Ranma ½ no me pertenece…, y todo eso.

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CONCENTRACIÓN.


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— Estás desconcentrado — le había dicho Genma durante el entrenamiento matutino mientras ajustaba sus anteojos para luego, sujetar sus puños sobre las caderas en un gesto complaciente.

Tras encontrarse repetidamente en el aire sobre el estanque, para medir fuerzas con su hijo y alumno, como hicieron desde que habían llegado a vivir a la casa de los Tendo, Genma observaba al chico con determinación y podía asegurar, sus palabras.

—¿Lo estoy? — pregunta sonriendo este, mientras adoptaba una nueva postura de combate, demostrando su confianza en sí mismo.

Genma corrige su postura por una de ataque, sonriendo con burla.

— A mí no puedes engañarme — habla divertido.

— Te voy a demostrar lo desconcentrado que estoy — anuncia el chico momentos antes de hacer que su padre volara por los aires, directamente al estanque — te lo dije, viejo idiota — alcanza a murmurar mientras rascaba su cien con el pulgar, justo antes de caer también al agua, producto de un rápido y húmedo golpe del panda.

— Lo sabía — decía el letrero que había ocupado para lograr su cometido, mientras su hijo flotaba en el agua, en su cuerpo de mujer, con un enorme bulto en su cabeza.

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Ranma se encontraba en el Dojo. Meditaba bajo el altar, o al menos intentaba hacerlo, ya que pese a encontrarse en posición de loto y mantener sus ojos cerrados, su mente estaba absolutamente alborotada, y se esforzaba en demostrar lo contrario.

Su padre tenía razón y había sido muy ingenuo al pensar en que no lo notaría. Nadie más que él podía hacerlo y Ranma estaba tratando de evitar algún enfrentamiento que le permitiera descubrirlo. Pero como era costumbre, de tanto en tanto lo molestaba para evaluarlo en combate, pese a demostrar, en varias ocasiones que, en realidad, el estudiante había superado al maestro hace mucho tiempo atrás. Y solo un bobo entrenamiento había bastado para que Genma notara su verdadero estado mental.

Quizá por ello seguía insistiendo en seguir entrenando juntos, pensaba el chico, reconociendo que aquello, era lo único que los unía, realmente.

Ranma sabía que el hombre, como padre era un caso perdido, pero como maestro era un asunto distinto, y pese a sus cuestionables y reprochables métodos, había hecho un buen trabajo entrenándolo. Era lógico pensar que nadie más en el mundo podía conocer sus movimientos, fuerza y habilidad mejor que él. Era su maestro, después de todo, le había enseñado el arte desde que tenía memoria, casi todo lo que sabía era gracias a él. ¡Era obvio que lo notaría!

— Viejo idiota — murmuraba reacomodándose, pensando en que no todo estaba perdido, ya que si bien, había notado que algo lo distraía, no sabía qué lo hacía. Sin embargo, estaba muy consciente, y porque lo conocía muy bien, de que no lograría sacárselo de encima tan fácilmente, pensó con pesar, frunciendo el ceño al imaginar sus posibles y absurdas, ocurrencias y disparates.

Tenía que pensar en una buena idea que lo convenciera, distrajera y saciara su curiosidad infantil y su insistencia imbatible.

— Rayos... — murmura al abrir los ojos, encontrándose con su padre frente a él.

— ¿Y bien? — pregunta el hombre, esperando una respuesta de parte del chico.

— ¿Qué haces aquí? — habla este, frunciendo el ceño, irritado solo con verlo, odiando el saberse descubierto, otra vez. Era evidente que no se había percatado de su presencia.

— Eso no importa, ya dime de una vez qué te tiene tan distraído.

— No sé de qué hablas — comenta tratando de aparentar indiferencia, volteando hacia un lado, orgulloso, desviando su vista hacia el hombre sin percatarse que lo hacía, sin embargo, el gesto no hacía más que confirmar las sospechas de su padre, después de todo, su cara de póker nunca había sido buena — déjame en paz — hablaba nuevamente, tratando de controlar el temblor de su ojo izquierdo debido a la irritación, tratando de no hacer evidente su nerviosismo.

