Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!


Capítulo 23

Edward

No les llevó mucho tiempo a Gracie y a Bella acostumbrarse a mi apartamento, y rápidamente se sentía que habían estado allí por años en vez de unas horas.

Hicimos la cena juntos, y aunque no fue más que pasta y salsa, mi cocina jamás había estado más... viva.

Después de cenar, Bella ayudó a Gracie a tomar un baño mientras yo lavaba los platos. Escuchar las risitas de Gracie y Bella en el apartamento provocaba algo en mí. Le daba calor al lugar, y por primera vez, lo hacía sentir como un hogar.

Cuando terminé en la cocina, tomé mi laptop, encendiéndola en la sala. Tenía varios correos que revisar mientras las chicas seguían ocupadas.

Me metí de lleno en mi correo que ni siquiera me di cuenta que Gracie había terminado con su baño hasta que salió disparada hacia mí. La fuerza de su abrazo fue suficiente para derribarme a un costado, y me reí, envolviendo mis brazos a su alrededor. Su cabello estaba húmedo, tenía sus pijamas puestos, y olía a lavanda y cera de abeja. Era un aroma tan suave que contradecía la mayoría de los aromas en mi vida.

—Hola, princesa —reí—. ¿Cómo estuvo tu baño?

Ella sonrió.

—Bien, excepto que no tienes las mismas burbujas pero está bien porque mamá dijo que podíamos comprarlas.

Sonreí.

—Por supuesto que podemos.

Ella sonrió y se acurrucó a mi lado.

—Buenas noches —dijo, abrazándome fuerte.

Mi sonrisa parecía que estaba a punto de quebrar mi maldito rostro.

—Buenas noches, princesa.

Ella se estiró, presionando un beso en mi mejilla antes de bajarse del sofá y correr hacia el cuarto de invitados. La observé irse, levantando la mirada hacia Bella que estaba apoyada contra la pared, mirándonos. Tenía una pequeña sonrisa en su rostro, y se la devolví. Mi corazón estaba derritiéndose por la dulzura de Gracie, y estaba seguro que ella podía ver el tonto en que me estaba convirtiendo. Bella giró para seguir a Gracie, y me recliné en el sofá, soltando un suave suspiro.

Mi vida había dado un giro completo en los últimos meses. A veces, sentía que era demasiado rápido—como si no pudiera recuperar el aliento al intentar seguirle el ritmo. Pero la mayoría del tiempo, simplemente se sentía correcto.

Me permití simplemente sentir por un momento antes de respirar profundo y regresar a mi correo. Terminé con el que estaba trabajando y entonces cerré la computadora.

Bella regresó un minuto después, y la miré. Se acurrucó a mi lado en el sofá, sonriendo un poco.

—¿Cómo está? —pregunté.

Bella asintió.

—Se durmió. La emoción del día la dejó exhausta.

Sonreí un poco.

—Ni siquiera te lo pregunté —dije lentamente—. Si no estás cómoda con compartir una cama, dormiré aquí. No quiero que...

Dejé de hablar cuando Bella se acercó y me besó. Mi mano rodeó la parte trasera de su cuello, acunando su cabeza mientras la jalaba hacia mí.

—Edward —masculló lentamente, apartándose lo suficiente para hablar—. Vayamos a la cama.

Mi corazón comenzó a martillear en mi pecho, y busqué su mirada. Ella lucía segura, tranquila, y feliz. Tragué fuerte y asentí.

—Está bien.

Ella se agachó para besarme una vez más antes de apartarse, poniéndose de pie. Me paré también, y ella tomó mi mano, apretando mis dedos.

La seguí, más que dispuesto, cuando ella me llevó hacia mi cuarto.

—Ya que estarán aquí por un tiempo —dije, jalando de su mano gentilmente para llamar su atención—, hice espacio para ti en el armario y otras cosas. —No era mucho espacio, y no había sido tan difícil, pero Bella se detuvo, sus ojos bien abiertos mientras observaba el armario, y entonces a mí.

Era difícil saber lo que estaba pensando.

Finalmente, volteó hacia mí, rodeando mi cuello con sus brazos.

—Gracias —susurró, y supe que no estaba hablando solamente del armario—. Yo... —vaciló, sacudiendo la cabeza mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Levanté una mano, acariciando sus mejillas con mis pulgares.

