vas a quedar como un cobardica? -Se inclinó hacia Percy, sin importarles las cadenas que se iban desvaneciendo-. O a lo mejor es que sólo peleas bajo el agua, para que papaíto te proteja. /em/p
p dir="ltr"emBoruto se aseguró que incluso sin las cadenas, el dios estuviera en su lugar, luego se ocuparía de esos pensamientos de desde cuando tenía las cadenas. /em/p
p dir="ltr"emPercy tuvo el irreprimible impulso de darle un puñetazo en la cara, aunque sabía que era lo que él estaba buscando. El poder de Ares causaba su ira y le habría encantado que lo atacara. No pensaba darle el gusto. /em/p
p dir="ltr"em— No estamos interesados -repuso-. Ya tenemos una misión. /em/p
p dir="ltr"emLos fieros ojos de Ares le hicieron ver cosas que no quería ver: sangre, humo y cadáveres en la batalla. /em/p
p dir="ltr"em— Lo sé todo sobre tu misión, pringado. Cuando ese objeto mortífero fue robado, Zeus envió a los mejores a buscarlo: Apolo, Atenea, Artemisa y yo, naturalmente. Ahora bien, si yo no percibí ni un tufillo de un arma tan poderosa... -se relamió, como si el pensamiento del rayo maestro le diera hambre- pues entonces tú no tienes ninguna posibilidad. Aun así, estoy intentando concederte el beneficio de la duda. Pero tu padre y yo nos conocemos desde hace tiempo. Después de todo, yo soy el que le transmitió las sospechas acerca del viejo Aliento de Muerto. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Tú le dijiste que Hades robó el rayo? /em/p
p dir="ltr"em— Claro. Culpar a alguien de algo para empezar una guerra es el truco más viejo del mundo. En cierto sentido, tienes que agradecerme tu patética misión. /em/p
p dir="ltr"em— Gracias -farfullo./em/p
p dir="ltr"em— Eh, ya ves que soy un tío generoso. Tú hazme ese trabajito, y yo te ayudaré en el tuyo. Os prepararé el resto del viaje. /em/p
p dir="ltr"em— Nos las arreglamos bien por nuestra cuenta. /em/p
p dir="ltr"em— Sí, seguro. Sin dinero. Sin coche. Sin ninguna idea de a qué os enfrentáis. Ayúdame y quizá te cuente algo que necesitas saber. Algo sobre tu madre./em/p
p dir="ltr"em— ¿Mi madre? /em/p
p dir="ltr"emSonrió. /em/p
p dir="ltr"em— Eso te interesa, ¿eh? El parque acuático está a un kilómetro y medio al oeste, en Delancy. No puedes perderte. Busca la atracción del Túnel del Amor. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Qué interrumpió tu cita? -le pregunto-. ¿Te asustó algo?/em/p
p dir="ltr"emAres le enseñó los dientes, pero ya había visto esa mirada amenazante en Clarisse. Había algo falso en ella, casi como si traicionara cierto nerviosismo./em/p
p dir="ltr"em— Tienes suerte de haberme encontrado a mí, pringado, y no a algún otro Olímpico. Con los maleducados no son tan comprensivos como yo. Volveremos a vernos aquí cuando termines. No me defraudes./em/p
p dir="ltr"emDespués de eso, creyó de desmayarse o caer en trance, porque cuando volvío a abrir los ojos Ares había desaparecido. Habría creído que aquella conversación había sido un sueño, pero las expresiones de Annabeth y Grover me indicaron lo contrario. /em/p
p dir="ltr"em— No me gusta -dijo Grover-. Ares ha venido a buscarte, Percy. No me gusta nada de nada. /em/p
p dir="ltr"emMiré por la ventana. La motocicleta había desaparecido. ¿Sabría Ares de verdad algo sobre su madre, o sólo estaba jugando con él? En cuanto se fue, la ira desapareció por completo de él. /em/p
p dir="ltr"emSupuso que a Ares le encantaba embarullar las emociones de la gente. Ése era su poder: confundir las emociones al extremo de que te nublaran la capacidad de pensar. /em/p
p dir="ltr"em— Quizá no fue más que un espejismo -dijo-. Olvidaos de Ares. Nos vamos y punto. /em/p
p dir="ltr"em— No podemos -contestó Annabeth-. Mira, yo detesto a Ares como el que más, pero no se puede ignorar a los dioses a menos que quieras buscarte la ruina. No bromeaba cuando hablaba de convertirte en un roedor. Miré mi hamburguesa con queso, que de repente no parecía tan apetecible. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Por qué nos necesita para una tarea tan sencilla? /em/p