— ¿Acaso, es por la escuela? — pregunta al viento su padre, alzando la vista, sabiendo a conciencia de que el muchacho no se lo haría fácil y que no se rendiría en su obstinación. Era su hijo, después de todo, y como siempre, acudía a aquello que se le daba de manera natural: irritarlo — no, claro que no, tu ni te preocupas por eso...

Ante la pregunta, el chico voltea los ojos fastidiado. Aquí comenzaba la tortura.

— Acaso será... ¿algún encuentro?, ¿alguien te ha desafiado?, no me digas que perdiste una pelea — habla espantado, antes de sostener sus anteojos que caían al suelo, producto del golpe que su hijo le había dado.

— ¡Claro que no! — había escupido el adolescente. Genma se acariciaba la cabeza.

— Entonces... no me digas que otra vez te peleaste con Akane... ¿qué le hiciste esta vez?, te he dicho que debes tratarla bien... — hablaba el hombre devolviendo su vista al rostro del muchacho que lo observaba de vuelta, serio.

— Papá — habla irritado — si algo me ocurriera de verdad, puedes estar seguro, que tú eres el último a quien se lo diría — dice levantándose para salir del lugar. Genma solo lo observa marcharse, esbozando una pequeña sonrisa.

— Esto será divertido — decía, frotando sus manos al sentir la satisfacción de un nuevo propósito.

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— ¿Es porque te conviertes en mujer? — preguntaba Genma, con la boca llena de arroz, durante el almuerzo.

— Déjame en paz — respondía el chico, que mantenía los ojos en su recipiente de arroz, mientras sostenía sus palillos con fuerza.

— Entonces… ¿es porque me comí tus mochis que guardabas, al fondo de tu cajón secreto, junto al dinero, que nunca estuvo ahí?

— ¡¿Te comiste mis mochis?!, ¡¿qué demonios hiciste con mi dinero?! — preguntaba mientras golpeaba su cabeza — ¡eres de lo peor!, ¡te he dicho que no te metas en mis cosas! — arremetía mientras el hombre dejaba caer un par de lágrimas, producto del fuerte golpe que le había dado su hijo.

— ¿Qué ocurre, Saotome? — preguntaba Soun, quitando la vista del periódico, al no poder concentrarse en su lectura, producto de las constantes interrupciones.

— Es Ranma — hablaba serio, cruzando los brazos sobre su pecho — se ha vuelto débil — anuncia, provocando que el chico escupiera su arroz, cubriendo el rostro de Soun.

— Serás idiota — murmuraba, completamente harto, mientras limpiaba su boca y observaba con sorpresa a su tío, notando, recién entonces, lo que había generado — lo siento.

— ¿Ranma? — interroga Soun, seriamente, luego de limpiar su rostro, con el pañuelo que amablemente le ofreciera Kasumi.

— No es nada, señor Tendo, es este viejo idiota que no deja de molestar.

— ¡Claro que no, estoy seguro! — Genma se ponía de pie, increpándolo.

— ¿Ah, ¿sí?, ¡ahora te demostraré lo débil que estoy! — Ranma se ponía de pie, respondiendo a su ataque.

— Tío Genma, Ranma, la comida se enfriará — Kasumi hablaba con tranquilidad mientras esbozaba su permanente sonrisa y ambos guerreros, se acomodan, nuevamente, en su lugar, sabiéndose "regañados" por la mayor de las Tendo. Genma toma su cuenco, aún molesto, y vuelve a hablar.

— Estoy seguro, que hasta el joven Ryoga te ganaría ahora — murmura con burla. Ranma, que también había alcanzado su cuenco, golpea la mesa sonoramente con este, casi al mismo tiempo en que los reclamos de P-chan, se dejaban escuchar desde el regazo de Akane, que observaba la escena con curiosidad. Ese "hasta" no le había hecho gracia alguna, al pequeño cerdo.

— ¡Pero, qué cosas dices!, ¡Ryoga nunca ha podido vencerme, lo sabes bien! — se defendía el de la trenza, logrando aumentar los reclamos del animal.

