I HATE ACCIDENTS
(EXCEPT WHEN WE WENT FROM FRIENDS TO THIS)
.
Darling, you're the one I want
In paper rings, in picture frames, in dirty dreams
Oh, you're the one I want
.
Chloe sabe que no es una buena idea desde el primer momento.
La capacidad de concentración de las Bellas ya es escasa de por sí en el mejor de los días, más cercana a la que tiene un niño de dos años que a la de un grupo de veinteañeras, y parece que va disminuyendo con cada segundo de convivencia entre cuatro paredes.
Chloe sabe que pedirles diez minutos de atención absoluta es demasiado.
Sabe que proponerles formar una pirámide humana es arriesgado.
Sabe que poner a Beca arriba del todo —sí, es la más pequeña en estatura y la más ligera en peso, pero también es la única con miedo a las alturas— puede parecer la decisión lógica, pero eso no significa que sea la más correcta.
Y sí, Chloe sabe todo eso y sigue adelante de todos modos.
Porque este es su tercer año compitiendo en el Campeonato Nacional de A Cappella, tras dos años seguidos ganando sin mucha complicación, y las Bellas se han vuelto algo autocomplacientes con sus actuaciones.
La competencia ya no supone una verdadera amenaza y tener la certeza de que van a ganar desde la primera ronda de eliminaciones le quita gran parte de la emoción a todo el proceso.
Se están relajando, perdiendo el interés. Necesitan un reto, algo en lo que enfocar toda esa energía nerviosa que acumulaban durante los ensayos que ahora les parecen monótonos y fáciles, algo que podrían —y, de hecho, lo han intentado— hacer con los ojos cerrados.
Y, vale, sí, Chloe lo admite: se ha quedado sin ideas para las coreografías.
Piensa tú pasos originales y guays, pero relativamente fáciles de enseñar y repetir para las Bellas con menos destreza y coordinación, para cada actuación. Especialmente considerando que nunca son menos de diez por año y Chloe lleva a cargo de la coreo desde hace tres años ya.
No hay tantas combinaciones de pasos y movimientos de brazos.
Así que, sí. Chloe sabe todo eso y sigue delante de todos modos.
Porque, a pesar de todo, no es adivina. Y por cada cosa que Chloe sabe con certeza, hay diez cosas más que ignora por completo, de las que no tiene idea alguna. Siempre hay sorpresas por el camino, son los gajes del oficio.
Y solo quiere probar una vez con Beca arriba.
Solo una vez.
Solo para ver cómo quedaría.
¿Cómo se supone que tendría que haber adivinado lo que iba a ocurrir?
- Ey – Chloe posa su mano suavemente en el hombro de Beca para llamar su atención.
La morena se ha acurrucado en la silla de plástico de la sala de espera, curvada sobre sí misma con el brazo herido pegado a su pecho en actitud protectora. Su cabeza descansa en la columna que tiene al lado, los ojos cerrados y los cascos puestos para no escuchar el trajín del hospital.
Los dedos de su mano sana se enredan en el cable blanco y tira de él para quitarse los auriculares. Parpadea un par de veces ante la molesta luz blanca de los fluorescentes y clava su mirada enrojecida en Chloe.
- ¿Estás bien? – pregunta la pelirroja en un susurro, tratando de no molestar a los demás convalecientes que esperan en la sala junto a ellas.
Beca asiente.
Su expresión de dolor constante se ha suavizado, por lo que Chloe asume que la serie de pastillas que le dio el médico después de examinar su muñeca y darles un diagnóstico por fin han empezado a hacer efecto.
- Voy un momento al baño y a por algo de comer – le informa en el mismo tono quedo. Su mirada, inquisitiva y preocupada, recorre el rostro pálido de su mejor amiga con cierta ansiedad –. ¿Quieres algo de la máquina expendedora? ¿Agua? ¿Algo dulce?
Beca vuelve a asentir.
No ha pronunciado palabra alguna desde que le dijeron que no era un simple esguince y que tendría que llevar una escayola durante un mes, teniendo el brazo derecho prácticamente inutilizado hasta entonces.
- Vale – murmura Chloe, más para sí misma que para Beca –. Vale.
