Ranma 1/2 es propiedad de Rumiko Takahashi, este fanfic fue hecho sin ningún fin de lucro, sólo para entretención.


Noches de ensueño

La oscuridad de la noche era presente, el silencio reinaba el lugar salvo unos ligeros tic tacs lejanos de algún reloj en el lugar y una respiración agitada rompían aquel mutismo. Sentía calor, su cuerpo ardía en una forma que nunca antes había sentido, ni siquiera en su más arduo entrenamiento, incluso su respiración, se sentía hervir, sus mejillas mostraban un ligero color rosado que jamás se imaginó tener, sus manos, se mantenían sujetando la sábana fuertemente en un vano intento de controlar su cuerpo, se maldecía a sí mismo por sentirse de aquella manera. Su nombre, dicho en apenas un susurro, rompió la parsimonia de la noche.

Su cama, usualmente dura debido a que era un simple futón que había usado ya por años, había sido reemplazada en aquella ocasión por un suave colchón. Quiso recordar cómo es que había terminado ahí y de esa forma, pero no podía pensar con claridad, su cabeza le daba vueltas, estaba mareado, pero por extraño que sonara, le gustaba estar así en ese momento. Un pequeño gruñido gutural salió de su garganta sin pensarlo, siendo parcialmente acallado por una boca que estaba posada sobre la suya.

Nunca habría imaginado que una batalla pudiera ser tan placentera, relajante y exquisita, porque eso sentía, que sus bocas peleaban por saber quién dominaba aquél encuentro y, aunque le costara admitirlo, en esos momentos no le importaría perder.

Sus labios se posaban sobre los otros pequeños, suaves y delicados, había descubierto que podía ser adictivo su textura, suavidad y sabor, aunque le pagaran millones, no podría dejar de besarlos probablemente nunca jamás. Se auto reprendía por haber dejado pasar tanto tiempo sin disfrutarlos sólo por su terquedad, pero es que ¿Qué iba a saber él que eso era tan endemoniadamente bueno? De hecho, si pudiera, se los comería, tal vez no literalmente, y tal vez en realidad ya lo estaba haciendo, pero la pregunta de si serían suaves al morderlos se comenzó a plantar en su cabeza.

Siendo tan curioso como lo era y queriendo resolver esa duda que comenzaba a ser fastidiosa, lo hizo, mordió delicadamente el labio inferior, si, eran suaves también al morderlos. Los labios danzaban al mismo ritmo, sus manos, incapaces de seguir quietas, se posaron sobre las caderas de la chica ocasionando que sus cuerpos se pegaran aún más debido a que ella pasó sus brazos sobre sus hombros para poder profundizar aún más, si era posible, aquel beso. En ese momento, pudo sentir el rose de sus lenguas por accidente y una ligera descarga de electricidad atravesó su columna, tanto le había gustado que, sin pedir permiso y realmente sin pensarlo, volvió a introducir su lengua en aquella cavidad topándose con la grata sorpresa de que era bien recibida, sus lenguas se unieron al baile que sus labios habían comenzado mandando pequeñas descargas cada que se encontraban. Si antes pensaba que su sabor era delicioso, ahora sabía que era embriagador.

Las manos de ella se movían inquietamente alborotándole el cabello mientras las suyas apretaban ligeramente su cadera en un inconsciente deseo de sentirla cada vez mas cerca, aunque sabía bien que no era del todo posible. Ya en otras ocasiones la había tenido cerca, y gracias a eso había aprendido a reconocer su aroma aún a la distancia, pero al tenerla en ese momento tan cerca el aroma era más intenso, un exquisito olor avainillado, ni muy suave ni muy fuerte, que poco a poco le estaba volviendo loco. Muchas veces se descubrió a sí mismo pensando en ella cada vez que percibía aquel aroma y, sin que nadie lo supiera, el helado sabor vainilla se había vuelto su favorito, se preguntó si ella sabría a vainilla también.

Para pesar de la chica, los labios de él abandonaron los suyos, para posarse en su cuello y, sin previo aviso, mordió el área suavemente, ocasionando que de la boca de ella saliera un gemido suave, pero que, en aquella tranquila noche, se escuchó bastante fuerte y, para él, fue como música para sus oídos. Otras veces ya la había oído gemir, sobre todo en sueños intranquilos, pero nunca de aquella forma y, saberse autor de ello, le hacía sentir orgulloso.

