Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Rochelle Allison. Yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Rochelle Allison; I'm only translating with their permission.
Dame una Señal - Parte 2
Jueves por la mañana
Bella
—Y bien, ¿cuándo lo volverás a ver?
Entrecierro los ojos contra el sol. Estamos bajando la montaña Stone, chismeando y poniéndonos al día.
—Mañana. Almorzaremos en el Four Seasons.
—¿Park 75? —Vicky menea sus cejas, chocando su botella de agua con la mía—. El doctor Tesla tiene clase.
—Sí, la tiene. —Mucha clase. Incluso cuando prácticamente me le había ofrecido en bandeja de plata.
—Dime que me detenga. —Sus labios se deslizaron a lo largo de la delicada piel de mi cuello, dejando besos entre palabras.
Me derretí contra él.
—No tienes que parar.
—¿No? —Esquivó mis labios y besó mi mejilla. Qué provocador.
—No pares —dije, tomando su barbilla y llevando su boca a la mía. Lo besé lentamente, apenas rozando mi lengua contra el cierre de sus labios, emocionada cuando sus dedos se tensaron en mi cadera—. Solo sigue.
Él no necesitó más estímulo. Deslizando sus manos por mi cabello, me besó hasta que apenas podía respirar, y entonces me besó aún más. Edward era, como era de esperarse, un besador increíble. Lo seguí cuando se apartó, presionando besos en su sonrojada garganta.
—Bella, espera —dijo, jadeando—. Espera.
Caliente por el vino y los besos, me dejé caer sobre su suave sofá.
—Lo siento.
Una sonrisa torcida se asomó por su rostro.
—No lo hagas.
Sonreí también.
—Eres un caballero. Me gusta.
Él sonrió con suficiencia, colocando un almohadón en su regazo.
—No estoy seguro de eso, pero... lo intento.
—¿Por cuánto tiempo tendrás ese yeso en tu brazo? —pregunta Vicky, sacándome de mis recuerdos—. No vas a tenerlo cuando vayamos de tubing, ¿cierto?
—Alrededor de tres semanas más, así que no. Gracias a Dios.
—Se siente que ha pasado una eternidad.
—Lo ha sido. —Solo han pasado cerca de tres semanas, así que supongo que estoy a mitad de camino, pero se siente que ha pasado una eternidad. Tener que cuidar mi brazo y mantenerlo seco hace que mis tareas habituales, como ducharse e ir de compras, es un dolor en el trasero.
Además, las clases comienzan pronto. Escribo con mi mano derecha, así que eso no es un problema. Pero la logística de todos los días... allí es donde las cosas se vuelven complicadas.
Cruzamos el estacionamiento, esquivando una fila de niños acampantes que bajan de un autobús.
—¿Adónde vas ahora? —pregunto.
—A la tienda. Tengo que comprar cosas para la cena.
—Genial. —Pausando, busco mis llaves en mi bolsillo—. Llámame luego.
Abandonamos la montaña Stone y regresamos a la autopista 78, donde pierdo a Vicky. No soy una abuela, pero esa chica maneja con el pie y su coche desaparece en segundos. Me dirijo hacia Decatur y luego hacia Buckhead, donde comparto un apartamento con una amiga de mis días universitarios. Tia no está en casa cuando llego, pero entonces raramente lo está—ella es una auxiliar de vuelo para Delta.
Untando abundantemente mantequilla de almendras a una manzana, tomo asiento junto a la encimera y reviso mis mensajes. Un par llegaron mientras estaba haciendo senderismo con Vicky, y mi corazón se saltea un latido cuando veo que uno es de Edward. Limpiando mis manos, lo abro.
Tengo que trabajar mañana, así que no habrá almuerzo, pero inesperadamente tengo esta noche libre. ¿Estás ocupada más tarde?
Y entonces hay otro, enviado unos minutos después.
Sé que es con poca anticipación.
Sonriendo para mí misma, respondo. Puedo ser espontánea. ¿Tenías algo en mente?
¿Cena?
Iba a hacer chili de todos modos. Ven.
Hecho. ¿A qué hora?
6:30. ¿Te gusta el pan de ajo?
Tendrías mi permiso para no volver a hablarme si no me gusta el pan de ajo.
~GMaS~
Jueves, entrado en la tarde
Edward
—...pero probablemente podamos conseguir una reserva o algo, ¿sabes? —Heidi se detiene, inclinando la cabeza—. ¿Edward?
Parpadeo en su dirección.
Ella pone mala cara.
—¿Acaso me estás escuchando?
No, no estoy escuchando. Estamos en el medio de Trader Joe por Dios santo, donde ella de alguna manera logró encontrarme entre un mostrador de pizzas de coliflor y una mesa de muestras de queso. No la he visto o incluso hablado con ella en más de un mes.
—Lo siento, Heidi. Ha sido un largo día. —No lo ha sido, pero no sé qué más decir.
—¿Sabes qué? Olvídalo —dice, apartando su cabello—. Siempre has sido poco fiable, pero últimamente es insoportable. He tenido suficiente. —Girando sobre sus talones, se marcha echando humo.
Bloqueo su número de camino a la caja registradora.
—Llevas de lo bueno —dice la cajera, arqueando una ceja mientras presume mi botella de Beaujolais. Es mi favorito, y quiero que Bella lo pruebe—. ¿Ocasión especial?
—Se podría decir eso.
Asintiendo con aprobación, él la envuelve y la coloca con cuidado en la bola con otras dos botellas de vino.
El sol está poniéndose mientras me dirijo hacia Peachtree. Varios rascacielos reflejan el cielo naranja, resplandeciendo como espejismos mientras avanzo. Bella vive en Buckhead, en un viejo edificio de apartamentos apartado de las carreteras principales. El estacionamiento está lleno de árboles maduros. No hay espacios numerados, así que estaciono junto a la camioneta de Bella, suponiendo que puedo moverlo si estoy en el lugar de alguien.
Huelo el chili antes que siquiera Bella abra la puerta.
—Hola, Edward —dice, parándose a un lado para dejarme entrar—. Llegas justo a tiempo... Acabo de apagar la estufa. —Ella tiene puesto un top rosa suelto y una falda corta color azul. Está descalza. Hermosa.
Espero a que ella cierre la puerta y entonces beso una de sus mejillas sonrojadas.
—Huele fantástico.
—Sí, ¿no? —Me sonríe.
La sigo por una sala acogedora y cálida y hacia la cocina, donde vacío la bolsa sobre la encimera.
—Chili sonaba a tinto, así que traje diferentes tipos.
—Suena bien —dice, echándome un vistazo por encima de su hombro. Su cabello está recogido en lo alto de su cabeza, dejando su flequillo enmarcando su rostro. Me gusta—. Probémoslo.
Queriendo causar una buena impresión, nos vierto una copa de Beaujolais a cada uno primero. Deslizo la de Bella por la encimera, rozando sus dedos con los míos. Sus ojos se encuentran con los míos, y ella sonríe, tomando un sorbo.
—Oh, esto... es delicioso.
—Me encanta que lo apruebes. Va muy bien con casi todo —digo, tomando un buen trago de la mía—. ¿Cómo está el brazo?
—Mejor, supongo. —Se encoge de hombros, bajando su copa—. Ya no duele para nada. Nunca. Desearía que me sacaran esta maldita cosa ya. —Me da una mirada acusatoria.
—Oye, yo solo estoy en emergencias —digo con una risita, levantando las manos en defensa—. Solo te vendé y te mandé por tu camino.
—Sí, sí. —Sonríe, volteando hacia el horno cuando este comienza a sonar.
Me bajo del taburete.
—¿Necesitas una mano?
—¿Una mano? ¿Realmente estás usando el doble sentido ahora? —pregunta, sacando la bandeja de pan de ajo.
—No intencionalmente. —Uniéndome a ella en la encimera, tomo su brazo roto en mis manos—. Pero, ¿sabes cuántas personas ingresan a la DE por accidentes que tienen en la cocina?
—Cada vez que dices DE, pienso en disfunción eréctil —dice, volteando hacia mí con un brillo travieso en su ojo.
Sonriendo, suelto su brazo y en cambio sostengo su mano. Será bueno una vez que esté libre—sé que ella está cansada de esto.
—Sí, puedes darme una mano —promete, pinchando mi vientre—. Puedes meter el pan de ajo en el horno por mí, ¿qué tal eso?
