Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!


Capítulo 10

Bella

Moví los papeles frente a mí, fingiendo organizar mis notas en un intento de canalizar mi energía nerviosa. Alrededor de la sala, los miembros de la junta estaban bromeando y riendo en varios grupos pequeños, así que sabía que mi ansiedad seguramente pasaba desapercibida. Había visto cuatro presentaciones de diferentes contratistas, y cada una había sido buena. Realmente buena. Ellos nos habían sorprendido a todos con su experiencia y sus trabajos. Solo faltaba que una compañía hiciera su presentación, y estaba casi mal del estómago con mi ansiedad por ellos.

—¿Estás bien allí, Bella?

Miré a Garrett y le di una sonrisa débil.

—Demasiado café, no la suficiente comida —mentí. Había evitado deliberadamente el café hoy, sabiendo que estaría nerviosa por Edward y su compañía. Si dependiera de mí, me inclinaría a su favor. No porque me gustara Edward de manera romántica, pero hasta ahora, su compañía había trabajado duro para probar que podía confiar en ellos. Eso me importaba.

Pero no dependía solo de mí. Era una decisión de la junta, así que tenía que acomodarme en mi asiento y rogar que su presentación fuera un éxito.

No iba a mentir; después de las últimas cuatro compañías, mi esperanza de aguardar a PAC se desvanecía. Sabía que PAC era más pequeña que algunas de otras compañías, y ellos no tenían la misma experiencia que ellas.

Inhalé profundo e intenté detener mis pensamientos.

Garret se puso de pie de la mesa de conferencias y se dirigió hacia la puerta. Llamó a su asistente, que respondió de inmediato. Garrett asintió, girando de nuevo hacia la sala.

—De acuerdo, damas y caballeros. Si toman sus asientos, nuestra última propuesta de licitación está lista.

Todos nos sentamos y doblé mis manos sobre mi regazo para esconder lo mucho que estaban temblando.

Mis ojos se fijaron en la puerta, y esperé, mi respiración rápida y pesada en mi pecho.

Hubo movimiento afuera de la puerta, y entonces Esme Cullen se abrió paso. Ella lucía tan elegante como siempre, mientras le ofrecía a todos una enorme sonrisa. Detrás suyo, un hombre que no conocía entró, y era claro que él había intentado vestirse elegante para la reunión. No podía imaginar que usaban corbatas a menudo en la construcción.

Otro hombre entró, y entonces los dos que habían estado en el recorrido con Edward. El rubio me encontró de inmediato, sonriéndome, y le ofrecí una pequeña sonrisa en respuesta, no queriendo parecer fría.

Mi mirada se movió tras él, y mi respiración se detuvo por completo. Edward entraba a la sala de conferencias luciendo... bueno, por falta de una mejor palabra, delicioso.

Él estaba vestido con una camisa blanca metida placenteramente dentro de sus pantalones negros de vestir. Tenía puesto una corbata negra delgada que ansiaba envolver alrededor de mis manos. Él había logrado domar un poco su cabello hacia atrás, y su barba estaba más larga que la última vez que lo había visto. Ver su barba me hacía contener un gemido, y tuve que trabar mis piernas en su lugar así ellas no se fugaban mientras fantaseaba con lo que sería sentir esa barba entre ellas.

Santo cielo, ¿hacía calor aquí?

La espalda de Edward estaba derecha, y él lucía seguro, capaz, sexi.

Observó la sala, mirándome brevemente. Su mirada era sexi, seductora, casi engreída.

Jamás había deseado a alguien con solo una mirada.

Edward giró hacia la sala, sonriéndole a todos rápidamente. Vi a cada mujer allí derretirse, e incluso algunos hombres parecían anonadados por él.

—Buenas tardes a todos —dijo cálidamente, su voz derramándose por el cuarto como caramelo.

Mierda, mierda, mierda. No iba a sobrevivir esta presentación en una pieza.

Pellizqué el costado de mi muñeca, tratando de traer otro sentimiento a mi cuerpo. El ligero dolor solo sirvió para aumentar mi excitación. Estaba tan jodida.

Me obligué a apartar la mirada de Edward y llevé mi atención hacia Esme. Para mi vergüenza, ella estaba mirándome, una sonrisa cómplice en su rostro. Me sonrojé cuando hicimos contacto visual, y ella sonrió.

Me moví en mi silla, cruzándome de piernas por debajo de la mesa y tratando de respirar con todo lo que estaba sintiendo. Edward estaba hablando, pero no importaba lo mucho que lo intentara, no podía escuchar. Una extensa hoja de presentación fue colocada frente a mí mientras ellos se movían por la sala de conferencias, y la miré, agradecida de tener algún lugar donde llevar mi atención. Alguien había simplificado su oferta, remarcando algunos de los mejores propósitos en la hoja frente a mí. Era claro, sencillo, y de hecho muy interesante. La estudié mientras Edward hablaba.

No había dudas; Edward era encantador. Él sabía cómo manejar la sala, cómo vendernos PAC a pesar que ellos tenían la menor experiencia. No le había dicho esto, pero su número había sido bueno, aunque no el mejor. Realmente todo se resumiría a la presentación para ellos.

