Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!
Capítulo 21
Edward
No pude contener la sonrisa jodidamente estúpida de mi rostro cuando vi el nombre de Bella aparecer en mi teléfono.
—Hola —dije, respondiendo la llamada con mis iPods. Tomé mi teléfono, alejándome de mi escritorio.
—Hola —susurró—. ¿Cómo estás?
Sonreí mientras salía de la oficina.
—Bien. Cubierto de contratos, así que estoy agradecido por la distracción.
Bella rio.
—Suena... aburrido —bromeó. Me reí.
—No tienes idea. —Salí afuera—. ¿Cómo estás?
Ella tarareó.
—Bien. Acabo de salir del tanque.
Varios pensamientos pasaron por mi mente al mismo tiempo, pero uno era el que más presión hacía.
—Entonces, ¿estás toda mojada?
No fue mi intención que mi voz bajara tanto, y Bella gimió.
—Lo estoy —ronroneó—. Siempre lo estoy cuando pienso en ti, lo que sucede mucho más con el paso de los días.
Mierda, estaba teniendo una erección en el estacionamiento. Me aclaré la garganta.
—No tienes idea de lo mucho que quiero continuar esta conversación, pero un camión lleno de hombres acaban de llegar y nunca superaré la vergüenza si no me calmo ahora mismo —le dije. Ella rio, lo que realmente no ayudó.
—Lo siento —dijo, y era evidente que no lo hacía—. En realidad, ¿quería llamarte para ver si estás libre mañana?
Sonreí.
—Lo estoy, ¿qué tienes en mente?
Bella vaciló.
—Bueno, estaba pensando... y, por favor, eres libre de decir que no si es demasiado. No me ofenderé ni molestaré ni nada —divagó.
Me reí.
—Cariño, suéltalo.
Su risa era nerviosa.
—Voy a llevar a Gracie de compras navideñas mañana y, ¿me preguntaba si querías unirte a nosotras?
Mi corazón se contrajo.
—¿En serio?
—No tienes que hacerlo. Será tedioso porque a ella le encanta mirar todo...
La interrumpí.
—Bella, me encantaría.
—¿En serio?
Sonreí.
—Sí, en serio.
Podía sentir su sonrisa a través del teléfono.
—Está bien, genial. ¿Por qué no vienes alrededor de las nueve de la mañana? Prepararé el desayuno antes de salir.
—Eso suena perfecto.
Bella tarareó.
—Realmente estoy emocionada de verte —masculló. Solté un suspiro tenso. Cuando estábamos juntos, era como si el tiempo se esfumara, pero simplemente no teníamos mucho tiempo para siquiera pasar el rato. Los dos estábamos ocupados, y con la incompatibilidad de horarios más el intentar ir más lento alrededor de Gracie, no había muchas posibilidades para nosotros.
—También estoy emocionado. Gracias por invitarme.
Hablamos por otro minuto antes de que Bella suspirara.
—Debería regresar al trabajo —masculló—. ¿Te veré mañana?
Sonreí.
—Sí, estaré allí.
~WG~
La puerta de Bella se abrió segundos después de haberla golpeado, y sonreí cuando vi a Gracie.
—¡Príncipe Edward! —jadeó. Me agaché.
—Buenos días, princesa.
Ella me sonrió.
—¿Estás aquí para comer panqueques?
Me reí.
—Sí. ¿Puedo entrar?
Ella me estudió, y antes que pudiera darme una respuesta, apareció Bella.
—Gracie, ¿qué dije sobre abrir la puerta? —dijo, sonando exasperada. La miré, y mi aliento quedó atascado en mi pecho. Ella estaba hermosa con un simple suéter verde y su cabello recogido en una coleta. Tenía puesto unos jeans, y todo sobre ella era simple y elegante.
—¡Mamá, mira! ¡Es el príncipe Edward! —dijo Gracie, señalando en mi dirección. Me puse de pie mientras Edward acariciaba los rizos de Gracie—. ¿Podemos comer panqueques?
—Sí, por supuesto —dijo Bella suavemente—. ¿Puedes ir a asegurarte de que tengamos platos suficientes para él?
Gracie salió disparada hacia el departamento y Bella volteó hacia mí.
—Hola —dijo, jalándome por las solapas de mi chaqueta. Me incliné para besarla mientras Gracie seguía ocupada.
—Buenos días —mascullé. Ella tarareó contra mis labios.
—Dios, hueles bien. Ven aquí y lo que sea que hagas, no dejes que Gracie nos atrape besándonos —dijo, jalándome hacia el interior de su apartamento. Me reí.
