**** NOTA (importante) ****
Después de muchos años y brindando las disculpas del caso, retomo este fanfic que significó y significa mucho para mí. Les debía un desenlace y un final, y ahora lo tendrán. En el trayecto, decidí editar la historia *-*. Los primeros capítulos no tenía beta, ¡así que imagínense! Eran un caos, y creo que con este nuevo arreglo ha quedado una historia muchísimo mejor, que espero les guste.
A las nuevas lectoras, ¡bienvenidas! Estaré feliz de leer sus comentarios, dudas, reclamos, tomatazos y todo lo que deseen. ;) Siempre les responderé. Además que, saber que mi Edward sigue recibiendo amor, me haría muy feliz.
Abrazos a todas *-* ¡En especial a Redana Crisp por la fantástica portada!
Sin más, empieza la historia...
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de la genial Stephanie Meyer. Yo sólo juego con ellos ;)
.:: Construyendo Fantasías ::.
Capítulo 1
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Bella
Una de las cosas que había aprendido en mi corta vida, era hacer frente a las adversidades, fuesen más grandes que yo, lograran intimidarme o no, o se interpusieran como grandes monstruos durante mis pesadillas, debía siempre sacar fuerza y garra para imponerme ante ellas y salir adelante.
Sin embargo, nadie me había advertido que no todas las cosas eran como parecían y que los deseos y sueños de niña, no siempre se podrían cumplir por más fuerza de voluntad y carácter que uno tuviese. El mundo real era cruel… el miedo era cruel.
Bateé mis pestañas con fuerza, tratando de contraponerme al miedo. Había decidido revisar los documentos que cargaba en mi folder para distraerme y memorizar cada detalle. Había aprovechado unos minutos libre, al inicio del evento, para recolectar algunos afiches y catálogos modernos sobre las últimas tendencias tecnológicas en la construcción. Mientras más conocimiento, mejor sería mi presentación.
—Señorita Swan, es su turno.
—Muchas gracias, en un minuto subo al escenario —le contesté con nerviosismo. No era la primera vez que lo haría, pero tampoco sería la última, sólo que los nervios previos a la exposición frente a un público, nunca habían sido mi fuerte.
Esta noche era una de las tantas noches en las que debía guardar y controlar mis sentimientos y presentarme ante un público desconocido, ávido de usurpar toda información posible para que, si tuviese algún error, tomarlo como carnada para usarlo en mi contra.
Revisé por última vez mi vestuario. No me veía nada mal, incluso más estilizada gracias a los zapatos de taco alto que me obligaron a usar, el conjunto azul marino me quedaba entallado realzando mi figura y la falda tenía un alto a la medida. Estaba hecha toda una ejecutiva así que me aventuré al estrado con cierta confianza.
Tomé una bocanada de aire y empecé.
―Agradezco la gentil invitación para participar en este evento representando a la empresa KVC consulting —hice una pausa, tenía frente a mí, a unas trescientas personas—. En esta ocasión, daré a conocer nuestra cartera de proyectos realizados a base de madera y bambú —añadí con una leve sonrisa—, además del exitoso manejo que se le puede dar en la decoración de interiores y exteriores.
Mientras hablaba busqué rápidamente a mis amigos. En las dos primeras filas, estaban sentados los altos funcionarios de las compañías invitadas, así como renombrados arquitectos e ingenieros. Al lado izquierdo, encontré a dos de mis amigos, ambos echándome muchas ganas con una sonrisa.
Poco a poco los nervios se fueron disipando y empecé a sentirme más a gusto con este evento.
Lo que vino a continuación fue un resumen de todos nuestros trabajos realizados en Chicago, así como los avances tecnológicos que se podían implementar en las edificaciones para lograr una arquitectura más ecológica y sustentable. Finalicé mi intervención con muchos aplausos del público y de los gerentes de la empresa, sobre todo, después de hacer hincapié en las facilidades y créditos que proporcionábamos para la construcción de viviendas.
Terminadas las conferencias, me dirigí a la terraza para el brindis en honor a Shigeru Ban, arquitecto muy conocido que hizo gala de su presencia con una gran charla magistral. Cerca de la hermosa fuente de mármol, se encontraban mis colegas conversando animadamente con el CEO de nuestra compañía, el PhD. Chang.
—La felicito, arquitecta Swan. Hizo un gran trabajo —me estrechó la mano con un suave toque.
—Muchas gracias doctor, pero no fue nada.