Intenté, desesperadamente, ignorar cómo mi cuerpo estaba en sincronía con él, cómo escuchar su voz estaba excitándome tanto que podía sentir la humedad entre mis piernas. Intenté concentrarme en mi trabajo de ensueño, el maravilloso laboratorio que estábamos construyendo, y la oportunidad que eso me presentaba. Esquivé activamente pensar en lo largos que sus dedos eran o el vago contorno de un bulto que podía ver cuando sus caderas se movían.

De alguna manera, sobreviví a la presentación sin completamente avergonzarme a mí, mi compañía, Edward, o su compañía. Así que, dentro de todo, una tarde exitosa.

Edward dio pasó a las preguntas de su presentación, y no pude evitar notar que más mujeres estaban interactuando con él de lo que habían estado con los anteriores contratistas. No podía culparlas.

Edward lidió con todas las preguntas con elegancia, confiando en su equipo cuando necesitaba dar las respuestas correctas. Era claro que todo su equipo lo respetaba. Podía ver eso claramente en los rostros de todos allí.

Mantuve la boca cerrada, parcialmente porque no podía pensar en preguntas relacionadas con el trabajo, pero mayormente porque no confiaba en mí misma para decir algo completamente inapropiado. Como estaba, me era difícil concentrarme en mis pensamientos cuando Edward captaba mi mirada.

Cuando la presentación finalmente concluyó, Garrett y yo nos pusimos de pie para acompañar al equipo de Edward afuera. Temblaba un poco en mis tacones, pero respiré profundo, tratando de centrarme de nuevo. Garrett dirigió al grupo hacia la puerta mientras yo me ubiqué en la parte posterior. Esme me sonrió cuando me acerqué a ella.

—Bella, qué bueno verte —masculló mientras salíamos de la sala de conferencias—. Luces encantadora.

Me sonrojé, echando un vistazo al vestido negro. Era lo suficientemente modesto, con mangas que llegaban a mis codos y la falda caía justo debajo de mis rodillas, pero era ajustado, moldeaba perfectamente mis curvas. Tenía un ligero escote en V, con un cuello que lo hacía lucir más sofisticado de lo que normalmente vestía. Lo había combinado con un par de tacones color piel que también no eran normales para mí. Levanté una mano para tocar mi cabello, sintiéndome ligeramente cohibida, y Esme me sonrió, guiñándome un ojo.

Me sonrojé y seguí al grupo hacia el vestíbulo. Garrett estaba conmigo, así que no intenté hablar a solas con Edward.

—Gracias —dije, girando hacia el grupo cuando llegamos al vestíbulo—. Esa fue una presentación maravillosa. Estoy segura que tendrán noticias de nosotros en breve.

Ofrecí mi mano para estrecharla con el equipo. Esme, en cambio, me abrazó, sorprendiéndome, pero todos los demás se decidieron por un apretón de manos. Cuando giré hacia Edward, respiré profundo, tratando de mantener una expresión profesional. Él me dio una sonrisa cálida que de alguna manera fue más sexi que su expresión sexi de antes.

—Espero tener la oportunidad de trabajar con usted, Dra. Swan —dijo, deslizando su mano en la mía. Me estremecí al entrar en contacto con él, y luché conmigo misma, tratando de no permitirme jadear.

—Tendrás noticias de mí pronto —prometí. Edward sonrió, y esta fue ligeramente torcida e hizo que mi vientre se contrajera. Su mano permaneció en la mía por un momento demasiado largo antes de que se aclarara la garganta y girara hacia su equipo, soltándome.

—¿Listos?

Los observé irse antes de voltear hacia Garrett.

—Una presentación increíble, ¿o no? —preguntó él. Asentí, muda. Abandonamos el vestíbulo, regresando a la sala de juntas donde los miembros ya estaban hablando.

—Me gustaron —dijo uno, asintiendo enfáticamente. Le eché un vistazo. Nancy tenía la misma edad de mi abuela, y aunque ella era increíblemente filantrópica y gentil, también sabía que era una gran asaltacunas. Tenía que preguntarme cuál era su motivación realmente al proponer al equipo de Edward.

—WOL tiene más experiencia —señaló alguien más mientras yo tomaba asiento de nuevo. Miré al otro extremo de la mesa—. Y ellos tenían el número más bajo.

Otro miembro sacudió la cabeza.

—Sí, pero WOL tiene mucho trabajo ahora mismo. No quiero que este sea un proyecto que sea relegado porque no es de perfil alto —señaló. La conversación se dividió, y parecía que se reducía a dos compañías. WOL y PAC.

Buenos argumentos fueron hechos para ambas compañías, y escuché de cerca, tratando de permanecer imparcial.

—Bella, tú vas a dirigir el proyecto —dijo Garrett, interrumpiendo a todos. Todas las miradas giraron hacia mí—. ¿Cuál es tu opinión?

Me aclaré la garganta, ligeramente tomada por sorpresa al ser puesta en la mira.

—Creo que ambas compañías ofrecieron presentaciones fantásticas —di vueltas—. Lo admito, comparto algunas preocupaciones sobre el nivel de atención personal que recibiremos de WOL. Somos peces pequeños en su tanque, y no quiero que la comunicación sea nula por eso —pausé—. Aunque PAC tiene una oferta mayor, realmente creo que ellos trabajarán con nosotros para ahorrar dinero a largo plazo. Me preocupa que WOL tuviera un número mucho más bajo. No puedo evitar preguntarme si hay algo que no contemplaron o si tendremos una sorpresa más adelante. —Fruncí el ceño—. Aunque, lo cierto es que WOL tiene experiencia con este tipo de proyectos. Ellos construyeron laboratorios en la universidad, y fueron hechos excelentemente.

