Disclaimer: Todos los personajes de Twilight pertenecen a la genial Stephanie Meyer. Yo sólo juego con ellos =)


*Mil gracias a mi beta de aquel entonces: larosaderosas que me ayudó muchísimo en mejorar este fic en su primera versión. Aprendí muchísimo contigo, Rosa. =)

Chicos, gracias por estar y comentar. A este capitulo, tómenle paciencia...


Capítulo 16

La confianza, como el arte, nunca proviene de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas.

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Bella

Confianza.

Nueve letras. Tres sílabas. Un solo significado… Y un sinfín de interpretaciones.

Para mí, la confianza es algo esencial en esta vida. De este valor se desprenden y dependen muchos otros principios como la lealtad, la integridad, la fe, la amistad, la cooperación, el respeto… y, finalmente, el amor. El amor es el último gran paso que la confianza da y en él se refugia para perdurar, si es posible, por siempre.

La confianza abre el camino a la verdad... A los secretos... A la vida.

Definitivamente, la confianza es algo muy importante, pero a la vez ha sido tan ajena a mí pues siempre tuve la convicción que, si aprendiese a confiar en las personas, con el tiempo, me arriesgaría a sufrir por ello... un claro ejemplo y el más volátil, son los hombres. Ellos te admiran cuando eres una mujer independiente, desenvuelta y sexy. Al inicio, les encantas porque les pareces dinámica y excitante, por ello te miman, te prometen el cielo y las estrellas más lejanas del universo, pero cuando empiezas a mostrar signos de debilidad, es decir, si de un momento a otro, de la mujer vital y exitosa en el trabajo te conviertes en alguien que solo anhela a comprar cosas para el departamento y el cuarto de baño y a planchar las camisas, ellos terminan por huir, les entra pánico y te abandonan de un día para otro y le dan la espalda a lo que podría ser una relación seria.

Entonces, ¿Cómo podrías confiar en ellos? ¿Cómo podrías mantener viva la llama de la integridad, de la esperanza en el amor, si cuando crees que puedes tener un futuro seguro, te sientes traicionada?

Exacto. Nunca.

Por ello es tan difícil creer, confiar y entregar tu corazón a una persona. Por ello, siempre preferí entablar relaciones de una sola noche sin comprometer el corazón disfrutando la libertad... Suficiente tuve con perder a mi familia y sufrir de niña para querer sufrir más…

Pero con Edward era como si fuese la única excepción. Me hacía sentir como si fuese la única mujer del planeta. Cuando hacíamos el amor, no era echar un polvo, ni follar, ni coger, no. Era lento, dulce, hermoso. Era como si nos compenetráramos de tal forma que conociéramos todos los recovecos del cuerpo del otro y los mimáramos, como si nos entregáramos el uno al otro tras haber construido toda una relación de años.

Edward te invitaba a confiar, a sentir esperanza, a pensar que, a pesar de tener un pasado oscuro, sombrío y tormentoso, podría existir un futuro inesperado, un nuevo empezar donde solo él y yo podríamos ser los arquitectos de nuestro destino, los dueños de nuestras fantasías. Vaya que sí.

Lamentablemente el viaje fue relámpago. No podía demorarme más, así como tampoco mis jefes iban a ser tan estúpidos de perjudicarse al pagarme un cuarto de hotel por más de dos noches. En la última exposición, dejé bien en claros nuestros servicios, las tasas de intereses bajas que ofrecíamos y las nuevas e innovadoras formas de sistemas constructivos que desarrollábamos desde hacía un par de años.

Luego de eso, recuerdo que nos fuimos a un restaurante italiano, romántico y sencillo, donde probé una lasagna riquísima y un vino californiano, del valle de Napa. Todo fue muy bonito y sensual, incluso, la atmósfera se intensificó horas después, cuando llegamos a la suite y con urgencia nos desnudamos, nos saboreamos y nos comimos a besos hasta el amanecer…

—¿Arquitecta?

Parpadeé confundida. Estaba tan ensimismada en recordar lo que hicimos aquella noche que apenas capté lo que Jessica trataba de decirme y cuando al fin logré sosegarme un poco, oí algo sobre un auto y un terreno.

Un terreno...

¡Oh sí! ¡La firma del contrato! Díganme que estoy soñando... Que aún sigo en Los Ángeles al lado de mi novio... ¡Por favor!

Abre los ojos... ¿Realidad o fantasía?

Fantasía.

— ¿Arquitecta Swan? ¿Bella?

— Mmmm... —me aclaré la garganta y parpadeé con más fuerza hasta centrar mi vista en mi mug lleno de café. Por pensar en Edward, no había tomado ni un poquito de mi cappuccino... Algo debía estar pasándome, ¡ese hombre me tenía mal!

Irremediablemente mal...

— Bella, el auto está listo para que vayas a la notaria y firmes el contrato de compra y venta.

— ¿Quién pidió un auto? —pregunté atontada.

— ¿Te sientes bien? Lo primero que hiciste al llegar, después de pedir tu café por supuesto, fue solicitar un taxi para que a las diez en punto te lleve a la notaria Amaya.

— Oh... Debí haberlo olvidado —dije aturdida. Si Edward me aturdía y deslumbraba en persona, su recuerdo y el sabor de sus besos en mí, me tenían al borde de la locura. Sin embargo, era hora de trabajar, debía bloquearlos de mi mente y recordar como se hacía una firma—. Acompáñame. Eres mi brazo derecho y no quiero ir sola.