—¿Cómo qué no? Si reunimos el doble de trabajo de campo para esta temporada, será gracias a usted y su facilidad al hablar frente a tantas personas. Estamos muy convencidos que ellos quedaron prendados de su belleza y su carisma, y… ¿quién no quisiera ser atendido por una linda señorita como usted? —me sentí ligeramente avergonzada. Estaba acostumbrada al flirteo, pero que mi jefe lo dijera de esa manera, incomodaría a cualquiera.
Logré librarme de ellos con la típica excusa de ir al baño, no sin antes recibir un recordatorio de que al día siguiente habría reunión con todos los implicados en la construcción del condominio "Las Terrazas". Este proyecto resultó ser uno de los más importantes para Chang.
—Ahí estaré —aseguré—. Permiso.
Busqué a mis amigos y no los encontré así que decidí pasar por la mesa de catering para probar algún bocadito y tomarme una copa. Estuve preparando este discurso desde días atrás que había dejado totalmente de lado mi vida personal. Además, estábamos en cierre de mes y tenía que presentar un informe detallado de los gastos realizados en la construcción. Habíamos puesto la mayoría del capital activo en ella y no podíamos darnos el lujo de equivocarnos en lo más mínimo. Así que… necesitaba a gritos unas vacaciones y una copa de vino.
Era una mala manía mía, lo sé, pero el poner mi trabajo y mis responsabilidades primero, era una manera muy eficaz de aliviar tensiones y aludir ciertos recuerdos, así que no podía evitarlo.
—¡Bella! ¡Bellita! —gritó una voz chillona pero dulce, muy fácil de identificar. Volteé con mi Martini dry y me encontré con mi mejor amiga.
—Hey, Al. ¿Qué tal estuve?
—¡Fantástica! —exclamó con mucho entusiasmo—. Hasta me convenciste a mí —recalcó esto último con un tono irónico.
—Sabes que es verdad todo lo que dije, lo comprobé tres veces —apresuré a decir.
—Si lo sé, Bells, pero eso no quiere decir que comparta esa idea —hizo una pausa—. En fin, no quiero hablar de este tema... Hoy deberíamos celebrar... Ya sabes, una salida al "Copacabana" sería ideal —le brillaron los ojitos como una niña de primaria.
—Quizá… —dije no muy convencida; estaba muy cansada por el trabajo que mis pies no daban para más hoy. Ladeé mi cabeza de lado y ella arrugó la nariz en señal de protesta, si no fuera porque estábamos en evento público, ya estaría haciendo un pequeño berrinche.
Y es que Alice Brandon era así, menudita, simpática, hermosa, cuerpo de modelo y mi mejor amiga, mi socia y compañera de trabajo. Pero todo un pequeño demonio cuando se proponía llevar a cabo algún "plan maléfico", como le digo yo.
—Ok Alice. Saldremos hoy a alguna discoteca, será desenfreno total y terminaremos revolcándonos con los más sexys del local, ¿qué dices? — le sugerí reprimiendo una sonrisa y frunciendo el ceño. La estaba retando.
—¡Esa es la actitud, Bella! Ni te preocupes por el vestido, el que tengo en mi descapotable es hermoso, te hará lucir tus piernas y el gran escote en el pecho, te dará un mayor acceso —comentó animadamente, señalándome con sus pequeñas manos todas las barbaridades que decía.
—¡Alice! —la reprendí—. ¡Solo bromeaba!
La aludida rodó los ojos divertida hasta que una voz nos interrumpió.
—Lamento molestarlas, señoritas—. Levanté mi mirada y encontré a un tipo musculoso, alto, rubio con unos ojos perturbadores e intimidantes pero que te aseguraban el mejor sexo de tu vida. Sonrió al verme y vi las pequeñas arruguitas que se le formaban en sus mejillas y yo quise rebobinar la opción de ir de fiesta y tirar mis tacos...
—¡Oh! ¡Qué bueno que vinieron! —exclamó Alice acercándose a ellos; por el rabillo del ojo, observé que buscaba a alguien más, pero no me crean mucho, yo examinaba a los dos hombres que tenía parados al frente—. Bella, él es mi primo Emmett y su amigo Jacob —señaló a éste último con cara de pocos amigos.
