Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!
Escena Extra: Esme
—Aquí se encuentra mi reinado —dijo Esme, haciendo pasar a la niña a su oficina. Ella se sentó en el sofá y señaló a una propuesta sobre la mesa ratona. Gracie tomó la gruesa propuesta, la llevó a su regazo, y Esme la ayudó a abrir el libro en las páginas apropiadas. Ella observó mientras los ojos de la niña se iluminaban por los diseños.
—¡Es tan brillante! —exclamó, estudiando la torre de cristal y acero que Esme había diseñado. Esme le sonrió.
—Lo es. Me gusta que las cosas brillen.
Gracie levantó la mirada hacia ella. Esme era muy bonita, así como Edward. Tenía el mismo cabello brillante, los mismo ojos verdes, la misma sonrisa amable.
A Gracie le agradó de inmediato.
—¿Tienes una corona?
Esme sonrió.
—A veces. —Ella rio. Gracie sonrió.
—Yo tengo una corona —dijo orgullosamente, señalando a su cuello. Esme se inclinó hacia adelante y notó el pequeño dije dorado de corona que Gracie tenía puesto alrededor de su cuello.
—Eso es adorable —reconoció—. ¿Dónde lo conseguiste?
—Edward me lo dio por Navidad.
Esme tuvo que controlarse para no embelesarse ante las palabras de la niña. Ella se preocupaba por sus tres hijos, sabiendo que todos tenían mucho amor para dar pero parecían estar felices sin sentar cabeza con nadie. Emmett salía con las peores mujeres, pero nunca duraba, y Alice nunca le contaba nada ya, pero Edward... Edward siempre había salido con la peor persona por demasiado tiempo. Primero estaba esa horrible Maria, luego la fría Charlotte, y entonces Victoria... Oh, cómo Esme había detestado a Victoria. Ella se preocupaba de que su hijo se conformara con una de esas mujeres simplemente porque él era leal. Al menos con sus otros dos, ella sabía que sus volubilidades los mantendrían lejos de una mala relación después de un tiempo, pero Edward no seguía adelante tan rápido como sus hermanos.
Ella había rezado para que él conociera una buena mujer, alguien fiable y estable, quien le mostrara cómo crecer sin ser una carga para él como sus relaciones previas.
Ella había sabido a los cinco minutos de conocer a Bella que ella era el tipo de mujer que Edward necesitaba. Ella había intentado chismear, averiguar la disponibilidad de Bella. Su corazón se había roto cuando se enteró de que Bella tenía una hija y lo que asumía un tipo de pareja en casa.
Ella nunca había estado tan feliz de estar equivocada.
Esme se enamoró de Gracie de inmediato. Era una niña dulce; divertida, extrovertida, y muy carismática. Ella también estaba feliz de hablar sobre la relación de su madre con el hijo de Esme.
—A veces, mamá besa a Edward, pero ella no se ha convertido en una princesa todavía —explicó Gracie—. Y anoche, Edward roncoró porque a veces es un dragón por las noches.
Esme frunció el ceño.
—¿Él durmió en tu casa?
Gracie sacudió la cabeza, su atención se esparció por el cuarto.
—No. Mamá dijo que había agua en nuestra casa y que teníamos que tomar a Diego y ahora tenemos pijamadas con Edward.
Esme se contuvo de gritar, ¿Están viviendo juntos?
—Cariño, cuéntame sobre ti —pidió Esme. Gracie la miró, sonriendo.
—Me gustan los unicornios y las princesas —dijo, sentándose junto a Esme—. Y me gustan los brillos y los peces y sirenas. —La niña siguió, enumerando sus cosas favoritas, y Esme lo absorbió todo. Había pasado mucho tiempo desde que había pasado el rato con una niña, y esta en particular era preciosa. Gracie le contó sobre su vida, sobre mamá y cómo ella trabajaba con un pulpo y cómo una vez la abuela Nene les cocinó sushi de pulpo e hizo llorar a Bella. Gracie le contó sobre cómo Edward las había llevado de compras navideñas, cómo él la había llevado al carrusel e incluso le compró a su madre un collar por Navidad.
El corazón de Esme apenas podía soportarlo.
Su hijo había estado teniendo una vida doméstica secreta, y aunque ella estaba emocionada por él, parte de ella estaba triste de que él no sintiera que podía compartirlo con ella. Intentó guardar sus sentimientos mientras ella y Gracie jugaron en su oficina. Ella podía y confrontaría a Edward más tarde cuando la niña no estuviera cerca para escuchar algo. Por ahora, ella solo iba a disfrutar la dicha pura que irradiaba de la pequeña y dulce Gracie.
~WG~
Hubo un suave golpe a la puerta y las chicas levantaron la mirada para ver a Edward en la entrada.
—Hola, princesa. ¿Lista para ir a casa?
Esme le sonrió radiantemente a su hijo mientras Gracie se bajaba del sofá.
—¿Mamá está en casa?
Edward asintió.
—Ella estará allí cuando lleguemos.
Gracie sonrió, juntando sus cosas. Esme le dio una mirada a su hijo, y él de inmediato se sonrojó, apartando la mirada.
—¡Estoy lista! —gritó Gracie, rompiendo la mirada entre los adultos. Esme se acercó a Gracie.
—Gracias por pasar tiempo conmigo hoy —dijo suavemente.
Gracie la sorprendió al lanzarse a sus brazos.
—Adiós, nana Esme —dijo, apretando su cuello. Sobre el hombro de la niña, Esme vio cómo los ojos de su hijo se agrandaron. Esme le sonrió, dando unas palmadas en la espalda de la pequeña.
—Adiós, cariño.
Esme vio cómo Gracie tomaba la mano de Edward, y él gentilmente la guiaba afuera de la oficina, despidiéndose de su madre sobre su hombro.
—¡Oh, Edward! —dijo ella antes de que él pudiera alejarse más. Él pausó y ella sonrió—. Cena, este fin de semana. Por favor, házcelo saber a Bella.
Edward lucía atónito, y Esme sonrió cuando Gracie festejó. No había manera de echarse atrás ahora.
Esme observó a su hijo y esa preciosa niña recoger sus cosas y salir de la oficina. Hizo que su corazón se hinchara cuando él la tomó en sus brazos para subirla en la parte trasera de su camioneta. Su hijo era un buen hombre, y parecía que finalmente había encontrado no solo una mujer digna de su amor, sino que dos.
