Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son la genial Stephenie Meyer, yo sólo juego con ellos n.n
Como les prometí, aquí el nuevo capítulo! Espero les guste y puedan resolver algunas dudas o quizá aparecen otras nevas (xD) Nos leemos abajito.
Capítulo 11
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Edward
— ¿Qué te parece este, Edward? ¿Crees que a Heidi le gustara? —me preguntó Riley por enésima vez señalándome un hermoso anillo de diamantes que se encontraba exhibiéndose en una delicada cajita de gamuza azul. Era precioso y tenía un brillo especial, que en comparación de los otros anillos que nos mostraron en la West Side, quedaban insignificantes al lado de tal majestuosa piedra.
— Es perfecto —le dije con total sinceridad palmeándole la espalda—. Heidi quedará encantada.
— Eso espero. Aunque… reconozcámoslo: Heidi es perfecta —dijo orgulloso.
— No más que mi Bella, te lo aseguro —repliqué.
— ¡Eso tengo que verlo! —sonreí negando con la cabeza. No le refutaba nada porque sabía que él saldría perdiendo. Bella era preciosa y muy valiosa, muchísimo más que cualquier diamante y cualquier estrella del firmamento. Además, no quería malograrle el momento a mi amigo, él estaba feliz por las buenas ganancias que nos trajo el último negocio que habíamos hecho con los Federline, el cual nos permitía disfrutar de ciertos privilegios.
Por ello, y antes de dirigirnos a la torre Willis –para la inoportuna reunión con los Federline–, Riley me había pedido que lo acompañara al centro de Chicago para comprar un nuevo anillo de compromiso a su novia y futura esposa Heidi. Me sorprendió mucho su decisión, pues hacía seis meses, cuando se comprometieron, él le había obsequiado una hermosa sortija de oro; pero ahora insistía en comprarle un anillo de mayor precio para impresionar a ella y a sus padres quienes, según lo que me contó, eran dueños de una empresa de calzado importante al norte de California. Riley estaba tan nervioso por volverlos a ver, que hasta había alquilado la mejor suite del "Ritz-Carlton", el hotel más caro de Chicago, para hospedarlos. Yo por mi parte, le obsequié la cena completa, que incluía piezas florales, orquesta con violín y bandoneón, los mejores vinos y champagne y un menú italiano sofisticado, todo a la altura de la familia de la novia y el novio, los Wiesse y los Denali. Jasper por su lado le proporcionó las instalaciones, así como todos los servicios de su restaurante "Il Valentino" para este sábado... Y Jacob... Bueno, digamos que él asumía que su presencia era suficiente, pero ya se había comprometido en cubrir los gastos de la boda. Si no lo hacía, nos iba escuchar.
— Señorita, disculpe, ¿podría decirme cuál es el precio de este anillo? —le preguntó a una joven rubia, vestida de sastre, que se encontraba ocupada con la computadora. La aludida levantó su cabeza y al vernos, sonrió con un halo de encanto y malicia.
— En seguida señor —le respondió—. Déjeme alcanzarle la lista de precios y el catálogo de nuestra última colección, el "Tiffany Legacy".
— Muy bien, gracias —le contestó Riley impacientándose. En todas las joyerías era lo mismo, catálogos, catálogos y más catálogos que nos volvían locos. Si tuviéramos más tiempo, podríamos dedicarnos a la búsqueda del aro perfecto, pero ya se nos hacía tarde para la reunión—. Edward, ¿qué hora es?
— Las siete y cinco —giré en mis talones y decidí dar una vuelta por los demás escaparates de vidrio, distrayendo mi mente de malos pensamientos y tratando de mantener la calma. Hasta ahora iba muy bien controlando mi mal humor, ocasionado gracias a la reunión que teníamos en una hora con los Federline. Hoy jueves, nos habían citado de improviso al edificio Willis para mantener una reunión de negocios con ellos. El motivo no lo sabía, porque hacía una semana que habíamos firmado el contrato final que nos obligaba a comenzar la construcción del centro nutricional el primero de septiembre en Seattle. Aparentemente todo estaba marchando bien y no existían retrasos ni obstáculos que nos impidiesen iniciar el proyecto, pero ellos eran nuestros jefes y ansiaban platicar con nosotros. Cuando Riley me llamó para darme aviso casi destrozo el celular… ¡Por su culpa tuve que cancelar mi cita con Bella! Y eso me llenaba de rabia. Ella se había vuelto tan especial para mí que no quería despegarme ni de sus hermosos ojos chocolate ni de su sonrisa por nada de este mundo. Y no crean que exagero, pero si fuese posible, no la dejaría ir ni a trabajar para así tenerla sólo para mí.
Así es, lo que es mío, es sólo mío y de nadie más.
Sin embargo, me sentía mal porque no habíamos dormido juntos ninguna de las noches de esta semana y todo era por mi culpa, puesto que durante las madrugadas me dedicaba a ultimar detalles y revisar las planillas de materiales y mano de obra del proyecto en Seattle. Cada noche, duplicaba esfuerzos y horas de trabajo para realizarlo porque durante el día era imposible ya que me lo pasaba en la construcción con ella.
Y no me quejo para nada. Lo haría una y mil veces más. No obstante, debo reconocer, que trabajar con Bella tenía sus ventajas y unas muy buenas. Primero, la tenía casi todo el día conmigo; segundo, me encantaba verla feliz, y mi corazón se conformaba con verla sonreír o fruncir el ceño ante alguna de mis bromas; y tercero, en las noches, después de despedir a todos los trabajadores y por ser un buen chico durante toda la tarde, me ganaba un delicioso premio de sus labios: sus besos con sabor a café… Eran besos que me parecían interminables, vías para llegar al cielo y al infierno a la vez, eran besos que me traspasaban el alma e incentivaban mis ansias de poseerla y sentirla tan mía como el lugar y el tiempo me lo permitiesen.
Y era magnífico.
Carita de ángel en el día… y en la noche, mi diablita.
— Disculpen por la demora, señores. Aquí tienen el catálogo de anillos de compromiso. Tenemos una nueva colección para este semestre del año llamado "Tiffany Legacy", permítame mostrárselos—nos dijo la señorita acercándonos el folleto y cortando mis hermosas divagaciones—. Este anillo es un "Lucida Band" hecho de oro blanco y poseedor de un diamante en forma oval. La piedra está sujetada por un engaste que la abraza por sus costados, dejando que sobresalga. Está hecho especialmente para mujeres de de carácter fuerte y dedos espigados.
