Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es fanficsR4nerds, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: This story is not mine, it belongs to fanficsR4nerds. I'm just translating with her permission. Thank you so much, Ariel!
Capítulo 24
Bella
Es casi inquietante lo rápido que encontramos una rutina con Edward. Había muchas razones por las cuales estaba ansiosa de quedarnos con él durante dos semanas. Era una posibilidad muy real que este cambio inesperado en nuestra relación fuera demasiado para alguno de nosotros, Gracie incluida. Fue tanto un alivio como un poco preocupante cuando vi lo feliz que ella fue capaz de adaptarse a estar en el espacio de Edward en cuestión de horas.
No era ingenua, sabía que habría crisis en nuestro futuro. Dos semanas juntos es mucho tiempo, y no tenía ilusiones de que las cosas serían perfectas.
Mientras estacionaba en el segundo lugar de estacionamiento de Edward en el garaje subterráneo, noté a una mujer a unos metros de distancia, echándome un vistazo mientras ella juntaba sus cosas en su coche. Le ofrecí una sonrisa, la cual ella regresó tentativamente.
Me aseguré de tener todas mis cosas antes de cerrar el coche y dirigirme hacia el ascensor. Cuando presioné el botón para llamarlo, sentí a la mujer cerca de mí. Podía sentir una incomodidad proveniente de ella, y no sabía si era porque ella no me reconocía, o si ella generalmente era incómoda.
Volteé a mirarla, ofreciéndole una pequeña sonrisa. Ella la devolvió lentamente, pero pareció ser suficiente, porque se paró a mi lado.
—No creo que nos hayamos conocido —dijo—. Soy Jess.
Levanté una mano para estrechar la suya.
—Bella.
—¿Eres nueva en el edificio?
Vacilé cuando llegó el ascensor. Subimos, y me estiré hacia el número del piso de Edward. Sus ojos siguieron el movimiento, y cuando ella no hizo lo mismo para presionar su propio piso, le eché un vistazo.
—En realidad, no. Mi apartamento se inundó. Estoy aquí temporalmente.
Los ojos de Jess encontraron los míos, y sentí la energía en ella cambiar.
—¿Estás quedándote con alguien?
Pausé.
—Eh, sí.
Sus ojos se entrecerraron, y ella giró hacia las puertas, frunciendo los labios. Nos quedamos paradas en el ascensor, el silencio entre nosotras se volvió cada vez más pesado e incómodo.
Cuando el ascensor llegó al piso de Edward, ella me miró, claramente esperando a que saliera primera. Bajé, y ella me siguió por el pasillo. Podía sentir sus ojos en mi nuca mientras caminábamos por el pasillo. Me detuve frente a la puerta de Edward y giré hacia ella, sorprendida de que ella también lo hiciera.
—Fue un placer conocerte —mentí, buscando el pomo. Su mirada bajó a mi mano antes de regresar a mis ojos. Ella no dijo nada mientras yo entraba al apartamento.
Me di la vuelta, mirando por la mirilla ni bien la puerta se cerró. Ella fulminó con la mirada a la puerta durante unos segundos antes de suspirar y girar, abriendo la puerta del otro lado del pasillo.
Fantástico.
—¿Qué haces?
Grité con sorpresa, girando y chocando con Edward. Sus brazos me envolvieron, estabilizándome.
—Oh, me asustaste —susurré, sacudiendo la cabeza. Él sonrió engreídamente—. Estaba... —Pausé—. Eh, conocí a tu vecina.
Edward hizo una mueca.
—¿Jessica? —Asentí y él gruñó—. Ella no te dijo nada, ¿o sí?
Fruncí el ceño.
—No, solo hubo muchas miradas incómodas.
Edward gruñó y me jaló para alejarme de la puerta, suavemente quitándome el abrigo.
—Ella tiene tendencia a hacer eso.
Solté unas risitas.
—¿Los dos salieron?
Edward casi se ahogó mientras colgaba mi abrigo por mí.
—Carajo, no. Pero creo que ella podría estar acosándome. —Frunció el ceño. Me reí y envolví mis brazos alrededor de su pecho.
—No te preocupes. Diego es un gato guardián.
Edward soltó una carcajada.
