El aire estaba pesado. Increíblemente denso. Suerte que no hubiera humanos u otros seres, porque evidentemente sus cuerpos sucumbirían a la presión constante que existía en el olimpo.

Una mirada destellante alzo la mirada al rey de los dioses.

Criatura inferior…-repitió. Saboreando la arrogancia con genuino placer, su expresión dictaba a la de un psicópata-. Demasiadas paranoias para un rey que aclama ser la justicia. Mentiras.

El miro los alrededores. resoplo y volvió alzar la mirada. Desafiando al dios.

No solamente osas llamarme cri- esa cosa. Si no que también-antes de continuar, hizo todo lo posible para controlar su mal temperamento-. Te atreves a decirlo en mi propio reino, sucio mortal- finalizo Zeus, rojo de la ira.

Momoshiki ignoro sus palabras, de él, provino las risas que sonaban malvadas. Tal como un señor de los demonios, atrapado en un cuerpo humano.

Iré directo al grano.

Habla, antes que cambie de opinión.

Ahora que estoy aquí-sentencio, las dobles voces hicieron presencia, ambos seres en un mismo cuerpo estaban consciente, solamente que uno era obligado-. No lastimaras a la humanidad.

Zeus guardo sabiamente silencio.

Boruto continuo. — ni los mataras, mientras yo viva. Después de todo, no eres el único con "dominios".

Chispas eléctricas surgieron del aire, rodeando al Uzumaki. Formando una armadura similar a los samuráis, su rostro era ahora todo rayo, imitando la máscara de un zorro demoniaco.

Tu… no es posible…-Zeus temió por su vida. Una profecía antigua había regresado a sus memorias. Algún día, un mortal descenderá de las estrellas y pondrá a los dioses bajos sus pies.

No obstante, reprimió su poder. No era el momento adecuado para luchar contra este humano, no después de recuperar recientemente el rayo, ya le encargaría a su hijo Dionisio el favor de vigilarlo.

Ten cuidado… -advirtió-. Tus acciones ahora tienen consecuencias. No eres el primer dios que he asesinado.

A través del shunshin desapareció como corriente de aire, como si sus moléculas estuvieran en armonía con el aire que le rodeaba.

El rey estaba solo de nuevo, su trono estaba amenazado por un mortal. Otra vez.

No iba a tolerar tales acciones, no.

serás cazado, Uzumaki Boruto. Ya no hay lugar para ti.-enfurecido, se marchó.

Lejos del monte del olimpo. Escondido entre los dioses menores y seres mitológicos yacía sentado en la naturaleza, o al menos en una imitación de lo natural. Pensaba tantas cosas que no se lo podía sacar encima.

Tanto peso cargaba en sus hombros, que dejo que la oscuridad lo consumiera, lo único que detenía esas intenciones malvadas eran sus ojos, quienes mantenían a rayas su propia oscuridad.

Miro los costados, todos los arboles eran diferentes, no había ni uno igual, cada quien tenía un rasgo distintivo, casi como una colección de crayones, se preguntó quién era el responsable de tal creación, pero no obtendría una repuesta ni lo esperaba.

No tan lejos de su persona. Una mujer lo observaba en silencio, con esa expresión monótona. Su poder rivalizaba con Zeus, o incluso podría decirse que lo superaba. Sus azules brillaban fuertemente en la oscuridad que si un mortal o un dios lo viese quedarían ciego en el preciso momento que sus ojos vislumbraron la luz de los ojos. Por tal razón llevaba una venda. Su vestimenta era la típica ropa griega.

Pero tan pronto lo observo se marchó de allí, sin dejar huellas de su presencia.

El tiempo estaba congelado desde la perspectiva de Boruto. Veía la naturaleza en blanco y negro, mientras atrás de su persona se hallaba el personaje Otsutsuki mirando las estrellas mayores.

Has creados enemigos, Momoshiki.

Creamos-corrigió con una sonrisa el dios conejo-tú también lo hiciste, estabas consciente.

El humano miro atrás, alzo la vista y choco con aquellos ojos perlas de la deidad fantasmal.

