Capítulo 7

En el salón del castillo, rodeada por varios hombres que la observaban como si fuera una pieza que comprar, y bajo la atenta mirada de toda su familia y en especial de sus progenitores, Sakura sonrió, pestañeó como una boba y se dejó halagar. Aquello era lo que todos esperaban de ella y, le gustara o no, debía hacerlo.

Se le revolvía el estómago al ver a Haguruma riendo y comiendo con su seguridad aplastante junto a su padre y a otros invitados. Aquel guerrero, a pesar de ser agraciado físicamente, era un maleducado, entre otras muchas cosas.

Desde su posición observaba con detenimiento a todos los hombres que allí estaban por ella, pero no se imaginaba con ninguno. El que no era maleducado era torpe y el que no, era medio tonto. Definitivamente no pensaba casarse con ninguno de ellos.

En varias ocasiones intentó acercarse a su padre para hablar con él y hacerlo cambiar de opinión, pero fue inútil. Hashirama, enfadado como nunca, había levantado un muro entre ambos que a Sakura le resultaba imposible franquear.

Estaba bloqueada, y en un momento dado, tras pedirles disculpas a los hombres que no la dejaban ni a sol ni a sombra, salió del salón. Corrió hacia la escalera que llevaba a las habitaciones y, tras subir tres peldaños, se sentó en el suelo y apoyó la cabeza con gesto derrotado en las rodillas. La situación no podía ser peor. Castigada sin salir del castillo y pendiente de una decisión.

Pensaba en ello desesperada cuando oyó la voz de su padre. Entraba con unos hombres y su hermano Itama en su despacho y ella, curiosa, decidió poner la oreja. Sin embargo, el bullicio de la fiesta no le permitía oír con claridad, así que optó por salir al exterior. Por suerte ya no nevaba, por lo que bordeó la fortaleza hasta llegar bajo la ventana del despacho y allí, amparada por la oscuridad de la noche, a pesar del frío, oyó a su padre que decía:

—Cuando me han dicho que el laird Fugaku Uchiha estaba en mis tierras, no me lo podía creer.

El aludido asintió e, intentando ser amable a pesar de que nunca habían sido grandes amigos, aunque siempre se habían respetado, indicó:

—Veo que hemos llegado en mal momento. Tienes invitados.

Hashirama se encogió de hombros.

—Celebro una fiesta en busca de marido para mi hija —repuso, y mirando a los jóvenes que lo acompañaban preguntó—: ¿Son tus hijos?

—Sí —afirmó Fugaku.

Hashirama los observó con detenimiento. El desafío que veía en la mirada de aquellos Senju le hizo gracia y, omitiendo lo que pensaba de ellos, añadió:

—¿Alguno está soltero?

Shisui y Sasuke lo miraron con gesto serio. No pensaban contestar.

—Los dos —terció su padre.

—¡Padre, no hemos venido a eso! —gruñó Sasuke.

—Y menos con una Senju —refunfuñó Shisui.

Hashirama los miró con expresión hosca.

—Una Senju se merece algo más que un maldito Uchiha —siseó incapaz de callar.

En el despacho se originó un silencio incómodo hasta que Fugaku, que estaba allí por algo que le interesaba, dijo evitando entrar en una discusión:

—Hashirama, ellos son mis hijos Shisui y Sasuke Uchiha.

Hashirama miró entonces a aquellos dos impresionantes hombres de los que había oído hablar por su gallardía y su valor, afirmó con la cabeza y les ofreció asiento.

—Él es mi hijo Itama Senju —señaló a continuación.

Este los saludó esbozando una sonrisa.

—Encantado.

—No puedo decir lo mismo —replicó Shisui con acidez.

Esa respuesta hizo que Itama y su padre se miraran con desagrado. Estaba claro que había incomodidad en aquel despacho, y Sasuke, para suavizar las cosas, dijo entonces tendiéndole la mano a Itama:

—Un placer, soy Sasuke.