—Jacob Black a tus órdenes —se presentó tomándome la mano con mayor delicadeza, y depositando un suave beso en ella—. Tu exposición estuvo increíble. Desde hoy, soy tu gran admirador —arqueé una ceja, incrédula—. Soy ingeniero al igual que Emmett y hemos aprovechado nuestra visita aquí para asistir a la Bienal —añadió sonriente. Delante mío tenía a otro hombre fuerte y de tez morena poseedor de unos intensos ojos negros.
—Un gusto, Jacob —le devolví la sonrisa.
Desvié mis ojos al otro chico, al rubio que me seguía examinando como si llevara lencería de chocolate y manjar.
—Alice, nunca me contó que tenía un primo —la miré desafiante, ¿cómo era posible que siendo mi mejor amiga desconociera esos detalles? Y más si involucraba a un joven simpático y atractivo.
—Ni a mí me comentó que tenía una amiga muy hermosa —su voz seductora fue música para mis oídos. Definitivamente, él estaba coqueteando conmigo.
La charla se animó un poco más, y entre una copa y otra fui conociendo algunos otros aspectos de ellos. Emmett tenía ya una maestría en infraestructura vial y Jacob estaba interesado en formar su propia empresa en New York, una ciudad difícil pero totalmente desafiante por la gran cantidad de rascacielos que existen en ella.
—Bueno señoritas, ¿nos vamos? —propuso el moreno—. Conozco un restaurante italiano que prepara unos ravioles exquisitos, ¿qué dicen?
—Mmmm…, no lo sé —dudé—, ¿qué tal son las lasañas?
—¡Finger-licking (*)! ¡De mis favoritas! —añadió Emmett, coqueto a lo que Alice respondió con una severa mirada. Se le notaba tensa, su primo sólo se encogió de hombros, parecía que disfrutaba hacerla enojar.
(*) "para chuparse los dedos"
—No esta noche —respondió—. Mañana tenemos un trabajo urgente que presentar en la compañía y debemos desvelarnos toda la madrugada —aseguró con mucha convicción y fue mi turno de mirarla molesta. ¡Ella era la más interesada en salir! ¿Pero qué le pasaba a Alice? Si no la conociera, hasta podría decir que sufría de algún TID. ¡Menuda actriz resultó!
Jacob se mostró decepcionado, sus intensos ojos marrones dejaron de mirarme.
—¡Qué aburrida, Ali! Sabes que conozco otras formas más productivas e interesantes para desvelarse —le guiñó el ojo mientras me sonreía lascivamente. Unos pequeños y atractivos hoyuelos se le formaron nuevamente en las mejillas y yo, ruborizada, ya me imaginaba que tan productiva podría ser la noche.
—¡Emmett! —el grandulón rodó los ojos para luego acercarse a Alice y acariciarle la mejilla con ternura.
Minutos más tarde, cuando los chicos ya se habían despedido, nos dirigimos al aparcamiento para esperar su auto. El frío de Chicago me golpeó el rostro y con mucha impaciencia, más de la que debería, decidí preguntarle el por qué se había comportado así.
—Mi primo te estaba coqueteando, ¿no es suficiente? —contratacó, entrecerrando los ojos.
—No —le espeté—. ¿Estás enamorada de tu primo?
—¡Oh por Dios! ¡No! —exclamó asustada—, Bella entiende, si lo hice fue por tu bien, debes comprender que son dos hombres sueltos en plaza con las hormonas revolucionadas propias de la juventud. Los he visto Bella, mis primos son así, nunca van a cambiar, y mucho menos si siguen teniendo como compañía a Black.
—Deberías recordarme la fecha de tu canonización, "Santa" Alice —solté casi gruñendo escondiendo en mi tono de voz la ironía que peleaba por fluir—. Además, no pensaba enamorarme de ninguno de ellos, ¡válgame Dios que no! Sólo quería conocerlos un poco más… distraerme un rato del trabajo, que de por sí ya es agotador.
—Bueno, señorita, discúlpeme por arruinar su noche —bufó y se cruzó de brazos—, pero no era lo que yo había planeado.
Exhalé frustrada, mirándole. Su pucherito de niña caprichosa era lindo y, como otras veces, volvía a suavizarme.
— No importa por hoy, pero me las pagarás Brandon —le dije señalándola acusadoramente. Ella volvió a hacer otro tierno pucherito y me derretí por completo. Era mi mejor amiga y no podía enojarme con ella por nada del mundo.
—¡A trabajar! —pasé mi mano alrededor de su espalda y caminamos hacia la calzada. Esperamos unos cinco minutos más y por fin tuvimos el auto frente a nosotras. Antes de subir, Alice dio una lectura rápida al centro de convenciones, pidiéndome memorizar las esculturas posmodernistas que adornaban la terraza; al parecer quería probar algo nuevo para la fiesta de aniversario de la empresa.