Una vez que el pan está situado y hemos llenado nuestras copas, Bella me da un tour por el apartamento. Es simple y pequeño, muy parecido al lugar donde viví durante mi residencia en el hospital, pero acogedor. Lleno con arte, planos, libros y música. Ella tiene un buen ojo para el diseño... y un gran balcón, sorprendentemente privado.
—Vaya. —Camino hacia el barandal, admirando el follaje exuberante que nos rodea. Es cómo estar en los árboles—. Esto es bonito.
—Este deck es mi parte favorita de este apartamento —admite, sentándose en el sofá. Hay una mesa ratona, y plantas por todos lados—. Paso mucho tiempo aquí afuera.
—Me imagino. —Puedo imaginarla aquí afuera, rodeada por libros, escribiendo notas con un lápiz en su cabello—. Especialmente cuando el tiempo es bueno.
—Está un poco húmedo ahora —dice, abanicándose—. Pero cuando llegue el otoño, estaré aquí afuera todos los días.
Me siento a su lado.
—¿Cuándo comienzas las clases, de nuevo?
—20 de agosto.
Echo un vistazo a mi reloj.
—Son en solo dos semanas.
—De hecho... —Se endereza, sus manos en sus muslos—. Hay algo que quería preguntarte.
Está sonrojándose de nuevo. Sonrío, preguntándome qué la tiene tan sonrojada.
—¿Qué?
—Todos los años, hacia finales del verano, vamos de tubing a Helen. Nos quedamos por un par de días, nadamos todo el día. —Pausa, sonriendo un poco—. ¿Quisieras venir este año? ¿Podrías hacerlo?
Lo que fuera que pensaba que iba a preguntar, no era eso. Estoy tan sorprendido que no sé qué decir.
—No he ido de tubing en años.
—Me encanta.
—Solía encantarme también. —Asiento, pensando en cómo serán las próximas semanas en el hospital—. ¿Cuándo irán exactamente?
Emocionada, ella se acerca, colocando una mano en mi muslo ahora.
—El fin de semana después de que mis clases comiencen, nos vamos el viernes y regresamos el domingo.
Francamente, me encantaría hacer algo así con Bella. Pero no quiero decepcionarla.
—No sé cómo serán mis horarios aún. Pero veré qué puedo hacer.
—¿En serio? —Sus ojos brillan, y una sonrisa enorme aparece en su rostro—. Sería increíble tenerte allí.
—Podemos celebrar que tu yeso fue retirado —digo, siguiéndola hacia el interior de nuevo, donde el cronómetro está sonando frenéticamente de nuevo.
—No pensé que fuera algo que te gustara —admite, abriendo la puerta del horno.
—¿Por qué no? —Colocándome una manopla, muevo a Bella a un lado, sacando el pan de ajo del horno, y lo coloco sobre la encimera—. Me encanta el aire libre.
—Lo sé, pero eres un tipo ocupado. Sé lo precioso que es tu tiempo libre.
—Eso es verdad, pero hago tiempo para las cosas que me gustan. ¿Recuerdas?
—Lo recuerdo. —Bella me lanza una bolsa de ensalada, sus mejillas rosas—. Ten. Sea útil, doc.
~GMaS~
Lunes
Dos semanas después
Bella
Bostezando, me estiro hacia la lámpara y la apago. Es tarde, casi la medianoche, pero mi libro estaba demasiado bueno como para cerrarlo. Me arrepentiré en la mañana—es el primer día de clases y tengo una clase a las 8 am.
Acurrucándome en lo profundo de las mantas, pienso en Edward. Ha pasado una semana desde que nos vimos, aunque nos contactamos casi a diario. Usualmente, son mensajes, pero él me llama a veces, como cuando está conduciendo al trabajo o regresando de este. Es lindo, tener alguien con quien hablar... alguien que me considere los suficientemente importante para ponerse en contacto.
—La obra ya se fue —había dicho, la última vez que hablamos—. Están más abajo ahora, así que ya no me los cruzo.
—¿Los extrañas? —había bromeado.
—Eras lo único bueno de esa construcción, Bella.
El hospital había estado héctico. De acuerdo con Edward, uno de sus doctores va a ser operado y no estará disponible por Dios sabe cuánto, así que Edward ha tenido guardias dobles. Sé que es su trabajo, su profesión elegida, pero no puedo evitar preocuparme. Incluso si es noble.
Y entonces, por supuesto, está la parte egoísta que simplemente quiere pasar tiempo con él. Me volví consentida, al ser capaz de verlo con frecuencia antes, y ahora extraño eso.
Agh. Soñar despierta, esperando a un tipo, nunca ha sido mi estilo. Es bueno que regrese a Georgia Tech mañana. Extraño tener una agenda, una rutina... tomar café en mis lugares favoritos alrededor del campus y sumergirme en el trabajo del día, estar ocupada e inspirada.
Pero en el fondo, sospecho que Edward simplemente no es cualquier tipo. Buscando mi teléfono en la oscuridad, me deslizo hacia mi última charla con Edward, hace un par de horas. La comunicación ha sido aún más escasa hoy de lo normal, pero lo comprendo. No puedo esperar a que él continúe la conversación con alguien cuando está lidiando con situaciones literalmente de vida o muerte.
¿Cómo lidió tu mamá con esto?
Ella siempre ha sido práctica. Y realmente independiente. Ella estaba más preocupada por Alice y por mí.
¿Tu papá ha reducido sus horas ahora que es mayor?
Sí. Su rol ha progresado al acercarse a su retiro. Él ha estado entrenando por años a personas para que tomen su lugar.
¿Personas como tú?
Sí.
Ese es el problema, ¿o no? No importa lo mucho que Edward y yo nos gustemos, las relaciones necesitan tiempo invertido para poder triunfar. Si es difícil vernos ahora, ¿cómo será cuando las cosas se vuelvan serias? No estoy acostándome con él aún, pero sucederá eventualmente... y cuando lo haga, mis sentimientos por él probablemente se intensifiquen.
Mi estómago se tensa en la oscuridad. Aunque es una sensación emocionante, no aterradora. Incluso aunque haya una posibilidad de dolor, mi cuerpo me traiciona con su cariño por el doctor.
~GMaS~
Miércoles por la tarde
Bella
—Hola, Alice —digo, agitando mi mano en saludo. Normalmente almuerzo alrededor de Georgia Tech, pero he extrañado mi camión de comidas preferido.
—¡Bella! ¿Cómo estás? —dice, sonriendo. La pequeña gema en su nariz brilla.
—¿Nuevo piercing en la nariz?
—¿Te gusta? —Lo toca gentilmente, sonriendo.
—Muy, muy adorable.
—¡Deberías hacerte uno! Te puedo imaginar luciendo este...
Jasper asoma la cabeza sobre el hombro de su esposa, dándome una sonrisa.
—Disculpen, señoritas, pero si pudieran comenzar con la orden...
—¡Por supuesto! —Comparto una sonrisa con Alice, antes de echar un vistazo al menú. Hay diferentes básicos que conozco, pero la lista de especiales cambia todo el tiempo—. Puré de batatas con tomates verdes fritos y salsa de queso a un costado.
—Buena elección —masculla Al, asintiendo mientras apunta la orden—. Comí eso ayer.
—Has comido eso toda la última semana. —Se ríe Jasper, agachándose cuando Alice se estira para golpearlo. Ellos siempre son así, y por mucho que me encantaría hacer un chiste, no puedo. Ellos parecen ser genuinos, y son adorables.
Pagando por mi comida, doy un paso al costado. Está tranquilo hoy. Hay un cielo insípido y sin color en lo alto, árboles inquietos con el viento intermitente.
—Al parecer tendremos lluvia más tarde.
—Eso espero —dice Alice, asomándose por la ventana de nuevo—. Y espero que sea cuando estemos en casa. Me encanta acurrucarme las noches de lluvia.
—A mí también.
Jasper me acerca mi orden, guiñando un ojo cuando le agradezco.
—Oye, Bella —comienza Alice.
Tomo un par de servilletas. Por su tono, tengo el presentimiento que sé qué va a decir.
—¿Sí?
—¿Has visto a Edward últimamente?
No puedo esconder la sonrisa que aparece en mi rostro, y antes que pueda responder, golpea el pequeño mostrador entre nosotras.