—Lo es, ¿no?
Sonreí y asentí.
—¿Acaso Gracie no te contó sobre sus patrullas alrededor de su reino?
Edward sonrió y se agachó, presionando un beso en mis labios. Se sentía tan bien llegar a casa del trabajo y ser recibida en sus brazos. Era casi aterrador lo cómodo que eso era.
Me aparté un poco, sonriéndole.
—¿Dónde está Gracie?
Edward sonrió.
—¿Por qué no te lo muestro?
Curiosa, dejé que Edward tomara mi mano y me guiara por su apartamento.
Para mi inmensa sorpresa y diversión, Gracie se encontraba en la cocina, sobre la mesa colocando cuidadosamente papas fritas congeladas en una bandeja. Parecía que ella las había estado colocando de a una a la vez.
—¿Qué están haciendo? —pregunté, acercándome para besar la mejilla de Gracie. Ella rio.
—¡Estamos haciendo la cena! —dijo, levantando una papa frita. Sonreí y miré a Edward.
—¿En serio?
Él se movió nerviosamente, luciendo un poco avergonzado.
—Sí, ¿espero que hacer hamburguesas esté bien?
¿Podía ser más perfecto?
Me alejé de Gracie, yendo a los brazos de Edward y estirándome para besarlo. Gracie soltó unas risitas mientras nos veía, y cuando me separé de Edward, él lucía sorprendido pero feliz.
—No puedo decirte la última vez que alguien me cocinó la cena —dije, sacudiendo la cabeza—. Gracias.
Edward estrechó su agarré.
—Solo son hamburguesas —dijo, quitándole un poco de importancia. Sacudí la cabeza. Él no lo entendía. Desde que Gracie nació, toda mi vida giraba alrededor de las cosas por hacer para ella. Antes de tenerla, mi vida se trataba de cuidar de mi novio o de mis padres. Siempre había ocupado ese rol así que raramente alguien me lo devolvía.
Edward quería cuidarnos, de cualquier manera que podía, y esa comprensión me llenó con una sensación cálida que tuve que apartarme de él antes de que soltara algo que no estaba preparada para decir.
—Es maravilloso —dije, dando un paso atrás y observando la cocina.
Edward tarareó.
—Bueno, si te gusta esto, te encantará este fin de semana —dijo, moviéndose inquietamente. Lo miré—. Mi mamá quiere que vayamos a cenar.
Sentí mis cejas alzarse con sorpresa.
—¿De verdad?
—No es nada serio —dijo rápidamente—. La familia se reúne los sábados para mirar el fútbol. Incluso eres bienvenida a invitar a Rose si quieres. Es casual y solo un día para comida y fútbol.
Él estaba divagando, y me di cuenta que aunque él me había tomado por sorpresa, parecía igual de nervioso. Me estiré hacia él, posando mi mano en la parte baja de su espalda y frotándola suavemente.
—Me parece genial.
~WG~
—Me estás poniendo nerviosa.
Edward me miró con sorpresa.
—¿En serio?
Me estiré, deteniendo sus dedos que tamborileaban contra su muslo. Él me sonrió tímidamente.
—Todo estará bien, ¿de acuerdo? Ya conocí a tu mamá, y no es como si no le agradara o algo. —Mayormente, estaba tratando de convencerme a mí misma. Esme era una persona digna de respeto, y solo porque ella había sido amable conmigo en el trabajo, no significaba que ella sería completamente alentadora de que su hijo y yo saliéramos.
Edward resopló.
—¿Bromeas? No me preocupa que no le agrades a mi mamá. Ella ya te adora. En todo caso, tengo que preocuparme de que ella no sea agobiante y te espante —bufó.
Reí.
—No es posible —dije, sacudiendo la cabeza. Edward me dio una sonrisa tímida—. Así que supongo que no tenemos nada de qué preocuparnos, ¿cierto?
Edward se encogió de hombros.
—¿Rose vendrá?
Sonreí.
—Sí, ella dijo que no podía esperar a conocer el resto de tu pool genético.
Edward rio, y solté una risita, concentrándome en la carretera.
—Bien, eso ayudará a desviar la atención.
