Ranma ½ no nos pertenece.


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—¿Te gusta? —preguntó Hiroshi.

Ranma levantó los ojos con desgano. Había escrito hasta la madrugada y ni siquiera el amargor del café era capaz de animarlo. Además, Hiroshi no era el mejor juez del mundo, porque, como si todavía fuera un crío, hasta una escoba con falda lo excitaba.

—¿Quién ahora? —gruñó.

—Esa chica de cabello corto en la mesa de afuera, ¿no te parece una belleza?

Se obligó a mirar en esa dirección únicamente para que lo dejara en paz.

Entonces abrió los ojos, más que con el café y sus labios se quedaron entreabiertos.

Sí que era hermosa.

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