Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!


Capítulo 12

Bella

La suave y cálida luz solar me despertó del profundo sueño. Estaba completamente exhausta, pero ni bien mi mente se despertó, registré que estaba feliz.

Mis ojos se abrieron lentamente, y me quedé sin aliento.

Edward estaba dormido a mi lado, su cabello broncíneo brillaba en la luz de la mañana. De repente, estaba agradecida de haber dejado las cortinas abiertas anoche porque poder ver a Edward dormir así era impresionante. Me tomé un momento para estudiar su rostro; tenía una frente lisa y cejas gruesas. Sus pestañas eran largas contra sus mejillas, y sabía que debajo de sus párpados se encontraban los ojos más verdes que había visto jamás. Sus pómulos eran altos, sus labios llenos descansaban en un puchero perfecto por los que modelos absolutamente matarían. Mis labios se estiraron en una sonrisa mientras estudiaba su barba. Varias zonas de mi cuerpo aún se estremecían con el recuerdo de esa barba haciendo cosquillas contra mí.

No había estado con nadie en ocho meses, y el último tipo con el que había tenido sexo había sido tan mediocre que a menudo me olvidaba de ello. Edward era exactamente lo opuesto. Mi cuerpo estaba dolorido, y sentía los músculos de mi vientre bajo contraerse ante el recuerdo de él llenándome. Sospechaba que iba a sentirme así por un tiempo.

Eventualmente, la necesidad de hacer pis me sacó de la cama, y crucé el cuarto, deteniéndome para tomar mi bata antes de dirigirme al baño. Me tomé mi tiempo, lavando mi rostro y cepillando mis dientes mientras seguía allí. Nos habíamos acurrucado para hablar después de la primera vez, y cerca de una hora después, comenzamos a atacar al otro de nuevo. Él había arrancado la goma de mi cabello en ese momento, y sonreí al ver el furioso caso de cabello de sexo frente al espejo.

Suavemente, cepillé los nudos antes de atar mi cabello en un rodete desordenado. Cuando estuve aseada, regresé a mi cuarto. Edward seguía durmiendo, así que fui a la cocina para preparar una jarra de café.

Diego me encontró, maullando suavemente en busca de desayuno, así que lo alimenté mientras esperaba a que el café estuviera listo, tomándome el tiempo para acariciarlo también. Él ronroneó contra mí, pero ni bien la comida estuvo frente a él, me abandonó para comer.

Le sonreí, sacudiendo la cabeza.

El café sonó, y saqué dos tazas, vertiendo café en cada una. No sabía si a Edward le gustaba su café de cierto modo, así que dejé un espacio pequeño en su taza. Ni bien entré a mi cuarto, el espeso aroma a Edward y sexo me invadió, y dejé de caminar, sintiéndome deslumbrada. Él olía muy bien.

Aclarándome la garganta suavemente, seguí, subiéndome del lado izquierdo de la cama y colocando las tazas en mi mesa de noche. Volteé para mirar a Edward, doblando mis piernas debajo de mí mientras me acomodaba en la cama. Me estiré para tomar mi taza y tomé un sorbo, gimiendo suavemente. Estaba agradecida de haberme mudado a un lugar con buen café.

No sabía si era el aroma a café o simplemente la sensación de mi mirada, pero Edward comenzó a despertarse. Verlo debería haber sido inquietante, pero disfruté el momento, concentrándome en sus rasgos mientras recuperaba el conocimiento. Parpadeó, y el verde de sus ojos me robó el aliento.

Su mirada se movió del techo a donde me encontraba, y una cálida sonrisa se estiró en su rostro. Mi vientre se contrajo en respuesta.

—Buenos días —dije, sonriéndole.

—Buenos días —dijo con voz ronca. Su voz era imposiblemente profunda, y me estremecí, sorprendida por lo mucho que me excitaba.

—¿Café? —pregunté, estirándome hacia su taza. Él se sentó, luciendo sorprendido pero encantado.