— Está bien —afirmó temblorosa.

La notaria "Amaya & Sons" no quedaba muy lejos de mi centro de trabajo, aun así, el taxi demoró unos veinte minutos en llegar a causa del tráfico del mediodía, pues en Chicago era perturbador.

Cuando llegamos, las partes contratantes, es decir, los vendedores y el representante legal de mi empresa, Tyler O'Connor, ya habían llegado y se encontraban en plenas conversaciones con los abogados de la notaría. Nos sentamos a esperar unos minutos en los sillones marrones de cuero mientras veíamos pasar con rapidez a hombres y mujeres vestidos con ternos y sastres portando entre sus brazos pilas de documentos y portafolios. Todo era tan natural como caótico. Te sentías segura y confiada, pero a la vez, sus rostros y sus portes serios te infundían miedo. Era todo lo que tenía que provocarte un lugar lleno de abogados.

— Ahora que me acuerdo, te tengo una noticia. La arquitecta Sutherland está embarazada —me sorprendió Jessica mientras esperábamos. Cerré el folder que estaba leyendo y parpadeé sin cesar.

— ¿¡Qué! ¿Victoria Sutherland? tartamudeé.

— Sí. Dicen que está de ocho semanas por ello no fue al viaje me explicó. La miré incrédula conteniendo mi voz que peleaba por gritar. Después de todo, la señorita "roba trabajos" tuvo una buena excusa para no viajar, pero… ¿de quién podría ser el hijo? De James era imposible, aquella cara de satisfacción que tenía cuando fue la reunión general no era precisamente por cargar con la noticia de ser un futuro padre… En fin, respiré hondo y pausado y traté de enfocarme en lo próximo que tendría que hacer.

Finalmente nos hicieron pasar a una sala especial, decorada en tonos fríos, donde nuestro abogado me informó de las últimas pautas que habían tomado, las cuales se incluirían en el contrato: el cincuenta por ciento del precio inicial a la firma de la minuta y la cantidad restante a la firma de la escritura pública que se llevaría a cabo dentro de los próximos cinco días hábiles. Confié en Tyler y como muchas otras veces, hice todo lo que me pidieron: estampé mi firma, sonreí, fui la imagen de la compañía y entregué el cheque de sesenta y cinco mil dólares a los vendedores. Nada extraño para mí. Volví mi mirada a Jessica y noté su rostro tenso, la impavidez no la abandonaba, pero era comprensible, estábamos haciendo una transacción con un alta suma de dinero y para simples mortales como nosotras, esas cantidades eran inalcanzables.

Luego del trámite, nos despedimos cordialmente. Tyler se fue con Jessica en su auto a la compañía y yo me dirigí de inmediato hacia la obra de construcción para reencontrarme con Edward, mi Edward. Quería, necesitaba, seguir soñando y estaba segura que con solo verlo el paraíso aparecería bajo mis pies, pondría a girar nuevamente mi mundo y la gravedad volvería a jugar con nosotros haciéndonos volar por todo Chicago hasta California como si estuviésemos mirando el atardecer de las playas del pacífico con la suave brisa acariciando nuestra piel.

Y es que a veces no es preciso morir para entrar en el paraíso. Bastaban los pequeños grandes momentos para aprender a ser feliz. Bastaba una sola persona para hacerte olvidar el mundo… Si tan solo vivieran un pedacito de cielo que vivía con Edward, todas las fábulas y los cuentos de hadas se reirían y envidiarían lo subliminal, hermoso, pervertido, malévolo y dulce que podría llegar a ser una relación. Solo bastaba un abrazo, una sonrisa sincera o una palabra de ánimo para hacerte luchar por un futuro diferente.

Solo bastaba un lazo invisible pero indestructible, una química explosiva y letal, una pizca de ternura que una a dos personas, a dos corazones para que te sientas satisfecha y plena…

Y así me gustaba vivir mis días con Edward...

Y así esperaba que siguiera siendo y que nada ni nadie lo cambiaran.

Porque soy suya.

Baby, I'm yours

And I'll be yours

until the stars fall from the sky.

Yours until the rivers all run dry

In other words… until I die.

Baby I'll be yours until the sun no longer shines,

until the poets run out of rhyme.

In other words… until the end of time.

I'm gonna stay right here by your side.

Do my best to keep you satisfied

Nothing in the world could drive me away.

Everyday, you'll hear me say

"Baby, I'm yours"
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Después de un día estresante en el trabajo, lo que mejor que podíamos tener, nosotras, muy a parte de estar con tu novio, era nuestro más conocido ritual femenino... nuestra "Noche de chicas". Noche en que las mujeres nos reunimos para conversar, tomar, reír, y hablar de hombres.

Una noche donde las felinas más osadas de la manada se reúnen, se revelan para mostrarse tal cual son, sin objeciones, sin restricciones, sin prejuicios ni tabúes. Noche para la introducción diabólica, madrugada interminable para el alma y aura de las diablitas. Alcohol puro. Su fuente de energía.

Era sábado y como de costumbre nos tocaba sesión alcohólica a las siete en punto de la noche. No era necesario alertas de celular ni marcar el calendario, pues el poder femenino ancestral nos avisaba por su cuenta cada quince días. Teníamos nuestro propio canto de sirenas y nuestro bailecito sensual y siempre estábamos dispuestas a salir a devorarnos al mundo hasta que… llegó…

Sí…

Llegó él.