—¿Traerá muchos problemas? —pregunté. Ella puso los ojos en blanco mientras cerraba la puerta.
—Ella y mis padres chismean demasiado y estoy segura que ella sacaría algo de contexto y antes de darnos cuenta, ella le estará contando a todos que seré una reina y ella tendrá un nuevo hermanito príncipe o algo. —Bella sacudió la cabeza y me reí, aunque el escenario que pintó no me parecía tan malo. Aún así, era demasiado pronto para estar pensando en algo como eso.
Entré a su apartamento, quitándome el abrigo y colgándolo junto a la puerta.
—¿Café? —dijo, dirigiéndose hacia la cocina.
—¡Por favor!
La seguí, deteniéndome cuando Gracie se paró frente a mí.
—¡Príncipe Edward, ven a ver mis juguetes!
Levanté la mirada hacia Bella, quien sonrió y asintió, así que dejé que Gracie me llevara hacia su cuarto. Era pequeño, con paredes blancas básicas que la mayoría de los apartamentos tenían, pero era claro que Bella había intentado hacer lo que pudo. Había portaretratos hermosos en las paredes de diferentes escenas acuáticas en lo alto, y bajando junto a los zócalos, ella tenía pegatinas laminadas de olas y varias criaturas marinas. Gracie corrió hacia un verdadero cofre del tesoro junto a su cama, y solté una risita.
—Tu cuarto luce como una laguna de sirenas —le dije. Ella echó un vistazo, su rostro radiante.
—¡Sí! —Volteó hacia su armario—. ¡Tengo una cola de sirena, mira! —Se metió, y tomé asiento al borde de su cama, descansando mis codos sobre mis rodillas. Ella estaba lanzando cosas de un lado a otro, y me preguntaba si debería detenerla.
Emergió un minuto después sosteniendo una larga cola brillante.
—Vaya —dije, realmente sorprendido de que ella tuviera una cola—. ¿Cómo te la colocas?
Se rio.
—¡Así! —Se sentó en el suelo y metió sus piernas en la parte superior. Sus pantalones estaban quedando atrapados, pero a ella no parecía molestarle mientras lo subía. La subió hasta la mitad de sus muslos antes de comenzar a tener problemas. Soltó un pequeño sonido frustrado y me incliné hacia ella.
—¿Puedo ayudarte?
Me miró.
—Sí, por favor.
La puse de pie, manteniéndola estabilizada sobre sus pies mientras ayudaba a acomodar sus pantalones y subir la cola hasta su cintura. Cuando estuvo colocado, ella sonrió.
—Vaya —dije, echándome hacia atrás—. Jamás he visto a una sirena antes.
Ella sonrió, e intentó dar una vuelta, pero la restricción de la cola la hizo trastabillar. Me estiré para estabilizarla antes de que pudiera tocar el suelo.
—¿Cómo está yendo el tour? —preguntó Bella, entrando al cuarto. La miré mientras enderezaba a Gracie.
—Acabo de ver a una sirena —dije, sonriendo. Bella sonrió, ofreciéndome una taza. La tomé agradecidamente.
—¡Mamá! ¿Podemos ir a nadar así puedo mostrarle a Edward mi cola?
Bella sonrió.
—Es diciembre. Hace demasiado frío para ir a nadar.
Los pequeños hombros de Gracie cayeron.
—¿Qué tal en el verano?
Bella me echó un vistazo.
—Eso espero —dije, mirando a Gracie—. Quiero decir, si tu mamá está de acuerdo.
Ella sonrió, mordiéndose la esquina de su boca.
—Suena divertido.
Gracie se sentó en el suelo, agitando sus piernas con una pequeña risita.
—El desayuno está listo —dijo Bella, inclinando la cabeza hacia el comedor. Asentí y volteé hacia Gracie.
—¿Qué dices, Gracie? ¿Deberíamos ir a comer?
Ella asintió y comenzó a quitarse la cola. Esta salió mucho más fácil, y ella se puso de pie rápidamente, saliendo de su cuarto. Me puse de pie, listo para seguirla cuando Bella bloqueó mi camino. La miré con una ceja arqueada y ella sonrió.
—Recuérdame de mostrarte mi caja de juguetes más tarde —susurró, estirándose para mordisquear mi mandíbula. Solté un jadeo.