O al menos eso parecía.
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Al día siguiente, llegué a mi oficina un poco tarde y con unas grandes ojeras. Anoche, Alice me había convencido de avanzar con los costos y presupuestos del proyecto "Las Terrazas" y así tener la próxima libre para nuestra "salida de chicas". Ella no tenía nada que ver, su trabajo era otro, pero decidió ayudarme, lo cual agradecí mil vidas. Además, ambas éramos tan minuciosas y detallistas con los números que hacíamos muy buena dupla. Para cualquiera que quisiera mantener su puesto de trabajo en KVC consulting, debía serlo pues era indispensable cuidar su economía… unos metros más, significaría una pérdida de miles de soles para la constructora.
—Arquitecta Swan, buenos días —dijo mi secretaria, temblorosa—. Tengo listo su café.
—Buenos días Jessica. Ya te dije que te dejes de formalismos conmigo —asintió y le sonreí—. Gracias por el café, no sabes cómo amo empezar el día con un caramel macchiato —volvió a asentir callada y empecé a preocuparme.
La última vez que la había visto así, entre nerviosa y angustiada, fue cuando hubo una baja de personal y su novio Mike perdió su empleo como subcontratista. Felizmente su noviazgo siguió en pie y Jessica tomó horas extras para sufragar los gastos.
—Jess, ¿sucede algo? —le pregunté con suavidad—. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.
—He revisado su agenda y mañana empieza la construcción del primer nivel del condominio.
—Si lo sé —dije despreocupadamente mientras sorbía y disfrutaba el sabor del café y la miel—. ¿Algún problema con eso?
—No exactamente —hizo una pausa—, resulta que la ha llamado su padre y me pidió que por favor viaje de inmediato a verlo —dejé de lado la bebida pues mi corazón estaba acelerado ya—. Es acerca de la venta de su propiedad y… —suspiró, bajando el timbre de su voz— es urgente.
— ¿A qué hora llamó? —pregunté dando un salto en mi asiento— ¿Cuándo fue?
—Ayer, a las cuatro de la tarde, cuando se realizaba la bienal —suspiró—. Traté de ubicarla, pero su celular estaba apagado. Lo siento mucho —concluyó agachando la cabeza.
La noticia me cayó como un balde de agua fría. Era imposible que al día siguiente pudiera viajar hasta Forks, menos que abandonara una de las más importantes construcciones que tenía la empresa. ¡Qué rabia! Me encontraba entre la espada y la pared, debatiéndome entre un asunto familiar importante y mi puesto de trabajo en la constructora. Con todo el fastidio que me embargaba, me recosté un momento en mi asiento, pensando y pensando qué podría hacer para dar solución a esto pues ambas cosas se relacionaban entre sí de una manera profunda y casi inquebrantable como gruesas cadenas de fierro… y de sólo pensar que Charlie pudiese sufrir otro ataque por mi culpa, por perder mi trabajo y la fuente principal de la hipoteca, me sentía morir.
¡Qué impotencia!
Después de dos tazas más de café, encerrada en mi oficina, me acordé de algo. Lo había intentado una sola vez, hace poco más de un año, y no había traído ninguna consecuencia fatal, así que podría intentarlo otra vez, ¿por qué no? Llamé a Edrick, mi mejor amigo de la universidad, pero no obtuve respuesta; luego a Steve y me comentó que estaba en Wisconsin y no llegaría hasta el fin de semana.
No me quedaba otra opción que marcar el código del área de diseño de interiores.
—Hola, Bells —bostezó—. Necesito café extra, ¿sabes?
—Y yo necesito con urgencia los números de celular de tu primo Emmett y de Jacob.
—¡Pero Bells! ¡Qué se te quite esa idea de la cabeza! ¡No voy a dejar que te acuestes con ninguno de ellos!
—¡Alice! —la reprendí.
—¿Tan desesperada estás?
—¡Alice! ¡No es eso!
—Debes olvidarte de esas ideas retorcidas —insistió.
—¡Alice! ¡Escucha! No es por mí… — hice una pausa y masajeé mis sienes—. Necesito un ingeniero urgente para mañana mismo. Voy a viajar de improviso a ver a Charlie y necesito que alguien me cubra dos días y supervise la obra.