Asentí de acuerdo. Rose había estado más que feliz de tener la oportunidad de venir. Ella había bromeado sobre que conocería al hermano que no había visto aún, pero sabía que en el fondo ella quería estar aquí para apoyarme.
Edward me dio las indicaciones para la casa de sus padres, y mientras más nos acercábamos, más nerviosa estaba. Era algo tonto; había visto a Esme y a Emmett antes. No era como si no los conociera a ellos y sus personalidades.
Pero había mucho más en juego esta vez.
Me detuve en la entrada que Edward me indicó, y respiré profundo cuando vi la camioneta ya aparcada allí.
—¿Lista? —preguntó Edward. Lo miré, tomando sus dedos en los míos.
—Sí, podemos hacer esto.
Bajamos del coche, y Edward fue a abrirle la puerta a Gracie mientras yo tomaba el pastel que había hecho del asiento trasero. Edward había puesto los ojos en blanco ante mi preocupación, pero sabía que no debía venir con las manos vacías.
Gracie tomó la mano de Edward mientras caminábamos hacia la puerta. Ambos sonreímos cuando ella se maravillaba y comentaba sobre la hermosa casa y la Reina que vivía adentro.
La puerta se abrió antes que siquiera pisáramos el primer escalón, y Esme apareció, sonriéndonos.
—¡Allí están! —chilló, apresurándose a salir. Abrazó fuerte a Gracie primero, quien rio y saludó a la nana Esme. Hubiera estado sorprendida por ese sobrenombre, excepto que Gracie tenía el hábito de llamar a todas las mujeres de mediana edad en su vida nana.
—Niña preciosa. —Esme se embelesó, presionando un beso en la mejilla de Gracie. Ella se paró y me miró—. ¡Bella, cariño, qué bueno verte! —Me jaló hacia un abrazo, esquivando el pastel entre nosotras elegantemente.
—Gracias por recibirnos —dije, tratando de devolverle el gesto con una mano. Sentí a Edward tomar el pastel así podía darle un abrazo apropiado.
—¡Por supuesto! Debería haber sucedido hace mucho tiempo —dijo, apartándose de mí—. ¿Está tu amiga aquí?
Sacudí la cabeza.
—Creo que llegará pronto.
Esme sonrió y volteó hacia Edward.
—Cariño, ¿cómo estás? —preguntó, estirándose para besar su mejilla.
—Bien, mamá.
Esme asintió y nos indicó que entremos a la casa.
—Adelante, adelante. Emmett está aquí, y Alice dijo que está a quince minutos.
Entramos a la preciosa casa, y de inmediato, Gracie desapareció, explorando las cosas brillantes y hermosas que Esme tenía en exhibición. Gracie tenía mucho cuidado, pero no podía evitar advertirle.
—¡Gracie, pies que corren son pies para afuera!
Ella volteó hacia mí y asintió, caminando rápidamente hacia la vitrina de hermosas figuras de cristal en la sala. Esme sonrió a mi lado.
—Oh, está bien. Crié a dos niños y una gimnasta. No hay nada que esta casa no haya visto —dijo con una risita. Le sonreí mientras me quitaba el abrigo. Ella me mostró dónde colgarlo y tomé el pastel que sostenía Edward, ofreciéndoselo a Esme. Su rostro se iluminó—. ¿Hiciste esto? —preguntó, quitándole el papel aluminio. Asentí mientras lo olfateaba—. Oh, huele simplemente apetecible, gracias, mi querida.
Me sonrojé un poco y asentí.
—Todos ayudamos —le dije honestamente. Ella miró con sorpresa a Edward, quien se encogió de hombros, luciendo un poco cohibido. Esme me sonrió.
—Pónganse cómodos, queridos. Llevaré esto a la cocina.
Nos señaló hacia la sala y entonces se fue a la cocina. Miré a Edward, quien soltó un suspiro pequeño y tenso, y luego me dio una sonrisa brillante.
Nos dirigimos hacia la sala, donde Gracie ya estaba saltando entre vitrinas, su nariz prácticamente pegada al cristal mientras observaba las chucherías.
En la sala, un enorme televisor pasaba un programa antes del juego, y vi a Emmett acomodarse en el sofá. Él miró en nuestra dirección y nos dio una sonrisa insolente.
