Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!


Capítulo 11

Edward

Bella era tan hermosa; me quedaba sin aliento cada vez que la veía. Toda esta noche no había salido exactamente como lo había planeado, pero a pesar que el restaurante había sido raro y el camarero un imbécil, no podía evitar pensar que había sido perfecta.

Ninguna mujer alguna vez me había pedido pagar la cuenta. Fue algo pequeño teniendo todo en cuenta, pero había sido más significativo para mí de lo que pensé que sería. Bella era tan diferente a las mujeres con las que había salido en el pasado, pero todo en el mejor de los sentidos.

Bella y yo caminamos por Post Alley; nuestras manos enlazadas mientras hablábamos de las cosas turísticas que hacer en Seattle. Bella me contó sobre los viajes que ella había hecho de adolescente, e hice una nota mental de todos los lugares que quería mostrarle de la ciudad. Aún había mucho que ella no había visto ni hecho, y estaba ansioso por ser la persona que se las introdujera a ella.

Una de mis heladerías favoritas se encontraba al final de la calle Pike. Eran artesanales, y aunque tenían sabores extravagantes, también tenían los básicos, que era realmente lo que estaba buscando.

Bella y yo nos acercamos al mostrador, y ella se inclinó, examinando los sabores. Yo ya sabía lo que quería, así que me quedé atrás y la dejé mirar.

Ella se lamió los labios, y contuve un gruñido. Ella había estado haciendo eso toda la noche, y era realmente doloroso contenerme de besarla. Estuve asombrado cuando ella me había besado en su apartamento pero completamente encantado. Me encantaba que ella estuviera dispuesta a dar esos primeros pasos, ser la que iniciara las cosas. Se sentía que estábamos en igualdad de condiciones, y me encantaba.

—Creo que quiero probar la albahaca y fresa —dijo, enderezándose. Me echó un vistazo, y le indiqué que hiciera su orden. Ella volteó hacia el niño detrás del mostrador, informando lo que ella quería, y este asintió, poniéndose a trabajar para servirle unas bochas. Él le tendió su vaso y giró hacia mí.

—Pediré dos bochas de chocolate.

Bella se rio suavemente, y sonreí. El niño sirvió mi helado, tendiéndomelo antes de dirigirse a la caja registradora. Saqué mi billetera, y Bella estiró una mano, ofreciéndose a sostener mi helado mientras pagaba. Le sonreí y le acerqué el vaso. Era barato, considerando todo, así que aproveché el cambio de los veinte y lo coloqué en el frasco de propinas. El niño se puso contento.

—¡Gracias! —dijo mientras yo volteaba hacia Bella. Ella le ofreció una sonrisa mientras dábamos la vuelta. Habían asientos para comer adentro, pero había estado disfrutando la caminata, y al parecer así lo había hecho Bella, así que salimos de la tienda, regresando hacia la calle Pike. Estaba cerrada por la noche, y no estaba pasando mucho, pero a pesar del hecho que hacía un poco de frío, era una noche hermosa.

—¿Qué tal tu chocolate? —preguntó Bella, mirándome a través de sus pestañas. Sonreí y le ofrecí mi cuchara. Ella se detuvo, arqueando una ceja antes de inclinarse hacia mí y envolver sus labios rosados alrededor de mi cuchara.

Dejé de respirar.

Bella tarareó, apartándose un poco, y se lamió los labios. Aún había un pequeño rastro de chocolate en sus labios, y me moví antes de siquiera pensar en ello.

Me incliné, capturando sus labios con los míos y gruñendo mientras saboreaba la mezcla de chocolate con su frutilla y esa dulzura que era puramente ella. Ella jadeó contra mí, y mi lengua se asomó, encontrándose con la suya. Los sabores explotaron en mi interior, y casi dejé caer mi helado mientras mis brazos la rodeaban. Ella tenía sus brazos alrededor de mi cintura, una mano aferrando la parte trasera de mi abrigo para acercarse más a mí. Estaba completamente rodeado por ella, totalmente abrumado, y quería, no, necesitaba, más.