—¡Lo sabía! Lo sabía. ¿O no, cielo? —pregunta, estirándose y empujando a Jasper.
—De hecho —digo en alto, riéndome—. Es gracioso que lo preguntes, porque no lo he visto en una semana. ¿Cómo está? —¿Quién sabe? Quizás Alice tenga información.
—Ahora que lo mencionas, sí... Ha pasado un tiempo. Él intenta visitar cuando no está trabajando... o venir a almorzar con nuestros padres. —Sonríe con un poco de tristeza—. Aunque sé que ha estado ajetreado en Piedmont.
—Eso es lo que escucho. Con suerte, se alivie un poco.
—En serio, la mitad del tiempo, Edward no tiene tiempo para comer.
Echo un vistazo a mi teléfono—tengo cerca de una hora antes de tener que regresar al campus.
—Jasper, dame otra orden de estas batatas para llevar. Por favor.
El estacionamiento en el Hospital Piedmont está, como era de esperar, lleno. Finalmente estaciono en un lugar, tomo la comida y bajo de la camioneta. Gracias al tráfico, no tengo tanto tiempo como pensé que tenía, pero estoy comprometida a esto ya. Incluso si Edward está demasiado ocupado para salir, le gustará que haya pensado en él. Con suerte. Ni siquiera sé si le gustan las batatas.
La lluvia comienza a caer suavemente mientras entro a la fría y tranquila recepción del hospital. Edward trabaja en la sala... departamento de emergencias... como sea... pero de alguna manera entrar allí con comida parece inapropiado. O poco sanitario. ¿Dónde come, de todos modos? En una sala de descanso, probablemente.
—¿Puedo ayudarte? —La enfermera detrás del mostrador pregunta, sonriéndome amablemente.
—Hola. Traje el almuerzo para uno de los doctores de aquí...
Ella se ilumina, buscando el teléfono a su lado.
—Ah, ¿Uber Eats?
—Oh, no...
—¿Grub Hub?
—No, solo yo. ¿Es para el Dr. Cullen de la Sala de Emergencias? —Me muevo, rascándome el brazo—. ¿Está disponible, o...?
Sus ojos me estudian imperceptiblemente. Ella parpadea, sonriendo un poco.
—Déjame revisar.
No queriendo ser demasiado intensa, doy un paso hacia atrás mientras ella hace la llamada, tratando de ignorar su suave voz. Un momento después, se aclara la garganta.
—¿Señorita?
—¿Sí?
—Él no está disponible en este momento, pero es bienvenida a tomar asiento y esperarlo aquí o ir al DE y dejar la comida con la recepcionista de allí.
—Oh —digo, tragando la decepción—. Solo lo dejaré allí entonces. Gracias.
—Un placer —dice, llevando su atención a algo en su escritorio.
Bueno, valió el intento. Siguiendo las indicaciones, me dirijo hacia Emergencias. Hay muchas personas, algunas con apariencias peores que otras, pero nada sangriento, afortunadamente. Edward es un santo—jamás podría hacer lo que él hace. La sangre me hace querer desmayarme.
Y entonces lo veo, hablando con otra doctora—otra encantadora doctora de televisión, con cabello rubio rojizo y un cuerpo increíble. Quiero decir, incluso en su uniforme y bata, ella es material para Sports Illustrated. Luce devastada, y mientras observo, él la toma en brazos y la sostiene mientras ella llora. Se alejan por el pasillo, desapareciendo de mi vista.
Mi corazón se rompe. No sé lo que está pasando, pero es doloroso de ver. Edward no parece ser del tipo que tiene amantes (¿quién lo sería? ¿Yo? ¿Ella?), pero obviamente hay cosas sobre su vida de las que no sé nada. De repente, me siento tonta, parada en la zona de espera de la sala de emergencias, con una bolsa de comida fría. Entrego la bolsa de comida de Edward a la recepcionista, explicando para quién es, y me voy.
Afuera, está lloviznando. Un indigente que se encuentra cerca del estacionamiento del hospital estira su mano en busca de ofrenda. Le doy mi comida, en cambio. Me siento desanimada, y mi apetito desapareció.
—Dios la bendiga —dice el hombre, llevando la bolsa hacia su pecho.
Espero escuchar de Edward, pero él no envía un mensaje hasta la noche.
Muchas gracias. Significó mucho.
No hay problema :)
Observo el teléfono, preguntándome si él dirá algo más, pero nunca lo hace. Pasan los días. ¿Está saliendo con la Dra. Sexi? ¿Acaso está demasiado ocupado? Porque siento que me está ignorando.
Quizás lo esté.
~GMaS~
Domingo
Edward
El teléfono de Bella me envía directo al buzón. Suspirando, cuelgo sin dejar un mensaje. Simplemente le enviaré un mensaje.
Esperando que esta relación, si acaso es una, no se desvanezca como todos mis otros fallidos intentos de romance, envío un mensaje.
Lamento haber estado desaparecido. Las cosas han estado difíciles últimamente.
Echo un vistazo al día del último mensaje de Bella. Dos días atrás. Esta no sería la primera vez que la falta de comunicación de mi parte, o mi inhabilidad de cumplir las citas y festividades y eventos especiales, arruinara algo bueno. No es que me sienta culpable—no es así. Este es mi trabajo. Pero sé cómo es para las personas a mi alrededor.
Bella no responde, y no espero que ella realmente lo haga. Sus clases comienzan esta semana, creo, y ha estado trabajando a tiempo completo en la oficina de sus padres en Snellville. Ella también está ocupada.
Mi teléfono vibra. Lo saco de mi bolsillo esperando que sea ella, pero solo es mi hermana, que envía un vínculo de NPR. Ella y Jasper están almorzando con mis padres, pero yo no podía tomarme el día libre. El Dr. Kapoor sigue fuera de servicio y Tanya se encuentra en Tennessee con su padre, quien acaba de tener un accidente cerebrovascular masivo. No esperan que él viva por más tiempo, así que esta realmente es una despedida. No sé cuánto tiempo ella necesita, pero lo tiene. Nos las arregláremos aquí. Siempre lo hacemos.
Horas después, no hay respuesta de Bella. El niño patinador en el que estoy trabajando mantiene su teléfono en su mano libre, deslizándose sin parar por Instagram mientras coso su otro brazo. Más tarde, cuando estoy solo, reviso mi propia cuenta de Instagram. Raramente la uso, pero quizás Bella sí. Encuentro su perfil fácilmente, dándome cuenta que ella ya me está siguiendo. La sigo, mirando sus imágenes más recientes.
Aparentemente no hay muchas, pero si una de ayer. Sonrío al ver sus pies elevados sobre esa mesa ratona en su deck, un libro en su regazo. Taza de té en la mesa.
Vuelvo a enviar un mensaje.
¿Cómo está el brazo?
Cuando ella responde, estoy aparcando en mi estacionamiento.
Estamos en Helen, tubing. El yeso fue retirado :)
Helen, eso es cierto. Con una mala sensación, recuerdo que Bella me invitó... había dicho que lo intentaría. Pero entonces las cosas se volvieron locas en el hospital. Algunas semanas son así—un borrón de rostros y diagnósticos y placas. Trauma, histeria. Valentía, calma. Cuando emerjo de semanas así, mi cerebro se siente como papilla. Mi cuerpo quiere dormir, y luego comida, usualmente en ese orden. El sexo es bueno, pero no siempre hay tiempo para eso.
Lamento no haber podido ir. Debería habértelo dicho.
Ella no responde.
Mi teléfono suena.
—Hola, papá.
—Edward. ¿Sigues en el trabajo?
—Acabo de irme. —Bajando del coche, tomo mi bolso y una carpeta de papeleo del asiento trasero.
—¿Cómo estuvo hoy? Kebi me dice que ha estado un poco héctico.
Kebi Mahmoud es nuestra jefa de enfermería de la sala de emergencias. Ambos os reportamos directamente a mi padre.
—Sí, ha estado ocupado. Acabo de llegar a casa.
—Bien, bien. Quizás puedas descansar un poco.
—Después de ir al gimnasio. —Saludo al portero, un nuevo tipo que acaba de comenzar—. Han pasado un par de días, y necesito descomprimir.
—Escucha, hijo —dice, cambiando de táctica—. El Dr. Kapoor volverá mañana. Se lo tomará con calma las próximas semanas, probablemente solo asistiendo y ayudando con papeleo, pero las cosas volverán a encaminarse.
