Disclaimer: Todos los personajes de Twilight pertenecen a la genial Stephanie Meyer. Yo sólo juego con ellos =)
*Agradezco mucho a mi beta de aquel entonces: larosaderosas que me ayudó muchísimo en mejorar este fic en su primera versión. Si lo lees de nuevo, espero estar a tu altura! *-*
*ADVERTENCIA: Este fic contiene LEMON. +18 . ¡Gracias!
Capítulo 12
•
Bella
Hallé mi auto en la misma esquina que lo estacioné en la mañana y proseguí a abrir la puerta cuando unos pasos cortos y rasposos cortaron la calma del lugar mientras se acercaban cada vez más al sitio donde estaba. Por instinto traté de protegerme. Estaba sola, sin saber qué hacer y podía tratarse de un ladrón o algo peor.
― Creía que militabas en la causa de la soltería femenina, Bella ―al escuchar la voz, fría y seca, temblé de miedo. Avancé un paso más y tuve que llevarme una mano al pecho.
― Me sorprendes ―apuntó empujándome con rudeza sobre el capó del auto.
Grité, pero sólo escuché el eco de mi voz. Por más que quisiese echarme a correr o escapar, sería imposible pues la fuerza de este hombre era bárbara, y si lograba zafarme de él, estaba segura que me tropezaría de los nervios.
Él consciente de todo esto, rio y se apretó más a mí.
― Nadie podrá escucharte. Quédate quieta y no te pasará nada ―susurró en mi oído―. De ti depende...
― ¡No me toques! ―grité tratando de soltarme, pero él tenía muchísima más fuerza que yo―. ¡No tienes ningún derecho a...!
― Shhhh... Calla Bella. No vengas ahora a darme clases de moral ―me dijo pasando su mano por mi espalda sin ninguna delicadeza haciendo que un escalofrío de miedo y hastío recorriese mi cuerpo. Su cercanía me fastidiaba, su proximidad me abrumaba y su arrogancia envuelta en un comportamiento animal me causaba aversión y temor.
― ¿De qué hablas, James? ―le pregunté con voz que se suponía debía sonar fuerte y sin miedo, pero fue imposible, tenía la garganta seca y lo único que salió de mi boca fue un susurro.
― ¿De qué hablo? ―preguntó enojado. Con la fuerza bruta que lo caracterizaba me volteó de un solo movimiento y mi espalda se impactó con el frío de la ventana del auto―. No te hagas la idiota, Bella. Sabes muy bien de lo que hablo ―acercó su rostro amenazadoramente, nunca había visto a James de esa manera, parecía un animal cazando con la sangre clavada en los ojos―. Te estás acostando con un obrero... ¡Eso pasa! ―aseguró―. ¡Qué bajo has caído Swan! Si todos en la empresa se enteraran de esto, estaríamos empacando tus cosas hacia el pueblucho donde creciste.
― No permito que te expreses de esta manera, ni de mí ni de mi hogar ―dije con voz apenas audible sintiendo brotar de mi pecho, a su vez, una ira enardecida acompañada con odio que me infundía coraje―. ¡Idiota!
― Oh no… No son idioteces, Bella. O es que acaso… ¿Creías que no me daría cuenta? ―bufó por lo bajo―. Fue tan fácil, aunque debo reconocer que primero no estaba seguro, sólo creía que era una broma de mal gusto... una simple corazonada... ―levantó un mechón de mi pelo y lo olió con delicadeza para luego llevar su mano libre a mi rostro y acariciarlo con su pulgar―. Hasta que te vi aquel día...
Repulsión. Odio. Fastidio. Quería pegarle,pero mis piernas no daban más, mi cuerpo estaba temblando. ¡Lucha por lo que eres!
― ¿Recuerdas aquel día que llegué de improviso a la obra? ―me preguntó sin obtener respuesta. Él, lleno de rabia, me apretó la mandíbula con brusquedad levantándome el rostro a la fuerza haciéndome asentir. Lo poco que quedaba de mi consciencia fluctuaba entre correr, patearlo o dejarme a su libre disposición―. Muy bien que lo recuerdes... ―apremió con una sonrisa retorcida―. Cuando esa pareja de esposos incautos quiso ir a la construcción para cerciorarse de que su inversión sería buena, pensé que podría ser mi oportunidad para pedirte una cita, o al menos recordar lo bien que lo pasábamos juntos... ―me dijo pasando sus sucias manos por mi cara. Si antes sentí fastidio de tenerlo tan cerca, ahora ya quería vomitar del asco.
Mi cabeza empezó a latir con fuerza hasta tal punto que los nervios de mi cerebro tiraban de él, inmovilizándome. Cada palabra que él decía era una punzada en la boca de mi estómago que me hacía sentir náuseas.
― Contigo las cosas no eran tan fáciles, pero ya venías negándote semanas atrás... Así que pensé que, con un poco de persuasión, podrías caer ― ¿me estaba llamando "fácil"? Sí Isabella, te está catalogando así―. Pero ese maldito día en la obra me di cuenta de lo que te sucedía: habías encontrado a una nueva víctima y era nada más ni nada menos que tu capataz. ¡Qué bonita elección! ¡Ja! Fue fácil adivinar que ya te lo habías follado. Claro que primero pensé que podía ser alguna idea tuya, loca y estúpida, de tirarte a un cualquiera, pero luego lo vi… ¡Aquí! ¡En la oficina! Dando un pobre espectáculo en pleno corredor. Te quedaste como idiota mirándolo, se comían con los ojos y todo el que pasaba por ahí se podía dar cuenta… ―finalizó con la respiración agitada, desafiándome con su mirada, la cual brilló de rencor.
Sus manos ya no me tocaban, pero sus ojos flameantes seguían clavados en mí. No bajé la cabeza, la rabia se había apoderado de mi ser desterrando el temor que sentía hacía él.
Nadie insulta ni hiere a Isabella Swan. Menos se mete con su familia, su hogar y su hombre.
¡Y cómo quería que Edward estuviese aquí!
― ¡¿A qué viene todo esto James? ―alcé la voz, por fin tenía agallas suficientes para no dejarme ultrajar―. Habíamos quedado que sólo seríamos amigos, nunca más íbamos a traspasar esa línea…
James dejó de dar vueltas en su sitio y giró sobre sus talones al microsegundo.
― Pero yo sí quería y tú jugaste conmigo ―me cortó enfatizando cada palabra como si escupiese dolor.
―… y nos íbamos a comportar civilizadamente y no así, ¡pareces un bruto! ―agregué sin darle importancia.
― Me comporto como quiero. No puedo soportarlo más. Me dijiste que separara lo profesional de lo personal, ¿no? Pues eso hacía hasta que me di cuenta que tú cruzaste esa línea hace mucho tiempo acostándote con él, y ¿yo? ¿Dónde quedo? ¿En tu baúl de víctimas? ¿En tu colección de hombres que sólo sirven para satisfacerte?
― ¡No te permito…! ―tembló mi voz.
Estuve equivocada, todo este tiempo tuve una idea errónea sobre él. En ningún momento él sintió celos ni preocupación por el presupuesto de la obra, mucho menos por el sueldo de Edward. ¡No! Nunca fue el adulador ni el aprendiz del jefe. ¡No! Ninguna de sus muecas ni de sus gestos ni de sus palabras con doble sentido en las reuniones, acompañadas de un notable y áspero malhumor, eran por el trabajo, el dinero o la planilla de jornadas. ¡No! Todo se remontaba al pasado que habíamos tenido. Se trasladaba a su maldito sentido de pertenencia, al estúpido ego de un hombre herido y resentido, a un pasado que yo había dejado en el olvido... y que él quería revivir.
