Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Beteado por Flor y Yani. Infinitas gracias por toda su ayuda, chicas.
Mariposas en primavera
Emmett gruñó al tiempo que se golpeaba la cabeza en la ventana, se frotó con una mano mientras sostenía la linterna con la otra y me iluminaba la cara.
—Anda, Edd —susurró detenido en el alféizar—, date prisa que Belly no tarda en entrar.
Rechisté llevando el índice a mis labios.
Estaba concentrado leyendo las tarjetas de San Valentín que le habían obsequiado a Belly en el jardín de infantes. Me senté cómodamente en la alfombra en forma de oruga que tenía al lado de su cama y, con la linterna que traía conmigo, empecé a husmear en su habitación.
Paredes color rosa y muñecas por doquier, también tenía una cocina de madera en la esquina y un pequeño sofá, sin embargo, a mí me llamó la atención su caja color rosa bajo su cama.
Emmett había mencionado que Belly tenía un enamorado y estaba dispuesto a averiguar quién era, y yo por ser su mejor amigo le estaba ayudando. Teníamos nueve años, éramos chicos grandes y nuestro deber era cuidar a nuestras hermanas, sobre todo a Belly que era la pequeña.
El sonido de unos pasos en el pasillo me desconcentró haciéndome esconder bajo la cama. Luego se escucharon las risas de mi hermana Tanya y Belly, su mejor amiga.
—Edd —articuló Emmett, había metido medio cuerpo por la ventana y me seguía aluzando—, solo no hagas ruido. Te salvaré, deja bajo de la escalera, hermano.
No hice ningún ruido, tan solo me puse en posición fetal y apagué la linterna que traía, quedándome muy quieto bajo la cama.
Tanya y Belly no tardaron en entrar y encender la luz; subieron a la cama y empezaron a saltar sobre el colchón mientras reían histéricamente.
Me asusté. Así que me arrinconé contra la pared.
—¿Cuántas cartas recibiste? —escuché que preguntó Tan.
De pronto los movimientos cesaron, se escuchó un ruido seco y apreté los párpados cuando miré las piernas flacas de Belly. Ella estaba por agacharse y buscar bajo la cama su preciada caja de tesoros que yo mantenía resguardada en mis brazos.
—Te mostraré —le dijo a mi hermana.
—¡No! —gritó Tan de una forma exagerada—. Mejor salta conmigo, ven.
Belly obedeció en segundos volviendo a brincar y a seguir riendo.
Le debía una a mi hermana. Si Charlie me descubría en la habitación de Belly sería castigado, mamá no me dejaría salir a jugar por un mes entero.
Abracé fuertemente la caja y esperé paciente a que dejaran de saltar. Tal vez pasaron horas cuando escuché la voz de Emmett.
—¿Qué están haciendo?
Rodé los ojos al escuchar la boba pregunta. Emmett caminó al lado de la cama, sus tenis rojos no dejaban de moverse sobre el piso haciendo un ruido fastidioso.
—Estamos jugando —respondió Tanya—. ¿Dónde está, Edd?
—Se fue a tu casa —mintió Emmett de la peor forma.
Yo nunca volvía a casa sin mi hermana, era una regla que mamá me hacía cumplir.
—¿Por qué? —preguntó Belly—, ¿qué le ocurrió?
—Mmm… —musitó Emmett pensativo—, creo que tenía hambre. Oh, por cierto, la cena está lista, mamá dice que vayamos al comedor.
—Es muy temprano —se quejó Belly—, no tengo hambre.
—Sí, no tenemos hambre —aseguró Tanya—, hemos comido muchos chocolates hoy.
—Pero… —habló Emmett a medias cuando la voz de la señora Renée resonó con fuerza:
—¡Isabella! ¡Ven aquí inmediatamente y limpia el desorden que hiciste!
Mi ceño se frunció al momento que escuché a la madre de mis amigos. Mi estómago sintió un dolor extraño y punzante, no me gustaba sus malos tratos hacia Belly.
—Ahora regreso. —Belly arrastró las palabras, su dulce voz sonaba cansina.