Edward.

Y nunca más quise pisar un bar si no era con él.

El gran Edward Cullen te ha hecho sentar cabeza… ¡Épico Isabella!

Sonreí. No me lo podía creer, no había forma de sacármelo de la cabeza.

— ¡La odio! —gritó Alice desde la entrada. Leah me miró extrañada y ambas desviamos nuestra atención hacia donde Alice yacía parada con un gran corazón de felpa y una bolsa de cartón. Avanzó hacia nosotras con cara destemplada y lo desparramó todo en mi sofá. Su cartera Gucci de charol y sus zapatos no fueron la excepción y cayeron al suelo con delicadeza quedándose en pantys y un delicado vestido. Por más enojada que Alice estuviera, nunca dejaba el glamour de lado—. ¡No la aguanto más!

— Tranquila Al. ¿Ahora que sucede? —le preguntó Leah abriendo la bolsa de cartón y sacando de ella una caja blanca con forro rojo que contenía chocolates.

— Dame un chocolate —pidió, pero Leah no hizo caso, se limitó a observar la caja de Chuaocon escepticismo. Ya saben, esos dulces valían una fortuna—. ¡Oh vamos! ¡Abre la caja Leah y dame un maldito chocolate!

— Dale uno Leah, sabes cómo se pone —hablé y de inmediato Alice giró para mirarme con cara de duende retraído, pareciera que recién se daba cuenta que yo estaba ahí.

— Luego tengo que hablar contigo, Bella —apuntó entrecerrando los ojos—. ¡No es de Dios que te hayas largado a Los Ángeles sin siquiera decirme donde carajos podía encontrarte! —elevó su voz una octava y me metí a la boca una docena de bolitas rellenas con queso—. Además, que… ¡necesito detalles! ¡Fue tu primer viaje! De seguro fue muy interesante —sus ojos avellanas brillaron. Alice siempre necesitaba detalles, no me sorprendía.

— Listo. Ten —dijo Leah.

— Primero cuéntanos a quién debemos maldecir. ¿Quién es la que te tiene mal? —le cambié el tema.

— No, primero necesito una intoxicación alcohólica urgente. ¡Necesito que mi sangre se contamine con etanol y me haga volar! —la aplaudí y de inmediato fui por dos botellas de vodka y una cubeta de hielo. Hoy lo tomaríamos puro, sin Coca Cola, hoy sería una noche para quemar nuestras gargantas con licor.

— ¡La odio! Odio a la hermana de mi chico. Es una arpía mal educada nada comparada con sus padres —bebió de un sorbo todo el contenido de vaso minutos después—. Tenía en claro que ellos eran difíciles de conquistar, pero ustedes me conocen… ¡nada es imposible para la gran Alice Brandon! —Exclamó haciendo un puño de victoria. Alice había tenido hoy el primer encuentro con los padres del chico con el que llevaba saliendo hacía un tiempo. Sí, con aquel que quería llevar las cosas con calma, todavía no logro entender qué significaba para Alice eso porque conocer a la familia de tu novio no era ningún paso ligero—... Los tenía acaramelados hasta que tuvo que aparecer la 'rubia platinada esa' a malograrme la noche con sus alzas de divismo —cambió su tono de voz, gritando tan alto que creí haberme quedado sorda—. ¿Puedes creerlo? Dice que sus amigas la consideran la próxima Audrey Hepburn de América y que su destino es ser actriz. Cuando sus padres se enteraron de ello casi les da un paro cardiaco de la impresión. Ellos quieren que sea profesional y no una mannequin (*) más del mundo. Yo me reí, por supuesto, y desde ahí…

— ¿Qué? —La interrumpí dejando caer los snacks por el mueble—. A ver… espera —dije encrespada—. ¡Eso es querer compararse a ser Emily Brontë! Son diferentes rubros, pero de igual significancia mundial.

— ¿Por qué crees que me reí? No es que sea mala, pero la chica no da para eso…

— ¿O sea que es alucinada?

— Eso es quedarse corta —añadió sirviéndose otra copa—. Además de celar muchísimo a su hermano. Lo que más rabia me da es que siempre que me mira mal, ya saben… de aquella ma…

Mi pequeña demonio iba a continuar pero una voz acusadora y tosca nos interrumpió. Alice supo de inmediato lo que iba a suceder a continuación, yo lo intuí desde que vi esa caja de costosos chocolates, era imposible no saberlo porque conocíamos a Alice… y ella cuando conocía a un chico, siempre le resultaba fascinante… y su entusiasmo trascendía fronteras…

— ¿Qué mierda es todo esto Alice Brandon? —Los ojos de Leah se abrían más y más a cada objeto que sacaba de la caja. Parecía que Alice había asaltado la mitad de las tiendas de la Fourth Avenue porque la cantidad de cosas que salía de ahí era impresionante—. ¿Colonia Ralph Lauren? —le preguntó ceñuda poniendo la mano a sus costados, señal que estaba más que enfadada. Y es que Leah era la más prudente del grupo en cuanto a dinero se refería.

C'est une l'eau de toilette —le corrigió con « clase »—. Y sí, mi chico es sofisticado.

— ¿No crees que vas muy rápido?

— Si piensas aguantarte sola toda la borrachera de Alice te dejo hablar, sino… ¡retráctate en este mismo momento, Leah!

