Secretos de una Noche
El Futuro
La tarde del día siguiente sacaron el coche del señor Yamanaka del lago. El señor Yamanaka estaba dentro.
Probablemente siguiendo órdenes de Naruto, un agente del sheriff fue al motel a decírselo a Hinata. El joven se mostró incómodo y respetuoso, dando vueltas al sombrero entre las manos. No supo decir cómo había muerto el señor Yamanaka, pero iban a llevar el cadáver al depósito municipal, donde yacería en la misma sala que su asesino. Hinata tuvo que reprimir el impulso instintivo de protestar, pues sabía que era inútil.
Cuando se marchó el agente, se dejó caer en la cama y lloró largo rato, y después llamó al detective Itachi. Al pobre señor Yamanaka no le quedaba ningún pariente, pero el detective prometió que averiguaría lo que le fuera posible acerca de lo que el señor Yamanaka pudiera haber dispuesto para su propio funeral, dado su estado de salud.
Había que pasar por diversos trámites, por supuesto, ya que su muerte había sido por homicidio, pero como el asesino ya estaba muerto no sería un problema recoger pruebas forenses para un juicio.
El Cadillac de Jiraiya Namikaze fue encontrado a la mañana siguiente, no muy lejos de donde se había hallado el automóvil del señor Yamanaka. El largo esqueleto que encontraron en el asiento de atrás constituía el único resto mortal del padre de Naruto. El método de Orochimaru Akatsuki para deshacerse de los cadáveres era sencillo: meterlos dentro de sus coches, poner un ladrillo encima del acelerador y meter la marcha.
El sheriff Hõzuki fue a quien se le ocurrió buscar los coches, y en el lago había sólo tres lugares en los que había profundidad suficiente para ocultar un coche. Al estrechar de aquel modo la búsqueda, no les costó mucho encontrar los cadáveres.
Hinata no consiguió hablar con Naruto, pero la información volaba por la ciudad, y supo que estaba valiéndose de modo implacable de su influencia para lograr que liberasen los restos de Jiraiya lo antes posible, para un funeral que iba a celebrarse con doce años de retraso. Mito Namikaze se presentó en la ciudad por primera vez desde la desaparición de su marido, con aspecto trágico e increíblemente hermosa con su traje negro.
La cínica valoración que había hecho Naruto de su madre dio en el clavo: ser viuda era preferible con mucho a ser abandonada. Ahora que todo el mundo sabía que su esposo no la había dejado por la puta del pueblo, podía volver a pasearse con la cabeza alta.
El funeral se celebró cuatro días después de hallarse los restos de Jiraiya. Aunque sabía que la gente cuchichearía acerca de su presencia, Hinata se compró un vestido negro y asistió al servicio, sentada en un banco negro al lado de Tenten y de la familia de ésta. Naruto no la vio en la iglesia, pero más tarde, después de la procesión que transportó el cuerpo de Jiraiya al cementerio, su mirada azul se vio atraída por el reflejo del sol en su cabellera oscura.
Estaba de pie, rodeando a Karin con un brazo. El sheriff Hõzuki estaba situado al otro lado de ella, de modo que Hinata supuso que el compromiso seguía adelante. Mito estaba apoyada por la comprensión y solidaridad de todas sus antiguas amistades, las que ella se había negado a ver durante doce años.
Hinata se encontraba a unos diez metros de distancia, separada de Naruto por un grupo de personas, pero las miradas de ambos se cruzaron y supo que él estaba pensando en lo que ella le había dicho. Jiraiya estaba siendo llorado sinceramente por sus hijos; lo que Mito sintiera no importaba.
Lo miró fijamente, comiéndoselo con los ojos. Parecía cansado, pero tranquilo. Llevaba el pelo largo peinado hacia atrás y recogido en la nuca, y vestía un traje italiano negro de botonadura cruzada que le sentaba de maravilla. Su frente se veía perlada de sudor al calor del mediodía.