Queriendo deleitarse más con aquel sonido volvió a repetir la acción en varios puntos de aquella nívea piel, consiguiendo siempre la misma reacción, aunado a las pequeñas manos moviéndose intranquilas por su espalda. Sabía lo que hacía, en parte, sabía a dónde podía llevarlos lo que estaban haciendo y, aunque había una pequeña posibilidad de que ella no quisiera, por su parte vaya que deseaba llegar hasta las últimas consecuencias de lo que habían iniciado.

Una de sus manos dejó su cadera para posarse en su hombro y descubrirlo un poco para así seguir probando todo su ser, quería reclamar todo su cuerpo como suyo, probar cada pedazo de piel, para que ella pudiera recordar siempre que él había sido el primero y, si podía, el último en hacerla sentir de aquella forma. Lastimosamente la tela no dio mucho de sí, así que tuvo que conformarse momentáneamente con lo que tenía, pero no se iba a quedar con las ganas.

Su otra mano abandonó su lugar y lo dirigió hacia su pecho, buscando de forma tímida y algo temblorosa el botón, era un poco ridículo, temía tocar lugares que no debería, pero al mismo tiempo sabía que lo que planeaba hacer iba más allá que rozar por accidente uno de sus pechos. Cuando encontró su objetivo lo abrió de una forma tan ágil que ni él mismo se lo creía, pensó que al estar tan nervioso batallaría, pero la suerte estuvo de su lado, alentado por el hecho de no haber recibido ninguna protesta, hizo lo mismo con el segundo, tercero y todos los botones de aquella prenda y, antes de hacer cualquier cosa, la recostó en el mullido colchón y se tomó unos segundos para verla.

Lo primero que pudo notar fue el sostén, era blanco, como su pureza, y con algunos ligeros toques de encaje, mantenían su objetivo fuera de su vista, aunque esperaba que no por mucho tiempo, su pecho subía y bajaba rápidamente producto de la actividad que estaban haciendo, sus labios estaban ligeramente rojizos e hinchados, sus mejillas completamente sonrojadas, sus ojos ligeramente cerrados y brillosos producto del deseo que sentía, su cabello revuelto esparcido sobre la almohada y sus manos custodiándola una a cada lado. Pese a la situación, la imagen era bastante angelical.

Volvió a su trabajo de besar ese terso cuello para continuar el camino que la prenda, minutos antes, le había impedido, mientras se regañaba mentalmente por todas las cosas que alguna vez le dijo. Él sabía que lo que le decía era para no deja entre ver sus sentimientos, y también sabía que, si bien ella era muy hermosa, su cuerpo no era tan bien dotado como sus otras prometidas, pero ahora se estaba comiendo sus palabras y con gusto, ella esta mejor que cualquier otra chica que hubiera visto en su vida, no es que hubiera visto muchas, pero conocía su propio cuerpo y el de sus prometidas, no porque quisiera, sino porque ellas mismas se le insinuaban.

Su boca sintió el tirante del sostén y, sintiéndose atrevido, lo mordió para poder bajarlo por el hombro, con la piel expuesta, siguió su cometido su tarea de seguir repartiendo besos. Como se encontraban, podía sentir fácilmente cuándo su respiración se agitaba aún más de lo que ya estaba, y saber que era él quien causaba esa reacción le inflaba el ego. Pronto, su boca se desvió del hombro hacia la clavícula y más abajo, topándose pronto con el borde el sostén. Quería seguir, quería ver qué había debajo, pero no se atrevía por temor a que todo aquello terminara. ¿Y si ella no quería? ¿Y si descubrir aquella parte era ir muy lejos? Con las dudas plantadas en su cabeza, decidió mejor repetir todo el proceso del otro lado de su cuello y seguir escuchando aquellos hermosos suspiros que daba ya que la chica había mordido su labio inferior en un intento de acallar a su boca.

Estaba un poco decepcionado, quería seguir escuchándola gemir, pero sabía que si alguien los oía estarían en muchos problemas, sobre todo si ese alguien venía de la habitación de al lado. Cuando ambos tirantes estuvieron retirados, pudo notar como el borde del pezón quería asomarse por entre el encaje. Dios, quería verle. En un intento de controlarse, besó el área cercana.

Debió saber que esa no era buena idea, pero realmente no estaba pensando con claridad. Sus labios y su lengua se posaban sobre cualquier extensión de piel que pudiera, de ratos dejaba pequeños mordiscos suaves que hacían a la otra estremecer. En uno de esos lengüetazos, pudo sentir cómo se infiltró por dentro de la prenda y alcanzó a acariciar lo que tanto anhelaba, causando en él una necesidad de más y en ella que arqueara la espalda por la sensación descubierta. El no haber sido golpeado le dio ánimos.