p dir="ltr"em— A lo mejor es un problema que requiere cerebro - observó Annabeth-. Ares tiene fuerza, pero nada más. Y a veces la fuerza debe doblegarse ante la inteligencia. /em/p
p dir="ltr"em— Pero ¿qué habrá en ese parque acuático? Ares parecía casi asustado. ¿Qué haría interrumpir al dios de la guerra una cita con su novia y huir? /em/p
p dir="ltr"emAnnabeth y Grover se miraron nerviosos. /em/p
p dir="ltr"em— Me temo que tendremos que ir a descubrirlo -dijo Annabeth./em/p
p dir="ltr"emElla giro su cabeza, esperando ver al rubio que los salvos. Solo para ver que ya no estaba allí, pero desde lejos vio sus ojos, observándolos fijamente y ardiendo en la oscuridad, cosa que la estremeció, miro a sus amigos y también se dieron cuenta, asintieron al mismo tiempo. En silencio se marcharon del lugar, esperaban a agradecer a su salvador. Si no fuera por esa persona, no estaban seguro de lo habría pasado con Ares, conociendo la personalidad de Percy. /em/p
p dir="ltr"emEl sol se hundía tras las montañas cuando encontraron el parque acuático. /em/p
p dir="ltr"emA juzgar por el cartel, originalmente se llamaba «waterland», pero algunas letras habían desaparecido, así que se leía: «WAT R A D». La puerta principal estaba cerrada con candado y protegida con alambre de espino. Dentro, enormes y secos toboganes, tubos y tuberías se enroscaban por todas partes, en dirección a las piscinas vacías. Entradas viejas y anuncios revoloteaban por el asfalto. Al anochecer, aquel lugar tenía un aspecto triste y daba escalofríos. /em/p
p dir="ltr"em— Si Ares trae aquí a su novia para una cita –dijo Percy mirando el alambre de espino-, no quiero imaginarme qué aspecto tendrá ella. /em/p
p dir="ltr"em— Percy -me avisó Annabeth-, tienes que ser más respetuoso./em/p
p dir="ltr"em— ¿Por qué? Creía que odiabas a Ares. /em/p
p dir="ltr"em— Sigue siendo un dios. Y su novia es muy temperamental. /em/p
p dir="ltr"em— No insultes su aspecto -añadió Grover. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Quién es? ¿Equidna?/em/p
p dir="ltr"em— No; Afrodita... -repuso Grover y suspiró con embeleso-. La diosa del amor. /em/p
p dir="ltr"em— Pensaba que estaba casada con alguien –dijo Percy-. ¿Con Hefesto? /em/p
p dir="ltr"em— ¿Y qué si fuera así? /em/p
p dir="ltr"em— Bueno... - cambio de tema-. ¿Y cómo entramos? /em/p
p dir="ltr"em— Maya! -Al punto surgieron las alas de los zapatos de Grover. Voló por encima de la valla, dio un involuntario salto mortal y aterrizó en una plataforma al otro lado. Se sacudió los vaqueros, como si lo hubiera previsto todo. /em/p
p dir="ltr"em— Vamos, chicos. /em/p
p dir="ltr"emAnnabeth y Percy tuvieron que escalar a la manera tradicional, aguantando uno a otro el alambre de espino para pasar por debajo. Las sombras se alargaron mientras recorrían el parque, examinando las atracciones. Pasaron frente a la Isla de los Mordedores de Tobillos, Pulpos Locos y Encuentra tu Bañador. Ningún monstruo los atacó y no oyeron el menor ruido. Encontraron una tienda de souvenirs que había quedado abierta. Aún había mercancía en las estanterías: bolas de nieve artificial, lápices, postales e hileras de.../em/p
p dir="ltr"em— Ropa -dijo Annabeth-. Ropa limpia./em/p
p dir="ltr"em— Sí-dijo Percy-. Pero no puedes ir y... /em/p
p dir="ltr"em— ¿Ah, no? /em/p
p dir="ltr"emAgarró una hilera llena de cosas y desapareció en el vestidor. /em/p
p dir="ltr"emA los pocos minutos salió con unos pantalones cortos de flores de Waterland, una gran camiseta roja de Waterland y unas zapatillas surferas del aniversario de Waterland. /em/p
p dir="ltr"emTambién llevaba una mochila Waterland colgada del hombro, llena con más cosas. /em/p