Nuestro beso se cortó cuando ambos nos echamos hacia atrás para respirar. Podía sentir su pecho moverse contra el mío a través de nuestros abrigos, y aborrecí la tela entre nosotros.

—Lo siento —jadeé, alejándome de ella, tratando de despejar mi cabeza—. No quise...

Ella me interrumpió con otro beso, este ligeramente más casto, pero no menos caliente.

—Edward —susurró contra mí—. ¿Vendrías a casa conmigo?

Mi aliento desaceleró, y entonces se detuvo por alrededor de tres segundos.

La observé, apenas atreviéndome a esperar haberla escuchado bien.

—¿Estás segura? —pregunté, mi voz ronca. Bella sonrió, y fue algo dulce y seductora al mismo tiempo.

—Sí —susurró, su aliento rozando mi piel—. Por favor.

Sus palabras penetraron en mí, llegando a lo profundo de mi interior, y me estremecí ligeramente antes de inclinarme y presionar un beso en sus labios. Me eché hacia atrás antes de poder dejarme llegar demasiado, sacando mi teléfono. Mi helado comenzaba a derretirse en mi mano, y maldije, pasándola a la que estaba sosteniendo mi teléfono mientras pedía un Uber.

Bella se rio a mi lado, y le eché un vistazo. Ella era completa seducción y dulzura de otro mundo todo en uno. ¿Cómo hacía eso?

Una vez que el Uber fue pedido, metí mi teléfono de regreso en mi bolsillo y giré hacia ella.

—Quiero que sepas que no planeaba...

Ella sacudió la cabeza, interrumpiéndome al levantar una mano para sostener mi mejilla. Su mano estaba fría, y me incliné hacia ella, besándola suavemente.

—Lo sé. Yo tampoco, y quizás deberíamos esperar, pero te deseo. —Exhaló suavemente, sacudiendo la cabeza—. Confío en ti con esto, Edward. Tengo un buen presentimiento con lo que sucede entre nosotros y... —Se mordió el labio—. Y creo que quizás tú también.

Un sonido ahogado se escapó de mi garganta.

—Eso es quedarse corto.

Ella sonrió, y sus dedos gentilmente rascaron mi barba. Se sintió jodidamente increíble.

—Bien.

Quería perderme en ella. Era tan hermosa, amable, inteligente, y endemoniadamente sexi. Quería perderme en ella por completo.

El Uber llegó, sacándome de mis cavilaciones, y gruñí, sacudiendo la cabeza. Estiré una mano para abrir la puerta trasera para ella, y ella subió. Mientras lo hacía, bajé una mano para acomodarme antes de subir tras ella. Mi polla estaba tan dura, era casi doloroso. No podía comprender cómo ella podía excitarme con solo unos besos.

El Uber se puso en marcha sobre la calle Pike, y entonces giró en la 4. Miré a Bella, que seguía comiendo su helado. Cada vez que su lengua rosa se asomaba para lamer su cuchara, casi me echaba a llorar.

—¿No vas a comer tu helado? —preguntó Bella, mirándome a través de sus pestañas. Contuve una risita.

—Preferiría comerlo de ti —mascullé. Ella me escuchó, y la vi retorcerse en su asiento.

Interesante.

—Eh —chilló, su voz jadeante—. Bueno, tendremos que ver qué hacemos al respecto.

Jodida mierda. Esta mujer iba a ser mi fin.

El Uber aceleró a través del tráfico tanto como pudo, pero aún así le llevó un rato llegar al departamento de Bella. Mi helado comenzaba a derretirse, así que terminé comiéndolo, guardando ideas de comer helado de ella para otro momento.

Cuando estacionamos frente al edificio de Bella, saqué mi billetera, lanzándole al chófer una propina antes de bajarme. Le ofrecí una mano a Bella, y cuando su pequeña mano aterrizó sobre la mía, me sentí eléctrico. Jalé de ella para bajarla del Uber, y ella me sonrió.