—¡Hola, tórtolos! —gritó. Gracie levantó la cabeza y vi sus ojos moverse en su dirección con sorpresa. Mi hija extrovertida de inmediato corrió hacia el sofá, inclinando la cabeza a un lado mientras estudiaba a Emmett.
—¿Eres un gigante?
Edward se ahogó con un suspiro a mi lado, y Emmett rio, al parecer inseguro de su pregunta. Estaba por intervenir cuando Emmett sonrió.
—De hecho, soy un gigante —dijo, agachándose para guiñar un ojo—. Pero no te preocupes. Soy un gigante bueno. No de esos brutos.
Gracie consideró esto.
—¿Qué hacen los gigantes buenos?
Emmett sonrió.
—Miran fútbol. —Él le dio unas palmadas al sofá a su lado—. Y ayudan a pequeños niños a robar dulces de la cocina.
El rostro de Gracie se iluminó y se subió al sofá a su lado. Él rio, estirando su brazo sobre el respaldo.
—Niña adorable —me dijo mientras Edward y yo caminábamos hacia el sofá para sentarnos también.
—Precoz —dije, sacudiendo la cabeza.
Emmett sonrió.
Nos acomodamos en el sofá, justo cuando un hombre, que asumía que era el padre de Edward, entró. Lucía mucho como Edward, aunque su cabello era más claro y evidentemente era mayor. Aún así, era increíblemente apuesto, y vi los ojos de mi hija nublarse.
—Hola —dijo él, ofreciéndome una cálida sonrisa. Me puse de pie y tomé su mano—. Debes ser Bella. Soy Carlisle, es un placer finalmente conocerte.
Asentí, sintiéndome un poco anonadada. Él volteó hacia Gracie y se agachó frente a ella.
—Es un honor conocer a la princesa Gracie —dijo, dándole la sonrisa más deslumbrante de su hijo. Mi hija parpadeó, tan aturdida como yo—. Soy Carlisle, el esposo de Esme.
—Rey —susurró Gracie.
Fue la cosa perfecta para romper la tensión. Todos los adultos rieron, y Carlisle se sentó a su lado. Ella lo miró.
—No estoy seguro de eso, aunque concuerdo que Esme es una reina —dijo, guiñándole un ojo. Gracie soltó unas risitas. Me eché hacia atrás junto a Edward, quien me dio un codazo suavemente. Aparté los ojos de su apuesto padre para mirarlo. Él parecía estar un poco molesto, y no pude contener mi risa.
—Tenías que heredar tu encanto de alguna parte —susurré, inclinándome contra su costado. Él rio, rodeando mis hombros con su brazo.
Todos nos acomodamos para mirar la televisión hasta que un fuerte ladrido nos sobresaltó. No me había dado cuenta que había un bulldog durmiendo en la sala. Gracie jadeó, bajándose del sofá para acariciar al perro que parecía recibirla con pereza. Un minuto después, la puerta de la entrada se abrió, y pude escuchar voces femeninas. Todos levantamos la mirada, y sonreí cuando vi a Rose con una morena bajita.
—Rose —dije, poniéndome de pie para saludarla. Ella me abrazó rápidamente cuando estuve lo suficientemente cerca.
—Tú debes ser Bella —dijo la morena cuando nos separamos—. Soy Alice, la hermana de Edward.
Le sonreí, ofreciéndole mi mano. Ella la rechazó, jalándome hacia un abrazo. Me reí, devolviéndole el gesto.
—Es un placer conocerte —le dije.
Ella se apartó, asintiendo.
—No tienes idea de lo increíble que es conocerte.
Nos ubicamos en la sala, donde presenté a Rose a todos. Noté la atención de Emmett inmediatamente abandonar el televisor y concentrarse en ella, y tuve que apartar mi rostro para contener mi sonrisa. Alice se presentó a Gracie, a quien inmediatamente le agradó la hermana de Edward. Era un alivio que mi familia y la familia de Edward pudieran mezclarse de manera tan cohesiva. La noche aún era joven, pero no podía evitarlo. Tenía un buen presentimiento al respecto.
