Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!
Capítulo 16
Bella
—¿Mamá?
Miré por el espejo retrovisor, echándole un vistazo a Gracie.
—¿Sí, cariño?
Ella tenía a la princesa Bebe en sus manos y estaba haciéndola girar a lo largo del borde de su silla.
—¿Ya casi llegamos?
Sonreí. Para ser una niña de cuatro años, Gracie era increíble en los viajes largos. Habíamos tomado el ferry para cruzar el Sound, a pesar que llevaba más tiempo, solo porque sabía que a Gracie le gustaría. Una vez que habíamos regresado al coche, había sido capaz de conducir sin parar. Estábamos a veinte minutos de Forks, y mi hija había estado lidiando con el viaje como una campeona.
—Sí, casi.
Ella asintió y miró por la ventana, levantando a la princesa Bebe para que mirara con ella.
—Mira, Bebe —masculló mientras pasábamos junto a los exuberantes bosques. Sonreí un poco. Me encantaba mi vida con Gracie, y sabía que ella era feliz en gran parte. Hacía todo lo que podía para darle lo que ella quería, pero había algunas cosas que simplemente no podía.
Sabía lo que era crecer como hija única, y aunque amaba mi vida y a mis padres, no era la infancia que deseaba para Gracie.
Aún así, la idea de tener otro hijo ahora mismo estaba muy lejos de la realidad para mí. Edward y yo solo acabábamos de comenzar a salir, y aunque me gustaba mucho, ni siquiera había tenido el tiempo para pensar en si él era el tipo de hombre con el que podía verme a largo plazo. Así como eran las cosas, aún seguía dudando sobre dejar que Gracie pasara más tiempo con él. Sabía que a ella le gustó las pocas veces que ellos habían pasado el rato, pero no quería que ella se encariñara en caso que algo no funcionara.
Pensé en la conversación que habíamos tenido ayer, y no pude evitar preguntarme si la hubiéramos tenido si no lo hubiera enfrentado.
Mi estómago pegó un ligero vuelco al pensar en él. Era muy aterrador tener esperanzas de que las cosas funcionaran entre nosotros, pero una pequeña parte de mí estaba haciendo exactamente eso. Quería que las cosas funcionaran con Edward. No sabía exactamente qué buscaba en él, pero sabía que no estaba ni cerca de terminar mi tiempo con él.
Mis pensamientos corrían en círculos, y gruñí suavemente, sintiéndome frustrada. Me estaba presionando demasiado para comprender las cosas cuando ahora mismo, sabía que no necesitaba realmente más que divertirme.
Sacudiendo la cabeza y dejando mis pensamientos a un lado, llevé mi atención al presente. Sonreí mientras escuchaba a Gracie hablar con la princesa Bebe, y desde su jaula transportadora en el asiento del pasajero, Diego maullaba. Le eché un vistazo y sonreí, estirando mis dedos por el costado de su jaula. Sentí su pequeño rostro frotarse contra mí.
—Casi llegamos, amigo —le prometí. Él odiaba estar en la jaula, y era una pesadilla meterlo allí, pero usualmente, una vez que él se ponía cómodo en el viaje, se quedaba dormido. Él había maullado mucho al principio, pero después de un rato, se había dado por vencido.
A menudo prefería dejarlo en casa en vez de obligarlo a estar en el coche con nosotras, pero Rose iba a volar a Nueva York para ver a sus padres, lo que quería decir que no tenía a nadie que lo chequeara mientras Gracie y yo no estábamos.
Nos acercamos a los límites de Forks, y desaceleré, sabiendo que era demasiado fácil atravesar el pueblo si no tenías cuidado. Ver los viejos sitios familiares de mi infancia produjo un pinchazo en mi pecho. Había pasado tanto tiempo desde que había estado en casa.
Bajé más la velocidad, tomando la derecha hacia Bogachiel Way, y Gracie se alegró en el asiento trasero.
—Mamá, ¿estamos aquí?
Sonreí.
—Casi. ¿Recuerdas este lugar?
Gracie tenía sus pequeñas manos y rostro presionados contra la ventana.
—¡Mira, Bebe! Ese es el hospital. El abuelo dijo que mamá creció allí.
Puse los ojos en blanco, soltando una carcajada. Mi hija recordaría todo lo que dijera a su alrededor.