—Vamos —susurró, manteniendo mi mano en la suya mientras nos dirigía hacia su apartamento. Subimos, y afortunadamente, su edificio no era muy alto porque no hubiera sido capaz de controlarme si el viaje en el ascensor hubiera sido más largo.

Bajamos en su piso, y seguí a Bella hacia su puerta. Tomé su vaso de helado mientras ella buscaba sus llaves en su cartera, y una repentina ola de nervios me inundó. Había estado con un número decente de mujeres, y aunque no sentía que tenía poca experiencia ni nada, sentí una inesperada presión de hacerlo bien con Bella. Tenía que hacer esto bien; no podía arriesgarme a perderla ya.

Bella abrió la puerta de su apartamento y me miró por encima de su hombro, haciéndome una seña para que entrara. Tragué fuerte y la seguí hacia el apartamento. Todo el lugar era cálido y habitado. Los juguetes de Gracie estaban por todas partes, pero el apartamento lucía ordenado a pesar de eso. Tenía una suavidad que las mujeres a menudo traían a los hogares, una suavidad que a mi propio apartamento le hacía mucha falta.

Bella se quitó el abrigo y lo colgó en el armario de la entrada, dejando su cartera en un gancho justo adentro del armario.

—¿Terminaste? —preguntó, girando hacia mí. La miré.

—¿Eh? —Ella se estiró hacia las tazas de helado en mis manos—. Oh, sí. —Las tomó y se dirigió a la cocina mientras la seguía para lavarme las manos. Cuando terminé, Bella volteó hacia mí, mordiéndose el labio—. ¿Quieres algo de beber?

¿Ella también estaba nerviosa? Eso me hacía sentir un poco mejor.

—Claro —dije, levantando un solo hombro. Bella asintió y se dio la vuelta hacia su refrigerador.

—Creo que tengo lo que quedó de cerveza de cuando mis padres vinieron de visita —dijo, inclinándose para revisar su refrigerador.

No pude evitar gruñir mientras el jean blanco se estiró sobre su perfecto trasero. Ella me miró por encima de su hombro, sonriendo.

Atrevida.

Se paró, sacando una cerveza. Volteó y buscó en un cajón un abridor de botellas, quitándole la tapa antes de ofrecérmela.

—Gracias —dije, mi garganta de repente seca y tensa. Ella sonrió engreídamente y volteó para tomar una copa de la alacena sobre la encimera. Su cuerpo se alargó mientras se estiraba, y observé, con la mandíbula apretada, como sus muslos y gemelos se flexionaban a través del material firme de sus jeans. Ella aún tenía esos jodidos tacones puestos, y rápidamente llevé mi cerveza hacia mi boca, efectivamente evitando decir algo idiota mientras me la comía con la mirada.

Bella se sirvió una copa de vino antes de señalarme en dirección a la sala. La seguí y me di cuenta que aún tenía mi abrigo puesto. Bufando, bajé mi cerveza en un posavasos que ella tenía en su mesa ratona antes de desabrochar mi abrigo. Cuidadosamente, lo dejé en el respaldo de una silla antes de tomar mi cerveza y moverme para sentarme a su lado en el sofá. Ella se había quitado los zapatos, y no pude evitar la pequeña decepción. No me hubiera molestado ver esos tacones cerca de mis orejas más tarde.

—Dime algo que normalmente no cuentas en una primera cita —pidió Bella. Me reí en sorpresa.

—Está bien, ¿cómo qué?

Se encogió de hombros, doblando sus piernas debajo de ella mientras apoyaba su codo izquierdo en el respaldo del sofá. Su copa de vino se encontraba en su mano derecha mientras me observaba. Levanté una mano para rascar mi barbilla.

—De acuerdo, le temo a las tortugas.

La boca de Bella se abrió en shock.

—¿Qué? —preguntó, su voz incrédula, aunque podía escuchar una risita formándose. Sonreí y sacudí la cabeza.