—Oye —susurré, tomando su rostro—. Siento que yo debería estar agradeciéndote —mascullé. Su ceño se arrugó y sonreí—. Me has estado cambiando, Bella. Me estoy convirtiendo en una mejor persona, un mejor hombre, por conocerte. Has alzado la vara para mí. —Me detuve, sacudiendo la cabeza—. ¿Y el hecho que confías en mí con Gracie? —Exhalé—. No tengo palabras para decirte lo que eso significa para mí.

Los ojos de Bella se aguaron de nuevo, y ella se extendió, besándome fuerte. Mi mano se deslizó y enredó en su cabello, sosteniéndola suavemente mientras nos perdíamos en el beso. Me sentía lleno y abrumado pero también imposiblemente feliz.

Bella se echó hacia atrás, descansando sus manos sobre mi pecho. La observé y solté un suave suspiro. Mirarla hacía que me quedara sin aliento todo el jodido tiempo.

Ella sonrió, entonces presionó un beso sobre mi pecho que hizo que mi corazón se contrajera.

—Me voy a preparar para ir a la cama —susurró.

Asentí, tragando fuerte.

La dejé ir, y ella se movió hacia su valija, levantándola sobre la cama. Caminé hacia el baño para cepillarme los dientes y refrescar mi rostro. No podía nombrar el calor en mi interior, más que Bella.

Cuando salí del baño, Bella se había puesto una camiseta holgada y unos shorts. Parecía ser una camiseta de hombre, y me sorprendí ante los inmediatos y ridículos celos que sentía al verla con ella.

Conseguiría una de mis camisetas para ella antes de que se fuera. Estaba determinado.

Bella se dirigió al baño con su neceser mientras yo comenzaba a desvestirme. Usualmente no dormía en nada más que mis bóxers, pero ¿eso haría sentir incómoda a Bella? No quería sobrepasarme, pero también quería ser real con ella.

Antes de que pudiera pensarlo demasiado, Bella salió del baño. La miré justo cuando su mirada aterrizó sobre mí.

—Usualmente duermo así —le dije, sintiéndome extrañamente cohibido. Sus ojos se centraron en mi pecho por un momento antes de lentamente ascender por mi cuerpo y hasta mi rostro. Me encontraba en llamas cuando sus ojos se encontraron con los míos.

—De alguna manera —masculló, cruzando mi cuarto. Se paró frente a mí, una mano levantándose para trazar mis abdominales—. Siempre me olvido de lo delicioso que realmente eres —gimió. Gruñí fuerte, mis manos moviéndose a su cintura. Sus ojos regresaron a los míos, y estaba eufórico de ver el mismo deseo allí que yo sentía. Me incliné hacia ella, besándola duro, y ella gimió, sus brazos rodeando mi cuello. Mis manos se deslizaron por su cuerpo, jalando sus piernas sobre mis caderas hasta cargarla. Ella se meneó contra mis caderas mientras yo nos giraba hacia mi cama.

No fui tan gentil mientras nos movíamos sobre el colchón, pero a Bella no pareció importarle, jalando de mi cabello mientras nuestros cuerpos se extendían, extremidades y lenguas enredándose entre sí.

Había pasado mucho tiempo desde que había estado dentro de ella, y Dios, no podía obtener suficiente de ella.

—¿Aún tienes los juguetes? —Bella jadeó contra mis labios. Mi polla se agitó ante el recuerdo.

—Carajo, sí —gruñí. Ella sonrió, rodándonos así sus caderas estaban sujetándome contra el colchón—. Investigué un poco —masculló, su nariz frotándose a un costado de la mía—. Tengo todo tipo de cosas para contarte —pausó, sus caderas contoneándose contra las mías, y maldije—. Pero más importante, —Bajó una mano, mordiendo mi labio inferior, y sentí mi polla agitarse de nuevo—. Mostrarte.

Estaba en llamas, y necesitaba estar dentro de ella, ahora.

Hubo un pequeño sonido afuera del cuarto y Bella se detuvo. En menos de un parpadeo, Bella se bajó de encima de mí, y estaba del otro lado de la cama mientras el pomo de la puerta giraba. Me pasé una mano por el cabello, soltando un brusco suspiro y tratando de bajar mi erección. Me estiré hacia las mantas de la cama, escabulléndome debajo de ellas, solo por si acaso.