— ¡Isabella Marie Swan!

Mi mejor amiga siempre se ilusionaba con el primer hombre que veía, lo mimaba, lo cuidaba y ¿él? La engañaba o salía huyendo, y Alice sufría, pero trataba de reponerse rápidamente porque muy en el fondo sentía que se lo merecía, que eso era normal y lo peor, era que nunca le daba punto final al maldito círculo vicioso. Solo esperaba que este nuevo chico la ayudara a confiar en sí misma.

— Dime Ali, ¿eres consciente de lo que podría pasar si él te dejara? —ella nos miró, pero no respondió.

— Sabes a que nos referimos Alice. Los hombres se hacen las mansas palomas al inicio de la relación, pero cuando ven que una mujer exagera, o empiezas a cuidar de ellos, les entra pánico. Si yo consiguiera a un hombre que se pareciera en carácter a una de ustedes, no me lo pensaría ni por un instante y trataría de ligármelo. Pero no es así, todos los tipos que he conocido, sin excepción, están bastante jodidos. A este paso creo que me volveré lesbiana.

¡Ven! Por eso les digo que Leah es la madre y señora de nuestra esencia femenina. ¡Bendita Leah! Mes tras mes hemos venido hablando de lo mismo, burlándonos de lo mismo hasta que alguien tocó la puertita oxidada de mi corazón y pidió permiso para entrar. Edward.

— Esa eres tú Leah, pero yo sé que las cosas van marchando bien.

— Te lo decimos porque no queremos verte sufrir más, Al. Te queremos demasiado para querer verte siquiera soltar una lágrima más por algún desgraciado. Nosotras fuimos las que estuvimos a tu lado todas las noches y todos los días cuando te dejaron y tocaste fondo.

Alice pasó de la sobre excitación al fastidio y luego a la nostalgia en tan solo un segundo. Sus brillantes ojos se apagaron y recordé aquel día, aquel sábado que a las tres de la madrugada Alice llegó a mi departamento con la melena alborotada, los ojos enrojecidos y cubierta con una chaqueta de lana en la que ningún botón estaba en el ojal que le correspondía. Ese día, cuando la abracé, su rostro se desencajó y rompió a llorar…

— Eres tan auténtica y divertida que te mereces a alguien que realmente valga la pena, alguien que te valore y te haga abrir los ojos al amor de verdad, no al que prematuramente entregas cada vez para luego ser abandonada.

— Mereces a alguien que te adore —agregué con una sonrisa. "A alguien que te adore como Edward lo hace conmigo"

— Sé que tienen razón, chicas… es verdad —dijo sollozando. Mi pequeña demonio había bajado las defensas y se había convertido en una pequeña ratoncita al estilo Minnie Mouse—. Y trato de llevarlo tranquilo, pausado… pero él me infunde una confianza que no se imaginan. Espero… que él sea diferente… al resto.

Eso esperábamos todas.

Era justo que todas viviéramos un cuento de hadas, aunque el muchacho no fuera un príncipe de antaño.

— Somos exactamente igual a lo que eran Liam y tú. Perfectos el uno para el otro. Liam tenía las facciones perfectas y tú eras pequeña y delicada con ojos marrones y grandes y una expresión de cordero degollado que hacía que los hombres sintiesen la necesidad de protegerte. Tan simple como eso.

— No me recuerdes a ese 'individuo' por favor —dije con amargura.

Ohh... Liam... Maldito Liam.

Sí, Alice podría tener algo de razón. Liam era moreno y fuerte, jugaba al rugby en su tiempo libre y tenía el cabello espeso como la nata. Quizá a primer golpe de vista, dábamos la impresión de ser 'perfectos' pero si rascabas un poco, te dabas cuenta de todos los errores que cometíamos y la falta de confianza era uno de los principales. ¿Y saben por qué? ¿Saben cuál fue el problema de Liam? El miedo al compromiso... Todo un clásico. Solo cuando llegó el día que cumpliríamos un mes más de aniversario, después de presentarme a sus amigos, me dijo: "Bella, lo siento. No estoy enamorado de ti. Tú no eres a quien busco así que no le veo sentido continuar con esto". Estúpido. Tuvo que esperar que me ilusionara, tuvo que esperar a tener sexo conmigo al amanecer para luego decir toda la sarta de boberías que dijo… "Tú no eres para mí. Esto que hacemos, no está bien". No. ¡No fue justo! Nada volvió a ser lo mismo, si de por sí yo era cautelosa y desconfiada, entregar mis sentimientos a un extraño estaba fuera de mi radar pues esto fue la gota que colmó el vaso.

Y ya que hablamos de hombres, hay otros… los que no les gusta el sexo o que les gusta tanto que no pueden evitar tirarse a tus amigas y recurren a la infidelidad.

Entonces díganme nuevamente, ¿cómo es posible confiar en alguien?

Difícil… Hasta que llegó Edward y me demostró que no todo en el mundo estaba perdido.

Media hora después, Alice ya estaba de mejor humor, el entusiasmo volvía a adornar su espíritu, y Leah se mostró un poco más accesible. El vodka sí que hacía milagros.

— ¡Tienen que ver a mi hombre vestido con chaqueta! ¡Se ve tan sobrio y sexy! —Gritó Alice dando saltitos sobre su asiento—. No saben lo caliente que me pone verlo así. Muchas veces no hemos logrado salir del auto con vida.