—Ahora eres una de las pocas privilegiadas de saber esto. Creo que finalmente he hecho que mi hermano se olvide, y mientras siga sobornando a mi hermana, él jamás lo volverá a saber.

Bella estalló en carcajadas tan fuertes que casi derramaba su vino. Me reí, estirándome hacia ella y tomando la copa de vino, colocándola sobre la mesa ratona.

—Edward, ¿por qué? —Rio.

—No lo sé. Es un miedo que comenzó de niño, y jamás lo superé.

La risa de Bella era perfecta; un sonido suave y tintineante que te hacía sonreír. Era contagiosa, y me encontré riéndome con ella. Se inclinó sobre el sofá; la parte superior de su cuerpo casi se dejó caer sobre el mío mientras ella reía contra mi pecho. Me encontraba tan sumamente consciente de su proximidad que me dejé de reír, respirando temblorosamente. Ella se rio contra mí y levantó la cabeza para mirarme.

—Ahora es tu turno.

Ella sonrió.

—He fingido ser alérgica a los pepinos durante diecisiete años porque no puedo soportarlos, y es más fácil decirle a las personas que soy alérgica.

Solté una carcajada, y Bella sonrió. Ella era perfecta, absoluta y jodidamente perfecta, y necesitaba besarla de nuevo.

Bajé mi cerveza sobre la mesa ratona antes de estirarme hacia ella. Se sentó en el sofá, ubicándose a mi lado. Sus manos frotaban mi pecho, y solté el aliento titubeante mientras se elevaban hacia mi cuello.

—Me gustas, Edward Cullen —masculló. Sonreí, sorprendido por sus palabras. Estas inesperadamente me alegraron, y sentí mi corazón titubear en mi pecho.

Mis manos rodearon su cintura, sintiendo la suave tela de su suéter.

—También me gustas, Bella Swan.

Ella sonrió, mordiéndose ligeramente su labio antes de inclinarse hacia mí, sus labios encontrando los míos. El vino le había añadido sabores más complejos, pero todo era elogioso, todo delicioso. Ella se inclinó contra mí, y mis manos se movieron hacia su espalda, deslizándose por debajo de la suavidad de su suéter. Su piel era igual de sedosa y suave, y solté un gruñido.

Ella se movió contra mí, y mis ojos casi rodaron hacia atrás mientras sus piernas se movían, así estaba a horcajadas sobre mi regazo. La sensación de sus muslos presionándose contra los míos era una deliciosa tortura, y una de mis manos abandonaron la exploración de su espalda para subir y jalar de su coleta. El movimiento de su cabello había estado hipnotizándome toda la maldita noche.

Bella mordió mi labio, y gruñí, mi boca se abrió. Su lengua encontró la mía, y fue como si ella hubiera encendido un fuego dentro de mí. Mis brazos se afianzaron a su alrededor, y ella gimió suavemente en mi regazo.

—Bella, ¿estás segura? —pregunté, apartándome solo un poco. Mi respiración era pesada ya que estaba a punto de jadear con mi necesidad de ella.

—Sí, estoy segura. Llévame a la cama.

Era todo lo que necesitaba escuchar. Envolví mis brazos a su alrededor, posando mis manos sobre su trasero. Llamando a mi fuerza abdominal, me puse de pie, y Bella chilló en sorpresa mientras mis manos se flexionaron sobre su trasero, dándole un suave apretón. Su boca atacó la mía con más fervor, y casi la solté.

—Bella —jadeé, apartándome—. ¿A dónde voy?

Ella parpadeó, luciendo desorientada.

—¿Eh? Oh, eh... —Sacudió la cabeza, echando un vistazo por encima de su hombro, pasando la cocina—. Primera puerta a la derecha.

Mis manos volvieron a darle un apretón, y ella gruñó, sus tobillos trabándose alrededor de mi cintura, sus pequeños dedos hundiéndose en mi cabello mientras llenaba de besos mi mandíbula.