Cuando me fijé en James Smith, fue una noche cualquiera, una de aquellas en que habíamos salido a divertirnos con los chicos de la empresa. En mis inicios, aceptaba tomar una copa con mis colegas y jefes, y él siempre se expresaba educado y cortés con todos. Una cualidad que me sedujo… aunque ahora me daba cuenta que todo había sido una pantalla, una mentira que sólo encubría el filtro oscuro que era su alma. Ahora lo veía con un aspecto muy corriente. No había nada destacable en su cuerpo, quizá su rostro pálido o sus labios finos o sus ojos azules ojerosos… pero no. Ya nada me atraía de él. Sólo hoy era capaz de ver el verdadero rostro del hombre que tenía al frente: déspota, vengativo, amenazador y animal.
― Sólo eres una pequeña zorra que juegas con cada uno de los hombres de turno que tienes. ¿Qué tiene él que no tenga yo? ¡Dime! ¡Por algo le permites que te folle en tu oficina! ¿Es el dinero?
― ¡Idiota! ―le propiné una buena cachetada, él me miró con odio acariciándose la mejilla por el fuerte golpe y con la otra mano me aventó nuevamente hacia el coche.
― He sido testigo de las veces que dejaste tu auto aquí por subirte al mío e irnos a follar a mi departamento. Una buena táctica, si me permites decirlo, y que estoy seguro la pusiste en práctica con él. Pero, ¿sabes? Tu y yo somos iguales, Bella. Cortados con la misma navaja. No lo puedes negar.
― No todos somos como tú, James ―dije con odio.
― Me atrevo a decir que sí. No nos gusta los compromisos a largo plazo, preferimos la vida simple y por eso funcionábamos tan bien… Si no me crees, pregúntate, ¿de verdad crees que podrás serle fiel? ¿Crees que aguantarás las palabras "para siempre" y "amor eterno"? Es sólo una fachada Bella, cuando te des cuenta en lo que te estás metiendo, le harás lo mismo que a mí.
"Lo mismo que a él"
James estaba equivocado, a Edward nunca, jamás le haría lo mismo porque Edward había demostrado ser un verdadero hombre, un caballero por más estúpido que fuera pero James, terminó siendo lo peor que haya podido conocer en mi vida.
― Soy mujer de un solo hombre ―dije con certeza. Su rostro ojeroso estaba frente al mío mientras sus manos me apresaban entre el carro y su pecho. El dolor de cabeza se hacía cada vez más intenso, a tal grado que me hacía lagrimear.
― Te refieres a un solo hombre cada vez.
― ¡Cállate! ―bramé tratando en vano de golpearlo con mi puño, él adivinó mi jugada y apartó mi brazo de un manotazo. Me planté bien e intenté recordar, a pesar del pánico y la rabia, lo poco de autodefensa que sabía y que había aprendido de Leah. Ella en sus "noches de rock, delirios y afrentas" me había enseñado a dar muy buenos derechazos y rodillazos en la ingle… y buscaba el momento para dejarlo paralítico si fuese posible.
Odiaba las amenazas, odiaba que me hicieran sentir como que no valiese nada, que me hicieran creer que tenían el poder. Eso en vez de amilanarme, hacía que recargara fuerzas casi inexistentes de lugares de mi cuerpo que pensaba que no tenía.
― Sólo te abro los ojos, Bella. No te entusiasmes mucho con él, porque cuando menos te lo esperas y te proponga una relación como te la propuse yo hace tiempo, saldrás corriendo y lo dejarás, como hiciste conmigo.
Obvio que salí corriendo. James mentía. Y mentía cínicamente. Así como él no significaba nada para mí, yo para él tampoco, pues me enteré que se acostaba con Victoria y con cualquier otra que se ofreciese a abrirle las piernas.
En términos generales, James estaba bien para una salida, una aventura de una noche, pero no para una relación. Nunca jamás hizo cosas, ni me demostró lo mucho que le importaba tal como lo hacía Edward. No existía punto de comparación, pero lamentablemente, toda esta querella me ocasionaba la maldita sensación de arrepentimiento y desconsuelo por haberme comportado como lo había hecho. Edward por más idiota que haya sido por no invitarme a la cena, no tenía obligación alguna a lidiar con este pasado. Edward me tenía sobreestimada, apoyada sobre un pedestal… pero, ¿si yo no era lo suficiente para él?
― Sería muy satisfactorio restregarle un poco de nuestra antigua relación por las narices a tu nuevo novio. Pero quizá sea después, no quiero echar a perder la diversión ―me dijo acercando su boca a mi cuello para empezar a besarme mientras que sus manos apresaban las mías paralizándome y tensándome de los nervios.
James se carcajeó sonoramente, como si disfrutara teniéndome sometida, apretó su agarre en mis muñecas y las pegó a mis costados para luego presionar su cadera con la mía pegándome más al auto y haciendo arder de dolor mi espalda. Se refregó sobre mí haciéndome notar el bulto que escondía su pantalón.
Tuve miedo. Su fuerza era brutal. En este momento me daba cuenta que me estaba enfrentando sola a un monstruo… al lobo del cuento, al ogro del reino enemigo.
― ¡Suéltame! ―me removí y tiré de sus brazos con mis manos capturadas, pero no hice más que incentivar su regocijo y sentir su miembro rozar con impaciencia mi cuerpo.
— Oh vamos Isabella. No te hagas la puritana ahora ―su boca buscaba la mía, pero yo me negaba, volteaba de lado a lado evitando sus labios.
— ¡Suéltame! ¡No quiero nada contigo! ―grité con lo poco que me quedaba de fuerza.
Le escuché susurrar algunas cosas, pero ya no estaba consciente… entre el dolor palpitante de mi cabeza y la brusquedad de su agarre que me hacían lagrimear, sentía que me iba a desvanecer. No iba a poder soportarlo más.
— ¡Suéltala! —escuché un furioso grito resonar en todo el estacionamiento que hizo que James me soltara. Mis piernas no podían sostenerse por sí solas y me desvanecí, dejando caer mi cuerpo como si fuese un costal.
— Supongo que es la hora de que el novio aparezca… ¡Qué romántico! Todo esto parece sacado de alguna película —dijo James con ironía.
Entorné los ojos y vi a Edward. Bateé mis pestañas desesperadamente para aclarar mi vista y creer lo que estaba viendo. Sí. Ahí estaba Edward con una mirada envenenada y adoptando una posición defensiva, medio agachado, con los brazos adelantados ligeramente. James apretó su mandíbula y cuadró sus hombros. Ambos parecían gallos de pelea, listos para demostrar quién era el mejor.
Respiré más tranquila. Fue sorprenderte cómo el miedo se desvaneció con sólo verlo.
James dijo algo, pero no logré escuchar bien. Caminó hacia mí de nuevo. Las energías, la fuerza sobrehumana se me estaban yendo… y únicamente sentía el palpitante dolor de cabeza haciendo eco y debilitándome. A las justas sentí cuando él me cogió del brazo y me paró bruscamente, sólo llegué a escuchar la volea de gruñidos que estalló en la garganta de Edward.
― ¡Te he dicho que la sueltes idiota! ¿No entiendes? —Edward lo apartó de un solo manotazo y lo tiró al suelo. Lo miró un segundo para luego volverse hacia mí—. ¿Estás bien, Bella? —me preguntó con voz tensa—. Dime algo…
— Sí lo estoy… —mentí.
— ¿Cuál es tu problema eh? —Le dijo James limpiándose el hilo de sangre que corría por su boca—. Deberías reclamarle a ella... Ella es la que vuela de flor en flor... Ella es la zor…
— ¡No permito que hables mal de una mujer! ¡Mucho menos de mi mujer, estúpido! —Edward le lanzó otro puñetazo que cayó acertadamente en el rostro pálido de James. Su voz sonó áspera con el odio y la sed de sangre—. ¡Y menos permito que la toques de esa forma!
Me apoyé en el auto y vi como James respondía con otro derechazo que Edward esquivó muy bien para luego arremeter con todo y propinarle otro puñetazo. Edward y James peleaban como animales en la selva, metiéndose golpe tras golpe y lanzando injurias al aire. Tenía temor que alguno de ellos saliera lastimado, sobre todo Edward ya que él no debía pasar por ninguna de estas cosas por mí. Yo no era lo que él pensaba, si él seguía a mi lado, podría correr peligro. Pero, aun así, dentro del mar de incertidumbre, la diablita diabólica y exhibicionista que existía en mi interior apretaba el puño y lo estiraba hacia arriba en señal de triunfo a la vez que observaba con lujuria a Edward luchar con elegancia; incluso verlo así, encolerizado como un león defendiendo o delimitando su terreno, también me propinaba ciertos latigazos de satisfacción.
