Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!
Capítulo 8
Bella
—Hola, Bella, ¿buen fin de semana?
Miré a Rebecca, una de las líderes de nuestro programa, y sonreí, asintiendo mientras me dirigía hacia mi oficina.
Rose había venido el sábado por la tarde, y habíamos tenido un fin de semana encantador, las tres acurrucadas en nuestros pijamas más cómodos. Rose había traído esmalte de uñas para hacernos una manicura y pedicura, y Gracie y yo habíamos ido a la tienda para comprar bocadillos y mascarillas faciales. Había sido un fin de semana de belleza, y después que Gracie se había ido a dormir el sábado por la noche, Rose y yo nos quedamos hasta tarde, riéndonos en mi sofá mientras compartimos una botella de vino. No hablamos de los hombres en nuestras vidas; en cambio, nos concentramos exclusivamente en descubrir nuevos intereses en común. Fue exactamente el tipo de fin de semana que necesitaba.
De hecho, la única vez que Edward había sido nombrado fue cuando Gracie le había mostrado a Rose su muñeca Bebe.
—Ella es Princesa Bebe. —Gracie dejó la muñeca en el regazo de Rose, y esta asintió, bajando la mirada hacia la princesa con una enorme sonrisa.
—Ella luce muy noble —dijo Rose.
Gracie frunció el ceño.
—¿Qué quiere decir eso?
Rose sonrió.
—Ella luce honesta, amable, inteligente, fuerte y justa —ofreció ella. Gracie lo consideró.
—Sí —estuvo de acuerdo. Rose le sonrió—. Mamá dijo que Bebe no necesita un príncipe para convertirse en princesa, pero mamá va a buscarle un príncipe con quien jugar.
La mirada de Rose se movió hacia mí, y me sonrojé cuando una sonrisa torcida apareció en su rostro. No. Articulé, echando un vistazo a Gracie. Rose casi se puso morada al tratar de contener sus carcajadas.
Finalmente terminamos la noche con Rose dormida en el sofá cama mientras que yo me arrastré hacia mi propia cama. Me quedé dormida, con pensamientos felices y simples. Fue perfecto.
El domingo, todos habíamos salido a desayunar y luego a hacer algunas compras antes de despedirnos de Rose.
Había un cambio evidente en Gracie cuando pasaba tiempo con Rose. Ella siempre era extrovertida, pero después de pasar tiempo con Rose, podía verla volverse más segura. Era sorprendente lo rápido que su influencia había llegado a mi hija.
Entré a mi oficina, soltando mi cartera sobre mi escritorio mientras encendía mi computadora.
Hubo un golpe en mi puerta abierta, y levanté la mirada, sonriéndole a Rose.
—Oye —dijo, colocando una taza de café en mi escritorio—. ¿Cómo estás?
Sonreí, aceptando el café agradecidamente.
—Estoy genial. Gracias de nuevo por este fin de semana. Gracie y yo lo necesitábamos.
Rose sonrió.
—Yo también —admitió—. Me siento mucho mejor con todo. —Agitó una mano a su alrededor vagamente, y asentí, comprendiendo—. Gracie realmente es una niña especial —dijo, mirándome por encima de su taza. Exhalé y asentí.
—Lo sé —dije, sonriéndole. Ella asintió.
—Me divertí mucho, y quería hacerte saber que cuando sea que quieran un tiempo de belleza, solo llámenme. —Se inclinó hacia mí, sus ojos brillantes—. También, por favor recuerda mi oferta de ser niñera cuando sea —susurró, parándose antes de poder protestar. Ella giró y le sonrió a Garrett, que estaba rondando por la puerta de mi oficina.
—Buenos días —ella le dijo, pasando por su lado al salir de mi oficina. A sus espaldas, ella giró y me dio un enorme pulgar arriba cursi antes de girar sobre sus pies e irse. Llevé mi atención hacia Garrett.
—¿Qué puedo hacer por ti?
Él sonrió y entró a mi oficina, tomando el asiento que Rose acababa de vaciar.
—¿Me preguntaba si tenías un minuto o dos para repasar esta reunión que tenemos en veinte minutos?
Asentí, girando hacia mi escritorio.
—Sí, hagamos eso.