— Me gusta, ¿qué opinas Edward? —volvió a preguntarme. Ya no sabía qué responderle ni qué cara poner porque todos los anillos que nos mostraban me parecían bonitos. Aunque debo reconocer que si estuviera en sus zapatos, tardaría meses en conseguir el anillo perfecto para mi novia… Una punzadita de orgullo azuzó a mi corazón ante ese pensamiento. Yo ya tenía novia y una muy linda llamada Bella. El único detalle era que ella no lo sabía aún.
Pero lo sabrá pronto.
Tiempo al tiempo.
— A mí también me gusta. Pero, ¿es el mismo que se muestra en exhibición? —le pregunté a la rubia. Sus ojos azules se enfocaron en mí y sentí que me examinaba de pies a cabeza como si tuviera rayos "x". No le di importancia y fingí no darme cuenta.
— No. El de la exhibición es de otra diseñadora. Pero si desea también se lo puedo mostrar. Todo lo que ve aquí está a la venta, usted sólo dígame que es lo que necesita y yo gustosa se lo enseño —me dijo con un tono de voz nada profesional sonriéndome con una expresión descarada—. Todo tiene un veinte por ciento de descuento si se compra al contado —agregó apartando seductoramente su cabello hacia un lado. Sería mentira negar que era muy guapa, pero las mujeres que se mostraban arribistas al primer intento, me parecían de muy mal gusto y le quitaban todo el encanto a la seducción. Además, mis ojos estaban clavados en mi Bella desde hace más de cuatro meses, ¿para qué más?
— Lo haré. Por favor, muéstremelo —le respondió Riley pidiendo atención.
— Sí, claro —arqueó una ceja—. Este anillo es sutilmente encantador. Es el único de la colección "Tiffany Novo". Tiene un peso de cuatro quilates y la piedra posee una forma particular y muy elegante, llamado princesa. Si me permite decirlo, su novia será una mujer muy afortunada al poseer este diamante.
— Creo que me lo llevaré, ¡me parece perfecto para Heidi! —exclamó Riley sonriente. Él no se daba cuenta del coqueteo de la rubia, pues andaba en su propio mundo. Y no era para menos. Se iba a casar con la mujer de su vida, con la mujer que conoció desde que asistía a la escuela primaria y de la que se enamoró desde que tuvo uso de razón. Su historia era muy bonita y nos gustaba siempre bromear con ello, pero, sin querer, a su vez sentía un poco de celos, ya que yo crecí solo, valiéndome por mí mismo y nunca tuve a una personita especial a mi lado… claro, quizás fui feliz cuando Lizzy vivía con nosotros… pero… no era lo mismo. No sería lo mismo.
Felizmente, cada día que pasaba, me sentía más feliz y orgulloso de tener a Bella conmigo; así mismo, tenía la seguridad que día a día, me estaba ganando su corazón. Edward Cullen terminó siendo un héroe, y uno de los buenos. Sonreí bajito. Me propuse conquistarla y lo estaba logrando. Sabía, sentía que sus labios y sus besos eran solo para mí, así como todo el resto de su hermosa y delicada anatomía. No podía pedir nada más. El cielo sabía de mi sufrimiento pasado y me había enviado una linda angelita… aunque como le dije muchas veces, me encantaba la versión pervertida de ella, pues, cuando se convertía en una traviesa y creativa diablita, me robaba el aliento.
No podía alejarme de Bella. Estaba sorprendido por la intensa necesidad que experimentaba de estar con ella. Besarla era como mi droga, como un elixir de vida, como una sensación de poder controlar algo que en realidad sabía que no podía controlar. Era algo que no había experimentado con ninguna otra mujer...
Y eso llenaba mi corazón de orgullo.
Estaba nuevamente divagando en mis pensamientos, cuando vi brillar algo desde el otro extremo de la habitación. Poderosamente atraído, avancé con paso rápido hacia ello hasta posarme frente a un maniquí revestido de gamuza negra que exhibía un hermoso collar de plata y diamantes con un dije redondo de corazones. Era una preciosidad y sería el regalo perfecto para Bella… delicado, fino y perfecto para cualquier ocasión. Podía utilizarlo en la empresa, en la obra, en el restaurante e incluso en mi cama donde podría disfrutar del contraste con su piel cada vez que le hiciera el amor. Lo compraría. Estaba decidido, mañana mismo en la noche le haría usarlo en nuestra cita. Y lo mejor de todo era que quien la viese, sabría que su corazón tenía dueño.
— Quiero este collar —dije impulsado por una fuerza interna indescriptible.
— Enseguida señor —me dijo la joven vendedora acercándose al escaparate de vidrio con Riley quien sostenía entre sus manos una cajita azul, seguramente con la sortija que recién acababa de comprar—. ¿Es para su novia?
— Sí —sonreí como un idiota. Bella me estaba convirtiendo en un idiota… y me encantaba.
— ¡Oh! Excelente elección señor —dijo entre dientes—. Este collar es de plata fina y uno de los nuevos diseños de Elsa Peretti. El corazón principal tiene 10 piedritas de diamantes, lo que en su conjunto representa una frase; y por encontrarse dentro de otro corazón de plata, simboliza la contención, unión y protección que le brinda el otro corazón. El círculo que los encierran, hace la magia de perdurar los deseos y el amor en la persona que lo use —me explicó dejándome con la boca abierta, literalmente. Este collar sí que era especial.
— ¿Cuál es la frase? —pregunté curioso.
— "Cuida mi corazón que lo he dejado contigo para siempre"
— Es perfecto... — preciso y revelador.
— ¡Oh! ¡Edward Cullen romántico! ¿Quién lo diría? Hace tiempo que no te veo así, Ed —se mofó Riley. Obvio que no me había visto así, lo que pasó con su prima no era ni la mitad de lo que me estaba pasando con Bella—. ¿Le vas a regalar el collar a tu Bella?
— Así es —seguí sonriendo y Riley esbozó una pequeña mueca de satisfacción—. Me podría dar el precio, por favor. Lo quiero llevar enseguida.
— Estupendo —fue su turno de palmearme la espalda.
— Sí claro —contestó la rubia a secas.
Me alistaba para pagar con mi tarjeta de crédito, cuando una señora bajita de cabello negro azabache elegantemente vestida y de no más de cuarenta años se acercó hacia nosotros con mucha cordialidad.
— Señores, lamento interrumpirlos, pero soy la administradora de esta joyería. No quise ser indiscreta pero mis reflejos no fallan y quisiera que me permitan presentarles nuestra nueva colección para esta temporada. Sin compromiso, por supuesto — sin querer, noté que miraba apenada a la joven vendedora que lucía malhumorada. Al parecer no fui el único que se percató de la mirada de recelo de la rubia cuando le dije que me llevaba el regalo para mi novia.
— Claro, me vendría bien —dije y Riley también afirmó.