—Podrías llamar a otro —sugirió.
—¿Crees que no lo he hecho ya? Tengo que ser muy cuidadosa con estas cosas, Al. Si alguien de la compañía se entera, paralizan todo y me acusan a Chang. Por eso necesito a alguien externo, que no me vaya a delatar —concluí apresurada.
—¿No es más fácil pedir permiso?
—No. Esta obra no puede dejar de avanzar. Y tampoco pienso dejarlo en manos de Lauren y su gente. Sabes que no me prestan confianza.
Mi interlocutora se quedó muda, podría jurar que estaba pensando en todas las jugarretas que Lauren nos había hecho desde que ingresamos a trabajar a KVC consulting. Jamás confiaríamos en gente como esa. Nunca más.
—Bien, Al —dije por fin con un tono de voz muy similar a una girlscout—. Prometo no acostarme con ninguno de ellos, si eso te tranquiliza.
—No entiendo como en un momento tan crucial como éste, piensas en acostarte con alguien…
—¡Hey! ¡Sólo utilicé tus palabras! —me defendí, riendo—. Además, no lo hagas por mí, hazlo por Charlie... Tengo que ir a verlo.
—Claro que te voy a ayudar, Bells. Sólo jugaba un poco —bufé y rodé los ojos—. Veré que puedo hacer con mi primo —sentí que sonrió.
—¡Perfecto! Dame su número.
—¡No! Yo lo llamo — zanjó—. Si escucha tu voz y sabe que eres tú, es capaz de venir corriendo a verte y no es una imagen que quisiera recordar siempre. Ya sabes… tú… mi primo… —ahogó un grito—. ¡Ugh, no! ¡Incómodo!
Solté una gran carcajada al imaginarme a mi pequeña amiga cerrando los ojos y moviendo la cabeza de lado a lado como borrando esa escena de su mente, al mismo estilo de Phoebe en Friends.
—Gracias, Alice, también te quiero —dije con ironía frente a su comentario y a sabiendas que su cabeza ya estaba maquinando algún "plan maléfico"—. Salúdame a Emmett —bufó y colgué.
Ella nunca iba a dejar que me involucrara con su primo, por más favor que me debiera, ni por más fin del mundo que se aproximara... No podía negar que Emmett era atractivo y trasmitía mucha sensualidad con su sonrisa, pero, en estos momentos mi cabeza estaba enfocada en comprar un boleto de avión para ir a Forks y solucionar los problemas de mi padre.
Charlie era mi debilidad.
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El plan salió genial.
Viniendo de Alice, todo resultaba de cien puntos siempre.
Antes de mi viaje, había dejado toda la documentación con mi secretaria quién tuvo órdenes estrictas de sólo compartirla con Alice y a la vez brindarle todas las facilidades para que pudiera ingresar a mi oficina. Sin restricción alguna. Mi mejor amiga, por su parte, le haría llegar los planos y las fichas técnicas a su primo quién tendría que poner orden en la obra junto con el capataz.
Mi jefe llegó a mi oficina momentos antes de mi partida. Se le notaba emocionadísimo porque "Las Terrazas" era su proyecto soñado y según estadísticas, se estaba convirtiendo en la mejor inversión que había hecho como empresa. Yo me mantuve tranquila, disimulando los nervios y tratando de sonreír todo lo que duró el viaje hacia el ascensor. Me sentí mal engañándolo, no lo podía negar, pero mi padre y su salud estaban primero, él era lo más importante para mí.
Me ausenté sólo dos días. Charlie tenía mucha fuerza de voluntad y lo único que quería era verme para sentirse tranquilo. "En esta vida, sólo me quedas tú, Bella", me dijo casi llorando. Verlo tan vulnerable y triste me rompió el corazón que sólo atiné a abrazarlo muy fuerte y decirle que pronto nuestra suerte cambiaría. Felizmente aproveché al máximo estas cuarenta y ocho horas y conseguí que mi tío Billy lo hospedara por un tiempo así sus hijas podrían cuidarlo un poco y llamarme inmediatamente si volvía a sufrir de algún cuadro depresivo.
Así que aquí estaba, nuevamente en Forks, celebrando el plan de Alice. Todo había sido impecable, nadie había descubierto mi ausencia y el ingeniero Emmett McCarty había pasado desapercibido. Si no fuera conocedora de su buen gusto para la exquisita decoración y ambientación de las viviendas de nuestros más renombrados clientes, pensaría que Alice Brandon sería una extraordinaria planificadora de eventos.
