Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son la genial Stephenie Meyer, yo sólo juego con ellos n.n
Nos leemos abajito, hay algo importante que quiero compartirles =)
Capítulo 6
.
Bella
No podía negar, creo que nadie negaría que, cuando ves a un chico "Triple S" poseedor de un buen cuerpo, mirada penetrante y segura y una sonrisa bonita, caes rendida a sus pies. Tu cuerpo podría desconectarse completamente de tu conciencia, y sólo se dejaría llevar por el placer y la pasión que éste podría entregarle. ¿Y qué hay de ti? Te aseguro que no podrías hacer nada al respecto.
Bueno, algo así me pasaba o, mejor dicho, me había pasado en algunas ocasiones en las que con Alice y Leah habíamos visitado alguna discoteca o pub influenciadas por la adrenalina del momento o apresadas por el stress. Siempre habíamos dicho que un revolcón era un buen remedio para esas dos cosas, aunque, claro, me haya traído varios problemas en el pasado.
Debo aclarar que yo no era una chica que saltaba de cama en cama todos los fines de semana, pero, según nuestra esencia femenina –como lo llamaba Leah– tampoco podía negarme a pasarla bien uno que otro fin de semana con algún chico guapo... Ya saben, sin complicaciones, ni reclamos, ni ataduras absurdas, solo era una 'aventura sin sentido'.
Leah, por el contrario, era una chica más práctica y dinámica. Su vida no giraba en torno a los hombres, a excepción de uno: Seth, todo lo contrario, sabía muy bien diferenciar los sentimientos del corazón con la razón y la pasión, lo cual me sorprendía e incluso me daba un poquito de envidia sana, pues no los mezclaba y siempre salía victoriosa de algún encuentro amoroso. Creo que el tiempo y la experiencia habían desgastado su espíritu romántico, proporcionándole un punto de vista más realista.
En cambio, Alice… ¿Qué podría decir de mi pequeña demonio? Sólo que su optimismo para las citas era inagotable y se notaba desde lejos, muy a pesar de la mala suerte que traía consigo.
Pero las tres, al fin y al cabo, éramos iguales en el mismo sentido… desinhibidas para el sexo.
Por eso, cuando aquel día de la 'Bienal de Arquitectura' me presentó a su primo Emmett y a Jacob, mi instinto de mujer, llevada por la lujuria que experimentó mi cuerpo al ver a dos hombres robustos, con bíceps bien marcados y muy guapos, me dijo que no podía dejar pasar a ninguno de ellos. Además, sus ojos y sus gestos hablaron por sí mismos, ofreciéndome el mejor sexo que podía lograr en mi vida.
Sin embargo… Alice, como toda una planificadora y lectora de mentes supo manejar el momento y ¡gracias a Dios que lo hizo! Porque quizá nunca hubiera conocido a Edward...Aunque con su olvido, su ausencia y su falta de compromiso ya no sabía qué pensar. Era ilógico que yo siga como corderito esperándolo.
Como destino o casualidad… justo ahora, frente mío estaba Jacob, un "Triple S", de buen cuerpo, mirada penetrante y una sonrisa bonita, pero que… actualmente, no me hacía sentir nada, absolutamente nada. Al verlo, mi cuerpo no reaccionó como aquella vez, mi corazón no saltó ni brincó de anticipación, mucho menos de alegría, era como si esas partes de mi anatomía estuvieran congeladas, como si fuera una princesa de hielo, una prisionera encadenada, en espera de su ardiente liberador: Edward.
¡Maldita sea! "¡Ese chico ya me marcó!"
Sólo el carraspeo de una voz, me volvió a la realidad.
―¿Qué dices, preciosa? Podríamos ir al lugar que tú quieras ―insistió Jacob mirándome fijamente, con cierto éxtasis, con esa pizca de lujuria que intercambiamos aquella vez en la Bienal y por ello, indudablemente esperaba una respuesta afirmativa de mí.
—¿Qué propones? —le respondí y él empezó a mencionarse una lista de bares de la zona sur. Aún no le decía que sí, pero podría ser una buena idea salir con él para averiguar más de Edward ya que por lo que escuché hasta ahora, era una caja de pandora.
Traté de poner atención, pero no podía pues en mi oído un zumbido irritable me tenía nerviosa, recordaba con claridad cada una de las palabras que había mencionado hace instantes…
"Edward lo dejó encargado hasta que se le dé la gana de regresar".
"Son interesantes las cosas que pueden decir los Cullen"
Cada vez más y mi corazón ya estaba acelerado.
¡Qué incertidumbre! Ir o no ir con él… Averiguar o pasar por el alto esas palabras… ¿No sería más fácil esperar a Edward y escuchar de su propia boca las explicaciones que él debía dar?
Suspiré. Era verdad, no podía fiarme de Jacob, era un extraño para mí; además… No quería ir a comer con él. Lamentablemente, no lo sentía correcto.
—Aunque si quieres, podríamos planear una visita a Milwaukee, está a una hora y conozco un lugar muy agradable para cenar.
