Disclaimer: Todos los personajes de Twilight pertenecen a la genial Stephanie Meyer. Yo sólo juego con ellos =)
*¡Siento la demora! Prometo subir el capítulo que sigue en los próximos dos o tres días =) Gracias por leer.
Capítulo 18
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"El secreto mejor guardado es el nunca revelado."
"No hay nada escondido entre el Cielo y la Tierra... tarde o temprano las cosas salen a flote."
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Bella
Edward por fin me miró y noté en sus ojos el precio de la verdad y la culpa. Él sabía lo que se vendría a continuación...
— Edward... —musité.
Me lanzó una mirada perturbadora, como si le costara hablar.
― Edward… ¿Quién eres, Edward Cullen? ―mi voz sonó distante como si se perdiera con el viento.
Tantos recuerdos, tantas palabras dichas y tantos significados irrumpían a la vez en mi cabeza haciéndome sentir náuseas y un terrible palpitar en el pecho. Me sentía mareada caminando con los ojos vendados con el temor de caer a un abismo de manera abrupta y violenta o, estrellarme contra un terreno desconocido y, quizás, infértil: la verdad.
Si él había tratado de ocultarme su verdadera identidad, su plan había fracasado.
― Respóndeme, ¡¿quién eres en realidad, Edward? ― insistí con una amargura que no pensé sentir jamás.
― Bella, sé que te debo explicaciones, pero este no es el momento ― se disculpó, pero no valía para mí esa respuesta.
― ¿Y cuándo lo será? ― inquirí clavando mis ojos en él con la poca fuerza y entereza que me quedaba.
― Por favor mi amor, cuando lleguemos a casa te explicaré todo, por ahora, lo más importante es acabar con este problema.
― Me interesa más saber la verdad.
― ¡Te lo explicaré todo cuando lleguemos a casa, Isabella! ― sonó a ultimátum lo que me encolerizó aún más.
― ¡No! ¡Quiero hablarlo ahora! ¡Necesito que me expliques! ― pedí abrumada sin dar mi brazo a torcer.
― No, Isabella ― tiré mi cuerpo totalmente frustrada hacia el respaldar del asiento al tanto que él golpeaba el volante del auto con rabia.
El juego por el poder y la absoluta redención empezaba. Él con sus hermosos ojos esmeraldas apagados, marchitos ante la frialdad de mi exigencia y yo, desesperada, con el alma a punto de abandonar mi cuerpo. Era ridículo e insustancial hacerle esta pregunta al hombre con quien me venía acostando desde hacía tanto tiempo, al ser que me estaba instruyendo en el arte de amar, a la persona que me había enseñado a confiar y me había prometido que estaría por siempre a mi lado. Era insulso e hipócrita. Era estúpido y cobarde que haya tenido que esperar a que circunstancias adversas me obligaran a usar el tono frío y déspota que empleé lastimando el alma de niño que tenía.
Pero… ¿hasta qué punto vivía engañada por Edward?
― Bella… ― sus dedos apretaban el puente de su nariz ―. No quiero que un malentendido se transforme en el motivo de nuestra pelea. Escúchame, sé que debemos hablar, pero este no es el momento indicado. Solo deseo que confíes en mí por última vez y luego, dejaré a tu elección qué camino seguir ―pronunció nervioso buscando mi mirada que se encontraba perdida entre los escombros de lo que era saber que todo lo que había vivido podría ser una mentira―... Tú decides si seguirás conmigo o no.
Volvió a repetir esto último con voz pesarosa. En sus ojos se veía el dolor que sentía por tomar esta decisión tan drástica, el dolor que significaba separarnos y no volver a vernos nunca más, y yo no quería eso. Yo quería seguir a su lado, apoyarlo y comprender por qué me mintió, por qué ocultó todo este tiempo aquellos secretos y sentimientos que tanto lo atormentaban y que lo debían tener confundido. Pero… a la vez sentía miedo por enfrentarme a una verdad que podría dolerme y lastimarme… ¿él me había engañado todo este tiempo?
Parpadeé varias veces queriendo despertar de esta maldita pesadilla. Primero, la estafa en mi trabajo, segundo, las extrañas conexiones y conversaciones de Edward con gente liada al narcotráfico y al contrabando. Y ahora, mi nueva batalla era lidiar con su verdad y los miles de secretos y mentiras que esta conllevaría… ¿qué pasaría después?
Procuré mantenerme serena, pero no podía. Ansiaba unos minutos para mí, para estar abrazada a mi soledad y poder digerir toda esta información, pero era imposible pues un nuevo sonido atacó el espacio y decidió cortar con mi empobrecida mente. Al menos, el ruido estrepitoso del celular de Edward logró disipar la tensionada atmósfera.
― Carlisle ― pronunció ásperamente y volví a sentir náuseas. Su rostro había perdido el color y pareciera que le dolía o le fastidiara hablar con aquella persona. Más suposiciones… Ya no quería suponer nada y leerle la mente era un caos adverso.