Ahora de forma más consciente, volvió a realizar el mismo movimiento consiguiendo el mismo resultado, sonreía internamente. Sintiéndose de pronto valiente decidió ir por mas y, sin previo aviso, removió la prenda de uno de los senos con su cara e introdujo el pequeño montículo en su boca. La chica se removió de placer y ahogó un pequeño grito mordiéndose ligeramente la lengua.

Él nunca había sido adoctrinado en esos temas, lo único que se molestaba su padre en enseñarle era en combate, pero tampoco era del todo inocente, sus amigos sí que querían saber mucho de la anatomía femenina, cosa que él conocía bien de primera mano, pero las revistas que ellos llevaban y, por consecuencia, él veía, mostraban algunas formas que, supuestamente, a las chicas les gustaba. No iba a mentir, en alguna ocasión sintió curiosidad de hacerlo en su propio cuerpo, pero al no encontrarlo tan placentero como había leído, desistió. Al parecer lo había hecho mal porque en esos momentos, la chica bajo su cuerpo, se removía a cada mordida, lengüetazo o ligero pellizco que daba.

No queriéndose sentir torpe al no poder desabrochar el sostén, decidió simplemente deslizarlo hasta la cadera para así, tener mayor libertad en sus movimientos y, mientras que a un seno lo atendía con la boca, el otro lo atendía con la mano. Era divertido verla sucumbir ante su toque, pero más que eso, era erótico. Llegado ese punto, se preguntó hasta dónde podría seguir, ya que le era obvio que no le mandaría a volar.

Detuvo su trabajo y se levantó ligeramente para verla directo a los ojos, los cuales se llenaron de confusión ante la abrupta interrupción de las caricias, para ser prontamente reemplazado por la sorpresa al sentir cómo su pantalón y su sostén bajaban lentamente por sus piernas dejándola únicamente en pantis y su blusa abierta de par en par. Sus mejillas se tiñeron de un intenso rojo por la vergüenza al sentirse tan expuesta bajo la intensa mirada azul.

Si ya antes el chico había creído que aquella imagen era angelical, ahora se retractaba, esa visión era completamente sensual. Cabello revuelto, un brazo cubriendo sus ojos en un vano intento de aplacar su vergüenza, su tersa piel bañada por la luz de la luna, sus senos al aire subiendo y bajando a un ritmo un tanto errático, sus mejillas teñidas de un intenso rojo, sus labios entre abiertos intentando jalar todo el aire posible. Ella tenía razón, era un estúpido, siempre estuvo frente a sus ojos y nunca la había notado, pero eso cambiaría desde ese momento.

Impulsado por el deseo, besó su plano y firme abdomen, producto de varios años de entrenamiento, más de una vez había deseado tocarlo, para comprobar si era tan suave como se veía, debía admitir que estaba sorprendido al saber que lo era, inclusive más de lo que imaginó. Siguió su camino hasta llegar al borde de las pantaletas para, con sutiles movimientos, comenzar a bajarlas, mientras seguía su camino de besos la miraba directamente a los ojos, que le respondían con expectación, miedo y vergüenza.

En cuanto su parte íntima quedó expuesta, pudo notar su aroma, quería poder definirlo, pero no existía nada comparable, era único. Tragó duro. Si bien ya una vez la había visto así, ese momento no se comparaba con este, ahora la tenía a su merced, frágil y vulnerable. Se encargaría de ser el único que la viera alguna vez así.

Acercó su cara a su intimidad de forma lenta, con la expectante mirada chocolate sobre él, sentía pena, no sabía bien lo que estaba haciendo, solamente sabía que quería que ella disfrutara en todo momento. Con una de sus manos abrió los pliegues y, prontamente, ahí estuvo, un pequeño montículo un tanto rojizo y alzado, esperando pacientemente por ser atendido, no fue consciente de que se lamió los labios.

La chica quiso cerrar las piernas, en parte por la vergüenza y en parte por miedo, pero no tenía la suficiente fuerza para negarse a algo que estaba anhelando. Cuando el ojiazul dio la primera lamida tímida a su clítoris, su cuerpo recibió una descarga por todos lados, haciendo que tuviera que morderse la lengua para evitar sacar un gemido. El chico, al verla arquearse de placer, sólo pudo desear ver y hacerle sentir más, quería escucharla gemir y decir su nombre mientras se retorcía de placer.