Nuestro sexy y cavernícola capataz que defiende lo que es suyo está en plena acción. Pequeña intrusa, ese hombre es sólo mío. ¿A pesar de su estupidez y de ocultarte cosas? Sí, a pesar de eso.
Me dejé caer, mis piernas aún temblaban.
Unos chasquidos metálicos, así como jadeos horrorizados aumentaron de ritmo, haciendo que el baile de martillazos, gruñidos y alaridos, que reverberaban en las paredes frías y solitarias del estacionamiento, se volviera más intenso, dándome a entender que alguno de ellos estaba más herido que el otro. Aunque Edward me debía un sinfín de explicaciones y me había escondido cosas, no quería verlo herido, y menos a manos de ese imbécil.
Se me encogió el estómago de preocupación lo que me hizo aguzar la vista y ver lo que sucedía: James había hecho caer a Edward de espaldas y estaba a punto de pegarle, entonces no aguanté más y un sonoro grito abandonó mis labios temblorosos.
— ¡Paren ya! —grité irguiéndome como pude y lo miré desafiante. Ese imbécil no iba a dañar a mi hombre.
— ¡No te metas Bella! —James alzó el rostro y pude distinguir una sonrisa perversa atravesar su rostro salvaje. Se levantó del suelo, dejando a su presa y pretendió caminar hacia mí. Yo ya preparaba mi rodilla para golpearle en los huevos—. Oh… Parece que prefieres jugar, ¿no? — su tono de voz era en doble sentido.
— ¡Pobre de ti si me tocas!
— Quizá después de todo, tú aún… —no terminó su frase, pues Edward, a quien ya creía inconsciente, se irguió del suelo con prisa, proliferando insultos y volviéndose con rapidez para coger a James desprevenido por el brazo y tirar de él hacia arriba. Me pareció ver que James se elevaba unos centímetros del suelo. ¡Oh, sí!… ¡Vamos, Edward, un puñetazo!, exclamó la diablita.
— ¡Te prohíbo que le hables así! —exclamó Edward con rabia.
— ¡Por favor, Edward! Déjalo, no vale la pena… —volví a insistir llamando su atención.
Mi hombre iba ganando la pelea, las dos 'Isabellas', una con sus alas plateadas y la otra, más pervertida, aparecían en escena y se unían eufóricas en un abrazo triunfal y sus ojos brillaban de orgullo haciéndome sentir importante y preparando un premio especial al hombre que tenían al frente. Pero mi consciencia me dictaba tantas cosas… no quería verlo dañado. No me lo perdonaría.
— ¡No! —James aprovechó su distracción para golpearlo en las piernas y hacerlo caer de bruces al piso. Edward fue más listo y logró apoyarse en una de sus manos logrando amortiguar el golpe. Por mi maldita boca y mis malditos gritos, Edward casi malogra su hermoso rostro. No podía permitirlo… Era suficiente.
Debía existir alguna forma de ayudarlo. Quise acercarme a él, pero no podía, mis pies no me respondían, parecía que los tenía atornillados al piso de cemento. Mi única arma era mi voz, desesperada y ronca, pero aun así reflejaría la angustia que sentía.
— ¡No quiero perderte! ¡Por favor!
Y todo sucedió ante mis ojos en cámara lenta. En ese corto segundo, los alaridos cesaron y fueron desplazados por dos respiraciones agudas y erráticas que iban a la par del sonido de los latidos de mi propio corazón, el cual podría ser suficiente para acallar sus rugidos. Los puñetazos pararon, pero las miradas de resentimiento y odio seguían ahí.
Edward lo aventó hacia un lado siseando entre dientes.
— Sólo lo hago por ella. No merece ver todo esto.
— ¡Cómo si no supiera por qué lo haces!
— ¿Qué mierda intentas decir? —Edward regresó y lo cogió de la camisa acercando su rostro—. ¡Dímelo en mi cara si tienes agallas! —exigió, pero James con la soberbia en sus ojos no le dio respuesta, atinó solo a cogerlo del brazo y tratar de zafarse de él—. Un hombre que trata a una mujer así, no merece ser llamado hombre.
— Esto no se quedará así —contraatacó James escupiendo sangre y soltándose de su agarre—. Eres un simple obrero y nadie como tú podrá venir a decirme que hacer.
— Cuida tus palabras… —le aclaró Edward mostrándole un rostro encolerizado donde sus facciones estaban gobernadas por el odio y el dolor.
— Y tú, a tu mujer —espetó agitando las aletas de la nariz. James se dirigió a su auto sin mirar atrás mientras que un rabioso Edward recogía las llaves del mío del piso, así como mi cartera. La pelea había acabado, pero yo seguía sin moverme.
— Sube al auto, Bella —me abrió la puerta y me ayudó a subir al carro. Su cercanía, el transpirar de su piel y su calor, como muestras de la lucha por defenderme segundos antes, me provocó unas ansias infinitas de abrazarlo y agradecerle.
— Gracias, Edward...
Rocé su piel un segundo y él sonrió con dificultad, pues su respiración todavía seguía agitada. Se sentó al volante y salió del estacionamiento como poseído haciendo chillar las llantas del coche.
Manejó como loco por la ciudad, haciendo caso omiso de todas las señales de tráfico. Suspiré y me relajé en el asiento. Aunque sonara extraño y debiera estar preocupada por su alocada forma de conducir, no me importaba nada… el dolor de cabeza había bajado de intensidad y ya no me sentía mareada ni con miedo, todo lo contrario, a su lado me sentía a salvo. Quise abrazarlo o hablarle, pero no sabía si era lo correcto. Estudié cada una de las facciones de su rostro, tan perfecto como a la vez herido, y lo noté contraído e inescrutablemente serio.
Opté por no decir nada.
Sólo observarlo… hasta que de pronto una punzada en el pecho me alertó de lo que se venía... La verdad.
Hacía unos minutos creía mi vida perdida bajo las garras de aquel animal y ahora sentía confort y alivio… mucho alivio... Pero que lamentablemente duraron poco tiempo, pues, a su vez, una gran incertidumbre pretendía surgir y dominar mi ser poco a poco. Y es que… ¿Edward había escuchado toda la conversación? ¿Cuánto habría escuchado? ¿Había sido testigo de la discusión? ¿En qué momento apareció en el aparcamiento? ¿Estará enojado por eso? o… ¿de repente no escuchó nada? ¡Sería un alivio! No tenía ni la más mínima idea, ahora, sentada en mi carro con la vista del lago Michigan alrededor, podía recapacitar e hilar mis pensamientos y miedos. Cada palabra que me dijo James era verdad. Yo había sido así, una alérgica a las relaciones serias, una miedosa a los compromisos... pero no lo quería ser más. Quería estar con una sola persona, aquella que me salvó esta tarde, aquella que peleó por mi dignidad y me hizo sentir valiosa, aquella a quien yo quería demostrar el bien que me hacían su cariño y protección... Pero, ¿podría recaer? ¿Huir? ¿Ser la mujer que James dijo que sería?
¡No! No Isabella, no lo serás, ¡confía en ti!
¡Y Edward no lo hacía fácil! ¿Por qué me ocultó lo de la cena? ¿Por qué no me lo dijo? Recuerda Isabella que él no te había cancelado la cita de esta noche en ningún momento. Lo sabía y eso me daba una ligera esperanza, pero ¿de qué? ¿De qué te iba a demostrar lo que realmente eres y vales para él llevándote a la cena de Riley? La pequeña intrusa podía tener razón.