Gracie continuó dándole a Bebe un tour mientras giraba a la izquierda en la calle 7. El vecindario lucía exactamente igual a como cuando era una niña. Era igual de triste como reconfortante.
Seguí por la 7 hasta que terminó en la calle K y giré en la entrada de mis padres, soltando un largo suspiro. Gracie estaba alentando en el asiento trasero, y antes que pudiera darme la vuelta, ella estaba arrancando su cinturón de seguridad y bajando del coche. Uno de mis padres debía haber estado esperándonos junto a la ventana porque ni bien ella estaba corriendo por el césped, se abrió la puerta de la entrada, y salió papá con una sonrisa enorme en su rostro. Él bajó por el porche, encontrándose con Gracie en el césped. Ella voló a sus brazos, y él rio, dando vueltas juntos. Sonreí mientras bajaba del coche, apresurándome hacia el otro lado para tomar a Diego. Lo saqué del asiento delantero, y él comenzó a maullar, presintiendo su libertad. Lo bajé en el césped y abrí la jaula. Él había sido un gato acostumbrado al exterior e interior en California, pero había estado estrictamente en interiores cuando nos mudamos a Seattle y perdimos nuestro pequeño patio trasero. Lo observé mientras con curiosidad salía de su jaula, olfateando el aire, y sonreí, dejándolo ser. Él lo sabrá. No estaba preocupada de que se perdiera; a pesar de ser tan grande, él era un gato cobarde, y le gustaba estar cerca de nosotras.
Regresé al coche, dando la vuelta hacia la parte trasera para abrir el maletero y sacar nuestros bolsos. Cada uno teníamos uno; yo, Gracie, y Diego. Me cargué antes de cerrar el coche y caminar por la entrada hacia papá. Él había llevado a Gracie hacia el sendero por lo menos, así no estaban en el césped mojado. Él sonrió cuando me acerqué, bajando a Gracie. Ella corrió hacia el interior de la casa mientras papá giraba hacia mí.
—Hola, Bells —dijo, dándome un abrazo rápido.
—Hola, papá.
Él tomó mi bolso con las cosas de Diego. Le sonreí agradecidamente mientras él me señalaba hacia la casa.
—¿Cómo estuvo el viaje?
Asentí, subiendo al porche con él.
—Fácil —dije suavemente—. El tráfico no estuvo mal, y tanto Gracie como Diego lo soportaron como unos campeones.
Papá soltó unas risitas, y dejé el bolso de Gracie en el interior junto a la puerta de la entrada antes de regresar al césped y tomar la jaula de Diego. Él había salido y estaba olfateando alrededor del patio con indecisión. La cerré y lo llamé.
—Vamos, Diego. ¡Adentro!
Él me miró, considerándolo, y sonreí, sacudiendo la cabeza. Me di la vuelta y me dirigí hacia la casa, sabiendo que él me seguiría.
En efecto, él caminó detrás de mí, logrando entrar antes de que yo llegara a la entrada. Cerré la puerta y sonreí mientras me quitaba los zapatos. Adentro, podía escuchar a Gracie hablando con mis padres. Coloqué la jaula de Diego justo dentro de la sala, tomando el bolso de Gracie y llevándolo hacia el pie de las escaleras. Mamá y Gracie estaban en la cocina, y papá estaba regresando a la sala cargando un par de cervezas. Él me tendió una, y la acepté agradecidamente.
—Gracias.
Él asintió y tomó un sorbo de la suya, caminando hacia su sillón reclinable.
—Y bien, ¿cómo has estado, Bells?
Me senté en el sofá, doblando mis piernas debajo de mí. La sala era como una cápsula del tiempo de mi infancia. Incluso olía igual.
—Bien —dije, tomando mi cerveza. Lo miré—. Ocupada. Presentamos mi proyecto para licitación, y ha sido una locura desde entonces.
Papá asintió, sus ojos entrecerrándose ligeramente.
—¿Encontraste un contratista?
Pausé, estudiándolo por encima de mi bebida. Aún tenía una afilada puñalada cuando recordaba que el trabajo lo obtuvo WOL. Había hablado con Garrett al respecto, quien había estado tan perplejo como yo. Ninguno de los dos sabía que había acontecido con los de la junta, pero era una decisión con la que todos teníamos que vivir.
—Sí. La junta tomó la decisión la semana pasada.