~WG~
Estaba cubierta de correos, abrumada por el número de preguntas que había inundado mi bandeja de entrada durante el fin de semana, cuando sonó mi teléfono, haciéndome sobresaltar. Lo miré, y mi boca se secó.
Era Edward.
Tomé el teléfono, tratando de mantener mi respiración regular mientras contestaba.
—Habla Bella.
Hubo una pequeña pausa antes de que su voz sonara a través de la línea.
—Hola, Bella.
Incluso si no tenía su número agendado, hubiera reconocido su voz en cualquier lugar.
—Edward —mascullé, mordiéndome el labio.
—¿Espero no haber llamado en un mal momento?
Eché un vistazo a mi computadora, la pila de correos que necesitaba contestar.
—No, está bien. ¿Qué puedo hacer por ti?
—Tenía un par de preguntas que te estoy por enviar sobre la licitación. Quería llamar para avisarte porque estoy seguro que serán abrumadoras cuando lleguen.
Fruncí el ceño, echándole un vistazo a mi bandeja de entrada.
—Estoy segura que no es más abrumador de lo que ya ha llegado —le dije.
—Quizás no.
Fruncí el ceño, acercando el teléfono para concentrarme en la llamada.
—¿Había algo más de lo que querías hablar? —Odiaba el tono optimista en mi voz. Estaba segura que él también podía escucharla, y quería golpearme por ello.
Edward vaciló.
—No debería —dijo después de un momento.
Me recliné en mi silla; sintiendo mi interés despertarse.
—Bueno, ahora tengo curiosidad.
Él tarareó de nuevo, y de alguna manera el sonido viajó directamente hacia mí, haciendo que mi cuerpo se despertara de una manera que realmente no apreciaba a la mitad de la jornada laboral.
—¿Cómo estuvo tu fin de semana? —preguntó, sorprendiéndome. Me relajé un poco, una sonrisa real apareciendo en mi rostro.
—Fue fantástico. Rose, una buena amiga mía, vino, y tuvimos el fin de semana de chicas. —Y no hablamos de ti.
—Eso suena divertido. —Él sonaba honesto, pero podía escuchar algo en su voz, algo que no podía deducir.
—Lo fue. ¿Tu fin de semana fue decepcionante?
Edward soltó una suave carcajada.
—Fue inesperado —dijo, y prácticamente podía verlo sacudir la cabeza—. Terminó obligándome a pensar en varias cosas.
Fruncí el ceño, preguntándome hacia dónde iba esto.
—¿Oh? ¿Cómo qué?
Él se quedó en silencio, y me preguntaba si acaso iba a responder cuando exhaló lentamente.
—Realmente me gustas, Bella.
Mi cuerpo se quedó sin oxígeno debido a mi asombro, y sentí mi boca abrirse en sorpresa.
—Lo siento, sé que esto no es profesional, y realmente, realmente estoy tratando de... —se detuvo, suspirando—. Estoy tratando de mantenerlo profesional, pero he sido bien y completamente encantado por usted, Dra. Swan.
No tenía idea de cómo responder, más que con alegría juvenil.
Pero me mantuve en silencio por demasiado tiempo, y escuché a Edward respirar nerviosamente del otro lado de la línea.
—Lo siento —susurré—. Me has tomado por sorpresa.
—Me pone contento que fui capaz de mantener mi interés escondido —masculló. Sonaba ansioso, y parpadeé, llevando mi mirada al portarretrato de Gracie en mi escritorio.
—Yo... —Sacudí la cabeza—. Tengo a Gracie.
Edward suspiró.
—Lo sé, y créeme, he intentado evitar llegar a este momento. —Suspiró—. Mierda, esto no debió haber sucedido por teléfono. —Asentí silenciosamente de acuerdo—. ¿Hay alguna posibilidad de poder encontrarnos en persona?
Parpadeé, mirando la hora. Ya había pasado la hora del almuerzo, aunque yo no había comido.
—No he almorzado aún —susurré. Edward exhaló.
—¿Quieres almorzar conmigo?
Hice una pausa, considerándolo. Estaba tan sorprendida y confundida, y sabía que hasta que habláramos de esto cara a cara, seguiría así.