—¿Mamá?

La pequeña voz de Gracie me ayudó a controlarme, y cerré los ojos, respirando lentamente para calmar mi corazón acelerado. De ninguna manera podía estar excitado mientras ella se encontraba en el cuarto.

—¿Qué pasa, cariño?

Gracie entró al cuarto.

—No puedo dormir. —Bella asintió, y comenzó a sentarse cuando Gracie apareció a los pies de la cama—. ¿Puedo dormir con ustedes?

Bella vaciló, echándome un vistazo. Me encogí de hombros.

—No me molesta —susurré. Quería que ella lo decidiera. Volvió a mirar a Gracie y sonrió en la oscuridad.

—Sube, cielo.

Sentí la cama hundirse un poco mientras Gracie trepaba a la cama. Se arrastró entre nosotros, rebotando un poco en su apuro. Bella apartó las mantas y Gracie se ubicó entre nosotros. Bella captó mi mirada sobre la cabeza de Gracie y articuló su disculpa. Sacudí la cabeza, tratando de decirle que no se preocupara. Era mejor que Gracie nos interrumpiera antes de que algo realmente comenzara a suceder.

Bella se recostó, acomodándose sobre las almohadas y suspiré, acostándome también. Gracie pateó entre nosotros y sentí sus pequeños pies acurrucarse contra mi pierna mientras llevaba la cabeza hacia Bella. No pude contener mi sonrisa.

—Buenas noches, mamá. Buenas noches, Edward.

Escuché a Bella mascullar buenas noches.

—Buenas noches, princesa.

Los dedos de sus pies se movieron contra mí.

~WG~

Desperté con pequeños pies en mi rostro.

Giré la cabeza, parpadeando con confusión. Gracie de alguna manera había logrado girar completamente en la noche. Su cabeza estaba en la almohada de Bella, su cuerpo extendido sobre la cama por encima de nuestras almohadas. Los dedos de sus pies estaban aplastando el lado derecho de mi rostro. Contuve una carcajada mientras me zafaba de ella, sentándome. Eran cerca de las siete. Usualmente no dormía hasta tan tarde, y sacudí la cabeza, sabiendo que necesitaba levantarme y comenzar a moverme. Eché un vistazo a Bella y a Gracie. Parecían dormir pacíficamente, y brevemente lamenté no haber podido disfrutar de tener a Bella en mis brazos anoche.

El rostro dulce de Gracie me hizo sonreír, y sacudí la cabeza, bajando de la cama. Me dirigí hacia mi baño, encendiendo la luz solo después de haber cerrado la puerta. Hice pis rápidamente y entonces me desnudé, abriendo el agua de la ducha.

El vapor llenó el baño y entré, suspirando cuando sentí el agua caliente impactar sobre mí.

La puerta del baño se abrió, y abrí los ojos, echando un vistazo a través del cristal de mi ducha. Bella entró, dándome una pequeña sonrisa.

—Lo siento —dijo, caminando hacia el inodoro—. Tengo que hacer pis y Gracie se encuentra en el otro baño.

Asentí, apartando la mirada. Me sentía como un pervertido al excitarme por verla hacer pis. La escuché tirar de la cadena mientras tomaba mi champú. La puerta de la ducha se abrió, y miré con sorpresa mientras ella entraba, gloriosamente desnuda.

—No puedo creer que hayamos dormido hasta tarde —gruñó, metiéndose bajo el agua. Asentí, mi garganta cerrada al captar un vistazo del agua cayendo por su cuerpo. Ella era gloriosa, y mi erección matutina ardía.

Ella era ajena a esta mientras mojaba su cabello, y entonces se estiraba en busca del champú. Aún tenía un puñado en mi palma y parpadeé, llevándome las manos al cabello.

—¿Cómo será tu día? —preguntó, girando hacia mí. ¿Cómo demonios ella podía entablar una conversación ahora mismo? Ella me distraía tanto que apenas podía parpadear.

Me aclaré la garganta.

—Yo, eh —me detuve y volví a carraspear—. Tengo una reunión en Tacoma esta mañana, luego volveré a la oficina alrededor del mediodía.

Bella asintió, pasando los dedos por su largo cabello. Me preguntaba distraídamente si ella me dejaría lavarlo en algún momento. Jamás había querido lavar el cabello de una mujer antes.