Lo miré un momento. Tenía unas pestañas largas y espesas.
―No creo que pueda almorzar contigo hoy, Jacob. Tengo que trabajar ―finalmente respondí.
―Bueno, podría esperar ―sonrió―. Aún es muy temprano para el almuerzo ―agregó alzando la manga de su casaca y mirando su reloj.
―Discúlpame, en serio, pero de aquí, debo ir a la empresa a entregar unos informes, y quizá no tenga tiempo ni para almorzar ―mentí forzadamente. Mi mente estaba obligada a pensar toda clase de excusas y disculpas.
―Oh… está bien, lo podemos dejar para otra ocasión, ¿te parece? Tenemos mucho tiempo por delante ―asentí mecánicamente. "…hasta que a Edward se le dé la gana de regresar…", sonó en mi oído―. Pero... podría acompañarte un rato. ¿Qué dices? ― insistió con ligera rudeza.
―Claro ―bateé mis pestañas aún confundida. Era un momento surreal―. Sígueme.
Lo invité a dar una vuelta por la obra, no sin antes recoger de la caseta una copia del plano de distribución general. El maldito zumbido seguía atacando mis oídos.
―¿Me dejarías echarle un vistazo antes? ―acepté frunciendo el ceño. No era muy partidaria que otros profesionales vean mi trabajo con escrutinio, me sentía orgullosa de mi proyecto, pero el saber que había personas que podían hacerlo mejor que yo, le daba de golpe a mi autoestima.
―Me gusta la distribución de las zonas de esparcimiento. Pero, hacer el estacionamiento en sótano, te llevará mucho fierro ―me comentó segundos después sin dejar de mirar el plano. Él como ingeniero debió darse cuenta de ese pequeño pero importante detalle―. ¿De cuántos pisos será el condominio?
―Por la zona, no podemos excedernos, así que sólo contemplamos doce ―respondí.
―No es mucho. Felizmente que la mayor parte del estacionamiento será bajo la loza de futbol ―sonrió guiñándome el ojo, pero no me interesó.
"… hasta que a Edward se le dé la gana de regresar…"
¿Dónde miércoles se había metido Edward? ¡Me tenía al borde del colapso!
―Sí. Traté en lo posible desarrollar un proyecto rentable, que evite gastos adicionales a la compañía ―finalicé mi típico y muy aprendido discurso.
Jacob asintió complacido y muy sonriente. ¿Siempre era así? ¿Siempre sonreía? Sin dejar de hacerlo, se quitó la casaca y la colocó en el respaldo de la silla. Se irguió totalmente y por primera vez lo vi con claridad. Portaba una camiseta blanca manga corta en 'V' muy ceñida a su cuerpo. Los músculos de sus brazos y pecho traspasaban la tela, dejándome notar a simple vista lo bien formado y duro que tenía su anatomía. Poseía facciones rebeldes, hombros anchos y gruesos, -parecía un fisicoculturista moderado-, y un cabello de un intenso color negro al igual que sus ojos que no dejaban de examinarme, bajé mi vista a sus labios y me reprendí a mí misma, ¿por qué lo hacía? No podía acercármele con otras intenciones. El idiota de Edward me había marcado y mucho.
―Tienes mucha creatividad Bella. No creo que podría ser capaz de hacer algo como esto ―volvió a sonreírme infundiéndome confianza y equilibrio. Ya no era el mismo Jacob al acecho como un lobo, era un Jacob mucho más tranquilo; y lo que dijo llamó mi atención dejando atrás el molestoso zumbido.
―¿Por qué? ―inquirí. Jacob se veía como un buen profesional sabedor de las cosas de su carrera.
―No lo sé. Ahorita ando pensado y decidiendo si la escuela de ingeniería fue lo correcto para mí.
―¿Por qué lo crees así?
―No me siento cómodo al estar diseñando planos en una computadora, ni sacando presupuestos. No es lo mío, prefiero mil veces, lanzarme de un paracaídas o practicar skii sobre un volcán… ya sabes, sentirme libre, estar en contacto con el peligro ―me explicó mientras salíamos de la caseta, la luz del sol dio de lleno en su piel morena tornándola rojiza, y su sonrisa impecable brilló. Era muy guapo.
―Suenas como si fueras un hombre peligroso ―soltó unas carcajadas.
―Quizá lo sea. Debes de saber que, en la juventud, uno hace cosas muy, muy locas ― y me lo dice a mí, que lo sé muy bien―. Y peligrosas ―añadió fingiendo un tono de voz serio y escalofriante. Sonreí por instinto ante tal ocurrencia.
―Sí, lo sé ―respondí tratando en vano de comprender qué clase de locura podría haber hecho él, las mías las conocía muy bien, empezando por tirarme a Edward en el piso de mi departamento después de disfrutar del vino de una manera muy peculiar.
"¿En dónde está? ¿Por qué no llamó?", maldecí internamente.