— ¿Te lo follaste en el asiento trasero del auto?

— Y no sólo ahí —agregó orgullosa—. Siempre lo dije: llevar contigo una "FFA" es imprescindible para toda mujer.

— ¿FFA? —pregunté.

— Oh, ya saben… "Falda de fácil acceso" —nos explicó alarmada como si nosotras conociéramos sus dirty secrets—. No saben, pero… ¡las adoro! y siempre que renuevo mi guardarropa, no faltan en mi lista —nos guiñó el ojo—. Lástima que por culpa de la teñida esa no logré darle esta hermosa bufanda... ¡Estoy segura que se le hubiera visto más versátil y elegante!

— Y más follable —agregó Leah.

— Y miembro honorífico de la triple "E" —añadí con una sonrisa. Solo por esta noche aceptaría al nuevo galán de Alice en mi grupo de la triple "E", pues, el único para mí, sería siempre Edward.

— Por supuesto. Ustedes me entienden chicas, por eso, las amo —alzó su copa y bebió todo el vodka de un porrazo.

— Bueno, creo que hoy todas estamos de muy buen humor… Es hora de brindar. Necesitamos un trago especial y elegante. Bella, saca dos botellas de vino de tu colección.

— ¿Dos?

— No me digas que te da pena gastar las botellas de vino de tu papá. La última vez se te rompieron unas cuantas, y si mal no recuerdo, no tuviste problema alguno con ello —sonrió intencionadamente recordándome el desastre maravilloso que fue mi reconciliación con Edward en esa misma sala hacía ya algún tiempo. No objeté ni nada porque sabía que Leah podría irse de boca y Alice era omisa a mi relación son Edward.

— Está bien. ¿Cuál prefieren?

— Un Merlot.

— Lo que sea. Esto es urgente. ¡Una llamada de SOS! —Apuntó Alice tragándose los bocaditos de la mesa al tanto que nosotras reíamos. Correteé de inmediato hacia la cocina para sacar las copas de vino y abrí mi pequeña alacena desesperadamente en búsqueda de los más añejos. Era hora de brindar como Dios mandaba.

— Por los hombres atractivos —chocamos nuestras copas y bebimos un sorbito de vino.

— ¡Por la pasión! —agregó Alice.

— Y por el amor verdadero. ¡Salud!

— Y por el amor verdadero —repitió Leah mirándome con dulzura. Ella sabía al terreno peligro en que nos estábamos metiendo.

Después de eso, solo recuerdo que bailamos un poco de zamba, hablamos de las últimas novedades de sexo en 'Cosmopolitan', recibí una llamada de Edward -que atendí en mi cuarto- diciéndome que Riley y Jasper me envían saludos y que le parecía una lástima no despedirse de mí antes de viajar a Seattle; recibí después otra llamada de Edward para recordarme que pasaría por mí mañana domingo para ir a almorzar juntos, y finalmente, después de brindar por última vez, caímos rendidas en los muebles.

Una noche para recordar. Una noche más para archivarla en nuestro baúl de los recuerdos...

Sin duda.

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.º.º.º.º.

La construcción del condominio se había puesto en marcha nuevamente e iba muy bien a pesar del retraso de tres días que había sufrido a causa de mi viaje relámpago a Los Ángeles. Todos los obreros se habían reintegrado a sus labores y el material no era ninguna complicación puesto que Paul ya se había encargado de comprar la cantidad necesaria para abastecer lo que sería el llenado y encofrado del sobre cimiento del área de viviendas.

Ayer lunes tenía que haber llegado un nuevo chico a la obra, supuestamente el nuevo reemplazo de Paul, pero, para sorpresa mía, Edward me explicó que había hecho un intercambio de palabras con Riley y habían llegado a un acuerdo sobre el reparto de los trabajadores en las obras que ambos dirigían. Me sentí más tranquila porque ya estaba acostumbrada al ritmo de trabajo habitual de Paul, además, por ser amigo de Edward, los días se hacían más llevaderos y divertidos.

Estaba saliendo de la caseta con una nueva lista de materiales los que se emplearían la próxima semana, cuando escuché el sonido característico y casi familiar de la Harley Sprint de Jacob. El día de ayer, en la tarde, justamente cuando Edward no estaba, Jake había venido a dejar unos papeles a Paul y de casualidad, me aseguró que aprovechó el momento para saludarme y conversar unos minutos conmigo. Al parecer, Edward tenía que realizar unas gestiones en el banco y hablar con los señores Federline sobre el inicio del proyecto en Seattle y no podía estar presente ni ayer ni hoy por la tarde.

¿Sabías que Edward no vendría hoy?

¡Claro! Tomé mis precauciones —sonrió radiantemente—. Edward es muy bueno, pero más vale tratar con cuidado con él. No quisiera que sus nervios psicópatas volviesen a atacarlo. Tú sabes...

¿No les parece sorprendente que cuando una mujer está comprometida o iniciando una relación de la más sublime y etérea, aparecen miles de pretendientes para hacerle declinar? ¿Y qué me dicen de los amigos de tu novio? No les ha pasado que mientras más te presentes ante ellos como la manzana prohibida del edén, su libido se acrecienta y recrean fantasías de lo que sería saborear el pecado frente a los ojos de la sociedad…

Bueno, eso es lo que mi subconsciente, mi lado moralista pensaba.