Hinata no hizo movimiento alguno para ir hacia él, y él no le indicó con ningún gesto que se acercara. Lo que había entre ambos era privado, no para exhibirlo en público en el funeral de su padre. Naruto sabía que contaba con su apoyo, porque había llorado su pena en brazos de Hinata. Bastaba con que ella estuviera allí.
Cuando ya se marchaban del emplazamiento de la tumba fue cuando Hinata vio a Tsunade Foster, de pie a su lado; a Madara no se lo veía por ninguna parte. Tsunade había estado llorando, pero ahora contemplaba la tumba con los ojos secos y una expresión de aflicción en el rostro. Entonces recobró la compostura y dio media vuelta, y Hinata tuvo la sensación de que encajaban todas las piezas del rompecabezas.
Nunca había tenido lógica que Jiraiya lo hubiera dejado todo por Hanna después de los años que llevaban teniendo un romance. Orochimaru había dicho que Jiraiya estaba pensando en divorciarse de Mito, y eso sí que tenía más lógica, pero de pronto Hinata supo que no era Hanna con quien había planeado casarse Jiraiya.
Después de todos sus años de donjuán, Jiraiya Namikaze se había enamorado aquel verano, de la mujer del alcalde. Había protegido la reputación de Tsunade y ni siquiera había hablado de ella a su mejor amigo. Habían corrido los chismorreos acerca de ellos, o de lo contrario Kabuto no habría sabido nada, pero su relación no había sido del conocimiento de todos.
Incluso era posible que Hanna le hubiera contado a Kabuto que Jiraiya se estaba viendo con la esposa del alcalde.
Tsunade y Jiraiya habían trazado planes en secreto. Y ahora, después de tantos años, ella supo que su amante no la había abandonado. Después de todo, Jiraiya estaba siendo llorado sinceramente por alguien más que sus hijos.
Ya se había hecho tarde cuando el último de los simpatizantes se quedó sin pretextos para permanecer más tiempo, y Naruto tuvo un momento de intimidad con su familia. Bebió lentamente de su copa de whisky mientras observaba a Mito, que estaba infinitamente más alegre ahora, después de haber enterrado a su marido, de lo que lo había estado durante los doce años que llevaba faltando en casa.
Necesitaba a Hinata, se dijo. Quería estar con ella. El hecho de haberla visto en el cementerio había agudizado su hambre. Hambre sexual, emocional, mental.
Simplemente la deseaba de todas las maneras posibles. Recordaba el modo en que se le expandió el corazón en el pecho cuando ella le dijo que lo amaba, un momento de alegría desbordante. Igual que un idiota, aún no le había dicho que él también la amaba, pero aquél era un lapsus que tenía la intención de rectificar en cuanto tuvieran una oportunidad para estar solos.
En este preciso momento, tenía algo que decir a su madre y su hermana.
—Voy a casarme —dijo con calma.
Dos pares de ojos perplejos se volvieron hacia él. En los de Karin vio consternación que rápidamente se transformó en aceptación, y su hermana asintió levemente con la cabeza.
—¿En serio, cariño? —murmuró Mito—. Perdóname, no he estado muy al día de tu vida social. ¿Con alguien de Nueva Suna?
—No, con Hinata Uchiha.
Mito depositó con toda calma su copa de vino.
—Esa broma es de muy mal gusto, Naruto.
—No es una broma. Voy a casarme con ella en cuanto podamos organizarlo.
—¡Lo prohíbo! exclamó ella.
—Tú no puedes prohibir nada, madre.
Aunque Naruto lo dijo con calma, Mito reaccionó como si él la hubiera abofeteado. Se puso de pie, erguida como una reina.
—Eso lo veremos. Puede que tu padre se relacionase con esa gentuza, ¡pero por lo menos nunca la trajo a casa ni esperó que yo me relacionara con ella también!
—Ya basta —dijo Naruto en un tono suave y peligroso.