Papá sonrió.
—Bien, bien. ¿Alguna compañía que conozca?
Tragué pesadamente.
—Industrias WOL. Son una de las compañías más grandes en Washington.
Papá asintió, y ante estas noticias, lucía genuinamente complacido.
—He visto su nombre en todo tipo de cosas. Estoy contento de que vayan a estar en buenas manos.
Respiré profundo. Papá tenía razón; WOL era una buena compañía. Tenía que superar mi actitud amargada hacia ellos, o iba a arruinar este proyecto para mí, y no podría vivir con eso. Este era mi sueño a punto de volverse realidad.
Asentí, bebiendo mi cerveza de nuevo.
—Y bien, ¿qué hay de nuevo contigo? —Casi no quería hablar mucho sobre el trabajo ahora mismo, y afortunadamente, papá asintió y me puso al tanto sobre su trabajo. No había mucho, considerando que casi nada sucedía en el pueblo, pero aún estaba feliz de escuchar sus historias.
En algún punto, mamá vino a la sala, y me sonrió. Ella se inclinó, abrazándome rápidamente.
—Hola, cielo —masculló, besando mi mejilla.
—Hola, mamá.
Gracie vino a la sala y trepó sobre mi regazo. Bajé mi cerveza, y la rodeé con mis brazos. A Gracie le gustaba abrazar, lo que era increíble porque a mí también me gustaba.
—Recibimos los comestibles que enviaste —dijo mamá, sentándose a mi lado en el sofá. Asentí, acariciando el cabello de Gracie—. No era realmente necesario, pero lo aprecié de todos modos.
Me encogí de hombros.
—Quería ayudar —le dije. Mamá sonrió.
—Lo sé, gracias. —Me miró como si quisiera decir algo más, pero entonces su mirada cayó sobre Gracie, y sonrió de manera engreída, sacudiendo la cabeza. Fruncí el ceño ligeramente mientras Gracie se acurrucaba contra mí. ¿Por qué tenía el presentimiento de que mis padres sabían lo que estaba ocurriendo en mi vida? Ni siquiera Gracie lo sabía, así que estaba segura que ella no podría haberles contado.
Me sentía paranoica y nerviosa, lo cual era estúpido ya que era una mujer adulta y ya no una adolescente.
—¿Cómo está el trabajo, mamá? —pregunté, mirándola. Ella suspiró, lanzándose de lleno en historias sobre su clase de jardín de infantes. Sonreí mientras ella hablaba, relajándome en el sofá y acomodando a Gracie en mis brazos. Mamá era ligeramente errática y casi no tenía filtros o límites con los adultos, pero con los niños, ella era perfecta. Toda su compasión y paciencia se centraba mientras trabajaba con ellos elegantemente. Siempre estuve impresionada al verla interactuar con sus estudiantes.
Nos sentamos y charlamos por un rato. Eventualmente, Gracie se quedó dormida a mi lado. Aunque ella había dormido una siesta en el coche, el viaje siempre la dejaba exhausta. La llevé arriba hacia mi viejo cuarto, arropándola en la pequeña cama en la que había dormido hasta cumplir los dieciocho. Sonreí, besando su frente mientras la recostaba para su siesta. Dejé la puerta semiabierta mientras bajaba las escaleras.
—Bella, cielo, ¿me ayudarías a comenzar la cena? —preguntó mamá, poniéndose de piel del sofá. La miré y asentí.
—Sí, por supuesto.
Nos dirigimos hacia la cocina, y mamá sacó algunas hamburguesas. Las colocó sobre la encimera antes de regresar al refrigerador en busca de vegetales.
—Y bien, dime cómo están las cosas —dijo mamá, su cabeza aún enterrada en el refrigerador.
—Bien —dije, tomando los vegetales antes que ella regresara por más. Los dejé sobre la encimera mientras ella cerraba el refrigerador.
—Mmm —tarareó. Levanté la mirada hacia ella, pero se encontraba separando los vegetales. Fruncí el ceño y miré la lechuga en mis manos.
En mi bolsillo, mi teléfono sonó, y casi me dio un paro cardíaco. Lo saqué, tratando de ser sutil mientras revisaba la pantalla. Era un mensaje de Edward, y mi corazón saltó hacia mi garganta. Rápidamente, le eché un vistazo a mamá, ansiosa de que mi rostro no me delatara, pero ella estaba ocupada pelando una cebolla. Respirando profundo, revisé el mensaje de nuevo.