La segunda lamida fue más llena de confianza, más profunda, pudo sentir cómo el lugar se iba humedeciendo y poniendo más caliente. El cuerpo de la chica, con cada lengüetada, se iba tensando más, sus manos se asían fuertemente a la sábana, su cuerpo estaba empezando a cubrirse de una fina capa de sudor, sus piernas se comenzaron a tensar, no era tonto, sabía que el orgasmo estaba realmente cerca. Dispuesto a darle el primer y mejor orgasmo de su vida, aumentó las lamidas hasta el punto donde todo el cuerpo de la chica se tensó indicándole que había conseguido su objetivo.

Se levantó de su lugar, dispuesto a ver su obra maestra. La peliazul se encontraba respirando agitada, con los labios entre abiertos, sus mejillas rojas, el sudor en la frente y su cuerpo convulsionando de placer. Siempre había sido orgulloso y petulante, pero en esta ocasión sí que se sentía en la cima al verla ahí, llena de placer, y que había sido él quien lo había logrado. A partir de ahora no dejaría que nadie más se acercara a ella.

De tan entretenido que había estado, no había prestado suficiente atención a sus propias necesidades, pero para ese momento, su propia excitación le estaba causando incomodidades, lo sentía completamente erecto y apretando en su pantalón, pese a que este era holgado. Quería sentirla, su cuerpo lo anhelaba, pero no sabía si ella querría, sin embargo, al verla ahí, a su merced, como si esperara aún por más, le hizo decidirse.

Sacó descuidadamente su camisa y la lanzó a algún punto de la habitación, sin saber realmente a dónde fue a parar, deshizo el nudo de su pantalón y lo bajó un poco, junto con sus boxers, dejando al aire su virilidad ya bastante hinchada, podía sentirlo palpitar. La ojiazul, al notar esa parte de su anatomía, sus ojos se nublaron, podía notar como lo deseaba. Volvió su atención a los labios y la besó con hambre, como si fuera la primera vez, probando, saboreando, mordiendo, se dio cuenta de que nunca se cansaría de probarlos, eran suyos y de nadie más.

Se acomodó entre las piernas de la chica y la miró directamente a los ojos, aún a pesar de su deseo por tomarla, primero pidió permiso con la mirada, no deseaba lastimarla ni sobreponer sus propios deseos a los de ella, aunque nunca se lo dijera, para él ella era todo, su pasado, su presente, su futuro, su amistad, su familia, su amor, nunca se podría perdonar si le hiciera daño, y ya muchas veces lo había hecho con sus palabras todo por el miedo que tenía a ser rechazado, pero esta ocasión, era demasiado especial como para echarla a perder.

Sintió una pequeña mano agarrar su miembro, era cálida, contrastaba demasiado bien con el ambiente, el sólo sentirla hizo que casi eyaculara, más se contuvo en expectativa de saber qué iba a hacer la peliazul. Lentamente, ella lo acomodó en su entrada y, antes de cualquier cosa, le besó, estaba lista para entregarse a él. El chico se colocó correctamente y, dando una honda respiración, comenzó a meter su falo por aquella virgen entrada.

Si creyó que el sentir su mano sobre su miembro había sido extraordinario, no se comparaba con nada con lo que estaba sintiendo ahora. Podía notar como su pene se iba abriendo paso por las paredes vaginales y cómo éstas lo iban envolviendo en un suave calor con cada paso que daba. Estaba completamente concentrado, sentía que, si se descuidaba, terminaría en cualquier momento, y él quería hacerla disfrutar.

Notó el rostro de la chica, era de incomodidad, no le sorprendió, era su primera vez, para él también era la primera, y no hubiera deseado hacerlo con otra persona más que con ella, y estaba seguro que no deseaba nunca más estar con nadie más con que con ella, supo que su vida estuvo atada a la de ella desde el primer momento en que la vio, y en ese momento confirmaba que no deseaba separarse nunca de su lado.

Pronto, sintió cómo su miembro estuvo completamente dentro de ella, la sensación le estaba volviendo loco, la calidez que estaba envolviéndolo, la humedad, los aromas combinados, todo. La cara de la chica era indescriptible, se notaba el dolor, pero al mismo tiempo, podía ver el placer, sus manos sujetaban de nueva cuenta las sábanas y sus piernas se mantenían abiertas para darle espacio a él.

Quería esperarla, en serio lo quería, pero tenerla así, a su merced, no le estaba ayudando. Ansioso por seguir, decidió besar de nueva cuenta sus labios y embriagarse de nuevo con aquél delicioso sabor, sin embargo, no fue suficiente para saciarse, así que volvió su atención a su cuello y comenzó a morderlo y succionar ciertas partes, queriendo deshacerse la idea que comenzar a moverse, necesitaba distraerse.

