Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!


Capítulo 7

Edward

Maldije cuando miré mi correo. Ni bien había regresado a la oficina, había arrancado a toda marcha, persiguiendo subcontratistas para asegurarme que iban a darme números competitivos. Seth, uno de nuestros tasadores juveniles, estaba ayudándome. Él era un niño brillante, pero no sabía lo suficiente aún.

Tomé el teléfono de mi escritorio, presionando su extensión. Él respondió al primer llamado.

—¿Hola?

—¿Qué quieres decir con que Crowley no presentará una oferta? —pregunté, fulminando con la mirada a mi correo. Escuché a Seth vacilar.

—Oh, bueno, él tiene mucho trabajo, supongo, y dijo que no podía tomarlo...

Fruncí el ceño.

—¿Hablaste con él?

—Te reenvíe su correo.

Puse los ojos en blanco tan fuerte que casi me dolió.

—No puedes simplemente enviar un correo y darlo por hecho —gruñí—. Olvídalo. Haré que Crowley se sume. ¿Cómo estamos de electricistas?

Seth me puso al tanto, y asentí, haciendo una nota mental de llamar a uno de los subcontratistas.

—Bien, mantenme informado. Levanta el teléfono, amigo, hazles a estos tipos una llamada. No temas pasar un minuto hablando con ellos.

Escuché los nervios en la voz de Seth.

—Oh, está bien.

Asentí, terminando la llamada. Llevé mi atención hacia mi bandeja de entrada y sacudí la cabeza, leyendo el correo de Seth a Crowley. Con razón Crowley no quería ofertar.

Me coloqué los Air Pods y llamé a la oficina de Tyler.

—CSC, esta es Amanda.

—Hola, Amanda, soy Edward Cullen. ¿Se encuentra Tyler Crowley, por favor? —Me aseguré de que mi voz fuera amable, casi al borde de seductora mientras hacía la pregunta. Ella vaciló por un momento antes de transferir la llamada. Usualmente era muy fácil hacer que las personas hicieran lo que necesitaba por teléfono. Era más fácil en persona, pero con los años, podía lograr el tono correcto.

—Crowley —dijo, levantando su extensión. Sonreí, reclinándome en el asiento.

—Tyler, soy Edward.

Tyler cacareó, y sacudí la cabeza, sonriendo.

—Ed, amigo. ¿Cómo estás?

Me acomodé detrás de mi escritorio, sabiendo que a Crowley le encantaba hablar.

—Estoy bien, hombre. Ansioso por regresar al campo. —Odiaba el golf, pero Crowley lo amaba, y era algo con lo que podría mantenerlo interactuando conmigo. Era todo lo que él necesitaba. Él comenzó, alardeando sobre su último juego, y me recliné, escuchando y riendo cuando era apropiado. No me agradaba Crowley en particular, aunque tampoco tenía algo en contra de él. Era una relación de trabajo, pero de todos los tipos con los que tenía que charlar por interés, él tendía a ser de los más agradables. Estaba más que feliz de pasar tiempo con él al teléfono.

No mencioné la oferta por al menos diez minutos, mientras pasábamos tiempo poniéndonos al día. Al final, una vez que él me había contado sobre su coche nuevo—una cosa deportiva que costaba demasiado, fui capaz de mencionarle la oferta.

—Oye, ¿no sé si te llegó la invitación para esta licitación en el acuario?

Tyler vaciló.

—Sí, mi equipo lo vio. Estamos llenos de trabajo, amigo.

Asentí.

—¿Has tenido la posibilidad de mirarlo? Ni bien vi los planes, pensé en ti. —Halagos. Los halagos siempre funcionaban con Crowley.

—¿Qué es? —preguntó, interesado. Sonreí.

—Un nuevo laboratorio en el acuario. Un edificio ecológico, de última generación. Será algo bastante ligero —dije, sacudiendo la cabeza. Mamá realmente se había superado con estos planes. Crowley tarareó, incapaz de resistirse.

—Déjame echarle un vistazo.

Asentí. Sabía que si podía hacer que mirara los planos, él estaría adentro. De ninguna manera Crowley se perdería la oportunidad de ser parte de un trabajo tan prestigioso. Tenía grandes conexiones filantrópicas, y sabía que la publicidad del proyecto llevaría una luz de oro a cualquier compañía que trabajara en él.