Busca su cartera en el bolsillo interior de su bolsa de deporte que, por algún milagro de Dios, tuvo la suficiente presencia de mente como para coger de las gradas cuando salieron corriendo hacia el hospital con el corazón en la garganta.
Con una última mirada para comprobar que Beca esté bien —se ha vuelto a acurrucar contra la columna, ojos cerrados y música filtrándose de sus cascos—, Chloe sigue las direcciones de los carteles pegados en las paredes para encontrar los aseos.
Su iPhone vibra donde lo lleva enganchado entre su piel y la tirante tela elástica de sus leggins deportivos cuando Chloe se está lavando las manos después de hacer pis.
Casi no le hace caso, convencida de que será alguna de las Bellas queriendo saber qué tal está Beca, o si van a tardar mucho más en volver, o dónde está la crema de cacahuete porque no la encuentran por ningún lado.
Sin embargo, su conciencia es más fuerte y termina por ganar la batalla.
Tras secarse las manos, engancha el iPhone entre pulgar e índice y lo saca de su bolsillo improvisado. Limpia la pantalla con la manga de su chaqueta de las marcas que han dejado el sudor y sus epiteliales.
El nombre de Aubrey la recibe en la bandeja de notificaciones y Chloe deja escapar una respiración que no sabía que estaba conteniendo.
Bree 💜 (18.32)
Qué tal está nuestra pequeña paciente?
Chloe (18.35)
Enfadada
Aunque tampoco la culpo…
Estamos esperando a que le pongan la escayola y ya podremos irnos a casa
Bree 💜 (18.36)
Vale
Mantenme informada
Y TÚ cómo estás?
Chloe (18.36)
No fui yo la que se cayó de la pirámide, Bree
Bree 💜 (18.36)
Lo sé
Pero te conozco, Chlo
No te estarás echando la culpa, verdad?
.
Chloe alza la mirada al espejo para no ponerse a leer el mensaje una y otra vez, para no obsesionarse con sus implicaciones. Lleva intentando evitarlas desde el momento en que vio cómo Beca caía al suelo a cámara lenta.
Su reflejo le devuelve la mirada con calma y no sabe por qué eso le da una ligera impresión de sorpresa.
Casi parece que, por un instante, se le hubiera olvidado que no es la protagonista de una versión mala y barata de Black Swan, porque tiene la sensación de que casi esperaba encontrar la palabra "culpable" escrita en el espejo, en mayúsculas, con pintalabios rojo.
Devuelve su atención al mensaje sin responder y deja que sus dedos se ciernan sobre el teclado desplegado en su pantalla un instante antes de teclear un simple "no" y darle a enviar, a pesar de que sabe que su pequeño momento de duda la va a delatar ante Aubrey.
Por suerte, su mejor amiga decide ser compasiva.
Bree 💜 (18.42)
Bien
Porque fue un accidente
.
Chloe se mira una vez más en el espejo y asiente para sí misma, grabando a fuego en su memoria las palabras que sabe que son ciertas:
- Fue un accidente – le repite a su reflejo, y su reflejo se lo devuelve.
Esa noche, Chloe no puede dormir.
Su cerebro salta intermitentemente de la culpa, reproduciendo una y otra vez su vívido recuerdo del momento en que la pirámide se desmoronó; a la energía frenética que recorre su cuerpo desde que ayudó a Beca a ducharse.
Empieza en las puntas de sus dedos, que todavía hormiguean con la reciente sensación de la piel de Beca bajo sus yemas, la resbaladiza película del champú en sus palmas, los sedosos cabellos enredados en sus dedos; y se expande por el resto de sus terminaciones nerviosas, erizando su piel a su paso, igual que si alguien le estuviera soplando aire fresco encima.
Cada vez que cierra los ojos, vuelve a ver la expresión de horror de Beca al caer hacia el suelo con las manos por delante, y se le hiela la sangre en las venas por los restos residuales de su pánico.
Pero, si vuelve a cerrar los ojos, esas imágenes son sustituidas por el brillo de un cuerpo desnudo bajo las luces del baño, el negro de la tinta de los tatuajes de Beca en contraste con su palidez, los dibujos que el agua marcó sobre su piel; y el hielo se convierte rápidamente en lava líquida.
Chloe suspira de forma exagerada y da vueltas en la cama, inquieta.
Necesita romper el ciclo.