Volví a suspirar, pero ahora de nervios y ansiedad, el hecho de que Edward hubiera escuchado de más y la incertidumbre de lo que pudiese pensar de mí era más grande que la sensación de ser omisa a sus pensamientos. Con el dolor en mi pecho por saber la verdad, musité…
— Edward… tú…
— ¡Distráeme por favor! —su petición me sorprendió. Lo había visto apretar de vez en cuando el volante, pero ahora se aferraba a él con las dos manos al mismo tiempo que su rostro reflejaba una expresión asesina.
— ¿Cómo? ¿Por qué?
— ¡Háblame de lo que sea, de cualquier cosa porque soy capaz de regresar, buscarlo y acabar con él! ¡Quiero obligarle a que te pida perdón de rodillas y romperle hasta el último hueso!
¡Ohh! Edward... Mientras que a mí me invadían y torturaban algunos fantasmas del pasado, él seguía ardiendo de rabia… Sé que no debería decirlo, pero mi diablita interna saltaba de emoción y orgullo al verlo así: celoso, al acecho, defendiendo lo que era suyo y haciendo que múltiples ideas para agradecer su heroísmo se formaran en mi cabeza despertando mi lado pervertido… Por primera vez en mi vida, un hombre se peleaba por mí y me parecía de lo más sexy... Isabella debes estar mal.
— ¡Dime algo!
— Ehhh… — ¡piensa rápido Isabella!— Alice se cree la reencarnación de Minie Mouse.
— ¿Qué?
— Sí ella me lo confesó la otra noche.
Rio entre dientes y el gesto en su rostro mostraba su confusión e incredulidad—. ¿Te ha dicho por qué?
— No, sólo que anda en búsqueda de su Mickey. El otro día compró unas orejas de ratona —le dije de inmediato sin saber por qué, sólo sé que fue lo primero que se me ocurrió. Sin embargo, sirvió de algo pues sus facciones herméticas e inescrutables se suavizaron un poco y siguió manejando...
A los minutos, detuvo el coche, apagó el motor y se acomodó en el asiento pellizcándose el puente de la nariz con sus dedos. No dejaba de observarlo.
— Discúlpame Bella, pero a veces me es difícil controlar mi temperamento —susurró.
Se bajó del auto para en segundos abrirme la puerta y hacerme bajar. Sin darme cuenta habíamos llegado en un abrir y cerrar de ojos a mi departamento. Reconocí la fachada de inmediato al ver al conserje parado frente a la gran puerta de vidrio listo para abrirla y dejarnos pasar. La fachada de mi edificio era de lo más normal y corriente, el color gris que tenía sólo la hacía ver más formal.
Cuando llegamos a mi piso, aún se percibía la incomodidad, Edward se pasaba la mano por su cabello totalmente desesperado dándome la señal que quería decirme algo. Seguramente el querría explicaciones y yo tendría que dárselas, pero a su vez debía esclarecer todo este problema y su falta de confianza hacia mí, sino nunca estaría tranquila. Era exactamente como dos corrientes a punto de colisionar en altamar. Una me instigaba a reprocharle su mal comportamiento por ocultarme cosas, pero la otra me aclamaba que lo perdonase después de haberme defendido como lo hizo. Sólo cuando éstas chocaron en el fondo haciendo que las olas reventaran en la orilla, abrí mis ojos y recordé que yo también me había comportado mal en el pasado.
Era cuestión de olvidar el pasado y empezar de nuevo. Algo no muy fácil para mí.
— ¿Te encuentras bien? —me preguntó con una voz más calmada al entrar a mi sala. Se acercó y me atrajo hacia su cuerpo para abrazarme. Asentí y dejé caer mi cabeza en su pecho y lo rodeé con mis brazos sintiendo que todo en este mundo encajaba.
En el pasado, me había costado creer que alguien podía demostrar tantos sentimientos con un solo abrazo, con una sola caricia. En el presente, lo había comprendido, me estaba pasando y era increíble saber que por fin había encontrado alguien con quien compartir mi soledad. Estuvimos así un buen rato, él apoyando su mentón en mi cabeza y yo escuchando como latía su corazón.
— Perdóname, Bella —bajó la voz.
— Nada de esto es tu culpa, Edward, sino la mía —le dije suavizando mi voz.
— No Bella, no te engañes, ¡todo esto ha ocurrido por mis malditos errores! ¡Por mi estúpida cabeza!
— No... Te enfrentaste a él por mí… —me separé de él para mirarlo fijamente a los ojos. Él no tenía la culpa del pasado que me ensombrecía—. No me hubiera perdonado nunca si te hubiese pasado algo.
— ¡No! —Insistió apartándose de mí y acercándose a la ventana—. Si yo hubiera estado contigo como lo prometí, si no te hubiera escondido las cosas y te las hubiera dicho a tiempo… —una punzada golpeó mi pecho— si no hubiera sido tan idiota al permitir que Jacob te dijera lo que traté de ocultarte… no te hubieras sentido mal y nunca hubieras recurrido a tu trabajo —se reprochó a sí mismo haciendo un gesto de dolor—. Todo es culpa mía.
Suspiré apesadumbrada. A este punto, él tenía razón. Si no me hubiera enterado por Jacob de la cena, nunca me habría pasado por la empresa, pero hubiera seguido engañada. No obstante, yo también le debía una disculpa. Edward se recriminaba el no haber llegado a tiempo, el ocultarme las cosas, ¿pero yo? Debía sincerarme y contarle la verdad sobre James a pesar del reproche y el rechazo que pudiese obtener por su parte.
Tendría que llenarme de fuerza. Pero primero, lo primero…
— ¿Cómo sabes que Jacob me contó lo de la cena? ¿Te lo dijo él? —Edward atinó a mirarme sin decir nada. Su silencio lo era todo y muy fácil de adivinar. Además, logré distinguir la pena dentro del mar de ira que eran sus ojos, lo intuí: ¿quién más sabía lo que pasó en la obra? Era lógico—. Fue Paul, ¿verdad?
— Sí. Hablé con él esta mañana —soltó el aire. Dentro de todo esto, quise sonreír y tirarme a sus brazos. La naturaleza de Edward era ser un hombre celoso y muy pero muy protector, y así, con todo eso y mucho más, yo lo había aceptado... me había encantado, me había seducido, me había rendido...
— Por eso llegaste a la empresa… a buscarme —hizo una mueca de sufrimiento—. Debí haberlo sabido.
— ¿Me perdonarás, Bella? —Se me acercó nuevamente y enmarcó mi rostro para mirarme y hablarme con sinceridad—. Te prometí llegar a tiempo, prometí cuidarte y ganarme tu confianza y… —suspiró—. Te he fallado… —me dijo con un alto grado de vulnerabilidad ocultando así al hombre fuerte y poderoso, dejando salir al niño asustado, al que temía ser rechazado—. He sido tan estúpido.
Lo miré... Era sincero, sí, pero a la vez fue tan estúpido… mi pequeño niño indefenso estaba ahí, con sus ojos acuosos y temerosos frente a los míos como si esperara un veredicto a alguna fechoría y eso me rompía el corazón. No quería que siguiera reprochándose. No. ¡Yo también era culpable! ¡Era yo la culpable por haberme enrollado con James! ¡Por haber sido tonta y no haber sabido esperar al hombre que verdaderamente se preocuparía por mí! ¡Por ser una idiota y creer en sus chantajes! Era consciente de que debía esclarecer todo esto... pero, ya que Edward empezó a confesarse, quería saber más. Debía saberlo.
— ¿Por qué no me dijiste lo de la cena? No te iba a obligar a que me invitaras si no me creías especial para ello, pero no entiendo por qué lo hiciste. ¡Me pediste que confíe en ti! ahora ya no sé qué pen…
— Bella nunca digas que no eres especial para mí. Lo eres y mucho… —dijo convincentemente—. Te voy a contar la verdad, pero por favor, quisiera que entendieras por qué hice lo que hice.
Asentí.