Todos asintieron, estando de acuerdo.

—Pero, ¿Esme Cullen no hizo los planos? —preguntó alguien. Asentí.

—Así es. Fue increíble trabajar con ella, y tengo la sensación que su compañía se enorgullece de crear lazos con sus clientes.

Todos asintieron de nuevo.

—Este es tu bebé, Bella —dijo Garrett, mirándome—. ¿A quién le confiarías tu bebé?

Mi mente voló a Gracie y a Edward, y sabía mi respuesta antes que Garrett terminara la pregunta.

—PAC —dije con facilidad, sin vacilo—. Me gustaría que fuéramos capaces de crear un fuerte lazo de trabajo con ellos. ¿Quién sabe qué proyectos podríamos tener a largo plazo? Nos beneficiaría desarrollar algo duradero.

La junta era casi imposible de leer; todos estaban perdidos en sus pensamientos. Finalmente, alguien se aclaró la garganta.

—De acuerdo, ¿deberíamos hacer una votación?

~WG~

Revisé mi reflejo de nuevo por décima vez en los últimos tres minutos. Llevé un dedo a mis labios, asegurándome de que mi labial estuviera perfecto antes de sacudir la cabeza. ¿Acaso debería estar usando labial? No lo hacía normalmente, y no quería que a Edward se le quitaran las ganas por todo el esfuerzo que obviamente estaba haciendo.

Tomé un pañuelo, lista para quitarlo cuando me detuve. No era oscuro, e iba bien con mi atuendo. Quizás debería dejarlo.

Bajé el pañuelo, frustrada conmigo misma. Jamás había estado nerviosa por una cita, ni siquiera en la secundaria. No podía creer lo mucho que dudaba de mí misma.

Eché un vistazo al reloj en mi cuarto y suspiré. Si Edward era puntual, entonces sabía que él estaría aquí en cualquier momento.

Me miré en el espejo y asentí. Me quedaría con el labial, y eso era todo.

Me alejé del espejo así no estaría tentada a cambiar de parecer.

No había estado segura de qué vestir y qué tan elegante ser hasta que Rose me arrinconó en el trabajo, en medio de un colapso. Ella me había llevado a casa durante el almuerzo y me había ayudado a elegir el atuendo perfecto que era adorable y sofisticado pero aún así cómodo. Consistía en un suéter suave color tostado de cachemira que raramente usaba por miedo a que Gracie encontrara la manera de mancharlo y unos jeans blancos que nunca había usado por la misma razón. Ella había señalado dos pares de zapatos, diciéndome que cualquiera de ellos funcionaría, y al final, había elegido los tacones color piel en vez de las Converse blancas. Me encantaban las zapatillas, y usualmente, eso es lo que usaba así podía seguirle el ritmo a mi hija, pero estaba ansiando vestirme un poco más elegante esta noche.

Había recogido mi cabello en una coleta, rizándolo suavemente así tenía más volumen, y retoqué mi maquillaje, añadiendo un labial color rosa suave que realmente era solo unos tonos más oscuros de mis labios naturales. La apariencia era sencilla, sofisticada, y, como Rose lo había predicho, cómoda.

Hubo un suave golpe a mi puerta, y levanté la mirada en sorpresa. Había esperado abrirle la puerta del edificio, pero quizás él había entrado con alguien.

Respirando profundo, salí de mi cuarto y fui hacia la puerta. La abrí y no pude evitar la sensación cálida y feliz que llenó mi corazón al verlo. Él estaba vestido con un abrigo largo y oscuro y una camisa azul y pantalones de vestir oscuros. Su barba seguía larga, y casi me lamí los labios al verla. Él sonrió cuando abrí la puerta, sosteniendo un pequeño ramo de delicadas aquileas blancas y amarillas. Había hojas largas y elegantes de helechos entrelazadas en el ramo, así también como pequeños claveles blancos. Era tan hermoso e inusual, y me encantó de inmediato.

—Hola —susurró, rompiendo el silencio que no me había dado cuenta que había descendido.

Me reí un poco.

—Hola, adelante. —Di un paso al costado para dejarlo entrar a mi departamento. Su aroma me inundó mientras pasaba, e inhalé profundamente. Él olía a gaulteria, jabón, y algo más profundo, más rico que no podía identificar. Era una combinación abrumadora y deliciosa.

—Estas son para ti —dijo, girando hacia mí mientras cerraba la puerta. Sonreí, aceptando las flores.

—Son hermosas —le dije, alzándolas para olerlas. La aquilea tenía un aroma suave que me trajo recuerdos de mi infancia—. Gracias.

Él sonrió.

Vaya, su sonrisa era algo de otro mundo.

—Déjame poner estas en agua —dije, pasando por su lado para encontrar un florero en la cocina. Él me siguió.

—Este es un buen lugar.

Le sonreí por encima de mi hombro.