Desvié mi mirada de la suya hacia la carretera que daba al lago Michigan buscando refugio en él. Unos barcos, más grandes y elegantes que los del barrio industrial navegaban tranquilamente sobre sus oscuras aguas, en una de aquellas excursiones clásicas de reconocimiento de la hermosa pero tenebrosa ciudad como lo era Chicago. Aquellas personas, felices y contentas, solo conocían el lado esplendoroso y vibrante de Chicago, pero no podían imaginar que, dentro de aquellas luces y edificios sin fin, existía una ciudad sucia, malograda y cubierta en tinieblas por las actividades ilícitas que ahí tomaban lugar.
Pero, ¿todos ocultan secretos, no?
Sí.
― Sí, fue un contrato firmado en la Notaría "Amaya & Sons" el viernes seis de setiembre por la representante de la empresa KVC, Isabella Swan y su abogado Tyler O' Connor ― Edward hizo una pausa como si esperase que la otra persona, que, según mi lejana atención, comprendí que era su padre, estuviese escribiendo o procesando cada detalle―. Exacto. Por otro lado, se presentó un hombre llamado Lloyd Hight quien declaró ser dueño del terreno ubicado en el Devon Avenue mas esta información es falsa. Este hombre solo fue un 'gancho', fue el cómplice del verdadero estafador quien mantiene hasta ahora su verdadera identidad bien oculta. ―Una punzada de nervios me golpeó. La estafa a mi empresa parecía que hubiese sido planeada con mucho tiempo de anticipación pues no estaba dando lugar a errores. Habían planificado y preparado cada detalle con destreza, pero ¿quién tendría sed de venganza? ―Ese nombre es falso, no está en ninguna base de datos. Jasper y yo creemos que todo ha sido un plan para vengarse de la empresa, pero no podemos asegurarlo… aún.
Volteó a mirarme y por unos instantes corroboré mi instinto. Él me ocultaba algo
―Solo te pido que por favor hables con el viejo y le hagas ver lo que es capaz de perder si no disuelve ese contrato de inmediato… ―volvió a hacer una pausa. No podía soportarlo más. Un minuto más escuchándolo hablar de esa manera y podría tomar una decisión equivocada, la que podría arrepentirme para toda la vida. Por esta razón, me bajé del auto y empecé a caminar por la línea lateral blanca de la carretera.
Cargaba un peso en mis hombros que me martirizada. Sin querer había implantado la semilla de la curiosidad y la inquietud en mí derogando a segundo plano la tragedia que vivía a causa de Chang.
¿Quién era en realidad Edward? ¿Qué ocultaba?
Suspiré.
Cuando conoces a una persona por primera vez debes tener en cuenta que es una caja llena de sorpresas… Sé lo difícil que es mostrarnos ante alguien, develar nuestros secretos y vulnerabilidad; es lógico, es la manera más natural, automática e intuitiva de proteger nuestra intimidad y ¿por qué no? también nuestros sentimientos.
Pero duele… dolía.
Levanté mi rostro hacia el cielo. El sol de primavera estaba en todo su esplendor, bañando con cada rayo las miles de ilusiones y sueños que su aura y brillo nos prodigaba y nos alentaba a imaginar día a día. Sin embargo, cuando llega la hora del crepúsculo, ¿nunca se preguntaron si aquellos mismos rayos solares tendrían la capacidad de ocultar en el ocaso la verdad?
Yo lo sabía muy bien porque yo misma ocultaba secretos, Alice escondía la verdad de sus padres y cargaba con la ruptura de su matrimonio, Leah ocultaba el temor de ser nuevamente rechazada en un aspecto rudo y en su actitud feminista logrando desfogar toda su rabia en las clases de Tae-bo que daba en el gimnasio… y entonces, ¿Edward dónde quedaba? ¿Dónde quedaba su derecho de callar? Piénsalo Isabella… Edward no será el único ni el último en ocultar algo…
¡Lo sé! No podía juzgarlo, pero…
Tenía miedo, porque, a pesar de mis secretos, siempre me mostré como soy, porque nunca intenté ni pretendí ser alguien que no era como quizá lo estuvo haciendo él. ¿Habría vivido una mentira? ¿Habría estado engañada todo este tiempo? ¿Sus secretos eran tan difíciles de entender que tuvo que recurrir a aquella artimaña? ¿Qué sentimiento dominaba a Edward? ¿Qué era? ¿Estafador, apostador, mafioso…?
No sería normal dejar pasar por alto esto.
Pero ese es el riesgo que corres al aceptar nuevas personas en tu vida, Isabella… Nunca sabrás qué secretos ni mentiras ocultan.
― Bella… ― me llamó con su voz aterciopelada. Cerré los ojos unos segundos e inhalé fuertemente el aire antes de girar a su encuentro ―. Regresa al auto, Bella. Voy a llevarte al trabajo.
― No.
― Por favor Bella regresa al auto. Mi propuesta sigue en pie… ― buscó mi cara con sus ojos mas solo encontró un semblante sin expresión ―. Sé que es estúpido pedirte que confíes en mí nuevamente, pero te lo suplico. Ya tengo la solución para tu problema, no irás a la cárcel…
― No quiero ― pronuncié. "Quiero quedarme y saber la verdad"―. Edward, si es que ese es tu verdadero nombre…
― Lo es. Me llamo Edward Anthony Cullen Masen ―me dijo apresurado con total sinceridad, lo podía observar en sus ojos que aclamaban por una oportunidad. Quise acariciarlo, besarlo y abrazarlo para volver a sentirme protegida pero los sentimientos de reproche y miedo que luchaban por brotar de mi interior me estaban ganando.