Felizmente, y conforme iban avanzando los minutos, la plática con Jacob se volvió interesante y cómoda. Su espíritu era muy jovial, un poco alocado, pero que iba muy bien con su porte rebelde y decidido. Lástima que, siendo tan joven, aún no sepa qué hacer con su vida.
―Y bien preciosa, ¿Siempre has vivido aquí? ― me preguntó mientras caminábamos por el terreno.
―No. Soy de Forks, pero vine a la ciudad hace aproximadamente cinco años para empezar a estudiar arquitectura.
―¿Y por qué escogiste Chicago? Conozco otras facultades que podrían haber sido más interesantes y adecuadas a tu inteligencia que ésta ―dijo sutilmente.
Suspiré.
―Gracias por lo que me toca.
—Es cierto, no te engañaría de esa forma.
Entrecerré los ojos, como si lo estuviera analizando.
—Quise estudiar en New York, pero no podía irme muy lejos de casa, en aquella época mi mamá estaba muy mal y no quería estar en una ciudad a miles de kilómetros de Forks ―me miró con extrañeza, como si quisiera decirme algo, pero no se atrevía.
Seguro que quería preguntar lo inevitable, y yo de ese tema no quería hablar mucho.
Pero de lo que sí quería hablar era del tema que llevaba perturbándome. Era hora de aprovechar sus defensas bajas para arremeter con todo y averiguar un poco. Eché un vistazo a los demás obreros que estaban trabajando cabeza gacha y que ni se interesaban en nuestra conversación, sólo vi a Paul levantar la mirada hacia aquí un par de veces, pero más nada.
―¿Y qué hay de ti? ¿Siempre has sido amigo de Emmett y de Edward? ― no quise dar mucho énfasis en su nombre ― O ¿se conocieron en la Universidad?
―Más o menos. Con Emmett hemos sido amigos desde que fuimos al nido, somos prácticamente como hermanos.
—¡Wow! Su amistad es de años, suena interesante.
—Sí, no sabes lo que somos juntos —me guiñó el ojo—. Pero… con Edward es distinto, lo traté cuando estábamos más crecidos y siempre ha tenido ese carácter contradictorio. Es más reservado, creo que se debe a todo lo que le pasó de niño —se rascó la barbilla como si estuviera recordando algo y yo moría por saber qué era. ¿Qué le pasó de niño? ¿Había tenido una mala infancia? ¿Tendría algo que ver con su ausencia? "¡Qué alguien me dé respuestas y no más incógnitas!".
—No me pareció tan reservado cuando hablé con él —dije, sin mirarlo y guiándolo por el senderillo de cemento. Él se encogió de hombros y pareció no importarle.
Y yo seguí disimulando, y lo hice muy bien, más cuándo siguió contándome algunas anécdotas de Emmett y Edward en California, donde al parecer habían vivido por muchos años, antes de mudarse a Florida.
Mi pobre corazón ya estaba buscando la forma de reconfortar al pequeño corazoncito y alma de niño que tenía Edward. Algo le había pasado de pequeño…
―En fin, creo que no podría existir persona en toda América que conozca a ese par mejor que yo ―añadió aún exaltado.
Sí que Jacob hablaba sin medir las consecuencias.
―Debe ser muy interesante contar con amigos que conoces de toda la vida. Yo creo que es un reflejo de mayor seguridad.
―Así podría decirlo―. Sacó su iPhone del bolsillo del pantalón y de inmediato sus facciones alegres cambiaron―. Bueno preciosa, debo irme, ¿estás segura que no quieres cenar conmigo más tarde?
―No puedo, es en serio, Jacob ―volví a mentir. La cabeza ya me daba vueltas por tener tanta información en tan poco tiempo.
―Ok… pero vendré por aquí más seguido si no te molesta ―su voz no sonó a permiso, todo lo contrario, era una afirmación. Yo confirmé con mi cabeza sin dejar de escuchar el molestoso zumbido en ella―. Ha sido muy interesante conversar contigo. ¡Ah! y dime Jake, es más amistoso ― me dio una gran sonrisa.
―Está bien, Jake.
―¡Genial! Ten preciosa ―me alcanzó una tarjetita con su mano derecha―. Aquí está mi celular por si en la noche te sientes aburrida y tengas ganas de salir de fiesta. Iremos a un pub de la calle White, seremos un grupo pequeño ― Alargué mi mano para aceptar el papel mientras él, aprovechando ese movimiento, implantó un beso cálido en ella, sorprendiéndome.
―Gracias ―le dije temblorosa y él consciente de aquel segundo de debilidad, me sonrió triunfante. Se despidió de mí y caminó lentamente hacia su auto negro.
Lo miré con una ligera extrañeza. Los amigos de Edward no dejaban de sorprenderme. Paul, por un lado, de aspecto jovial y Jacob, tal cual macho alfa al acecho, coqueto por naturaleza. Aun así, sentía cierta curiosidad, e incluso, una pequeña superstición sobre él, pues, tanto como Paul y Jacob eran los únicos que conocían al verdadero Edward Cullen.