Me dije a mí mismo que esta era la razón por la que estaba trabajando duro para conseguir este proyecto y que no tenía nada que ver con la tigresa que me había tomado por sorpresa al usar ese vestido rojo hoy.

Carajo, ese vestido.

¿Cuando la modestia se había vuelto tan sexi? Bella lucía elegante, profesional, y agonizantemente atractiva. Casi había sido doloroso ver cuántas cabezas ella había volteado hoy.

Estuve agradecido de que hubiera llevado a Mike y a Ben conmigo al recorrido. Ben había estado concentrado y fue capaz de ponerme al tanto de lo que me había perdido durante el paseo mientras había estado distraído con Bella. Mike, ese maldito, se había desconectado aún más que yo, enfocándose en Bella. Él dejó bien en claro lo hermosa que la encontraba, y me había costado todo mi autocontrol no darle un puñetazo en la boca mientras regresábamos a nuestras camionetas. No podía arruinar una relación de trabajo de veinte años con su familia y la mía porque él hizo comentarios despectivos sobre Bella, pero sin dudas quería hacerlo.

Terminé mi llamaba con Crowley, consiguiendo una promesa de que él revisaría la oferta. Regresé a mi laptop y chequeé la hora. Eran casi las cinco, y aunque trabajaba hasta tarde, el mundo de la construcción en mayor parte terminaba las cosas temprano. Era un milagro que Crowley incluso hubiera estado allí cuando llamé a su oficina.

Suspirando, terminé algunos papeles antes de juntar mis cosas. De camino a la salida, vi a mi mamá dirigiéndose hacia su coche.

—Edward —llamó mientras me acercaba a ella.

—Hola, mamá.

Ella se estiró, llevándome a un abrazo rápido. Moví mis cosas alrededor para abrazarla con un brazo.

—No te he visto. ¿Cómo estuvo tu día?

Me eché hacia atrás y reacomodé las cosas en mis brazos.

—Estuvo bien. Tuve el recorrido en el acuario esta mañana.

Mamá sonrió de oreja a oreja.

—Oh, ¿en serio?

Sonreí.

—Sí, tenías razón; es un buen proyecto.

Mamá lucía como el gato que se comió el canario.

—Mhmm —tarareó. Ignoré su júbilo.

—Llevé a Ben y a Mike conmigo. Ben estuvo muy interesado, creo que tendremos una buena posibilidad. —Mamá tenía esa sonrisa absurda en su rostro, y sacudí la cabeza—. Mamá —me quejé.

—¿Qué? No he dicho nada —protestó, su rostro cubriéndose en una máscara de perfecta inocencia. Exhalé.

—Bueno, no lo hagas —mascullé. Mamá lucía satisfecha mientras ladeaba la cabeza.

—Cariño, estás demasiado tenso. —Se estiró hacia mí, apretando mi bicep—. Ven a cenar este fin de semana. —La manera en que lo pidió sonaba como si nunca iba a visitar cuando Emmett y yo estábamos allí casi todos los fines de semana. Mierda, toda la familia había estado allí el fin de semana pasado por su cumpleaños.

—Voy a estar un poco ocupado este fin de semana —dije, señalando a los planos en mis brazos. Mamá frunció el ceño.

—No puedes trabajar todo el fin de semana —protestó—. Ven a cenar el domingo.

No se podría discutir con ella, y suspiré, asintiendo.

—Sí, por supuesto, iré.

Mamá sonrió, extendiendo una mano y dándome unas palmaditas en la mejilla.

—Bien. —Bajó la mirada hacia los planos en mis manos y sacudió la cabeza—. Tómate el resto de la noche, cariño. Trabajas muy duro.

No respondí, dándole una pequeña sonrisa a cambio. Ella se estiró para besar mi mejilla antes de subir a su coche. Me quedé allí mientras ella daba marcha atrás, esperé a que ella se fuera antes de sacudir la cabeza y girar hacia mi camioneta.

—Hola, Edward.

Levanté la mirada hacia Chelsea, asintiendo. Ella se dirigía hacia su brillante BMW blanco, sus tacones resonando en el asfalto del estacionamiento.

—Hola, Chels.

Ella inclinó la cabeza a un lado, su largo cabello rubio asomándose por su hombro.

—¿Día duro?

Sonreí tensamente.

—Solo tengo mucho trabajo por delante.

Ella miró los planos en mis brazos y asintió.