—Gracias. Me encantó la ubicación porque es tranquila, y la seguridad del edificio es buena. —Me encogí de un hombro, y él asintió—. Hay un parque al final de la calle también al que Gracie le gusta jugar. —Me agaché debajo del fregadero y tomé un florero, llenándolo con agua antes de colocar las flores. Las acomodé, dejándolas llenar el florero mientras las colocaba sobre la encimera. Levanté la mirada hacia Edward, que me estaba observando—. Son hermosas. Gracias.

Él lucía un poco avergonzado.

—Sé que no son tradicionales —dijo lentamente. Él sonaba inseguro, y sacudí la cabeza rápidamente.

—Son maravillosas. Las alquileas son una de mis flores favoritas —le dije honestamente. Él lucía bastante complacido con esto—. Entonces, ¿cuál es el plan para esta noche?

Edward vaciló, levantando una mano para rascarse la parte trasera de su cuello.

—Tenía varias ideas diferentes —comentó. Me mordí el labio.

—¿Estarías abierto a algo diferente? —pregunté, buscando mi teléfono que estaba conectado al cargador sobre la encimera. Él asintió, luciendo intrigado. Sonreí y abrí mi teléfono—. Rose me contó sobre esta aplicación; se llama Misterio. Ingresas algunos datos, y esta elige una cita al azar para nosotros —me detuve, observándolo, tratando de detectar cómo se sentía al respecto.

—Probablemente será mejor de lo que pude pensar —dijo, asintiendo.

—¿Estás seguro?

Él puso los ojos en blanco.

—Probémoslo. ¿Qué es lo peor que puede pasar? No nos gusta, así que nos vamos y probamos algo más.

Asentí y volteé hacia mi teléfono. Había varias preguntas que tuve que completar, y Edward se acercó a mí así podíamos responderlas juntos. Su aroma era casi abrumador cuando se encontraba tan cerca, y tuve que activamente luchar conmigo misma para no inclinarme hacia él y olfatearlo aún más. Una vez que las respuestas fueron respondidas, mi teléfono vibró, preguntando si quería llamar a un Uber. Lo miré, encogiéndome de hombros. Teníamos la opción de llamar a un Uber y tener una cita realmente misteriosa o conseguir la dirección nosotros mismos.

—¿Qué diablos? —dijo, encogiéndose ligeramente de hombros—. Me apunto.

Sonreí, volviendo a mi teléfono y ordenando el Uber.

—Cinco minutos —mascullé. Él asintió. Se encontraba tan cerca, y olía tan bien, y me distraía tanto. Mis ojos bajaron a sus labios, y los vi separarse en sorpresa. Antes que pudiera acobardarme o dudar de mí, giré hacia él, estirándome para capturar su boca en un beso. Fue dulce, gentil pero encendió un fuego dentro de mí que era difícil de luchar. Me aparté antes que pudiera profundizarse, y sonreí, sintiéndome simultáneamente tímida y atrevida.

Él exhaló, y su aliento me cubrió, mentolado y dulce.

—Gracias. —Suspiró. Me reí, y él sonrió, su sonrisa ligeramente torcida que hacía que mi corazón latiera un poco irregular—. Por sacarme de mi miseria —dijo, sacudiendo la cabeza—. He querido besarte desde el día que Gracie vino a mí en el bar.

Me reí, sacudiendo la cabeza.

—No podía creerlo.

Edward sonrió.

—Ella es algo de otro mundo.

Ambos nos mantuvimos en silencio, y podría haber apostado los ahorros de mi vida que los dos estábamos pensando en la pregunta que ella le hizo. Lo estudié por el rabillo de mi ojo. ¿Estaba por saber de primera mano si él era una bestia de noche?

Había estado un poco tímida después que Gracie nació, y no había intentado salir con nadie hasta después de su primer cumpleaños. Al final, no había funcionado, obviamente, pero me había ayudado a regresar a lo evidente. No estaba buscando compromiso de nadie porque Gracie era mi prioridad, pero tampoco buscaba evitarlo si llegaba a mi vida.

—Estoy viendo el lado malo de haberte besado tan temprano en la noche —masculló Edward, sacándome de mis pensamientos. Parpadeé, mirándolo—. Ya quiero besarte de nuevo.

Sonreí, y él también, agachando la cabeza para capturar mi boca. El beso fue más firme y duró un poco más. Me aparté y me lamí los labios, gustándome que estos sabían a él, y me di cuenta que mi duda sobre el labial podría haber sido por nada. Seguramente íbamos a quitarlo a besos antes de que siquiera saliéramos de mi apartamento. Quería acercarme a él de nuevo cuando vibró mi teléfono, diciéndome que nuestro Uber había llegado. Lo miré y sonreí.

—¿Listo para una aventura?

~WG~

El Uber se detuvo en Post Alley, y miré por la ventana con entusiasmo. Aunque trabajaba a pocas cuadras de aquí, no había pasado mucho tiempo en esta zona. Era turística, y tenía curiosidad de adónde nos estaba llevando la aplicación.

Le agradecimos al chófer mientras nos bajamos, y bajé la mirada a mi teléfono.

—De acuerdo, nos está dando instrucciones de que caminemos hacia el final de la calle —dije, mirando a Edward. Él asintió, luciendo tan curioso como yo me sentía. Mi teléfono nos llevó por Post Alley y hacia una puerta rosa brillante al costado de un edificio. No había ningún cartel, ninguna indicación de lo que había adentro, solo la puerta rosa de metal contra la pared de ladrillos. Miré a Edward, y él sonrió, estirándose hacia la puerta y abriéndola.