Me estoy dirigiendo al gimnasio. Debo aumentar los ejercicios para seguir tu ritmo. ~E.
Un gemido vergonzoso se me escapó, y mamá levantó la mirada de la cebolla.
—¿Estás bien? —preguntó. Me sonrojé y metí el teléfono en mi bolsillo.
—Sí —tosí—. Solo correos del trabajo; sabes cómo se apilan.
Mamá se me quedó mirando, pero la ignoré rotundamente mientras llevaba mi atención a la lechuga frente a mí. Contrólate, Swan.
Contuve la necesidad de mirar mi teléfono mientras ayudaba a mi mamá con la cena, y afortunadamente, ella no mencionó el sonido que había hecho antes. Trabajamos juntas bien, y para cuando la cena estuvo lista, Gracie se había despertado de su siesta. Ella nos ayudó a poner la mesa, colocando platos de cuatro tamaños diferentes que me hizo sonreír, pero no la corregí ya que ella estaba ofreciéndose a ayudar.
La cena estuvo deliciosa y divertida. Gracie mantuvo a mis padres entretenidos con historias de la escuela, lo cual efectivamente quitó la atención de mí. Después de cenar, mamá tomó un mazo de cartas, y jugamos a la pesca con Gracie. Ella tenía una memoria impecable y efectivamente pateó nuestros traseros. Intentaba no contenerme mucho cuando jugábamos con ella porque quería que ella sintiera cuando había ganado sus victorias y para que aprendiera a lidiar con la decepción con gracia.
Después de la pesca, llevé a Gracie arriba para bañarla. Diego se encontraba en mi viejo cuarto, acurrucado sobre la cama, cuando finalmente entramos allí. La vestí en sus pijamas, y cuando estuvo completamente limpia y abrigada, nos acurrucamos en la cama con varios libros que habíamos traído. Seleccionarlos antes de viajar siempre era un desafío porque Gracie quería traerse casi todos los libros de su colección. Había tenido que limitarla a diez para nuestro viaje de cinco días.
Cuando finalmente se quedó dormida, besé su coronilla, dejando la puerta abierta mientras bajaba las escaleras. Dejé que Diego se quedara en la cama con ella, sabiendo que ella no era lo suficientemente alta para interrumpirlo, y si él se molestaba, sería capaz de irse.
Me quedé en el pasillo y finalmente, finalmente saqué el teléfono de mi bolsillo trasero. Había sido un verdadero infierno no revisarlo o responder en toda la noche.
Observé el mensaje de Edward, tratando de pensar en algo ingenioso para responder. Pero el único pensamiento que seguía viniendo a mi cerebro, era lo sexi que él probablemente lucía ejercitándose y lo mucho que quería lamerlo.
Me mordí el labio mientras escribía un mensaje.
¿Qué tienes puesto? ~B.
Gruñí y lo borré ni bien había escrito el mensaje. No, Bella. No seas vulgar. Estudié mi teléfono y lo volví a intentar.
Extraño tu polla ahora mismo. ~B
¡Cielos! Borré ese mensaje más rápido que el primero. Vamos, Bella. ¡Encuentra un punto medio!
Toqué el borde de mi teléfono y respiré profundo. No sabía por qué era tan difícil para mí enviarle un mensaje al hombre con el que había tenido sexo ya varias veces. Estaba demasiado metida en mi cabeza, demasiado cohibida. Vamos, Bella. Puedes hacer esto.
Respirando profundo de nuevo, toqué el cuadro de diálogo de nuevo.
Mmm, hazme saber si se te ocurre algún ejercicio bueno. Siempre me vendría bien una buena elongación. ~B
Me sonrojé furiosamente, pero envié el mensaje, tenía mi corazón en mi garganta. No creía que fuera demasiado atrevida, especialmente considerando su mensaje. Pero en realidad, no lo conocía tan bien aún. ¿Y si él no le gustaba...?
Mi teléfono vibró, y casi lo lancé por el pasillo, tratando de desbloquearlo lo suficientemente rápido.
Se me ocurren varias cosas...
Dime, ¿qué tanto puedes doblarte? ~E.