— De acuerdo, muchas gracias. Son ustedes muy amables —nos sonrió en complicidad—. El fino collar de plata que se está llevando pertenece a nuestra nueva colección "Yours", y el juego completo incluye los pendientes y la sortija de diamante.
— Perfecto —contesté de inmediato totalmente entusiasmado. Había hallado el regalo ideal para trasmitir un mensaje implícito a mi chica. Ella tenía mi corazón entre sus manos… y estaba seguro que en el suyo no podría encontrar más paz y tranquilidad que en el de ninguna otra mujer.
— Aquí lo tiene —me dijo posando una cajita azul encima del mostrador—. Este anillo es su complemento. Por la belleza de la piedra y el delicado corte podría confundirse con un anillo de compromiso, pero no lo es. La distinción está en el diamante que ha sido cortado en forma de corazón. Es un regalo ideal para una novia sensible y apasionada.
Cogí la sortija entre mis dedos y me embelesé. El diamante no era muy grande, pero era hermosísimo y la forma en que lo habían pulido era limpia y tenía la certeza que se vería precioso en la delicada mano de Bella. No se lo entregaría mañana viernes, sino que esperaría hasta su cumpleaños que era el trece de septiembre, para regalárselo. No quería abrumarla con muchos obsequios al mismo momento, todo iría a su tiempo y sin presiones, como se lo había prometido.
— Me lo llevo —indiqué.
— No lo puedo creer, te traigo aquí para que me des un consejo, y ¡tú sales comprando más cosas que yo!
— Jajaja… ya Riley, andando que se nos hace tarde.
Después de pagar todo lo que compré y agradecer a la administradora, salimos de "Tiffany" al auto y dirigirnos hacia la avenida Lake Shore e ir directo a la compañía para la reunión.
Habíamos pasado rápidamente varios teatros, estadios, restaurantes y residencias, cuando llegamos a la gran Costa Verde, conjunto de hermosos parques que cubrían toda la costa del lago Michigan, y Riley no pudo contener más la risa y rompió en carcajadas.
— Y ahora, ¿qué te sucede?
— Parece que… —risas— mis tres únicos amigos… —risas— se han puesto de acuerdo…
— ¿Qué? No te entiendo…
— Que ustedes son…
— ¡No sueltes el volante!
—… para la noche del sábado…
— ¡Qué no sueltes el volante!
— Vale, vale… —respondió serenándose. En plena avenida principal, con un máximo de velocidad de ciento treinta kilómetros por hora y con un tráfico a mil, se le antojó en ese instante reírse como un loco y dejar el volante por su cuenta.
— ¿Ya mejor?
— Algo —hizo una pausa— es que me resulta muy curioso saber que, en el mismo día de mi cena de compromiso, mis tres únicos amigos hayan decidido presentarme a sus novias. ¡Es irreal! ¡El que se va a casar soy yo y no ustedes!
— Quizás seas una epidemia.
— Definitivamente, los he contagiado a los tres —volvió a reír—. Pero, de todas las chicas, la que más me llama la atención es tu Bella, debe ser muy especial para ti para que te hayas gastado tremenda fortuna en sus regalos. ¡Ya quiero conocerla!
No supe que responderle. Claro que Bella representaba mi mundo y quisiera presentarla a todos mis amigos, sobre todo a Jacob para que supiera de una vez que con ella no se podía involucrar, mucho menos dirigirle la palabra, a no ser que sea en mi presencia. Felizmente no había tenido ningún problema con él sobre Bella. Según lo que me dijo Paul, unido a mis propias experiencias, Jacob se había resignado de buscar a Bella y estaba saliendo con otra chica, la cual me imagino llevará a la cena de Riley. Pero mi problema ahora era que mantenía una duda en mi fuero interno acerca de llevar o no a Bella a 'Il Valentino' el sábado.
— ¡Edward! ¿En qué planeta andas? Te estoy preguntando si llevarás a tu Bella a la cena. Quiero conocerla.
— No lo sé. No tenía idea acerca de que podía invitar a alguien. Pensé que era algo más familiar.
— Edward, ¿cuándo entenderás que tú eres mi familia y tu novia, esposa o lo que fuese, será siempre mi familia?
— Lo sé… pero para serte sincero, no creo que la cena sea un lugar seguro. No es por ofender, pero estoy tratando de ganarme la confianza de Isabella y tener como invitadas a Irina o Tania sólo acrecienta mis dudas y temores.
— Podría hablar con mis primas, pedirles que se mantengan al margen de ustedes dos —sugirió preocupado. Riley sabía ciertas cosas que habían pasado con Irina y le preocupaba las consecuencias que podrían tener sus actos malintencionados.
— No creo que funcione para Irina.
— Discúlpame que te diga esto, pero, ¿no sería más fácil contarle toda la verdad?
— Sí lo es, pero… —suspiré profundamente— resulta complicado, Riley —le dije apesadumbrado y con un tono de voz que daba por terminado la plática de manera melancólica. El temor no sería nada comparado con la soledad que podría sentir al tener que alejarme de Bella por estupideces. Todo en mi vida había sido batalla tras batalla en contra de la soledad, en contra de vencer los designios de la vida que se habían ensañado conmigo, en separándome de las personas que realmente me importaban y estaba seguro que en el amor sería igual.
Suspiré y evadí la mirada de preocupación de mi amigo enfocando mi vista en los diferentes establecimientos que, a esta hora en Chicago, mostraban una gama de luces multicolores ofreciendo una vista agradable de su verdadero rostro como la gran metrópoli que era... Mas ninguna de estas luces me daba una solución, estaba solo metido en este embrollo y tenía que tomar ya una decisión: o involucraba a Bella completamente en mi vida o la dejaba al margen un tiempo más... ¡Demonios! ¡No pensé que sería tan difícil! Sin embargo, no podía dejar que ciertos asuntos basados en malos recuerdos opacasen los días maravillosos que vivía con Bella. Más bien, debía mostrarme tenaz y decidido para trasmitirle la fortaleza que necesitaba.
"No hay modo de curarme, no tengo calma porque no puedo quedarme contigo ni sin ti"
.
Llegamos al edificio cinco minutos antes de iniciar la reunión y nos dirigimos directamente al piso sesenta y ocho. Cuando llegamos a la sala de conferencias, no había ni la sombra de Jacob. Tuve que disculparlo de inmediato por su tardanza mientras Riley le enviaba un mensaje de texto, exhortándolo. "¡Ese idiota nos va a joder el trabajo!", grité para mis adentros. Por casualidad, los Federline y sus socios estaban de muy buen humor e hicieron caso omiso al problema. "Más complicaciones", pensé.