Ante las acciones del pelinegro, la chica comenzó a sentir nuevamente la excitación y el deseo de que se comenzara a mover apareció dejando de lado el dolor que había estado sintiendo. Sin ser plenamente consciente de sus acciones, comenzó a mover sutilmente su cadera al tiempo que se abrazaba del ojiazul para sentirlo más pegada a él, el contacto de piel con piel fue único, como todo lo que había experimentado aquella noche. Ya antes había experimentado aquella sensación, con otras chicas, y otros chicos, pero siempre fue repulsivo, no deseado, incómodo, pero en esta ocasión, era deseado, anhelado y querido. Pensó que tal vez eso era amar.

Ante el movimiento de la cadera de la chica, él también comenzó a moverse, primero lentamente, más que nada para que ella se acostumbrara y también para él mismo poder ir controlándose. Con cada estocada, podía sentir las paredes internas contraerse, como si le dieran un suave pero firme abrazo. Mordió su labio en un intento de no aumentar la velocidad, pero le fue imposible, el mar de sensaciones lo iba envolviendo y él iba perdiendo el control.

A cada segundo, la velocidad aumentaba, haciendo que los senos de la chica se menearan al ritmo qué él marcaba, subiendo y bajando en un movimiento hipnótico. Por más que lo intentaba, no podía poner sus pensamientos en orden, las sensaciones era demasiadas, su cabeza comenzaba a dar vueltas, sólo podía concentrarse en sentir, en oírla empezar a dar esos pequeños gemidos en su oído debido a que lo abrazaba con tal fuerza que él no podía más que colocar su cabeza en su hombro.

Podía sentirla, podía notar como las paredes se iban contrayendo cada vez más fuerte, estaba seguro que pronto llegaría al orgasmo, sus gemidos pasaron a ser su nombre dicho en lo bajo, intentando controlar su voz, cada vez que lo decía, sentía a su miembro palpitar dentro de ella. Podía sentirlo, podía notar cómo estaba a punto de llegar al orgasmo, sus estocadas se hacían cada vez mas fuertes, penetrando hasta el fondo, intentando sentir y hacerla sentir el mayor placer que pudieran, lo haría, terminarían juntos en un acto de puro amor, estaba tan cerca y….

Una pesada y peluda mano cayó sobre su cara, ocasionándole un enorme dolor en la nariz, sus sentidos, que los sentía adormilados, comenzaban a despertarse, confundido, vio a su alrededor, no era donde recordaba haber estado, la luz del sol entraba por la ventana, podía escuchar el suave trinar de un pájaro y el sutil sonido de la sartén en la cocina, donde seguramente Kasumi ya estaría preparando el desayuno. Quitó aquella enorme cosa de su rostro para notar que era la mano de su padre convertido en panda. Todo había sido un sueño.

Sintió frustración y enojo, los dos al mismo tiempo y por igual, había tenido un sueño húmedo, uno muy placentero y vívido, y como siempre, el idiota de su padre había arruinado un buen momento y, presa de la mezcla de sentimientos que tenía, lo agarró y lo lanzó lo más fuerte que pudo de una patada por la ventana, sin que el otro supiera en realidad lo que pasaba. Su cara ardía de coraje y vergüenza, su virilidad estaba levantada, palpitaba y le dolía, tomó una toalla y, presa del mal humor, fue al cuarto de baño lo más rápido que pudo para quitarse los últimos pensamientos remanentes de aquel sueño, aunque la consecuencia sería que tendría que convertirse en mujer. Ya vería cómo arreglar eso luego, y de un portazo, cerró el baño.

No fue consiente de que una mirada chocolate lo observaba con curiosidad preguntándose qué bicho le había picado como para que se estuviera comportando de aquella manera. Sin ánimos de empezar una pelea, lo dejó pasar, ya vería si podía hablar con él luego.


Notas del autor

Este fanfic nació de un día de oscio, donde me puse a pensar que hacía rato que no había escrito algo subido de tono, así que armé esta historia en mi cabeza, pero como no quería que fuera algo conclusivo, se me ocurrió que fuera todo solamente un sueño.

Espero que les haya gustado este fic, y si es posible, agradecería mucho un review, para saber qué opinan del mismo.

Gracias por su tiempo al leer este fanfiction, porque sin ustedes, este fic no tendría vida y yo no tendría motivo para escribir.