— Hey Jake —me giré y vi bajar de la Harley a un hombre corpulento vestido con jean azul y camiseta blanca lo que hacía resaltar su tez morena acompañada de un intenso cabello color azabache. Al verme sonrió y avanzó a paso rápido hacia donde estaba yo parada sujetando un folio y mostrando mi peor cara de sueño, con mi ropa de sastre hecha añicos y mi cabello suelto. Nada alentador para causar una buena impresión.

— Hola preciosa. Pensé no encontrarte —lo miré confundida—. Ayer no tuvimos tiempo de conversar y bueno debo confesarte que la semana pasada vine a visitarte y no te encontré. En realidad, no encontré a nadie, la obra era un completo silencio y me asusté un poco —me dijo muy preocupado.

— Tú, chico rudo, ¿te asustaste? —bromeé para dispensar el ambiente.

— Sí. Pensé que había sucedido un percance y no te vería más —me dijo como un perrito asustado.

— Oh Jake...

— Es en serio Bella. El sábado, en la fiesta de Riley no pudimos conversar como era debido. Te noté un poco extraña conmigo tras nuestro pequeño encuentro y lo que menos quiero es tejer malentendidos contigo. Desde que te conocí, tuve una gran impresión de ti y aunque salgas con uno de mis mejores amigos, no quisiera que, por ello, nuestra amistad cambiara para nada.

— No es nada Jake, solo que ese día fue muy especial para Edward y para mí. Creo que me sentí un poco abrumada por eso, es todo. Seguiremos siendo amigos.

— Bueno… Creo que todos estuvimos un poco tensos el sábado. Riley se va a casar, Jasper tenía que defender un juicio y Edward… te presentó como su novia —suspiró—. Pero lo hiciste muy bien, lograste molestar a las chicas —se apoyó en la caseta sonriendo.

— No creo haber molestado a nadie, Jacob. Solo defendí mis derechos y me hice respetar. Sé que ellas son tus amigas, pero no por eso, podía permitir que me tratasen como cualquier cosa —apunté.

— Yo no he dicho nada en contra de ello. Es más, creo que les diste una buena lección, sobre todo a Irina. Ella siempre ha creído que tenía poder sobre nosotros —se agestó—. Supongo que son atribuciones que adoptó y adquirió por haber salido con Edward hace un tiempo.

— No me interesa eso, Jake —le dije amargamente, pero tratando de disimularlo. Que me recuerden lo que Irina me había dicho en el bar y peor aún, saber que la bruja mayor había salido con mi hombre me producía escozor y una fuerte quemazón en la garganta.

— Cierto —agachó la cabeza y noté que quería decirme algo más. Me mordí los labios y me volteé para seguir con mi recorrido por la obra, eran casi las seis de la tarde y todos debían de partir y yo debía chequear que los materiales quedaran en buen estado y bien resguardados. Él me siguió el ritmo y nos mantuvimos en silencio un buen rato, por extraño que pareciera, no me resultaba incómodo para nada—. Bueno preciosa, ¿qué te parece si te invito a comer algo?

— Jake… —iba a rechazarlo, pero él me detuvo con una seña.

— ¡Oh vamos! Que seas la nueva novia de Edward no quiere decir que no pueda seguir siendo tu amigo, ¿no? —dijo vivaz con una alegría que contagiaba a cada partícula de mi ser.

— Lo sé… —el aire se me atoró en la garganta.

Pero… Quería decirle que no. Que no me interesaba tener más intimidad que lo que habíamos tenido los últimos dos días, que su extrema libertad me molestaba, que su pasión por la vida me fastidiaba… que yo estaba cambiando y que no necesitaba nada de él.

— ¿Pero? —lo miré. Jacob bizqueó—. ¿Qué te dijo Edward? Seguro te contó historias de lobos y vampiros sanguinarios para mantenerte lejos de mí, ¿es eso verdad?

— ¡No! Él no me dijo nada —le reprendí.

— Mira Bella, sé cómo es Edward con las personas que realmente le interesan. He vivido con él desde pequeño y entiendo y justifico el porqué de su comportamiento, pero eso no le da derecho a que siempre me pinte como el malo de las películas. No soy de aquellos que son incapaces de hablar con una mujer sin tratar de ligársela —me explicó trayendo a mi mente el recuerdo de la niñez de Edward, tan enigmática pero intrigante a la vez. Algo había pasado… algo existía en su pasado para que Jacob justificara el comportamiento posesivo de Edward… pero, ¿qué era?

Oh… Mi niño triste… mi niño caprichoso…

— Tranquilo… Somos amigos Jake.

— Al menos déjame llevarte a casa —me propuso desviando su atención a su blackberry negro y luego volvió a mirarme a los ojos—. Me he percatado que no has traído tu auto.

— Sí… ehhh… me dolía un poco la cabeza esta mañana y preferí no manejar —le expliqué—. Aun así no creo que deberíamos hacer eso.

— ¡Oh vamos! el viejo gruñón Cullen no vendrá.

Sonreí y prometí no rechazarlo más… Además, no tenía nada de peligroso subirse a una moto, ¿no?

Conversamos un poco más y luego de despedir a todos los trabajadores, incluyendo a Paul que le hacía algunas muecas raras a Jacob, posé mi pie en el reposapiés de la moto para luego montarme encima del asiento trasero con cuidado de que no se me arrugasen los pantalones grises. El asiento era muy suave y aún se podía percibir el olor al cuero. De primera.

