Lori le encanta estar acostada detrás de su hermano en el sofá. Le rodea con los brazos, se desembaraza de los problemas, le abraza con su pierna grande blanca, junta su mejilla a la de él y sus cabellos blancos terminan cerca de su rostro. Aspira su olor, y como se embriaga... como le encanta... Cierra los ojos, y sonríe con los labios, estruja su cuerpo enclenque junto al bien proporcionado suyo, y gime satisfactoriamente; Es feliz. Tiene ganas de quedarse así hasta la infinidad de sus tiempos. Hasta el final de los mundos; del suyo. Sería feliz que así fueran todos los días. "Muy Feliz", piensa inconsciente.
Lincoln se sonroja con la posición y el agarre, así como ella, pero no dice nada, sea un manojo de nervios o no, siendo que no sienta su respiración darle cosquillas en el cuello.
Ven películas o programas, "¿Qué más da? Este", que lo único que Lori quiere es cariño para estar en paz consigo, debido a los regaños por no asistir a la universidad este año, y el estrés que viene por el laboro que en su defecto ha tomado.
La rubia quiere descansar y tener amor. Ya no le importa si sus hermanas, Lynn, Luna o Lola, les dice que esos afectos ya no están en edad para su hermanito. Y el único varón, hace bien de quedarse mudo, pero no dejando que las hermanas dejen la sala, bien sabiendo lo qué sucede cuando se van.
Es usual que los besos se destapen cuando no hay miradas que les verifiquen, y los juegos en apariencia inocentes, se conviertan en estimulantes.
Lucy, la tumba silenciosa de suspiros y lamentos sórdidos, es la guardián del puente de los deseos impropios de la mayor en esta ocasión. Eso es de una molestia creciente para Lori, que ya no basta con decir: "Lucy. ¿No tenias que componer ese poema del desespero... ?", porque ella ya ha contestado que le tiene reposando un rato antes de meterle mano, por eso viene el tema de los estudios, que ignora que ellos ya estén realizados, y una mujer que está en periodo sabático, puede ser criticada al comentarlo. Sin eso, ¿Cómo decirle que se vaya entonces? ¿Cómo decirle que extraña los besos repetitivos de pico, para atenuar el dolor de su alma?
—¿Ya hiciste la tarea Lucy?
—¿Desde cuando te ocupas de ser mi tutora Lori? —observó la peli negra frívola. Lori frunce el entrecejo, y la menor continua —Sabes, desde que he llegado aquí, no dejas de sugerirme que me vaya. ¿Quieres que me vaya, no?
—No, no es eso.
—Eso parece.
—Pues no es así.
—Si quieres quedarte sola con Lincoln, puedes decírmelo y ya.
Lincoln se sonroja ampliamente. Lori con el rubor, muestra cierto recelo.
—¿Qué dices? No es eso... —y deja todo aparte, solo para que en los minutos venideros, sienta el dolor en las sienes.
La más sincera molestia con pizca melancólica. La impotencia bien probada de no estar solos.
Su interés de reunir dinero, trabajar duro y buscar un buen departamento despierta con sus alucinaciones que nada gastan, a la par de que Lincoln le habla a Lucy, que tiene un par de hojas de las cuales recita versos al aire aprovechando los comerciales.
La peli negra disfruta de la atención del albino. No lo muestra pero lo hace. Siempre ha disfrutado de la atención de los mayores, como cualquier otra persona menor lo hace. Y le es grato cuando Lori parece muy interesada en la lectura (que nunca parece interesarle mucho sus cosas). Vamos que tiene cierta emoción y rubor en el rostro, tan extraño en ella por la fijación.
"¿De verdad te gusta Lori?", y hasta Lincoln se sorprende de ello, aunque la intención de la rubia es otra, sino la de estar sola con su hermanito favorito.
Ya habían estado solos. Solo son besos los que surgen ahí. Lo son cuando Lincoln termina los temas con Lucy, y Lori se muestra interesada en un poema que tiene incompleto titulado: "La náusea". Y ella se va por fin a terminarlo, porque no queda más que volver al cuarto y elaborar el interés que cree verdaderos, ignorando a su consanguíneo, que le dice que se perderá la resolución de la película, al que ignora de lleno.
Cuando los pasos resuenan en la escalera de madera, ya no hay más que sumergirse en un abrazo, que le genera un descontrol a Lincoln, en su corazón y cuerpo. Le besa la mejilla, y susurra en su oído provocándole cosquillas.
—Quiero que nos besemos Lincoln...