p dir="ltr"em— Qué demonios. -Grover se encogió de hombros. /em/p
p dir="ltr"emEn pocos minutos estuvimos los cuatro engalanados como anuncios andantes del difunto parque temático. Seguimos buscando el Túnel del Amor. Tenía la sensación de que el parque entero contenía la respiración. /em/p
p dir="ltr"em— Así que Ares y Afrodita -dije para mantener mi mente alejada de la oscuridad creciente- tienen un asuntillo. /em/p
p dir="ltr"em— Ese chisme es muy viejo, Percy -dijo Annabeth-. Tiene tres mil años. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Y el marido de Afrodita? — Bueno, ya sabes... Hefesto, el herrero, se quedó tullido cuando era pequeño, Zeus lo tiró monte Olimpo abajo. Así que digamos que no es muy guapo. Habilidoso con las manos, sí, pero a Afrodita no le van los listos con talento, ¿comprendes? /em/p
p dir="ltr"em— Le gustan los motoristas./em/p
p dir="ltr"em— Lo que sea. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Hefesto lo sabe? /em/p
p dir="ltr"em— Oh, claro -repuso Annabeth-. Una vez los pilló juntos, quiero decir in franganti. Entonces los atrapó en una red de oro e invitó a todos los dioses a que fueran a reírse de ellos. Hefesto siempre está intentando ridiculizarlos. Por eso se ven en lugares remotos como... -se detuvo, mirando al frente-. Como ése./em/p
p dir="ltr"emEra una piscina que habría sido alucinante para patinar, de por lo menos cuarenta y cinco metros de ancho y con forma de cuenco. Alrededor del borde, una docena de estatuas de Cupido montaba guardia con las alas desplegadas y los arcos listos para disparar. Al otro lado se abría un túnel, por el que probablemente corría el agua cuando la piscina estaba llena. Tenía un letrero que rezaba: «EMOCIONANTE atracción DEL AMOR: ¡ÉSTE NO ES EL TÚNEL DEL AMOR DE TUS PADRES!»/em/p
p dir="ltr"emGrover se acercó al borde./em/p
p dir="ltr"em— Chicos, mirad./em/p
p dir="ltr"emEn el fondo de la piscina había un bote de dos plazas blanco y rosa con un dosel lleno de corazones. En el asiento izquierdo, reflejando la luz menguante, estaba el escudo de Ares, una circunferencia de bronce bruñido. /em/p
p dir="ltr"em— Esto es demasiado fácil –respondió Percy-. ¿Así que bajamos y lo tomamos y ya está? /em/p
p dir="ltr"emAnnabeth pasó los dedos por la base de la estatua de Cupido más cercana. — Aquí hay una letra griega grabada -dijo-. Eta. Me pregunto... /em/p
p dir="ltr"em— Grover –pregunto Percy-, ¿hueles monstruos? Olisqueó el viento. /em/p
p dir="ltr"em— Nada. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Nada como cuando estábamos en el arco y no olfateaste a Equidna, o nada de verdad?/em/p
p dir="ltr"emGrover pareció molesto. /em/p
p dir="ltr"em— Aquello estaba bajo tierra -refunfuñó. /em/p
p dir="ltr"emstrongPov Percy Jackson./strong/em/p
p dir="ltr"em— Vale, olvídalo. -Inspiré hondo-. Voy a bajar. /em/p
p dir="ltr"em— Te acompaño. -Grover no parecía demasiado entusiasta, pero me dio la impresión de que intentaba enmendarse por lo sucedido en San Luis. /em/p
p dir="ltr"em— No -repuse-. Te quedarás arriba con las zapatillas voladoras. Eres el Barón Rojo, un as del aire, ¿recuerdas? Cuento contigo para que me cubras, por si algo sale mal. /em/p
p dir="ltr"emA Grover se le hinchó el pecho. /em/p
p dir="ltr"em— Claro. Pero ¿qué puede ir mal? /em/p
p dir="ltr"em— No lo sé. Es un presentimiento. Annabeth, ven conmigo. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Estás de broma? /em/p
p dir="ltr"em— ¿Y ahora qué pasa? -quise saber. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Yo, contigo en... -se ruborizó levemente- en la «emocionante atracción del amor»? Me da vergüenza. ¿Y si me ve alguien? /em/p
p dir="ltr"em— ¿Quién te va a ver? -Pero yo también me ruboricé un poco. Las chicas siempre le buscan tres pies al gato-. Vale -le dije-. Lo haré solo. /em/p