"La verdad"… Cuando te la dicen, siempre sientes miedo, escalofríos o náuseas... Pero cuando te la dice el hombre al que quieres, tu mundo podría venirse abajo en un segundo... Eran dos palabras que podían marcar una decisión: o retrocedía y me estancaba en el pasado o avanzaba hacia el futuro… con él. Me tensé de solo pensar en la primera opción.
Edward dio vueltas en su sitio pasándose la mano por su cabello una y otra vez en actitud nerviosa. Parecía que buscaba la mejor forma de decirme su verdad. Se paró frente al ventanal un rato hasta que por fin habló atrayendo mi atención nuevamente. Algo en su mirada daba la impresión de mucha fragilidad, así como de algo más, algo enigmático. Mi alma quiso borrar esa expresión de su rostro.
— Bella, para hoy tenía un plan trazado y era llevarte a la cena de Riley. Como te dije ayer, hoy iríamos a cenar a un lugar especial —asentí—. No te niego que primero pensé que podría llevarte engañada a la reunión para que no te sintieras abrumada con una noticia así pues lo que menos deseo es que te sientas presionada por nuestra relación. Sé que llevarte a una cena de compromiso o a una boda podría hacerte sentir como que te exigía algo que no quisieses: ser mi novia. En ningún momento te he presionado para dar ese gran paso porque sé que no te gustan las etiquetas, ni los formalismos y por ello decidí tomarme las cosas con calma… Darte tu espacio, tu lugar, ir poco a poco, como te prometí…
Al compás de sus palabras, iba caminando alrededor de la sala, meditando cada una. Por más molesta que estuviera con él, no podía dejar pasar lo sincero y genuino que era al hablar, al expresarme sus sentimientos… y eso me encantaba porque hacía que mi corazón no aguantara la emoción y se permitiera dar pequeños brinquitos de alegría… Edward me entendía, conocía mis defectos, pero sobre todo ¡me iba a llevar a la cena! Yo era importante para él, sus ojos y sus palabras lo confirmaban y yo como estúpida pensé lo contrario dándole una posibilidad a Jacob.
— Pero…
¡Siempre existen los peros! ¡Maldita sea! Todo era demasiado lindo para ser verdad…
— Sí… —lo invité a seguir aun estando con los nervios a flor de piel.
— Conforme avanzaban los días, me volví un cobarde. El miedo de dañarte se implantó en mi ser y no quiso irse —agregó angustiado—. Tampoco quise mentirte, pero las circunstancias se dieron así, Bella. En esa fiesta, estará una mujer con la que solía salir, con la que tuve un pasado y la cual amenaza nuestra relación... —pasé saliva, por más que quise aguantarme no pude, mi corazón dejó de saltar y se encogió con fuerza—. A esa mujer le he dejado en claro miles de veces que lo nuestro no puede seguir, que se acabó, pero no entiende o mejor dicho, no quiere entender. Me persigue, me llama, me atormenta incluso llegó a amenazarme… —hizo una pausa—. Yo puedo soportar todas sus injurias y calumnias porque no me importa salir dañado, pero nunca, escúchame Bella, nunca dejaría que te pase algo malo a ti —bateé mis pestañas pasmada y mis piernas empezaron a vacilar en su sitio, tuve, por inercia, que apoyarme en el aparador. Edward al ver mi palidez se acercó a mí a grandes pasos.
Pero… pero… ¿Qué me estaba diciendo? ¿Una mujer en la vida de Edward? ¿Con la que tuvo un pasado? ¿Con la que seguía viéndose? Era confuso…
— ¡Mírame, Bella! —Lo hice débilmente, sus manos ya estaban en mi rostro sosteniéndolo e instándome a mirarlo.
— ¿Quién es ella? ¿Cómo se llama? —quise saber. Mi voz resultó un susurro débil.
— Irina. Es la prima de Riley. Desde hace más de seis meses ya no entablo ningún tipo de relación con ella, pero no lo entiende —se apresuró a decir.
— ¿Cómo sé que no me mientes? ¿Cómo puedo confiar en ti? —Logré preguntar a pesar de estar flotando en una nube de confusión—. Ya me fallaste una vez Edward, me hiciste sentir mal... ¿Cómo sé...
— Shhh… —me cortó suavemente acariciándome el mentón—. Desde que te vi te convertiste en mi ilusión, Bella. Eres la única mujer que me interesa, creo que ya te lo he demostrado varias veces, pero podría seguir haciéndole cien veces más. Tú… tienes mi corazón en tus manos.
— Ed... —murmuré
— ¿No te es suficiente?
Sin dejar de mirarme con aquellos ojos verdes que te traspasaban el alma, colocó su mano izquierda en mi pecho, a la altura donde se encontraba mi corazón y la presionó. Con la otra guió la mía a su pecho y me hizo sentir sus latidos. Los dos corazones latían al unísono, con el mismo ritmo cardiaco, con la misma frecuencia e intensidad. Era increíble… era magia.
— ¿Lo sientes, Bella? Ellos se reconocen, se entienden, forman uno solo.
Respiré profundamente, estaba maravillada, con miles de sentimientos a flor de piel. Edward tenía un pasado… y yo tenía otro, y si queríamos avanzar en nuestra relación, debíamos dejar atrás todos los fantasmas. Lo entendía, le creía… Los dos habíamos pasado por lo mismo… Éramos, como dije, dos almas similares pero diferentes a la vez. Ambas con cicatrices, penas y dolores que habían agujereado su integridad y que, a la vez, se necesitaban la una a la otra para poder vivir en paz.
.
"Si no te hubiera conocido no sé qué hubiera sido de mí...
sin tu mirada enamorada no sé si yo podría vivir…
sin el latido de tu corazón, el mundo es más frío
Sólo desde que te conocí, todo en mi vida cambió
y supe al mirarte que al fin, se alejaría el dolor…
Pero nada tendría sentido si nunca te hubiera conocido"
.
— ¿Te ha amenazado?
— Sí —afirmó con la mirada perdida.
Una sensación de valentía llenó mi pobre y sacudido corazón. Odiaba las amenazas, las aborrecía y las rechazaba.
— Por favor Bella, sé que cometí un error al no confiarte esto mucho antes. Por miedo a esa mujer, temí perderte… Pero, sin darme cuenta, mi estupidez te llevó a las garras de aquel animal. Realmente lo siento mucho y créeme que la incertidumbre, la sensación de impotencia al pensar que habría podido perderte para siempre me están haciendo pagar con creces este fatal desliz —dijo con voz atormentada recargando su frente en la mía.
Hasta este día, era como si hubiese estado viviendo un cuento de hadas con un apuesto y sexy príncipe, y en el cual, intempestivamente, el ogro malo llegaba y atacaba el reino sin avisar llevándose mis sueños con él… Qué ironía… en la realidad, Edward era mi príncipe, sí, el príncipe de mis fantasías; pero, la única diferencia era que yo no era princesa, y el ogro no logró llevarse nada de mí.
Pero puedes ser princesa Isabella… Hace dos meses decías que no confiarías nunca más en un hombre y ahora lo estás haciendo… Ten fe, y serás su princesa…
Pero, ¿y las brujas malas? Ni ellas llegarán a malograr tu vida, Isabella. Esa Irina, tendrá que pagar las amenazas. Suspiré. Sí, odiaba cuando la gente me amenazaba, me chantajeaba o me sacaba en cara las cosas, mucho peor sería si se metieran con mi hombre, mi príncipe…
— Edward… abrázame… fuerte… —con una sonrisa hizo lo que le pedí abrazándome más fuerte que la vez anterior haciéndome sentir sus latidos irregulares y la maravillosa corriente eléctrica que era la unión de dos almas y cuerpos. En ese instante supe que estaba perdida, que ya era tarde… estaba colada hasta los huesos por Edward Cullen.
— Sé que no soy perfecto Bella… lo único que quise fue protegerte, pero acabé por exponerte a la más terrible fiera —me dijo al oído, su voz aún reflejaba miedo, él verdaderamente se preocupaba por mí, temió no llegar a tiempo, temía no verme más...
Sonreí en su pecho.