—¡Misión cumplida, Bellita! —sonó su voz chillona por el otro lado del auricular. Se le notaba radiante que incluso me hizo preguntarme si habría algo más que estaba escondiéndome. Felizmente se acercaba ya nuestra girlsdate y ahí tendría que contarnos todo—. ¿Cómo está Charlie?
—Estable —suspiré—. Se ve que extraña mucho su puesto de policía, pero sigue testarudo frente a la idea de abandonar el pueblo y venir aquí. Su vida está en Forks, en su casa.
—Lo siento... —hice una mueca—. ¿Le mandaste saludos de mi parte?
—Claro, lo alegró un poco —me mordí el labio de mentirosa—. Bueno Al, iré a bañarme y quizá pase por la obra para cerrar el día. ¡Te quiero!
Y colgué de inmediato para no darle tregua a que me reclamara o cuestionara nada referente a su primo. Aún tenía un ligero dolor de cabeza.
Después de una taza de café, me vestí con un pantalón jean de mezclilla y una blusa azul que se ajustaba a mi cuerpo delicadamente. No quería ir a una construcción para llamar la atención masculina, muy a pesar que Emmett estaría ahí supervisando y que, posiblemente podría conseguir su número para salir cualquier día de estos. Aunque podría alegar que estaba de pasada por allí pues recién llegaba de viaje…
Finalmente, me arreglé lo mejor que pude, con un maquillaje natural y mi cabello oscuro lo dejé caer en ondas. Antes de salir de mi piso, una suave brisa llegó a mi rostro y me desconcertó unos segundos, me dio la impresión que aquel encuentro próximo a ocurrir significaría más de lo que podría esperar.
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El proyecto residencial de "Las Terrazas" se encontraba en la intersección de las avenidas Delancey y Broad, a dos cuadras del centro comercial más importante de la ciudad y a tres del jardín botánico. Además, los departamentos tendrían una vista hermosa al parque del frente; de noche, el juego de luces y el movimiento nocturno de la zona sería envidiable, no por nada, gran cantidad de restaurantes y bistrós funcionaban desde hace unos meses en los alrededores. Sin duda, era una de las obras más codiciadas y yo me sentía orgullosa de mi diseño contemporáneo.
Bajé del auto con aquella ovación interna e ingresé a la obra decidida; sin embargo, ni bien me coloqué el casco, mi corazón saltó de nervios, incluso, sentí pánico pues había gente nueva, tres hombres que no conocía pero que llevaban puesto chaleco y casco amarillo, posiblemente eran parte de la contratista de encofrados. Lo que fuera, tuve miedo porque aquellos ojos azabaches me miraron con lujuria.
Deseé tener puesto un abrigo que me cubriera hasta el cuello. Uno de los más jóvenes se irguió relamiéndose los labios, el de su costado hizo lo mismo y me miró con suficiencia. ¿Qué tipos eran aquellos? ¿Qué hacían en la obra? Y lo más importante, ¡¿en dónde estaba Emmett?! Endurecí mi mirada y aunque las piernas me temblaban como gelatina, seguí caminando hacía el sector norte, dónde deberían estar mis trabajadores.
—¡Buenos tardes, ingeniera! —gritó uno de ellos, tenía voz aguda y por sus rasgos, debía tener un poco más de cincuenta años. Los otros, más jóvenes, silbaron, provocándome escalofríos.
La voz no salía de mi garganta. Estaba aterrada.
—¡Andrade! Un paso atrás —escuché gritar. Por más que busqué al dueño de aquella demandante voz, no la encontré.
—Oh, discúlpennos, señor. No queríamos incomodar a la ingeniera —dijo de inmediato. Hizo una pausa y se volvió hacia mí para brindarme otra disculpa.
Asentí y seguí prendida de la potencia de aquella extraña voz.
—Lo mejor que puedes hacer, si eres listo, es vestirte y esperarme en la caseta —rugió nuevamente, haciendo que mis ojos se desviasen hacia el pequeño habitáculo blanco. No había nadie, estaba vacío, entonces, ¿de dónde provenía aquella voz? No esperé ni dos segundos cuando, del lado derecho, detrás del armazón de vigas, apareció una silueta masculina de infarto, exquisita por donde se mirase, perfecta de pies a cabeza.
Ahí estaba mi respuesta.