—¿Es el trabajo en el acuario? —asentí—. Ya ordené a las chicas que comenzaran el paquete de oferta esta mañana. Deberíamos tenerlo listo para el martes.

Le sonreí. Chelsea era jodidamente eficiente, algo que apreciaba profundamente de ella.

—Gracias, Chels, eres la mejor.

Ella me ofreció una sonrisa gigante.

—Es un placer, Edward. Parece un trabajo increíble. Solo la buena prensa que viene con este proyecto hace que lo valga. Es el sueño de un equipo de marketing.

Sonreí, asintiendo de acuerdo.

—Sí, he pensado en eso también. Sería genial expandirnos a un nuevo terreno.

Chelsea me sonrió. Ella realmente era hermosa; presentable, cuidada, inteligente.

—¿Vas a trabajar todo el fin de semana? —preguntó, asintiendo hacia los planos en mis brazos. Bajé la mirada hacia ellos y asentí.

—Seguramente.

Ella sonrió, comprendiendo.

—Bueno, estaré cerca. Mis planes fueron cancelados, así que si necesitas algo, solo llámame.

Me detuve, mirándola. Era lo más cercano que ella había estado de invitarme a salir directamente. Ella me miró a los ojos, y sabía que estaba hablando a un nivel personal, más que profesional. Abrí la boca, mi reflejo de coquetear en respuesta. Pero vacilé, pensando en Bella, su dulce sonrisa, sus ojos cálidos, ese maldito vestido rojo. No estaba atado a Bella, solo almorzamos una vez, y difícilmente podría llamarse una cita ya que su hija había estado con nosotros. Estaba completamente soltero, libre para aceptar la oferta de Chelsea, y aún así, algo me detenía.

—Gracias, Chels. —La miré, sus ojos azules observándome abiertamente, esperando que mordiera el anzuelo—. Te enviaré un correo si soy capaz de conseguir un equipo, pero tengo que hablar con Marcus y Sam sobre la disponibilidad primero. Probablemente no tendré nada para ti este fin de semana.

Observé con cuidado su rostro, y vi sus cejas fruncirse ligeramente antes de asentir, quitando la expresión.

—De acuerdo, me parece bien. —Su voz se mantuvo firme, y silenciosamente solté el aliento, esperando que ella realmente estuviera tomando esto bien—. Ve con calma, ¿de acuerdo? Y llámame si surge algo.

Le asentí mientras ella saludaba con la mano, girando hacia su coche. Subió a su BMW, y yo me di la vuelta hacia mi camioneta, subiendo antes de que alguien más pudiera detenerme. Dejé mi laptop y mis planes en el asiento del pasajero, frunciendo el ceño.

No había realmente una razón para no aceptar la oferta de Chelsea. Ambos éramos adultos solteros y mayores, y sabía que ella estaba buscando algo sin complicaciones, exactamente como yo.

Suspiré, exhalando profundamente y sacudiendo la cabeza, decidiendo que no quería intentar resolver esta mierda mientras estaba sentado en el estacionamiento.

Encendí mi camioneta y salí del estacionamiento, rumbo al centro.

Mi apartamento estaba ubicado en el vecindario First Hill, junto al centro. Había estado viviendo allí un par de años ya, y aunque no era donde quería vivir el resto de mi vida, hasta ahora había sido un lugar increíble. El viaje podía ser una pesadilla a veces, pero mi departamento se encontraba cerca de un par de bares y restaurantes increíbles, lo que generalmente compensaba eso.

Navegué por el tráfico francamente de pesadilla, estacionando en mi garaje privado con alivio. Tomé todas mis cosas antes de bajar de la camioneta y cerrarla.

Caminé hacia el ascensor, presionando el botón de mi piso ni bien llegó.

Las puertas comenzaban a cerrarse, pero una mano se deslizó, haciendo que se volvieran a abrir.

—Oh, hola, Edward.

Internamente gruñí.

—Jessica.

Ella me miraba con ojos bien abiertos, su lujuria por mí era evidente en su rostro. Jessica se había mudado cerca de cuatro meses atrás, del otro lado del pasillo, y no había sido exactamente sutil en su cacería por mí. Teníamos horarios similares de trabajo, o quizás ella ahora estaba acosándome, esperando a que regresara a casa porque ella siempre parecía estar allí cuando subía al ascensor.