La roca de estrés que había estado rodeando mi corazón se mueve un poco.
—Eso es genial.
Mi padre hace una pausa.
—¿Cuándo fue la última vez que te tomaste vacaciones?
Las puertas del ascensor se cierran. Presiono el número cinco.
—No estoy seguro.
—Hmm.
Él no lo aprueba, lo sé, pero no dirá nada. A veces lo hace, pero hoy no.
Después de todo, estoy haciendo lo que él hizo... por décadas.
~GMaS~
Lunes, entrada en la mañana
Edward
Bostezando, me siento en la sala de descanso con un par de formularios que necesito terminar.
El Dr. Kapoor está de regreso, gracias a Dios. Él no está trabajando a pleno, pero ha sido más que útil asistiendo. Además de la sobredosis accidental temprano —ella sobrevivió y está descansando— ha sido una mañana tranquila.
Pero estoy cansado. Realmente cansado. Hay un límite de café que una persona puede consumir antes de que este simplemente ya no ayude. Me pregunto cómo está Tanya, si su padre sigue resistiendo. Le envío un mensaje, haciéndole saber que estamos pensando en ella aquí en Piedmont.
Acabo de hacerme una taza de té cuando Bree entra.
—¿Dr. Cullen?
Ya me encuentro de pie, llevando mi bolígrafo a mi bolsillo.
—¿Qué pasa?
Ella asiente hacia el pasillo.
—Es la Sra. Ellison... Ella está tosiendo.
Escondiendo una sonrisa, la sigo y salgo del cuarto. La Sra. Ellison, quien tiene demencia, ha estado visitándonos con quejas de dolores en el pecho y problemas para respirar por años. Ella es una de los pocos pacientes regulares. A veces sus preocupaciones son válidas, otras veces, son hipocondríacas, pero siempre los atendemos con respeto y los mandamos a casa.
Pero algo es diferente hoy. No solo la Sra. Ellison ha sido ingresada al triaje, sino que hay un tono azul en sus labios. Y está tosiendo. Violentamente.
—¿Doc? —jadea.
—Soy yo, Sra. Ellison. ¿Qué pasa hoy?
Ella sacude la cabeza, tosiendo de nuevo. Le echo un vistazo a Bree, cuyo rostro refleja mi preocupación.
—¿Quieres que...? —comienza.
—En un segundo. —Levanto el estetoscopio de mi cuello y me acerco a la mujer mayor—. Sra. Ellison, voy a escuchar un poco, ¿de acuerdo?
Ella asiente, sus ojos finalmente centrándose un poco mientras presiono la campana contra su pecho. Desafortunadamente, no me sorprende el burbujeo y chasquido que escucho proveniente de sus pulmones.
—Bree.
—Sí, Dr. Cullen.
—Ordene unas placas.
—De inmediato —dice, cruzando la habitación rápidamente.
—Entonces, ¿has estado tosiendo mucho? —pregunto, suavemente descansando mi mano en su hombro—. ¿Sentido cansada?
—Oh, sí. Todas las noches. Es por eso que estoy cansada, Doc. —Tose ahora, su cuerpo estremeciéndose—. Toser me mantiene despierta.
—¿Por cuánto tiempo?
—No lo sé, cariño. ¿Dos semanas? Quizás.
Fatiga como esta sucede durante fuertes gripes, bronquitis, neumonía... cualquier cosa que evite que los pulmones consigan el oxígeno suficiente para la sangre. Aún así, no sabremos nada con seguridad hasta que hagamos unas placas al pecho de la Sra. Ellison y varios análisis.
Bree regresa con el carro de rayos X. Ordeno varios análisis más y dejo a la Sra. Ellison con Bree y otras enfermeras.
Las cosas repuntan entonces, y a pesar que la sala nunca llega al ritmo acelerado que puede tomar, estoy demasiado ocupado como para visitar al Sra. Ellison hasta el final de mi guardia.
Pero sí la visito, contra mi mejor juicio. Encariñarse demasiado puede terminar demasiado mal... la indiferencia emocional es lo que nos mantiene a la mayoría de nosotros funcionando. Aún así, la Sra. Ellison es especial. Ella se encuentra en un cuarto privado ahora, donde Kebi la ha trasladado después de consultar con un médico hospitalario.
Ella está descansando cuando llego, dos enfermeras trabajando silenciosamente a su lado. Reviso su historial. Los resultados de sus tomografías concluyen lo que ya sabíamos y entonces algo más—ella tiene una neumonía viral que se ha convertido en bacteriana. A su edad, esto podría ser malo... especialmente considerando el tiempo que la ha tenido ya —tosiendo por una o dos semanas— y lo severa que se está volviendo.
—¿Cómo está? —pregunto en voz baja, mirando a una de las enfermeras. No la reconozco, pero su credencial dice Michelle.
—Tos, desorientación. Ella ha estado durmiendo por una hora más o menos.
Asiento, echándole un vistazo a las intravenosas en los brazos de la Sra. Ellison—antibióticos y fluidos para mantenerla hidratada. Analgésicos para aliviar el estrés de su tos.
Ella luce pacífica.
~GMaS~
Martes por la mañana
Edward
Tocan a la puerta de mi oficina. Estoy aquí, pero no estoy oficialmente aquí—no aún, de todos modos. Tengo suficiente papeleo hasta llegar a Navidad, y por tan increíble que ha sido el Dr. Kapoor, me estoy atrasando todos los días.
—Adelante. —Me reclino en la silla, frotándome los ojos.
Bree entra, deteniéndose justo frente al escritorio. Ella luce cansada también.
—No sabía que estarías aquí hoy —digo.
Ella se muerde el labio superior, un hábito nervioso que tiene.
—La Sra. Ellison falleció temprano esta mañana. Solo pensé que deberías saberlo.
—¿Ella qué?
Las personas mueren todos los días. Lo veo todo el tiempo.
Bree asiente, mirando al suelo.
—Yo, eh, tengo un paciente.
Observo la puerta después que ella la cerró. A veces, me pregunto si todo vale la pena. ¿Para qué trabajo? Como doctores, fingimos que la vida y la muerte está en nuestras manos, pero eso es una mierda. No importa lo mucho que lo intentemos, cuántas guardias dobles hagas, cuando el tiempo de una persona se termina... es su momento.
Y aún así no estoy preparado para la ola de dolor que me envuelve.
Me encuentro en piloto automático por el resto del día. Ni siquiera estoy pensando en la Sra. Ellison, no siempre. A veces no pienso en nada. Me siento desconectado de mí mismo. Desasociado.
—¿Dr. Cullen?
Parpadeo, volteando hacia la voz. Es Kebi Mahmoud, la jefa de enfermería.
—¿Está todo bien? —pregunta con vacilo, mirándome.
—Solo estoy un poco exhausto.
—¿Un poco? —Me mira de arriba abajo—. Quizás deberías irte a casa. Temprano.
Sacudo la cabeza con una risa sin humor.
—No es una opción.
—Siempre es una opción —dice, frunciendo el ceño—. Estás agotado. Ve.
La irritación despierta dentro de mí. Puedo hacer mi jodido trabajo.
—Yo...
—La Sra. Ellison será extrañada, Edward —dice, sus ojos oscuros suavizándose—. Pero tenemos otros pacientes, pacientes que merecen un doctor bien descansado.
No puedo discutir con ella. Kebi es feroz, y aunque ella no me dice qué hacer, ya que los dos somos jefes, ella ciertamente puede llamar a mi padre si siente que no sirvo para trabajar. Apretando la mandíbula, le asiento tensamente.
—Buenas noches, entonces.
Ella asiente, aliviada.
—La Dra. Denali volverá pronto. Las cosas mejorarán.
Junto mis cosas y me retiro, sin molestarme en despedirme de nadie. No he estado tan cansado en mucho tiempo, y no es simplemente cansancio físico. Es algo más, algo más profundo, como si pudiera dormir por un año y aún así solo rasgar la superficie.
En casa, después de una cerveza y comida calentada, llama mi padre.
—Edward. —Su tono me dice todo lo que necesito saber.
Exhalando, paso los dedos por mi cabello y me hundo en el sofá.
—Déjame adivinar. Hablaste con Kebi.
—Así es. Ella está preocupada por ti.