— Bella... Si te asusté o te molesté con mi reacción de hoy... lo siento, pero no tienes idea de la rabia y la cólera que sentí al verlo ahí, tocándote, tratando de sobrepasarse contigo... No podía permitirlo, debía defenderte, debía dejarle en claro que tú tenías dueño —agregó cambiando su dulce tono de voz a uno más serio, demandante dejando a entrever la ira que sentía al recordar el mal rato de hoy. Dejó escapar un gruñido y se tensó.
Mi sexy, voluble y celópata capataz... Así con todo eso, me gustaba...
— Edward, no te disculpes. Más bien te lo agradezco... ¿Sabes? Nunca nadie me había defendido como tú lo has hecho, es más, nunca nadie había hecho algo por mí… y me encanta que hayas sido tú… —sonrió—. Pero debo decirte algo.
— ¿Qué…? ¿Qué es? —preguntó con miedo cogiéndome por los hombros y examinándome los ojos, vio las pequeñas lágrimas que caían por mi mejilla y las limpió con el dorso de su mano.
— Quiero que sepas porqué esto también fue mi culpa —dejé sus brazos y caminé hacia la pared para apoyarme en ella, él me miró confundido, pero la culpa me gritaba al oído que hablase de una buena vez. Suspiré con pesadez
— No tienes…
— Sí, Edward, déjame hablar —hice una pausa y tomé una buena bocanada de aire—. Yo soy la culpable de crear a esta fiera. Lo que viste en el estacionamiento esta tarde sólo se debe al pasado... —me miró confundido—. Edward, el comportamiento de James se debe a mi pasado... él y yo...
— Detente, Bella —me dijo aparentemente calmado, pero lo conocía tan bien para detectar un leve rastro de celos en su voz. Su mirada se volvió dura, inteligible a la vez que todo su cuerpo se tensó haciendo que me sintiera más nerviosa de lo que estaba. No debía temer a la verdad, pero cuando alguien te consideraba en un pedestal, la caída podría doler.
— No… no me des explicaciones, Bella. Puedo hacerme una idea clara de lo que sucedió entre ustedes —apretó la mandíbula—… y no te niego que me fastidia, me revienta el alma y me da una razón más para golpearlo… —aguanté la respiración esperando lo peor—, pero no soy nadie para juzgarte. El pasado quedó en el pasado.
— Ed... Ya hablé con James y pensé que todo había acabado, pero parece que no —me apresuré a decir—. Tendré que volver a hablar con él. Esto tiene que terminarse.
— No Bella —zanjó—. Esto nunca acabará. Lo vi en sus ojos, él buscará venganza, nos rastreará para hacernos daño. Lo mejor sería que no trabajes más en esa constructora.
— No… no puedo hacer eso —objeté.
— Debes, Bella, no puedo permitir que estés cerca a ese tipo otra vez. No me perdonaría nunca si te sucediese algo a manos de él o de cualquier otro enfermo desadaptado. Si yo trabajara ahí, sería diferente, pues podría estar pendiente de ti todo el día, tenerte bajo vigilancia, pero como yo no...
— ¡Edward! No puedo salirme, así como así de la empresa. Pensé que eso ya había quedado claro el otro día. El contrato que firmé no admite renuncias de un día para otro —lo contradije cruzando los dedos por detrás y mirándolo con seriedad.
En parte tenía razón, mi contrato tenía cláusulas exclusivas sobre las renuncias y despidos, así como un juramento bajo pena de cárcel si sacábamos a la luz las estafas y desfalcos que hacía la empresa. Si abríamos la boca, podríamos pasar la vida tras las rejas… "Si caemos nosotros Swan, tú caerías con nosotros. No lo olvides", repetía cada vez que podía el CEO Charlie, por mi casa de Forks, no podía abandonar mi trabajo. Jamás.
—No, Edward… No puedo...
Se cruzó de brazos. Él odiaba que le hiciera la contra.
— Bella, sé que sonará estúpido, pero acabarás por abandonar esa empresa —sonó a promesa.
— Quizá... Pero aún no puedo... —agregué con un hilo de voz. Edward ya sabía de James, confesarle más cosas de mi vida, podría solo empeorarlo todo. Me dediqué a mirarlo con un sentimiento que aún no podía descifrar, sólo sabía que no se comparaba con nada a lo que había vivido o sentido antes.
— ¡Diablos! ¡Está bien! ¡Cuando pones esa carita no puedo negarte nada Bella! ¡Eres mi perdición sin duda! —Se pasó la mano por su broncíneo cabello enredándolo aún más—. Por el momento prométeme que no te acercarás y mucho menos volverás a tener contacto alguno con él —me pidió mientras inhalaba y exhalaba fuertemente para calmarse. Para mí, verlo celoso y sobreprotector era lo más sexy que podía existir.
— Está bien —prometí con rapidez—. Trataré en lo posible, y si sucede algo serás el primero en saberlo.
— Bien —aceptó finalmente.
Mi corazón aún seguía como un loco.
— Ven aquí, cariño —estiró sus brazos y me acurrucó en su pecho—. Debes entender Bella, que soy un hombre celoso y que por nada del mundo quiero perderte de vista —susurró contra mis labios.
Alcé una mano y le recorrí con un dedo el moretón que le marcaba el lado derecho de la cara. La prueba fiel de su valentía y protección hacia mí.
— Lo sé… y me gusta —sentí que sonrió.
— No sabes cómo disfruto saber que tú me perteneces, Bella, que sólo yo puedo tocarte y besarte, que eres mía… —dio un besito en mi cabeza y luego en mi frente.
— Lo dices como si estuviera grabado en piedra.
— Así es Isabella, yo cuido lo que es mío —frunció el ceño.
Me mordí el labio ante tal afirmación. Sí señor, claro que lo cuida, claro que era suya… y no tendría motivo para no desearlo, si con este hombre tenía la más hermosa fantasía que podría llegar a tener…
Apoyé mi mejilla en su mano y adoré sentir su calor. Edward me acarició la barbilla con suavidad para luego acercar sus labios a mi boca y besarme dulcemente. El deseo que guardaba contenido en mi cuerpo se encendió en ese instante, enviando destellos de calor por todas mis terminaciones nerviosas… Su boca era dulce como la miel y me aferraba a su cuerpo como si no fuera a cansarme nunca de que me besara.
— Así que los dos tenemos un pasado que nos atormenta…
Asintió y suspiré. Me sentía más cómoda saber que él tenía conocimiento del pasado con James aún sin saber los detalles.
— ¿Sabes? Ahora creo más en el destino… él nos juntó para que superemos juntos nuestras heridas y nos sobrepongamos a nuestros tropiezos. Lucharemos Bella, lucharemos con cada fibra de nuestro ser y yo te protegeré de él, de ella y de cualquier persona que trate de hacerte daño —me sujetó el rostro con las dos manos. Cerré los ojos y me dejé llevar por aquella dulce sensación. En ese instante, volví a sentir mis hermosas alas plateadas nacer de mi espalda agitándose cada vez con más fuerza como si quisiesen elevarme en el aire. Ya extrañaba esta sensación…
En varios aspectos de mi vida, era una mujer segura, pero cuando tocaban la más íntima fibra de mi corazón, me volvía una mujer frágil… y eso estaba haciendo Edward conmigo… había debilitado mis fuerzas, mis barreras y me estaba convirtiendo en una mujer dependiente, necesitada de él…
Y por milagro… eso no me molestaba ni me aterraba…
— Quisiera poder cambiar el pasado… —dije con voz baja.
— Yo también. Si fuese posible, pediría conocerte desde que eras niña para así crecer juntos enfrentando obstáculos y compartiendo sentimientos, pero sobre todo para haber admirado desde antes a la bella personita que eres y así haberte agradecido todo lo que habrías hecho conmigo durante todo ese tiempo —sonrió con tristeza, como si se acordara de algo de su pasado, quizá algo relacionado a lo que le pasó de niño, mas no quise interrumpir el momento, era tan sublime que necesitaba más—. He vuelto a sonreír contigo, Bella. Y si te preocupa lo que puedo pensar de tu pasado, no lo hagas. Desde que te vi fuiste mía y sólo yo cuidaré de tu presente y velaré por tu futuro.