—¿Cómo estás? —preguntó, su voz jadeante, su pecho prácticamente asomándose por su top de bajo escote. Apenas la miré.

—Bien.

Su perfume olía barato, y era abrumador en los confines del elevador. Intenté contener el aliento e ignorarla, pero ella lo hacía difícil, moviéndose así se encontraba en mi línea de visión.

—¿Algún plan para esta noche? —preguntó, lamiéndose los labios brillantes. Las puertas del ascensor se abrieron, y pasé por su costado, prácticamente corriendo por el pasillo mientras gritaba sobre mi hombro.

—¡Síp!

Entré a mi apartamento y cerré la puerta detrás de mí antes que ella pudiera decir algo más. Demonios. Incluso si no tuviera mis pensamientos ocupados con Bella, o la propuesta mucho más elegante de Chelsea, mi cabeza nunca voltearía hacia Jessica. Ella estaba muy desesperada, era muy demandante. Había algo francamente aterrador en sus ojos, una posesividad que iba más allá de la locura. No quería nada que ver con esa mujer.

Me aparté de la puerta, soltando las llaves en el gancho antes de dejar caer mis cosas en el cuarto de invitados que funcionaba como mi oficina.

Luego, fui hacia mi cuarto, quitándome los zapatos y rápidamente cambiando mis pantalones de vestir por unos de chándal y una camiseta de la universidad. A pesar de lo que le había dicho a Jessica, mis planes para esta noche consistían en comer pizza, beber cerveza, y distraerme frente al televisor.

~WG~

Me detuve frente a la casa de mis padres y contuve un gruñido. La camioneta de Emmett ya estaba aquí, así como el Lexus de Alice. Diablos.

Aparqué, bajando y dirigiéndome hacia la casa. Abrí la puerta de entrada y contuve un suspiro cuando escuché la voz fuerte de Alice gritarle a Emmett sobre algo. Mi hermanita puede ser pequeña, pero ella era más alta que nadie que conocía.

Vacilé junto a la puerta, preguntándome si realmente valía la pena venir. Nadie me había visto aún; podría escabullirme.

Brutus, el enorme perro de Emmett, soltó un ladrido al verme cerca de la puerta, y suspiré.

—Gracias, amigo —gruñí, agachándome para acariciar su cabeza. Él ladró de nuevo, chocando mi mano con felicidad, y escuché a Alice doblar la esquina.

—¡Edward está aquí! —gritó; su rostro iluminado con su emoción. La observé con cuidado.

—Alice, ¿por qué estás gritando?

Ella puso los ojos en blanco y me ignoró, tomando mi brazo y jalándome hacia la sala principal. Su agarre era intenso, realmente quise hacer una mueca de dolor. Santo cielo, ella era fuerte.

—Edward, quiero que conozcas a mi amiga, Heidi. Heidi, este es mi buen hermano del que te estaba hablando —dijo Alice, empujándome frente a una impresionante rubia. Ella me sonrió, sus ojos me estudiaron de arriba abajo, y apenas contuve mi frustración.

—Un placer conocerte —dije educadamente mientras Emmett protestaba del otro lado del cuarto sobre que yo fuera el buen hermano.

—Alice me ha contado mucho de ti —ronroneó Heidi, acercándose para estrechar mi mano. Me moví sobre mis pies, incómodo.

—Estoy seguro que gran parte no es certero —dije, echándole un vistazo a mi hermana. Ella me ignoraba diligentemente.

—¿Ella dijo que eras muy exitoso? —preguntó Heidi, y di un paso hacia atrás, soltando su mano.

—No más que Emmett —dije, desesperadamente queriendo lanzarlo a él. Él se animó donde estaba enfurruñado al otro extremo del cuarto, y ella lo miró, curiosa—. Disculpa —dije, alejándome de ella. Si quería ser consentida por alguien, ella podía mirar a Emmett. Sabía que a él no le importaba salir con mujeres que buscaban un viejo forrado, un término que me asqueaba por completo.

Fulminé con la mirada a Alice mientras me dirigía a la cocina, encontrando a mamá frente a la estufa.

—Hola, mamá —dije, inclinándome para presionar un beso en su mejilla.

—Edward, llegaste —dijo, iluminándose. Asentí.

—Dije que vendría —le recordé. Ella asintió—. ¿Sabías que Alice traería a una amiga? —pregunté, bajando la voz. Mamá lanzó una mirada furiosa por encima de mi hombro, frunciendo el ceño hacia la sala.