— Si te molesta algo solo me das un golpe en la espalda y pararé —me indicó sujetando con firmeza la moto para que no se desequilibrara y yo logre sentarme bien—. Cógete fuerte, preciosa porque te voy a hacer volar —entrelacé mis dedos con fuerza alrededor de su abdomen y cerré los ojos—. ¿A dónde vamos?

— Calle Warren 983. Por toda la Madison.

— Perfecto.

Chicago en esta época no contaba con mucho viento, ni siquiera se formaban pequeñas tormentas de aire en los callejones ni lugares más deshabitados. Todo era calma y tranquilidad, pero estar volando en una moto, en la parte trasera de una Harley, era como estar en pleno torbellino. Hacía años que no me montaba a una y ya había olvidado todas las sensaciones de libertad, independencia, autonomía y emancipación que esto me provocó en mis años de universidad. Era riquísimo recordar las sacudidas de adrenalina que golpearon y conmocionaron mi cuerpo cada cinco segundos que disfruté en otras épocas… el placer de pasear en moto… era inigualable.

"Móntate chiquita que conmigo conocerás lo que es"–. Sonreí y sin más me subí a la moto roja…

"Corre más… rápido…" -grité sintiendo las oleadas de viento golpear mi cara, mi cuello y mis brazos.

"Libertad, ¿Isabel?"

"¡Sí!"

"¡Necesito libertad! Necesito volar, ¿entiendes?"

Las emociones regresaban… me sentía poderosa, la reina del mundo, la que podía hacer lo que quería...

La ciudad pasó como un rayo frente a mis ojos. El remolino de luces y siluetas de las personas no tenían cuando acabar. Azul, rojo, verde, amarillo, blanco... Todo el arcoiris en un solo prisma. Solo cuando llegaba a un semáforo o a una intersección, mi pulso cardíaco se estabilizaba, pero solo por unos momentos porque nuevamente empezábamos el viaje. Al llegar a mi departamento, Jacob apagó el motor y se volvió hacia mí.

— Llegamos —comentó—. No es tu primera vez en moto, ¿verdad preciosa?

— Lo hice un par de veces antes —contesté arreglándome el cabello—. Gracias otra vez por traerme. Ha sido un día agotador.

— El mío también… Pero, al menos, el final ha sido mejor que el comienzo, ¿no te parece? —Añadió usando un tono de voz diferente, más seductor. El modo en que sus ojos negros me miraban había cambiado, ahora eras más intenso e iban directamente a mis labios. Me fue difícil apartar la vista de él. Se le veía tan natural, tan seguro y contento de sí mismo y tan arrollador que sobraba darle un vistazo para darse cuenta que había sido el chico preferido de sus papás, el rompecorazones del instituto y al que nunca se le había negado nada.

Las mariposas se me acumularon en el estómago, pero no de entusiasmo sino de nervios y de rechazo. No lo quería. No quería a Jacob Black de la misma manera que él pretendía que lo hiciera. Yo sí podía negarme. Por la sencilla razón que tenía a otro hombre en mi vida que me estaba enseñando a confiar.

— Jac...

— No quisiera que te lleves una decepción, Bella. Eres una chica muy linda y no te mereces una desilusión.

— ¿De qué hablas Jacob?

— Conozco a Edward. Más de lo que crees, y sé que tendrás muchos problemas con él. Supongo que ahora pensarán que enfrentarse a su familia es fácil, pero no lo será cuando vayan en serio. Los conozco y sé cómo son.

Era extraño... No sabía casi nada de la familia de Edward, pero siempre en las conversaciones salía el tema a relucir... ¿Qué tan difíciles serían? La fuerza te acompaña Isabella 'Leia' guerrera Swan... Con tu espada láser todo lo podrás.

— Supongo que… debo esperar hasta ese día.

— Quiero prevenirte… quizá Edward no sea quien te convenga, Bella. No es que te de la opción de elegir, pero si la tuvieras, quiero que sepas que podrías contar conmigo para lo que necesites. Y puedo decirte que conmigo no será así. Te aseguro que tendrás el mismo trato.

¿El mismo trato? ¿A qué se refería Jacob? Yo no quería cambiar de trato y nunca jamás pensaría que lo que empiezo a sentir por Edward podría parecerse siquiera a lo que podría suceder con Jake.

Nos despedimos y él no se marchó hasta que no me vio entrar por la puerta principal. Se colocó su casco y apretó el gatillo con fuerza.

A la media hora llegó Edward para cenar. ¡Wow! No lo creerían, pero me había vuelto ama de casa moderna, con mi delantal blanco y mi libro de cocina a un costado tratando de averiguar cómo se cocinaba un estofado. Felizmente mi hombre comía todo lo que le daba y bueno, varias veces, debo admitirlo, nos olvidábamos por completo de la cena pues teníamos un mejor y gran banquete en el cuarto… y si no llegábamos hasta ahí, también valía la mesa del comedor, ¿cierto?

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No vales nada Isabella —dijo una voz gruesa y burlona. Giré mi rostro pero todo era oscuridad. Parecía que estaba en las tinieblas.

Nunca un hombre te querrá. No lo mereces —agregó otra voz que identifiqué de inmediato. Sus ojos grises se presentaron ante mí con el mismo rencor que me miraron hacía tantos años.

No tienes porqué mentir, Emmanuel. Nunca me acosté contigo.