p dir="ltr"emPero cuando empecé a bajar a la piscina, me siguió, murmurando algo sobre que los chicos siempre lo embarullan todo./em/p
p dir="ltr"emLlegamos al bote. Junto al escudo había un chal de seda de mujer. Intenté imaginarme a Ares y Afrodita allí, una pareja de dioses que se encontraban en una atracción abandonada de un parque de atracciones. /em/p
p dir="ltr"em¿Por qué?/em/p
p dir="ltr"emEntonces reparé en algo que no había visto desde arriba: espejos por todo el borde de la piscina, orientados hacia aquel lugar. Podíamos vernos en cualquier dirección que miráramos. Eso debía de ser. Mientras Ares y Afrodita se daban besitos podían mirar a sus personas favoritas: ellos mismos. Recogí el chal. Reflejaba destellos rosas y su aroma era una exquisita mezcla floral. Algo embriagador. Sonreí con aire de ensoñación, y estaba a punto de frotarme la mejilla con el chal cuando Annabeth me lo arrebató y se lo metió en el bolsillo. /em/p
p dir="ltr"em— Ah, no, de eso nada. Apártate de esa magia de amor./em/p
p dir="ltr"em— ¿Qué? /em/p
p dir="ltr"em— Tú recoge el escudo, sesos de alga, y larguémonos de aquí./em/p
p dir="ltr"emEn el momento en que toqué el escudo supe que teníamos problemas. Mi mano rompió algo que lo unía al tablero de mandos. Una telaraña, pensé, pero lo examiné en la palma y vi que era un delgado filamento de metal. Estaba puesto ahí para tropezar con él. /em/p
p dir="ltr"em— Espera -dijo Annabeth. /em/p
p dir="ltr"em— Demasiado tarde./em/p
p dir="ltr"em— Hay otra letra griega a este lado del bote, otra eta. Esto es una trampa. Se produjo el chirriante ruido de un millón de engranajes que comenzaban a funcionar, como si la piscina estuviera convirtiéndose en una máquina gigante. /em/p
p dir="ltr"em— ¡Cuidado, chicos! -gritó Grover. /em/p
p dir="ltr"emArriba, en el borde, las estatuas de Cupido tensaban sus arcos en posición de disparo. Sin darnos tiempo de ponernos a cubierto, dispararon, pero no hacia nosotros sino unas a otras, a ambos lados de la piscina./em/p
p dir="ltr"emLas flechas arrastraban cables sedosos que describían arcos sobre la piscina y se clavaban en el borde, formando un enorme entramado dorado. Entonces, por arte de magia, empezaron a tejerse hilos metálicos más pequeños, entrelazándose hasta formar una red./em/p
p dir="ltr"em— Tenemos que salir de aquí-dije. /em/p
p dir="ltr"em— ¡Menudo lumbrera! -ironizó Annabeth. /em/p
p dir="ltr"emAgarré el escudo y echamos a correr, pero salir de la piscina no era tan fácil como bajar./em/p
p dir="ltr"em— ¡Venga! -nos urgió Grover./em/p
p dir="ltr"emIntentaba rasgar la red para abrirnos una salida, pero cada vez que la tocaba los hilos de oro le envolvían las manos. De repente, las cabezas de los cupidos se abrieron y de su interior salieron videocámaras y focos que nos cegaron al encenderse. Un altavoz retumbó: «Retransmisión en directo para el Olimpo dentro de un minuto... Cincuenta y nueve segundos, cincuenta y ocho...» /em/p
p dir="ltr"em— ¡Hefesto! -gritó Annabeth-. ¡Cómo no me di cuenta antes! Eta es hache. Fabricó esta trampa para sorprender a su mujer con Ares. ¡Ahora van a retransmitirnos en vivo al Olimpo y quedaremos como idiotas totales! /em/p
p dir="ltr"emCasi habíamos llegado al borde, cuando de pronto los espejos en hilera se abrieron como trampillas y de ellas emergió un torrente de diminutas cosas metálicas... Annabeth soltó un grito de horror. Parecía un ejército de bichitos de cuerda: cuerpos de bronce, patas puntiagudas y afiladas pinzas, y se dirigían hacia nosotros como una marabunta, en una oleada de chasquidos y zumbidos metálicos. /em/p
p dir="ltr"em— ¡Arañas! -exclamó Annabeth, despavorida-. ¡Aaaa-raaaaa...! /em/p
p dir="ltr"emNunca la había visto así. Trastabilló y cayó hacia atrás, presa del pánico, y las arañas robot casi la cubrieron completamente antes de que lograse levantarla y tirar de ella hacia el bote./em/p