Sentí un calor, y me retorcí en el oscuro pasillo, mi corazón martilleando salvajemente. Imágenes de Edward doblándome hacia adelante y llenándome de repente daban vueltas por mi mente. Con el aliento acelerado, golpeteé mi teléfono para responder.
No... ~B.
—¿Bella? ¿Qué estás haciendo?
Jadeé, mi teléfono cayendo al suelo mientras mi rostro se ponía rojo. Miré al final del pasillo para ver a mamá de pie en la cima de las escaleras, observándome con curiosidad.
—¡Mamá! —jadeé, llevando una mano hacia mi corazón—. Me asustaste, carajo.
Desde las luces tenues de las escaleras, podía verla arquear una ceja.
—¿Qué estás haciendo parada en la oscuridad?
Me agaché para tomar mi teléfono.
—Nada, solo reviso mi correo. Me perdí en él. —Mis ojos encontraron el mensaje, y silenciosamente maldije, dándome cuenta que lo había enviado así. Necesitaba hacerle saber que no intentaba detenerlo, pero podía sentir a mamá aún mirándome. Le eché un vistazo, y ella sonrió antes de volver a bajar. Le fruncí el ceño pero entonces rápidamente bajé la mirada hacia mi teléfono.
Lo siento, estaba tratando de encontrar una respuesta sexi, y mi mamá se acercó y me asustó. No intento decir que te detengas. ~B.
Dios, sonaba como una tonta. Sacudí la cabeza y deslicé mi teléfono en mi bolsillo, caminando hacia las escaleras. Vibró cuando llegué al primer escalón, y me detuve, volviéndolo a sacar.
Me pone contento que no haya sido demasiado atrevido. :)
También me pone contento que hayan llegado a la casa de tus padres a salvo. ~E.
Solté un suspiro largo, sonriendo un poco ante su mensaje. Como siempre, este hombre pasaba de sexi a dulce en un santiamén.
Llegamos bien. Está adecuadamente frío y húmedo. ~B.
Envié el mensaje, entonces me di cuenta de lo que realmente había dicho, y me di una palmada en la frente. Edward no respondió de inmediato, y sentí el pánico inundarme.
Quiero decir, el suelo y eso. Porque, ya sabes, bosque lluvioso. ~B.
Oh, por Dios. ¡BELLA, DEJA DE ENVIAR MENSAJES! Estaba preparada para lanzar mi teléfono por la ventana y simplemente culpar mis estúpidos mensajes a alguna adolescente que robó mi teléfono cuando este vibró con su respuesta.
Cuéntame más sobre estas cosas húmedas en el lindo y viejo Forks. ~E.
El calor estaba de regreso, y me agaché en la cima de las escaleras, mis piernas se sentían temblorosas con el repentino deseo que me inundó. ¿Él era así de sexi? ¿Cómo lograba enviar un mensaje que dejaba mis piernas débiles? Jamás había intercambiado mensajes sexis con alguien, al menos, no en serio. Riley lo había demandado de vez en cuando cuando estaba en el trabajo. Le había enviado algo que no sentía realmente, y después de varios mensajes, él terminaba. Nunca siquiera me había preguntado si me estaba masturbando con ellos.
Esto era completamente diferente, y por un momento, me quedé mirando mi teléfono, completamente insegura de cómo seguir. Sería diferente si él estuviera aquí frente a mí. Sería capaz de atacarlo de alguna manera. No estaba acostumbrada a verbalizar sentimientos, deseos, o, santo cielo, el estado de mi cuerpo.
Eché un vistazo abajo, pero podía escuchar a mis padres hablar suavemente en la sala, así que regresé a mi teléfono. Un solo pensamiento cruzó mi mente antes de que comenzara a escribir mi respuesta; ni se te ocurra mencionar matorrales húmedos.
Bueno, tienes que tener cuidado aquí en estas carreteras resbaladizas.
Necesitas mucha habilidad para lidiar con ellas. ~B.
Me mordí el labio al enviar el texto, considerándolo. Decidí que probablemente iba en la dirección correcta, así que continué.
Y, a veces, la lluvia viene y golpea todo sin cesar.
Todo queda sumamente empapado de esos golpeteos. ~B.