—Sí, bueno. Todos sabíamos a qué nos apuntábamos.
—Sí —concuerda—. Pero eso no niega el hecho que estás saturado de trabajo y de cansancio. Kebi siente que podría ser inseguro.
Me mantengo en silencio. Este hombre es mi padre, pero también es mi jefe.
—¿Sabías que, en los últimos tres años, no te has tomado un descanso de más de tres días?
—Estoy al tanto.
—Bien. La Dra. Denali regresa mañana —continúa—. Y traeremos a la Dra. Cope de Medicina Interna como sustituta. Te estoy poniendo en licencia obligatoria de dos semanas así puedes recuperarte.
—Pero...
—Ahora, como tu padre, sugiero que te vayas a la cama.
~GMaS~
Jueves
Bella
El mensaje lleva alrededor de las cinco. Estoy entre la tarea para una clase y un ensayo para otra.
¿Estás en casa?
Mi estómago da un giro. Sí.
Espero una respuesta, y obtengo una—un golpe a la puerta dos minutos después. Echándome un vistazo al espejo, suelto mi coleta y sacudo mi cabello un poco.
—Hola —digo, cruzándome de brazos mientras me apoyo en el marco de la puerta—. Extraño.
Edward sonríe un poco, bajando la mirada. Casi había olvidado lo hermosos que son sus ojos.
—Supongo que me merezco eso.
—Adelante. —Me sigue hacia dentro. El apartamento está desordenado, pero eso es normal cuando asisto a clases. Además, no estaba esperando invitados—. ¿Cómo has estado?
—Primero lo primero. Déjame ver tu brazo.
Poniendo los ojos en blanco juguetonamente, le presento mi reciente extremidad sana.
—Como nueva.
—Excelente —masculla, pasando sus pulgares por la piel aún sensible a veces.
Se me pone la piel de gallina, y gentilmente me aparto, adentrándome más en la sala.
—Todo está simplemente bien, Dr. Tesla.
—Estoy contento...
—¿Tienes la noche libre o algo? —interrumpo, raramente ansiosa. Edward y yo estábamos comenzando a sentirnos cercanos antes, pero ahora ha pasado el suficiente tiempo que no tengo idea de dónde nos encontramos.
—Estoy de licencia.
Capto algo en su voz. Me doy la vuelta, lo miro.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Son unas vacaciones obligatorias.
Confundida, sacudo la cabeza.
—¿Ocurrió algo?
—Sí y no. —Metiendo las manos en sus bolsillos, camina hacia las puertas corredizas de cristal—. Una paciente de años falleció, y fue...
Espero que continúe, pero nunca lo hace.
—Lo siento, Edward.
Él voltea, sus ojos claros y verdes me encuentran. Hay una gravedad en ellos que no he visto antes. Sé que su trabajo demanda mucho de él, pero parece diferente hoy. Quizás se encuentra aquí para decirme que no va a funcionar. Él tiene la suficiente clase de hacerlo en persona.
—Me iré a una cabaña en Blue Ridge —dice—. ¿Vendrías conmigo?
—¡Oh! —Eso no era lo que esperaba que dijera—. ¿Ahora mismo? ¿Por cuánto tiempo?
—En algún momento de mañana —dice—. La tendré por una semana.
—¡Una semana! Vaya. —Asiento, apresuradamente comenzando a divagar—. Quiero decir, eso es bueno. No puedo pensar en alguien que probablemente necesite un descanso más que tú. Tienes la agenda de, como, tres personas...
—Estás procrastinando —bromea, inclinando la cabeza.
Mi rostro enrojece ante la idea de pasar tiempo con el Dr. Tesla en una cabaña aislada. El norte de Georgia es hermoso en esta época del año también.
—Me encantaría, pero...
—¿Pero?
—Está bien... tengo que saber. ¿Quién es la rubia?
Él frunce el ceño.
—¿La rubia? ¿Heidi?
—¿Ese es su nombre? ¿La doctora? —Aplasto la urgencia de morder mi cutícula—. No estaba seguro de que ustedes tuvieran algo.
—La única doctora rubia que realmente conozco es la Dra. Denali. Tanya. —Sacude la cabeza—. Ella está casada y tiene dos hijos. ¿Por qué pensarías que teníamos algo?
—Los... vi el día que dejé tu comida. —Me obligo a mirarlo a los ojos. Edward no es tan mayor que yo, pero me siento muy joven ahora mismo—. No lo sé. No habíamos hablado en un tiempo.
—Ah. —La comprensión cubre su rostro—. Su padre acababa de tener un accidente cerebrovascular.
De repente, veo el escenario con una mirada diferente.
—Oh. Bueno, entonces, ¿quién es Heidi?
—Una mujer con la que solía salir.
Asiento. No hay mucho que pueda hacer por eso.
—¿Estás segura que quieres venir conmigo? —Se acerca más, hasta estar parado justo frente a mí—. Sé que no he sido muy comunicativo últimamente. No quiero que te sientas rara al respecto. —Toca mi cabello, haciéndome sentir mariposas por dentro. Vamos, chica. No eres novata en esto.
—No, estoy segura. —Le doy una pequeña sonrisa—. Extraño pasar tiempo contigo.
—Yo también lo extraño. —Se encoge de hombros—. Y parece que tenemos mucho de qué hablar, si crees que estoy teniendo una aventura con mi compañera de trabajo.
—Oh, cállate. ¿Cómo se supone que lo sepa? —Me río, golpeando su pecho.
Él sonríe, tomando mi mano.
—Es mi culpa, totalmente. Pero prometo recompensártelo.
Ignoro las cosquillas que siento al pensar en él haciendo justo eso.
—¿Estás acostumbrado a salirte con la tuya, eh?
Solo estoy bromeando, pero su sonrisa desaparece.
—Espero no haber dado esa impresión.
—En realidad, no... pero no lo sé. —Aprieto su mano—. Como dijiste, tenemos mucho de qué hablar.
Lo piensa por un momento.
—Me parece justo.
—Tengo clases hasta las tres, así que, ¿quizás podría verte allí? No quiero que tengas que esperar.
—Preferiría pasarte a buscar, si está bien. —Sus ojos siguen el camino de su mano en mi cabello. Él huele fantástico.
—¿Y entonces me llevas a casa el domingo por la noche? No puedo quedarme toda una semana como tú.
—Bella, conseguí la cabaña contigo en mente.
Mi corazón sale disparado. Tomo su otra mano.
—Muy seguro de ti mismo.
—Hubiera ido de todos modos —aclara, besando la esquina de mi boca—. Esto simplemente lo hace mejor. Mucho mejor.
El tema cambia a cosas más ligeras. Pasamos el rato juntos, mirando televisión y pidiendo una pizza. Pero cuando se va, envío un mensaje a Vicky.
¿Tienes un minuto?
Ella responde de inmediato. ¿Mensaje o llamada?
Llamada.
Mi teléfono vibra, el rostro de Vicky aparece en la pantalla.
—Hola —respondo.
—Hola, tú. ¿Qué pasa?
—Edward me invitó a ir con él a una cabaña en las montañas. Por el fin de semana.
—¿En serio? —Se ríe—. Realmente debes gustarle.
—Eso creo.
—¿Eso crees? —Hay un sonido amortiguado, como si estuviera cambiando de oído—. Él parece ser muy bueno, por lo que me has contado. ¿Alguna vez le preguntaste sobre esa chica del hospital?
—Sí. Me dijo que es una colega. Su papá estaba enfermo, así que él la estaba consolando, ¿supongo? No lo sé. No sentí que estuviera mintiendo, pero nunca se sabe.
—No analices de más, Bella. Diviértete. Folla.
Haciendo una cara, salgo a mi balcón.
—Gracias por el consejo.
—¿Te estás enamorando de él o algo?
—¿Qué? Vicky, no. Solo lo he conocido por... —pauso, contando en mi mente—. Un mes. Y medio.
—Exactamente. —Se detiene—. No es tan serio. Sé que te gusta, cariño. Quizás solo deja que suceda. Mantén tus ojos abiertos, pero deja que suceda.
Sus palabras apartan la neblina de dudas que he permitido que rondara por mi cabeza últimamente. Porque ella tiene razón—sí me gusta. Es totalmente posible salir con él mientras me mantenga alerta.
Con suerte.