Si antes quería volar… ahora lo estaba haciendo…
.
"Si no te hubiera conocido no sé qué hubiera sido de mí...
sin tu mirada enamorada no sé si yo podría vivir…
sin el latido de tu corazón, el mundo es más frío
Sólo desde que te conocí, todo en mi vida cambió
y supe al mirarte que al fin, se alejaría el dolor…
Pero nada tendría sentido si nunca te hubiera conocido"
.
Presionó sus labios contra los míos una vez más, como si quisiera subrayar lo que acababa de decir, como si quisiera espantar mis miedos. Incapaz de resistirme, abrí los labios para recibir los suyos y le di la bienvenida a su sabor, a su lengua, a su voluntad. No le di tiempo para que volviese a hablar, todo esto había sido más que suficiente para alzarme hasta el cielo. Le rodeé los hombros con los brazos, negándome a dejarlo marchar. Todo lo que había pasado hoy, toda la información que había recibido me había hecho sentir insegura y necesitaba que Edward fuese mi ancla, necesitaba sentirme completamente segura… Lo besé con mayor intensidad, devolviendo en el beso, el sentimiento que él me daba en cada mirada.
Necesitaba tenerlo aquí, en mi corazón, en lo más profundo de mi cuerpo, erizando mi piel, sintiendo cómo me sacudía bajo la presión del suyo y encendiendo cada impulso eléctrico por todo mi ser.
Devorándonos la boca, caminamos hasta llegar al sillón de mi salita, ya no había donde más avanzar y ambos estábamos tan jadeantes y desesperados que decidimos en mutua complicidad silenciosa, hacer el amor ahí… en el suelo, en la alfombra, como fuese, lo que anhelábamos era saber, cerciorarnos de que él era mío y yo era suya, saciando a su vez la sed y la necesidad que habían despertado en nosotros como si fuese una explosión salvaje.
Era química.
Era química pura y explosiva.
Era nuestra química mágica.
.
.
.
Cuando abrí los ojos, sentí que despertaba de un cuento de hadas, con ogros y brujas malas incluidas. Sin embargo, sentí una sacudida cuando Edward se movió a mi costado, trayéndome paz y seguridad de que aquel cuento era mi vida… Quise cerrar los párpados de nuevo, pero el sonido de mi teléfono retumbaba por alguna parte de mi departamento. Después de hacer el amor con Edward, nos quedamos dormidos. Un grave error de mi parte porque debí curar las heridas que tenía regadas por todo su cuerpo.
— Deja que atienda el contestador —susurró en mi oído para luego inclinar la cabeza hacia un lado de mi cuello, depositando suaves besitos en él, lo que incitó a mis hormonas…
Tragué seco. Estaba tan nublada de necesidad y placer…
Hasta que una voz, que registré de inmediato, sonó por el altavoz del contestador… Era Jacob, un poco nervioso, diciendo que me había estado llamando toda la tarde al celular pero que no había obtenido respuesta, remarcó que estaba preocupado porque no sabía si me había pasado algo malo y me pidió que apenas escuchara su mensaje, lo llamara. Edward cerró los ojos haciendo una mueca de disgusto y se apretó el puente de la nariz. Lo oí suspirar y gruñir furioso.
— ¿Por qué te llama? —preguntó enojado.
— Es por la cena —abrió sus ojos, seguramente pensó lo peor—. Eres consciente de que él me invitó a la cena primero que tú, ¿no? —No contestó, su mandíbula estaba tensa otra vez—. Bueno, esta mañana, cuando me propuso ser su cita, no le respondí. Estaba confundida y tenía una ligera esperanza en que me explicarías y me invitarías a la cena, por lo que le engañé diciéndole que necesitaba un poco más de tiempo para pensarlo… él prometió llamarme para confirmar… y —ladeé mi cabeza mordiéndome el labio a espera de su reacción celópata.
— ¿Quieres ir con él? —dijo con expresión contrariada.
— No, tonto. Quiero ir contigo.
— Perfecto — se separó de mí y caminó con el pecho desnudo hacia la mesa donde estaba el teléfono inalámbrico y lo puso en altavoz para luego presionar el botón de re llamada—. Es hora de dejarle en claro ciertas cosas…
— ¿Aló Bella? —se apresuró a contestar Jacob a la tercera timbrada.
— Hey Jake… —le contesté tímida. Edward respiró profundamente.
— ¿Cómo estás preciosa? Te estuve llaman…
— Jacob —interrumpió Edward con voz suave, pero que escondía muy bien su fastidio.
— ¿Edward? —preguntó sorprendido—. ¿Qué…? ¿Qué haces con Bella?
El aludido rio entre dientes.
— Lo diré sólo una vez, Jake. Quiero hacértelo simple y práctico —el tono de su voz cambió del fastidio a la amenaza—. Bella es mi novia, por lo tanto, no estará disponible para ti esta noche ni ninguna otra noche. Para serte sincero, ella no va a estar disponible ningún día para cualquier otra persona que no sea yo. Espero lo entiendas, adiós —colgó el teléfono y lo tiró. Escuché cómo cayó al suelo produciendo un ruido seco mas Edward no se inmutó, sonrió cínicamente de oreja a oreja.
— Me vas a malograr el teléfono —le reprendí.
— Te compro otro —dijo aún sonriente—. Y si deseas también puedo conseguirte otro número telefónico, así te libras de tener a tantos lobos detrás de ti —sonreí arqueando una ceja—. Tú solo eres para mí.
Conmocionada por lo inesperado de aquella situación, mi cuerpo se agitó como si le hubiera alcanzado un rayo y sentí el calor encenderse en mi interior, no de cólera, sino porque mi hombre era muy celoso y eso me encantaba…
No me juzguen, ¡por favor!
Edward me afianzó más a su cuerpo y me dio vueltas en el aire mostrándome una gran sonrisa. Junté mi nariz con la suya y nos unimos en un beso cálido y tierno para luego profundizarlo y saborearnos como nunca antes lo habíamos hecho. Estuvimos así un rato hasta que, de manera casi imperceptible, lo vi cerrando la puerta de mi dormitorio con una patada. Por primera vez, agradecí lo pequeño que era mi departamento...
Me echó suavemente en el borde de la cama mientras seguíamos besándonos cada vez con más ansiedad y desesperación. Observé el brillo de calor que desprendieron sus ojos al verme semidesnuda frente a él, era un brillo inusual, implícito y ardiente; así que, sin demora, Edward se inclinó para lamer cada uno de mis pezones para luego soplar suavemente contra las puntas.
— No tienes idea Isabella de cuanto deseé hacer esto. Marcarte como mía, delimitar mi propiedad y privatizar tu cuerpo con mi piel, con mi saliva, con mi boca…
Me estremecí a su tono posesivo y apoyé mis manos en su cabeza para retenerlo contra mis senos.
— Sólo soy tuya…
Lamía y delineaba mis senos con lentitud, degustando cada centímetro, pero yo no quería nada de delicadezas, quería que fuese agresivo, que me demostrase cuanto me deseaba. Como respuesta a mis pensamientos, Edward absorbió profundamente uno de mis pezones, recorriéndolo con la lengua, saboreándolo, jugueteando y jalándolo con sus dientes con una intensidad infaliblemente peligrosa que me hizo gemir de placer e impaciencia. Lo necesitaba adentro, embistiéndome, haciéndome llorar de placer.
— Edward… por favor… ¡no aguanto más!…
Levantó su rostro y una sonrisa malvada y fiera lo embelleció. "Oh… creo que hice nacer al animal que lleva dentro".
Instintivamente, separé las piernas y Edward detuvo su mirada en el húmedo brillo de mi excitación, inhalando fuertemente y mirándome con descaro con una hermosa sonrisa de avaricia y deseo. Se inclinó entre mis muslos y sopló delicadamente sobre mi sexo antes de acariciarlo con la lengua. Gemí. Y gemí aún más fuerte, con lujuria y delicia, cuando pasó un dedo por mis labios, acariciándome el clítoris para luego limpiar con su lengua toda la humedad que chorreaba por mis piernas.