—No, no sabía. —Mierda, su tono era casi helado. Estaba contento de que ella no estuviera enojada conmigo. Levantó la mirada hacia mí, estudiándome—. No estás interesado en ella, ¿o sí?

Resoplé.

—Acabo de conocer a la mujer, y puedo decirte que no estoy interesado en ella —susurré. Mamá asintió, satisfecha—. No puedo decir lo mismo de Emmett —advertí.

Mamá suspiró.

—Tu hermano... —masculló, de forma pesimista—. No te preocupes, cielo. No dejaré que ella ponga sus garras en mis niños.

Ella sonaba extremadamente amenazante, y parpadeé, atónito. Ella me dio una sonrisa brillante antes de voltear hacia la estufa.

—¿Buscarías a tu padre? Creo que él se encuentra en su estudio hablando por teléfono, y la cena estará lista en cualquier momento.

Observé la salsa que ella estaba revolviendo. Parecía algún tipo de sopa, y podía ver la carne asada descansando en la encimera. Mierda, tenía hambre.

Asentí, escabulléndome de la cocina y dirigiéndome hacia la oficina de mi papá. Él se encontraba encorvado sobre su teclado cuando toqué a su puesta, y me miró, parpadeando cuando entré.

—Oh, hola, hijo —dijo, ofreciéndome una sonrisa. Le asentí.

—Hola, papá. La cena ya casi está lista.

Él asintió, echándole un vistazo a su computadora. Hizo un clic en la pantalla para suspenderla y se puso de pie.

—¿Cómo has estado?

Me encogí de hombros.

—Ocupado.

Papá asintió y me dio unas palmadas en la espalda en saludo mientras abandonábamos su oficina.

—Huele bien —masculló. Asentí de acuerdo. Olía realmente bien.

Bajamos las escaleras hacia el comedor, donde mamá nos estaba indicando que nos sentáramos. Normalmente, ella hacía que Emmett se sentara de un lado de la mesa mientras que Alice y yo nos sentábamos frente a él. Era un hábito desde que éramos niños, y Emmett comenzaba peleas con cualquiera que estuviera cerca de él. Era más fácil dejar que él tenga su espacio, especialmente cuando él se ponía travieso en la mesa.

Esta noche, sin embargo, parecía que me sentaría a su lado mientras que Heidi se encontraba entre Alice y mi mamá. Eché un vistazo a mamá, que estaba deliberadamente ignorándome, fingiendo inocencia.

Tomé asiento junto a Emmett, quien me dio una sonrisa pícara.

Mierda.

No nos habíamos metido en una guerra de comida en años. Éramos adultos, y lográbamos de alguna manera trabajar juntos bastante bien. Era algo sobre estar en la casa de nuestros padres frente a la mesa que sacaba el lado adolescente nuestro.

—No —siseé. Su sonrisa se agrandó aún más.

Mamá pasó la botella de vino, la cual seguí pasando, eligiendo en cambio tomar una cerveza del refrigerador.

—¡Tómame una! —Em me gritó cuando estaba en la cocina, y consideré ignorarlo, pero sería inmaduro, y sabía que solo traería problemas entre nosotros. Regresé a la mesa y le tendí la botella mientras me sentaba. Él me sonrió, sus hoyuelos se asomaron.

—Y bien, Heidi —dijo mamá, comenzando a pasar las guarniciones. Em tomó el puré de papás y se sirvió casi medio bol en su plato. Lo fulminé con la mirada—. ¿Cómo conoces a Alice?

Miré a Heidi, quien se lamía los labios mientras me observaba, a pesar de la pregunta directa de mi mamá.

—Trabajamos juntas —dijo, finalmente apartando la mirada de mí y llevándola hacia mamá.

Mamá no parecía estar sorprendida.

—¿Oh? ¿De qué manera?

Alice se enfureció del otro lado de la mesa.

—Heidi es una de los líderes de los equipos —dijo Alice, inclinándose hacia adelante para darle una mirada a mamá—. Ella y yo prácticamente manejamos todo el departamento entre las dos.

Mamá no parecía estar convencida, y miró a papá para verlo ligeramente divertido.

—Eso suena como mucho trabajo —comentó mamá. Heidi la miró.

—Delego muy bien —dijo tensamente. Mamá asintió, su rostro educado y cortés.