—Por el contrario, si te rebajas a casarte con esa ramera, descubrirás que esto no ha hecho más que empezar. Yo me encargaré de hacerle la vida tan desgraciada...
—No, no harás tal cosa —la interrumpió Naruto dejando bruscamente el vaso en la mesa de forma que el whisky se derramó por el borde. —Voy a dejar clara una cosa, madre: Sé lo que contiene el testamento de papá. Te dejó a ti dinero suficiente para que mantengas tu nivel de vida, pero todo lo demás nos lo dejó a Karin y a mí. Si te portas como es debido y tratas a mi esposa con cortesía, podrás continuar viviendo aquí. Pero no te equivoques: La primera vez que la molestes, yo mismo te acompañaré hasta la puerta. ¿Está claro?
Mito se encogió con el semblante pálido y mirando a su hijo con ojos desencajados.
—Karin —dijo con voz frágil—. Ayúdame a subir a mi habitación, querida. Los hombres son tan poco civilizados...
—Jódete, madre —dijo Karin con cansancio.
—Perdona, ¿Cómo has dicho? —Mito habló en un tono helado.
Karin, visiblemente, hizo acopio de fuerzas. Estaba tan pálida como Mito, pero no retrocedió.
—Lo siento, no debería haber dicho eso. Pero Naruto se merece ser feliz. Si no quieres asistir a su boda, de acuerdo, pero yo pienso ir encantada. Y ya que estamos hablando del tema, yo también voy a casarme. Con Suigetsu Hõzuki.
—¿Quién? —preguntó Mito con expresión vacía.
—El sheriff.
Su boca se curvó en un gesto de desdén.
—¡El sheriff! Realmente, querida, es...
—Perfecto para mí —terminó la frase Karin con firmeza. Parecía a la vez asustada y entusiasmada por haberle hecho frente a Mito por fin—. Si quieres venir a mi boda, me alegraré, pero no puedes evitar que me case con él. Además, madre... creo que serías más feliz si te fueras a vivir a Nueva Suna.
—Buena idea —dijo Naruto guiñándole un ojo a su hermana.
A la mañana siguiente, Hinata fue a Nueva Suna para asistir al funeral del señor Yamanaka. Tenía la esperanza de que la llamara Naruto, pero comprendió que no lo hubiera hecho. Había insistido machaconamente al sheriff Hõzuki para que hiciera lo que pudiera para entregar el cadáver del señor Yamanaka, y él le había dicho que Naruto estaba enredado en el proceso de verificar oficialmente el testamento de su padre y utilizando su influencia para acelerarlo.
Las dificultades legales que planteaba un poder escrito falso, en virtud del cual había dirigido sus posesiones financieras a lo largo de aquellos años, quedaron invalidadas en su mayoría, ya que en su testamento Jiraiya se lo había dejado todo a Naruto y Karin, pero aún quedaban problemas que solventar.
Sakura acudió a Nueva Suna para estar con Hinata, pues por el teléfono había percibido que estaba más afectada por lo del señor Yamanaka de lo que había dado a entender. Al breve funeral asistieron sólo un puñado de personas: algunos vecinos, Sakura y ella, la mujer del pelo azulado del bufete de Houston H. Manges.
Para sorpresa suya, también acudió el detective Itachi Ambrose, vestido con lo que parecía el mismo traje gastado. Acarició la mano de Hinata como si ella fuera pariente del señor Yamanaka, y mientras tanto sus desengañados ojos de policía no se apartaron ni un momento del rostro de Sakura.
Hinata estaba demasiado cansada para regresar conduciendo a casa, de modo que tomó una habitación en un hotel para pasar la noche. Sakura decidió quedarse también, nada sorprendente y salir con el detective Ambrose.
—No me acuesto con un hombre en la primera cita —dijo Sakura a la mañana siguiente, parloteando con nerviosismo—. Quiero decir que simplemente no quiero, es demasiado peligroso, además de vulgar.