Me lamí los labios mientras leía mis mensajes, sonriendo un poco. Rose estaría orgullosa de mí por salirme de mi zona de mi confort así. Eché un vistazo abajo, asegurándome de que mis padres siguieran en la sala. No podía verlos desde aquí, ni escucharlos hablar, y rogué que siguieran ocupados allí abajo. Me sentía un poco mal de que estuviera escondiéndome en la oscuridad, sexteando con Edward en vez de pasar tiempo con ellos, pero me prometí a mí misma que pasaría todo el día con ellos mañana y dejaría mi teléfono guardado. Mi teléfono vibró, y bajé la mirada hacia este.
Parece ser un lugar bastante peligroso, entre todas las cosas húmedas.
¿Estás segura que puedes lidiar con ello sola? ~E.
Mi aliento se atascó en mi garganta, y reflexivamente, mis muslos se estrujeron entre sí. Tragué con dificultad y me mordí el labio de nuevo.
Oh, Edward. Creo que te sorprenderías de lo que puedo lidiar.
Necesitaría más que un buen golpeteo* para asustarme. ~B.
—¿Bella?
Levanté la mirada de mi teléfono, incapaz de contener la sonrisa estúpida en mi rostro. Papá estaba parado a los pies de la escalera, mirándome con curiosidad.
—¿Sí? —pregunté, mi voz se quebró ligeramente. Él frunció el ceño, y mi teléfono vibró en mi mano. Necesité de todas mis fuerzas para no mirarlo.
—¿Qué haces sentada en la oscuridad?
Me aclaré la garganta.
—Nada, ya bajo.
Papá me observó por un largo momento antes de finalmente asentir, dirigiéndose al baño. Esperé a escuchar el clic de la puerta antes de bajar la mirada hacia mi teléfono de nuevo.
Demonios, será una larga semana. ~E
Me reí.
Larga y dura. ~B
Me reí de nuevo pero me detuve cuando la puerta del baño se abrió. Miré a papá, que me estaba observando mientras pasaba.
Lo siento, Edward. Mis padres siguen tomándome por sorpresa. Creo que quieren hablar. ~B
Me preparaba para ponerme de pie del escalón superior cuando mi teléfono vibró de nuevo.
Por supuesto, no dejes que te mantenga alejada de ellos.
Ten una buena noche. ~E
Sonreí, mordiéndome el labio para contener el pequeño suspiro cursi que quería escaparse.
Buenas noches. ~B
~WG~
—¡Gracie! ¡Cariño, por favor, recoge tus juguetes de la cocina! —grité, evitando por poco tropezarme con varias muñecas mientras llevaba la ensalada a la mesa. Habíamos apartado los muebles de la sala, moviendo la mesa del comedor al medio del cuarto. Habíamos abierto las extensiones pero incluso así, solo seis personas se sentaban cómodamente. En realidad, éramos nosotros cuatro, pero papá había extendido una invitación a su mejor amigo y su familia. Había conocido a los Black desde que era una bebé. Rebecca y Rachel eran un año mayores que yo y habían sido algunas de mis amigas más cercanas hasta la secundaria. En ese punto, ya no habíamos pasado tanto tiempo juntas, y había comenzado a pasar tiempo con su hermano menor, Jake. Él tenía un año menos que yo, y fuimos buenos amigos hasta que me fui a la universidad. Incluso entonces, él había ido a visitarme un par de veces, y siempre había tratado de visitarlo cuando venía aquí. No lo había visto en un par de años, y estaba emocionada de poder visitar a toda la familia Black.
—¡Pero mamá, estoy trabajando! —respondió Grace desde la mesa ratona. Le eché un vistazo para verla colorear frenéticamente. Le fruncí el ceño, acercándome.
—Me preocupa que si tus juguetes se quedan allí, serán pisados o alguien se pueda tropezar con ellos —dije, agachándome a su lado.
Ella me miró, considerándolo.
—Mamá, ¿no pueden caminar alrededor de ellos?
Apenas contuve mi sonrisa irritada.
—La abuela y yo estamos cargando platos. No podemos ver por dónde vamos cuando hacemos eso.
Gracie dejó de colorear, echando un vistazo hacia la cocina.
—Está bien, solo quiero hacer dos colores más, ¿sí?
Sonreí y acaricié su cabeza.
—Me parece bien, cariño. Gracias.
Usualmente, Gracie era bastante tranquila y comprendía los límites justamente. Ella no era perfecta, por supuesto, y tenía su cuota justa de berrinches, pero típicamente eran escasos.