—Imagino que debes hacerlo, al tener tanta responsabilidad. —No podía deducir cómo mamá lograba no sonar tan condescendiente al mismo tiempo que sonaba completamente genuina.

—Mamá —siseó Alice. Mamá la miró inocentemente.

—¿Qué? Si las dos realmente cargan el peso del departamento, imagino que es mucho trabajo. Sería importante saber cómo delegar en esa posición, Alice. —El tono de mamá estaba al borde de la reprimenda, y Alice puso los ojos en blanco, sirviéndose un poco de ensalada. Heidi lucía confundida, y por un breve momento, me sentí mal por ella. El problema era que Heidi no era la primera amiga cazafortunas que Alice traía aquí. Ni siquiera éramos tan ricos—al menos, yo no lo era. Tenía muchos préstamos estudiantiles que aún seguía pagando, y aunque tenía una buena camioneta, mantenía la mayoría de los costos en mi vida al mínimo. Emmett no fue a la universidad como yo, y le gustaba vivir una vida más ostentosa, lo que quería decir que la mayoría de las mujeres lo veían y veían el gran ingreso de dinero disponible. No tenía idea de por qué mi hermana pasaba el tiempo con mujeres así cuando ella estaba lejos de ser ese tipo de persona.

Le eché un vistazo a Emmett, que estaba tomándose su tiempo al servir las judías verdes en su plato. Él las estaba sirviendo prácticamente una a la vez, y me sentí cada vez más impaciente con él. Me sonrió, y me di cuenta que lo estaba haciendo a propósito.

Cabrón.

—Edward —dijo mamá, llamando mi atención. La miré—. ¿Cómo va la oferta para el acuario?

Asentí una vez, feliz de hablar de eso.

—Va en buen camino. Tengo muchos SDI por enviar a primera hora el lunes.

—¿SDI? —preguntó Heidi, batiendo sus pestañas cuando la miré.

Vacilé.

—Solicitud de información. —Realmente no quería explicarle todo el proceso de licitación, mayormente porque tenía la sensación que a ella no le importaba realmente.

—¿Y cuándo verás a la encantadora Bella de nuevo? —preguntó mamá. Hubo una pausa tensa en el cuarto, y me sentí quedarme sin palabras por un momento. Mamá, bendita sea, acababa de apuñalarme con el mismo salvavidas que intentaba lanzarme.

Sentí la mirada de Emmett fulminarme por detrás mientras miraba a mi mamá.

—Supongo que la veré cuando presentemos la oferta —dije lentamente. Mamá puso los ojos en blanco.

—¿Cuándo vas a invitarla a salir de nuevo?

Deminos, mamá. Todas las miradas estaban sobre mí mientras trataba de encontrar algo qué decir. Heidi me miraba con ojos entrecerrados, al igual que Alice. Papá lucía sorprendido, aunque quizás, un poco inseguro de lo que estaba sucediendo exactamente, y Emmett lucía desconfiado. Mierda, amaba a mi hermano, pero si él hablaba a mis espaldas y comenzaba a esparcir esto por nuestra compañía, lo mataría.

—Yo, eh —me ahogué, mirando de nuevo a mamá. Ella me sonrió y volteó hacia Heidi y Alice.

—Bella es esta extraordinaria joven con la que he estado trabajando por un tiempo ya. Deberían haberlos visto juntos —comentó.

—Mamá —siseé. Ella me echó un vistazo con diversión, pero su táctica había funcionado. Heidi ahora estaba haciendo un puchero a su plato, luciendo irritada. Era más preferible a que ella estuviera deseándome en la mesa.

—Hombre, ¿en serio estás tirándote a una dueña? —preguntó Emmett, con todo el tacto de un adolescente. Le di un codazo, y mamá siseó su nombre. Él parpadeó, mirándola—. ¿Qué? ¡Tú la nombraste! —protestó—. Sabía que los dos estaban haciéndose ojitos, pero no pensé...

Lo interrumpí.

—Suficiente. No voy a hablar al respecto —espeté. Los ojos de Emmett seguían en mí, pero lo ignoré, atacando la comida en mi plato. Las judías aún no habían llegado a mí, pero ahora mismo, no me importaba. Simplemente quería comer e irme de aquí.