No se estaba quieta mientras las dos daban cuenta del desayuno dispuesto en el carrito del servicio de habitaciones, en el cuarto de Hinata; jugueteaba con la servilleta, con la cubertería, con la ropa. Su mirada revoloteaba por la habitación; la suya era contigua y prácticamente idéntica, pero a ella por lo visto todo le resultaba enormemente interesante.
—Puede que esté pasada de moda, pero yo creo que el sexo debe esperar por lo menos hasta que exista un compromiso, y todavía sería mejor esperar hasta el matrimonio. Las mujeres arriesgamos demasiado al irnos a la cama con un hombre que no es nuestro marido...
—Entonces, ¿estuvo bien? —la interrumpió Hinata tomando un sorbo de café.
Sakura se puso una mano en el pecho y puso los ojos en blanco en un gesto teatral.
—¡Dios mío, ya lo creo! —Se levantó de un salto y se puso a pasear por la habitación—. No me creía lo que estaba pasando, yo no hago esas cosas, pero este hombre estaba decidido y fue todo como en una montaña rusa, que no hay modo de salirse. Bueno, no es eso exactamente lo que quiero decir. Lo de salirse, vamos, porque sí que... —De pronto se interrumpió y se puso intensamente colorada.
Hinata estuvo a punto de ahogarse con el café, de tanto reír
—Quiere verme esta noche, pero yo le he dicho que tengo un vuelo de regreso a Kirigakure y que tendrá que llamarme a casa si quiere verme otra vez. — Sakura parecía angustiada—. ¿Tú crees que habrá alguna forma de frenar esto y volver al camino correcto?
—Puede —contestó Hinata, pero ya había visto a Sakura enamorada en otras ocasiones y dudaba que hubiera algo que la frenase.
Pasaron la mañana yendo de compras, rellenando el ropero de Hinata con el surtido de las boutiques de Nueva Suna. Se marchó de la ciudad hacia las dos de la tarde para permitir a Sakura intimidad y tiempo para otra cita con el detective Ambrose.
Llegó al motel, su hogar temporal, a las cuatro. Reuben la saludó con la mano y salió a su encuentro para ayudarla con las bolsas. Acto seguido, hambrienta tras el ejercicio, fue al centro del pueblo para ir al café de Tenten.
Estuvo un rato charlando con Tenten y después pidió el emparedado de ensalada de pollo que se había convertido en su cena habitual. Estaba sentada a una mesa de espaldas a la puerta y justo acababan de traerle el emparedado cuando oyó que la puerta se abría con un estruendo.
Se hizo un brusco silencio en el interior del café. Sobresaltada, levantó la vista y se encontró con un iracundo Naruto Namikaze que se cernía sobre ella. Debía de haberlo llamado Reuben, pensó distraídamente. Llevaba el pelo rubio suelto, esparcido sobre los hombros.
—¿Dónde diablos —ladró— has estado metida?
—En Nueva Suna —repuso ella en tono manso, aunque era plenamente consciente de que todo el mundo los estaba mirando sin pestañear.
—¿Sería mucho pedir que me informaras de dónde vas a estar? —barbotó él.
—He ido al funeral del señor Yamanaka —replicó Hinata.
Naruto se deslizó en el asiento de enfrente y parte de la cólera se borró de su cara. Por debajo de la mesa, sus largas piernas chocaron con las de ella, y extendió los brazos para cogerle las manos.
—Estaba cagado de... Estaba asustado —confesó, corrigiendo rápidamente la frase para adoptar un vocabulario más decente—. No dejaste el motel, pero Reuben te vio metiendo una maleta en el coche. Incluso lo obligué a que abriera tu habitación para ver si todavía estaban allí tus cosas.
—No me habría marchado de la ciudad sin decírtelo —dijo Hinata, secretamente divertida por el hecho de que Naruto creyera que tal vez se había ido para siempre.
—Más te vale —musitó. Le apretó las manos con más fuerza—. Mira —empezó, pero se detuvo—. Mierda, ya sé que éste no es el sitio más adecuado para hacerlo, pero todavía tengo toneladas de papeleo que resolver y no sé cuánto tiempo pasará antes de que pueda ver la luz del día. ¿Quieres casarte conmigo?