~GMaS~
Jueves por la noche
Edward
Llamo a Alice cuando me voy del apartamento de Bella. La llamada va al buzón, pero ella la devuelve de inmediato.
—¡Lo siento, lo siento! ¡No podía encontrar mi estúpido teléfono! —dice como saludo.
—No te preocupes. Escucha, necesito saber algo.
—Soy todo oídos.
—Bella y yo vamos a pasar el fin de semana en Blue Ridge, en una cabaña.
—¡Oh, por Dios! —chilla—. Justo le decía a Jas...
—Alice —digo fuerte. Estoy frente a un semáforo ahora, tamborileando los dedos con impaciencia en el volante.
—¿Qué, no puedo estar emocionada por ti? ¡Cielos!
—¿Siempre consigo lo que quiero?
—¿A qué te refieres? —pregunta—. ¿Bella dijo algo?
Resoplo una suave risita. Es por esto que llamé a mi hermana.
—Ella estaba bromeando. Pero hay verdad en todos los chistes.
—Hmm. Bueno, no sé sobre eso, pero diré que nunca te he visto tan preocupado por una mujer antes.
—Quizás no, pero Bella no sabe eso.
—Entonces, házselo saber.
—Eso intento.
—Intenta más —dice algo fuerte—. Para ser alguien tan inteligente, sí que puedes ser estúpido a veces.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunto, repensando mi decisión de llamarla.
—Quiere decir que eres brillante cuando se trata de medicina y terrible cuando se trata de relaciones personales, Edward. Y no solo las románticas.
Me mantengo en silencio por un momento, sopesando sus palabras.
—Lo sé.
—No sé qué quieres que te diga —dice Alice suavemente—. Te amo. Quiero que seas feliz. Pero has estado teniendo problemas con esto por un tiempo. Si nada cambia... nada cambia. —Me encantaría reprocharle sus observaciones irritantes y certeras, pero ella solo está verbalizando lo que ya sé—. Nos preocupamos por ti. Papá se preocupa por ti.
—Mira quién habla.
—No seas así. Él no quiere que repitas sus errores.
Suspirando, cambio de carril.
—Es más fácil decirlo que hacerlo.
—Te gusta Bella, ¿cierto?
—Sí.
—¿Mucho?
—Sí, Alice. Me gusta mucho. Pienso en ella todo el tiempo. Quiero estar con ella. Me frustra que no pueda verla tanto como me gustaría, y me preocupo de que vaya a cagarla y eso será todo.
—Entonces, dile eso —dice Alice—. Y entonces, deja de usar al hospital como una excusa. No le ayuda a nadie. Ni a ti, ni a Bella.
~GMaS~
Viernes por la tarde
Bella
—¿Música? —pregunta él, su dedo sobre la radio.
—Claro. —Me encojo de hombros—. ¿Qué es un viaje sin música?
Dejando su teléfono en mi regazo, pausa en la salida de mi edificio antes de entrar al tráfico.
—Puedes ser la DJ, entonces.
—Excelente. —Me deslizo por su cuenta de Spotify, buscando algo delicado—. Oh... Me encanta Santana. —Es uno de sus Escuchados Recientemente, así que sé que es una elección segura.
—¿Cómo va Tech? —pregunta mientras entramos en la 85. El Tesla se mueve silenciosamente, sobrepasando a los otros coches con facilidad.
La escuela no es algo que tengas ganas de discutir, especialmente ahora que es el fin de semana, pero lo pongo al día, mencionando mi actual carga de cursos.
—...Así que no estoy loca por mi profesor de planificación ambiental y salud, pero no importa. Necesito el curso... y mi agenda es ajustada, comparada al año pasado.
—¿Cuántas horas semestrales tienes que tomar?
—¿En total? 55 horas. Es un programa de dos horas. —Miro al mar de coches centelleando en la luz del atardecer—. Sé que fuiste a Emory para tu título de grado. ¿También te quedaste para la escuela de medicina?
Él asiente, saltándose al carril rápido.
—Universidad, escuela de medicina, residencia... todo. Es una escuela genial.
—Vaya. Debes conocer a todos allí —digo, riendo.
—Especialmente porque mi padre hizo el mismo trayecto —dice, arqueando una ceja.
—Oh, un legado.
—Exactamente.
—¿Dijiste que tu papá no estaba seguro de que quería que fueras un doctor?
—Cierto —dice con un resoplido—. Él realmente intentó convencerme de no hacerlo, pero yo estaba determinado. Nunca me he arrepentido. —Pausa, pasándose los dedos por el cabello—. De hecho, eso no es verdad. —Lo miro. Obviamente, está pensando en algo—. No... No he sentido arrepentimiento, pero me preocupo que lo haré si no hago algunos cambios.
A menudo, no hay nada más que convicción en la voz de Edward cuando habla sobre su trabajo, así que esto es nuevo. Interesante.
Estamos en silencio por un rato. El tráfico comienza temprano aquí los fines de semana, y aunque apenas salimos a tiempo, aún está muy atestado.
—¿Alguna vez me dirás qué pasó? —pregunto—. ¿En el hospital?
—Pensé que te lo dije —dice hábilmente, echándole un vistazo a su espejo retrovisor.
Vacilando, me muerdo el interior de mi mejilla, preguntándome si debería husmear.
—Mencionaste a tu paciente... Realmente lo siento, Edward. Simplemente no estaba segura si había algo más. —Agh. Muy sensible, Bella. Encogiéndome, me echo hacia atrás en el asiento—. No que... que eso no sea importante.
Exhalando lentamente, él tamborileando sus dedos sobre el volante. He notado que él hace esto cuando está nervioso o tenso.
—No, sé a lo que te refieres. Trabajo en emergencias. Veo a las personas morir. —Se detiene, tragando—. La Sra. Ellison estaba en sus ochentas... había estado viniendo por años. Tenía demencia, y creo que se sentía sola después de que murió su marido. No tenía hijos, al menos, no le vi alguno. Ella se convirtió en un tipo de paciente habitual en el departamento de emergencias. —Se encoge de hombros—. Vino el lunes con una tos, y para el martes había muerto por un caso severo de neumonía bacteriana. Yo... nunca había visto algo así. No tan rápido.
No sé qué decir, así que tomo su mano. Él la gira, enlazando sus dedos con los míos.
—¿Crees... que quizás ella estaba lista?
Él traga de nuevo, asintiendo lentamente.
—Quizás.
El silencio nos envuelve. Black Magic Woman de paso a Samba Pa Ti.
—Fue la gota que derramó el vaso, supongo —dice de repente—. Hemos estado cortos de empleados, así que trabajamos de más, y la responsabilidad cae en Kebi y en mí —ella es la jefa de Enfermería en el DE— para que cubramos los puestos. Han sido simplemente un par de semanas malas y... ellos no creyeron que era seguro para mí trabajar en la condición en que me encontraba.
—Sé que sigo diciendo esto, pero no creo que pueda trabajar todas esas horas.
—Muchas personas no pueden. Te acostumbras, pero hay un límite para lo que el cuerpo humano puede resistir. Si no le das lo que necesita, lo toma de todos modos. En este caso... es descanso.
—Tiene sentido —digo, recordando una de mis fases más hécticas de estudio y trabajo. Mientras más aprendo sobre Edward, más sentido tiene su conducta inicial en la calle. Él ha estado llegando a este punto por un tiempo—. Me pone feliz de que estés tomándote el tiempo que necesitas. —Aprieto su mano—. Gracias por traerme.
~GMaS~
Subimos cada vez más las montañas del norte de Georgia, llegando al pueblo de Blue Ridge alrededor de las seis. Nuestra cabaña está apartada de la carretera, rodeada por una luz solar dorada y profunda, y árboles densos y verdes.
Dejando mis bolsos junto a la puerta, cruzo la habitación, atraída hacia las vistas. Un generoso deck rodea la parte trasera, con vista al valle. No hay nada más, nadie más, por kilómetros. Al menos, así es como se siente. Edward se une a mí, abriendo las puertas así podemos salir afuera.
Un suave viento sopla a través del cañón, sacudiendo mi cabello por mi rostro. Cerrando los ojos, me inclino contra el barandal de madera y respiro.
—¿Alguna vez te has quedado en una de estas? Alice y Jasper vienen aquí cada otoño para ver las hojas.