—Quizás podamos almorzar o algo —dijo, volteando para enjuagar. Asentí y me metí bajo el agua cuando ella terminó. Se estiró en busca del acondicionador, pasándolo por su cabello.

—Sí, eso sería genial.

Bella tarareó.

—Gracie tiene un día corto hoy, así que tendré que recogerla después para llevarla al acuario conmigo —continuó, como si nos ducháramos juntos todos los putos días. Ella debía notar mi polla, ¿cierto? Estaba jodidamente palpitando, aunque estaba obligándola a bajar con todas mis fuerzas. Sabía que no teníamos tiempo esta mañana—. Tengo una reunión con mi jefe a la una treinta. Mierda, puede que llegue tarde para eso —continuó meditando. Parpadeé.

—Puedo recoger a Gracie —ofrecí. Bella me miró con sorpresa mientras se estiraba en busca del jabón y un guante de baño.

—¿En serio?

Me encogí de hombros.

—Sí. Ella no se encuentra demasiado lejos y no tengo reuniones.

Bella sonrió, estirándose para besarme. Mi polla ardió cuando ella se acercó más.

—Gracias, Edward. Eso sería maravilloso. Le hablaré a la escuela para asegurarme de que estés en su lista cuando la lleve.

Se alejó de mí, y tuve que juntar todas mis fuerzas para no jalarla hacia mí. Bella comenzó a enjabonar su cuerpo, y mi mente se puso completamente en blanco. Sus manos se deslizaron sobre su tatuaje y jadeé, obligando a mi cuerpo a que se calmara. Bella siguió bañándose, sin notarlo. Logré ponerle jabón a mi guante de baño y lo froté sobre mí mismo, pero mis movimientos eran mecánicos, tensos. Realmente solo quería tomarla.

—¿Lo pasarías por mi espalda? —preguntó Bella, girando hacia mí. Su perfecta espalda estaba ligeramente rosa por el calor del agua. Tragué fuerte, estirando una mano para frotar el guante por su piel. Mantuve mis movimientos limpios, concentrados, y cuando terminé, carraspeé.

—Ya está —dije con voz ronca. Ella volteó y levantó su propio guante.

—¿Quieres que lo haga contigo?

Mi mente pasó aproximadamente por veinte escenarios antes de darme cuenta de lo que estaba pidiendo. Me di la vuelta, y casi gruñí cuando sentí sus pequeñas manos en mi espalda. Santo cielo, iba a tener que masturbarme antes de ir al trabajo. Estaba tan excitado que sentía dolor.

Las manos de Bella se deslizaban por mi espalda, lavándome en pequeños círculos. Sentí sus labios presionar contra mis omóplatos, y solté un suspiro tenso. Sus manos se posaron sobre mis caderas, y antes de poder procesar lo que estaba haciendo, las sentí bajar, trazando justo por encima de mi polla. Mis ojos se abrieron de golpe y giré para mirarla. Ella sonrió.

—Tienes un problema esta mañana —susurró. Bufé. Había tenido un problema desde que Gracie nos interrumpió anoche. Ella estiró una mano y tomó mi polla mientras me jalaba hacia abajo para besarla con la otra. La ducha hacía su aroma más fuerte, y gruñí, llevando mis manos hacia su cabello.

—Desearía tener más tiempo para encargarme de esto —masculló contra mi boca mientras sus manos hacían maravillas sobre mí, apretando y jalando de las mejores maneras posibles. Gruñí, y antes de darme cuenta de lo que ella estaba haciendo, se zafó de mi agarre y se dejó caer de rodillas, tomándome en su boca.

—Carajo —chillé, rogando que Gracie no estuviera cerca para escuchar. La boca de Bella era caliente y muy húmeda. No iba a durar, ni siquiera un poco, y le advertí mientras mis manos encontraban su cabello de nuevo. Ella me miró, sus ojos inocentes pícaros con su placer mientras me tenía completamente a su merced.

Su lengua era malvada, su garganta apretada, y mierda, ella sabía simplemente cuando tararear y gemir a mi alrededor, añadiendo pequeñas vibraciones que me hacían estremecer.