Y eso era intrigante.
.
.
.
Un par de horas más tarde, subí a mi coche y me dirigí a la empresa. En el camino, logré pasar por un Starbucks y compré un latte. No deseaba nada más, mi cabeza era un caos y prácticamente manejé en automático. Refugiarme en mi trabajo una vez más y desconectarme del mundo sonaba de lo más tentador.
Pero no sirvió de nada. Como sucedía en los últimos cuatro días, mi cabeza sólo servía para pensar en una sola persona, en las cosas que él podría estar haciendo, en lo que me ocultaba, en sus secretos, en lo que le había podido suceder de niño. ¿Pero qué ganaba pensando en él? ¡Nada! Ya me había propuesto olvidarlo y hacer como si aquellos días no hubiesen existido, aunque cada lugar me dijera lo contrario.
"Quizá sea por lo que le pasó de niño", me recordó una vocecita seguida de una sarta de zumbidos (creo que nunca se iban a ir).
Sí, quizá.
Lo único cierto era que, Edward se había vuelto tan intrigante para mi mente como tan necesario para mi cuerpo. Además, la misma energía que me atraía a él y me hacía cometer las más avezadas locuras, me golpeaba de manera apabullante cada minuto haciéndome ver la realidad, poniéndole fin a mis fantasías de niña inmadura.
"Lo que pasa, Isabella, es que eso te tiene suavizada, te crees capaz de sanar un pequeño corazón."
―¿Arquitecta, Swan? ―logré escuchar distantemente—. ¿Le sucede algo? —Parpadeé lentamente tratando de reconocer aquella voz.
Cuando entorné los ojos, Jessica estaba parada frente mío con una pila de documentos, se le notaba preocupada y yo, ni siquiera sabía por qué estaba sentada ahí, debería estar en la obra. ¡Qué fácil era para mi mente abstraerse del mundo!
Felizmente cuando noté sus facciones me sentí extrañamente contenta pues no traía cara de cansada ni de retraída, sino todo lo contrario, guardaba un ligero brillo de felicidad en sus bonitos ojos azules y de cierta manera, aquello me reconfortó. Al menos, para alguien cercano a mí, las cosas estaban marchando bien.
―Es Bella, Jess ―le recordé.
―Oh sí… Bella, aquí le…te traigo el informe que el doctor Chang envío esta mañana ―alcé mi vista con rareza―. Quieren que lo analices ―me entregó un folder color crema.
Hice una mueca y abrí el folder. Se trataba de un informe detallado que contenía los datos físicos (área, linderos, perímetro, estudio de suelo) y aspectos legales del próximo terreno que supuestamente íbamos a adquirir como empresa. El tema legal no era mi especialidad así que no entendía por qué tendría que analizar todo esto, pero bueno, si el jefe lo enviaba, tenía que ser por algo, ¿no?
―¿Ya lo vieron en asesoría legal? ―quise saber.
―Sí. Sólo falta que Usted… digo, tú, lo veas.
―Ok. Empezaré a trabajar en esto ―dije sin ánimos, pero esperanzada a que resultara una gran distracción para mi mente.
―Bien, lo segundo que debo decirte, es que el señor Smith ha concertado una reunión para la próxima semana.
―¿James? ¿Y qué quiere ahora? ―bufé y Jessica sonrió―. ¿No puedes decirle que no estaré disponible?
―Me temo que no. Los demás arquitectos ya están avisados.
―¡Mierda! ―exclamé audiblemente para luego enterrar mi cabeza en la laptop. Jessica tuvo que tomar asiento para evitar caerse de la risa. No éramos las mejores amigas del mundo, ni tampoco participaba en nuestra reunión alcohólica de los sábados, pero transmitía muy buena vibra, además de ser discreta y alguien en quién podía confiar acá en la empresa. Me ayudó con mi pequeña escapada a Forks para ver a mi papá, ¿qué otra prueba más podría querer?
―Puedo inventar algo ―sugirió un poco más calmada. Fue mi turno de mirarla y quise abrazarla―. Si te molesta la reunión, puedo ir en tu representación.
¡Qué alguien le dé un premio a esta mujer! Yo estaba derrotada, toda esta cuestión del trabajo y Edward me estaban matando, no me estaba haciendo bien… y "¿Desde cuándo yo me preocupo por los hombres?"
―¿Sucede algo malo? ―preguntó.
― No. No es eso ―pasé mi mano por el cabello. Me mordí el labio inferior un largo rato hasta que no pude aguantarlo más, no se lo había contado a nadie, y eso me estaba carcomiendo el interior―. Jess, ¿qué harías si Mike viaja, te promete llamar, y no lo hace?
― Pues… ―sonrió levemente―. Lo llamaría, por supuesto. Quizá le pasó algo y fue imposible ubicarme ―dijo temblorosa.
Ella tenía razón, ¡pero qué idiota fui! Edward habría podido sufrir un accidente, podría estar hospitalizado o en la cárcel, y no habría forma de avisarme, Alice no tendría por qué hacerlo, ya que no sabe nada de lo que pasó. ¡Dios! Él podría estar mal y yo aquí recriminándolo sin fundamento.