—Mierda —susurré, llevando mi mano libre hacia su cadera. Estaba absolutamente muriendo por probar juguetes nuevos con ella, o diablos, simplemente usar los juguetes que habíamos comprado de nuevo. Seguían en mi apartamento, matándome cada vez que los veía.
Bella sonrió, besando mi mandíbula antes de apartarse. Tuve que ajustar mi polla a través de mis pantalones y respirar varias veces antes de poder seguirla.
~WG~
—¡Mamá, ¿podemos ir allí?!
Habíamos salido hace alrededor de una hora ya, y estaba maravillado por el nivel de energía que Gracie era capaz de contener. Ella había estado corriendo de tienda en tienda como una campeona. Con la ayuda de mis chicas, fui capaz de conseguir regalos para mis padres y mis hermanos. Eché un vistazo para ver que Gracie estaba señalando al carrusel en el medio del centro comercial. Bella miró su reloj y yo respiré profundo.
—Puedo llevarla, si quieres hacer unas compras. —Señalé con la cabeza hacia Gracie. Bella me miró con sorpresa.
—Edward, no tienes que hacer eso.
Sacudí la cabeza.
—Si te sientes cómoda, realmente me gustaría hacerlo.
Bella vaciló, pero entonces sonrió.
—Gracias. Déjame preguntarle a ella.
Asentí mientras ella se inclinaba frente a Gracie. Acabábamos de dejar nuestras bolsas en el coche, así que era un momento increíble para descansar y divertirnos un poco.
Bella habló con Gracie, y mientras ellas discutían nuestro próximo paso, noté a una tienda del otro lado del centro comercial. Mi corazón se saltó un latido cuando capté el brillante en la ventana.
Antes de que mis pensamientos pudieran seguir corriendo, Gracie estaba hablando, llamando mi atención.
—¡Sí! ¡Vamos, Edward! ¡Quiero montar uno de los unicornios! —Ella tomó mi mano y comenzó a jalarme hacia el carrusel. Miré a Bella, quien estaba sonriendo, sacudiendo la cabeza.
—Tengo mi teléfono —le dije—. Tómate tu tiempo.
Bella asintió.
—Gracias —articuló. Le sonreí y giré para dejar que Gracie me llevara. Nos dirigimos hacia el carrusel, parándonos en la fila. Ella estaba prácticamente dando saltitos, estaba muy emocionada.
—¿Has subido a uno antes? —le pregunté. Ella me miró.
—¡Eh, sí! Mi papi me llevó a uno.
Era la primera vez que la había escuchado mencionar a su padre. No quería husmear, pero también quería saber más.
—¿Era como este? —pregunté.
Ella me miró.
—No, estaba afuera y comimos algodón de azúcar y luego nos dolió la barriga.
—Los dolores de barriga no son divertidos —dije lentamente, inseguro de cómo responder exactamente. Ella me miró.
—¿Puedo sentarme en el unicornio violeta?
Sonreí, echando un vistazo a la atracción.
—Podemos intentarlo —dije con un asentimiento. Gracie sonrió e hizo un bailecito.
Afortunadamente, a pesar que el centro comercial estaba bastante lleno, Gracie fue capaz de subir a su deseado unicornio. La ayudé a subir, asegurándola. No sabía si ella necesitaba que me parara a su lado, pero no se sentía bien apartarme, así que me apoyé a su lado en el caballo a su izquierda. La música comenzó, y Gracie chilló maravillada mientras su unicornio comenzaba a moverse hacia arriba. Sonreí. Ella era jodidamente adorable.
Nos movimos en un círculo lento, y honestamente fueron los mejores dos dólares que había gastado jamás. Gracie lo estaba pasando genial, y sus risitas eran contagiosas, llenándome hasta sentirme lo más ligero que me había sentido en años.
No sabía quién estaba más decepcionado cuando el paseo llegó a su fin. Sentía que podía ver a Gracie reír en ese unicornio por horas.
La ayudé a bajar y cuando sus pies tocaron el suelo, ella tomó mi mano. Mi corazón se contrajo de nuevo.
—¿Podemos hacerlo de nuevo? —preguntó, mirándome. Sonreí.
—¿Me preguntaba si quizás quería ir a buscar un regalo de Navidad para tu mamá?
Gracie asintió.
—¡Sí! ¡A mamá le encantan los arcoiris y unicornios y helado!
Sonreí.
—Parece que a las dos les gustan las mismas cosas. —Gracie asintió—. ¿Qué hay de joyas?
Gracie frunció el ceño.
—¿Como coronas?
Me reí.
—¿O quizás un collar? ¿Ella usa aros?