Tu alma ha sido atrapada dentro un mortal, ya has sido testigo de tu propia profecía- su expresión se mantuvo impasible, nada le importaba, nada importo a sus ojos-. Me pregunto porque veo el futuro de ese rey, un futuro tan divertido…

El humano sonrió con retorcidas intenciones, pero luego volvió a ese estado inmutable. Se dio cuenta de sus propias acciones.

La oscuridad había domado su corazón, se convirtió en una parte de él. Como shinobi asesino a personas inocentes a órdenes de su padre y shikamaru, se arrepentía de esas cosas, pero una parte fragmentada de su alma no lo hacía.

¿Quién sabe? -respondió el conejo, quien desvió la mirada para observar lo profundo que era este exótico lugar-. No obstante, que sería un ninja sin enemigos. Qué vida tan aburrida tendrías para mí, niñato. –rio con malicias al final. Agarrando el hombro del muchacho, moviendo su cuerpo a excepción de sus brazos de un lado a otro, imitando las acciones infantiles de los niños-. Disfruto ver como la oscuridad lentamente te consume, te carcome. No lo olvides chico, a pesar de no ser aliados, tienes mi experiencia, puedes utilizar eso a tu favor, sin contar que ellos son los débiles, hormigas miserables que dicen ser dioses con esos chacras pequeños.

El rubio suspiro, ya cansado de esta atípica situación. El tiempo volvió a la normalidad, las brisas sacudieron su cabello. La luz de la luna entro en sus ojos y, en consecuencia, sus ojos cambiaron de forma, reutilizando el Jogan.

Quizás ya sea hora de buscar a la princesa coneja.

Una voz gruño en su cabeza. Él lo ignoro, no era su problema. Después de todo la princesa coneja era enemiga de su padre, mas no de él. Incluso enemiga de los Otsutsuki.

Asentado sobre una roca de mediano tamaño, se dispuso a pararse de ella. Acomodo sus ropas, y se caminó caminando hasta llegar a los confines del olimpo, había un circulo negro muy grande que daba paso a la ciudad.

Él salto.

El karma se activó en el acto. Un cuerno sueco y de punta hacia arriba salió en su frente derecho, las marcas brillaron en la noche con mayor fuerza, a pesar de la abismal altura del cielo y el suelo, el shinobi no se encontraba asustado, tenía la habilidad de volar.

Justo cuando estaba cerca de la tierra, hizo uso de su habilidad de vuelo, frenando repentinamente aquella velocidad semejante a la de un rayo.

Supongo que el mocoso del mar ha regresado al campamento, me pregunto qué tan divertido seria infiltrarme.

El tiempo paso, y la noche llego de nuevo. Los ojos del Uzumaki brillaron con fiereza en la oscuridad de los bosques. Las ninfas quienes creían estar bien ocultas del humano, observaron esos extraños ojos brillantes, apreciando el bello color blanco.

Sin esperar demasiado, el humano atravesó el bosque con valentía. Mato a todos monstruos que se interpusiera en su camino, sin compasión, ni siquiera dudo ni pregunto sus intenciones, simplemente asesino cuan monstruo se convirtió.

Era de esperarse, tanto tiempo asesinando que olvido por completo la compasión, su psicología estaba dañado severamente.

Tal como sus antepasados Uzumaki se convirtió en un arma viviente.

Uno que no duda.

Uno que no tiene remordimiento por sus asesinatos.

Uno sin emociones.

Ciertamente, la maldición de su familia lo afecto con mayor fuerza a él. Sin presumir demasiado, era unos de las pocas personas que sufrió en el mundo con mayor fuerza.

Hijo de un hombre odiado por el destino, y recompensado por el causante tras superar sus desafíos. De ser odiado paso a ser aclamado, de ser temido, admirado.

Curiosamente, al primogénito no le sucedió.

Mientras su padre estaba destinado a ganar lo que anhelo.

Él estaba destinado a perder lo que tenía, su familia, sus amigos…

su humanidad.

No era lo mismo anhelar y tenerlo, que tener y luego anhelar lo que tuviste, no. Era el olor era inmenso mucho más grande que aquel que tuvo carencias. No era una forma de desprecio, ni tampoco de decir que el carente no sufría. Solamente el nivel de las emociones fueron demasiadas abismales.