—Sí, ¿dónde?
Él exhaló nerviosamente de nuevo.
—Donde sea. Podemos ir a ese lugar cerca de tu trabajo —sugirió.
Asentí aunque él no podía verme.
—Está bien. ¿A qué hora?
—¿En veinte minutos?
Asentí.
—Te veré allí.
~WG~
La caminata al restaurante me dio tiempo para ordenar mis pensamientos. En retrospectiva, no estaba sorprendida de que le gustara a Edward; cada interacción que habíamos tenido lo había insinuado lo suficiente, así que en algún nivel, debí haberlo sabido.
Sabía que estaba atraída a él también, aunque no me había dado permiso para pensar en qué tan profunda esa atracción podría ir. Mi instinto era rechazarlo, mis pensamientos en proteger a Gracie. Claro, había tenido citas en el pasado sin que Gracie lo supiera, pero por alguna razón, Edward se sentía diferente. No estaba segura de que fuera capaz de mantenerlo a él y a Gracie separados en mi vida.
Llegué al restaurante antes que Edward, y afortunadamente, la camarera que había sido demasiado inapropiada la última vez no estaba allí. Ella había sido tan descarada al intentar llamar su atención, y aunque estaba segura que le sucedía a menudo, Edward lo manejó perfectamente. Riley jamás hubiera confrontado a una mujer así; de hecho, él a menudo alentaba el coqueteo, incluso cuando yo estaba embarazada, y aún estábamos juntos. Me sentía avergonzada de admitir que nunca había estado con un tipo que estaba dispuesto a enfrentarse a las personas, para proteger a mi hija o a mí. Había hecho que él me gustara aún más.
Me encontraba sentada en una pequeña mesa cerca de las ventanas al frente del restaurante antes que Edward entrara. Mirándolo, su cabello perfectamente desordenado, sus ojos asombrosamente verdes, y la barba incipiente que adornaba su fuerte mandíbula, estaba anonadada una vez más por lo hermoso que él era.
No era extraño que mi hija lo hubiera confundido con un príncipe.
Sus ojos encontraron los míos, y vi la ansiedad en ellos mientras se acercaba a la mesa. Se sentó frente a mí y me ofreció una pequeña sonrisa, pasando una mano por su cabello. Se sentó derecho, y me pregunté brevemente si esa era la razón por la cual su cabello siempre lucía tan salvaje.
Me gustaba.
—Hola —susurré, sintiéndome inexplicablemente tímida.
Él bufó y soltó una pequeña risa.
—Hola.
Me mordí el labio, y él suspiró, inclinándose hacia mí, sus codos descansando sobre la mesa.
—Bella, lamento haber abierto esta caja de pandora —dijo suavemente—. Me siento como un imbécil poco profesional, y me estoy maldiciendo por ponernos en esta situación.
Lo observé silenciosamente, preguntándome si él intentaba retractarse de su confesión.
—Lo admito, me ha tomado por sorpresa.
Él me echó un vistazo.
—No debería haber dicho nada. Quitaré a nuestra compañía del proceso de licitación.
Parpadeé.
—Espera, ¿qué?
Él se echó hacia atrás, sacudiendo la cabeza.
—Traspasé un límite que no debería haber traspasado. Tienes mi más sincera disculpa.
Sentí pánico, y estiré una mano sobre la mesa, tomando la suya antes que pudiera pensarlo dos veces.
—Detente, espera. —Estaba tratando de pensar rápidamente, descifrar lo que necesitaba decirle antes que él desapareciera de repente de mi vida—. Mira, me sorprendí, pero no estoy molesta —susurré, buscando sus ojos con los míos. Sus cejas se alzaron ligeramente—. También me gustas, y simplemente estoy tratando de comprender todo. —Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas, y sentí mis ojos agrandarse mientras se registraban en su rostro.
Edward sonrió, y fue una sonrisa dulce y tímida que casi me dejaba sin aliento.
—¿Podemos hablar como Edward y Bella, separados del trabajo por un momento? —pregunté, sintiendo mi cabeza dar vueltas.
La mano de Edward se movió, y me di cuenta que seguía sosteniendo la suya. Su mano giró bajo la mía, capturando mi mano antes de que pudiera quitarla.