—Dios, me encanta tu barba —gruñó, su lengua asomándose para lamer el costado de mi mandíbula. Me tambaleé, deteniéndome para inclinarme contra una pared mientras gruñía. Bella rio, mordisqueando mi garganta.

—Mierda, nena. Déjame al menos llevarte a una cama —gruñí. Bella tarareó contra mi piel, y todo mi cuerpo se estremeció. Gemí, apartándome de la pared, moviéndome hacia la puerta que ella había señalado. No tuve tiempo de mirar alrededor de su cuarto; nada de eso importaba porque ella seguía atacándome, lamiendo y mordisqueando exactamente en los lugares correctos para dejarme mareado con deseo. Gruñí cuando finalmente llegué a su cama, dejándola sobre ella e inmediatamente cayendo con ella. Todo su cuerpo me sostuvo con más fuerza, y necesitaba quitarle estos jeans ahora.

Mis manos recorrieron su cuerpo, la suavidad de su suéter haciéndola sentir preciosa debajo de mí. Mis manos se deslizaron por debajo de la prenda, y realmente gruñí. La suavidad de su suéter elogiaba la suavidad de su piel, y dejé que mis manos callosas vagaran por su estómago, trazando patrones. Ella gimió, sus caderas elevándose de la cama para frotarse contra mí. Sonreí contra sus labios, apartándome lo suficiente para jalar el suéter por su cabeza.

Demonios.

Su piel era cremosa, suave, y completamente perfecta. Incluso la pequeña marca de nacimiento sobre su ombligo parecía perfectamente ubicado. Me agaché para besarla, y su cuerpo tembló debajo de mí. Dejé que mis ojos la estudiaran, notando el encaje rosa que apenas sostenía sus pechos. Podía ver sus pezones a través de la tela, y mi boca se me hizo agua, asimilándola.

Me agaché, rozando mi nariz por su estómago y el valle de sus pechos. Dejé un suave beso en cada montículo, y ella gimió, sus caderas moviéndose de nuevo y meciéndose hacia mí. Sus jeans realmente se encontraban en el medio.

—Dios, Bella —gruñí—. Eres jodidamente perfecta.

Levanté la mirada, viendo como sus ojos se abrían. Ella parecía confundida por un momento antes que una pequeña y tímida sonrisa apareciera en su rostro.

—No lo soy —susurró, sacudiendo la cabeza—. Mi cuerpo nunca ha sido el mismo después de tener a Gracie. —Parecía que iba a seguir, así que me acerqué y la besé. Sus brazos rodearon mi cuello, jalándome hacia ella.

—Perfecta —mascullé contra sus labios—. Desgarradoramente hermosa. —Dejé que mis labios rozaran su mejilla, bajando por su mandíbula como ella lo había estado haciendo antes. Se retorció debajo de mí, y supe que mi barba probablemente estaba haciéndole cosquillas—. Eres cada una de mis fantasías hecha realidad —susurré, besándola entre cada palabra hasta que se encontraba jadeando debajo de mis labios. Succioné su clavícula, y ella echó su cabeza hacia atrás, sus dedos cerrándose en el frente de mi camisa.

—Quítate esto —demandó. Sonreí y me aparté de ella, sacándomela por encima de la cabeza en vez de desabrocharla. Fue complicado, pero logré hacerlo, y la tiré a un costado. Las manos de Bella inmediatamente se deslizaron por mi pecho, sus dedos trazando el contorno de mis músculos. Siempre había sido delgado, pero trabajar en construcción me había rellenado. Había ganado mucha masa muscular trabajando en el terreno, y cuando pasé a un trabajo de escritorio, hice que fuera un objetivo mantener ese músculo.

Todo ese tiempo molesto en el gimnasio claramente dio sus frutos porque los ojos de Bella se pusieron brillantes mientras trazaba mis músculos. Le sonreí, agachándome para besarla cariñosamente. Sus labios se movieron contra los míos, y sus dedos apretaron mis pectorales. Sus manos se movieron alrededor de mi espalda, jalándome más hacia ella, y el encaje de su sostén rozaba contra mi pecho, haciendo que mi respiración se acelerara.

