Aclaración: Este es un fic-relato contado en primera persona. El protagonista de momento no tiene nombre.
No soy propietaria de nada de la franquicia de Amphibia.
Sipnosis: Un cliente del restaurante Boonchuy desarrolla una obsesión por la señorita B. Poco a poco eso se va convirtiendo en algo mas.
Advertencia: Material explícito que incluye foot fetish. Si no te gusta... ¡No lo leas!
꧁░El mejor cliente░꧂
Capitulo 1: Aceptación
Yo era el mejor cliente de la señorita Boonchuy, iba a comer a su restaurante todas las semanas, a veces incluso era el único que siempre estaba ahí aún cuando el establecimiento no tenía buena clientela. No podía evitarlo, adoraba la comida de ese lugar. La señorita Boonchuy era una mujer bastante agradable y amable, aunque algunas veces se mostraba temperamental y seria con ciertas personas. Pero en general siempre se portó buena onda conmigo. Tampoco es que hablara mucho con ella, simplemente me recibía de la mejor manera todas las veces que iba. Supongo que le alegraba ver que alguien siguiera concurriendo continuamente a su negocio, tal vez por eso no tenía queja alguna de mi.
Algo que me llamaba la atención de la señorita Boonchuy era que siempre estaba descalza, no sé si era una costumbre tailandesa, pero era bastante curioso que casi nunca usara calzado. Se que podía sonar algo raro que un adolescente adulto como yo le mirara los pies a una señora mayor, pero algo habia en ellos que me hacia mirarlos constantemente. Una vez de hecho pasé un momento vergonzoso: era el único que se encontraba comiendo en el restaurante aquella tarde, cuando el teléfono del mostrador comenzó a sonar. La señorita Boonchuy se acercó, se estiró y se quitó las sandalias que usaba mientras se sentaba para tomar la llamada. Aparentemente era de algún conocido, o eso deduje, porque estaba hablando en tailandés. Ella se empezaba a poner más cómoda con la llamada, tanto que cruzó sus piernas y comenzó a flexionar los dedos de sus pies y girar los tobillos para relajar el cuerpo.
Yo estaba ahí, paralizado, observando sus pies desnudos sin poder despegar mi mirada de ellos. Diablos, no recordaba que sus pies fueran tan grandes y tuviera dedos largos. Bueno, era una señora mayor, pero aún así tenían un tamaño tremendo. ¿Quizás no usaba mucho calzado por que le costaba conseguir de su talle? Era una posibilidad... ¿Por qué pensaba eso? No lo sé, casi no podía razonar con claridad. Todo lo único que podía pensar era cuan grandes y fascinantes eran los pies de esa señorita. Y para empeorar las cosas, ella juntó sus pies y comenzó a frotarlos entre si mientras presionaba sus largos dedos. Aquella escena era un deleite para mis ojos, tanto que ya ni me importaba la comida. Del gusto acabé mordiéndome el labio inferior.
Todo acabó cuando la señorita Boonchuy se percató de que le miraba los pies, inmediatamente los apartó y me miró extrañada. Yo desvié mi mirada tan rápido como pude e intenté seguir comiendo. Me asomé disimuladamente un par de veces y en todas comprobé que seguía mirándome. Yo estaba rojo como un tomate, no sabia que hacer ¿Debía disculparme? ¿Qué le iba a decir? "lamento haberle visto los pies"... si, seguro, eso no podía sonar mas raro. Menos mal que llegaron mas clientes y la señorita dejó de mirarme para atender. Pagué mi comida y me retiré deprisa sin decir una palabra, pero si pude notar cómo la señorita Boonchuy me miraba seriamente por el cristal mientras me alejaba.
Después de ese bochornoso momento me replantee la idea de dejar de ir al restaurante. Sé que era algo ridiculo, pero en serio no me atrevía a volver luego de lo que pasó. ¿Realmente todo seguiría como si nada? Conocía el carácter de la señorita Boonchuy cuando algo no le gustaba, y se que me iba a llevar alguna reprimenda por lo que hice. No importaba si solo era un cliente, lo que hice seguro que era algo indebido para ella. Y menos mal que me salvaron los clientes que llegaron, porque estoy seguro que me hubiera dicho algo en ese momento. Con solo recordar su mirada me daba escalofríos, hasta sentía que me atravesaba el alma.
Esa misma noche, por desgracia, tuve que regresar al restaurante porque olvidé mi billetera, pero ya habían cerrado. Golpee la puerta varias veces pero nadie me atendía. Se me ocurrió una idea un tanto arriesgada: entrar por la parte de atrás. Tal vez podía encontrarme con alguien del restaurante y avisarle de mi urgencia, después de todo ellos me conocían. Aunque esperaba no tener que toparme con ella.
