Sólo hasta hoy

Su mirada estaba posada firmemente en el espejo, quien le regresaba su reflejo sin consideración alguna a sus sentimientos. Su corazón estaba destrozado, junto con un montón de cosas materiales. A lo lejos se podía escuchar un enorme y caótico barullo, junto con el sonido de algunas vasijas y puertas siendo rotas, golpes sordos y algunos gritos los cuales no podía comprender del todo lo que decían.

La imagen del espejo la miró tristemente, sintiendo y compartiendo su dolor, el hermoso vestido que se había puesto ahora lucía sucio, lleno de tierra y con algunas rasgaduras, ya no era ni la sombra de lo que había sido, lamento el cruel destino que había tenido, pensó amargamente que, de haber sido usado por alguien más, en estos momentos estaría cumpliendo la función para la que había sido hecho, brindar felicidad y alegría, pero ese no era su caso.

Quitó el delicado ornamento que descansaba en su cabello con algo de brusquedad y lo aventó por algún lado de la habitación sin siquiera mirar dónde cayó, soltó el aire que había en sus pulmones y luego se sentó en el borde de su cama intentando sanar sus heridas en tan solo unos momentos, ya que después no tendría otra oportunidad y, para mañana, tendría que fingir que todo estaba bien, como siempre lo había hecho, aunque no fuera así. Pronto, pudo sentir la frustración, odiaba todo aquello, a todos en realidad, siempre era lo mismo, parecía que se empeñaban en solo causarle dolor y tristeza, ¿que no había ya sufrido suficiente en la vida? Parecía que no.

Y claro que lo entendía, comparado con otros, su desdicha era menos, pero ¿eso era un castigo para no dejarla ser feliz? Suspiro cansadamente al tiempo que evitaba que las lágrimas se acumularán en sus ojos, no lloraría, no les daría el gusto de verla quebrarse, respiró profundamente mientras se tranquilizaba. Buscó una toallita húmeda de su escritorio que tenía muchas cosas encima en ese momento, cuando la encontró la sacó con más lentitud de la que esperaba, acercó el pequeño espejo que usualmente utilizaba para arreglarse y observó por última vez el maquillaje que, con tanto esmero, había sido puesto en su rostro, por un momento sintió lástima, le gustó mucho el cómo había quedado y pensó que realmente se veía linda así. "Tanto que costo ponerlo y tan fácil que es quitarlo" pensó con amargura, pero su momento había pasado, no volvería a usar ese atuendo nunca más y, en un momento de determinación removió el maquillaje, no quería arrepentirse de la decisión.

Justo cuando terminó, un fuerte golpe se escuchó en el patio, probablemente habían trasladado su disputa ahí, para tener más espacio, en realidad ya no le importaba, los golpes, los gritos, los pedazos de tierra que se escuchaban en la ventana, las explosiones, todo aquello era ya tan parte de su rutina que empezaba a olvidar cómo era su vida antes de eso.

Con lentitud, caminó de vuelta para volver a verse en el espejo de cuerpo completo, en su corazón albergó la esperanza de que, sin maquillaje y sin tocado, el vestido se viera menos glamoroso, para su mala fortuna no fue así, seguía siendo hermoso, y lo sintió como una burla hacia su persona. Parecía que el destino estaba empeñado a hacerla la persona más infeliz del mundo, e iba por muy buen camino porque al menos, en esos momentos, así se sentía. El espejo le regresó una mirada de decepción, tristeza y compasión y ahí, ante esa imagen, se derrumbó.

Las lágrimas comenzaron a caer sin permiso, su corazón dolía, su alma entera dolía, no entendía porque no podía ser feliz, ella solamente quería cumplir su más profundo y secreto deseo y, por un instante, creyó que se haría realidad, soñó por más tiempo del permitido que este día llegaría, que sería feliz, que la dejarían ser feliz y que estarían feliz por ella, imaginó que, para ese momento, estaría viéndole a los ojos repletos de amor, y que todas las peleas, discusiones y mal entendidos quedarían ya en el olvido, ella sería capaz de perdonarle todo porque realmente le amaba. Pero más importante aún, creyó que ese deseo que ella tenía, era compartido, que todas las señales, los detalles, los suaves roces que hubo, no habían sido accidentes nunca, creyó que había podido leer entre líneas y que había comprendido las señales, pero no, parecía que su mente se encargó de crear una fantasía y que todo lo que creyó ver, fueron sólo eso, creencias de su parte.

Realmente creyó que todas las veces que la salvo fueron por algo, que las veces que se preocupó por ella significaban algo, que aquella navidad donde se esforzó tanto por regalarle todo lo que pidió había sido porque le importaba, pero no, justo en ese día, el día que debió ser el más feliz de su vida, se dio cuenta que sólo ella pensaba eso, que en realidad sólo había sido un compromiso forzoso, y su mente siempre estuvo sólo en ser el más fuerte y romper su maldición, en nada más y, si debía admitirlo, que se sentía decepcionada, pero no sabía si con él por cómo era, o con ella misma por haber creado un mundo basado sólo en sus ilusiones.

Poco a poco las lágrimas fueron menguando y su temple se fue recuperando, secó lentamente las últimas lágrimas que quedaban en sus mejillas y algunas otras que amenazaban con continuar saliendo de sus ojos. Respiró pausadamente para poder calmarse por completo. Su mirada se posó de nuevo en aquél espejo que, en esos momentos, era su peor juez, y lo que vio, le asustó, frente a ella su reflejo quien le regresaba una mirada cargada de lástima, sus ojos estaban rojos y un poco hinchados y se veía completamente abatida, si alguien la veía así seguramente se burlaría de ella, sobre todo aquellas que siempre estaban detrás de él haciéndole ver que ella no era ni un fragmento de mujer de lo que ellas podían ser, y eso no podía permitírselo, aún le quedaba algo de dignidad, así que, sin pensarse lo mucho, comenzó a quitarse el glamoroso vestido para dejarlo escondido en su closet, ya después decidiría que hacer con él, pero por ahora, no quería verlo, no quería que le recordará uno de los momentos más dolorosos de su vida. Sacó un cambio de ropa y, un poco aletargado, comenzó a ponérselo.