Lo sé, pero los demás no.

Conmigo chiquita, te pusiste muy brava anoche, ¿o no lo recuerdas? —agregó la primera voz al tanto que unos pasos sonaban dentro del lúgubre espacio. Una imagen imponente, fornida apareció entre las tinieblas. Era mi máxima pesadilla.

Iba a responder, pero sentí un mareo, una sacudida y todo giró.

De pronto, me veía besando a John y otra vez caía en lo mismo. Tomando el amor como si fuera un juego, una falacia, una mierda. Él pasaba sus manos por todo mi cuerpo despertando un fuego casi calcinado, pero sin sentido de pertenencia. Era solo ansias por saciar una llama que había prendido en los años de adolescencia y que solo debía culminarlo. No quería eso más… quería despertar del sueño…

Eso no lo quería para mi vida. ¡No más! Estaba harta de verme sucia al día siguiente, ser la peor cosa del mundo, ser la chica que no podía aguantarse, que no tenía escrúpulos, la que buscaban para un revolcón y luego dejaban porque no emitía confianza.

¿Cómo me miraría Edward al día siguiente? No sería igual, el respeto se perdería, el cariño se esfumaría y solo quedaría mí estupidez de mis actos y la esencia de lo que había sido durante tantos años.

No más libertad de esa clase…

No por favor ya no quiero más esto. ¡Despiértenme!

Jacob me sonreía y me invitaba a subir a su moto. Aquella máquina de libertinaje, de adrenalina… maldita la hora en que me subí… despertó… despertó sensaciones escondidas.

¡Ya no más!

— Bella, mi amor, ¿Qué sucede? —escuché decir a lo lejos.

Los fantasmas del pasado me acechaban.

No todo era miel sobre hojuelas.

— Bella, cariño, aquí estoy ¿qué sucede?

— ¿Edward? —grité abriendo los ojos con la respiración agitada.

— Fue sólo una pesadilla, mi amor. Ven aquí.

Me acurruqué entre los brazos y el pecho desnudo de Edward. Me abrazó lo más fuerte que pudo como leyéndome el más macabro sueño que haya podido existir en toda mi vida. No había sido un sueño del todo irreal después de todo. No me enorgullecía mi pasado libertino como tampoco pensé que podía regresar de esa manera en momentos tan novelescos como los que estaba viviendo.

Necesitaba borrar cada recuerdo del pasado. Necesitaba exterminar cada palabra, cada frase andrajosa que años atrás esas imitaciones de hombres aberraron contra mí. Necesitaba sentirme querida…

— Edward —suspiré— bésame.

Él me besó, montones de besos, en los labios, en las mejillas, cuello abajo en la unión de las clavículas hasta que empezó a hervirme la sangre. Ardía por él, por sus caricias, por sus besos y la sensación de su cuerpo sobre el mío. Nos habíamos dormido viendo una película, una de mis favoritas y la maldita pesadilla me había dejado tan vulnerable que necesitaba que él me enseñase a querer…

Pero no todo es perfecto.

El sonido estrepitoso de mi celular rompió la perfección. Desintegró el cielo en pedacitos.

— ¿Aló?

¿Bella? —dijo la voz al otro lado de la línea.

— ¿Qué sucede Jessica? —mi estómago se encogió al escucharla.

Oh, cuanto lo siento Bella. Ha sucedido algo terrible.

— ¿Qué es? —quise saber.

— ¿Qué pasa mi amor?

Bella, me ha llamado la secretaria del doctor Chang para contarme que mañana por la mañana el abogado de empresa, Tyler será despedido.

— ¿Qué? —Grité—. ¿Cómo es eso posible? ¿Qué pasó?

El contrato que firmaste es un fraude. La empresa ha sido estafada, ese terreno no existe. Nunca existió. Tyler es el principal sospechoso del fraude y tú por firmar y entregar el cheque con el dinero eres su cómplice. ¡Serán despedidos Bella! —chilló asustada podía imaginarme su cara tras el teléfono, debía ser la misma que la mía—. No sabes cuánto lo siento, no sé qué hacer para remediar la situación… incluso tengo miedo que puedan pensar que también estoy metida en este embrollo por haber ido a la notaria… si pierdo mi trabajo Bella… —lloriqueó mientras la sangre se iba de mi cuerpo… si lo pierdo…

Pero ya no pude más. El celular cayó de mis manos al suelo. Estaba helada.

El frío me escarapeló el cuerpo y sentía como la sangre abandonaba cada rincón de mi ser. Estaba perdida, peor o igual que Jessica.

— ¿Qué pasa Bella? Por favor dime algo, estás pálida.

— Edward… todo fue una estafa… —balbuceé—. La compra del terreno… fue una estafa

— ¿Qué dices? ¿El que firmaste el viernes en la notaria? —asentí mecánicamente. Veía pasar mi vida entera en aquel segundo, mi casa, mi prado, mis padres, mi vida de niña, todo se me iba de las manos en un solo suspiro.

— Me van a despedir Edward… me van a enjuiciar… Lo perderé todo.

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Notas:

Gracias por leer hasta aquí... Ahora... *cough* O.O ¿que creen que sucederá? (acepto tomates u.u)

Saben que las quiero y siempre les agradezco por comentar. ¡Miles de besos!

-Chao: chocolates finos, muy caros, provenientes de California.

-Mannequin: actriz en francés.