—Solíamos ir a pescar a Ellijay cuando era una niña... usualmente nos quedábamos en una cabaña —digo—. Vine a una despedida de soltera una vez. ¿Tú?
—De hecho, no —dice, su voz desapareciendo mientras vuelve a entrar.
—¿Qué? —le echo un vistazo—. ¡Pensé que dijiste que amabas las montañas! ¿Cómo puedes crecer aquí y nunca quedarte en una cabaña?
—Buena pregunta. —Se ríe, tomando dos botellas de vino—. ¿Tinto o blanco?
—Blanco, por favor. Y déjame adivinar... pasaste tus veranos en Italia o algo.
—Hay rosado, también. Sugerencia de Alice. —Me mira, sonriendo un poco—. Francia, España, los Alpes... nunca Italia.
Pero sigo atascada en Alice. Sonrojándome, regreso adentro y me uno a él en la cocina.
—¿Qué piensa ella de nosotros?
—Ella lo aprueba. —Sus ojos brillan mientras me acerca mi copa—. De hecho, está emocionada.
Tomo un sorbo, sintiéndome algo chispeante mientras me apoyo sobre la encimera.
—¿Y por qué?
—Ella cree que necesito más equilibrio. —Se encoge de hombros—. Y realmente le agradas.
—¿Qué hay de ti? —pregunto, jugando con el corcho de la botella.
—Probablemente me vendría bien un poco de equilibrio —reconoce.
Espero expectante, lanzándole el corcho cuando simplemente me mira y sonríe. Soltando unas risitas, camina alrededor de la encimera, baja su vino, y me toma en sus brazos.
—Bella, espero que sepas que me gustas. Me gustabas cuando eras un dolor en mi trasero, haciéndome llegar tarde al trabajo en estos... —Jala de mis shorts. Estoy irracionalmente satisfecha de que él los recuerde—. Y me gustas más ahora que te conozco. —Inclinándose, me besa.
Deslizando mis brazos alrededor de su cuello, regreso el favor, disfrutando del sabor a vino en su lengua, la forma húmeda en que se enreda con la mía. Cada vez que nos besamos, estamos hambrientos, como si no pudiéramos obtener suficiente. Sus manos aferran mis caderas, y se presiona contra mí, ya duro contra mi estómago.
—También me gustas —susurro, jugando con el suave cabello en su nuca—. Probablemente más de lo que debería.
Nuestras bocas se separan, pero él me sostiene incluso más cerca, sus palabras cálidas contra mi oreja.
—Quiero hacer que esto funcione. No quiero herirte.
Cierro los ojos. Él huele tan bien.
—Ayer, cuando viniste, pensé que venías a terminar conmigo. Pensé... como no habíamos hablado en un tiempo, y... —Sacudiendo la cabeza, suspiro suavemente—. Puede que no quieras herirme, pero podría pasar, ¿sabes?
Apartándose, agacha la cabeza así puede mirarme a los ojos.
—He estado pensando mucho en esto. Mi carrera siempre va primero, y la mayoría de mis relaciones han sufrido por eso. —Pausa, buscando mis ojos—. Pero no quiero que eso pase contigo. Con... nosotros.
—Tampoco quiero que eso pase —admito. Y ahí se va el mantenerlo divertido y casual. Lo siento, Vicky. Creo que me engañé.
—Quiero intentarlo contigo.
—¿Intentar qué? —pregunto, conteniendo una sonrisa.
—Tener una relación. —Cierra los ojos, sacudiendo la cabeza—. Al diablo intentar. Quiero tener una relación contigo.
Mi corazón comienza a martillear. No he tenido una relación seria desde que era estudiante de grado, y tengo la certidumbre que nunca he conocido a alguien como Edward.
—Yo también.
~GMaS~
El día da paso a la noche, el cielo naranja se vuelve violeta con el anochecer. Las estrellas cobran vida, brillantes contra el horizonte neblinoso. Asamos unos bifes y bebemos vino en el deck, disfrutando de la vista y del otro. A veces es fácil pasar el tiempo con algunas personas, y Edward es una de ellas. Él es inteligente, pero nunca condescendiente, y directo, pero nunca insensible.
Él se vuelve cada vez más adorable con el paso de la noche, y aunque sé que es el vino y el romance de todo, la respuesta es obvia cuando él toma mi mano y dice:
—Probemos el jacuzzi.
—Oh. —Me río, permitiéndole dirigirme de nuevo hacia el interior—. Este lugar es como... un centro de seducción.
—Pensé que querías ser seducida —dice, encendiendo las luces así podemos ver apropiadamente. Sus mejillas están un poco rojas, probablemente porque hemos estado bebiendo, pero más que eso, parece estar sereno.
—Así es. —Lo suelto y tomo mi bolso del suelo. Mi bikini está allí, en alguna parte—. Sí quiero.
Su risa me sigue hacia el baño, donde me cambio rápidamente. Cuando emerjo, Edward ya ha desaparecido. Camino por el deck inferior, donde lo encuentro jugueteando las perillas del jacuzzi. Las burbujas aparecen con un satisfactorio rugido.
—No más vino —anuncio, disfrutando de la manera en que los ojos de Edward me miran mientras subo. El agua está tibia como mucho, pero lentamente calentándose.
—Estoy de acuerdo. —Entra y se ubica a mi lado.
Ahora es mi turno de observar. Él está bastante pálido, pero también jodidamente definido, brazos tonificados, un estómago plano y musculoso e increíbles pectorales. Vaya. Supongo que él encuentra tiempo para entrenar.
—Está bien —susurro, observando su pecho—. ¿Por qué estás de acuerdo?
—Porque —dice, levantando mi barbilla, y mi mirada—. He tenido suficiente.
—Oh, sí. Estaba pensando... el jacuzzi. ¿No es inseguro... —pauso, distraída por lo cerca que se encuentra— beber y jacuzzi?
—¿Estás usando jacuzzi como verbo? —Llevando sus manos a mi cintura, me levanta y me ubica sobre su regazo.
Asiento, encontrándolo en otro beso. Nos besamos como adolescentes por un rato, besando y besando hasta estar desesperados, en este punto pierdo la parte superior de mi bikini.
—¿Estás con la píldora, cierto? —pregunta, succionando mi pezón en su boca.
Mi cabeza cae hacia atrás, ligera con lujuria. Y jacuzzi.
—Sí, pero deberíamos usar algo —jadeo.
—Lo haremos. —Levantándose, voltea y me sienta al borde del jacuzzi. Y entonces, manteniendo sus ojos en los míos, lentamente se sumerge en el agua, sus dedos tirando de la parte inferior de mi bikini. Levando las caderas, permitiéndole que lo haga, sosteniéndome con mis brazos. Una suave brisa roza mi piel, haciendo que mis pezones se endurezcan aún más.
Pero eso no es la única cosa que me hace estremecer. Edward mira a mi coño, una sonrisa relajada en sus labios hinchados. Y entonces besa mi clítoris, una y otra vez. Jadeo temblorosamente, mordiéndome el labio mientras él lame, yendo más profundo. Descanso mi mano en su cabello, sintiéndome derretir en su boca mientras trabaja sobre mí. Ha pasado mucho tiempo, y me corro rápido, la fuerza y el placer en él robándome la fuerza.
Edward vuelve a subir, jalando de mi cuerpo desnudo hacia sus brazos y deslizando su lengua por mi boca.
—Vayamos arriba.
Tomando su rostro en mis palmas, le devuelvo el beso.
—Vayamos.
Sus manos sostienen mi trasero y le da un apretón. Hay algo realmente sexi sobre estar desnuda a su alrededor cuando él aún tiene su traje de baño. Me alejo de él por primera vez en al menos una hora, satisfecha por el deseo en su hermoso rostro. Estoy en problemas, y no puedo esperar. Compartiendo una sonrisa, salimos y nos envolvemos, temblando, con toallas. Se vuelve más frío aquí arriba de noche, incluso en el verano.
Arriba, comienzo a caminar hacia la ducha, pero Edward me lleva hacia la cama, acostándome y trepando sobre mí.
—Estamos mojando toda la cama —digo con una risita, retorciéndome cuando él lame alrededor de mis pezones.
—Está a punto de estar más mojada —dice. Está desnudo ahora, tan duro que su polla toca su estómago... y el mío, ahora que estamos presionados el uno contra el otro—. Te deseo —dice, deslizando sus dedos dentro de mí—. Te he deseado por un largo tiempo. —Jadeo, envolviendo mis piernas alrededor de él, pero él logra escaparse—. Espera.