Levantó una mano, jugando y tirando de mis pelotas mientras la otra acariciaba mis muslos. Ella succionó sus mejillas, y sentí mi polla tocar el fondo de su garganta. Jadeé, cerrando los ojos. Un movimiento más de ella expertamente ejecutado, y me estaba corriendo fuerte, mis piernas temblaban mientras me lamía. Me soltó con una sonrisa satisfecha, y se puso de pie. La observé, maravillado y ella dio un paso hacia mí para besarme una vez.

—Gracias —masculló contra mis labios—. Has sido tan increíble con Gracie y conmigo. Hablaré con ella sobre dormir en su propia cama.

Se encontraba fuera de la ducha antes de que pudiera siquiera procesar sus palabras. Demonios, esta mujer iba a ser mi muerte.

Eventualmente, logré levantar mi mente del suelo de la ducha y salí. Me vestí en piloto automático; sonriéndole a Bella cuando ella me sonreía, inclinada sobre su valija.

Me preparé más rápido que ella, así que salí hacia la cocina para comenzar el desayuno.

Gracie estaba en el sofá con Diego, y me sonrió cuando me asomé.

—Buenos días, princesa —le dije, sintiéndome ligero y feliz.

—¡Buenos días! —canturreó, acariciando la cabeza de Diego un poco demasiado fuerte. Él parpadeó lentamente y me di cuenta que él debe ser el gato más paciente del mundo.

—¿Tienes hambre? —pregunté. Gracie me miró y me asintió.

—¿Puedo comer cereal?

Vacilé. ¿Tenía cereal? Giré hacia la alacena, abriéndolas. Mierda. No había hecho las compras.

—Lo siento, princesa. No tengo. ¿Quieres huevos o tostadas?

Ella frunció el ceño.

—Mamá hace ranas en un círculo —dijo, bajándose del sofá y viniendo a la cocina—. ¿Puedo comer eso?

Me la quedé mirando. ¿Estaba pidiendo una rana? Afortunadamente, Bella salió de mi cuarto entonces, sonriendo.

—Son huevos en canasta —corrigió suavemente—. Y es un pedazo de pan con un agujero en el centro, tostado en una sartén con un huevo frito dentro.

Asentí, aliviado por la explicación, y giré para tomar el pan.

—Claro, puedo hacer eso.

Gracie se lamió los labios mientras luchaba por subirse a uno de los taburetes en mi barra.

—¿Puedo ayudar? ¡Puedo cortar! —me dijo. Sonreí y asentí, tomando una tabla de cortar y colocándola frente a ella. Tomé una rodaja de pan y un cuchillo para mantequilla y los coloqué frente a ella. Se puso a trabajar, cortando cuidadosamente el pan mientras yo encendía la estufa.

—Bella, ¿quieres uno?

Ella había regresado al cuarto, y volvió un momento después, secando su cabello con una toalla.

—Sí, por favor —dijo antes de girar de nuevo hacia el cuarto. Un instante después, escuché su secadora encenderse.

—¿Cómo dormiste? —pregunté, volteando hacia Gracie.

—¡Eh, bien! —dijo, sonriendo mientras terminaba de cortar un círculo grande y desigual en el pan. Me preguntaba si el pan acaso funcionaría para contener un huevo, pero lo tomé de su mano, agradeciéndole al mismo tiempo. Coloqué otra rodaja de pan frente a ella y se puso a trabajar—. Excepto que tú roncaraste un poco, pero mamá dijo que estaba bien.

Le eché un vistazo y sonreí. Ella estaba tan concentrada en el pan que no notó mi mirada.

—Lo siento, me olvidé de decirte que a veces soy un dragón por las noches.

Gracie detuvo su corte, mirándome con ojos ligeramente entrecerrados.

—Mamá le dijo a la tía Rosie que tú eras una bestia —dijo pensativamente, como si acabara de responderle todas sus dudas sobre la vida. Solté una carcajada y entonces me doblé al medio, incapaz de recuperar el aliento. Gracie se rio conmigo, aunque sabía que ella no entendía por qué estaba volviéndome loco de la risa.

Bella salió un minuto después, frunciendo el ceño.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó, deteniéndose para besar a Gracie en la cabeza.

—Edward dijo que él es un dragón por la noche y que por eso es que él roncoró —contestó Gracie. Bella sonrió, mirándome mientras acariciaba los rizos de su hija. Le sonreí.