Tiene dos opciones, pero una de ellas está completamente descartada —por muchas ganas que tenga, se niega a resolver su… tensión con una mano entre sus piernas—, así que, en realidad, solo le queda una única opción.
Se quita las mantas de encima en un vigoroso movimiento y asoma las piernas por el borde de su cama.
Camina hacia la puerta de su habitación de puntillas, la cual siempre deja entornada para que si alguna de las Bellas que se acuestan más tarde necesitan encender alguna luz, no le golpee de lleno en toda la cara.
Sube las escaleras lo más silenciosamente que es capaz, saltándose ese tercer escalón que siempre cruje cuando pones peso en él. Sortea el campo de obstáculos que es el suelo enmoquetado de la buhardilla —cortesía de Amy— bajo la protección de los suaves ronquidos de la australiana y la pálida luz que se cuela a través de los tragaluces.
Se detiene al lado de la cama de Beca y observa la figura durmiente de su mejor amiga bajo las sábanas. Está tumbada sobre su costado derecho, de cara a la pared y de espaldas a Chloe, su brazo escayolado abrazado contra su pecho en un gesto protector.
Chloe no puede ver su expresión, y eso la inquieta ligeramente. Está debatiendo si de verdad es necesario que rodee la cama para ver la cara de Beca, o si esto ya es suficiente, cuando un susurro la sobresalta:
- ¿Qué haces ahí parada mirándome dormir? – pregunta Beca sin abrir los ojos ni moverse, su voz un chistido acusatorio no carente de cierta burla.
Chloe deja escapar una risa envuelta en un torrente de aire que le deja los pulmones vacíos. Traga saliva para calmar el alocado latir de su corazón y toma asiento, cautelosa, en el borde de la cama.
- ¿Qué haces despierta? – susurra –. ¿Te duele algo? – alarga una mano para retirar un par de mechones castaños del flequillo de Beca que le han caído sobre los ojos.
Aprovecha el gesto para rozar con las yemas de sus dedos su frente y comprobar su temperatura: cálida, pero normal. Sin rastro de fiebre.
- Me sentía observada – responde Beca. Abre por fin los ojos y tuerce el cuello para poder lanzarle una mirada burlona a Chloe –. ¿Te ha poseído el espíritu de Edward Cullen o siempre has sido así de rara?
La pelirroja se encoge de hombros de una forma algo avergonzada que no pega mucho con ella.
- Solo quería comprobar que estabas bien.
Beca parpadea en su dirección un instante, como si estuviera procesando las palabras lentamente. Su azul medianoche está aletargado por el sueño y el efecto de las pastillas para el dolor.
- Es un brazo roto, Chlo, no una conmoción cerebral. No voy a dejar de respirar en medio de la noche.
- No está roto, es solo una fractura – corrige Chloe, pero en voz tan baja que resulta casi inaudible.
Beca hace caso omiso y continúa observándola con una fijación que pone a Chloe algo nerviosa, lo cual nunca le había pasado hasta ahora. No sabe si le preocupa que Beca pueda reconocer la culpa en su mirada, o… lo otro.
- Bueno – susurra Chloe, inquieta –. Te dejo dormir.
Hace el amago de ir a levantarse, pero apenas acaba de apoyar una mano en el colchón para impulsarse cuando siente los dedos de Beca enroscarse en torno a su muñeca. La paralizan de manera inmediata.
- ¿Vas a esperar a que me duerma para volver a subir? – pregunta la morena con la sombra de la sospecha en su rostro.
Chloe tuerce la boca, pero responde con la verdad:
- Es probable…
Beca suspira y asiente, como si lo único que hubiera estado buscando fuera una confirmación verbal. Se arrastra por su cama individual hasta quedar más cerca del borde opuesto al que está Chloe sentada y palmea con su mano buena el espacio que ha quedado abierto.
- Venga, túmbate – le insta cuando la mirada sorprendida de Chloe se cruza con la suya –. Así por lo menos ambas dormiremos algo esta noche.
En otro momento, Chloe habría saltado de cabeza ante la oportunidad de compartir cama con Beca, especialmente si es la propia Beca la que se la está ofreciendo. Eso no es algo que pase de manera habitual.
Hoy, sin embargo, Chloe duda.