p dir="ltr"emAquellas cosas seguían apareciendo por doquier, miles de ellas, bajando sin cesar a la piscina y rodeándonos. /em/p
p dir="ltr"emMe dije que probablemente no estaban programadas para matar, sólo para acorralarnos, mordernos y hacernos parecer idiotas. Entonces caí en la cuenta de que era una trampa para dioses. Y nosotros no éramos dioses. Subimos al bote y empecé a apartar arañas a patadas a medida que trepaban. /em/p
p dir="ltr"emLe grité a Annabeth que me ayudara, pero estaba como paralizada y sólo podía gritar. «Treinta, veintinueve, veintiocho...», proseguía el altavoz. Las arañas empezaron a escupir filamentos de metal buscando amarrarnos./em/p
p dir="ltr"emAl principio fue fácil zafarnos, pero había demasiados y las arañas no dejaban de llegar. Le aparté una a Annabeth de la pierna, y otra se llevó un trocito de mis zapatillas surferas con las pinzas. /em/p
p dir="ltr"emGrover revoloteaba por encima de la piscina con las zapatillas voladoras, intentando perforar la red, pero no cedía./em/p
p dir="ltr"em«Piensa -me dije-. Piensa.» Podríamos haber huido por la entrada del Túnel del Amor, de no haber estado bloqueada por un millón de arañas robot. «Quince, catorce, trece...», contaba sin pausa el altavoz. «Agua... ¿De dónde sale el agua?» /em/p
p dir="ltr"emY entonces las vi: los espejos trampilla eran el desagüe de gruesas tuberías de agua, y por allí habían venido las arañas. Encima de la red, junto a uno de los cupidos, había una cabina de cristal que debía de contener los mandos./em/p
p dir="ltr"em— ¡Grover! -grité-. ¡Ve a la cabina y busca el botón de encendido!/em/p
p dir="ltr"em— Pero... /em/p
p dir="ltr"em— ¡Hazlo! -Era una esperanza loca, pero nuestra única oportunidad. Las arañas ya rodeaban el bote por completo y Annabeth seguía gritando como una posesa. Teníamos que salir allí. Grover se metió en la cabina y empezó a pulsar botones a la desesperada. «Cinco, cuatro...» /em/p
p dir="ltr"emMe hizo señas con las manos, dándome a entender que había apretado todos los botones, pero seguía sin pasar nada. Cerré los ojos y pensé en olas, agua desbordante, el río Mississipi... Sentí un tirón familiar en el estómago. Intenté imaginar que arrastraba todo el océano hasta Denver. /em/p
p dir="ltr"em«Dos, uno, ¡cero!» Las tuberías se sacudieron y el agua inundó con un rugido la piscina, arrastrando las arañas. /em/p
p dir="ltr"emTiré de Annabeth para sentarla a mi lado y le abroché el cinturón justo cuando la primera ola nos cayó encima y acabó con todas las arañas. /em/p
p dir="ltr"emEl bote viró, se levantó con el nivel del agua y dio vueltas en círculo encima del remolino. El agua estaba llena de arañas que chisporroteaban en cortocircuito, algunas con tanta fuerza que incluso explotaban. /em/p
p dir="ltr"emLos focos nos iluminaban y las cámaras cupido filmaban en directo para el Olimpo. Me concentré en controlar el bote y lograr que siguiera la corriente sin estrellarse contra las paredes./em/p
p dir="ltr"emQuizá fue mi imaginación, pero el bote pareció responder; por lo menos no se hizo añicos. Dimos una última vuelta cuando el nivel del agua era casi tan alto como para cortarnos en juliana contra la red./em/p
p dir="ltr"emEntonces la proa viró en dirección al túnel y nos lanzamos a toda velocidad hacia la oscuridad. Nos sujetamos fuerte y gritamos al unísono cuando el bote remontó olas, pasó pegado a las esquinas y se escoró cuarenta y cinco grados al paso de imágenes de Romeo y Julieta y otro montón de tonterías de San Valentín. /em/p
p dir="ltr"emEn la recta final del túnel, la brisa nocturna nos revolvió el pelo cuando el bote se lanzó como un bólido hacia la salida. Si la atracción hubiese estado en funcionamiento, habríamos llegado a una rampa entre las Puertas Doradas del Amor y, de allí, chapoteado sin problemas hasta la piscina de salida. /em/p