Mientras su mente se encargó de divagar un poco más, si lo pensaba bien, no podía echarle toda la culpa a él, él siempre sería así, le gustaba la atención de las chicas, ya se lo había demostrado más de una vez, y su objetivo en la vida siempre ha sido ser el mejor en su categoría, eso nunca fue un secreto, ni tampoco tenía la culpa de tener tantos enemigos, cuando se es fuerte es normal que otros vengan a querer vencerte, de eso se trataban las artes marciales y, de hecho, tampoco podía culparlo de tener tantas chicas alrededor de él clamando ser sus prometidas, eso era en gran parte culpa de su papá, entonces ¿porque estaba tan decepcionada y triste?

Tal vez porque creyó que esas duras palabras que le decía eran mentiras, que sólo era porque le daba pena admitir sus sentimientos, y es que su padre siempre le decía que nada era más importante que las artes marciales y que el amor sólo era un obstáculo, si lo pensaba bien no entendía para qué les habían comprometido en un principio, si en serio creía eso. También comprendía que ella no era la mejor cocinera del mundo, ni la mejor costurera, ni la mejor nadadora, y que su pecho no era grande, y su cadera era ancha, no lucía nada femenina y, en resumen, ahora comprendía porqué él no se había fijado nunca en ella.

Un suave golpe en su puerta la sacó de su ensoñación

- ¿Akane? ¿Estas bien?

Pudo escuchar del otro lado de la puerta la dulce y preocupada voz de su hermana mayor. Pensó en no contestar, en fingir sordera, pero no sería justo, no era con ella con quien estaba enojada, pero tampoco tenía ánimos para hablar.

- ¿Akane? - insistió

Su furia volvió, si debía estar enojada con alguien esa era con Nabiki que siempre quería lucrar con ella, que se le ocurrió vender su integridad y su felicidad por sólo unos cuántos yenes con su eterno lema "Negocios son negocios hermanita", estaba realmente cansada de esa actitud egoísta que ella tenía, y esa forma de ser que sólo se preocupaba de ella misma, sí, en definitiva, si debía de odiar a alguien, debía de ser a Nabiki. O tal vez su padre, ya que él era el que la metió en ese embrollo por comprometerla sin su consentimiento y queriendo llevarlo a cabo sólo por una egoísta razón, tener un heredero, si tanto quería un heredero debió haber engendrado un hijo, no tres hijas, también tenía la culpa porque gracias a él siempre estaban destruyendo su hogar, el lugar donde su madre vivió y las crió, por ser un cobarde y no poder poner un alto a lo que los demás hacían y por siempre esconderse cuando más lo necesitaba, justo como cuando su madre murió y él dejó a su hermana mayor con la tarea de decirles a ellas lo que había pasado, si, su padre era un cobarde.

- ¿Akane? - insistió una tercera vez su hermana mayor - Solo quiero saber que estas bien

Y a pesar de que sabía con quién debería estar enojada, no podía. Vio por última vez su reflejo, quien le regresó una mirada llena de compasión. Sus ojos ya no estaban tan hinchados y lo rojo había desaparecido.

- Si Kasumi - su voz salió tan natural que la espanto - Estoy bien - dijo abriendo la puerta - Solo estaba cambiándome - y mostró la mejor sonrisa que tenia

- ¿Quieres un poco de té en lo que se calma todo? – ofreció sin emitir algún otro comentario, lo cual agradeció en silencio

- Si claro Kasumi, adoro tus tes

Y así ambas hermanas emprendieron su camino a la cocina.

Y aunque su corazón y su alma clamaban porque gritara, llorara y dejara salir todo el odio, enojo y frustración que estaba sintiendo en ese momento, no podía, ella misma se negaba a estar molesta o culpar a los demás de lo que le había pasado, porque muy en el fondo sabía muy bien quién era responsable de todo el sufrimiento y dolor que sentía. Ella era la culpable, a quién debía odiar era a ella misma, por haberse enamorado de alguien que no la merecía, de haberse preocupado por él, de haber construido una vida a su lado en su mente cuando, al parecer, él nunca tuvo esa idea, y eso era lo que la enfurecía, por haber sido tan tonta e ilusa. Así que, como último acto de amor hacia él, pero, sobre todo, hacia ella misma, se juró que lo olvidaría y lo superaría, enterraría profundamente aquel amor que sentía por él y los liberaría a ambos de esos sentimientos, a ella que lo amaba, y a él que nunca la amaría. Y así, se prometió que ésta sería la última vez que lloraría por él y sería feliz, feliz por lo que no fue y nunca sería, pero más importante, sería feliz para ella misma, ya nunca para nadie más.


Notas del autor

Gracias por leer este pequeño fanfic que resultó de un momento de reflección al pensar en la boda fallida. Si bien Akane parecía aceptar todo lo que ocurría a su alrededor, no creo que le haya sido tan fácil. Todos necesitamos un momento para calmarnos y para amarnos a nosotros mismos, lo cual muchas veces es lo más difícil.

Si gustas dejarme un review de qué te pareció la historia me gustaría mucho, para poder seguir esforzándome en hacer estos fanfics que, obviamente, son para todos ustedes.