Había conseguido sorprenderla. Había ido incluso más allá de la mera sorpresa. Se recostó en el asiento, estupefacta y sin habla. ¿Naruto quería casarse con ella? Ella misma ni siquiera se había atrevido a pensar en esa posibilidad. Con el pasado del uno enredado en el del otro, la espinosa situación con su madre y su hermana... En fin, simplemente no parecía que fuera una alternativa.
Era evidente que Naruto se tomó su reacción como un rechazo, y frunció sus cejas. Siendo quien era, inmediatamente tomó medidas implacables para obtener lo que quería.
—Tienes que casarte conmigo—dijo, alzando la voz lo suficiente para que todos los presentes pudieran oírlo—. La niña que estás esperando es mía. Necesitará un padre, y tú necesitas un marido.
Hinata dejó escapar una exclamación y abrió los ojos horrorizada.
—Maldito canalla —rugió al tiempo que se levantaba con dificultad del asiento. No estaba embarazada, y él lo sabía, la menstruación le había llegado con puntualidad, tres días antes. Tuvo una impresión confusa, vertiginosa, de una estancia repleta de rostros ávidos que la miraban fijamente, y de Naruto que le sonreía con una expresión satisfecha y despiadada, disfrutando de su acceso de furia salvaje e incoherente.
Tal vez Naruto captó algo en sus ojos, una advertencia en una fracción de segundo, pero no fue suficiente. La mano de Hinata salió disparada, agarró el vaso de té helado y se lo arrojó en pleno rostro.
—¡No estoy embarazada! —vociferó.
Naruto se levantó también de su asiento limpiándose el té de los ojos con la servilleta de Hinata.
—Puede que no lo estés ahora, pero si quieres estarlo, tendremos que casarnos.
—Cásate con él —le aconsejó Tenten, inclinada sobre el mostrador y sonriendo de oreja a oreja—. Y hazle la vida imposible. Se lo merece, después de esta escenita.
—Eso —dijo él afirmando—. Me lo merezco.
Hinata lo miró fijamente.
—Pero... ¿y tu madre? —preguntó impotente.
Él se alzó de hombros.
—¿Qué pasa con ella? —Hinata abrió la boca para gritar otra vez, pero él sonrió y levantó una mano—. Les he dicho a ella y a Karin que voy a casarme contigo. Mi madre cayó en su síndrome de desaprobación aguda, pero Karin le dijo, literalmente, que se jodieran. Fue lo más divertido que he visto nunca. Bueno, excepto una cosa.
—Sus ojos relucieron al mirar a Hinata, recordándole con malicia lo sucedido en el palacio de justicia—. Karin nos ofrece sus parabienes; va a casarse la semana próxima con Suigetsu. Le sugirió con gran entusiasmo a mi madre que se fuera a vivir a Nueva Suna, que de todas formas siempre le ha gustado más que Konoha. Así que, nena, voy a sentirme muy solo en esa casa tan grande, y necesito a mi ojos de luna para que me haga compañía.
Lo decía en serio. Hinata tragó saliva, una vez más incapaz de hablar. Naruto ladeó la cabeza y le sonrió, con una expresión de deseo y ternura en los ojos.
—Hay otra cosa que quería decirte —murmuró—. Te amo, pequeña. Debería habértelo dicho antes, pero empezaron a ocurrir cosas.
Hinata pensó en pegarle. Pensó en agarrar el vaso de té de otra persona y tirárselo a la cara. Pero en lugar de eso dijo:—Sí.
Naruto le tendió los brazos y ella se echó en ellos, acompañada por la correspondiente salva de aplausos de todos los clientes del café.
Y Vivieron felices
F I N
Llamada "Secretos en la noche" de Linda Howard.
Gracias por comentar y acompañarme en una historia mas
Nos leemos en la próxima