p dir="ltr"emPero había un problema: las Puertas del Amor estaban cerradas con una cadena. Un par de botes que al parecer habían salido del túnel antes que nosotros se habían estrellado contra las puertas: uno estaba medio sumergido, y el otro partido por la mitad. /em/p
p dir="ltr"em— ¡Quítate el cinturón! -le grité a Annabeth. /em/p
p dir="ltr"em— ¿Estás loco? /em/p
p dir="ltr"em— A menos que quieras morir aplastada. -Me amarré el escudo de Ares al brazo-. Tendremos que saltar. -Mi idea era tan sencilla como demencial: cuando el bote chocara, aprovecharíamos el impulso como trampolín y saltaríamos por encima de la puerta. /em/p
p dir="ltr"emJamás había oído que nadie sobreviviera a impactos de esa índole, arrojados a diez o doce metros del lugar del accidente. Pero nosotros, con un poco de suerte, aterrizaríamos en la piscina. Annabeth pareció comprender y me aferró la mano. Las puertas se acercaban a gran velocidad. /em/p
p dir="ltr"em— Yo doy la señal -dije. /em/p
p dir="ltr"em— ¡No! ¡La doy yo!/em/p
p dir="ltr"em— Pero ¿qué...? /em/p
p dir="ltr"em— ¡Física sencilla, amiguito! -me gritó-. La fuerza calcula el ángulo de la trayectoria... /em/p
p dir="ltr"em— ¡Vale! -exclamé-. ¡Tú das la señal! Vaciló... vaciló... y de repente gritó: /em/p
p dir="ltr"em— ¡Ahora! /em/p
p dir="ltr"emAnnabeth tenía razón. De haber saltado cuando decía yo, nos habríamos estrellado contra las puertas. Consiguió el máximo impulso... más del que necesitábamos: el bote se estrelló contra las barcas estropeadas y salimos despedidos violentamente por el aire, justo por encima de las puertas y la piscina, directos al sólido asfalto./em/p
p dir="ltr"emAlgo me agarró por detrás./em/p
p dir="ltr"em— ¡Ay! -se quejó Annabeth. /em/p
p dir="ltr"em¡Grover! En pleno vuelo nos había atrapado, a mí por la camisa y a Annabeth por el brazo, e intentaba evitarnos un aterrizaje accidentado, pero íbamos embalados. /em/p
p dir="ltr"em— ¡Pesáis demasiado! -dijo Grover-. /em/p
p dir="ltr"em¡Nos caemos! Descendimos al suelo describiendo espirales, Grover esforzándose por amortiguar la caída. Chocamos contra un tablón de fotografías y la cabeza de Grover se metió directamente en el agujero donde se asomaban los turistas para salir en la foto como Noo-Noo la ballena simpática./em/p
p dir="ltr"emAnnabeth y yo dimos contra el suelo; fue un golpe duro, pero estábamos vivos y el escudo de Ares seguía en mi brazo. En cuanto recuperamos el aliento, liberamos a Grover del tablón y le dimos las gracias por salvarnos la vida. Me volví para contemplar la Emocionante Atracción del Amor./em/p
p dir="ltr"emEl agua remitía. Nuestro bote, estrellado contra las puertas, había quedado hecho trizas. Cien metros más allá, en la piscina, los cupidos seguían filmando. Las estatuas habían girado de manera que las cámaras y las luces nos enfocaban. /em/p
p dir="ltr"em— ¡La función ha terminado! -grité-. ¡Gracias! ¡Buenas noches! /em/p
p dir="ltr"emLos cupidos regresaron a sus posiciones originales y las luces se apagaron. El parque quedó tranquilo y oscuro otra vez, excepto por el suave murmullo del agua en la piscina de salida de la Emocionante Atracción del Amor./em/p
p dir="ltr"emMe pregunté si el Olimpo habría pasado a publicidad y si habríamos estado bien de audiencia. Detestaba que me provocaran y me la jugaran. Y tenía mucha experiencia en el trato con abusones a los que les gustaba hacerme esa clase de cosas. Levanté el escudo que llevaba en el brazo y me volví hacia mis amigos./em/p
p dir="ltr"em— Vamos a tener unas palabritas con Ares/em/p
p dir="ltr"emPor unos momentos, me pareció ver a una figura parpadeantes con esos blancos observándonos fijamente, nos probó, pensé al final, probo lo que somos capaces, por eso, no nos ayudó. /em/p
p dir="ltr"emLuego hablare con él. /em/p