¿Excusas típicas de una chica desesperada? ¿Acaso la ley de leyes no era esa? Si un chico no te llama es porque no quiere nada contigo. Ya me sentía Ginnifer Goodwin en He's Just Not That Into You.
―¿Me prestas tu celular? ―dije acalorada.
―Si claro, toma.
―Gracias… El mío se quedó sin batería ―mentí, porque muy a pesar de mi desesperación, no podía llamar de mi celular y mostrarme así. Sí, tengo orgullo, aún―. Sólo será una llamada corta.
Con nervios, sintiendo que mi traicionero corazón se encogía y saltaba fuera de mi pecho y sabiendo perfectamente que si escuchaba la voz aterciopelada de Edward no me iba a resistir, marqué el número que lo conocía de memoria –cúlpenme- y no pasó nada. Timbró y timbró infinidad de veces, y toda y cada una de las llamadas me dictaba el mismo mensaje: "Fuera de área".
¡¿Y ahora a dónde se había metido Edward?
"Hasta que se le dé la gana de regresar (…)"
No. Él me prometió regresar.
"En una semana, o dos… es lo mismo para él (…)"
No, no es lo mismo.
No podía estar en medio de un desierto o en el fin del mundo ¿o sí? O quizá estaba con otra… Sí era lo justo, era lo lógico. ¡Les dije! Las citas son armas de doble filo, sólo si te involucras sentimentalmente, lo puedes confirmar; ellas te tienen colgada de un hilo muy fino, tan fino que, sin avisar, podría romperse cayendo contigo al vacío.
Entonces, ¿Quién podría curar y calmar mi corazón cuando él se haya ido para siempre?Esto podría ser una pequeña probadita de todo.
―Bella… ―tosió― ¿Bella? ―parpadeé varias veces al tanto que las manos de Jessica se movían de arriba hacia abajo frente a mis ojos.
Tierra llamando a Bella…
―Sí…
―El botón 3 se está prendiendo ―me señaló el aparato telefónico.
―Oh… gracias, ahorita contesto.
―Si me disculpas, iré a almorzar. Mike ha venido a recogerme y está esperándome —me dijo Jessica parándose de la silla.
―Sí, claro… y Jess ―volteó―, gracias ―ella sólo sonrió y se marchó.
Tomé la llamada y no escuché nada, ni un suspiro. Me pareció rarísimo y estaba a punto de llamar al área de telecomunicaciones, pero mi celular sonó. Por un momento pensé que era Edward, sin embargo, el número telefónico no era de él y menos la voz rasposa que me habló tras la otra línea.
Era Charlie y una inusual tos seca.
—¿Sucede algo, papá? —pregunté alarmada.
―No, hija. Nada de qué preocuparse, una tonta gripe ― me preocupó escucharlo así—, pero sí tengo noticias de la casa, he recibido una nueva oferta. La estuve revisando y es ten…
―Charlie, ni pienses en vender la casa —lo corté, con el corazón desbocado—. Para eso estoy yo, ¿ok? ―le recalqué.
―Me siento mucho más tranquilo que sigas pensando así, Bella —hizo una pausa inhalando aire—. Pero… mi llamada no es para eso, así que no me reprendas.
—¡Oh Charlie! —contesté ruborizada.
—Te llamo porque quiero comentarte que el doctor me ha dado de alta, cree que ya no necesito tanta medicación ―finalizó muy entusiasmado, podía jurar que una gran sonrisa se le formaba en sus labios logrando que su pequeño bigote se moviera unos centímetros.
―¡Eso es perfecto, papá! ―respondí con igual o mayor entusiasmo. Era genial saber que Charlie estaba saliendo adelante de la profunda depresión que lo tuvo sumergido muchos años, desde la muerte de… ― Espero no dejes de tomar ni una pastilla, ¡no le vayas a engañar al doctor Phillips! Si no, él me contará y ahí, jovencito, usted estará en problemas ―cambié mi voz a una más maliciosa.
―No, señorita. Seguiré al pie de la letra las nuevas indicaciones. La próxima vez no te haré venir en vano.
―No lo haces papá, voy porque quiero. ¿Y sabes? Necesito vacaciones… quizá me veas más pronto de lo que imaginas.
―Sería maravilloso, Bells.
―Sí, para mí también.
No sé si lograría vacaciones, pero podría sugerirle a mi jefe que me dé unos tres o cuatro días libres. Total, soy yo quién le hace los malditos costos y presupuestos y soy yo quién salva a su empresa de pagar impuestos elevados, así que algo se me tendría que ocurrir…
Y bueno, necesitaba algunos días para pensar y desligarme de todos, de la empresa, de Edward, de Alice, de James, de la obra, de Jacob, de las responsabilidades… ¡de todo! Tendría que hacerlo por mi bien.