—Iré contigo —dijo mi hermana.
—También yo —añadió Emmett saliendo detrás de las chicas.
Resoplé. Lo hice fuertemente saliendo de debajo de la cama, con la caja en mis manos me asomé por la ventana: la escalera estaba en el borde del alféizar.
Cuando bajé, miré hacia arriba, a la ventana, era fácil entrar a la habitación de Belly. Me prometí recordarlo siempre y que nunca nadie supiera ese secreto.
Corrí con la caja en mis manos y atravesé el patio trasero de la casa Swan. En la esquina de la valla había un pequeño hueco que usábamos para ir de una casa a otra. Me adentré en el patio de casa; corrí despacio justo al lado de la piscina y entré por la puerta trasera: papá leía un periódico en la cocina, le saludé mientras corría hacia la estancia donde mamá miraba televisión, levantó su vista en cuanto me vio pero no dijo nada cuando subí los escalones de dos en dos.
Apenas entré en mi habitación y subí a la cama donde vacié el contenido de la preciada caja color rosa; cartas, corazones rojos, caramelos y hasta un pequeño oso de peluche cayeron sobre el edredón de Batman que cubría mi colchón.
Sostuve el peluche entre mis manos y rodé los ojos cuando leí la nota adherida al oso: Mike.
Lo lancé lejos de mí y seguí mirando al tiempo que comía algunos caramelos y chocolates que también había.
Empecé a leer cada carta: eran de sus compañeros de la clase del jardín de infantes. La mayoría le juraba amistad a Belly con una caligrafía bastante mala.
No había nada que me hiciera sospechar de nadie, a menos que fuese ese Mike, volví a tomar el feo oso de colores y lo miré por todos lados. Esto no parecía de alguien que quisiera conquistar.
¿Además por qué querer tener novia a los cinco años? Era totalmente una pérdida de tiempo y sonaba demasiado aburrido.
Sacudí la cabeza y volví a leer cada tarjeta de San Valentín. Fue entonces que una pequeña nota hecha en un pósit amarillo captó mi atención: Bella y Jake, estaba escrito en el centro del pequeño papel rodeado por corazones mal trazados.
Arrugué la nariz.
—¿Jake? —me pregunté en voz alta mientras forzaba a mi memoria a recordar cada Jake que conocía.
—Edward —llamó mamá asomando la cabeza por la puerta—, ¿qué haces, cariño?
Con rapidez empecé a guardar lo que había sobre mi cama, aunque fue demasiado tarde cuando mamá sostuvo algunas cartas entre sus manos. Me miró aprensiva y su frente se arrugó.
—¿Por qué tienes las cartas de Bella? —preguntó mamá haciéndome desviar mi vista de sus ojos—. Esto no te corresponde, Edward. ¿Por qué lo tienes tú?
Pasé mis dedos por mi pelo en repetidas ocasiones mientras ideaba qué responder.
—Mamá, es qué… Bueno, yo… —balbuceé.
—Nosotros queremos saber quién es el enamorado de mi hermana, señora Esme. —Emmett entró diciendo toda la verdad.
Yo cubrí mi rostro con ambas manos dejándome caer de espaldas al colchón. Emmett, tenía que ser él.
—Oh… —musitó mamá sentándose en el borde de la cama—. Así que la pequeña Belly tiene su primer enamorado —yo rodé los ojos al escuchar a mamá—, eso es tan dulce. Siempre pensé que su primer enamorado sería Eddie.
Pasé por alto el sonido de asco de Emmett y me senté inmediatamente en la cama al escuchar el diminutivo de mi nombre con el que mamá solía llamarme, la miré con aprensión.
Mamá acarició mis mejillas mirándome con dulzura como si tratara de consolarme.
—Mamá no vuelvas a repetir esa barbaridad —comenté sumamente escandalizado, incluso llevé una mano a mi pecho—, yo no pienso en chicas, estoy ideando mi futuro y no me decido si quiero ser policía o abogado, esto último suena muy aburrido.
Mamá me sonrió.