— Estoy seguro de que hoy podría, tienes la cabeza en las nubes y lo sabes — argumentaba el hombre, esbozando una sonrisa burlona — y averiguaré la razón — sentencia, orgulloso.

— Estás loco — murmura el chico irritado, perdiendo seguridad en el tono de su voz.

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— ¡Ranma! — llamaba Ryoga a su rival desde la entrada al Dojo — ¡en guardia!

— Ah, Ryoga, no molestes, no estoy de humor — responde desanimado y dándole la espalda, para seguir recogiendo sus pertenencias, luego de un nefasto entrenamiento.

— Tu padre tiene razón — asegura, golpeando su cabeza fuertemente — ni siquiera notaste que estaba aquí.

— Ryoga — murmuraba entre dientes, aún con la cabeza gacha, producto del golpe — te he dicho, ¡que no estoy de humor! — gritaba furioso, mientras lanzaba múltiples ataques al chico, que retrocedía mientras los bloqueaba. Al estar cerca de uno de los muros, ambos se detienen y saltan, nuevamente al centro, evitando romper el lugar.

— No es tu fuerza, no es tu velocidad — Ryoga acariciaba su mentón, pensando en las posibilidades.

— Si viniste intentando aprovechar la oportunidad para vencerme, estás perdiendo el tiempo, será mejor que te largues y me dejes en paz.

— No, no, no, a ti te pasa algo — insiste, levantando el rostro, sin mirar a un punto fijo, aun meditando.

— Pero qué molesto eres, ¿por qué no entras y vas a ver a Akane, o algo? — pregunta, cruzándose de brazos, mientras el de la bandana parpadeaba, sorprendido.

— ¿No te molesta, que vaya a ver a Akane? — pregunta, sin poder evitarlo — ¿Qué le hiciste? — inquiere, cambiando su actitud, por una mucho más seria.

— Vamos, P-chan, deja ya de molestar — hablaba sacudiendo su mano, girándose, para comenzar a ordenar, nuevamente, sus utensilios — es tarde, vete ya a dormir — comenta, caminando hacia a salida, mientras Ryoga lloraba en el interior, el último de los golpes del chico había sido letal. Akane, hacía varias semanas, no tenía claro de cuantas exactamente, que no le permitía dormir con ella, así que tendría que hacerlo en la habitación de huéspedes, si es que lograba encontrarla.

—¿Ranma? — preguntaba al viento, con la esperanza de que pudiera guiarlo, pero el chico ya se había ido — rayos…

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Akane se encontraba ya al interior de su cama, cubierta por completo, cuando escuchó un golpeteo en su ventana. La chica, lejos de dormirse, había estado esperando con ansias aquel momento y sonríe sin poder evitarlo. Rápidamente retira las mantas para incorporarse, levantarse y dirigirse hasta ella. Con agilidad y acostumbrados movimientos, retira el pestillo y desliza la cortina, para luego retroceder un par de pasos y observar cómo su prometido ingresaba al oscuro lugar. Ranma se detiene sobre el escritorio y observa, acostumbrándose a la oscuridad, concentrándose en la chica, encontrándose con su mirada.

— ¿Estás bien? — pregunta ésta, caminando de espaldas hacia la puerta. Ranma asiente, seriamente, ligeramente irritado aún, por todo lo que su padre lo había molestado, antes de quedarse dormido — he escuchado que… andas muy distraído — vuelve a hablar la chica, susurrando y sonriendo, usando un pequeño canturreo en su tono de voz, mientras, con una de sus manos, gira el seguro. Ranma baja del escritorio, y resopla sonriendo, ante el comentario.

— Oh, cállate — contesta mientras llega hasta ella para sostener su rostro con ambas manos, y besarla con urgencia. Akane, qué respondía entusiasta, acorta la distancia de sus cuerpos, uniendo sus caderas, arrugando su camisa para atraerlo aún más, si es que esto era posible. Luego de un breve momento, la chica retira su rostro y abre los ojos para encontrarse con la mirada del chico que se concentraba en ella y observaba e interpretaba cada uno de sus movimientos. En un coordinado y cómplice movimiento, la chica da un pequeño brinco, que le permite rodear al chico con sus piernas, y este las sostenía para asegurarse de mantener a su prometida en esa posición — pudiste haberme ayudarme allá abajo — reclama el artemarcialista, mientras la sostenía, aprovechando que el rostro de la chica se encontraba a su altura.