—Gracie me ha informado que puede que tú ya sabías esto —dije, mi humor apenas contenido—. Porque, de acuerdo con lo que le dijiste a Rose, soy una bestia.

Bella se sonrojó tan rápido que fue casi alarmante. Ella jadeó, bajando la mirada a su hija que estaba cortando el pan. Me carcajeé de nuevo y Gracie pronto me acompañó. Afortunadamente, Bella comenzó a reírse, sacudiendo la cabeza mientras gentilmente apartaba el cuchillo de Gracie antes de envolver sus brazos alrededor de su hija.

—Oh, ¿qué voy a hacer contigo, señorita? —susurró, besando la mejilla de Gracie. Gracie rio—. Cielo, ¿por qué no vas a colocarte medias mientras nosotros terminamos el desayuno?

Gracie asintió, bajándose del taburete y corriendo hacia mi cuarto de invitados. Bella giró hacia mí y puso los ojos en blanco.

—No luzcas tan orgulloso —siseó suavemente. Me reí fuerte y ella sonrió, entrando a la cocina. Solté mi espátula en la encimera y envolví mis brazos a su alrededor.

—¿Una bestia, eh?

Bella se sonrojó fuerte, pero sacudió la cabeza.

—Estás bien —masculló. Resoplé, agachándome para besarla. Ella respondió de inmediato, su cuerpo frotándose contra el mío que comencé a despertarme de nuevo. Bella rio, rompiendo nuestro beso—. ¿Sabes? Estuve dolorida por tres días después de esa primera noche —susurró, sus cálidos ojos llenos de diversión—. Rose no podía parar de hablar sobre ello. Estuve cojeando en la oficina con la sonrisa más grande y estúpida en mi rostro.

Sonreí. Me sentía ligeramente mal por haberle causado dolor, pero mi ego y mi orgullo rápidamente le ganaba a eso.

—No te he visto cojeando —señalé. Ella bufó.

—Edward, eres un caballo grande para montar, pero soy una excelente jinete.

Solté otra risita, besándola fuerte. Ella se rio contra mí, y solo nos separamos cuando el aroma de tostada ligeramente quemada flotó a nuestro alrededor. Me di la vuelta para terminar de hacer el desayuno mientras Bella se movía alrededor del apartamento, preparando las cosas de Gracie y de ella para el día.

~WG~

Estaba recibiendo unas miradas serias.

Me moví nerviosamente, doblando los brazos sobre mi pecho un poco mientras esperaba a que Gracie saliera de la escuela.

—Disculpa —dijo una voz femenina. Volteé a mirar a una mujer. Ella era pequeña con cabello corto y rubio—. ¿Eres el tío de alguien?

Fruncí el ceño.

—¿Disculpa?

Ella sacudió la cabeza, su sonrisa gigante.

—Bueno, verás, conozco a todos los padres de la clase, y creo que hubiera recordado verte antes —dijo, con una ligera risita en su voz. No podía decir si estaba coqueteando conmigo o si ella era simplemente el tipo de persona que siempre hablaba con azúcar en su lengua.

—No, no soy un tío. —No a menos que Emmett haya inconscientemente embarazado a alguien, lo que, cuando pensaba en ello, no estaba lejos de las posibilidades.

Ella frunció el ceño.

—¿No? ¿Un niñero quizás? —preguntó, sonando escéptica.

Dios, ella era entrometida.

—¿Un niñero?

Ella rio.

—¡Una niñera hombre, tonto!

—No —gruñí.

Ella parecía estar a punto de preguntar de nuevo, cuando se abrió la puerta. Volteé hacia la escuela, concentrado en la maestra con un sujetapapeles en sus manos. Gracie salió primera, su pequeña mochila puesta. Jadeó cuando me vio, y comenzó a saltar. Sonreí, pasando por el lado de la Sra. Metiche y hacia la maestra.

—Hola, soy Edward Cullen. Estoy aquí para recoger a Gracie —dije, acercándole mi identificación. La maestra asintió.

—Sí, Bella mencionó que vendrías a la hora de retiro hoy —pausó, leyendo mi identificación—. ¡Todo en orden, solo firma su salida aquí y eso será todo!

Acepté la tabla y firmé la salida. Se la devolví a la maestra antes de girar hacia Gracie.

—¡Edward! —chilló, saltando a mis brazos. Reí, atrapándola y alzándola.