Gracie asintió.
—¡Sí! ¡Mamá tiene dos! —Me mostró dos dedos y no sabía si eso significaba dos pares, o uno en cada oreja. Asentí.
—Tengo una idea —le dije, guiándola hacia una tienda. Gracie festejó a mi lado.
Entramos a la joyería, y de inmediato, una empleada se nos acercó. Ella era joven, con cabello claro y las pestañas más largas que había visto en alguien.
—¡Hola! —ronroneó, un poco demasiado entusiasmada—. ¿Cómo puedo ayudarle hoy?
Mierda. Había pasado un tiempo desde que había recibido este tipo de atención. Bajé la mirada a Gracie, quien estaba observando la tienda con ojos como platos.
Volteé hacia la empleada.
—Yo, eh, creo que vamos a mirar por un minuto.
Ella asintió, parpadeando pesadamente.
—Por supuesto. Estaré aquí cuando me necesite.
Regresé mi atención a Gracie, esperando que la empleada se diera cuenta que estaba con una niña y se calmara.
—De acuerdo, princesa, ¿dónde comenzamos?
Gracie me miró.
—¡Todo es tan brillante! —chilló, y me di cuenta que ella estaba demasiado abrumada para comenzar en alguna parte. Asentí y gentilmente la guié hacia un mostrador.
—¿Qué tal un collar? —pregunté. Gracie estaba parada de puntitas de pie para mirar el estuche, así que la tomé en brazos. Ella se aferró a mi abrigo mientras la sostenía—. Esa es una letra B —dije, señalando al dije. Gracie frunció el ceño.
—Pero mamá es con M —gruñó. Sonreí.
—Tienes razón. —Regresé al mostrador—. ¿Qué le gusta a ella?
Gracie señaló a un estuche.
—¡Gatito!
Sonreí. Sabía que ella amaba a Diego, pero no lo sentía indicado. Estaba a punto de alejarme de los collares cuando lo vi.
—¿Qué hay de ese? —Era un hermoso pulpo de oro. Pequeño, elegante, y tan Bella.
Gracie jadeó.
—¿Eso es un pulpo?
Asentí y volteé para encontrar a la empleada. Ella estaba rondando cerca, y cuando hice contacto visual con ella, se apresuró hacia nosotros.
—Nos gustaría llevarnos el pulpo, por favor —le dije.
Ella asintió, sacando las llaves para abrir el mostrador. Gracie rebotó en mis brazos.
—¡A mamá le encantará! —chilló. Asentí de acuerdo.
—Esta pieza es hermosa —coincidió la empleada—. Tiene un par de aros a juego también, ¿si les interesa?
Gracie jadeó.
—¿Dos aros?
La empleada cayó rendida bajo el poder de Gracie.
—Sí, dos —dijo, sonriendo. Gracie volteó hacia mí.
—¿Podemos hacer eso?
Sonreí, llevando una mano a su espalda para mantenerla fija mientras ella rebotaba en mis brazos.
—Claro, princesa.
La empleada asintió y fue a buscar los aros a juego. Eran como el collar aunque pendientes más pequeños y simples. Eran perfectos.
—¿Algo más? —preguntó la empleada, y me sentí aliviado de que ella ya no sonara jadeante. Parecía que Gracie había sido suficiente para que ella tomara distancia.
Sacudí la cabeza.
—No, gracias.
Ella asintió, envolviendo nuestras compras, y volteé hacia Gracie.
—¿Puedo mirar otras cosas? —preguntó. Asentí y la bajé.
—Por favor, no abandones la tienda. —Era un espacio pequeño y abierto, y estaba seguro de que sería capaz de vigilarla ya que estaba vacío. Ella asintió y corrió hacia un mostrador, presionando su rostro contra el cristal.
—Ella es adorable —dijo la empleada, trayendo mi atención de vuelta a ella. Asentí de acuerdo.
—Es difícil no amarla.
La empleada sonrió y me dirigió hacia la caja. Pagué nuestras compras, agradeciéndole antes de caminar hacia Gracie.
—¿Lista para irnos, princesa?
Ella me miró.
—¿Dónde está el regalo de mamá?
Toqué mi bolsillo.
—Justo aquí. No queremos que ella sepa que lo compramos, ¿cierto?
Gracie sonrió y tomó mi mano.
—Ella se va a sorprender mucho —aclamó. Sonreí.
Salimos de la tienda justo cuando recibí un mensaje de Bella. Bajé la mirada a mi teléfono y entonces volteé hacia Gracie.