― Bueno Edward Anthony, no pretendí… no… ― callé abruptamente y no hice otra cosa que darle la espalda y enfocar mi mirada en el cielo tornasolado para buscar las palabras correctas. Tomé un poco de aire y dejé libre al nudo que tenía en mi garganta ―: Hay tres cosas acerca tuyo que me tienen loca. No sé qué ocultas, no sé hasta qué punto debo tener miedo de estar contigo y tercero… tampoco sé quién eres en realidad… ― trató de interrumpirme, pero no lo dejé ―. Quiero que sepas que yo siempre he sido Bella, cada detalle que te conté de mí, de mi niñez, fue legítimo. A diferencia tuya, nunca he pretendido ser alguien que no era, nunca h…
― No me digas eso… Yo tampoco pretendí ser alguien que no era, mi amor ― respondió de inmediato.
― No es mi culpa, Edward. No me quieres dar explicaciones, no contestas mis preguntas, ¿qué quieres que haga? ¿Cómo quieres que piense?
"La omisión es traición"
Suspiró angustiado. Todo el peso de su supuesta traición recaía ahora en sus hombros y su bello rostro solo era reflejo de lo abatida que tenía el alma.
― Por favor Bella, por última vez, confía en mí y en la solución que he obtenido para que no vayas a juicio. Prometí cuidarte siempre, y eso hago a pesar de que sientas que todo lo que te dije fue solo mentiras y engaños. Nunca te mentí… Nunca lo hice… ― su ruego, sus ojos esmeraldas y su voz me desarmaron, derritieron el muro de mi interior. Su alma de niño, su pasado, su dolor y sus recuerdos dejaron hecha añicos mi integridad.
Él también temía.
― Claro que te escucharé. Pero ten presente que la mitad de una mentira no es la verdad, Edward. No pretendas cambiar las cosas ― dije en voz baja.
― No lo haré ― se acercó a mí y me acunó el rostro acariciando suavemente mis labios con su pulgar. Volví a cerrar los ojos sintiéndome en casa. Su piel, su calor, su aroma y su cariño eran mi hogar. Él tenía derecho a explicarse y yo tenía el deber de escucharlo.
Dos almas similares pero diferentes a la vez encontrándose en un mundo donde parecía que todo estaba en su contra. Eso era.
Todo nos llevaba a lo mismo: a confiar… y si no lo hacía hoy, no lo haría nunca, ¿no?
― ¿Serás sincero?
― Sí. No quiero que perdamos todo lo que hemos conseguido en este tiempo ― murmuró contra mi boca acercándose tanto que podía sentir la calidez de su aliento ―. No quiero perderte Bella, si lo hiciese, no sé qué podría ser de mí. Por favor tienes que escucharme, no ahora porque es imposible ya que no hay tiempo que perder, pero después, en la noche, prométeme que abrirás tu corazón para mí.
― Lo tienes en tus manos, Edward ― susurré y él sonrió levemente. Sus labios acariciaron los míos en un fugaz roce ―. ¿Pensabas contarme la verdad algún día? ¿O pretendías ocultarme toda esta sarta de mentiras por siempre?
― No te lo iba a ocultar, Bella. Te estoy haciendo parte de mi vida y eso incluye que sepas hasta el último detalle de mí. Pero no quería que te enteraras de esta manera ni te hicieras teorías absurdas acerca de ello ― con delicadeza implantó otro beso en la comisura de mis labios ―. Esto no debió suceder así pero no tuve otra alternativa.
― Si no hubiera sucedido esto, ¿seguiría malditamente engañada, Edward? ― negó con la cabeza ―. ¿Qué no debía suceder?
― Hablar con él ― frunció el ceño ―. Nunca he querido nada de esa familia.
Sabía a quién se refería.
― Y lo hiciste por mí ― aseguré. Su preocupación por mi bienestar era tan grande que tuvo que derrumbar sus propias barreras ―. ¿Al menos me dirás quién es Carlisle?
― Mi padre ― me contestó con voz trémula ―… Con quien no mantengo una buena relación desde hace años.
― Oh… ― la forma en que me respondía era fría lo que me hacía discernir y preparar bien mis preguntas para más tarde. ¿Por qué no quería hablar con él? ¿Qué se escondía detrás de aquel porte masculino y juvenil? ¿Qué escondían sus miradas de fastidio, temor, ira y soledad? ¿Qué sucedió para que su vida esté rodeada de un mundo oscuro? Estaba dispuesta a averiguarlo. No dejaría pasar por alto este hecho ―. ¿Con tú mamá es igual?
― Ella murió ― susurró cortante. Sus ojos verdes se ensombrecieron a la simple mención del ser que le dio la vida, pero hubo algo en su comportamiento que no me convenció del todo.
― Lo siento, Ed.
― No lo hagas. Nadie lo hace ― agregó con el mismo tono de voz. A él le dolía aquel recuerdo. El tema de su madre no podría ser tocado fácilmente.