Traga saliva, y son tonos de voz que nadie ha escuchado jamás con excepción a él y otra relación sentimental por ahí.
Son besos húmedos los que vienen y van, y Lincoln hala los tejidos del sofá, y ya su mano izquierda, comienza a tocar la cintura de su hermana como un reflejo prehistórico. Ella se pone arriba suyo, nota que caen dos pesos suaves en su torso, que es obvio que son sus senos. "Son muy grandes", piensa el menor al rozarlos por accidente con su brazo derecho, y abre más la boca al sentir la intromisión de la lengua de Lori en su cavidad bucal, para que haga círculos con su lengua, cerrando los ojos, bien centrada en las sensaciones y succiones. Juntando sus labios, agarrando los suyos con los suyos, y esta tanta saliva, que se le resbala por las comisuras, dejando húmedo los alrededores y a la larga, la barbilla.
Lincoln se separa de ella se separa y llega a besar su cuello. Se siente rico, y entrecerrando los ojos, gime, y pone sus dos manos en los hombros blancos de la rubia, tratándola de alejar de sí, y aquella responde al acto abrazándole la espalda, interrumpiendo la acción y siguiendo los besos.
—Tranquila Lori... —le pide y trata de irse de su agarre —. Estamos en la sala...
—¿No te gusta? —dice y le retiene haciendo puchero.
Arruga el entrecejo, y gira la cabeza hacia la izquierda, donde el televisor sigue encendido, y proyecta su luz contra la penumbra de la sala. Lori le mira sentimental.
—Volvemos siempre a lo mismo de siempre... —suelta tenue con un cierto nivel de hartazgo, cruzándose de brazos.
—No pasa nada. Todas están arriba, nadie bajará o...
—No es eso —la interrumpe y se aparta de su cuerpo, quedando la mayor a su lado derecho —. Es que parece que nunca me escuchas. ¿No recuerdas siquiera la platica de ayer?
—¿Dices cuando nos besamos en mi cama, y empezaste a tocarme los pechos? —comenta sería.
Lincoln se sonroja intensamente. Agita la cabeza de un lado a otro, y Lori sonríe con los labios.
—¡No! ¡No hice tal cosa! —repuso en tono relativamente elevado, y se le voltea dándole la espalda —Eso fue un accidente...
—Pero bien que pensaste en ellos Linc.
—¡No es cierto!
—Por favor. ¡No dejas de mirarlos!
—¡Ese no es el punto! —acotó rojo como un tomate —¡Yo te digo de la conversación!
—Ya, ya —dijo y lo abrazó enterró su rostro por el cuello y las espalda —. Lo de que compartimos relación sanguínea, sí.
—¿Por qué lo dices como si no fuera nada?
—¿A qué te refieres?
—A qué no le das la importancia que se merece. A qué lo dices como si esto fuera normal —responde Lincoln con aire de indignación —. No me digas que le dirías a tus amigas que tienes a tu hermano como novio, que no creo que lo hagas, ¿verdad? ¿O que le diríamos a nuestros padres o a nuestras hermanas si nos atrapan mientras estamos haciendo lo de hace un rato? ¿Qué le diríamos? ¿Qué le dirías?
—Que somos pareja y que nos amamos.
Lincoln se ruboriza de nueva cuenta.
—No creo que hayas entendido.
—Ay Lincoln —dice Lori desanimada y cansada, al par de que aleja su rostro del cuerpo de él —. No seas tonto, obviamente ya he pensado en todo esto, ¿sabes... ? Literalmente, desde el primer día no he dejado de pensar en eso... —dijo reflexiva, y Lincoln, se giró con ella nuevamente en silencio y atento a sus palabras —. Desde el día en que te busque en tu escuela, y salimos a ver esa película que tanto querías ver de ACE... Desde ese día, yo ya había pensado en todo esto aunque tú no lo creas... No fue una cosa que pensé unos días antes de que me confesara contigo, sino que fue de mucho más tiempo atrás, ¿sabes? Fueron semanas y días, meses completos, en los que... —se tomó una pausa, y bajo la cabeza, a sus cuerpos de diferentes tamaños; aquel, más chico y delgado que el suyo.
Sintió tristeza y extrañeza, y no hubiera podido concluir su discurso, sino fuera por el albino, que le tocó la mejilla a su hermana y la miró emocional, que fue un consuelo y un apoyo que ella no podría describir. Solo así pudo continuar mientras los ojos se le cristalizaban y sonreía dócilmente:
—...En los que me di cuenta, que... De verdad te amaba...
Y los se se vieron profundamente a los ojos, durante un lapso.