—De acuerdo —dijo suavemente.
Lo observé, incapaz de recordar lo que quería decir o cuáles eran mis razones para decirlo. Él no era el único bien y completamente encantado al parecer.
La camarera vino a nuestra mesa, interrumpiéndonos entonces, y parpadeé al mirarla, zafando mi mano del agarre de él. Ordené la primera ensalada que pude encontrar mientras que Edward ordenaba una hamburguesa. Ella asintió, dejándonos solos, y lo volví a mirar, de nuevo sintiéndome tímida y ansiosa.
—Tengo que proteger a Gracie —dije después de un momento. Edward asintió, aunque su ceño se frunció ligeramente.
—Lo entiendo —masculló—. ¿Pero puedo preguntar de qué la proteges?
Me mordí el labio.
—No quiero que ella se encariñe con nadie, especialmente si al final no funciona —pausé—. Ya le agradas a Gracie. Ella te llama su príncipe. —Ante esto, él sonríe una pequeña sonrisa tímida que hizo que mi corazón se agitara—. Pero si entras a nuestras vidas y es solo algo casual para ti, la confundirá. Ella necesita estabilidad. —Mi garganta se secó. Gracie no era la única que necesitaba estabilidad—. No puedo dejar que ella se encariñe solo para que le rompan el corazón —susurré.
Edward consideró eso, frunciendo el ceño.
—Lo último que quiero es romper su corazón —dijo suavemente, sus ojos encontrándose con los míos y diciéndome que él no solo hablaba de mi hija—. Gracie es una niña increíble, y entiendo que ella necesite estabilidad. Quiero que ella sea feliz mientras sea posible serlo en este mundo. —Levantó una mano y la pasó por su barba incipiente—. Bella, no me estoy tomando esto a la ligera. No soy un padre; no sé lo que es tratar de tener citas con un hijo. —Se detuvo, sacudiendo la cabeza—. Y lo entiendo, necesitas protegerla. —Se pasó una mano por su cabello de nuevo y suspiró—. Mierda, probablemente he echado a perder todo esto. —Suspiró.
Fruncí el ceño.
—No —dije rápidamente—. Yo —pausé cuando él me miró—. Lo siento, no puedo estar en algo casual.
Él frunció el ceño ligeramente.
—¿Lo has hecho en el pasado?
Me lamí los labios.
—Sí. —Ante su ceja arqueada, suspiré y continué—. He tenido citas sin que Gracie lo supiera, pero ella ya te ha conocido, y... —Me detuve, acobardándome. No podía decirle que él ya me gustaba demasiado. En cambio, sacudí la cabeza—. Sé que no es justo de mi parte esperar algún tipo de compromiso de ti cuando aún apenas nos conocemos —dije suavemente.
Edward soltó el aliento suavemente.
—No quiero comprometerme de más —dijo lentamente—. Me gustas, Bella, mucho, y me agrada Gracie, pero no sé qué demonios estoy haciendo. —Hizo una pausa, mirándome—. ¿Estarías dispuesta a llegar a un acuerdo? ¿Probar unas citas, ver adónde va?
Jadeé suavemente, sonriendo.
—Sí, —dije lentamente—. Sí, me gustaría eso.
La sonrisa de Edward hizo que me quedara sin aliento. Él era tan deslumbrante.
—Por mucho que me encantaría ver a Gracie de nuevo —dijo lentamente—. Me doy cuenta de que eso es poco probable, al menos por un tiempo. —Me echó un vistazo—. ¿Pero espero que no te moleste si pregunto por ella?
Mi corazón se contrajo, y contuve mi sonrisa, bajando la mirada a mis manos.
—Sí —dije suavemente—. Eso me encantaría.
—No puedo imaginar la tremenda cantidad de fe que debes tener para invitar a alguien a su vida —dijo después de un momento—. No estoy pidiendo esa fe aún; sé que tengo que ganar tu confianza. —Me miró, y el verde perfecto de sus ojos hizo que mi corazón trastabillara en mi pecho—. Creo que ahora mismo; simplemente pido la oportunidad de ganar tu confianza.
Oh, cielos. Era difícil no embelesarme constantemente al hablar con él.