Nos quedamos en silencio. Con un abrazo y una mirada silenciosa le demostré mi apoyo y fuerza para afrontar su pasado. Él me besó la frente dulcemente y por más que quiso disimularlo, no podía, sus músculos estaban tensos, su mandíbula se apretaba con fuerza y sus pestañas cubrían su mirar oscuro y frío. En ese instante, al contemplar su perfil tácito e inquebrantable por fin comprendí por qué siempre se mostró indispuesto o reacio a hablar sobre su familia; por mi parte nunca quise escarbar más en aquel misterio, en aquella herida, solo me contentaba con saber las anécdotas que tenía con su hermano Emmett y su abuelo, el cual era considerado su héroe, pero más nada, siempre respeté su intimidad así como él respetaba la mía...
― Es hora de irnos, Bella.
Nada aliviaba su rostro, ni deshaciendo los pequeños pliegues que sus cejas formaban sobre su frente, ni dándole un beso en la mejilla podía calmar su pena. Oh mi niño triste… ¿Qué serás Edward? ¿Mafioso, investigador, estafador o simplemente un hombre con graves heridas?
― Quiero saber qué hará tu padre, Edward. No podría recibir ningún favor sin saber cómo se consiguió y de qué forma.
Soltó el aire con fuerza.
― Te lo cuento en el camino. No hay tiempo que perder, Bella ― me tomó de la mano y me llevó al auto.
El peligro volvía a recorrer mis venas y la adrenalina agazapada volvía a cobrar protagonismo… Nuevamente empezaba el conteo regresivo.
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Debía estar loca al aceptar un plan como ese.
Yo, Bella, simplemente Bella, apostando por ganar una batalla de poder. De un lado, el monstruo mafioso y aterrador que era Chang y por el otro, un nuevo y desconocido ― hasta hacía unas horas ― gigante de la economía, con miles de influencias: el padre de Edward.
Edward no era quien yo había pensado que era. Por todo lo que escuché y por el favor casi divino que su padre haría conmigo, él se había convertido en un dios griego poderoso. Él tenía una familia, destruida, pero una familia, al fin y al cabo. No podía describir que tipo de familia era, quizá era de antaño, de clase o de estafadores, o quizá era una noble y soberana, no lo sabía, solo tenía presente que era de aquellas que con un chasquido de dedos podía tener el mundo a sus pies.
― Mike tiene un amigo que es abogado, Bella. Podría ayudarnos si así lo deseas ― me repitió Jessica por enésima vez mientras subíamos a mi oficina después de ir por un café bien cargado a la cafetería del primer piso. Ella, al igual que yo, estaba desesperada pues su sangre podría correr si la solución que había encontrado Edward no llegaba a buen augurio.
― Tranquila, Jess ― le dije tragándome mis propios miedos. En unos minutos más, el padre de Edward habría llamado a Amaya y habría hecho que se deshicieran de ese contrato, lo que acto seguido haría que el viejo estafador de Chang me llamara a su oficina ―. Dime, ¿encontraste el folder con los datos del terreno que te pedí?
― Sí, pero se los llevó el doctor Whitlock ― aturdida por sus palabras volteé a examinarla con rudeza. Jessica no tenía permiso para derogar ni tener potestad para ciertas decisiones.
― ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué dejaste que se lo llevara? ― exhorté.
― No lo sé. Era tu amigo, alguien de tu confianza… Además… ― bajó el tono de su voz y miró a los costados con perspicacia antes de continuar ―. Tiene un aspecto intimidante y la señorita Brandon… ― disminuyó aún más su voz hasta asemejarla a un susurro ―…nunca pensé que la señorita Brandon pudiera ser tan persuasiva y amenazadora a la vez como lo fue esta mañana.
― Entiendo ― sabía cómo podía llegar a ser Alice, pero esos papeles solo me inmiscuían a mí y nadie más, y si Jasper o Edward o los dos por iniciativa propia decidieron ayudarme debieron pedir primero mi consentimiento… ¿qué pasaría si esos documentos se perdieran justo en el momento que los necesitara para mi defensa? ― Jessica no debiste permitir que se llevaran los originales, les hubieras dado una copia.
― Discúlpame, Bella, pero me tomaron de sorpresa… Estuve, estoy nerviosa. No ― tartamudeó ―. No supe que hacer.
― No te preocupes, yo hablaré con ellos ― abrí la puerta de mi oficina extrañada y enojada. Cada segundo que pasaba, Edward seguía sorprendiéndome, sino era porque ocultaba algo, era porque hacía las cosas a mis espaldas sin ponerme al tanto de sus movimientos… ¿por qué no podía confiar en mí? ¡¿Por qué?
Esta vez exigiría una explicación. En la noche las exigiría todas.
― Oh, Isabella, ¡por fin llegaste! Quería darte el pésame en vivo.
Esa voz, ese rostro deformado y esos ojos azules sagaces me quitaron la ilación y provocaron que todo mi cuerpo se estremeciera de irritación.
Ahí estaba él, sentado en mi silla, mirando con satisfacción cada espacio de mi oficina, vanagloriándose de él como si saboreara mi tragedia… ¡Idiota! ¡Vete de aquí!
― James, nadie te invitó a mi oficina. Sería mejor que te retires ― dije ásperamente.
― No pensé que necesitaba una invitación, Bella. Por tu estúpido desliz, esta oficina podría ser mía. Así que solo le daba una pequeña inspección ― se explicó cargando consigo una presencia funesta y triunfadora a la vez ―…mientras espero que se haga justicia contigo.