—Espero que no me des muchos dolores de cabeza, Eddie. —Mamá pasó sus dedos por mi pelo y lo despeinó haciéndome protestar.
—Edward nunca podría ser el novio de Belly, señora Esme —comentó Emm, haciendo que mamá lo viera—, mi hermana es muy pequeña y Edd tiene nueve años.
Mamá también acarició el cabello oscuro y rizado de Emmett antes de ponerse de pie.
—No te preocupes, cariño —le dijo—, por el momento no ocurrirá, mantente tranquilo.
Cuando mamá salió por la puerta Emm volteó a verme con una arruga marcada en su entrecejo, achicó sus ojos y se acercó a mí.
—Hagamos un pacto —murmuró—, nunca serás el novio de mi hermana.
Rechisté.
Emmett meneó la cabeza y fue a la esquina de la mesa de escritorio, lo vi tomar una hoja de mi cuaderno y escribir sobre ella, la trajo hasta mí y la dejó en mi regazo.
—Firma —ordenó dándome un lápiz—, quiero ver tu nombre completo escrito en este papel, quiero que jures que nunca te acercarás a mi hermana.
—¿Y por qué solo yo? —me quejé—. También tengo una hermana y tampoco te quiero cerca de Tan, así que no firmaré nada si tú no lo haces primero.
—Bien. Será un pacto de amistad —acordó él escribiendo su nombre sobre el papel a rayas—. Te toca, ¡firma! —exigió.
De mala gana lo tomé y escribí mi nombre. Estaba enojado con él por obligarme a firmar algo que yo no estaba de acuerdo. Es decir, no me gustaba para nada Belly, era la niña más fastidiosa de la tierra, no se peinaba y era demasiado llorona, sin mencionar que sus mocos aparecían cuando lloraba. ¿Por qué habría de gustarme ella?
Emmett sonrió y dobló la hoja en cuatro.
—Mañana la iremos a enterrar al patio de mi casa, cavaremos un pozo y la echaremos ahí —me explicó muy feliz y con una gran sonrisa—, por mientras, aquí la dejaré. —La echó dentro de una caja de reloj que había dentro del primer cajón de mi buró—. Ahora cuéntame, ¿qué averiguaste?
Seguía enojado así que solo le di el pósit.
—¿Quién es Jake? —preguntó haciéndome encoger los hombros—. El lunes buscaremos a ese Jake, le pediré que no se acerque a mi hermana, tú irás conmigo, ¿de acuerdo?
Volví a encoger los hombros.
—Gracias por todo, amigo —murmuró mientras empezaba a comer un chocolate kitkat.
.
Era sábado por la mañana.
Me removí sobre la cama pateando las sábanas porque tenía calor cuando de pronto sentí una mirada que me hizo abrir los párpados.
Grité.
Me cubrí rápidamente porque solo vestía calzoncillos blancos y Belly estaba en mi habitación mirándome como una perfecta asesina. Con su largo cabello hecho una maraña y vestida con su camisón de color rosa que le cubría hasta los talones haciéndola parecer una pequeña loca.
—Dame mis cartas —extendió su mano hacia mí—, quiero mi caja de tesoros y mis cartas de San Valentín.
Froté mis ojos. Parpadeé y sí, era Belly hecha una furia.
Como no respondí se subió a la cama, acercándose peligrosamente a mí con sus puños listos para golpearme. Me aparté quedando pegado al respaldo fingiendo que le tenía mucho miedo. Eso la hizo sentir orgullosa porque sonrió asombrada.
—Bien, te daré tu valiosa caja —prometí—, pero antes iremos a dar un paseo al bosque —le dije—, ahí te daré tus cartas.
Estrechó sus ojos, mirándome.
—¡La quiero ya! —exigió con su voz quebrada—, quiero mi caja de tesoros, Edd.
Sus bonitos ojos se llenaron de lágrimas y ella sabía que eso no lo podía soportar. Me angustiaba mucho cuando ella lloraba.
Así que sujeté su carita quitando algunos cabellos que cubrían sus ojos.
—No llores —quité algunas lágrimas con la punta de mis dedos—, te prometo que te la regresaré en cuanto vayamos al bosque —le expliqué—. ¿Irás conmigo?