—Ya te has ganado un poco —le dije, encontrando mi valor, para ser honesta con él—. El hecho de que incluso estés dispuesto a tener esta conversación dice mucho. —Edward consideró eso, y le sonreí, inclinando la cabeza ligeramente—. Y, cuando se trata de trabajo, tengo confianza en ti. Confío en tu compañía, y necesito saber que hay alguien licitando en quien puedo confiar.
Edward pareció sorprendido, aunque encantado con esto.
—Realmente me gustaría tener la oportunidad de trabajar contigo —admitió.
Me mordí el labio de nuevo.
—A mí también.
Edward sonrió, y su mano se ubicó sobre la mía.
—¿Podemos mantener las cosas profesionales y separadas? ¿O eso es mucho pedir?
Consideré su pregunta antes de suspirar.
—Me gustaría pensar que seré capaz de hacerlo —dije lentamente—. Y a pesar de lo que decidamos ahora, no va a afectar a tu oferta. Las veré con una mirada parcial.
Edward sonrió ante el tono serio que mi voz había tomado y apretó mi mano suavemente.
—No esperaría nada menos —dijo con honestidad.
Asentí.
—¿Dónde nos deja eso?
Edward consideró mi pregunta, y nuestra camarera regresó con nuestra comida. Solté a Edward y me eché hacia atrás mientras ella colocaba la ensalada frente a mí. Ella afortunadamente se fue casi tan rápido como había llegado, y volví a mirar a Edward.
—Me gustaría invitarte a salir apropiadamente. Sin compromiso, nada de expectativa, solo una cena.
Tuve que aplastar el chillido juvenil que quería escaparse de mí.
—Saldré contigo —dije suavemente—. Pero quiero esperar a que las ofertas sean presentadas, y se haya tomado una decisión.
Él frunció el ceño ligeramente, y sacudí la cabeza.
—Estoy segura que ambos vamos a tener demasiadas cosas en la cabeza durante las próximas semanas para algo que no sea el trabajo.
Él sonrió, bajando la mirada a su hamburguesa.
—Buen punto, Dra. Swan. —Me miró, y la intensidad de sus ojos me quitó el aliento—. Muy bien. Me gustaría oficialmente invitarte a salir para el viernes después que se haya tomado una decisión, independientemente de si mi equipo gana el trabajo o no.
Sonreí un poco y asentí.
—Acepto, Sr. Cullen.
Él sonrió, y su sonrisa era juvenil y llena de alegría. No pude evitar sonreír en respuesta.
—No puedo esperar a que llegue —dijo, tomando una papa frita y llevándola a su boca. Asentí.
—Tampoco yo.
~WG~
Rose me arrinconó de camino a mi coche esa noche.
—¿Qué hay con la sonrisa boba en tu cara? —preguntó, acercándose y caminando a mi lado mientras me movía por el estacionamiento. No pude evitarlo cuando mi sonrisa se agrandó.
—Vi a Edward hoy.
Las cejas de Edward se alzaron.
—¿Oh? ¿Cómo estaba?
Me mordí el labio mientras la miraba.
—Rose, ¿estás disponible para ser niñera el 20 de noviembre?
Rose se paró en seco, sus ojos casi saliéndose de su cabeza mientras aferraba mi brazo. Me detuve y volteé hacia ella.
—¿En serio? —preguntó, sonando jadeante. Me reí y asentí.
—Vamos a probar unas citas. No sé cómo va a funcionar a largo plazo con Gracie y el trabajo y todo, pero... —Pausé, mordiéndome el labio y Rose sonrió, jalándome a un fuerte abrazo.
—¡Bella, estoy tan feliz por ti!
No pude evitar reírme de su exuberancia.
—Gracias, Rose. Estoy segura que no le hubiera dicho que sí si no fuera por tu apoyo leal.
Ella se apartó, sus ojos azules estudiando mi rostro.
—Realmente te gusta este tipo, ¿o no?
Me sonrojé.
—Sí, creo que sí.
Ella sonrió y me abrazó aún más fuerte.
—Y a él obviamente le gustas también. Eso es todo lo que importa ahora mismo. El resto se resolverá solo.
Le sonreí, esperando que tuviera razón.