― Yo no hice nada, James. Es más, si no fueras tan inepto pensaría que fuiste tú quien hizo todo este ataque de mal gusto a la empresa solo para vengarte de mí ― hice hincapié en lo último. No lo dudaba, si él tuviese las herramientas y agallas necesarias, podría creer que era el causante de mi desgracia, el cómplice anónimo de todo este fraude.
― No perdería mi tiempo de esta manera, Swan. No sería tan directo, tendría una especie de maltrato… digamos… ― se rascó el mentón ― físico hacia ti. He descubierto lo excitante que es doblegarte a mis instintos ― el color de sus ojos cambió. Se paró con elegancia aflojándose la corbata negra y desabotonando los primeros botones de su camisa. Con la mirada clavada en mí, parecía un animal al acecho, excitado por haberse encontrado con su víctima. Era cruel y aterrador.
― No te atrevas a tocarme, James.
― ¡Ja! Veremos si tu empleaducho de cuarta puede ayudarte esta vez ― agregó acercándose maliciosamente ―. ¡Vamos Bella! tu novio, tu obrero no está aquí… déjate llevar una vez más…
― ¡Detente! ― me golpeó contra la pared, apretándome con su cuerpo.
― Creo que fue un motín simple, Swan. Pensé que eras más inteligente que eso ― bufó por lo bajo abriendo mis piernas con su rodilla ―. Tratar de estafar al viejo Chang… ¡qué ridículo! ― El aliento a cigarrillo impactaba en mi rostro provocándome náuseas y sus manos bruscas y posesivas se adueñaban de las mías. Solo una vibración muy cerca de mi entrepierna logró distraerlo y yo opté por golpearlo en el estómago para zafarme con rapidez de su endemoniado ataque.
Miré la pantalla del celular horrorizada.
― Hey Jacob ― dije agitada. Era la cuarta o quinta vez en el día que me llamaba, mas yo no le contestaba. No quería más confusión en mi vida hasta no hablar claramente con Edward, pero esta vez, no tuve otra alternativa. Fue mi salvación. Salvada por la campana. Me hizo respirar más tranquila. Llegó Superman de acero. Si James se atrevía a algo más sádico, podría gritar.
― ¿Cómo estás Bella? Estoy muy preocupado por ti. Jasper me contó todo y llamaba para decirte que cuentas conmigo para todo lo que se te ofrezca. De la misma manera que te lo dije la otra noche.
― Muchas gracias, Jake ― respondí nerviosa viendo como la furiosa mirada de mi atacante se acercaba a pasos agigantados donde yo estaba. Tirité. No escuché de que más habló Jacob, solo temblé al ver aquellos ojos de lince destrozarme. ¡No! James me agarró del brazo y con fuerza me tiró al sofá haciendo que perdiera la fuerza en las manos y el teléfono cayera a la alfombra de la salita.
― ¡Ahhh!
― No cambias, zorra ― murmuró destilando su mugroso aliento en mi cuello ―. ¿Quién es ahora? ¿A quién tienes de turno? ― Traté de apartarlo con una mano y de golpearlo en los huevos, pero fue en vano. Su peso ejercía presión sobre mi cuerpo, se restregaba encima de él sonriendo maquiavélicamente y mostrándome toda la fuerza animal que tenía. Para mí, su cercanía solo significaba una cosa: asco.
― ¿Sucede algo preciosa? ― preguntó Jake un tanto aturdido alzando la voz por el auricular ―. ¿Bella?
― No… ― el lince sádico lamió mi rostro ―. ¡No!
― Bella, dime qué sucede… ―insistió mi amigo gritando.
― Nunca cambiarás…― James musitó muy despacio. Lo miré retirar su cuerpo del mío, alejándose hacia la puerta por donde Jessica irrumpió apresurada con unos papeles bajo el brazo. El muy imbécil había estado atento al sonido de la manija y volvió a su estado impertérrito como si no hubiese pasado nada. Él y su doble careta, su doble vida, su secreto.
― Discúlpame Jake… ando haciendo unos trabajos aquí… No… ― logré decir temerosa mirando cuidadosamente lo que hacía aquella fiera ―… Gracias por llamar… es reconfortante ― suspiré. James le dio el encuentro a Jessica y no la dejó pasar sin acariciarle el rostro con malicia. Ella no hizo más que zafarse haciendo un gesto de asco y repulsión. Ese hombre era de lo peor. ¿Cómo pude involucrarme con alguien así?
― De nada preciosa. Mi Harley siempre tendrá un asiento exclusivo para ti. Solo llámame y vendré por ti ― presentí su sonrisa radiante a través del teléfono lo cual me hizo sonreír y calmar paulatinamente los latidos estrepitosos de mi corazón adolorido. Su voz era dulce y alentadora e imaginé inmediatamente el abrazo de amigo que podría prodigarme, un abrazo de paz ―. Verás que ella y yo tenemos solución para casi todos los problemas.
Jacob, a pesar de tener ese porte intimidante y ofensivo, era muy dulce y sensible. No se parecía en nada al perfil frívolo y bohemio que Edward dibujó en mi mente. Acaso… ¿me había engañado en eso también? Era muy probable.