Su torso estaba desnudo, mostrando su bien formado pectoral. En sus manos traía un cincel y un martillo dándome una idea de las actividades que había estado realizando, pero lo más sorprendente, a tal punto de dejarme anonadada por tal espécimen fue verlo semidesnudo, con el casco de construcción puesto, brindándome una imagen sexy de sus músculos no visibles. Imaginé mil cosas en un segundo… Era mi fantasía más escondida…
—Disculpe por el atrevimiento. De seguro no volverá a suceder —se disculpó.
Levante mi vista y me encontré con dos esmeraldas hermosas y penetrantes que me miraban de arriba abajo, traspasando su intensidad a través de la seda de mi blusa. Entonces, mis terminaciones nerviosas cobraron vida sin proponérselo y unas pequeñas pero deliciosas descargas eléctricas empezaron a recorrerme todo el cuerpo, liberando una curiosa, pero extraña sensación.
—Descuide —contesté disimulando la tensión del ambiente—, y discúlpeme a mí, pero ¿quién es usted? ¿Dónde está el ingeniero McCarty? —pregunté mordiéndome el labio inferior.
—Soy el capataz de la obra, mi nombre es Edward Cullen y estoy reemplazando al ingeniero por hoy —me tendió la mano en señal de saludo. No podía creer que aquel dios griego fuera un simple capataz. Tenía tan buen aspecto como para ostentar un cargo más importante.
— Oh —fue todo lo que logré decir—. Soy la arquitecta Swan.
— ¡Claro! Permítame llevarla a la oficina provisional y explicarle los avances de la obra —se me acercó aún más señalándome el camino y dándome una visión más extensa de su tan lograda fisiología. Unas ligeras gotitas de sudor recorrían parte de su pecho hasta perderse por su lado sur.
Sin darme cuenta mi respiración estaba más agitada y cuando desperté del aletargamiento, un calor interno se había apoderado de mí, coloreando mis mejillas. Él no fue ajeno a esto pues sus ojos brillaron y no dejada de sonreír completamente seguro de sí mismo.
Eso no ayudó para nada a mí ya corazón revolucionado.
—Hemos avanzado con la excavación de las zanjas A, B, C y D las cuales serán la base para la platea de cimentación que contendrá al estacionamiento del sector oeste —me indicó con un lápiz rayando el plano—, decidimos hacer esto para aprovechar las herramientas del contratista del encofrado, así no tener que volver a llamarlo en un mes. Espero no sea problema para usted, arquitecta Swan.
—Oh no, claro que no. Muy ingenioso, debo admitir —dije y él sonrió nuevamente. Continuó explicándome las actividades que se realizarían en los próximos días, mostrándome un cronograma riguroso con el fin de terminar cuanto antes el vaciado del estacionamiento y empezar paralelamente el levantamiento de los muros del primer nivel. Durante toda su explicación, logré admirarlo con detalle lo que hizo que me distrajera en dos ocasiones… una de ellas afectó mis sentidos, pero ¿cómo podía no hacerlo si frente a mis ojos tenía a un ser con tan envidiable anatomía?
—¿Qué le parece si mañana, a primera hora, le enseño el sector oeste para que pueda observar usted misma lo que acabo de explicarle? —asentí. Hasta ese momento, no había contado con que todos mis sentidos se vieran afectados por Edward... Si soy sincera, ni por nadie. Me encantaba su acento, la cadencia de sus palabras y su porte, sin dejar de mencionar, lo sexy que se veía sin camisa y con el casco blanco en su cabeza... mi fantasía.
— Sí. Muy bien, señor Cullen —volvió a sonreír torcidamente y me sorprendí a mí misma el preguntarme cómo sería sentir aquellos labios sobre los míos.
Después de largar un suspiro bajito y comentar algunos detalles más de la obra, decidí marcharme. Hicimos contacto visual otra vez, quizá duró segundos o minutos, pero, en cualquier caso, pude sentir la sangre fluir erráticamente por mis venas a causa de sus brillantes y seductores ojos verdes.
Me sentía realmente atraída por él.
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Como habíamos quedado, regresé a la obra a primera hora. Era viernes y penúltimo día de trabajo lo que me tenía de muy buen humor. En esa ocasión, Edward me recibió con una indumentaria habitual: camisa blanca, pantalón de jean y el característico casco blanco que no hizo otra cosa que dejarme aún más impresionada por su imponente figura. Recorrimos la obra y pude comprobar que efectivamente mi gente había avanzado con las excavaciones del sótano y que, si seguíamos a ese ritmo, podríamos empezar a vaciar el concreto el día lunes, al menos en los tramos A y B.