Caminando sin detenerse llego a un destino. Tenía enfrente una laguna azul, impresionantemente limpia para los estándares actuales de este mundo.

Se sentó en el suelo. Miro su propio rostro con el reflejo del agua dulce. Durante un parpadeo pareció ver el reflejo de un hombre rubio con bigotes como los suyos, supuso que era su padre.

No estaba seguro, habían pasado trescientos años, o quizás más, no sabía, todos sus recuerdos, a excepción de técnicas shinobi se habían deteriorados en mayor medida, las personas que alguna vez fueron importantes no eran más que rostros desconocidos, caras borrosas que olvido.

Dio un largo suspiro, cerró los ojos, y disfruto de su soledad, de ese triste mundo que abarcaba su mente destrozada, enojado con el mundo. Se mantuvo de pie, desistiendo antes los desafíos que la vida lo hacía enfrentar.

No sabía que lo impulsaba vivir aún más. Quizás se había vuelto costumbre sobrevivir antes las adversidades. Y entonces se preguntó; ¿Qué paso con los bijuus? Sentía sus esencias, pero no podía ubicarlos, como si estuvieran en todos lados, tal vez, ocultos de los dioses, del mundo.

No lo sabía.

Fue en ese entonces que sintió una voz antigua que hizo que su cuerpo sufriera un pequeño escalofrió.

Ha pasado tiempo…-resonó en soplar una voz profunda en las aguas profundas-. Demasiado tiempo como para volver a sentir el chacra en un miserable humano… ¿Quién eres? No eres digno de poseer tal poder, estas contaminado de odio.

Boruto abrió lentamente sus ojos, el dojutsu logro identificar a la entidad oculta en las profundidades del agua dulce, era Isobu, el sanbi o mejor conocido como el tres colas. Ahora que lo notaba, vio cómo su cabello dorado tenia algunos mechones rojos sangre, dada la situación decidió ignorar ese detalle por el momento.

Que ojos curiosos tienes allí…-hablo entrecortada la entidad, parecía salvaje, tanto así que parecía ser que no tuvo contacto humano durante mucho tiempo, se sentía forzado-. Si no hablas te los arrancares, ya he sufrido bastante con ojos especiales. –amenazo al final, revelando un poco su cuerpo que sobresalía del agua.

El joven suspiro, alzo la vista y parpadeo, parecía pensar lo que iba a decir.

Ha pasado demasiado tiempo, Isobu- respondió finalmente el humano- ¿No me reconoces?

De ser así, lo habría hecho hace antaño-gruño el bijuu, algo sorprendido que un humano supiera su nombre lo que lo hizo desconfiar de él.

Soy Uzumaki Boruto, hijo de Uzumaki Naruto-se presentó realizando movimientos de manos de forma elegante, su voz seca quiso sonarla jovial.

La bestia abrió los ojos de sorpresa, pasaron unos minutos de silencio para que pudiera procesarlo. No obstante, salió del agua y modifico su apariencia achichando su tamaño hasta estar a la altura del joven.

Lo observo cuidadosamente con cautela, ni un detalle se perdió, ahora lo vio bien, esas mejillas…. Las mejillas que tuvo su anterior protector, el hombre que reunió a sus hermanos y logro purgar casi por completo el odio del zorro.

Pero ahora veía otra cosa distinta, parecía ser que el ciclo se repetía de nuevo en la familia. El niño tenía mucho odio, demasiado odio para un humano incluso de su tiempo. Había mucha oscuridad en su corazón que ya no podía recibir una luz que lo salve, ya no, estaba maldito.

No obstante, pese al odio supo que tenía el control de él, pero las consecuencias fueron severas, tal como le paso a él en el pasado. Tanto odio reprimió por completos las emociones que lo hacían humano.

Ya veo… parece que estoy alucinando-dijo en voz altas la entidad. Parpadeo. El niño estaba ahí. Parpadeo de nuevo, y el niño seguía allí-. Maldita seas… ¿Cómo sigues vivo?

El humano suspiro tanto como nunca lo hizo, para luego sonreírle.

Han pasado muchas cosas, Isobu, tantas cosas que me han cambiado.