Me paré y regresé a la cocina. Mamá estaba decorando ingeniosamente un plato de crudités, sus tendencias artísticas venían bien para la tarea.
—¿Cómo va? —le pregunté, agachándome para revisar el horno. El pavo progresaba perfectamente, y sonreí, volteando hacia mamá de nuevo.
—Va bien —dijo, agitando una mano en mi dirección—. Gracias de nuevo por cocinar.
Sonreí un poco. A mamá le encantaba tratar de cocinar, pero a menos que sea una comida básica, ella usualmente era un desastre. Yo tendía a hacerme cargo de cocinar en las festividades, solo para ahorrarle el estrés y asegurarme de que todos fuéramos capaces de realmente comer.
—Estoy feliz de hacerlo —le dije, estirándome para tomar otro plato y llevarlo a la mesa de la sala. Papá estaba bajando las escaleras, vistiendo una linda camisa, y le sonreí—. Luces bien, papá.
Él resopló, al parecer un poco avergonzado mientras tiraba de su camisa.
—Tu mamá me regaló esto hace unas semanas atrás —dijo, luciendo cohibido. Sonreí y dejé las judías verdes en la mesa.
—Es bonita —le aseguré.
Se aclaró la garganta antes de mirar en dirección a Gracie. Ella seguía coloreando en la mesa ratona, y eché un vistazo hacia sus juguetes aún en el camino hacia la cocina. Si intentaba hacer que los quitara de nuevo demasiado pronto, sabía que nos metería en un argumento, cosa que era lo último que quería hoy. Consideré dejarlo pasar y hacer que ella los juntara antes que nuestros invitados llegaran cuando papá notó dónde estaba mi mirada. Se aclaró la garganta.
—Oye, pequeña. Juntemos tus juguetes así tu mamá y tu abuela pueden traer la cena a tiempo —dijo, estirando sus brazos hacia ella. Para mi diversión y fastidio, ella lo miró y de inmediato se puso de pie.
—¡Está bien, abuelo!
Papá me sonrió engreídamente mientras ella se acercaba para ayudarlo, y suspiré, dándole una mirada agradecida. Regresé a la cocina, sacudiendo la cabeza. A todos los efectos, yo era el único padre de Gracie, lo que quería decir que gran parte de las repercusiones que deberían ser resueltas entre dos padres, caían exclusivamente sobre mí. No me importaba porque sabía cómo eran los niños, pero a veces era ligeramente fastidioso cuando ella dejaba todo para ser un ángel para alguien más.
Mamá y yo seguimos trabajando, dándole un vistazo a Gracie cuando venía a recoger sus cosas. Ella se apresuraba a irse tan rápido como ella venía, y solté el aliento, regresando al puré de papas. Mamá soltó unas risitas en mi dirección cuando aplasté un poco demasiado fuerte. La miré.
—Tú eras igual de obstinada —dijo suavemente, colocando en abanico los rabanitos en su bandeja—. Es bueno ver que se volvió en tu contra.
Le saqué la lengua cuando se dio la vuelta con su plato.
Hubo un golpe a la puerta, y miré por la ventana de la cocina, notando una gran camioneta negra enfrente. Estirándome para tomar un paño de cocina, me limpié las manos y salí hacia la sala. El ruido sordo de varias voces profundas llegó a mis oídos, y sonreí cuando divisé a Billy Black en su silla de ruedas, y detrás de él, a Jake. Jake era más grande de lo que lo recordaba, pero ni bien me vio, su sonrisa juvenil fue exactamente la misma.
—Bella —dijo, cruzando la sala. Sonreí, recibiéndolo con un abrazo.
—Hola, Jake, ¿cómo estás? —Habían pasado casi tres años desde que había visto a Jake. Cada vez que Gracie y yo habíamos estado en casa; Jake había estado afuera del pueblo.
Él se echó hacia atrás, dándome una cálida sonrisa y un pequeño apretón a mi hombro.
—Muy bien. ¿Dónde está la pequeña?
Me di la vuelta, estudiando la sala. Papá se aclaró la garganta.
—Ella está guardando sus juguetes —dijo, mirando hacia las escaleras. Volteé hacia Billy, inclinándome para ofrecerle un abrazo.