Después de conversaciones sin sentido, bromas pesadas de lo que significaba ser un hombre casado y algunas promesas de incluir a Riley en la lista de socios honoríficos del "Country Club", el club más prestigioso de Chicago, después de casarse, Jacob llegó con Jasper, quien era nuestro abogado y mejor amigo. El muy irresponsable sabía que nunca podrían enojarse con Jasper ya que era el hijo de John Whitlock, socio mayoritario de la compañía y dueño del edificio. Jacob, como siempre tenía todo pensado.
Y para mí, su tardía intervención no tenía nada de chistoso.
— Llegaste tarde otra vez, Jacob —le dije media hora después cuando la reunión había acabado y nos dirigíamos al ascensor.
— Tuve cosas que hacer, pero les prometo que no se volverá a repetir —dijo con frescura—. Además, no hemos hablado nada importante. Ha sido una pérdida de tiempo.
Me encolericé.
— ¿No tienes vergüenza?
— ¿Por qué tendría que tenerla? ¡Ya les dije que me fue imposible estar a tiempo! —se defendió.
— Claro, ¿y por eso te escondes tras Jasper?
— ¿Qué quieres decir? Nunca me escondo detrás de nadie —entrecerró los ojos a la defensiva—. Más bien discúlpenme. No volverá a ocurrir.
— Sí, claro —le respondí con ironía.
— Ya hombre, dejémoslo ahí —dijo Riley para calmar el ambiente justo cuando las puertas del ascensor se abrieron dejando salir a un grupo de personas que nos saludaron amablemente y cortaron momentáneamente la discusión. Entramos bajo un silencio incómodo que se mantuvo hasta la mitad del trayecto. Yo seguía furioso y aún más, sabiendo que Jacob se aprovechaba de su cargo como socio mayoritario para hacer lo que le plazca. "¡Estúpido! Edward Cullen es un estúpido por dejar que Black se adueñe de la sociedad privada."
Sí, lo fui.
— ¿Cuándo dejarás de ser tan gruñón?
— Ni siquiera me molestaré en responderte eso —respondí secamente.
— ¡Ya calma! ¡Dejen de matarse con la mirada! ¿Se han puesto a pensar en lo que dirá el resto? ¿No creen que pensaran que somos una sociedad falsa e imposible de confiar? —rodé los ojos—. ¡No me mires así Ed! ¡Te apuesto que las tardanzas de Jake no serán nada comparadas con las puertas que se nos cerrarán por ser tan desunidos y problemáticos!
Iba a replicar y decirle que el único que sobraba aquí era Jacob, pero me contuve. Respiré profundamente y desvié mi mirada hacia la visión panorámica de Chicago. Todo este problema se resumía a Jacob y a su irresponsabilidad. Podría seguir reclamándole, pero no me quería malograr la sangre con eso. Sólo había sido una tardanza más que felizmente fue pasada por desapercibida. Otro caso hubiera sido si me enteraba que seguía en coqueteos con mi Bella.
Ahí sí que Jacob Black no la contaba vivo, pues Edward Cullen, el héroe, luchaba por lo que era suyo siempre.
¡Siempre!
— Bueno, pero que sea la última vez, Jacob. Por favor —dije a secas.
— Lo será —respondió y quise creerle.
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.
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El viernes sorprendí a Bella. Era tanta la necesidad de tenerla entre mis brazos y de mirarla que me aventuré a ir a su centro de trabajo para saborear sus labios y llevarle mi pequeño regalito de disculpas proponiéndole así, una invitación a cenar. Cuando la vi, parada bajo el umbral de la puerta, con su hermosa sonrisa y sus dulces y profundos ojos chocolate, percibí una sensación indescriptible azotar mi cuerpo. El escenario se tornó borroso y solo existía ella ante mis ojos. No sabía qué me sucedía, pero cada vez que la miraba nacían en mí unas ansias infinitas por controlarla, poseerla y por demostrarle todo lo que ella había logrado conmigo.
Pero lo mejor vino después, Bella, sin saber aún el verdadero significado del collar, lo aceptó de muy buena gana. Bueno, reconozco que prácticamente no le di muchas oportunidades para que se negara, pero si lo hacía podía usar mi táctica indiscutible con ella, la cual sabía que le gustaba.
― (…) Sabía que aceptarías...
― Eso es porque juegas sucio. Vienes aquí y me deslumbras…
― ¿En serio? ― le pregunté tratando de contener una sonrisa de satisfacción. Mi diablita cada día era menos testaruda.
― Sí, siempre ― me confesó acomodándose sobre mis piernas hasta sentarse a horcajadas sobre mí.
Con solo roce de su intimidad sobre la mía tras la tela, sentí una ebullición en mi sangre que me recorrió entero. Mis manos necesitaron tocarla más, deleitarse con su piel cálida sin ninguna prenda de por medio. Cuando le alcé la falda, descubrí sus bragas de encaje azul… abrí los ojos como platos y mi corazón a la par con mi miembro, aumentaron sus pulsaciones y emociones a mil… fue una mezcla intensa de regocijo, orgullo y lujuria, no sabía cuál de ellas gobernaba mi cuerpo en ese instante, sólo sabía que su asociación lograba que mi torrente sanguíneo empezara a galopar con más ímpetu que antes a la vez que mi ser explotaba por dentro. Bella sabía que mi color favorito era el azul y se había puesto la ropa interior de ese color sólo para mí…
Después de eso, la besé con desesperación y urgencia. No iba a aguantar más sin estar enterrado en su cuerpo… pero llegó la enana Alice Brandon Cullen con su voz chillona y su carita de duende para malograrme el plan. Sólo espero no olvidarme de cobrarle con creces este pequeño desliz, que de por sí me dejó con un inmenso dolor entre mis piernas. Cuando la vea nuevamente, le haré recordar sobre el pacto que hicimos y sus posibles consecuencias.
Ahora, viernes por la noche, estaba en mi departamento esperando a Riley y Jacob para continuar trabajando al mismo tiempo que no dejaba de recriminarme por qué tuve que dejar a Bella sola hoy después de comprar en el supermercado. No me gustaba ser tan egoísta ni posesivo, pero ella me tenía así.
El mar de inquietudes seguía a la deriva. Hoy tenía una cena prometedora con ella y todo se tuvo que cancelar nuevamente. No solo la vida se había ensañado conmigo, también lo habían hecho el destino y las circunstancias, ya que todos mis planes de la semana se estaban complicando, se estaban yendo al tacho con la misma rapidez que lo hacía la arena entre mis dedos.
Sólo me quedaba el día de mañana.
"La cena Edward, invítala a la cena…", me repetía la voz.