Beca se da cuenta y su mirada se tiñe de preocupación, como si el extraño comportamiento de Chloe estuviera haciendo que saltaran todas sus alarmas en el interior de su cabeza. Aunque no es de extrañar.
- Oye – da un suave apretón a la muñeca de la pelirroja para reclamar su atención –. Siento lo que te dije antes en el baño, lo de que ya habías ayudado suficiente por hoy – desvía la mirada, arrepentida –. No fue justo.
Chloe asiente, porque sabe que Beca no lo dijo en serio.
De hecho, en su momento no dejó que le afectara, pero parece que la oscuridad le ha hecho perder el control sobre sus propias emociones, porque ahora sus ojos se anegan en lágrimas sin su permiso.
- No fue tu culpa – asegura Beca, y sus ojos queman a Chloe con su desesperada sinceridad –. Le podría haber pasado a cualquiera… Pero me alegro de que por lo menos pasara cuando tú estabas ahí porque fuiste la única que supo reaccionar.
Chloe traga saliva y alza el rostro hacia el techo, avergonzada. Parpadea a toda velocidad en un intento de dispersar sus lágrimas, pero alguna que otra se escapa por las comisuras y cae rodando por sus mejillas.
- Dios, perdón – se disculpa, secándoselas apresuradamente –. Ni siquiera sé por qué… – sacude la cabeza –. Esto no se trata de mí.
- No pasa nada – tranquiliza Beca con una suave sonrisa comprensiva –. Siento haberte dado la impresión de que te culpaba de lo pasado, eso ha sido horrible por mi parte. No he sabido manejar la situación correctamente.
- Es normal…
- Aun así – insiste la morena, su mirada firme –. Lo siento.
Chloe asiente y esboza una sonrisa temblorosa para expresar su agradecimiento. Se sorbe la nariz y elimina todo rastro de ese pequeño y extraño momento de vulnerabilidad como si nunca hubiera existido.
Beca, por supuesto, la conoce demasiado bien y sabe encontrar los pequeños rastros que la delatan, pero lo deja pasar. Palmea de nuevo el espacio que ha dejado para Chloe en su cama y esta vez la pelirroja lo acepta sin dudar.
Mete las piernas bajo las mantas y se tumba de espaldas todo lo pegada al borde que es capaz sin llegar a caerse, su cuerpo tan tenso como un bloque de hormigón.
Beca suelta un bufido incrédulo y le lanza una mirada por encima del hombro.
- ¿Se puede saber qué haces? Parece que te han metido un palo por el culo.
Chloe suspira con algo de frustración.
- No quiero agobiarte.
- ¿Desde cuándo eso es algo que te preocupa? – se burla la morena.
Y, vale, Chloe entiende a lo que se refiere, pero ouch.
Que Beca se encuentre cómoda en su presencia es una de las cosas más importantes para Chloe. Se ha pasado incontables horas desgranando sus interacciones en busca de las mejores fórmulas para que ambas consigan lo que quieran.
- No quiero… – su voz se quiebra y Chloe se humedece los labios, inquieta –. No quiero hacerte daño – admite finalmente en un susurro.
Beca suelta un suspiro compasivo y busca la mano izquierda de Chloe a ciegas en la cama. Una vez la encuentra, tira de ella hasta obligar a la pelirroja a rodar sobre su costado para poder abrazarla.
Beca se acomoda contra ella y aprieta sus dedos entrelazados.
- No lo haces, Chlo – le asegura quedamente –. Nunca lo harías.
Chloe coge una profunda respiración y cierra los ojos, convencida de que, a pesar de contar con la tranquilizadora presencia de Beca entre sus brazos y contra su pecho, no va a ser capaz de dormir esta noche.
Se queda dormida veinte minutos más tarde, aunque durante toda la noche su sueño es ligero, como si, incluso desde los brazos de Morfeo, supiera que tiene que permanecer alerta en caso de que Beca dé alguna señal de no estar bien.
No se despierta hasta que la luz gris del amanecer se cuela por los tragaluces de la buhardilla y empieza a escuchar señales de vida en la casa: el suave sonido de pies en las escaleras, el quedo click de las puertas al abrir y cerrarse, los apagados susurros de buenos días intercambiados por las Bellas.