—Gracias. —Tomó la taza y un trago largo, a pesar de que aún estaba muy caliente.

—No sabía si te gustaba con algo más —comenté, divertida mientras él bebía con entusiasmo. Él apartó la taza de su boca y se lamió los labios.

—No, así está perfecto.

¿Cómo podía estar tan excitada por él a estas horas de la mañana? Bebí mi café y obligué a mi cuerpo a que se calmara.

—¿Cómo dormiste?

Edward me miró y sonrió.

—Como un tronco.

Sonreí, riéndome un poco.

—Sí, yo también.

—¿Cuáles son tus planes para hoy?

—Tengo que recoger a Gracie pronto —dije, echándole un vistazo al reloj en mi cuarto—. Tengo que hacer la colada y prepararme para la semana. —Suspiré.

Edward frunció el ceño.

—¿Planes importantes?

Sonreí.

—Sí, Acción de Gracias es esta semana.

Él rio, poniendo los ojos en blanco mientras bebía su café.

—Cierto, lo olvidé.

Sonreí, tomando un sorbo de café.

—Iremos a Forks para pasarlo con mis padres.

Edward asintió, bajando la taza a su regazo. A pesar de que mi edredón lo cubría, de repente estaba intensamente consciente de que estaba desnudo, y yo también, abajo de mi bata.

—Eso suena agradable —dijo, sacando mi mente de cosas sucias. Asentí, mi mirada encontrándose con la suya—. Probablemente vaya a la casa de mis padres —dijo, frunciendo el ceño ligeramente.

—¿No lo sabes?

Él sonrió.

—Mi mamá es la que planea, y ella nos dice adónde estar. Es peor pelear con ella, así que simplemente le sigo la corriente.

Sonreí, pensando en la fuerza motriz que era Esme Cullen.

—Tu mamá es increíble.

Edward sonrió.

—A ella realmente le gustas.

Me sonrojé, sintiéndome encantada con eso.

—¿Sí?

Edward asintió.

—Ella no me dijo nada, pero sé que probablemente estaba gritándome palabrotas en su cabeza, tratando de asegurarse que te invitara a salir.

Solté unas risitas.

—Ella me lanzó varias indirectas no tan sutiles también.

Edward rio, y me sumergí en el sonido, disfrutándolo por un momento.

—Así es mi mamá. Obsesivamente entrometida con la mejor de las intenciones.

Sonreí.

—Creo que ella se llevaría realmente bien con la mía, de hecho —admití. Edward arqueó una ceja—. Mi mamá es Reina del Chisme. No tiene filtros, vergüenza, o límites.

Edward sonrió.

—Ella suena divertida.

Resoplé pero asentí. Mamá era divertida... dado el ambiente correcto.

—Parece que tienes mucho por hacer —dijo Edward después de un momento—. ¿Alguna posibilidad de que tengas tiempo para desayunar?

Mi teléfono sonó, evitando que le respondiera. Le di una mirada apologética y tomé mi teléfono de la mesa de noche. Era el número de Rose.

—¿Hola?

—¡Hola, mamá!

La pequeña voz de Gracie me derritió, y sonreí.

—Hola, cielo, ¿cómo estás?

—La tía Rose va a hacerme panqueques, y dijo que puedes venir a comer con nosotras —cantó. Sonreí.

—Eso suena genial, cariño. Necesito vestirme, pero iré con ustedes pronto, ¿de acuerdo?

—Está bien, mamá.

Sonreí.

—¿La pasaste bien con la tía Rose?

Mis ojos se movieron hacia Edward. Él tenía la mirada agachada hacia su taza, sonriendo un poco.

—Ajá. Jugamos a las princesas, y miramos a Frozen 2, y la tía Rose aprendió las canciones así podíamos cantar y jugar como Elsa juntas.

Sonreí, sacudiendo la cabeza. Estaba segura que mi hija estaba volviéndose loca con el cabello largo de Rose. Podía imaginar que ella había demandado trenzarlo ni bien comenzaron a mirar la película.