—Oye, pequeña, tu mamá está en el coche. ¿Lista para irnos?
Ella asintió.
—¡Sí!
Salimos del centro comercial, dirigiéndonos hacia el coche de Bella. Ella estaba justo cerrando el maletero cuando nos acercamos.
—¡Ey! ¿Cómo estuvo el carrusel?
Gracie dio volteretas en el estacionamiento.
—¡Muy rápido! —chilló. Sonreí. Realmente no lo había sido, pero no importaba.
Bella se rio y tomó a Gracie en sus brazos.
—Vayamos a sentarte.
Cargó a Gracie hacia el coche mientras yo me aseguraba de que el paquete en mi bolsillo estuviera seguro. Subí al asiento del pasajero mientras Bella se ubicaba detrás del volante. Ella me echó un vistazo, y su sonrisa me quitó el aliento.
—¿Hay alguna posibilidad de que estés libre por unas horas más? —preguntó, poniendo en marcha el coche. Quería decirle que estaba libre para ella siempre.
—Sí, ¿qué tienes en mente?
~WG~
—Tienes que hacerlo así.
Miré a Gracie, que estaba colocando su glaseado frenéticamente sobre una galleta, tratando de mostrarme su técnica. Asentí.
—Jamás he decorado galletas antes.
Gracie jadeó.
—¿Por qué?
Me reí.
—No lo sé.
Hubo un destello, y levanté la mirada para ver a Bella tomando una fotografía de nosotros en su teléfono. Ella sonrió.
—Los dos lucen perfectos en sus mandiles.
Bajé la mirada a mí mismo, sacudiendo la cabeza con una carcajada. Gracie había insistido en que el mandil era obligatorio, y había sido incapaz de resistirme a ella.
Gracie le sonrió a Bella.
—Mamá, ¿puedo comer una?
Bella rio, bajando su teléfono.
—Terminemos estas antes de comer —negoció, acercándose para inspeccionar nuestro trabajo—. ¡Lucen muy bien!
Sentí su mano en mi trasero, apretándolo suavemente, y gruñí, mi bolsa de glaseado sacudiéndose lejos de la galleta y dejando una línea de azúcar sobre mi plato. Le eché un vistazo pero su rostro era tan inocente, que por un momento me preguntaba si lo había imaginado, excepto que ella tenía una sonrisa asomándose por la esquina de su boca. Atrevida.
Ella caminó alrededor de la encimera, limpiando el desastre que Gracie y yo habíamos logrado hacer. Gracie y yo terminamos las galletas, y aunque lucían un poco desgraciadas, estaba bastante orgulloso de ella. Bella nos mandó a lavar las manos mientras acomodaba las galletas. Cuando Gracie y yo estuvimos limpios, Bella nos hizo posar para más fotos con nuestro trabajo. Finalmente, sonrió.
—De acuerdo, ¿quién quiere ver una película navideña?
Asentí.
—Haré las palomitas —ofrecí, tomando el paquete que ella había sacado antes. Ella ayudó a Gracie a colocar galletas en un plato y servir un poco de leche para nosotros mientras yo preparaba las palomitas. Todo el día había sido mucho más doméstico que cualquier día pasado en mi vida adulta, pero también era uno de los mejores días que había tenido.
Cuando las palomitas estuvieron listas, tomé un cuenco, sirviéndolas y dejando que se enfriaran. Me reuní con Gracie y Bella en la sala, colocando las palomitas en la mesa mientras tomaba asiento en el sofá. Gracie se acercó y tomó asiento entre Bella y yo, y Bella colocó un plato sobre su regazo. Cuando Gracie estuvo acomodada, Bella me tendió mi plato con una galleta. Sonreí, aceptándolo con gratitud.
Bella preparó la película, y Gracie chilló, su pequeña boca ya llena de glaseado. Bella se acomodó en el sofá con su propia galleta, y gimió cuando probó un bocado.
—Buen trabajo, chicos —dijo, lamiéndose los labios.
Solté un suspiro y regresé a mi galleta. Era buena, pero haber pasado la tarde haciéndola con Bella y Gracie la hacía la mejor galleta que había probado.
Sentado con las chicas, mirando películas navideñas y riendo juntos era un momento que quería mantener en mi alma para siempre. Bella y Gracie eran tan acogedoras, encantadoras y alegres. Me hacían querer ser una mejor persona, un mejor hombre. Quería ser merecedor de la alegría que ellas ofrecían.