Itama y él se estrecharon la mano y el ambiente se relajó un poco. Por su padre, y para conseguir lo que habían ido a comprar, Sasuke estaba dispuesto a hacer todo lo posible.

Acto seguido y, tras intercambiar una mirada de enfado con Shisui, Fugaku dijo dirigiéndose al laird:

—Hashirama, ¿qué tal está Mito, tu mujer?

Él esbozó una sonrisa.

—Muy bien. Cuidando de la familia, disfrutando de los nietos y, ahora mismo, esperándome en la fiesta. ¿Y tu esposa, Mikoto?

—Se quedó en casa; está muy bien.

Los dos lairds se miraron y a continuación Hashirama preguntó con mofa:

—¿Sigue odiando a los Senju?

Fugaku suspiró y no dijo nada, puesto que no pensaba entrar en ese tema.

—Bueno, Fugaku —añadió Hashirama recomponiéndose—. Tú dirás.

Sin un segundo que perder, aquel le habló de las tierras que deseaba comprar. Unas tierras que antaño habían pertenecido a los Uchiha y que, sin querer referirle cómo habían dejado de serlo, deseaban recuperar.

Hashirama lo escuchó con atención y, una vez que Fugaku acabó de contarle sus planes, miró a su hijo Itama y preguntó:

—¿Tenemos un mapa de esas tierras?

Itama, que era el hijo mayor y quien se ocupaba de todo aquello, rápidamente asintió.

—Sí, padre. Iré a por él.

Instantes después, cuando Itama salió de la habitación, Hashirama miró a Sasuke y le preguntó:

—¿Serías tú quien viviría en esas tierras?

Él simplemente asintió con la cabeza. Odiaba tener que dar explicaciones a aquel hombre.

—¿También las trabajarás? —insistió el laird.

En esta ocasión Sasuke ni siquiera pestañeó, y Hashirama, notando que no pensaba decir nada, cuchicheó con mofa:

—Fugaku, veo que tu muchacho no solo no quiere conocer a mi hija, sino que además es parco en palabras.

Oír eso no le gustó a Shisui, y cuando ya iba a saltar, Sasuke respondió adelantándosele:

—No, señor, no soy parco en palabras... Es solo que hemos venido aquí para comprarle unas tierras. No para conocer a su hija ni para contarle si voy a vivir allí y lo que voy a hacer con ellas.

Según oyó eso, Hashirama, consciente de su superioridad, pues estaban en su terreno, soltó una risotada y miró al padre del joven.

—Vaya... —comentó—, tu muchacho tiene carácter.

Fugaku, que estaba agotado por el viaje, afirmó con la cabeza y luego miró a sus hijos y les pidió que se contuvieran.

—Hashirama, ¿cuánto nos pedirías por la venta de esas tierras? —le preguntó.

—No lo sé. Nunca lo había pensado.

—¿Y ahora que te lo estamos preguntando? —insistió Fugaku.

—Cuando venga Itama con el mapa y las vea te lo diré. Pero ya te adelanto que serán caras.

—¿Cómo de caras? —inquirió Shisui.

Desde el jardín, Sakura, que no sabía de qué tierras hablaban, no perdía el hilo de la conversación, pero instantes después se sorprendió al oír el desorbitado precio que su progenitor les pedía. ¿En serio aquellas tierras tenían tanto valor?

A partir de ese instante las voces subieron de tono. Ninguno estaba conforme con lo que se decía. Entonces, de pronto Fugaku comenzó a toser descontroladamente, quedando al descubierto su debilidad.

Ver eso inquietó a Hashirama. Conocía a aquel Uchiha de toda la vida, aunque nunca hubieran sido íntimos amigos. Fugaku había sido un valeroso guerrero, un hombre diferente de él, que prefería el diálogo a la guerra, y descubrir de pronto algo que ignoraba lo apenó.

Shisui y Sasuke atendieron diligentemente a su padre. Llenaron un vaso de agua y, tras dárselo para beber, se disponían a hablar cuando Hashirama dijo levantándose:

—Creo que vuestro padre necesita descansar.