Ella asintió en un movimiento exagerado de cabeza.
—Nos vemos a las tres en el patio trasero de tu casa —le dije—, iremos al bosque y tendremos un picnic, mamá nos preparará algunos emparedados.
—¿Y galletas? —susurró teniendo su pequeña nariz enrojecida.
Me reí.
—Le pediré a mamá que haga tus galletas favoritas —aseguré.
—¿Emm y Tan vendrán con nosotros?
—No. Solo seremos tú y yo. ¿De acuerdo?
Sus ojos cafés se iluminaron y una sonrisa con un diente menos se asomó de sus labios. Quitó ella misma los cabellos que seguían cubriendo su rostro y asintió vehemente.
—Te voy a estar esperando, Edd. —Bajó de la cama de un salto y con una agitación de mano se despidió de mí antes de salir corriendo de mi habitación.
.
Rechisté cuando pasaron veinte minutos después de la hora acordada.
Miré al cielo y comprobé que el poco sol que había estaba escondiéndose entre nubes grises. Ajusté mi cazadora y acomodé el gorro en mi cabeza cuando el viento frío sopló.
Fue cuando Belly apareció por la puerta trasera y corrió hacia mí: ella estaba usando vestido, ¿acaso no tenía frío? Traía un ligero suéter encima de su vestido blanco con estampados de mariposas y su largo cabello ahora estaba cepillado y ordenado en esas bonitas ondas. ¡Al fin se peinó!
—Tardaste mucho —le reclamé—, aparte no traes ropa de abrigo, ¿por qué?
—Es mi primera cita. Tenía que vestir bonita. —Se encaminó frente a mí con un puchero en sus labios.
¿Qué?, ¿de dónde sacaba qué era una cita?
—Oye —corrí detrás de ella—, salir al bosque no es ninguna cita.
Belly volteó y su pequeña nariz estaba arrugada, se había enojado. La conocía bien y se había enfadado.
—Tanya me dijo que es una cita.
—¿Le dijiste a mi hermana? —grité—. ¿Por qué? ¿Qué razón tenías para decirle?
—Es mi mejor amiga. —Rodó los ojos y se llevó las manos a las caderas—. ¿Iremos o no?
Resoplé.
Corrí de nuevo hacia donde estaba y tomé del suelo la canasta que mantenía nuestra comida. Caminé de nuevo con Belly fuera de la valla de su casa.
Nos esperaba un largo recorrido.
.
—¿Estás cansado? —preguntó Belly molestando mi oreja con su dedo.
Ella era quien se había cansado y la había tenido que subir a mi espalda, ahora sus piernas y brazos rodeaban mi cuerpo como si fuera un pequeño mono.
—Para nada —dije—, soy un chico fuerte. Además, ya llegamos.
Belly soltó un fuerte chillido saltando fuera de mi espalda para salir corriendo hacia las grandes rocas cubiertas con moho. Trató de escalar y como no pudo hacerlo volteó a verme pidiendo ayuda.
Rechisté.
De igual forma me acerqué a ella y sujeté su mano para ayudarle. Belly fácilmente subió y empezó a balancear sus caderas porque lo había logrado.
—¿Qué haremos aquí? —preguntó interesada.
Puse la canasta en el suelo húmedo, sería imposible tender la manta sobre el pasto, las condiciones no eran las mejores. Aparte de que se sentía más frío y me preocupaba la delgada ropa que usaba Belly.
—Pensé que podíamos pasar un día de picnic, creo que no fue buena idea.
—A mí me gusta —dijo con una sonrisa contagiosa—, podemos empezar a comer y luego podemos ir a explorar más lejos.
—No debemos alejarnos, debo cuidarte y mi intuición me dice que no nos moveremos de aquí.
—Ah —musitó—. ¿Cuándo me darás mi caja de tesoros?
—¿Por qué es tan importante? —Quise saber.
—Porque ahí está lo más importante.
—Son tarjetas de San Valentín y dulces. Ah y un oso horrible y algunas fotos.