Abrí la puerta de atrás poco a poco y vi a la señorita Boonchuy sentada en la cocina, escuchando una música que no podía identificar, descansando mientras sus pies desnudos posaban en lo alto de la mesada, moviéndose al compás de la música.
Mis ojos se agrandaron y mis mejillas estaban de un rojo brillante al ser nuevamente testigo de eso. Me mordí el labio y mi garganta se aclaró suavemente. Mi corazón latía a mil por hora mientras ella balanceaba distraídamente sus pies. Podía estar viendo esa escena durante un buen rato sin incomodarme. Incluso parecía estar abrumando cualquier sentido de preocupación que tuviera. No podía apartar los ojos de esos pies, la forma en que se movían, así como lo deliciosamente grandes que eran, siempre eran un espectáculo para mi vista.
Fue entonces cuando ella detuvo sus pies y me percaté de que ella me miraba. Otra vez la escena se repetía. Intenté explicarle a que venía pero apenas podía balbucear una palabra. Para mi sorpresa, ella se rio y me dijo que no había problema, hasta me invitó a pasar. No era la reacción que esperaría, pero por lo menos me alegró saber que no me consideraba un raro ni estaba molesta conmigo... O eso pensé.
Nuevamente intenté volver a hablar con ella para explicarle a que venía, pero no alcancé a abrir mi boca ya que ella me interrumpió. La señorita Boonchuy me contó que estaba muy exhausta de tanto trabajo y me pidió ayuda, ya que no había nadie más en el restaurante. Yo creí que a lo mejor ella quería que yo lavara los platos o algo así, pero todo lo contrario: quería un masaje de pies.
Esa petición me dejó absorto ¿Realmente le pediría eso a alguien que entra a su restaurante cuando es de noche y está cerrado? Bueno, ella al parecer confiaba en mí por ser su mejor cliente. ¿Estaba soñando? ¿Era todo esto un sueño? No, realmente estaba pasando. No sabía que hacer. Podía rechazar aquella petición y centrarme en lo que necesitaba, pero pocas veces en mi vida aparecían oportunidades como estas. Mentiría si dijera que no me gustaría tocar o sentir los pies de esa señorita, pero temía que ella o alguien me juzgara por eso. Aunque... Solo estábamos ella y yo, y ella no parecía tener malas intenciones ¿Verdad?
Después de pensarlo por unos segundos (que se sintieron eternos para mi) Acepté y antes de siquiera terminar, ella movió sus pies directamente hacia mi y yo los atrapé en el aire. Podía sentirlos, eran bastantes suaves al tacto y con un aroma cautivador. No sabía si se los había lavado, pero tampoco me importó. Me preguntó si había algún problema, yo negué con la cabeza, a lo que ella me pidió que empezara.
Me senté cerca de ella y coloqué sus pies sobre mis piernas mientras los masajeaba ligeramente para comprobar si sentía algún dolor o si había heridas ocultas. Mis pulgares masajearon sus plantas lenta pero firmemente y ella empezó relajarse bajo mi toque. "Ohhhh... ahhh...", suspiraba mientras yo apretaba todos los lugares correctos. "Mmmm... oh, cariño... esto se siente... tan bien..." decía entrecortado pero regocijándose muy a gusto. Mientras yo seguía frotando sus pies, ella se acomodaba, gimiendo y suspirando de placer y relajación. "Eres demasiado bueno en esto para un ser solo un universitario", dijo una vez que fue masajeada a fondo. La señorita Boonchuy sonreía cálidamente mientras mis manos sanaban cada dolor de sus pies. Siseó un poco cuando se sintió un crujido por el cambio de presión en su articulación. Solo duele por una fracción de segundo antes de dejar una sensación de zumbido debajo de la piel que es bastante placentera. Me detuve por un momento para comprobar su estado y todo parecía en orden. Algo bastante interesante era el hecho de que no podía sentir callos o puntos ásperos mientras bajaba por el arco hasta sus largos dedos, incluso el sudor de su pie brillaba de manera seductora. Coloqué un dedo en el talón y lo pasé por toda la planta de su pie, lentamente, hasta la base de sus dedos. La señorita Boonchuy soltó unas risitas, acompañadas de un gemido suave, mientras la tensión parecía desaparecer de su cuerpo.