—Estoy bien..., estoy bien...

Sus hijos intercambiaron una mirada cómplice.

—Padre, estás muy pálido —dijo Sasuke—; creo que es mejor que nos,vayamos a la posada para que descanses.

Fugaku negó con la cabeza.

—Antes quiero solucionar lo de las tierras.

—¡Padre!

Hashirama, al ver aquello, y compadeciéndose por el color blanquecino en el rostro de Uchiha, terció:

—Lo mejor es que hagáis noche en la fortaleza.

—¿Aquí? —preguntó Shisui.

—Por supuesto. Aquí, en mi hogar. ¿Dónde, si no?

—Me niego a dormir entre los Senju —sentenció Shisui.

—Muchacho —siseó Hashirama comenzando a perder la paciencia—, no sigas por ahí o me ofenderé como Senju que soy.

—Aquí no nos quedaremos —reiteró Sasuke.

Hashirama tomó aire al oír eso. Sería fácil para él hacer pagar a esos Uchiha su osadía y su desprecio, pero, viendo que Shisui atendía a su padre, se acercó a Sasuke y musitó:

—Escucha, muchacho...

—Si no le importa, señor, mi nombre es Sasuke Uchiha, no «muchacho» —lo corrigió.

El laird asintió; estaba claro que aquellos jóvenes eran valientes al enfrentarse a él. Vio que Fugaku parecía que se reponía, y le dijo intentando aplacarse:

—Tus hijos tienen carácter, sin duda son guerreros. Y antes de que vuelvan a decir algo de mi clan que haga que me enfade y desee rebanarles el pescuezo, pediré a mi servicio que os preparen un par de habitaciones para que descanséis en condiciones. Y, tranquilos, nadie os envenenará si bebéis agua o coméis de nuestra comida. En mi castillo evito la muerte.

Shisui e Sasuke se miraron mientras su padre afirmaba con la cabeza.

—Esta noche miraré con mi hijo Itama los planos de las tierras por las que preguntáis y mañana volveremos a hablar de ello cuando te encuentres mejor —añadió Hashirama.

Fugaku asintió ignorando las miradas de advertencia de sus hijos. Si pasar allí la noche le daba la oportunidad de volver a hablar sobre aquellas tierras, no había más que decir.

Una vez que Hashirama salió del despacho, Sasuke se volvió hacia Fugaku.

—Padre, no me hace ni pizca de gracia quedarme bajo el techo de los Senju.

—Hijo —repuso él—, si queremos esas tierras, hemos de quedarnos.

—Por Dios, pero ¡si hasta el aire huele mal!

—¡Shisui! —exclamó Sasuke.

—¡Madre nos matará cuando se entere de que hemos dormido aquí! —insistió el aludido.

Fugaku resopló; odiaba las contiendas, las guerras y las confrontaciones.

—Pasaremos la noche aquí —sentenció mirando a sus hijos—. Es mi última palabra.

Shisui y Sasuke maldijeron y gruñeron, y Fugaku, molesto con ellos, indicó con mala baba:

—Podríais conocer a la hija de...

—¡No termines la frase, por favor! —lo cortó Shisui.

—¡Padre! —le reprochó Sasuke.

Fugaku sonrió, pero su hijo gruñó asombrado por lo que le proponía:

—Será fea, sosa y patizamba. Es la hija del Diablo..., ¿cómo puedes sugerir algo así?

—Porque quizá eso pueda ser un punto a favor para conseguir esas tierras.

—No cuentes conmigo —declaró Shisui.

Se quedaron unos segundos en silencio, hasta que Sasuke dijo con mofa:

—Lo siento, padre, pero casarme con una Senju no entra en mis planes —y agregó para añadirle más peso a su negativa—: Además, como bien sabes, me veo con Hinoko Uchiha.

Fugaku resopló y a continuación cuchicheó enfadado:

—Maldita mujer.

Sasuke no respondió. No podía.