Inmediatamente después de explicarle a Charlie sobre los pormenores de la obra que estaba construyendo y de prometerle que el domingo lo llamaría, colgué el teléfono y decidí arreglar todo el caos que era mi escritorio. Entre aquellas torres de papel, había documentos que ya no eran necesarios, así que los revisé y clasifiqué mientras que a otros los arrojé a la basura. Me di con la sorpresa que, entre ellos, había un folder azul que tenía un holograma especial, rectangular, en relieve y masterizado.
Lo abrí y contenía un resumen detallado de todas las actividades que se realizaron en la obra durante mi estadía en Forks, incluso, tenía impreso los gastos por maquinaria, los metros cuadrados que se excavaron con ellas y el costo del transporte del desmonte. En la obra tenía una copia, pero no con tanto detalle ni con aquel holograma; es más, el papel era más grueso y tenía grabado en cada una de las hojas una firma, la cual, en la última hoja, aparecía al lado de un sello:
Emmett McCarty.
Ingeniero
"McCarty"
"McCarty"
¡Claro! Ese era el nombre completo del primo de Alice.
Por culpa de Edward, no había tenido mucho tiempo para pensar con lucidez, y claramente existía algo que estaba dejando pasar por algo y era la extraña conexión entre Edward y Emmett. Mi chico fugitivo me había comentado que todo había sido un ardid, que él había fingido ser capataz para conocerme… pero a estas alturas, ¿qué parte fue mentira y cuál era verdad? ¿Qué debía creer en realidad? ¿Por qué tenían diferente apellido si eran hermanos? Porque lo eran, ¿cierto?
A estas alturas, era innegable que Edward escondía muchas cosas…
.
.
.
Al día siguiente, hice la misma rutina salvo que ya no resultaba divertido llegar al condominio y encontrar lo mismo. Y eso que aún me faltaban cinco meses más.
Jamás habría podido imaginar que mi vida podría dar un giro en tan sólo una semana. Debía ser idiota porque a veces bastaba de un solo minuto para cambiar el rumbo de las cosas, pero yo no era idealista ni tampoco creía en las leyendas del hilo rojo ni de la media naranja; así que pensar que un chico podría poner de cabeza mi mundo estaba muy lejos de ser mi ideal.
Pero debía aceptar que sí, que quería sentir su calor, su cuerpo, sus labios besándome, lamiéndome, tomándome. Quería decirle que sí, que estaría para él cuando él quisiera, cuando me necesitara mas no era sensato, eso sólo traería problemas. Se había ido una vez, había roto su promesa, ¿qué podría hacer después? Negué con la cabeza, no podría aguantar una desilusión.
"Si no juegas por el temor de perder, no hay forma de que puedas ganar", me recordé en vano. Creo que siempre jugaré sentada en los bancos de reserva.
De pronto, un ruido fuerte, ahogado llamó toda mi atención. Me dirigí hacia fuera y quedé impresionada con una hermosa moto deportiva negra, elegante y agresiva a la vez.
―Hey ―me dijo Jacob después de sacarse el casco de la cabeza. Se le veía radiante y muy simpático.
Y su felicidad era contagiosa.
―Wow, Sí que eres peligroso ―afirmé divertida.
―Te lo dije preciosa ―respondió. Una sonrisa surcó sus labios y comenzó a avanzar hacia mí de un modo extraño―. Esta belleza me hace correr a 300 kilómetros por hora. Me hace sentir peligroso.
Mis gestos se distendieron un poco. Jacob estaba loco.
―¿Cómo te fue anoche?
―Normal. Hubiera sido más interesante si hubieras accedido a venir conmigo.
―Hablo en serio, Jake.
―Y yo también ―me guiñó un ojo, y yo reí.
¡Dios! Era muy coqueto. En otras épocas, me hubiera gustado salir con uno así, estaba segura que hubiera sido una experiencia buenísima pasar una noche bajo sus enérgicos músculos…
―¿Interrumpo algo? ―gruñó, minutos después, una voz masculina interrumpiendo nuestra conversación.
¡Esa voz…! No podía ser… debía estar soñando.
Me giré, como si estuviera en cámara lenta y lo vi. Mi pobre corazón pegó un triple salto mortal, y casi sale disparado de mi cuerpo. La sangre corrió por mis venas con furia y amenazó con hacerme desmayar y morir de un infarto. Era él. Era Edward, parado delante de nosotros, con un jean y una chaqueta, hermoso e irresistiblemente guapo, sus ojos verdes brillaban como diamantes al sol, y su cabello despeinado resplandecía tornándose en un color cobrizo. Lo miré y admiré al tanto que mis mejillas se teñían de rojo; sentí como si hubiera pasado toda una eternidad lejos de él, me olvidé de mis malditas convicciones y sólo quería lanzarme a sus brazos y besarlo, acariciarlo, arrinconarlo a la pared, desvestirlo, marcarlo como mío; pero a su vez, quería gritarle, golpearle el pecho hasta doler, hacerle sentir las malditas horas que desperdicié al pensar en él.