Alza la cabeza de la almohada en busca de un reloj que le ayude a ubicarse, pero Beca, que en algún momento rodó hacia su pecho y sigue ahí acurrucada, cierra un puño alrededor de su camiseta de pijama que le impide moverse más allá.
- No – murmura, tan adormilada que Chloe por un momento se cree que está hablando en sueños –. Cinco minutos más.
Chloe resopla una suave risa.
- Vale – murmura de vuelta mientras se reacomoda en la cama.
Beca suspira con inmensa satisfacción y vuelve a dormirse.
Chloe permanece despierta un momento más al darse cuenta de que Beca ya no tiene su brazo escayolado retraído contra su propio pecho, abrazado en actitud protectora lejos del alcance de cualquiera que no sea ella.
Ahora, su brazo derecho reposa, en calma, entre sus cuerpos, y Chloe siente una punzada en el pecho al reconocerlo por lo que es: la forma en que Beca le deja saber que confía en ella para protegerlo y cuidarlo.
Cuando se queda dormida esta vez, su sueño es profundo y calmado.
- Buenos días, tortolitos – es el saludo burlón con el que Cynthia Rose las recibe nada más entran a la cocina, ambas en sus pijamas arrugados, sus rostros con las marcas de las sábanas, sus pelos despeinados.
Los cinco minutos se convirtieron al final en hora y media, y ahora las Bellas que no tienen planes para esta mañana de sábado están esparcidas por los diferentes asientos de la cocina, desayunando en compañía.
- Creo que debemos establecer algunas reglas de convivencia básicas – dice Amy, la boca llena de tostada con mermelada, agitando un dedo en el aire de aquí para allá para señalarse a sí misma y a Beca.
- ¿Cómo qué? – inquiere la morena de forma distraída, prestando atención a medias.
Su voz cansada y sus marcadas ojeras delatan que Chloe no ha sido la única que ha dormido poco y mal esta noche. Cuando descansa su mano escayolada en la encimera de la isla, tiene que reprimir un gesto de dolor.
Chloe lanza un vistazo hacia el reloj digital del horno y, tras un cálculo mental que no debería resultarle tan difícil como le resulta, se da cuenta de que a Beca se le debe estar pasando ya el efecto de las pastillas.
- Como no traer visita por las noches cuando la otra está en la habitación – responde Amy en tono de obviedad –. ¿Acaso me has visto a mí traerme alguno de mis ligues a casa? Y, créeme, no ha sido por falta de oportunidades – advierte, esbozando una sonrisa torcida.
Con una sonrisa divertida en los labios, Chloe les da la espalda, pero no sin antes llegar a ver los ojos en blanco que pone Beca.
- Tú no los traerías para dormir, precisamente – escucha a Beca decir a su espalda mientras se encamina hacia la mesa del comedor, donde recuerda haber dejado anoche la bolsa de la farmacia con la medicación.
- ¿Y cómo sé que Chloe y tú solo habéis dormido?
- Exacto. Estabas roncando, Ames. Incluso si hubiera pasado algo, que no ha sido el caso, no te habrías enterado.
- ¡Pero el subconsciente sigue escuchando, como la gente que está en coma!
Chloe vuelve al lado de Beca, dos pastillas en la palma ahuecada de su mano que deja sobre la encimera frente a ella. Mientras la discusión continúa de fondo, revolotea por la cocina, preparando su desayuno y el de Beca, ya que siempre suelen ser iguales.
Se sorprende al ver aparecer mágicamente la caja de cereales en la isla. Cuando alza la mirada, se encuentra con la sonrisa algo burlona de Stacie, quien le regala un guiño por encima del borde de su taza de café.
Stacie recula hasta subirse de nuevo en la encimera, sus largas piernas balanceándose en el aire a la vista de todas gracias al escaso y sedoso pijama de tirantes y pantalones cortos que usa para dormir.
- Despertarse con una teta fuera es parte de su encanto – había respondido, traviesa, cuando Chloe le preguntó si no le resultaba incómodo dormir en una camisa de tirantes tan finos.
Chloe saca la bolsa de plástico de los cereales de la caja de cartón y vuelca una generosa porción dentro de su bol lleno de leche. Se gira para hacer lo mismo con el de Beca, pero una mano entorpece su camino.
- Puedo servirme mis propios cereales, Chlo – le dice Beca, divertida.