"¿Qué te dijo Edward? Seguro te contó historias de lobos y vampiros sanguinarios para mantenerte lejos de mí, ¿es eso verdad?", recordé,¡Edward y sus misterios!
― Arquitecta Swan. El doctor Chang la llama al despacho ― la voz de Jessica sonó nefasta.
― Jake, te llamo después, ¿ok?
― Tomaré tu palabra, Bella.
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La maldita charla con Chang y Smith no difirió en nada de lo que Edward me previno que pasaría durante nuestro retorno a la empresa esta tarde; es más, parecía que mi novio tenía una bola de cristal en la cual podía pronosticar el futuro. Las muecas, los gestos, las palabras déspotas, la intimidación y la demostración del poder absoluto se vivió por cada poro de mi piel en cada segundo que pasé metida en esa hosca oficina. Esos viejos lo trasmitían con insistencia y ahínco como si quisieran que quedara grabado con sangre en cada cutícula y vello de mi cuerpo.
― No sabemos cómo lo has conseguido Swan. Pero me acaban de informar de la Notaría Amaya que su abogado acaba de ser dado de baja en sus funciones... Ya sabes... por haber manchado el nombre de la institución al ser cómplice de una estafa, la cual nos tenía involucrados ― habló Chang de manera tenebrosa juntando las palmas de su mano y mirándome por encima de ellas con un gesto de superioridad. El viejo a pesar de su edad y de estar decrépito, mantenía el poder de intimidación como si fuera una hiena ―. Hecho curioso… muy curioso…
― También nos han advertido sobre el cheque. Felizmente nadie lo había cobrado y ellos mismos se han encargado de denegar el pase para ello ― agregó el ingeniero Smith apoyando sus manos en el escritorio para luego levantarse con una sonrisa y situarse delante de mí―. Muchacha, yo siempre confié en ti.
Cuando apoyó su mano áspera en mi hombro sentí escalofríos. El viejo Smith me miraba diferente. Desde hacía varios meses había notado cierta preferencia en mis proyectos y en mis ideas pero nunca enfoqué bien hacia donde se dirigían. Ahora en estas circunstancias notaba cómo me observaba.
― Solo hay dos opciones o conocías a Amaya, lo cual lo veo muy improbable o desististe de tu plan de embaucarnos y preferiste hacérselo a otros incautos. No me sorprendería… ― arqueó una ceja ―. Eres astuta Swan, has pensado bien las cosas.
Me impuso su autoridad.
― No hice nada de eso, señor.
― ¡Calla! ―Su mano se estrelló con fuerza en el escritorio―. ¡Aún no he acabado, Isabella! Sabes que odio perder el control de las cosas y todo este asunto se está saliendo de mis manos. No sé qué sucedió, no sé qué pasó, no sé qué hiciste, nadie, ¡absolutamente nadie me lo quiere decir! ―Otro golpe contra la madera ―. Pero no me ahogaré en este incidente, tarde o temprano sabré que pasó en realidad ― me miró de soslayo, analizando mi postura rígida ―… Si logro enterarme de algo… Sabrás que sucederá.
Tragué saliva. ¿Qué sería peor? ¿Enfrentarse a Goliath sabiendo el resultado de la guerra o salir airosa de una pelea siendo respaldada por un todopoderoso que no conocía y que podía estar metido en contrabando o narcotráfico como el padre de Edward?
― No obstante, debo reconocer que nos salvaste y eso, un hombre de palabra y digno como yo, lo reconoce. Así que tendrás el resto de la semana libre.
¿Un hombre de palabra y digno como él? ¡¿Por dónde? Si Edward predijo lo que pasaría esta noche en esta blanca, pulcra y tétrica oficina no fue nada comparado al único inconveniente que él no intuyó: el terrible dolor de cabeza que me empezó a atacar de la impresión del desgaste de cinismo que tenía frente a mis ojos. Felizmente, como de costumbre, cargaba con mis pastillas en el bolso.
― No me mires así Swan, no soy un monstruo después de todo. Te concedí un par de horas para que solucionaras esto y lo hiciste; sin embargo, si yo quisiera, podría torturarte hasta llorar con tal de sonsacarte la información confidencial que necesito y que me carcome el interior… pero ―acomodó sus lentes con actitud pomposa ―… lo dejaré pasar… por ahora ―finalizó puntualizando estas últimas palabras.
"Por ahora"… "por ahora"… ¿Qué quería averiguar el viejo de Chang? ¿No podía quedarse tranquilo con saber que le salvé el pellejo nuevamente? "Nadie debe de enterarse de esto, Bella. En la noche te contaré todo, pero absolutamente nadie sabrá que mi padre te ayudó"… "¿Por qué?" "En la noche… En la noche Isabella". Si con esto no me volvía loca, no sabría con qué hacerlo.
Estaba entre la espada y la pared con Chang, hundida en un maldito nido de víboras y con Edward, perdida en un laberinto sin salida, repleta de interrogantes.
Aun así y sin querer, tenía que reconocer que necesitaba a Edward, a mi novio, a mi lado. ¿Cómo podía ser posible que en tan poco tiempo sintiera un profundo sentimiento hacia él?