―Edward…
Mi corazón y mi mente habían entrado en conflicto, como un cortocircuito.
―¡Que sorpresa, hombre! ―exclamó Jake palmeándole el hombro y hablando con total frescura―. Paul me dijo que regresabas el lunes o martes. Ya te veía perdido por el mundo.
―Terminé antes de tiempo ―dijo tajante. El brillo de sus ojos se volvió amenazante y todas las ganas que tenía de decirle algo, se apagaron.
Miré a Jacob y noté cómo se pasaba la mano por su cabello en señal de nerviosismo, como si él supiera perfectamente a que se debía la mirada fulminante de Edward.
―Entonces, iré a conversar con Riley, ¿Vino contigo? ―preguntó incómodo.
―Sí ―respondió sin dejar de observarlo. Parecía que quería asesinarlo.
Yo seguía mareada, en un segundo estaba sola, aburrida, al otro, llegaron Jacob y Edward a revolotear mi mundo.
―Bien, es hora de irme. Preciosa —llamó mi atención—, tienes mi número de celular, llámame si te quieres divertir ―me guiñó un ojo. Yo no me moví ni un centímetro, me quedé perpleja observando como el rostro de Edward se contraía furiosamente y sus ojos flameaban.
―Adiós… Jake. ― le dije en voz baja. Edward no fue ajeno a esto pues de inmediato me lanzó una mirada fría.
―¡Paul! ―bramó al ver alejarse a Jacob, el muchacho levantó su cabeza al llamado y se acercó de inmediato. Edward fue a su encuentro y noté que intercambiaban algunas palabras, su rostro aún seguí ávido y más pálido de lo normal.
¿Pero qué carajos estaba sucediendo? ¿Qué había pasado entre ellos para odiarse a tal punto?
Para colmo, aún no ponía en orden mis ideas y no sabía cómo reaccionar ni qué decirle cuando lo tuviese frente mío. Edward debió haber regresado el lunes, y no hoy… el conflicto de mi cuerpo y mi corazón estaba a punto de explotar.
―Ven ―me jaló de la mano.
―Edward, ¿a dónde me llevas?
―Entra ―dijo secamente. Entré a la caseta y el cerró la puerta tras de sí.
Estaba agitado. Divagó por el angosto cuarto maltratándose el cabello.
―Isabella, me fui sólo cinco malditos días, he hecho lo imposible para terminar antes de tiempo todas las malditas cosas que tenía que hacer porque no podía soportar las ansias de verte ni de tocarte… y tú —hizo una pausa—, te hiciste amiga de Black ―masculló apretando la mandíbula. Su mirada era vacía, inescrutable, subrepticia.
―¿Me estás reclamando? ―pregunté escéptica.
¿Me estaba reclamando? ¿Con qué derecho? Él no tenía ninguno. Idiota.
―Esto no... Esto no debía suceder así… ―dije sosteniéndole la mirada―. Me prometiste llamar, y no lo hiciste. Ni siquiera me mandaste un mísero mensaje, así que no tienes ningún derecho para venir aquí y reclamarme algo.
―Lo sé… quería darte una sorpresa, pero… ―exhaló aire fuertemente y trató de calmarse, los huequitos de su nariz estaban dilatados, y sus ojos emanaban furia, fuego, pero aun así se veía hermoso. Peligrosamente hermoso―. Mira, conozco a Jacob desde hace muchos años y sé cómo es… Tú… tú no sabes la rabia que sentí cuando los vi riéndose… fue letal —siguió paseándose en círculos—. Te quiero lejos de él ―puntualizó con coraje, implantándome su posesión.
―Sólo lo he visto un par de veces, yo no pedí esto Edward ―alcé mi voz.
―Paul me tuvo al tanto y lo sé. Perdóname. Pero a estas alturas deberías haberte dado cuenta que soy un hombre celoso.
"¡Lo sé! ¡Maldita sea! ¡Lo sé!", grité para mis adentros.
Y eso me derretía, me ponía a mil. Pero ahorita la cólera se apoderaba de mi cuerpo. ¡Él no podía exigirme nada!
―Sabía que esto traería problemas desde el inicio ―murmuré.
―¿Qué quieres decir?
Clavé mis ojos en los suyos. No sabía si lo que saldría de mi boca sería lo correcto o un error, pero él debía entenderlo. Dejaría todo el asunto zanjado aquí, tomando la valentía de usar una salida cobarde y estúpida, pero que hablaba desde las más profundas cicatrices. Si no era ahora, sería cuando esté echa un trapo en el suelo, y eso no quería para mí. Visto de esa manera, escabullirme de esta relación no me parecía tan feo. Quizá se lo estuviera facilitando a él.
―De esto —nos señalé—. Dejaste tu trabajo por venir a verme y no es justo. Sé que te estoy atando aquí, a mí, a algo que no es lo que tú haces — No tenía mi cabeza en su sitio, sólo una parte consciente de mi cerebro estaba buscando las palabras exactas para expresar lo que no sentía.