— ¿Y ponerme en evidencia?, ¡jamás! — responde teatral, provocando que el chico le sonriera, en respuesta.

— Muy lista — comenta Ranma, antes de besarla fugazmente en los labios, para luego, girar su cuerpo y dirigirse a la cama de su joven prometida. Allí recuperaría toda la concentración perdida, producto de su ansiedad y activa imaginación que no hacía más que reproducir, una y otra vez, lo que pasaría en esa habitación, producto de la necesidad que sentía, al encontrarse nuevamente con la chica que lo traía de cabeza. Su mente y su cuerpo habían estado reclamando por un nuevo momento como este. Exigiéndolo, en realidad.

Imposible poder concentrarse en otra cosa. No hasta nuevo aviso, al menos.

Ranma la desliza con cuidado sobre la cama, sin dejar de contemplar la sonrisa que parecía iluminar todo el lugar y de la cual se había enamorado perdidamente, para luego reanudar la placentera tarea de besarla. Akane acomoda su cuerpo para recibir al chico entre sus piernas, ahí, justo donde debía estar siempre.

Ranma comienza a bajar, por el cuello de la chica con sus besos y ella comienza a percatarse, de que los pijamas, comenzaban a estorbar. Ambos se entregaban gustosos a sus placenteras y respectivas tareas amatorias.

Ella fue de él y él de ella, ambos se entregaron en alma, cuerpo y corazón, agotando el tiempo, aprovechando cada una de las oportunidades que les ofrecía la noche y el lugar, para luego, agotados, dormir abrazados, sin querer interrumpir el contacto, que tanto les costaba conseguir. Ranma la rodea, con sus brazos y Akane enredaba sus piernas en él, disfrutando de cada segundo, que les quedaba por compartir.

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A la mañana siguiente, y como en cada oportunidad, el chico se levantaba temprano para salir del cuarto de la chica por la ventana para llegar al suyo y revolver su futón. Luego, se dirigía hasta el baño para darse una ducha rápida, que le permitiera desplazarse por la casa sin tener que preocuparse por las posibles evidencias que pudieran comprometerlo. El chico, al no observar movimiento en la casa aún, decide dirigirse al Dojo y dedicar su mañana a una nueva jornada de entrenamiento. Su buen humor haría que sus ejercicios resultaran mucho mejor que el día anterior, de eso estaba seguro.

— Estúpida y nada bonita niña — pensaba, con una sonrisa en su rostro — no sé en qué momento lograste dominarme de esta manera, es vergonzoso — se regañaba el joven, mientras acomodaba sus utensilios de aseo personal para cuando finalizara sus ejercicios. No tarda en ubicarse al centro y comenzar a realizar una compilada serie de ejercicios, pertenecientes al estilo de combate aéreo de la escuela de categoría libre, Saotome.

Su padre, aún preocupado por su propio bienestar y futura estadía – gratuita - en el Dojo Tendo, además de la enorme satisfacción de molestar al chico, no duda en dirigirse al gimnasio, al escuchar que su hijo se encontraba ahí, con el claro objetivo de integrarse a los ejercicios que realizaba en el lugar. El chico lo admite como de costumbre y no tardan en sincronizar un impecable intercambio de ágiles movimientos que denotan fuerza y destreza.

— Yo no lo veo desconcentrado — comenta Soun, desde la entrada, dirigiéndose a su amigo, acudiendo a la tentación de examinar visualmente, sus habilidades, al escuchar los gritos de guerra, que los Saotome emitían, al practicar.

— Ya se recuperó — responde el hombre de anteojos, con visible dificultad, conteniendo a penas, los ataques de su hijo, evitando concentrarse en el dolor de aquellos que habían dado alcance.

— Así que débil, ¿he, viejo? — arremetía el chico, sin perder su sonrisa — ¿qué me dices ahora? — se burlaba el chico, mientras no se molestaba en ocultar el disfrute que sentía al poner a su padre en aprietos.