~WG~
—¡Oh, vamos! ¡¿Qué dem...?! —Emmett se detuvo, echándole un vistazo a Gracie, que tenía un pequeño plato en su regazo, sus mejillas llenas de tallos de apio—. ¡Qué llamada! —dijo, desanimándose.
—¡Imbécil! —gritó mi hija al televisor.
Llevé una mano a mi frente cuando la habitación estalló en risas. Gracie nunca maldecía excepto cuando miraba fútbol. Sabía que era mi papá—él no podía evitar maldecir al televisor, y era un hábito que mi hija había adoptado.
—Gracie —dije, tratando de llamar su atención entre las risas—. ¿Recuerdas cuando hablamos sobre palabras amables?
Ella asintió, llevando otro tallo de apio a su boca.
A mi lado, Alice se carcajeó.
—Si todos los niños son así de increíbles, creo que tendré uno algún día —dijo, sacudiendo la cabeza. Rose rio.
—Nah, ojalá. Esa es simplemente la magia de Gracie.
Rose, Alice, Esme y yo nos habíamos ubicado en la pequeña mesa contigua a la sala. Gracie estaba feliz de mirar fútbol con los chicos mientras el resto de nosotras charlábamos.
—Ella es tan extrovertida —dijo Esme, sacudiendo la cabeza, su mirada en mi hija. Asentí.
—Eso es todo ella. Ni su padre ni yo somos así.
Podía sentir la curiosidad de Esme, y silenciosamente me reprendí por nombrar a Riley. No quería hablar de él. No creía que Esme me fuera a tener menos estima o algo, pero simplemente no quería hablar de él.
—Y bien, ¿cómo van las cosas en el acuario? —preguntó Esme. La miré.
—Eh, genial. El equipo ha sido eficiente. Tenemos algunos traspiés, pero nada importante.
Ella asintió.
—Estoy feliz de que las cosas vayan bien con WOL. Son una compañía fantástica.
La estudié, tratando de determinar si escuché alguna amargura en su voz. Sin embargo, ella sonó genuina, así que asentí.
—Sí, ellos han sido increíbles.
Aún me sentía un poco incómoda con toda la situación. Quería que Edward hiciera el trabajo, pero en retrospectiva, probablemente fue mejor que no lo hubiera hecho. Habíamos sido capaces de desarrollar una relación más fuerte sin tener que balancear el trabajo entre nosotros también.
—¿Nana? —La voz de Gracie irrumpió mis pensamientos, y miré en su dirección para verla acercarse a Esme.
—¿Sí, princesa? —Esme sonrió con alegría.
—¿Es hora del pastel ya?
Esme me miró.
—¿Ya terminaste de comer? —le pregunté a Gracie. Ella asintió—. Está bien —le dije. Ella juntó sus manos—. Por favor, levanta tus platos antes de comer pastel.
Gracie asintió y corrió a buscar su plato. Esme se puso de pie.
—¡Comenzaré a cortar!
Una vez que Esme desapareció, Alice se inclinó sobre la mesa.
—Está bien —susurró—. Rose, por favor, ¿dime que se lo harás difícil a mi hermano?
Ellos habían estado coqueteando toda la noche, y era evidente que él estaba muy interesado en ella. Ella había sido capaz de ser prudente, pero apenas. Aunque la conocía lo suficientemente bien para no dejarme engañar.
Rose rio.
—¿Se lo merece?
Alice puso los ojos en blanco.
—Mucho. Él es un cretino. —Pausó y sacudió la cabeza—. Quiero decir, él es un buen tipo, pero no ha sido el mejor en las relaciones. —Le echó un vistazo a la sala, donde Emmett definitivamente observaba a Rose en vez del televisor—. Pero no sé si él ha sido tan obvio con su interés en una mujer antes, así que tienes ventaja aquí.
Rose rio.
—Gracias por la información. —Ella guiñó un ojo. Alice sonrió.
—Estoy aquí para soltar todos los secretos y chismes de mis hermanos —prometió. Me reí.
—Eso suena prometedor, puede que te tome la palabra en eso.
Todas nos reímos.
Por mucho tiempo, habíamos sido Gracie y yo. Casi me había olvidado cómo era ser una parte de algo más grande. Gracie y yo éramos familia, pero pasar el día con Rose y los Cullen se sentía como llegar a casa.