Fui hasta el bar de mi piso, me serví una bebida fría y luego me dirigí hasta los ventanales del cuarto de estar. Las luces de Chicago competían con el resplandor de los luceros del cielo, pero aún me seguían sin dar respuesta. Caminé un poco más... la vida seguía siendo complicada. Como una señal de las estrellas, mi celular empezó a sonar. Sonreí. Ya sabía quién era. ¿Viste? Debes invitarla.
— ¿Alo?
— Hey... —me respondió y mi ser se vio invadido por una corriente dulce y placentera. Su voz era una melodía.
— Hola cariño, ¿cómo va tu noche?
— Mmmm… Nada interesante. Sólo estoy reunida con Leah y Seth comiendo pizza y viendo una película.
— ¿Estás segura? Escucho sonido de autos, ¿en dónde andas Isabella? —le dije celoso.
— En ningún lado, tonto.
— ¿Segura?
— No —abrí los ojos—. Ando en una discoteca tomando tequilas y mojitos. Creo que si bebo un trago más, no doy respuesta de mí.
— No es gracioso Isabella. Si fuese verdad ya estaría en camino a la dichosa discoteca para sacarte de ahí y encerrarte en mi cuarto.
— ¡Oh! ¡Qué celoso!
— Te cuido como a mi vida, Bella. Así que no bromees con eso, a no ser que quieras que te haga entrar en razón con un método nada convencional —le dije con seriedad. Bella soltó un gemido casi imperceptible. Seguro que mi diablita pervertida ya se imaginaba las miles de formas que podría usar en su contra si se ponía reacia… Y eso me gustaba, pues de sólo pensar cómo la sometería y me maravillaría con su cuerpo, me excitaba.
— Ya veo cómo debo tratar contigo.
Rio bajito.
— En serio Edward 'celoso' Cullen, ¿a dónde iría sin ti? —excelente respuesta. Muy obediente.
— Así me gusta —suspiré—. Te extraño.
— Yo igual… —dijo con un hilo de voz. Podía percibir su carita de abatimiento tras el teléfono. Qué no daría por abrazarla y besarla en ese instante.
— ¿En qué piensas, cariño?
— En que eres un hombre muy protector —hizo una pausa—. Y eso hace que me sienta especial estando contigo —añadió.
— Para mí eres muy especial.
— También lo eres tú para mí, Edward.
La confesión de Bella, así como las otras que me decía sin darse cuenta, me hacía sentir un metro más alto sin dejar de lado lo hinchado que se ponía mi ego. Había supuesto un alivio averiguar que ella también estaba colada por mí y sentí un impulso totalmente primario de reafirmar nuestros lazos de unión con ella, de asegurarme de que supiera que era mía…
Quizá era muy celoso y posesivo. La trataba como si fuera especialmente frágil, pero ella me transformaba en una persona dependiente, así como lo fui hace años, cuando fui niño, para ser más exactos.
Siempre esperaba mucho de los demás, pero a la vez temía perder amigos y posesiones. Por este motivo me costaba mucho desprenderme de alguien, dejarla libre, soltarla, porque siempre iba a demandar cariño y afecto. Ya estaba resignado a esa sensación, pero con Bella todo regresó. Sólo y después de conquistarla, nuevamente me sentía querido y sin ningún vacío interior.
Nunca dejaría que se escapara de las manos.
Además, debo reconocer, de que me hipnotizaba su mirada de ángel y demonio, de niña buena y mala a la vez. Me encantaba verla disfrutar de mis caricias, cerrar los ojos y echar la cabeza hacia atrás con sus hombros arqueados de manera que sus perfectos pechos sobresalieran con sus rosadas cimas. Todo su cuerpo era una cremosa delicia. Saborear el placer de su esencia no tenía precio. Verla frenética, perdida, excitada por mí agitando sus caderas contra las mías y pidiéndome que la complaciera y la tomara era fantástico y más, cuando escuchaba sus grititos al alcanzar el orgasmo pleno.
Era… excitante y muy… muy provocador…
— Quiero ir a verte en este instante, pero Riley me tiene atado de pies y manos.
— ¿Así como lo hago yo? —pasé saliva mientras mi miembro seguía cobrando vida.
— Ni en broma. Y no me tientes Isabella pues soy capaz de dejar mi trabajo por ir a tu casa a verte y amarrarte a la cama. Hace días que tengo ganas de hacerlo y no veo inconveniente alguno para que sea hoy.
— Ed… —gimió bajito.
— Además recuerda que para esta noche me habías prometido una recompensa…
— Sí… Yo…
— ¡Oh por Dios, Bella! ¿Qué te está diciendo el chico de ojos verdes para que andes con la cara roja? —la dulce voz de mi chica se vio cortada por una voz más dura. Parecía que estaba en altavoz.
— ¡Shhhh! ¡Leah!
— ¿Con quién habla tía Bella, mami?
— Con su gasfitero. Nuevamente a tu tía se le malograron las tuberías.
— ¡Por Dios Leah! ¡Cállate!
Me solté a reír. Esa vocecita la recordaba perfectamente. Fue el niño que me abrió la puerta semanas atrás para que viera a su tía Bella. Ahora que recuerdo, Bella le había dicho que tenía muy malas herramientas… no sé a qué habrá querido referirse, pero definitivamente yo no tenía malas herramientas… Debía demostrárselo a Bella para que quedara bien en claro todo.
— Discúlpala Edward, pero mi amiga acaba de asomar su cabeza a mi cuarto.
— No te preocupes cariño. Luego me cobraré al triple. Además, debo dejarte en claro algo muy misterioso que acabo de recordar.
—Oh… ¿Qué cosa es?
— No te lo diré… sino, no sería misterio —dije con voz neutra, bueno traté de hacerlo. Ella gruñó y me imaginé su hermoso rostro arrugado, lo que la hacía aún más bella.
— Está bien. Te veo mañana.
— ¡Sí! A primera hora.
Después de desearle buenas noches y escuchar de fondo algunas insinuaciones burlonas de su amiga Leah, colgué el teléfono. Creo que tendría que darle la razón a Riley. Él pensaba que tener a una mujer en su vida era lo mejor que podía sucederle... Y ahora comprendía por qué. No podría existir mejor cosa que tener a una personita que te llama, te extraña, pregunta por ti y te comprende tal como eres. No era nada comparado con las idioteces que me decían Jacob o Emmett, ellos opinaban que si se liaban a una mujer podrían poner en peligro un futuro próspero.