—Aunque me cueste decirlo —siseó Shisui molesto—, Hinoko siempre será mejor que la hija de Senju.

Oír eso, sin saber por qué, hizo sonreír a Fugaku.

—Quizá la hija de Senju sea una belleza que merezca la pena conocer —indicó.

Shisui y Sasuke se miraron. En ese instante la belleza no era algo que les importara. Y el segundo replicó burlón:

—Dudo que sea tan agraciada y maravillosa si su padre tiene que organizarle una fiesta en busca de un marido…

Permanecieron unos instantes sin decir nada, hasta que Fugaku musitó:

—Estoy pensando, aunque vuestra madre nos mate, que uno de vosotros podría casarse con ella provisionalmente en un handfasting .

—¡Padre! —gruñó Shisui.

—No quiero oír nada más —farfulló Sasuke acercándose a la ventana.

Fugaku insistió:

—Pediremos como dote las tierras que deseamos comprar, y pasado el año de convivencia decidiremos no formalizar la unión de manera definitiva.

—¡Me niego! —bramó Shisui.

—Padre, ¡pero ¿te has vuelto loco?! —exclamó Sasuke.

Fugaku susurró sumido en sus pensamientos:

—Después de un año las tierras serán nuestras, de los Uchiha. Y a la hija de Senju la podríamos mandar de vuelta con su clan o que haga lo que quiera.

Sasuke, sin dar crédito a lo que su padre proponía, cuchicheó sin imaginarse que Sakura los escuchaba agazapada bajo la ventana:

—Sinceramente, y aunque no sea amigo de esta gente, creo que no estaría bien hacerle algo así a esa muchacha, sea una Senju o no.

Shisui maldijo al oírlo.

—¿Cómo puedes preocuparte por una Senju?

Sasuke resopló; llevaba toda la vida oyendo atrocidades sobre aquellos por parte de su madre. Sin poder evitar decir lo que pensaba, aseveró:

—Porque, desde mi punto de vista, no es justo que ella pague lo que otros hicieron en el pasado.

Shisui y Sasuke comenzaron a discutir por aquello. Lo que antes para Shisui era normal ahora era todo lo contrario. Había cambiado su visión tras lo sucedido con Temari Sabaku, e intentar razonar con él era imposible, por lo que Fugaku, viendo que o paraba aquello o causaría un grave problema entre sus hijos, dijo levantando la voz:

—Shisui. Sasuke. ¡Basta ya!

Los tres se quedaron unos segundos en silencio y luego él prosiguió:

—Si estoy aquí es porque le prometí a mi padre en su lecho de muerte que esas tierras volverían a ser de los Uchiha, y voy a hacer todo lo que pueda y más para cumplir mi promesa, le agrade a vuestra madre o no. Y si eso significa dormir con un ojo abierto y la espada en la mano bajo el mismo techo que los Senju, así será. Dicho esto, lo de la boda con esa chica era solo una idea. Fin del asunto.

Los hermanos se miraron. Su madre y gran parte del clan Uchiha odiaba a los Senju, por infinidad de razones.

—De acuerdo. Fin del asunto —concluyó Sasuke.

Según dijo eso, Hashirama entró en el despacho con uno de sus hombres y, consciente de que tenía la sartén por el mango, dijo:

—Iwaji, lleva a nuestros invitados a sus habitaciones. —Luego, dirigiéndose a Shisui y a Sasuke, añadió con sorna—: La fiesta es en el salón. Si queréis y no teméis ser atacados por los Senju, podéis uniros a ella.

Los jóvenes se miraron con cierto disgusto; sin responder, ayudaron a su padre a levantarse y lo acompañaron hasta su cuarto.

Una vez que el despacho quedó vacío, Hashirama regresó a la fiesta.

Por su parte Sakura, con cuidado de no ser vista, entró en el salón y, tomando una copa de una bandeja, se colocó bien una de las pulseras que ella misma hacía mientras pensaba en lo que había oído y en por qué le sonaba la voz de uno de aquellos hombres.