¿Saben? Nunca quise creer en los típicos enigmas del amor. Ya saben aquellas blasfemias que proclamaban las revistas femeninas sobre el perdón, la reconciliación y sobre todo en la factibilidad que tendría una relación de nueve años para condensarse en una de nueve meses o incluso en nueve semanas y si quisieras exagerar, en nueve días… Ahora le doy la razón… de vez en cuando, o no tan de vez en cuando, las relaciones son tan apasionadas, tan intensas o tan dolorosas que a pesar de que hayan pasado los años o los meses, sentirás en tu alma, en todo tu ser, una vibración intensa que te indicará que aquella persona nació para estar a tu lado…
Y algo así me estaba sucediendo con Edward. Sentirme lejos de él, aunque fueran pocos kilómetros, me estaba matando. Él me había ayudado, se la había jugado por mí, había puesto en peligro su vida al hacer contacto con esos tipejos… ¿y yo? Lo estaba cuestionando.
― Bella. ¡Bella! ― parpadeé hasta distinguir una silueta menuda ―. Vamos a casa… Ya es tarde.
― ¿Alice? ¿Qué hora es?
― Serán las ocho de la noche.
― No, Alice… yo… ― Edward vendría por mí a esa hora, lo prometió. Él prometió explicaciones.
― Por favor Bella, déjate de idioteces. Yo de ti, después de lo que te dijo el viejo de mierda ese, ya estaría en un avión rumbo a algún lugar paradisiaco para olvidarme de todo y le pasaría la cuenta del hotel lujoso donde me hospedaría para simplemente hacerlos reventar de rabia.
― Sólo tendré cuatro días libres… No me dará tiempo para nada.
― ¡Tan testaruda! ― replicó terminando de arreglar mi cartera. Metió mi celular, mi lápiz de labios, mi libreta de apuntes y un lapicero que tenía disperso por mi escritorio. Después de la reunión con mis jefes y el terrible dolor de cabeza que me amenazó, refugiarme en mi oficina fue mi mejor opción a pesar de los días libres que ellos, "solidariamente" me habían dado.
Aun cuando la decisión de Chang pareciera segura, la postura y sus ojos flamígeros lo delataban, él no estaba de acuerdo con esta decisión. Y lo peor era que quizá el ingeniero Smith había sido el precursor de todo esto, lo cual me ponía peor porque no quería ningún favor de esos viejos, menos de uno libidinoso.
— ¡Andando Bella! Debemos reunirnos con Leah en la quinta avenida y planear nuestra escapada.
― Pero… ―quería gritarle que ¡Edward vendría a recogerme! Que no podía irme con ella, que debía esperar alguna llamada de él, pero todos mis reclamos quedarían en el olvido… Él no vino nunca. No llegó. Acaso… ¿Se habría arrepentido? ¿Fue todo un engaño más de él?
― Nada de peros, Bella. Tienes muchas cosas que explicarnos ― entrecerró los ojos. Intuí que ella, Alice Brandon, niña demonio, sabía uno de mis secretos… ― Ya tienes todo listo, ¿no?
― Sí, lo arreglé hace unas horas después de hablar con ellos.
― Perfecto.
Terminé por dar una última revisada al lugar y salimos abrazadas hacia el pasillo, pero sin dejar señal alguna de miedo, todo lo contrario, con la frente siempre muy en alto, sí señor.
Cuando ya salía por la puerta de vidrio giratoria, mi celular vibró sacándome de mi actitud autónoma.
"Espero algún día se haga justicia" ―decía el mensaje de James.
A esta hora, ya todos en la empresa deberían estar al corriente de la gran hazaña de Isabella Swan, la pueblerina. Me vieron caminar por el pasillo, por el lobby y por el hall y no dijeron ni una palabra. Su silencio fue suficiente. Me imaginaba los rumores y las miles de hipótesis que se estaban creando en sus pobres mentes entorno a la estafa, a la gran estafa de Isabella. Unos creerán que fui capaz de embaucar al jefe y sus secuaces, otros pensarán que me acuesto con alguno de esos viejos y, otros me temerán y me verán como una diosa porque según sus ideas primitivas, Isabella Swan, niña pueblerina y tonta, era una heroína mafiosa encubierta en piel de cordero.
Oh, pero ese era mi trabajo… un maldito nido de víboras.
― ¡Andando! Leah y yo tenemos una pequeña sorpresa para ti. Necesitas descansar y olvidarte de todo lo que pasaste. ¡Y para eso me tienes a mí! ―argumentó abriendo la puerta de su auto, un Volkswagen negro último modelo. Saltó en él y manejó con su estilo característico.
― En serio Alice, no quiero nada ―"solo quiero a Edward y su verdad", pensé―...Solo quiero tirarme a mi cama y no despertar jamás. Olvidarme del mundo.
― ¡Oh no seas tonta! Te encantará lo que tengo planeado para ti y tu hermoso culo ―la miré como queriéndola matar y ella hizo un pequeño mohín―. Oh vamos Bellita... Deberías tomarlo como un regalo de cumpleaños... Aunque yo no haya gastado nada en ello...
Pretendió disimular una sonrisa.
Alice siguió hablando y hablando, no había cuando acabara. Escuché cosas, como ir a la playa, tomar Daiquiris, usar bikinis y broncearnos desnudas... ¡Dios! Yo quería escuchar a Edward, sólo eso.