—Eso suena maravilloso, cielo.

—Ajá. ¿Vas a estar aquí pronto, mamá?

Sonreí.

—Pronto, cielo. Tengo que ducharme. Estaré allí para los panqueques, ¿está bien?

—¡Está bien!

Sonreí.

—Te veré pronto, cariño.

—¡Adiós, mamá!

Corté la llamada y miré a Edward.

—¿La próxima? —pregunté. Él sonrió, mirándome.

—Por supuesto.

Sonreí y me incliné hacia él, presionando un beso contra sus cálidos labios. Él olía a café, y tarareé.

—Debería levantarme y comenzar a moverme. —Suspiré, apartándome de él. Si no tenía cuidado, él me distraería por completo, y llegaría tarde para desayunar. Edward soltó una risita.

—De acuerdo. —Bajó de la cama, cuidadosamente balanceando la taza en sus manos, y gemí cuando su cuerpo desnudo apareció frente a mí. Él era hermoso, casi perfecto, y era casi doloroso mirarlo y no aventarme a él.

Sus ojos captaron los míos, y sonrió, girando hacia mí. La suave luz de la mañana captó su piel, haciéndolo brillar, y sacudí la cabeza.

—No tengo tiempo —mascullé, mayormente para mí misma—. No tengo tiempo.

Él se rio mientras bajaba la taza y se movía completamente desnudo por mi cuarto y hacia el baño. Ni bien la puerta se cerró, me dejé caer sobre la cama, gruñendo. Jamás había sentido este fuerte deseo por alguien. ¿Cómo lograría hacer algo a su alrededor ahora que sabía cómo se sentía tenerlo dentro de mí?

Me estremecí ante el recuerdo, y entonces me obligué a levantarme. Dejé mi taza en mi mesa de noche y me estiré hacia la cama, quitando las sábanas. Las tenía que lavar antes que Gracie regresara a casa, aunque estaba reacia a perder su aroma.

Quité la ropa de cama, la llevé hacia el pasillo y la dejé en el lavarropas. Puse en marcha el lavado antes de regresar a mi cuarto.

Edward tenía puesto sus jeans y estaba moviéndose para recuperar su camisa cuando regresé. Contuve mi suspiro de decepción al haberme perdido de verlo desnudo una vez más.

Él me miró cuando entré al cuarto y detuvo lo que estaba haciendo, dejando caer sus brazos a sus lados mientras me observaba. Fruncí el ceño, echándole un vistazo a mi bata. ¿Tenía algo?

—¿Qué pasa? —pregunté, levantando la mirada hacia él.

—Eres tan jodidamente hermosa.

Un calor crece en mi interior, y sonreí, incapaz de detenerme de cruzar el cuarto y rodear su cintura con mis brazos. Él sonrió, agachándose para besarme. Había más diferencia de altura ahora que no tenía tacones, y contuve el deseo de treparlo como a un maldito árbol.

Nos separamos, y me mordí el labio, mirándolo. Mi cuerpo me rogaba por él una vez más, y eché un vistazo al reloj antes de encontrarme con su mirada de nuevo.

—¿Tienes tiempo para una ducha?

Fui presionada contra su sólido pecho, así que sentí cuando su respiración se aceleró ligeramente. Una lenta y torcida sonrisa apareció en su rostro, y sentí una ola de calor atravesarme.

—¿Estás segura que tienes tiempo? —preguntó, levantando una mano para rozar gentilmente el dorso de sus dedos contra mi mejilla. Respiré temblorosamente.

—Haré tiempo. —Su sonrisa engreída se agrandó, y me mordí el labio—. Espera. —Me aparté de él, moviéndome para tomar mi teléfono. Le envié un mensaje a Rose, diciéndole que retrase el desayuno un poco más. Cuando recibí su aprobación, regresé a Edward, sonriendo.