Al momento que la puerta se abrió, nuestros oídos se llenaron de una música oscura y sofisticada. Entramos al sitio, y mis ojos estudiaron el salón, asimilando todo. No podía comprender la decoración, solo que era excéntrica. Habíamos entrado por encima del restaurante, y había una escalera que nos llevaba abajo, hacia el piso principal. Mesas pequeñas e íntimas rodeaban este salón, pero más adelante, en otra sala, podía ver mesas más grandes.

Bajamos las escaleras y caminamos hacia el puesto de la recepcionista. De acuerdo con la aplicación, hizo reservaciones por nosotros ni bien lo aceptamos. Debió haber sido en un buen momento porque aunque el lugar fuera raro, no podía imaginar que ellos tuvieran muchos lugares disponibles en sus libros. Aún seguía siendo una noche de viernes temprana, pero ya estaba lleno.

Fuimos dirigidos hacia una pequeña mesa en un rincón del salón principal. Edward se quitó el abrigo, colgándolo en el respaldo de su silla mientras nos sentábamos.

—Esto es diferente —dijo, estudiando el lugar.

Asentí de acuerdo.

Los menús fueron entregados, y me tomé un momento para estudiarlo. La comida parecía buena, quizás un poco pretenciosamente complicada, pero buena.

—Qué menú —mascullé. Edward tarareó.

—Buenas noches —dijo un joven, acercándose a nuestra mesa—. Bienvenidos a la Puerta Rosa. ¿Han cenado aquí antes? —Sacudí la cabeza, y él sonrió—. Maravilloso. Bueno, bienvenidos. ¿Puedo traerles algún trago para comenzar?

Bajé la mirada hacia mi menú antes de mirar a Edward.

—Me gustaría una copa de vino tinto —dije, mirando al camarero. Él asintió.

—¿Tiene alguna preferencia?

Vacilé.

—¿Cuál recomendaría?

Él se iluminó como si le hubiera preguntado sobre su primer hijo.

—Tenemos una selección excelente disponible. Nos enorgullecemos de asociarnos con viñedos seleccionados alrededor del mundo. Una de nuestras mejores selecciones es nuestra reserva Robert Mondavi 2014 para Viñedo Kalon. Es dulce y oscuro con pizcas de cereza y moras. Muy terroso y complejo con un dejo a vainilla y especias.

Me encogí de hombros.

—Eso suena maravilloso, gracias.

Él asintió y volteó hacia Edward. Vi a Edward mirar el menú, frunciendo el ceño ligeramente.

—Tomaré una cerveza —dijo, mirando al camarero.

Él asintió.

—Excelente. Tenemos varias cervezas artesanales que son locales de Seattle, o si prefiere una IPA...

Edward lo interrumpió.

—Heineken está bien.

El camarero frunció el ceño.

—Lo siento, señor. No la tenemos. —Realmente resopló como si estuviera por debajo de él. Edward frunció el ceño y miró al menú.

—Stella entonces.

El mesero asintió y desapareció. Le eché un vistazo a Edward e intenté contener mi sonrisa. Él se encontró con mis ojos, y no pude evitar la sonrisa que apareció en mi rostro.

—¿Estás un poco fuera de tu elemento?

Él bufó, levantando un brazo para frotar la parte trasera de su cuello.

—Solo un poco —admitió—. Pero generalmente soy relajado y estoy dispuesto a probar cosas, así que, ¿qué diablos, cierto?

Me mordí el labio para contener mis risitas. Había algo sobre él que me hacía sentir ansiosa y juguetona. Era difícil contener mis sonrisas a su alrededor.

—¿Cómo ha estado el trabajo?

Edward soltó una pequeña risa, sacudiendo la cabeza.

—Anticipativo —dijo, sonriéndome—. He revisado mi correo al menos el triple de lo normal esta semana.

La junta había tomado una decisión, pero habíamos acordado enviar las noticias del premio el lunes. Estaría mintiendo si dijera que no había añadido un poco de tensión a mi ansiedad sobre esta noche.

Tarareé en admisión, y él sonrió. Pero no me presionó por una respuesta.

Nuestro camarero regresó entonces, entregando mi copa de vino y la cerveza de Edward.

—¿Han tenido oportunidad de mirar el menú?

Lo miré y sacudí la cabeza.

—No, ¿quizás en unos minutos?

Asintió y nos dejó solos. Miré a Edward y sonreí mientras tomaba el menú de nuevo. La comida lucía buena, y me lamí los labios con anticipación.

—¿Ves algo que capte tu atención? —preguntó Edward. Lo miré por encima de mi menú y sonreí engreídamente.

—Sí, pero ordenaré algo aquí primero.

Él sonrió, y lo juro, sus mejillas se sonrojaron ligeramente, aunque era difícil de verlo en el oscuro restaurante.

Nuestro camarero regresó, mirándonos expectante. Edward me indicó que ordenara.

—Yo pediré el Tortellini alla Panna —dije, y él sonrió.

—Excelente elección. Irá muy bien con el vino —dijo, recordándome de mi bebida. Asentí, bajando mi menú, y ambos miramos a Edward. Él miró a nuestro camarero.