— Bien — asiente Soun, conforme, mientras observa como el chico saltaba sobre la espalda de su padre que se encontraba ya en el suelo, pidiendo clemencia — veo que no fue nada, finalmente. No debería bromear con eso, Saotome.

— Juro que ayer no estaba así — lloraba el hombre desde el suelo.

— Lo que pasa es que ya estas viejo, y comienzas a imaginar cosas — decía el chico, de cuclillas, aún sobre la espalda del hombre, para seguir burlándose de él — senil.

— Creo que debería descansar, Saotome, ya no tenemos la energía de antes, es probable que esté usted muy cansado y no esté ya en edad de tanto esfuerzo.

— ¿Cansado de qué?, si no hace nada en todo el día, yo creo que lo que debe hacer, es entrenar más, ¿no es verdad papá? — hablaba divertido, al observar el gesto de dolor del hombre ante sus palabras — ¿verdad que solo debes entrenar? — insiste después de dar un giro sobre su espalda, para alejarse un par de metros del hombre y adoptar una nueva posición de ataque — vamos, papá, en guardia — exige. Genma, impulsado por su orgullo herido, no tarda en ponerse de pie e imitar a su hijo. Lo observa y estudia, por un breve momento y traga en seco, al notar que el muchacho no dudaría en desquitarse por los malos ratos del día anterior, estaba seguro.

— Ranma, no seas duro con tu padre — comenta Soun, antes de retirarse del lugar, despreocupadamente — y no tarden, el desayuno ya va a estar listo, dijo Kasumi.

— ¡Claro! — dice el chico, desbordando felicidad.

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— Te veo mucho más repuesto, cuñadito — comentaba Nabiki desde su lugar en la mesa, durante el desayuno, observando a la pareja de prometidos que, hasta el momento, no había cruzado una mirada, siquiera. Ambos eran presos de un juego premeditado en el que se esforzaban por evitar delatar sus íntimos encuentros nocturnos. Especialmente, frente a Nabiki, que no disimulaba su interés y perspicacia.

— No sé de qué hablas — responde el chico entre bocados, mientras un muy mal herido Genma, se lamentaba ante el más mínimo movimiento que su cuerpo debía generar, para poder alimentarse.

— Eres un hijo desagradecido — lloraba el hombre, ante un sonriente chico.

— Ranma, creo que has sido demasiado duro, no deberías aprovecharte así de tu padre — hablaba Soun.

— Ah, no es nada, estoy seguro que el viejo puede soportarlo, ¿no es verdad, papá? — pregunta mientras golpea su espalda un par de veces, simulando camaradería, provocando en cambio, un fuerte escalofrío en todo su cuerpo, producto del dolor.

Akane, que observaba su recipiente de arroz con atención para evitar encontrarse con la mirada del chico y delatarse frente a todos, sonríe complacida al notar que la concentración del chico estaba nuevamente, restaurada. Qué afortunada se sentía, al ser la causa y remedio del mismo mal, para el joven guerrero. Ella, estaba más que dispuesta, en seguir cooperando con las necesidades del guerrero más fuerte de la familia en tan noble causa, después de todo, y como su prometido solía decir, el entrenamiento estaba primero.

— ¿Y tú, Akane?, ¿no saldrás a correr hoy? — preguntaba Nabiki divertida, observándola. Akane, saltando sobre sí misma, enterrando la mirada, nuevamente en el platillo de arroz, responde lo más relajada que puede.

— Quizá más tarde.

— ¿Te sientes bien Akane? — pregunta Kasumi, preocupada — te despertaste muy tarde hoy, ¿acaso estas, enferma?

— y-yo… he… — tartamudea, maldiciendo sus escasas habilidades para mentir de manera creíble, esforzándose por no mirar a su prometido, que comía feliz, a su lado. Era su turno, lo sabía. Hoy, sería ella, quien debiera responder las preguntas de la familia.

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FIN.


Notas de Autora:

He aquí, una pequeña historia, producto de los tiempos muertos en mi trabajo xD

Espero sea de su agrado, si no lo es, siempre habrá una nueva oportunidad, y si lo es, no olvides dejar una señal :P

Saludos!