Le pregunté si quería que me detuviera, mientras seguí haciéndole un poco de cosquillas entre los dedos de los pies," ¡N... NO! ¡Ni se te ocurra!" me gritó entre risas, sonriendo alegremente ante el rubor de sus mejillas. Su mente parecía aclararse cuando comencé a arreglar los nudos en sus pies. Se había mordido el labio cuando el dolor le atravesó las plantas de los pies, y luego se convirtió lentamente en masilla cuando el daño desapareció. Sus párpados se agitaron y soltó un chillido adorable. El placer parecía recorrerle arriba y abajo de su cuerpo, coronado en su centro. Se le puso la piel de gallina en los brazos y temblaba como gelatina.
Hice una pausa tras un breve rato. La señorita Boonchuy parecía estar bastante mas relajada, aunque jadeaba constantemente. Pobre señorita. No es de extrañar que le dolieran tanto los pies, considerando lo sensibles que eran. Yo mantenía mi atención enfocada únicamente en sus pies. Aún no podía creer que se los había tocado. Estaba tan tentado por hacerle más cosas. Todo lo único que podía pensar era cuánto deseaba adorarla a ella, adorar sus pies específicamente.
"¿Quién te dijo que te detuvieras?" preguntó ella, arqueando una ceja. Su mirada seria me puso algo nervioso, pero nunca había soltado sus pies. Me disponía a empezar de nuevo, hasta que soltó una pregunta: "¿Te gustan mis pies, eh ?" dijo lanzando una mirada picara y la tensión ya no estaba en sus pies, sino en el ambiente.
El pánico se subió a mi garganta, casi me ahogo en silencio con su pregunta. Respondí intentando sonar casual y para nada extraño, pero solo provoqué que se riera. "No estoy completamente ciega", reprendió con una sonrisa falsa, mientras pasaba un pie por todo mi pecho hasta que lo detuvo justo debajo de mi barbilla. Estaba congelado, casi atrapado en el acto. "Vi la forma en que mirabas mis pies. Así que dime la verdad"
Finalmente admití que tenía un fetiche con los pies. Algo que nadie más sabía. Jamás se lo conté a nadie, ni siquiera a mis amigos cercanos. Era algo que me gustaba, pero nunca permití que alguien lo supiera por temor a ser tachado por siempre de un enfermo. Decir que ella se sorprendió con mi confesión sería quedarse corto. Se lo había dicho una noche después de haber ido a su restaurante durante mucho tiempo mientras ella se la pasaba descalza. Al principio pensó que estaba bromeando, pero había hablado completamente en serio y empezó a reírse. Yo me sentí avergonzado y le pedí que se olvidara de lo que le había dicho. "Está bien. No me importa en absoluto" sonrió ampliamente y volvió a reír entre dientes. Agradecí eso, porque tenía la esperanza de que no se lo diría a nadie, pero al mismo tiempo me preocupé al saber que aún no había terminado de interrogarme.
"¡Oye, oye ~! Tengo otra pregunta..." levantó la pierna en alto, colocando su pie directamente en la misma dirección de mi cabeza y sonrió. Ella movió el pie al nivel de mis ojos, dándome una vista clara e íntima de su piel morena clara. Ella extendió los dedos de su pie hasta mis ojos embelesados, presionando firmemente su suela sudorosa en mi rostro. Un regalo que acepté con gracia. "¿Cómo huelen mis pies ~?"
A pesar del aroma fuerte que emanaban sus pies... Lo cierto es que el delicioso olor terroso del sudor hizo que mi corazón latiera un poco más rápido. Olía tan bien. Pero independientemente de su aroma, había otro problema. Los dedos de su otro pie rozaban mi regazo. Yo no era un hombre particularmente imponente , pero ella era más alta que yo y sus pies parecían bastante grandes en comparación incluso con mis manos, una de las cuales todavía estaba frotando la parte superior y húmeda de su pie.
Tragué saliva, ignorando los latidos de mi corazón y el terror por este riesgo. Estaba sorprendido de que estuviera siendo tan atrevida. Ella no parecía de esa clase de personas. Incluso yo tenía límites que consideraba aceptables. Quizás ella ya los había cruzado...
Yo simplemente decidí jugar con calma y atiné a decirle la verdad, pero noté que ella no parecía estar convencida cuando le dije que sus pies olían encantadores y dulces como un caramelo. "¿De verdad ~?" Alejó el otro pie de mis manos y lo llevó a la cara para frotar ambos pies en mi nariz. "¿Caramelo, hmm ~? ¿Mis pies apestosos te huelen a caramelo ~?" La risa de la señorita Boonchuy se volvió más depravada cuando un rubor comenzó a formarse en sus suaves mejillas. "¡Me estás mintiendo! ¡Odio a los mentirosos!