Nada más servirme otra bebida, atravesó la puerta una manada de lobos, comandada por Jacob y Paul. Riley apareció al final con unas bolsas blancas. Esta noche, debíamos reunirnos para empezar con la distribución de las horas de trabajo en Seattle, así como los turnos de supervisión que haríamos y sus respectivos pagos. Todo debía encajar en nuestra planilla de "Costos", la misma que habíamos enviado a los Federline semanas atrás como "Propuestas". No podíamos permitirnos un error porque quien saldría pagando los excesos seriamos nosotros.
— Hola Edward —me saludó Riley. Lo mismo hicieron Paul y Sam, mientras que Nick salió con sus formalismos—: Buenas noches señor Cullen.
— ¿De dónde vienen?
— Por ahí... Estábamos pensando en hacer una despedida de soltero —dijo Jacob tomando asiento en uno de los sillones de mi sala. Sacó sus Hamilton, prendió uno y empezó a fumar.
— Para eso faltan seis meses —respondió Riley sacando los six packs de Heineken de las bolsas y depositándolos en el bar.
— ¿Y qué? Sólo son seis meses, eso no quita que te hagamos una despedida como Dios manda. Además, con el carácter que tiene Heidi, dudo que te suelte una noche antes de la boda, ¿no lo crees Edward?
Me encogí de hombros. Mi cabeza debía resolver primero lo de la cena y después pensaría en la despedida de soltero y la boda.
Me giré y busqué a Paul. Tenía que cerciorarme de las cosas. Lo encontré en la barra conversando con Sam, así que le hice una señal con los ojos la cual entendió muy bien porque se acercó disimuladamente con dos cervezas en las manos. Me alcanzó una a la vez que movía afirmativamente su cabeza haciéndome comprender al segundo la respuesta que le pregunté de forma silenciosa: Todo había salido bien con Bella en la obra.
Sonreí más tranquilo. Era una ventaja y un alivio tener a Paul en la obra. Él era mis ojos y oídos del lugar. Me informaba siempre de todo lo que ocurría con Bella en la construcción cuando yo no estaba, como lo hizo durante mi ausencia aquella semana que estuve en Seattle. Lo malo es que "mi táctica controladora" dejaría de funcionar en cuanto él se fuera de Chicago a inspeccionar los trabajos.
Debería ir pensando en una solución.
Sí, Edward Cullen debe seguir mostrando su supremacía y dominación, no importa cómo.
Así es.
— ¿Viste la roca que le compró a Heidi? —me lanzó un codazo Sam trayéndome al presente. Jacob ponía al tanto a la manada enseñándoles el anillo de compromiso.
— ¡Caramba! ¿Cuántos millones te costó eso? —preguntó Paul viendo tomar asiento a Riley y coger un cigarrillo.
— Unos cuantos —sonrió sacando pecho. Una de las tantas ventajas de lo que era trabajar en proyectos grandes, es que podías darte ciertos gustitos—. Pero tienen que ver lo que compró Edward. ¡Tienes que enseñarles el collar Ed! —lo miré de soslayo. ¿Quién le manda a abrir la bocota?
— ¿Compraste algo Eddie? —quiso saber Jacob con su cara de lobo al acecho.
— Llámame una vez mas así y no respondo de mí, Jacob.
— ¡¿Cuándo dejaras de ser tan gruñón?
Volteé a mirarlo aniquilándolo con mis ojos. Jacob era un idiota cada vez que hablaba. Él sabía que odiaba que me dijeran así. Al único que podía pasarle tal barbaridad sería a Emmett.
— Ok. No digo nada más. Empecemos a trabajar que quiero terminar temprano hoy. ¡Mañana sábado tengo algo muy importante que hacer! —exclamó y después de un par de cervezas más, empezamos con el trabajo.
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— No voy a poder ir a las ocho de la mañana, cariño —le dije a Bella por el teléfono. Me encontraba sonámbulo. Anoche nos habíamos quedado hasta la madrugada con los chicos. La hora se nos pasó volando entre bromas, planes a futuro, así como corroborando los cálculos y conversando. No nos dimos cuenta que eran más de las dos de la madrugada hasta que Riley empezó a despedirse diciendo que mañana a primera hora debía ir al desayuno familiar con Heidi y sus padres.
— No te preocupes, Edward. Puedo apañármelas un par de horas sola —me respondió con voz dulce. Sí definitivamente, tener a alguien que te comprenda y entienda tu manera de ser era un regalo del cielo.
— Paul estará ahí —aseguré—. Si sucede algo, me llaman de inmediato.
— Edward, estate tranquilo, no pasará nada, ¿de acuerdo?
— Está bien, cariño. Entonces, te veo a las diez y media.
— ¡Sip!
— Y prepárate porque después de eso no te dejaré libre ni un minuto. Quiero cobrarme todo el tiempo que no pasé contigo esta semana.
— Suena muy tentador, pero si no llega a las diez y media en punto, capataz Cullen, prepárese para las consecuencias.
Sonreí de oreja a oreja. Cada día lo confirmo… estaba conquistando a Bella.
— Besos —colgué el teléfono y volví a dormir un poco más hasta que el despertador me gritó en el oído que era hora de levantarme. Me di un baño largo, sintiendo las gotas de agua fría bañar mi cuerpo y despertándome del trance.
Estaba decidido. El trabajo de ayer me había relajado y aunque no lo creyera, me había hecho abrir los ojos. Yo era un hombre independiente y seguro, no podía dejarme llevar por cosas del pasado, menos por chantajes. Hoy sábado llevaría a Bella a la cena. Había maquinado un plan en mi cabecita que estaba seguro no fallaría.
Tomé un desayuno ligero y empecé a prepararme para salir, cuando el timbre de mi departamento empezó a sonar descontroladamente. Fruncí el ceño y una mala intuición surcó mi mente en ese instante. No quise perder tiempo y me enfrenté a lo que esperaba que ocurriese desde semanas atrás.
— Ya me enteré que andas comprando regalos caros a una mujer, Edward —dijo Irina secamente invitándose a entrar, ni siquiera me dio la oportunidad de impedirle la entrada. Se le veía visiblemente ansiosa y molesta.
— Irina. ¿Quién te invitó a mi departamento? —dije tratando de mantener la calma, pero mi cara debió transmitirle desagrado, mas no le importó.
— Lo conozco muy bien. Y no necesito invitación —se plantó en el centro de la sala con las manos apoyadas a su cintura. Irina Denali... era todo dulzura cuando lo deseaba, lo que seguramente tenía a todos los hombres revoloteando a su alrededor como abejas. Tenía una mata de sedosos cabellos rubios. Su cuerpo era sensual y de voluptuosas curvas que apenas eran contenidas en un minúsculo vestido violeta que había decidido portar hoy. Irina, la misma mujer con la que solía salir, reír y disfrutar después de un fin de semana de trabajo, era en esos momentos, una mujer desesperada por atención. Siempre supe, desde que la conocí hacía ya más de siete meses, que era una mujer difícil de dejar y de calmar con simples gollerías. Lo que nunca pensé era que haría lo imposible por retener a quien le convenía a su lado.