— Eres exquisita. Y no puedo esperar a introducirme profundamente en tu cuerpo para que recuerdes que eres solo mía.
— ¡Oh Edward! ¡Hazlo! —gimoteé de dolor.
— Aún no mi amor, primero debo marcar con mi saliva y mi aliento cada espacio de tu cuerpo —susurró con voz gutural inclinándose hacia adelante y atrapando mis labios en un beso pensado para que no me quedara ninguna duda de sus intenciones, ni duda alguna de su deseo por poseerme. Le respondí como si fuera una náufraga a la que le hubieran arrojado un salvavidas… "Oh sí… ¡sí! que me marque con su esencia"
Edward volvió a bajar su cabeza y siguió disfrutando de su festín como un hombre salvajemente hambriento, como el hombre que reclamaba a su mujer. Se abrió paso separando mis pliegues suavemente con sus dedos y permitiendo que su lengua acaricie mi sexo. Formó círculos lentamente con su nariz, labios y barbilla; mordisqueó y chupó suavemente mi clítoris, afirmando sus labios sobre él y haciendo que mi cuerpo vibrara de un placer infinito y multicolor bajo la textura y suavidad de su lengua.
Me estremecí, grité y perdí la razón. Ya ni siquiera sabía dónde me encontraba, dejé mis piernas y mi cuerpo a su absoluta libertad para que hiciera conmigo lo que quisiese hacer.
— Pensar que nunca más haría esto… me ponía enfermo, Bella —me dijo dando un lengüetazo lento y cruel, para luego hundir su lengua en un movimiento estremecedor.
El sonido excitante y embriagador de Edward bebiendo y saciándose de mí me provocó una sacudida de deseo que me recorrió el cuerpo entero, desde la punta de los pies, hasta el último cabello de mi cabeza haciendo que, inconscientemente, alzara mis caderas hacia su boca logrando así que mis movimientos se volviesen más frenéticos y delirantes… El ritmo y la fuerza que ejercía en cada embestida era la clara interpretación de su poder sobre mí. Era como si quisiera marcarme y cerciorarse que era suya, como si quisiera derrumbar cualquier barrera que hubiera entre nosotros, como si quisiera que no olvidara nunca este día…
Bebió de mí, se deleitó y me martirizó llevándome al borde del clímax, a la explosión final de esta batalla, pero me retuvo allí con la intención de retrasar el momento. Lo tomé por la cabeza mientras empujaba mis caderas hacia él, pero él se retiró para evitar el contacto que tanto anhelaba haciendo que un sonoro gemido de desesperación abandone mis labios...
— Edward… más por favor… más, ¡te necesito! —rogué.
— Isabella, ¿dónde me quieres?
— ¡Dentro!
— Primero, ¡júrame que eres y serás mía!… que nadie se interpondrá en nuestro camino —musitó en mis labios con determinación.
— Sí…
— ¡Júramelo! —exclamó propiciándome largas y suaves lamidas, serpenteando con su lengua mis labios hinchados, comenzando en el clítoris y acabando en la entrada de mi intimidad.
— Sí, Edward, soy toda y exclusivamente tuya…
— Por siempre —susurró y se adentró en mí, deslizando los dientes sobre mi clítoris, succionando y chupándolo con fuerza. Cerré mis ojos y dejé escapar un prologando y sonoro gritito mientras un orgasmo, delicioso y diferente, recorría mi cuerpo como si fuese una llamarada de fuego líquido. Edward mantuvo sus labios en mi sexo, saboreando la esencia de mi excitación, tomando hasta la última gota mientras me retenía por los muslos hasta que dejé de estremecerme.
Fue fantástico… mágico… eran el infierno y el cielo juntos.
— Mmmm… Tenía sed de ti, mi amor...
No bajaba aún del cielo cuando sentí que mi cabeza chocaba contra la almohada de seda fría. Mi intimidad aún palpitaba y se contraía cuando Edward cogió mis piernas, las juntó y las recargó sobre su hombro izquierdo para hundirse en mi interior todo lo rápido y fuerte que pudo. Abrí mis ojos y me vi alineada a la cama, en una posición que facilitaba la penetración, donde él tenía dominio y control total de mi cuerpo, haciendo a la vez más profundas sus embestidas. A estas alturas no tenía ni un gramo de cordura, menos de razón… lo único que me interesaba era que Edward me saboreara, me penetrara y me hiciera suya de todas las formas posibles…
Era nuestra química pura y salvaje.
Edward incapaz de seguir controlando sus movimientos empujó con más fuerza sus caderas, repitiendo el movimiento con creciente urgencia hasta que lo sentí ponerse tenso y estremecerse. Edward deslizó una mano en el punto en el que estábamos unidos y recorrió con el pulgar mi clítoris. Con aquella caricia, sentí como una oleada de vibraciones volvía a recorrerme de nuevo, esta vez con más prisa que antes haciendo que una melodía indecorosa de gemidos resonaran por la habitación y mis músculos internos colapsaran alrededor de su cuerpo. Aclamé y grité su nombre repetidas veces sintiendo cómo me contraía en torno a él mientras Edward hundía su rostro en mi cuello, acallando su grito de triunfo al momento de alcanzar su propio orgasmo.
Mi sexo y su sexo en una perfecta conjunción donde el sudor, amor, pasión y deseo aumentaban y crecían hasta estrellarse en los muros del placer máximo, era inigualable.
Edward colapsó encima de mí, yo apenas podía respirar, pero recibí encantada el peso de su cuerpo, mi posesión total. Segundos después, rotó sus caderas contra mí hasta que dejé de moverme. Luego me rodeó con los brazos por los hombros y me besó en la barbilla.
— Increíble… Estar contigo es… una experiencia tan intensa —dije luego de que mi cerebro recuperara la claridad.
Rió angelicalmente, con aquella melodía que parecían cascabeles del cielo…
— Tú lo haces increíble, Bella… —sus dedos recorrieron el contorno de mis labios.
Sonreí.
— Edward… ¿es verdad lo que dijiste?
— ¿Qué cosa, mi amor?
Awww… que siempre me llame así… "mi amor…" que lindo se siente…
— Que era tu novia… —respondí prudentemente. No había dejado pasar ese detalle.
Sus labios esbozaron una amplia sonrisa.
— Bella, eres mi mayor tesoro y mi regalo del cielo… —lo miré derritiéndome—. Así que haré las cosas como deben de ser… —se aclaró la garganta, mi corazón empezaba a saltar de emoción—. Isabella Marie Swan… ¿tendrías el honor de ser mi novia?
El aire se atoró en mi garganta y mi corazón latió como un loco.
"Su novia…"
La novia de Edward Cullen… La novia de mi propia perdición…
— ¿Sí?
Como sacada de un ensueño por aquella voz, sexy por naturaleza, me encontró con la mirada de profunda apreciación de Edward, la cual se plantó en mi rostro mientras me acariciaba la piel desnuda de mis hombros. Lo quedé mirando fijamente y me apreté aún más contra su cuerpo. Habíamos hecho el amor magníficamente y aún así mantenía las sensaciones a flor de piel.
Me sonrió y tuve muy en claro que respuesta le iba a dar...
.
.
.
.•.•.•.
N/A:
¡Muchísimas gracias por leer hasta aquí! Espero les haya gustado el capítulo, es un poquito más largo que el anterior.
Estoy muy contenta de leer sus comentarios, me hacen el día, sobre todo al saber que mi Edward Capataz, les gusta! =) No dejen de contarme lo que opinan del capítulo, así sean tomatazos o amenazar xDDDD
¡Me encanta leer sus ideas y teorías! Por lo pronto, el próximo capitulo es LA CENA. ¡Uy! ¡Esto se pone bueno!
Miles de besos a TODAS.
Lu.