Eventualmente, la conversación se desplazó hacia temas más seguros, y ni siquiera a mitad de la cena, Heidi se disculpó, diciendo que tenía una reunión temprano al día siguiente. Ella difícilmente había comido algo, y fugazmente, me sentí mal por ella. Alice la acompañó a la puerta, y ni bien se fue, hubo un cambio masivo en la energía de la casa.

Alice regresó al comedor, furiosa.

—¿Qué demonios fue todo eso? —demandó.

Mamá la fulminó con la mirada.

—No nos grites, Mary Alice.

Emmett y yo nos quedamos quietos. Mamá nunca llamaba a Alice por su nombre completo; ella no había hecho esa mierda desde que éramos adolescentes. Alice ni se inmutó al respecto.

—¡Fueron tan salvajes con ella! ¿Por qué mierda no pudieron ser buenos?

—Cuando traes mujeres a esta casa que buscan usar a tus hermanos, las trataré como se me antoje —siseó mamá. Alice la miró boquiabierta, y Emmett y yo intercambiamos miradas nerviosas. Mamá y Alice solían pelearse cuando éramos adolescentes, pero no las había visto así desde que Alice se encontraba en la universidad—. Eres mejor que esa mujer calculadora, Alice.

Alice miró furiosa a mamá.

—¿Y si no lo soy? ¿Y si soy como Heidi o Lauren o Sarah? ¡¿Y si no cumplo las expectativas que dejaron mis perfectos hermanos mayores?! —espetó Alice. Parpadeé. ¿Qué demonios? Miré a Emmett, quien lucía igualmente confundido.

Mamá se puso de pie, pero Alice se marchó echando chispas. ¿Qué demonios acababa de pasar?

—Esme —dijo papá, evitando que mamá siguiera a Alice. Él sacudió la cabeza, y ella frunció el ceño. Emmett me echó un vistazo, sus ojos azules ansiosos.

—Creo que esa es mi señal —dijo, limpiándose el rostro—. Ma, todo fue increíble, pero tengo un recorrido mañana a las seis de la mañana en Tacoma —dijo, llevando su plato a la cocina. Mamá asintió, luciendo agotada. Él se agachó para darle un beso en la mejilla antes de sentir en nuestra dirección e irse, apenas recordando a su propio perro. Maldito cobarde.

Miré a mis padres, perplejo.

—Por favor, discúlpenme —dijo mamá, cansada, poniéndose de pie y llevando su plato hacia el fregadero. Ella lo dejó en la encimera antes de dirigirse hacia las escaleras. Miré a papá, atónito.

—¿Qué acaba de pasar?

Él exhaló.

—Alice y mamá no están poniéndose de acuerdo en estos momentos —dijo suavemente—. Ambas son demasiado tercas. Ha sido difícil reconciliarse.

Fruncí el ceño. No tenía idea de que todo este drama estuviera pasando en casa. Pensé en el cumpleaños de mamá el pasado fin de semana. Alice había sido buena, pero ahora que pensaba en ello, no la había visto hablar directamente con mamá en todo el fin de semana.

Miré hacia la sala. No había escuchado la puerta después que Alice se fue, así que asumía que ella seguía en la casa.

—Voy a hablar con ella —dije, apartando mi plato. Papá asintió.

—Deja los platos. Yo me encargaré.

Le asentí y me encaminé hacia la sala. Alice no estaba allí, y fruncí el ceño, notando sus llaves en la mesa ratona. Caminé alrededor de las escaleras, buscándola cuando la pequeña punta roja de un cigarrillo afuera llamó mi atención. Salí, uniéndome a Alice en el patio.

Ella me miró mientras me acercaba y me sentaba a su lado en la hamaca del porche. Podía sentir la tensión en ella, prácticamente desafiándome a que dijera algo.

—No sabía que fumabas —dije finalmente.

—No comiences conmigo, maldita sea —gruñó. Sonreí.

—¿Lo haces solo para molestar a mamá?

Alice bufó, pero sabía que había dado en el blanco. Ella soltó otra nube de humo, y después de un momento, sacudió la cabeza.

—Es jodidamente asqueroso —se quejó. Sonreí y me estiré, tomando una pequeña maceta junto a la hamaca y quitando el plato de abajo. Le tendí el pequeño plato de cerámica a Alice, quien apagó el cigarrillo—. Gracias —masculló.

Asentí.

—Y bien... —dije, después de un largo momento—. ¿Crees que soy perfecto?