— ¿Y bien? ¿Me vas a contestar?
No le hice caso. Era estúpido ponerme a pelear. La conversación siempre era la misma. Seguí acomodando mis cosas.
— ¡Edward! ¡Mírame!
— ¿Qué quieres que te diga?
— ¿Por quién me cambiaste?
— Por favor Irina. No vengas a hacerme escenas de celos después de lo que pasó. Pensé que ya había aclarado todo...
— Por supuesto que no quedó claro, Edward Cullen. Si crees que tu comportamiento de macho cínico y frío me convence estás muy equivocado. Acepto que me equivoqué en el pasado, pero puedo resarcirlo. Eso sí, exijo lo mismo para conmigo.
— ¿Te estás escuchando? —le pregunté incrédulo.
— Aún no acabo, no me interrumpas —espetó con rudeza como si estuviera a punto de sacar las garras—. Todo lo que haces es para llamar mi atención, estoy segura —bufé y rodé los ojos, ¡cómo si a mí me importara su atención! — Así que si me deseas de vuelta, debes cortar toda comunicación con la que te estás acostando. La conozco Edward y a mi lado no tiene punto de comparación. Sé que estabas molesto, pero me sorprende que no hayas conseguido algo mejor.
Cada palabra que pronunció hacía que la sangre hirviera en mis venas. Su descarada arrogancia reavivó el resentimiento que sentía hacia ella.
— ¡Cállate Irina! ¡No te permito expresarte así de Bella! —zanjé subiendo el tono de mi voz. La brusquedad de la orden hizo que se parara en seco.
— ¿Sabes? Te contaré algo —me cortó volviéndose hacia mí con un brillo malicioso en su mirada. Cruzó las piernas y las dejó totalmente expuestas. Sus piernas largas y contorneadas brillaban como si las acabara de untar con aceite. El vestido violeta que escogió tenía un doble propósito—. Hace unos días, decidí conocer ciertos lugares de Chicago que no conocía hasta que me perdí y llegué como guiada por el destino a una obra de construcción —dijo cínicamente, Irina conocía muy bien Chicago para que se perdiera por ahí—. Por suerte reconocí tu auto… ya era de noche, como las ocho… y ¿sabes que vi?
No le respondí, sólo la miraba con impaciencia con un escozor que quemaba mi piel y con el fuego flameando en mis ojos anulando así cualquier gesto condescendiente.
Se burló.
— Te seguí Edward. Y te vi abrazado a una chica castaña… ordinaria... lo demás, ya sabes que opino. Lo que me pregunté y sigo preguntándome es si… o mejor dicho, ¿crees que William la acepte? —me preguntó con un irritante tono de voz que fingía preocupación.
— ¡No lo metas en la conversación! —grité.
— ¿Por qué? Sabes que tengo razón, ¿verdad? ¡Sabes que él no lo hará! Apuesto lo que quieras a que ni siquiera tendrás agallas para presentarla.
— ¿¡Quién te crees tú para venir a decirme que puedo hacer o no!
— Cullen. Primero es lo primero y tu familia lo es. Aunque trates de ignorarlos, ellos serán los que decidan tu futuro, así como lo han venido haciendo desde hace años— dijo con determinación.
Apreté los puños con más fuerza. Quería estrellarlos contra la pared, descargar mi rabia para aparentar así que estas palabras no sonaran en el aire... Pero... ¿Cómo podría llevar a Bella a una cena dónde la peor tormenta podría realizarse? Ese era mi temor. Irina podría realizar la peor de las acciones y lastimarla, y yo no quería lastimar a Bella de ninguna manera.
Era complicado.
— Oh... pobre William…
— Si tratas de hacer algo Irina… Dudo que tus maliciosas intenciones pudiesen tener éxito —contesté con ironía —. Ahora por favor, déjame solo.
— ¡No! —se acercó hacia mí intentando suavizar la conversación. De pronto, mi teléfono celular sonó y aproveché la oportunidad para zafarme de su brazo. Irina de inmediato atacó como una gata en riña.
— ¡No lo hagas! Ya escucharás el mensaje más tarde —espetó.
— Puede ser urgente —le respondí secamente mientras ignoraba las protestas. Miré la pantalla del celular y quien llamaba era Paul. Me pareció extraño, él sólo me llamaba por motivos de trabajo o algo relacionado con Bella. Por culpa de Irina, ya llevaba un retraso de una hora o más.
— ¡Genial! Te llaman y tú saltas de inmediato… Nunca vas a cambiar Edward Cullen.
El estallido de petulancia me irritó. Le dediqué una mirada furiosa que representaba claramente el fastidio que tenía al tener en mi casa, frente a mis ojos a una mujer convenida y maliciosamente astuta que trataba de hostigarme, creyendo que podría mandar en mi vida.
Contesté el móvil. — Paul, dime, ¿qué pasa?
— Jacob llegó hace rato e invitó a Bella a la cena de Riley —me respondió por el otro lado de la línea. Juro que la rabia y la impotencia llenó mi alma. Fue como un golpe a mi corazón, una sacudida a mis sentimientos, una fuerte impotencia de no poder hacer nada, de sentirme disminuido.
— ¿¡Qué! ¿Estás seguro?
— Totalmente. Él mismo me lo confirmó.
Fruncí el ceño.
— ¿El infeliz ese hizo eso? Voy para allá.
— No es necesario. Bella no está aquí. Se marchó justo después de que llegó Jacob —me aseguró.
— ¿Cómo que no está? ¿A dónde se fue? —le exhorté mientras mi mente decía que preguntase lo inevitable… si Bella se fue con él.
— Se disculpó con todos y me dijo que por favor nos retiráramos más temprano hoy. No quise hacerlo, pero la noté rara. Dijo que iría a la empresa.
— Está bien, no digas nada, voy para allá —finalicé la llamada con premura, deseando coger el coche y volar por los cielos hasta llegar al lugar donde Bella podría encontrarse. Sin darme cuenta de nada, con los celos nublando mi consciencia y mi sentido común, cogí mis llaves de la mesada para salir cuando de pronto, una voz me hizo recordar el motivo de mi tardanza.
— ¿A dónde crees que vas? ¿Qué pasará conmigo? —me preguntó Irina apoyada en actitud provocativa contra el quicio de la puerta de la cocina. Sus largos cabellos rubios caían alrededor de sus hombros y sus ojos azules expresaban lo que ella quería en ese momento. Algo que nunca más iba a obtener de mí: sexo. En un pasado, ese cuerpo me había despertado deseo, pero ahora ya no… se había desvanecido y sólo lograba despertar en mí un único sentimiento de impaciencia.