Regresando segundos después, rápida y eficientemente se coloca un condón y regresa a su lugar entre mis piernas. Nos besamos, nuestros cuerpos moviéndose juntos hasta que él me sujeta y entra en mí, llenándome.
—Mmm. —Me aferro a Edward mientras se mueve sobre mí, dentro de mí, manteniéndome abierta y lista para recibir lo que sea que quiera darme. Él es grande, pero más importante, sabe lo que hace, jugando con mi cuerpo como una armónica. O quizás como un doctor. Uno que tuvo sobresaliente en anatomía.
—Mmm —concuerda, sonriendo. Desciende, posicionándose sobre mí, y me besa. Es tan íntimo, y él está tan cerca que me corro de nuevo, más suave, más gentil—. Buena chica —susurra, y entonces retrocede, rodeando su brazo por debajo de mi rodilla. Más profundo, acelera el ritmo, gotas de agua caen de su cabello mientras observa dónde nuestros cuerpos se unen.
Nuestros ojos se encuentran. Me estiro, toco su mejilla, y él se viene, una ligera sorpresa en su rostro antes de cerrar fuertemente los ojos. Lo superamos juntos, meciéndonos hasta que él se detiene, colapsando a mi lado y besando mi rostro.
—Eso estuvo tan bueno —susurro.
Mi corazón duele de lo bueno.
~GMaS~
Sábado por la mañana
Edward
La pálida luz de la mañana entra por las ventanas que no nos molestamos en cerrar anoche.
Sin embargo, no es la luz lo que me despertó. Fueron los suaves labios dejando besos en mi estómago, los mechones de cabello haciendo cosquillas en mi piel. Estoy sonriendo incluso antes de abrir los ojos, levantando a Bella antes de que baje más.
—Ven aquí, nena —digo, mi voz ronca por el sueño. O en realidad, la falta de este.
Bella vuelve y se sienta sobre mí, su cuerpo hermoso y desnudo casi brillando en la luz. Su cabello largo y marrón está enmarañado y rizado, y lo toco, frotándolo entre mis dedos.
—Hola —dice, estirándose sobre mí.
—Hola. —Descanso mis manos en su adorable trasero, dándole un apretón. Ella está justo sobre mi polla, la cual está lista para la acción a pesar de actuar dos veces anoche—. ¿Qué hora es?
—Oye, Siri —dice ella. Me río cuando su teléfono cobra vida del otro lado del cuarto—. ¿Qué hora es?
—La hora es diez, cero, siete, a.m. —responde Siri.
Bella me sonríe, besando mi pecho.
—¿Dormiste bien?
Pero esos ojos oscuros de ella brillan con travesura.
—Dormí genial.
Me río un poco, porque no hubo mucho descanso anoche.
—Realmente tienes ojos hermosos —dice, inclinando la cabeza—. Quería decirte eso. Cambian... hoy están entre gris y verdes.
—Los heredé de mi mamá. La conocerás... ellos han estado preguntando si vendrás a almorzar.
Ella asiente lentamente, observándome.
—Me gustan tus pecas —digo. Ella frunce la nariz, haciendo una cara, pero sigo—. No sabes lo mucho que pienso en esas pecas. Esos ojos enormes y marrones. —Meto una mano por debajo de las mantas, dándole un apretón—. Este... trasero... de aquí.
Envolviendo mi otra mano en su cabello, la acerco y la beso, dejándola deslizarse arriba y abajo hasta que ella se aparta con un jadeo, su pecho agitado. Sin otra palabra, se pone de pie, tomando su calidez con ella, y camina hacia el vestidor, dándome la oportunidad de admirarla. Cuando regresa, es con otro condón.
Doblando mis manos por detrás de mi cabeza, la observo colocarlo.
—Insaciable.
—No soy la única —dice con una sonrisa ladina, dándole un apretón a mi polla.
Ella no tiene idea.
—Definitivamente no eres la única.
Sentándose a horcajadas, se mueve sobre mí hasta que me encuentro dentro de ella. Estoy completamente despierto ahora, manos en sus caderas, ayudándola a montarme. Nos miramos, jalando y empujando, tocando y apretando. Es hacer el amor un domingo, perezoso, lento. Su cabello cae sobre su hombro y lo aparto, queriendo una vista libre de sus pechos. Sus suaves y redondos pechos, pezones como cerezas.
Me siento, tomando uno en mi boca. Ella gruñe, sosteniéndome cerca, y entonces lo que comenzó como un baile lento y sensual, se vuelve en otra fiesta sexual.
—Edward —chilla, contrayéndose a mi alrededor cuando se corre un minuto después. Al momento en que ella desacelera, yo acelero, girándola sobre su estómago así puedo tomarla por detrás. Ese trasero ha estado tentándome desde... desde siempre.
Me toma más tiempo correrme. Tengo treinta y cinco, no veinticinco, y esta es la tercera vez en horas. Pero no me molesta. Bella es cálida, y está húmeda, y bueno, ella lo comenzó.
~GMaS~
—Hay viñedos cerca —digo, tomando un sorbo de mi café—. ¿Quieres verlos más tarde?
Estamos en el deck, después de desayunar. Bella está apoyada sobre el barandal, sosteniendo su taza y observando las nubes negras y pesadas que se avecinan.
—Claro. Si quieres. —Echa un vistazo por encima de su hombro, sus mejillas sonrojadas—. Quiero asegurarme de que realmente estés descansando.
—¿En serio? —pregunto, bajando la taza. Levantándome, me uno a ella—. Porque fuiste despiadada anoche... y esta mañana.
Sus ojos se llenan de diversión.
—Medicina sexual.
—Ah. Eso lo explica. —Asiento, frotando la barba incipiente en mi barbilla—. Me siento bastante increíble hoy.
Resoplando, se acurruca contra mí. Envuelvo mis brazos a su alrededor. Es natural ahora—sin vacilar. Se siente bien. Todo esto se siente correcto.
—Podemos hacer lo que quieras —dice, mirándome—. Solo... —Aparta la mirada de repente—. Solo quiero estar contigo.
—También quiero estar contigo. Lo que dije fue en serio. —Llevo su rostro suavemente hacia el mío, frotando mis pulgares sobre sus suaves mejillas.
Ella sonríe, asintiendo.
—Yo también.
—Lo digo en serio, Bella. —Intensifico mi agarre antes de que ella diga algo—. No quiero que te vayas a ninguna parte.
—¿Ni siquiera de esta montaña? Eso puede ser considerado secuestro, ya que...
—Lo digo en serio.
Se calla, sus ojos bien abiertos.
—Bueno, yo también.
—¿Sabes que nunca alguien me ha llevado el almuerzo antes? ¿Ni siquiera Alice?
Sacudiendo la cabeza, se ríe un poco.
—Bueno, alguien tiene que cuidar de ti, Edward. Tú cuidas de todos los demás.
—¿Quieres ser ese alguien? —pregunto, mi pecho contrayéndose.
—No lo sé. ¿Me dejarás serlo?
Nos miramos por un largo momento.
—Sí.
Un trueno retumba sobre el cañón, sobresaltándonos, y Bella se ríe.
—Creo —dice, poniéndose de puntitas de pie para besarme—, que eso fue una señal.
Pero no necesito una señal.
Solo la necesito a ella.
Fin
DE: Departamento de Emergencias, en el hospital usan ese término y no tanto Sala de Emergencias.
Tubing es una actividad recreativa donde un individuo se coloca en la parte superior de un tubo interior, ya sea en el agua o nieve. Los tubos son también conocidos como "donuts" o "galletas" debido a su forma.
Uber Eats es una plataforma en línea de entrega de alimentos a domicilio, que fue creada por Uber en 2014 en San Francisco, California.
Grubhub Inc. es una plataforma estadounidense de pedido y entrega de alimentos preparados en línea y móvil propiedad de Just Eat Takeaway.
Comencé la historia en mi cumpleaños, la termino en el cumpleaños de mi sobrina jajaja. Varias saben que tengo un toc con los números, implica para todo lol.
Gracias por leer, por dejar review y por los saludos por mi cumpleaños. ¡Nos leemos en la próxima traducción! Estén atentas al grupo :)
~Pali