—Ahora, sobre esa ducha... —Me quité la bata, y Edward jadeó. Trabajaba duro para mantenerme en forma, y ayudaba que llevara una vida bastante activa, pero no mentí cuando dije que mi cuerpo jamás había sido el mismo después de Gracie. Tenía estrías en ciertos lugares, y no importaba lo mucho que trabajaba, mis caderas jamás perdían la suavidad que habían ganado.

A menudo me sentía cohibida al respecto, pero la evidente lujuria en los ojos de Edward me hacían sentir hermosa, poderosa, y sexi.

Curvé un dedo hacia él, y bajó los brazos hacia sus jeans, quitándoselos antes de seguirme al baño. Mi corazón latía tan pesadamente; sentía que él sería capaz de ver mi pulso en mi cuello mientras me inclinaba para abrir la ducha. Su cuerpo se acercó por detrás, envolviéndose a mi alrededor. Podía sentir cada milímetro duro de él presionado contra mí, y me estremecí suavemente, mis pezones se tensaron cuando sus manos me rodearon, deslizándose sobre mi estómago. Su barba se frotaba entre mi hombro y garganta, y gruñí, mis pezones endureciéndose cada vez más mientras una ola de necesidad me invadía.

—Tu piel es tan suave —susurró contra mi garganta. Me estremecí en sus brazos. Sus largas manos se separaron, una subiendo para jugar con mis pechos, la otra bajando para trazar el interior de mis muslos—. Oh, nena —canturreó—. Estás tan mojada.

Incliné la cabeza, dándole más acceso a mí mientras mis caderas comenzaban a moverse, buscando la fricción de su mano. Lo sentí sonreír, su gruesa barba rasgando contra mi piel súper sensible. Solté un gemido, arqueándome hacia él, mi trasero moviéndose contra su polla. Él maldijo, y temblé de placer.

—Métete en la ducha —gruñó. Inhalé temblorosamente antes de mirarlo por encima de mi hombro. Sonreí cuando vi lo firme que era su cuerpo, lo excitado que estaba.

—¿Vienes? —bromeé mientras me metía bajo el spray. Él maldijo de nuevo, y me reí mientras llevaba mi rostro hacia el agua. Lo sentí meterse detrás mío, y de inmediato su aroma fue amplificado por el vapor de la ducha.

Oh, mi...

Edward rodeó mi cuerpo con sus brazos de nuevo, girándome tan rápido que tuve que aferrarme a sus antebrazos para no caerme. Él se acercó a mí, obligándome a dar un paso hacia atrás, y el frío azulejo se encontró con mi columna, haciéndome temblar. Sus ojos estaban oscuros con deseo, y se inclinó, capturando mis labios antes de deslizar su lengua adentro para enlazarla con la mía. Gemí en su boca, mis manos flexionándose en sus antebrazos. Sus manos se apoyan contra el azulejo detrás de mí y se inclinó hacia mí. Quería trepar su cuerpo y montarlo.

En cambio, Edward comenzó a dejar besos a lo largo de mi garganta, mordisqueando y succionando lo suficientemente suave para no dejar marcas. Su barba picaba mi piel, y gemí. Cielos, probablemente podría correrme con la sola sensación de sus labios y esa barba.

El agua caía por mi cuerpo, elevando la temperatura de mi cuerpo mientras Edward seguía bajando por mi cuerpo.

Él tomó un pezón en su boca, y el cosquilleo de su barba contra mi pecho sensible hacía que mi respiración se acelerara. Gemí fuerte, mis manos enredándose en su cabello, acercándolo más a mí. Sus manos bajaron por la pared a mi lado, sus labios y lengua trabajando en mí antes de deslizarse entre mis pechos para hacerlo en el otro pezón. Luchaba para regular la respiración; estaba tan deliciosamente excitada.

Edward soltó mi pezón, su aliento caliente contra mi piel mientras besaba y succionaba en su camino por mi cuerpo. Mordisqueó debajo de mi pecho, y jadeé cuando sus labios bajaron cada vez más. Se puso de rodillas frente a mí, una de sus largas manos envuelta alrededor de mi cadera, la otra aún en la pared.