— Vámonos Irina —la jalé del brazo y ella me rodeó el cuello con los brazos y se pegó contra mí mientras sus ojos azules echaban chispas.
— Odio esa manera que tienes de desconectarte de todo y largarte a la primera que te necesitan.
— Tú lo dijiste, nunca cambiaré, ¿no? Ahora suéltame y vámonos —le dije con voz fría. Ella no podría venir a manipularme a su antojo. Eso se había acabado. Ella me soltó como temiendo desobedecerme, cogió su bolso del sillón y siguió con sus protestas hasta el final del pasillo.
— Esto aún no se acaba, Edward —la escuché y pretendí no darle importancia. Lo último que vendría a importarme acá era que ella entre en un ataque de histeria. Ya era hora que Irina se buscara otro para que cargara con sus cosas.
Pero su voz era amenazante. Si me chantajeaba o me amenazaba, no me importaba, podría soportarlo, pero las amenazas hacia Bella no podría permitírselo.
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La llamé por teléfono y nada, no contestaba, ¿a dónde se habría metido? No creo que Jacob la haya invitado a almorzar, mucho menos haya quedado en recogerla de la empresa, ¿o sí? Ya no sabía que pensar. De él podía pensar cualquier cosa ya que conocía todas sus manías y vicios. Bella me ponía débil. No tenía planeado aferrarme tanto a alguien, mucho menos involucrar mis sentimientos a tal punto que temía perderla. Sabía que me había convertido en una máquina que funcionaba bajo control, pero es que la sensación de inseguridad era fuerte y quizá podía asemejarse a la necesidad de protección que imperó mi ser muchos años atrás.
Sacudí mi cabeza con fuerza. Debía cerrar esa ventana del pasado de una buena vez.
¿Viste? ¡Edward Cullen no es un héroe después de todo! El muy idiota dejó pasar su oportunidad con Isabella. Otro le ganó la partida.
¡No! ¡Aún no!
Sólo saco mis conclusiones.
Durante el camino al trabajo de Bella, pensé y pensé si debía ir primero a hablar con Jacob y mandarlo a la mierda por fregar mi plan, y de paso le dejaba bien claro que Bella era mía y de nadie más. Él no podía presentarse cuando le plazca en la obra y coquetear con Bella como si fuese una de sus chicas de turno. No, a ella tenía que respetarla.
¡Maldito seas Black! ¡De todas las mujeres del mundo, tenías que fijarte en Bella!
— Hola. Discúlpame. Debes ser la secretaria de la arquitecta Swan, ¿podrías decirme dónde puedo ubicarla? —le pregunté a la joven de cabello castaño que estaba tras el escritorio. Aquel que siempre está vacío cuando vengo a visitar a Bella. No recordaba su nombre—. Me llamo Edward.
— Se ha marchado hace unos quince minutos. No sabría decirle dónde está —se excusó con una pobre sonrisa para luego mirarme atentamente—. Puede estar en la cafetería o en alguna reunión con sus jefes —me respondió tranquilamente. Mi intuición me decía que esta chica sabía mucho más de lo que pretendía disimular.
— Por favor, ¿no recuerdas si dijo algo más?
Mi cara debía ser un mar de incertidumbre. Desde hace buen rato sentía un mal presentimiento y no sabía a qué se debía.
— Bueno, creo que mencionó algo de irse a su casa porque no se sentía bien.
— Perfecto. Muchas gracias…
— Jessica.
— Muchas gracias Jessica —salí rápidamente por donde vine tomando el ascensor y presionando el botón del estacionamiento. Ella siempre dejaba su carro ahí y si tenía suerte la podría encontrar. Se merecía una explicación. Todos decían que la veían pálida y aturdida. Y era por mi culpa, por ser tan idiota y no haberle dicho la verdad a tiempo.
El ascensor se abrió en el semisótano y salí de él con prisa. Estaba todo silencioso, pero conforme avanzaba hacia el lugar donde Bella estacionaba su auto fui escuchando con cierta dificultad unas voces que subían y bajaban de intensidad, como si estuvieran en una confrontación. Avancé con mayor rapidez hasta que un grito me hizo parar en seco. Era el de una mujer. La otra voz, más fría y seca, rio disponiéndose a saborear el momento de terror.
— Oh vamos Isabella. No te hagas la puritana ahora.
Enfoqué mi visión y agucé mi oído, la que estaba ahí temblando y defendiéndose de ser besada y tocada era mi Bella. El alivio de verla después de mi pequeña travesía duró sólo una fracción de segundo, pues el hombre que la sostenía con fuerza entre sus brazos sonreía con prepotencia y arrogancia, regodeándose de su ataque.
Lo reconocí. Lo había visto sólo una vez, pero nunca, jamás, podría olvidarme de su cara, aquella que reflejó odio cuando me vio en la construcción con Bella aquel día.
— ¡Suéltame! ¡No quiero nada contigo! —trató de separarse, pero él no hizo caso.
Yo estaba a pocos metros, cada vez podía ver mejor sus rostros. Corrí mientras mi mente rebuscaba en el lado más oscuro que podía tener, toda la gama de torturas que existían, para escoger la más dolorosa, la que lo haga pedir perdón de rodillas... la que saciaría mi sed de venganza.
— ¡Suéltala! —grité furioso, haciendo que mi voz resonara en el lugar vacío y silencioso. Como respuesta obtuve sólo un eco fuerte y una mirada expectante del hombre. Bella entornó los ojos desvaneciéndose en el suelo mientras yo, con mi mirada envenenada, trataba de matar al hombre que osaba sobrepasarse con mi novia.
Esto no podía quedarse así. Ella era mi novia, y él un desagradecido que quería aprovecharse de su vulnerabilidad…
Era la hora de sacar las garras. Era la hora de renacer al monstruo.
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Notas:
Este capítulo es un poquito largo. Cuando lo editaba no quise borrar nada porque nos cuenta todo lo que pasó Edward en estos días y cómo ve su relación con Bella *-*! Además que, hay algunas detalles que espero hayan tomado en cuenta porque luego, cobrarán gran importancia en la historia.
Muchas gracias a todas por leer, por sus reviews, y por su apoyo =) Espero me digan qué les pareció el capítulo y qué conjeturas tienen para los próximos, ¿ustedes quieren/creen que Edward lleve a Bella a la cena? O.O conociendo a Irina (¬.¬)
La próxima semana veremos a un Edward cavernícola en toda la extensión de la palabra xD
¡Buenas noches!, Lu.