—Pediré nuggets de pollo.

La boca de nuestro camarero se abrió, y él vaciló, echándome un vistazo antes de volver a mirar a Edward. Se aclaró la garganta.

—Eh, ¿disculpe?

Edward lo miró fijamente a los ojos, completamente serio.

—Me gustaría ordenar los nuggets de pollo.

Me mordí el labio mientras nuestro camarero se quedó sin palabras por un momento.

—Señor, ese plato se encuentra en nuestro menú de niños.

Edward asintió.

—Sí, lo vi.

El camarero frunció el ceño, echándome un vistazo de nuevo. Cuando no lo ayudé, regresó a Edward.

—Ese menú está reservado para niños.

El ceño de Edward se pronunció ligeramente más.

—Entonces, ¿me dices que no puedo ordenar comida porque arbitrariamente le han dado una restricción de edad?

La boca del camarero se abrió y entonces se cerró.

—Bueno, no, señor, es solo que el tamaño de la porción es bastante pequeña...

Edward se encogió de hombros.

—Pediré dos entonces.

El camarero lo miró boquiabierto, pero cuando Edward se echó hacia atrás, mirándolo expectante, él finalmente se recompuso.

—Muy bien, señor.

Se alejó de la mesa, y la mirada de Edward se movió hacia mí. Me encontraba mordiéndome los labios tan fuerte que sentía que estaba a punto de sacar sangre. Sus ojos brillaban con diversión, y no pude evitar la risita que se escapó de mi boca.

—Te dije —dijo él suavemente—. Hombre simple, gustos simples.

Luché por mantener la compostura mientras tomaba y bebía mi vino. Era bueno, aunque ni siquiera podía recordar todos los sabores que el camarero prometió que tendría.

—¿Qué otro placer simple disfrutas?

Edward sonrió engreídamente.

—Bueno, aparte de mi excelente gusto en comida y bebida —dijo, agitando una mano hacia su cerveza. Me reí—. Me gusta mirar fútbol y jugar en ocasiones. Si mi hermano está lo suficientemente borracho, él no puede taclearme. Soy más rápido, pero él es un peso pesado, así que a menudo no me gusta arriesgarme. —Me mostró una sonrisa, y me reí—. Me gusta pasar tiempo al aire libre, el senderismo, y moverme. Soy terrible en el golf pero visito un campo al menos una vez al mes por trabajo. —Ante esto, solté una risita aún más fuerte, y su sonrisa creció—. Y si he tenido suficiente alcohol, usualmente puedo ser persuadido para tocar el piano.

Parpadeé en sorpresa.

—¿Tocas el piano?

Él rio.

—Lo hacía al crecer. Tengo un teclado en mi apartamento, pero no es lo mismo que el piano de media cola que mis padres tienen. No he tocado en un tiempo —admitió. Sacudí la cabeza.

—Gracie tenía razón —dije, sonriendo—. Realmente eres un príncipe azul.

Él resopló, tomando un sorbo de su cerveza.

—Claro, si el príncipe azul es un sabelotodo sarcástico que le encanta estimar los proyectos.

Sonreí.

—¿Quién dice que eso no es exactamente el príncipe azul que algunas mujeres buscan?

Me dio una mirada que hizo que mi estómago diera un vuelco, y me di cuenta ni bien las palabras salieron de mi boca que bien podría entrar en esa categoría de mujeres.

Bajé la mirada a la mesa, sintiendo el sonrojo cubrirme.

—¿Qué hay de ti, Bella?

Lo miré. Él me observaba suavemente, su mirada abierta y curiosa. Me lamí los labios mientras pensaba en su pregunta.

—¿Qué me gusta hacer? —pregunté. Él asintió, y suspiré—. Es un poco difícil responder a esa pregunta porque mi vida es Gracie. —Sacudí la cabeza—. No que no la ame más que a nada, por supuesto —me apresuré a añadir—. Ella aún es tan pequeña que me necesita mucho. Dudo que sea capaz de elegir pasatiempos por al menos unos años. —Eché un vistazo a Edward y vi que sus cejas estaban ligeramente fruncidas, su mirada suave y compasiva—. Antes de Gracie, era una persona que le gustaba mucho estar al aire libre. Quiero decir, soy una bióloga marina, así que paso mucho tiempo en el agua. —Me reí, y Edward sonrió—. Le enseñé a nadar cuando ella era una cosita pequeña, y ella es como un pez en el agua, pero falta mucho tiempo para que podamos bucear juntas.

La sonrisa de Edward creció aún más.

—¿Buceas?

Asentí.

—Totalmente certificada. Solía enseñar en California. He pensado en hacerlo aquí también; veremos cómo será mi agenda.

Edward sonrió.

—¿Cuántos años necesita tener Gracie para bucear contigo?

—Ella puede comenzar a aprender a los ocho, pero no puede convertirse en una buceadora Junior Open Water hasta que tenga diez al menos.

Edward asintió, bebiendo su cerveza.

—¿Dónde está ella esta noche?

Casi me derretía cada vez que él preguntaba por ella. No era que estaba buscando a alguien que reemplazara a Riley o algo porque eso estaba lejos de mi mente, pero podía ver que a él genuinamente le importaba mi hija, aunque solo había tenido dos interacciones con ella.