― Bella, comprende a Edward por favor... No estés molesta con él ― soltó Alice de repente al verme fruncir el ceño con dureza. Mis manos se aferraban al asiento con cólera. Ella me leía la mente.
― ¿Qué dices? ―ella lo sabía, quiso hablar, pero no me respondió, dejó que mis labios se abrieran y formara una gran "o" al presenciar tremenda majestuosidad que se imponía frente a nosotras y que opacaba el cielo negro ―. ¿Qué es todo esto? ¿Dónde está Leah, Brandon?
― Llegamos. Es tu sorpresa, Bellita.
Mi pobre corazón empezó a saltar y sacar sus pequeños pompones rojos. Fue eléctrico, una conexión de almas y cuerpos escalofriante e irreal. A pesar de sus mentiras, sus falsas promesas y sus secretos, todo mi ser no se sintió más completo y feliz que en ese momento. Ahí, parado como una chaqueta caoba liviana y unos jeans azules, estaba él… Edward. Su cabello cobrizo más despeinado que antes por el viento de la noche y por el rodar de las turbinas del gran jet que se escondía tras él.
Estábamos en el aeropuerto o en algún lugar de él, con un par de hangares alrededor y una enorme pista de aterrizaje. Parpadeé sorprendida al ver a un hombre canoso de hombros anchos vestido de gris parado al lado del jet. Era el capitán.
― ¿Qué… qué sucede Edward? ―sus ojos brillaron. Era mi Edward nuevamente, dulce, sexy e innovador―. ¿Qué hacemos acá, Edward? ―el aire se estancó en mi garganta al verlo caminar hacia mí con una mano extendida y una maleta de viaje pequeña.
― Bella… prometiste escucharme esta noche… y como ya no tengo nada que ocultar, quiero que estos días sean inolvidables para nosotros, mi amor.
Un suspiro y un gemido ahogado escuché detrás de mí y supe que Alice debía estar saltando y brincando como loca.
― ¿Viajar? ―pregunté aturdida―. No, no puedo.
― Sí que puedes ―interrumpió mi amiga―. Preparé un pequeño maletín con alguna de tu ropa Bella, y claro... algunos atuendos exclusivos míos ―brincó de emoción―. Todo está ya dentro del Jet.
― ¿Tú sabías de todo esto? ―le pregunté solo para aterrizar y cerciorar que uno de mis secretos estaba al descubierto. Volteé y le apunté el pecho con mi dedo atravesándole la mirada. Por el semblante adormecido de Alice supe que, si ella no lo tuvo claro hasta hoy en día, el verme abrazada a su primo en mi oficina, confirmó sus sospechas―. ¡Me tendrás que dar explicaciones, Alice Brandon! ¡Me lo ocultaste mucho tiempo!
― ¡Y tú a mí, Swan! ―agregó con sus manos en la cintura―. Te quiero Bella y quiero que seas feliz, y por lo mismo que te quiero, te di tiempo para que tú misma te adaptaras a esta nueva experiencia. No quería abrumarte... Además, ¿qué pensaba tu cabeza? ¿Acaso creías que yo, la gran Alice Brandon no sabía que el plan que tuve con Edward había funcionado? ―alzó su puño en señal triunfadora lo que hizo que una suave sonrisa se dibujara en mis labios. Edward aprovechó esto para acercarme a su cuerpo, lo que me provocó un agradable hormigueo. Ya extrañaba el suave pero sensual toque de Edward. Aquel que me volvió loca desde que lo vi.
― Ven conmigo, mi amor ―murmuró muy cerca de mi oído estremeciéndome. Cerré los ojos y me dejé llevar por su enloquecedor aliento.
― Bella. Los sentimientos de mi primo son sinceros, si no lo fueran, ¡no hubiera planeado todo esto! ― chilló con un destello de felicidad en sus ojos avellanas.
― ¿A dónde iremos, Edward?
― A donde seamos sólo tú y yo, Bella. Donde mi corazón y el tuyo vuelvan a encontrarse y ser uno solo.
… Quizá me llevaría a una playa, a una montaña o quizá bajo un puente, en medio de un desierto o al fin del mundo, pero cualquiera de estos lugares, sería hermoso porque estaría... a su lado.
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"Construyendo Fantasías... en tu corazón, en tu vida, en tu intimidad o hasta en el fin del mundo... pero siempre al lado tuyo…"
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Notas:
* ^-^ gracias por leer hasta acá... Quería mantener la correlación del capítulo anterior, sobre todo la tensión y el conteo regresivo que existe para salvar a Bella. Espero que con todo y eso, no me quieran tirar lechugas u.u ..pero ya saben... estamos a puertas de una reconciliación... ^^ sin contar las revelaciones que se vienen... aunque tengan cuidado con Edward porque quizá no quiera contar todo ¬.¬ !
* Espero sus comentarios, sugerencias o lo que deseen! no olviden comentar! es muy importante saber que tal va el fic. =)
* y bueno, la pregunta... ¿a dónde se la llevará Edward? O.O ! ¿Qué le metió Alice en la maleta?
* El próximo capítulo será EDWARD - POV, ¡así que prepárense!