—Es bueno verte, Billy —dije cálidamente.
Él me sonrió.
—Lo mismo digo, Bella. Ha pasado mucho tiempo.
Asentí de acuerdo mientras él y Jake se adentraban a la sala. Hubo otro golpe a la puerta, y mamá corrió a abrirla. Podía escucharla saludar, y a unas voces femeninas responder. Mamá vino a la sala, trayendo a Rachel y a su familia detrás de ella. Sonreí, yendo hacia el otro lado de la sala para abrazar a Rachel mientras su hijo del medio atizaba a su madre con los extremos de sus mangas. Ella lo ignoró mientras me estudiaba.
—Bella, qué bueno verte. Ha pasado mucho tiempo.
Asentí de acuerdo, bajando la mirada hacia el niño que retorcía su torso para golpear a Rachel con las mangas de su sudadera.
—Tú debes ser Coby —dije, sonriéndole. Él me miró con cautela—. No te he visto desde que tenías tres —le dije. Le echó un vistazo a su madre, quien le sonrió.
—Ella es tu tía Bella —dijo ella, señalándome. Le sonreí, feliz de recibir el título. Él me miró incrédulamente, y sonreí. Rachel puso los ojos en blanco cuando Coby se alejó de nosotras.
—No puedo creer lo grande que está —mascullé.
—Todos lo están —murmuró con pesimismo—. No paran de crecer. Me está volviendo loca. —Su rostro se iluminó, y me guiñó el ojo mientras me reía—. ¿Dónde está la pequeña y dulce Gracie? Apuesto que está enorme también.
Señalé hacia la sala.
En cuestión de segundos, la pequeña casa estaba llena de personas y risas. Rebecca y su familia llegaron, y pronto, estábamos sirviendo la cena.
A menudo éramos solo Gracie y yo que a veces me olvidaba lo mucho que disfrutaba pasar tiempo con un grupo familiar más grande. La cena fue el tipo de caos perfecto, y me encontré completamente relajada mientras comíamos y reíamos.
Después de cenar, varias personas se levantaron para juntar los platos. Como yo había cocinado, me indicaron que me relajara en el sofá con mi copa de vino.
Aproveché la oportunidad para enviarle un mensaje a Edward, bromeando con él sobre la carne y el relleno que había comido.
Le sonreí a mi teléfono mientras enviaba el mensaje.
—Esa es una tremenda sonrisa —dijo Jake, llamando mi atención. Lo miré mientras él se acercaba para sentarse en el sofá a mi lado. Guardé el teléfono en mi bolsillo, sonriéndole.
—Un amigo —dije, como explicación. Él asintió—. ¿Cómo has estado?
Jake me dedicó una sonrisa brillante.
—Genial, de hecho. Acabo de conseguir un trabajo. Sous Chef en un restaurante bastante exclusivo de Seattle.
Me alegré.
—¿En serio? ¡Eso es increíble! ¡Felicitaciones!
Él sonrió, acomodándose en el sofá.
—Gracias. Estoy muy emocionado al respecto. Es un sueño hecho realidad.
—Y bien, ¿te mudarás allí?
Jake asintió.
—Sí. Tengo que encontrar un lugar donde quedarme, lo que será difícil porque quieren que comience de inmediato, pero supongo que simplemente buscaré un cuarto de hotel barato hasta que encuentre un lugar más permanente.
—¡Oh! —dije, inclinándome hacia él—. Jake, eres más que bienvenido a quedarte con nosotras hasta que te acomodes. Quiero decir, tengo un sofá cama que es muy cómodo, pero sería más barato que un hotel mientras te acomodas.
La sonrisa de Jake era deslumbrante.
—¿En serio?
Asentí.
—Por supuesto. Para eso es la familia.
—Gracias, Bells. Me sentiría mucho mejor si te pagara por quedarme a estar en un hotel.
Puse los ojos en blanco.
—Jake, no. No tienes que pagarme. —Pausé, entonces incliné la cabeza—. Quiero decir, a menos que quieras hacer la cena varias noches. No diré que no a eso.
Él rio, sacudiendo el sofá y a mí con él.
—De acuerdo, trato.
Le sonreí.
—Perfecto. Y bien, cuéntame sobre este trabajo.
*Bella y Edward juegan con el significado de la palabra pounding, que también quiere decir "embestir".