—Hola, princesa. ¿Cómo estuvo la escuela?

—¡Bien! Hannah y yo hicimos mariposas.

Le eché un vistazo a los niños.

—¿Puedes presentarme a Hannah?

Gracie asintió y la dejé sobre sus pies. Ella corrió hacia la multitud de niños, encontrando a una niña con cabello marrón claro. Ella la jaló hacia mí.

—¡Hannah, este es mi príncipe Edward! —dijo Gracie, señalándome. Hannah me observó con ojos como platos.

—Hola, Hannah, estoy muy feliz de finalmente conocerte. He escuchado mucho sobre ti.

Ella miró a Gracie, y pude notar que estaba sintiéndose tímida. Gracie, quien claramente no tiene ni una pizca de timidez en su cuerpo, asintió.

—Le dije que jugamos a los unicornios —confirmó.

—¡Hannah! ¿Lista para irnos?

Giré, casi soltando un gruñido cuando me di cuenta que la Sra. Metiche estaba llamando a Hannah. Por supuesto, mierda.

—Edward, ¿puede Hannah venir a jugar?

Miré a las niñas.

—Hoy no, princesa. Tú y yo iremos a mi trabajo por un rato, ¿eso te parece bien?

Ella jadeó.

—¡Sí! —Volteó hacia Hannah—. Quizás podamos jugar mañana.

Hannah no respondió, pero Gracie sonrió y corrió hacia mí de nuevo. Me puse de pie, tomando su mano.

—¡Adiós, Hannah!

~WG~

No lo había pensado demasiado cuando le dije a Bella que llevaría a Gracie al trabajo conmigo. No tenía mucho trabajo hoy, así que no estaba preocupado por no ser capaz de concentrarme. No, mi preocupación se reducía a una cosa que se me ocurrió al momento en que me detuve en el estacionamiento; Esme.

Ingresé a Gracie a la oficina, y todos se detuvieron a mirar dos veces mientras pasábamos. Era justo, ya que nadie me había visto cerca de un niño antes.

Introduje a Gracie a las personas que nos cruzábamos, y más atrevida que nunca, ella saludó a todos con una enorme sonrisa.

Cuando llegué a mi escritorio, la acomodé en su propia silla en caso de que quisiera colorear. No quiso. Todo lo que ella quería era explorar.

No que pudiera culparla, pero rápidamente me estaba percatando de que no iba a lograr hacer algo mientras ella estuviera aquí.

Estaba considerando llevarla a casa y trabajar desde allí, cuando mi mamá entró al área de los cubículos. Vi cómo sus ojos me encontraron antes de girar hacia Gracie y luego volver a mí. La única palabra para describir la expresión en su rostro era euforia.

—Edward —dijo, acercándose a nosotros. Gracie la miró—. ¿Quién es esta pequeña y adorable joven?

Respiré profundo.

—Ella es Gracie. Es la hija de Bella. —Los ojos de mamá se agrandaron aún más—. Gracie, ella es mi mamá, Esme.

Gracie la miró.

—¿Eres una reina?

Mamá rio y yo sacudí la cabeza, exasperado.

—De hecho, sí, lo soy —dijo mamá, agachándose para sonreírle—. ¿Puedo mostrarte el reino que estoy construyendo?

Gracie asintió entusiasmadamente y mamá me miró.

—¿Te molesta si la llevo a mi oficina? Podemos jugar allí mientras tú logras trabajar un poco.

Estaba indeciso. Por un lado, mamá me estaba salvando al ofrecerse a mantener ocupada a Gracie, pero también conocía a mi mamá. Ella le sacaría a Gracie todos sus secretos en cinco minutos.

—De acuerdo —dije lentamente—. Estaré aquí si necesitan algo, ¿de acuerdo, princesa?

Ella me miró y sonrió, abrazando mis rodillas. Por un momento pensé que mi mamá se arrodillaría allí y entonces.

Gracie me soltó, y tomó la mano que mi mamá le ofrecía. Las miré caminar hacia la oficina de mamá, aliviado y un poco preocupado. No confiaría en nadie más con Gracie que a mi mamá, así que al menos, sabía que Gracie estaría bien, aunque un poco traumatizada para el final del día.

Regresé a mi escritorio, tratando de concentrarme en el trabajo.