Alice resopló y apoyó su cabeza sobre mi hombro.

—No. Solo sé que mamá piensa eso.

Era mi turno de resoplar.

—Alice, estoy tan lejos de ser perfecto, y mamá lo sabe. Mierda, trabajo con ella. Ella me ve a mí y a mis problemas todos los malditos días.

Alice se mantuvo en silencio por un momento, y le eché un vistazo.

—¿De qué trata realmente todo esto?

Llevó sus ojos hacia los míos. Los ojos de Alice se encontraban exactamente entre mis verdes y los azules de Emmett, e incluso en la oscuridad, brillaban por completo.

—Las expectativas que tú y Em dejaron son demasiado difíciles de cumplir. —Suspiró—. Y últimamente, siento que nada que haga puede impresionar a mamá. Ella siempre me está menospreciando, a mis amigos, a nuestras elecciones de vida. Nada de lo que hago es suficientemente bueno para ella.

—Ali, sabes que eso no es verdad, ¿cierto? —Alice bufó sin humor contra mi hombro—. Lo digo en serio —presioné—. Mamá te elogia en el trabajo todo el maldito tiempo. Cualquiera que se asome en su oficina tiene que escuchar a mamá alardear de ti y cómo te has metido en publicidad sin que nadie te ayude. —Me detuve, sacudiendo la cabeza—. El nepotismo consiguió el trabajo que Emmett y yo tenemos, y sí, tuvimos que trabajar duro para mantenerlos, pero tú hiciste todo esto sola. Y eres buena, Ali. Todos sabemos eso.

Quizás por primera vez en nuestras jodidas vidas, ella estuvo callada mientras procesaba mis palabras.

—Mamá nunca me ha dicho —dijo después de un rato. Asentí.

—Quizás ella no se dio cuenta que necesitabas escucharlo.

Alice se enderezó, mirándome en sorpresa, y tuve que admitirlo, incluso yo estaba sorprendido con las palabras que salían de mi interior. ¿Quién sabía que podía sonar tan maduro?

Alice suspiró, su mirada cayendo a sus zapatos. Nos sentamos en silencio por un momento, ambos perdidos en nuestros pensamientos.

—¿Quién es Bella?

Gruñí, inclinándome hacia adelante, descansando mis codos sobre mis rodillas.

—Diablos, mamá.

Alice soltó unas risitas.

—Ella es una mujer a la cual estoy por presentar una oferta. Ella trabaja en el acuario, y nos conocimos de casualidad una noche cuando su hija se acercó a mí y me preguntó si era un príncipe. —Alice se carcajeó un poco demasiado fuerte, y si me ponía a pensarlo, probablemente me sentiría insultado—. Sí. Como sea, nos fuimos por nuestros lados, y literalmente, tres días después, nos cruzamos en la oficina. Ella estaba trabajando con mamá, y no tenía idea. —Sacudí la cabeza, divertido por el recuerdo.

—Entonces, ¿la invitaste a salir?

Miré a Alice.

—¿Algo así? Fuimos a almorzar con su hija.

Alice frunció el ceño.

—¿Cuántos años tiene su hija?

Fruncí el ceño.

—Cuatro.

Las cejas de Alice se alzaron.

—¿Estás saliendo con una madre soltera que tiene una hija joven?

Me moví, sacudiendo la cabeza.

—Almorzamos una vez. Ni siquiera he conseguido su número personal.

Alice me estudió.

—Pero te gusta —dijo, sonriendo un poco. La miré.

—Sí —admití después de un momento—. Me gusta.

Alice sonrió.

—¿Quién lo hubiera pensado...? ¿Saliendo con una mujer que tiene una hija?

Sacudí la cabeza.

—Ciertamente, yo no.

Alice asintió, pensando en ello.

—Bueno, supongo que esto lo solidifica entonces, ¿o no?

Le eché un vistazo.

—¿De qué demonios hablas?

—Sin duda vas a ser el favorito de mamá, ahora que tienes una nieta en proceso para ella.

Ahogué una risita, y Alice se dobló, riéndose a mi costa. Demonios, no había manera de que estuviera preparado para algo como eso.

—Por ahora —dije, sacudiendo la cabeza—, quizás debería simplemente concentrarme en invitar a una cita real a Bella.

Alice sonrió y volvió a apoyar su cabeza sobre mi hombro.

—Lo que digas, hermano mayor.