Le proclamé que nunca le mentiría a alguien como ella. Traté de convencerla de que sus pies de hecho olían bien incluso si realmente no lo hicieran. Le dejé en claro que me encantaban sus pies, hasta el punto de adorarlos, e internamente comenté que eran probablemente el mejor par que había visto en mi vida. A pesar de que reconocí que eran bastante grandes, también declaré que eran pies muy bonitos, y le remarqué la clara falta de callosidades o imperfecciones, haciéndole ver que debía estar orgullosa de tener unos pies muy bien cuidados.
La señorita Boonchuy se sonrojó con mis palabras. Su mirada ya no era seria, sino mas bien denotaba cierta conmoción. Probablemente yo era el único que pensaba eso sobre sus pies. Probablemente nadie le había hablado cosas bonitas de sus pies... Lo cual no me extrañaría. Pese a todo, ella no cambió su postura.
"¡Pruébalo ...! ¡Muéstrame cuánto me adoras~!" gritó volviendo a un tono serio mientras me preparaba a mi. Después de forzar mi boca a abrirse con sus dedos sudorosos, la señorita Boonchuy metió un pie en mi boca. Sus dedos largos y sudorosos comenzaron a bailar alrededor de mi lengua. "¿Y bien ~? ¿Está sabroso?" preguntó un poco maliciosa esperando que yo reaccionara negativamente, pero todo lo contrario.
Si bien el sabor definitivamente no era como un caramelo... El sabor fuerte de los pies sudorosos de ella era en realidad algo delicioso, de una manera muy erótica. Así que asentí de arriba a abajo como un loco mientras ella continuaba metiéndome los dedos de sus pies en mi boca, cada vez mas asombrada por mis reacciones. "¿En serio ~? Jeje ~" se reía o bien por mi afrimación o bien porque mi lengua rápida y perversa seguía jugando con su pie. "¿Hmm ~?" mantuvo los ojos fijos en mi rostro, observando cómo no parecía asquearme para nada la situación. Parecía estar un poco sorprendida al descubrir que realmente no odiaba nada de eso. Incluso me encantaba. Finalmente se había dado cuenta de lo mucho que lo disfrutaba.
"¿Entonces... mis ~ súper ~ apestosos pies te encantan, eh~?" volví a asentir y ella no pudo evitar reír con una sonrisa muy distinta a las anteriores mientras se ruborizaba. "¡Jeje ~! Eres un poco raro ~" fue lo que pronunció mientras retiraba su pie de mi boca antes de continuar hablando. "Pero está bien...", cuando la señorita sonrojada se inclinó hacia adelante, comenzó a secar su pie completamente empapado antes de hablar en voz baja, "Supongo que yo también soy un poco rara ~".
La señorita Boonchuy me confesó que la forma en que yo prodigaba sus pies, así como la manera en que admití cuanto me gustaban, la hizo sentir más segura acerca de una parte del cuerpo que no le gustaba particularmente. No era como si estuviera avergonzada por ellos o algo así, pero no los consideraba una parte atractiva de su cuerpo. Consideraba que su tamaño, así como el sudor o el aroma, la hacían cohibida. Incluso su esposo no se atrevía a tocarlos si ella no se aplicaba una loción de menta para los pies o si él no tenía una buena cantidad de crema entre sus manos.
Durante mucho tiempo ella no recibió más que comentarios desdeñosos por sus pies, llegando a un punto de odiarlos. Estaba segura de que a todos les parecía desagradables. Pero eso no le impidió que pudiera caminar como se le diera a gusto. Ella ya estaba en una edad donde no iba a permitir que nadie le dijera algo que no toleraba. Por eso había prometido que encararía a la próxima persona que se burlara de sus pies. Cuando notó que yo le miré los pies, creyó que yo era "uno de esos", y por eso quiso vengarse de mi. Sin embargo, cuando yo demostré adoración hacia sus pies, ella se sintió bien consigo misma. Disfrutó del afecto que le di y ella nunca quiso que eso terminara, pero me hizo ver la hora que era y que ambos debíamos regresar a nuestras respectivas casas.
La señorita Boonchuy me agradeció devolviéndome mi billetera, me dijo que la había encontrado bajo mi mesa. Le di las gracias por eso. También me aseguró que no le contaría a nadie sobre lo que había ocurrido y que esperaba volver a verme pronto ¿Cómo no iba a volver? Después de todo soy su mejor cliente.