En la noche, no pude conciliar bien el sueño porque rondaba en mi mente el reflejo de aquella deidad. Había conocido chicos muy simpáticos como elegantes, pero Edward tenía un no sé qué que me inquietaba. Quizá era atracción pura, un simple gusto e incluso una ilusión… que, si no le ponía freno, podría llevarme por un camino que no quería recorrer nuevamente.
Sin embargo, como siempre sucedía en la vida, con los objetivos que uno se trazaba, las expectativas que se tenían en relación al futuro, y los deseos más pavorosos que uno podía anhelar, no siempre lograban cumplirse. Siempre existía una debilidad… y yo estaba luchando contra ello, ¿podría salir bien librada de todo esto?
A estas alturas el gusto que tuve por Emmett había sido algo insignificante, no me interesaba conocerlo ya, en absoluto, yo quería conocer a Edward. Por eso, al día siguiente, cuando llegué a mi oficina, después de prender mi laptop, fui directamente al teléfono para llamar a Alice. ¿Si podría llamarla a su celular? Sí, pero estaba segurísima que haría un berrinche así que tenía que tenerla en un terreno neutral.
No podía perder tiempo tampoco, Emmett iba a regresar a Florida y quería que me dejara contratar a su capataz.
—¿Aló? Alice. ¿Andas ocupada? Necesito un favor.
—Lo que quieras, Bellita —sonreí, seleccionando los archivos que quería imprimir.
—Comunícame con tu primo Emmett, quiero saldar una cuenta con él antes de que viaje y también, contratar a su capataz.
—¿Su capataz? No te entiendo —arqueé una ceja.
—¿No me digas que no sabes el significado de ese término? —pregunté irónicamente.
—Sí, claro que lo sé. Lo que no entiendo es a quién te refieres cómo el capataz de mi primo.
—Si ya sabes... —rodé los ojos—. Debes conocerlo, se llama Edward.
—¡¿Qué? ¿Edward? —gritó—. ¿Capataz? —me preguntó, totalmente sorprendida. Tal como yo pensaba, Alice tampoco creía que esa era la ocupación de mi adonis.
—Sí, ¿puedes creerlo? Ni yo misma lo… —pero no pude continuar porque irrumpió en mi oficina Jessica con la documentación que le había solicitado, pero no estaba sola, una figura apareció detrás de ella.
Entonces, quedé sin aliento. Bateé mis pestañas como no dando crédito a lo que veía.
—Permiso, arquitecta Swan —dijo con voz aterciopelada—. Disculpe que haya insistido en verla, pero lo que vengo a decirles es importante.
—¡Oh por Dios! ¡Edward! —exclamé—. Alice te llamo luego.
—¡Pero Bells! —colgué el teléfono de inmediato.
Delante mío estaba el dios de mis fantasías y el hombre más perfecto que podría conocer. No estaba desnudo, todo lo contrario, vestía con un elegante terno azul marino a rayas y una corbata a juego, lo que lo hacía aún más apetecible para mis ojos. El casco blanco lo tenía entre sus manos, dejando al descubierto su cabello castaño exquisitamente desordenado que no había visto estos últimos días pero que sí había imaginado acariciar mientras probaba aquellos labios.
Mi respiración volvió a agitarse sin darme cuenta y sentí su mirada intensamente triunfal en mí.
—¿Pasó algo con la obra? —tragué seco—. Estaba a punto de dirigirme ahí.
—No, todo lo contrario. Lo que vengo a tratar es un tema más —hizo una pausa—, urgente.
La incertidumbre se instaló en mis ojos y de seguro logré transmitirle mi confusión porque ni bien Jessica cerraba la puerta, Edward se acercó seductoramente a mi escritorio hasta posicionarse frente a mí con aquellas gemas verdes ahora ya oscurecidas. Quedé envuelta en su mirada, sincera y apabullante, delatora, que me trasfería su ímpetu y me provocaba a su vez una deliciosa y tortuosa corriente eléctrica.
Sus ojos lo decían todo.
Y no supe qué hacer... estaba en las garras de un león.
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N/A:
Muchas gracias por leer hasta aquí. =) Quiero decirles que esta historia irá de a pocos desarrollándose y mostrando la trama. Además, pongan atención a los detalles porque luego serán de gran importancia. ¡No se desanimen en leerla! ¡Espero les guste!
Besos, Lu.