—Ábrete para mí, cariño.

Me acomodé sobre mis pies con un gemido, separando mis piernas. A pesar que el agua caía sobre mi cuerpo, podía sentir mi excitación cubriendo el interior de mis muslos. Edward se inclinó hacia mí, respirando profundo, y mi propia respiración se aceleró. Él sonrió antes de gentilmente levantar mi pierna izquierda, plantando besos a lo largo del interior de mi muslo. Comenzó en mi rodilla, deslizándose hacia arriba, y mientras más subía, más incoherente me volvía. La sensación de su barba jalando y raspando mi piel sensible me estaba volviéndome completamente demente, y todo mi cuerpo ardía por él.

Él enganchó mi pierna sobre su hombro, dejando un último beso en el interior de mi muslo antes de enterrar su rostro en mi centro. Chillé, mis dedos hundiéndose en su cabello, instándole a que se acercara más mientras me lamía, una mano aún en mi cadera, la otra acariciándome junto con los movimientos de su lengua. Su filosa barba se frotaba contra mí, enviando estremecimientos por todo mi cuerpo, y jadeé. La pierna que seguía de pie comenzó a temblar mientras mi orgasmo crecía y crecía. La lengua de Edward se hundía en mí, su barba le hacía cosquillas a mis labios inferiores, y me estremecí, corriéndome fuerte contra su rostro. Edward siguió lamiéndome mientras me recuperaba, todo mi cuerpo temblando tan fuerte que casi colapsé.

Él dejó un beso en el interior de mi muslo, y eso fue todo. Mis piernas cedieron, y comencé a caer al suelo de mi ducha. Él desenganchó mi otra pierna de su hombro y me atrapó mientras caía, moviéndonos así me encontraba acurrucada en su regazo. Me sonrió, apartando el cabello mojado de mi frente.

—¿Todo bien allí?

Mi cabeza se sentía como si estuviera flotando lejos de mi cuerpo.

—Creo que acabas de succionar mi alma —mascullé. Él soltó una cálida carcajada que me hizo reír.

—¿Tu alma, eh?

Tarareé, estirándome para frotar su barba. Pinchaba mi palma.

—Realmente me gusta esto —susurré, acariciando su mejilla. Él sonrió, y mis dedos rozaron sus labios—. Y estos —continué, trazando el contorno de sus labios con mis dedos—. Y lo que salen estos.

Estaba delirando, pero Edward parecía estar disfrutándolo. Su sonrisa se agrandó, y sentí las comisuras de mi boca tirar hacia arriba en respuesta.

—Realmente me gustas, Bella Swan.

Sus palabras me pusieron feliz, y me incliné hacia adelante, besándolo con entusiasmo. Podía saborearme en él, y gemí, aventándome sobre él. Casi cayó hacia atrás, apenas atrapándonos antes de que nos estrelláramos contra las baldosas.

Rompí nuestro beso, poniéndome de pie. Edward me siguió, su cuerpo acorralándome contra la pared de la ducha ni bien estuvimos parados.

—Quiero sentirte dentro de mí —gemí contra él. Jadeó, mordisqueando mi mandíbula.

—Date la vuelta —ordenó suavemente. Me estremecí pero giré, presionando mi cuerpo contra el frío azulejo. Mis pezones se endurecieron más fuerte mientras me inclinaba, mis manos afirmándose contra la pared. Edward se ubicó detrás de mí, su mano deslizándose por mi columna. Temblé bajo su toque, echándole un vistazo por encima de mi hombro. Él sonrió y palmeó mi centro una vez, sorprendiéndome. Jadeé, pero antes que pudiera decir algo, él estaba entrando en mí, estirándome tanto que casi rozaba el borde del dolor. Gemí, moviendo mis caderas hacia atrás, deseando más de él desesperadamente.