—Bella —gruñí contra su boca—. Necesito quitarte estos jeans.

Ella rio y asintió, echándose hacia atrás y apoyándose sobre sus codos. Estiré una mano para desabrochar el botón de sus jeans, bajando el pequeño cierre y dejando que mis dedos se deslizaran sobre ella mientras me movía. Ella se estremeció cuando mis dedos rozaron su estómago.

Me senté, quitándole los jeans. Estos eran jodidamente estrechos; era un milagro que ella hubiera sido capaz de hacer algo en ellos.

Finalmente salieron de sus piernas, y los tiré a un lado, en algún lugar cerca de mi camisa. Aproveché mi vista mientras estaba parado para estudiarla. Un rizo oscuro en su pierna izquierda captó mi mirada, y fruncí el ceño, inclinándome sobre ella. Bella se mordió el labio cuando la miré, una enorme sonrisa estirándose en su hermoso rostro mientras giraba su cuerpo para mostrarme su pierna.

Toda mi boca se secó.

Su tatuaje de pulpo era largo, hermosamente representado, con tentáculos que llegaban a su cadera y otros que se estiraban por su muslo. Uno parecía que giraba hacia su trasero. De repente, tenía la desesperada necesidad de ver hasta dónde llegaba ese tentáculo.

—¿Mencioné que me gustan los pulpos? —preguntó, sonriendo. Me aclaré la garganta.

—Creo que es el tatuaje más jodidamente sexi que he visto —dije con voz ronca. Bella sonrió, señalándome que me acercara a ella con un dedo. Rápidamente me quité los jeans y subí a la cama mientras ella se arrastraba hacia el medio del colchón. Se acostó, luciendo como una perfecta seductora—. ¿Por cuánto tiempo has tenido ese tatuaje? —pregunté, mi garganta tensa. Bella sonrió mientras mi mano se acercaba para trazarlo. Sus piernas eran fuertes, tonificadas, y se contrajeron bajo mi caricia.

—Desde que tenía diecinueve —jadeó. Mis ojos bajaron hacia su pierna, observando cómo sus músculos se contraían debajo de mi mano. Estaba completamente hipnotizado.

—Y pensar —mascullé—. Que esto ha estado escondiéndose debajo de todos los atuendos profesionales y sexis que siempre te veo vestir.

Bella tembló.

—Solo comencé a vestirme elegante por ti —admitió. Mis ojos rápidamente fueron a los suyos—. Usualmente uso jeans y una blusa en el trabajo.

Sonreí, agachándome para plantar un beso en su marca de nacimiento de nuevo.

—Eso me encanta —le dije—. Aunque podría verte en una bolsa de papas y aún así te encontraría dolorosamente sexi —admití.

Ella soltó unas risitas, y mi mano pausó su misión para trazar cada milímetro de su tatuaje mientras le sonreía.

—De hecho, me comenzó a gustar vestirme elegante. No puedo hacerlo todos los días porque a veces estoy en los tanques, pero cuando puedo, se siente bien.

Sonreí, besando su cadera. Ella se retorció debajo mío.

Finalmente me tomé el momento de notar su ropa interior. Esta era del mismo tono de rosa suave como su sostén, el mismo encaje, y quería arrancársela.

Presioné un beso justo por encima de su cadera, y ella volvió a retorcerse, un gemido escapándose de sus labios. Sonreí, estirándome para morder y mordisquear sus caderas. Me moví de lado a lado, mis labios y barba rozando su piel hasta que ella se encontraba jadeando y gimiendo, mi nombre escapándose de mis labios como una plegaria desesperada.

Caí en la realidad cuando estiré una mano hacia sus bragas, y me detuve, gruñendo. Ella frunció el ceño, ligeramente incorporándose para mirarme.