—Con mi amiga, Rose —dije, tomando un sorbo de mi vino—. Rose organizó todo, llamó a Gracie para invitarla a una noche de chicas. Gracie estaba tan emocionada sobre su noche especial que ella apenas se despidió de mí cuando Rose la pasó a recoger.

Él se rio conmigo, sacudiendo la cabeza.

—Parece que Rose es una buena amiga para las dos —comentó. Asentí.

—Sí, ella ha sido una bendición para nosotras. Estaba aterrada de mudarme aquí. Quiero decir, era mi trabajo de ensueño, e iba a estar más cerca de mi familia, pero aún así. Había estado en California por años. Era nuestra casa, donde Gracie nació, y realmente la única vida que ella había conocido, o la que yo había conocido con ella. Era aterrador alejarse de eso.

Edward frunció el ceño ligeramente.

—¿Cómo ha tomado ella la mudanza?

Sonreí.

—Mejor que yo. Ella es muy adaptable. Ya tiene muchos amigos; es como si ella ha estado aquí toda su vida. —Sacudí la cabeza, mi mente yendo cariñosamente a mi hija. Miré a Edward y noté que yo comenzaba a dominar la conversación con Gracie—. Lo siento —dije, parpadeando y mordiéndome el labio—. Détenme si estoy hablando mucho sobre Gracie. —La historia me dejó en claro que a los hombres, sin importar lo gentiles que eran, comenzaban a desconectarse de la conversación si hablaba demasiado sobre ella.

Edward se estiró sobre la mesa, su mano cariñosamente tomando la mía. Estaba tan sorprendida que lo miré.

—Oye, ella es tu mundo. No tienes que disculparte por hablar de ella. Me gusta escuchar tus historias. No he pasado mucho tiempo con niños, pero no puedo imaginar que todos sean tan entretenidos como tu hija. —Se rio—. Aún pienso en cómo ella se me acercó en ese bar, y me hace reír. Me sacó una sonrisa por semanas después de eso.

Oh, cielos.

Sentí mi corazón derretirse un poco con su confesión, y la sensación fue tan inesperada que fue casi estremecedora. Me mordí el labio, el calor y la ansiedad creciendo dentro de mí en iguales cantidades, y le ofrecí una pequeña sonrisa. Él la regresó, frotando mi mano suavemente con su pulgar. Me gustaba que él me tocara, me gustaba el cosquilleo que dejaba en mi cuerpo.

Mi lengua se deslizó por mis labios de nuevo, y sentí mi aliento atascarse.

No me di cuenta lo mucho que me había estado inclinando hacia él hasta que nuestro camarero regresó con nuestros platos. Me eché hacia atrás, y Edward soltó mi mano mientras el camarero colocaba un plato frente a mí. Este me dio una pequeña sonrisa antes de voltear hacia Edward. Me mordí el labio mientras él colocaba los dos platos frente a Edward. Ambos estaban llenos de lo que parecían ser largos pedazos de comida para pájaros y pequeñas ensaladas. El camarero bajó los platos, entonces miró a Edward como si desafiándolo a objetar.

Cuando Edward no dijo nada, nuestro camarero volteó hacia mí de nuevo.

—Hágame saber si necesitan algo más —dijo, abandonando la mesa. Ni bien se fue, regresé a Edward. Él estaba observando sus platos, sacudiendo la cabeza.

—¿Ellos realmente alimentan así a los niños?

Solté unas risitas. Tenía que admitirlo; no lucía muy apetitoso. El pollo estaba apanado con semillas, y sabía que incluso a Gracie no le hubiera agradado.

—Eso creo —mascullé—. ¿Quieres compartir mi pasta?

Edward rio.

—Soy un niño lo suficientemente grande para comer mi comida —dijo, sonriendo engreídamente. Le sonreí y tomé mi tenedor.

El tortellini era delicioso, y al momento que tocó mi lengua, gemí. Los ojos de Edward se deslizaron hacia mí, y vi su atención fijarse en mi boca.

—¿Estás seguro que no quieres probar? —pregunté, lamiendo la salsa de mis labios. Su boca se abrió un poco, y sonreí, tomando un tortellini. Lo levanté, ofreciéndoselo por sobre la mesa, y él lo encontró con su boca.

La comida nunca había sido algo erótico para mí, y quizás aún no lo fuera; quizás era todo Edward. Verlo tomar el tortellini, luego gemir mientras los sabores se encontraban con su lengua me hacía algo, y me moví, de repente completamente excitada.

Sus ojos cálidos y musgos se abrieron, encontrándose con mi mirada, y me di cuenta que estaba casi jadeando. Él sonrió, un costado de su boca levantándose ligeramente más que el otro, y mi vientre se contrajo.

Me obligué a bajar la mirada hacia mi comida, tomando otro tortellini y metiéndolo en mi boca. Excepto que, ahora, en vez de degustar el sabor explosivo, fui recordada completamente de esa expresión en su rostro, la manera que su boca había envuelto mi tenedor.

Eché un vistazo hacia él y vi que estaba frunciéndole el ceño a su pollo, al parecer tratando de decidir cómo comerlo. Un entusiasmo juvenil creció dentro de mí, y tomé un sorbo de mi vino. No podía comprender cómo él podía ir de ser completamente sexi a adorable al siguiente momento, pero me encantaba totalmente.