Belly arrugó su nariz.
—Estuviste husmeando —me acusó—. ¿Por qué lo hiciste?
—Es por tu bien —intenté explicarle—, tú no puedes tener un enamorado, eres muy pequeña para relacionarte en cuestiones amorosas.
—Jake prometió esperarme —reveló cubriendo su boca.
Me acerqué curiosamente interesado y Belly se sentó sobre la roca.
—¿Quién es Jake? —indagué. Era yo quien debía tener el ceño fruncido.
Belly tenía cinco años y no estaba en edad de prometer nada.
Ella empezó a jugar distraída con el estampado de su bonito vestido, tenía su rostro inclinado hacia las mariposas de colores que estaban en la tela.
—Es un niño de mi clase —confesó sin mirarme—, dijo que seremos novios y que un día nos casaremos. Me hizo prometer que seré su novia cuando seamos grandes.
—¿Y tú aceptaste?
Me sentía enojado porque Belly era una niña inocente y muy inmadura, debió hablarlo conmigo, yo podía aconsejarle porque tenía experiencia, era un chico grande, tenía nueve años y sabía dar consejos.
—Yo acepté —susurró.
Haciéndome enfadar más.
—El lunes hablarás con ese Jake y le dirás que no quieres nada con él, ni ahora ni después, ¿entendiste? Eres una niña muy pequeña, no tienes edad para prometer tener una relación romántica, eso es… tonto.
Levantó su rostro y me miró.
—¿Has tenido novias? —preguntó.
Me aclaré la garganta.
—No. No estoy interesado en las chicas —pasé una mano por mi desordenado pelo—, las niñas solo quitan el tiempo, Belly.
—Yo soy una niña.
—Es diferente.
—¿Por qué?
—Porque tú eres mi mejor amiga.
—¿Soy tu mejor amiga? —preguntó emocionada—. No lo sabía, pero me gusta.
Reímos.
Me acerqué a ella y chocamos nuestras manos, sus manitas eran muy pequeñas a comparación de las mías.
—Cuando el otoño llegue a nosotros seguirás siendo mi mejor amiga —prometí recordando una frase que decía mi abuela.
Belly siguió sonriendo muy orgullosa de la ventana que ofrecía tener un diente menos .
—¿Qué pasará con el verano? —preguntó con sumo interés.
—No lo sé —encogí mis hombros—, ¿qué debe pasar con el verano?
—En el verano brilla más el sol —mencionó de forma obvia haciéndome reír con fuerza porque era verdad—. ¿Seguirás siendo mi amigo cuando haya mariposas en primavera? —preguntó.
Arqueé mis cejas.
—Seremos amigos siempre, Belly. Aunque nuestra piel se vuelva otoño.
Nos quedamos en silencio viendo nuestras manos unidas por un largo tiempo.
—Bájame —me pidió.
Mis manos fueron a su cintura, la sostuve con fuerza queriendo bajarla con cuidado. En cambio Bella se aferró a mi cuello haciéndome trastabillar, fue cuestión de segundos que la atraje conmigo hasta que ambos caímos y ella quedó sobre mí.
Estaba asustado de haberla lastimado, sin embargo, al ver su sonrisa me tranquilicé.
Sus mejillas se habían vuelto de un bonito color rosa mientras su cabello cubría nuestros rostros, fue cuestión de segundos que sus ojos miraron mis labios, no reaccioné.
Me quedé congelado cuando un ligero roce de sus labios cubrió los míos.
Fue como una caricia de pétalos sobre mi boca, en ese momento sentí que miles de mariposas recorrieron mi estómago mientras mi corazón golpeaba con fuerza sobre mi pecho.
Estaba seguro que me había vuelto un tomate.
Belly se quitó de encima de mí y corrió.
Ese… ese había sido nuestro primer beso.
Gracias por la idea, Li🍋
¿Opiniones?
Espero que este corto oneshot haya sido de su agrado, pues es parte de la historia entre Edward y Bella de Piel de otoño. Recuerden que viene un Precuela próximamente.
Feliz San Valentín 💕
¡Gracias totales por leer!