—¿Qué pasa?

Suspiré.

—Necesito un condón —mascullé—. Creo que tengo algunos en mi camioneta.

Bella se mordió el labio.

—Oh, bueno. —Se mordió más el labio, y fruncí el ceño, sentándome para mirarla.

—¿Qué pasa?

Ella suspiró.

—Tengo un implante —dijo, encogiéndose de un hombro—. Y sé que estoy limpia...

La miré. Jamás había tenido sexo sin protección con una mujer que no estuviera en una relación comprometida, e incluso entonces, había tenido dudas al hacerlo con algunas de ellas.

Bella se sentía diferente, y me preguntaba si era porque ella ya era una madre y seguramente no buscaba añadir un bebé a la mezcla o si simplemente porque ya confiaba en ella.

—¿Estás segura? —pregunté, mirándola a los ojos—. Quiero decir, también estoy limpio, pero no quiero que digas esto para hacerme sentir más cómodo, o lo que sea —estaba divagando, y Bella estiró una mano hacia mí, sus dedos tocando mis mejillas suavemente.

—Edward, sí, estoy segura. Gracias por preguntarme. —Se sentó un poco, y me apoyé sobre mis brazos para encontrarme con sus labios. Mierda, sus besos se sentían como llegar a casa.

Mis manos se flexionaron en sus caderas, y ella gruñó, bajando el pedazo de encaje. Le quité las bragas, y rompí nuestro beso para estudiarla. Dios, ella era hermosa. Comenzó a quitarse el sostén, y juro que mi mente entró en cortocircuito.

Ella era la mezcla perfecta de curvas suaves y músculos tonificados, y quería saborear cada milímetro de ella.

Estiró sus brazos hacia mí de nuevo, llevándome hacia su cuerpo antes que realmente pudiera saborearla, y fruncí el ceño. Ella rio, encontrando mis labios con los suyos mientras sus dedos jalando de la cintura de mis bóxers. La ayudé a quitármelos, mi polla prácticamente llorando mientras era liberada.

Bella se apartó ligeramente, su mirada deslizándose por mi cuerpo, y me sentí sacudirme en respuesta. Su boca se abrió, su respiración volviéndose pesada mientras su lengua se asomaba para lamer su labio inferior. Diablos, la necesitaba ahora. Quería saborearla más, sumergirme en un profundo placer con ella más profundo de lo que jamás había ido con nadie. Pero ahora, todo mi cuerpo pedía estar dentro de ella.

Bella se sentó, moviéndose así yo giraba y caía sobre la cama, y se subió sobre mí.

Mierda, sí.

Se sentó a horcajadas sobre mi cintura, su calor ardiéndome mientras se inclinaba, uniendo sus labios a los míos de nuevo. Ella gruñó contra mí, y sentí su húmedo calor contra mi abdomen.

Casi me corría allí mismo. Ella era tan sexi, estaba tan húmeda. Me dio una ola embriagadora de poder al saber que había provocado eso en ella.

Bella rompió nuestro beso lo suficiente para deslizar una mano por mi cuerpo, rodeando mi polla.

Dejé de respirar mientras ella me masturba por un momento.

—B-Bella —suelto. Ella me dio una sonrisa torcida antes de levantarse sobre sus rodillas. Se lamió los labios, sus ojos encontrándose con los míos mientras lenta y gloriosamente se hundía sobre mí.

Ambos soltamos un largo gemido mientras ella se acomodaba sobre mí, hundiéndose más y más hasta que estaba completamente dentro de ella.

—Mierda —susurró, colocando sus manos sobre mis abdominales para balancearse. Estaba luchando para permanecer coherente. Estaba perdido en el caliente y apretado calor de su cuerpo.