Él finalmente tomó el pollo y probó un bocado. Observé su rostro, curiosa por su reacción. Él se encontró con mi mirada y gruñó, la esquina de su boca elevándose de nuevo en una sonrisa.

—No es tan raro como parece —dijo después de tragar el bocado—. Pero no puedo imaginar que sea popular con los niños.

Me reí de nuevo y tomé otro tortellini.

La música a nuestro alrededor se detuvo de repente y levanté la mirada, curiosa. Había sido una suave melodía con una voz sedosa y femenina antes, y aunque no había estado prestando mucha atención, la repentina pérdida de ella fue estremecedora.

Comenzó una nueva música, y esta vez era oscura, seductora, y me hizo mirar a Edward con un corazón acelerado. Él encontró mi mirada, y vi el mismo deseo en sus ojos. Un movimiento por el rabillo de mi ojo llamó mi atención, y aparté mi mirada de él para ver a una mujer vestida en un bralette de encaje y lentejuelas rojas y shorts entrar al salón. Ella estaba descalza, su cabello perfectamente peinado en pequeñas ondas con un accesorio complejo de plumas al costado izquierdo de su cabeza. Ella resaltaba tanto, y aún así, tenía sentido verla atravesar el restaurante, un reflector de repente sobre ella mientras las luces eran atenuadas a nuestro alrededor. Se detuvo en el medio del salón, dándole a todos una sonrisa torcida antes de girar hacia un enorme aro que lentamente descendía del techo.

Miré boquiabierta.

Ella era una bailarina hermosa, sensual, y entretenida. Ella no era demasiado obscena, pero sabía cómo usar su cuerpo, dentro y fuera de ese aro, dando vueltas, mientras se mecía y colgaba y giraba. Jamás había visto a alguien moverse así. Combinado con la oscuridad del salón, el canturreo de la música seductora, y la sensación eléctrica de Edward del otro lado de la mesa, me encontraba más excitada que nunca.

Le eché un vistazo y vi que él me estaba observando, sus ojos oscuros, incluso en la penumbra de la sala.

Jadeé silenciosamente, mis ojos incapaz de apartarse de él. No era una mentira que lo deseaba. Él no solo era hermoso físicamente; él era dulce, encantador, y amable. Era inteligente, y aunque no había trabajado con él demasiado, podía ver que era un hombre leal. Casi me aterraba lo mucho que lo deseaba.

Cuando la bailarina terminó su show, la música volvió a cambiar, y las luces regresaron a su brillo original. Aún miraba a Edward, atrapada en los pozos verdes e hipnóticos de sus ojos.

—¿Cómo está todo aquí?

La voz de nuestro camarero rompió el trance en el que me encontraba, y parpadeé, bajando la mirada hacia mi comida para recomponerme. Me sentía caliente, y no estaba segura si era debido al vino o a Edward.

Escuché a Edward responderle, pero mis oídos estaban zumbando, mi mente aún nublada con mis pensamientos.

El camarero se fue, y levanté la mirada de mi plato.

—¿Espero que todo esté bien? —preguntó Edward.

—Lo siento, ¿qué?

Él sonrió un poco.

—Me gustaría llevarte a otro lugar para el postre.

... como un lugar con una cama.

—Sí —dije, mi voz quebrándose un poco.

De alguna manera logré terminar mi cena sin quedar como una tonta, a pesar que mi mente estaba completa y absolutamente saturada con Edward. Hablamos un poco más sobre trabajo, y Edward me contó historias sobre su familia. Intenté prestar atención, en serio, pero quería irme de este restaurante. Quería estar a su lado, debajo de él, rodeándolo.

Nuestro camarero vino a tomar nuestros platos cuando terminamos, diciendo nada sobre los dos platos vacíos de Edward. Regresó un momento después con nuestra cuenta, y Edward se estiró para tomarla.

Me sonrojé un poco.

—¿Te molesta si pago yo? —pregunté. Él me miró con sorpresa—. Es solo que, si vas a comprar el postre, me gustaría pagar la cena.

Él sonrió un poco, luciendo sorprendido antes de tenderme la cuenta.

—Gracias —dijo suavemente. Saqué mi billetera, deslizando mi tarjeta sobre la cuenta sin mirar el saldo.

El camarero se acercó a tomarla y regresó un minuto después con un recibo para que yo firmara. Una vez que estuvimos listos, Edward se puso de pie, colocándose el abrigo antes de ofrecerme su mano. Me mordí el labio y me puse mi abrigo. Tomé mi cartera, colocándola sobre mi hombro antes de tomar su mano. Su toque envió más cosquilleos por mi ya sensible cuerpo, y le sonreí tímidamente. Él me devolvió la sonrisa mientras me sacaba del restaurante.

Afuera, el aire era frío, y temblé un poco, contenta de haberme puesto un abrigo sobre mi suéter. La mano de Edward apretó la mía suavemente, y lo miré.

—¿Estás bien para caminar por un momento?

Asentí. Tenía puesto tacones, pero era mi par más cómodo, y honestamente, probablemente caminaría más de lo que me sentía cómoda, solo para seguir caminando con él.

Salimos de Post Alley, tomados de la mano.