―Puedo hacer lo que quiera con mi vida ―señaló.
―Edward… por favor… es lo mejor —lo miré a los ojos—, creo que unas circunstancias raras nos unieron, lo cual resulta comprensible, pero…no creo que esto pudiera llegar a durar. Somos demasiados diferentes.
―¡Mientes! ―se me acercó, pude sentir su respiración y su aliento a menta en mi rostro―. Sé que mientes, tu cuerpo no podría reaccionar así… ―dijo con voz suave, con la voz que me estremecía. Pasó una mano por mi mejilla, bajando por mi cuello hasta rozar uno de mis senos por sobre la tela, despertando en mí un fuerte impulso sexual―. Sólo yo puedo provocar todas estas sensaciones en tu cuerpo, Isabella, sólo conmigo te conviertes en una diosa del sexo. Tú eres mía…
Si no hacía algo, Edward era capaz de hacerme olvidar hasta mi nombre y yo me dejaría abandonar en sus brazos envuelta en una bruma pasional, sería suya nuevamente sin medir las consecuencias del mañana…
Tendría que empezar la resistencia.
―No, Edward… todo esto fue fantástico, fue…
―¿Maravilloso? ¿Increíble? ¿Perfecto? ―apretó su agarre a mí alrededor e instó una vez más con sus ojos verdes. Asentí. El miedo me invadía.
―Pero, no creo que fuera tan buena idea acostarme contigo —musité, cobrando valor—. Eres primo de Alice, cuando todo esto acabe, será demasiado doloroso.
―Nunca acabará ―afirmó―. Quiero la verdad, ¿Qué intentas decirme, Bella? ¿Ya no quieres verme? ¿Es eso? ¿Te gustó más Jacob? ―rugió. Sus bellos ojos ahora sólo mostraban dolor y decepción.
―¡No tiene nada que ver con eso! ―le grité en respuesta. Llevé una mano a la cabeza. No quería hacerle daño. Jamás pensé que reaccionaría de esa manera. Tan… dolido. También me dolía a mí continuar con esa charada, pero consideraba que no tenía otra opción―. Y quiero que te quede algo muy en claro —apunté a su pecho con mi dedo índice—: No soy la clase de mujer que salta de cama en cama con el primer hombre que se le cruce, quiero dejártelo bien claro ―frunció los labios―. Pero es evidente que somos distintos. Lo nuestro… lo nuestro sólo fue una aventura sin sentido, hermosa sí, pero carente de todo sentido.
Listo, se lo había dicho.
―¿Eso piensas?
―Sí ―me soltó.
―Tú no sabes nada, Bella ―espetó—. ¿Sabes cuál es tu problema? A veces eres demasiado pragmática, siempre quieres jugar sobre seguro en vez de asumir algún riesgo. Pero de esa manera jamás ganarás algo grande. Créeme ―sus palabras me dolieron, esencialmente porque sabía que eran ciertas.
"Si no juegas por el temor de perder, no hay forma de que puedas ganar"
―Alice ya me había advertido de esto.
―¿Perdón? Deja a Alice fuera de esto. Ella no sabe lo que pienso.
―Pues yo sí lo sé. Y sé que mientes ―avanzó nuevamente hacia mí y me tomó la cara con sus manos. Me miró intensamente y me fue imposible respirar. Quizá debía quedarme a su lado, abrir mi corazón hacia sus intenciones para sentirme completa… pero me daba miedo… aquí no se valía los entusiasmos.
Dejé caer mis brazos y me besó con una pasión que sólo conocía y creía posible en los libros y películas románticas mas no en la vida real. No hice nada para detenerlo, al contrario, le respondí el beso con mayor presión... No podía detenerlo, me invadía un veloz destello de necesidad. Edward me pegó aún más a su cuerpo y sentí a pleno su masculinidad haciéndome largar un débil gemido.
De repente, cortó el beso y se retiró con expresión indescifrable. Sus ojos brillaban. Me sentí aturdida, y súbitamente fría sin el calor de su cuerpo. Sólo me quedé observando cómo su silueta desaparecía por la puerta, tras el brillo del crepúsculo.
.
.
.
.•.•.•.
Nota (importante):
*Gracias por leer hasta acá, disculpen si les resulta aburrido, pero las cosas tenían que darse así para que alguien le haga abrir los ojos a Bella, sino seguiría con la misma cantaleta de siempre. Veremos que tanto podrá distorsionar su idea de chica "anti-citas"_
*Ahora, después de la discusión, viene la reconciliación ¿no? O.O ¿Qué piensan ustedes? ¿pronto un nuevo LEMON?
Nuevamente gracias y por favor, no dejen de leer, porque se vienen varias sorpresas, que creo que les gustará! *-* Por lo pronto, la curiosidad de que le pasó a Edward, me está gustando n_n ¿alguna idea, algún presentimiento? ¡háganmelo saber!
¡Y no dejen de comentar por favor! aunque sea para lanzarme amenazas =)
Besos, Lu.