Bella jadeó antes de que sus caderas comenzaran a moverse, contoneándose dolorosa y lentamente sobre mí. La observé, absorto, completamente satisfecho, y simultáneamente frustrado con el ritmo agonizantemente lento que iba. Ella era elegante mientras se movía sobre mí, su cuerpo moviéndose a un ritmo perfecto, arriba y abajo, arriba y abajo. Me senté, necesitando estar más cerca de ella, y me sonrió, sus manos acercándose para jalar de mi cabello. Mis manos rodearon su cintura, una mano en su cadera. Mi mano era lo suficientemente larga que mis dedos podían rodear su cadera mientras que mi pulgar rozaba su clítoris. Ella trastabilló, su cuerpo temblando mientras tocaba ese lugar sensible en ella. Sonreí, llevando mi otra mano hacia su pecho izquierdo mientras tomaba el derecho en mi boca. Su piel era dulce, y ella chilló, arqueándose más cerca mientras continuaba moviéndose.

No sabía que el sexo podía sentirse así. Estar con Bella sacudía tu mundo, alteraba tu vida. Ella seguía moviéndose sobre mí mientras succionaba sus pechos, dándole toda mi atención a sus zonas más sensibles. Mi pulgar rozó su clítoris de nuevo, y ella tembló. Una vez más y la sentí contraerse a mi alrededor, su cuerpo inclinándose elegantemente mientras se corría a mi alrededor. Apreté los dientes para aguantar, deseando verla perder el control en mis brazos. Ella era jodidamente hermosa.

Cuando se recuperó, nos giré, saliendo de ella mientras nos movíamos. Casi gruñí ante la pérdida de contacto, y Bella suspiró, estirándose para acercarme y besarla. Me ubiqué entre sus muslos mientras ella rodeaba mis caderas con sus piernas. Me volví a hundir en ella, y ambos nos estremecimos.

Quería tomarme mi tiempo, pero estaba demasiado cerca.

Mis manos se movieron por su cuerpo mientras mi lengua bailaba con la suya. Desesperadamente quería que ella se corriera de nuevo, y estaba luchando por contener mi propio orgasmo tanto como podía para asegurarme de que eso sucediera.

Podía sentir su cuerpo tensarse una vez más, y me moví, bajando mis brazos y enlazando sus piernas sobre ellas. El cambio de posición me permitía penetrarla más profundo, y soltó un chillido, arqueando su espalda mientras embestía en ella.

—Tócate —le dije—. Hazte correr, nena.

Ella gruñó, deslizando sus manos por su cuerpo sudoroso mientras obedecía mi ruego. Cerré los ojos, la vista de sus dedos moviéndose sobre ella era casi demasiado para mí. Moví mis caderas, y todo su cuerpo se contrajo a mi alrededor. Sonreí, meciéndome y tocando ese lugar de nuevo. Ella se desmoronó debajo de mí, su cuerpo jalándome tan fuerte que me vine con ella.

Mierda. No creía haberme corrido tan fuerte en mi vida. Luché para recuperar el aliento, mi cuerpo colapsando sobre Bella ya que toda mi fuerza se esfumó. Ella envolvió su cuerpo a mi alrededor, temblando y jadeando.

—Santo cielo —gimió después de un minuto. Sonreí, echándome hacia atrás y besando su hombro.

—Sí, no me diga.

Ella rio, y sonreí, saliéndome de ella. Ambos gruñimos.

—Edward, debería haber preguntado esto antes —dijo Bella, haciéndome mirarla con el ceño fruncido. Ella sonrió y enredó sus dedos en mi cabello—. ¿Pasarías la noche aquí?

Le sonreí, plantando un beso en su garganta.

—Me encantaría.


¿No les pareció chistoso que Edward le tuviera miedo a las tortugas? Me hizo acordar de mi otra Bella que también era bióloga marina y su amor por las tortugas marinas, y obvio que nuestro querido Surfie también, que le hacía dibujos de tortugas *-* Curiosamente, el permiso de esta historia lo conseguí meses antes que Surfie fuera publicado en inglés.

Este capítulo está sin revisar, ni bien me desocupe en la noche lo haré, no quería pasar otro día sin actualizar :)

¡Qué tengan lindo día!