—Aférrate, nena —soltó. Aferré mis manos a la pared mientras él marcaba un ritmo rápido y furioso. Con cada embestida, sentía mi aliento acelerarse cada vez más hasta que me encontraba cerca de gritar.

Sentí una de sus manos serpentear a mi alrededor, bajando para frotar mi clítoris, y salí disparada como un misil, corriéndome tan fuerte que casi me desmayé. Débilmente, estuve consciente de que Edward se corrió dentro de mí , su propio gemido ahogado resonando entre los azulejos.

Seguía temblando, la fuerza de mis orgasmos era tan fuerte que no estaba segura de que sería capaz de mantenerme de pie por un rato.

Edward se estiró hacia mí, saliendo de mí mientras me ayudaba a enderezarme.

—¿Estás bien?

Le di una sonrisa perezosa.

—Más que eso —mascullé, plantando un beso contra su excelentemente definido pectoral—. Por mucho que quiera pasar todo el día haciendo esto, realmente tengo que concentrarme. —Suspiré—. Gracie me está esperando.

Edward asintió, su mano gentilmente apartando el cabello de mi rostro.

—Este no es el último momento que tendremos —susurró. Le sonreí y me estiré para besarlo castamente.

—No —acordé—. Es solo el comienzo.

~WG~

El aroma a tocino y panqueques dulces penetró mi nariz ni bien la puerta de Rose se abrió.

—¡Mamá! —gritó Gracie, corriendo hacia mí. Me arrodillé, llevándola a mis brazos.

—Hola, cielo —mascullé, inhalando su dulce aroma a miel de su jabón—. Te extrañé. —Presioné un beso en su frente, y ella me miró.

—También te extrañé, mamá.

Sonreí y aparté el cabello de su rostro.

—Algo huele muy delicioso allí adentro —dije suavemente.

Gracie sonrió y se apartó de mí, tomando mi mano. Me puse de pie, cerrando la puerta mientras dejaba que mi hija me jalara hacia la cocina.

—¡Hicimos el desayuno! —aclamó. Rose me miró desde donde estaba sirviendo los panqueques y sonrió torcidamente. Intenté hacer que mi cojera fuera tan desapercibida como fuera posible, pero por supuesto, Rose lo notó.

—Gigi, ¿llevarías el jarabe a la veranda? —preguntó Rose, extendiendo una pequeña jarra. Gracie corrió a su lado y la tomó con cuidado; concentrada mientras llevaba el jarabe afuera. Podía ver una mesa preparada en la veranda de Rose. Sonreí; era la mañana perfecta para comer afuera.

—Y bien —dijo Rose, llamando mi atención—. Veo que volviste a montar el caballo.

No pude contener mi resoplido, y ella se rio.

—Qué caballo fue —mascullé rápidamente, mi mirada moviéndose hacia mi hija para asegurarme que ella no estuviera de regreso aún.

Rose se carcajeó.

—Necesito saber todo de eso —dijo, guiñándome un ojo. Sonreí.

—Desde luego.

Gracie regresó, y afortunadamente, Rose no sacó el tema de nuevo. Gracie captaba demasiado, y no necesitaba que ella captara esto.

Tomamos la comida y la llevamos afuera. Rose vivía en un estudio, pero la falta de lugar adentro, lo compensaba con la gran terraza con vistas a la ciudad. Ella tenía macetas alrededor del borde, dando la sensación de un pequeño Edén perfecto, y en una hermosa mañana como hoy, era el lugar perfecto donde comer.

Mantuve a Gracie ocupada al preguntarle por su noche, y ella felizmente me contó todo lo que ella y Rose habían hecho. Estaba agradecida que Gracie y yo tuviéramos a Rose, agradecida que tuviera una amiga a la que pudiera confiar a mi hija. Era claro que Gracie amaba a Rose tanto como yo, y Rose era fenomenal con ella. Rose nació para ser madre, y aunque sabía que ella no estaba preparada para tener hijos, mi corazón se alegraba ante la idea de la mamá que ella algún día sería.