Chloe pone los ojos en blanco, porque ambas saben perfectamente que no pretendía ser condescendiente. Es algo que habría hecho igual, escayola o no, porque ella es así y le sale de forma instintiva.
Sin embargo, deja la bolsa de cereales sobre la encimera y la empuja hacia Beca con una mirada deliberada.
- Oye, si quieres mimar a alguien, yo me ofrezco voluntaria – dice Amy, en parte en broma, en parte en serio.
- Yo también – Cynthia Rose levanta la mano desde la mesa del comedor.
Stacie, divertida, chasca la lengua.
- Dejad que mamá cuide de papá en paz – les regaña, aunque suena más como una burla que una reprimenda.
- Oye – exclama Beca, levantando la vista de sus cereales con el ceño fruncido –, ¿por qué soy yo el padre?
Su protesta se gana una risa sabedora por parte de todas las Bellas presentes y un bufido bastante más descarado de Amy. Chloe descansa su barbilla en su mano para semi ocultar su sonrisa.
- Beca, cielo… – Stacie menea la cabeza como si encontrase la indignación de Beca adorable, si no algo penosa –. Tienes buenas intenciones y cuidas de nosotras, pero eres emocionalmente torpe y ligeramente distante – hace un gesto de obviedad con la mano –, como un padre.
Beca le frunce el ceño a sus cereales y refunfuña su desacuerdo, pero sin mucho ánimo, porque hasta ella tiene que reconocer que ese es su modus operandi habitual. Chloe rodea sus hombros con un brazo y la atrae hacia ella.
- Pero no pasa nada, nosotras te queremos así – asegura, depositando un beso en su sien.
Frente a ellas, Stacie mueve la mano opuesta a la que ha usado al responder a Beca, como si fuera el contrapeso de una balanza, y, sin emitir sonido alguno, dice: "mamá", arqueando las cejas con obviedad.
Chloe no puede evitar reírse, pero Beca no pierde el puchero en todo el desayuno.
Unas horas más tarde, un golpeteo de nudillos en la puerta entrecerrada de su habitación rompe la concentración con la que Chloe ha estado trabajando en una presentación para su clase de Literatura Clásica.
- Pasa – instruye alrededor de la parte trasera del boli que está mordisqueando de forma distraída.
Beca entra en su habitación, vestida de calle a excepción de una chaqueta de chándal que debe ser de Amy, a juzgar por cómo el bajo le llega hasta los muslos. La lleva abrochada por encima de los hombros, un brazo dentro de la manga y el otro no.
- ¿Te vas? – inquiere Chloe, algo sorprendida.
Empuja su silla de ruedas con ayuda de sus pies un poco hacia atrás y se gira con una mano en el borde de la mesa hasta estar de frente a la puerta que Beca ha vuelto a entornar a su espalda.
- Sí, he quedado con Jesse para comer – asiente Beca, aunque algo distraída, como si estuviera pensando en otra cosa.
- ¿Ya vuelve a hablarte?
- Nunca dejó de hablarme, solo… Necesitaba un poco de tiempo para procesar que yo no sintiera por él lo mismo que él por mí.
Chloe asiente, despacio.
- ¿Vas a ir así vestida? – señala hacia su extraño outfit con un gesto de barbilla y una sonrisa burlona en los labios.
Beca pone los ojos en blanco y resopla.
- Obviamente no, necesito tu ayuda – agita en el aire su mano sana, en la que, Chloe se fija ahora por primera vez, lleva un jersey de rayas.
Chloe ríe para sí misma.
Se pone en pie mientras Beca deja el jersey en una esquina de su mesa de trabajo y usa su mano sana para bajar la cremallera de la chaqueta. Cuando ambos laterales caen abiertos, la tela resbala de sus hombros por su propio peso y aterriza en el suelo.
Entonces Chloe se da cuenta de cuál es el problema: Beca lleva su brazo escayolado cruzado sobre el pecho para mantener en su sitio las copas del sujetador desabrochado.
- No logro… – hace un vago gesto hacia sí misma con su mano sana, dejando que hable por sí solo.
- Normalmente las mujeres me piden ayuda para quitarlos, no para ponerlos – bromea Chloe, aunque su risa suena algo nerviosa a sus oídos, delatando que está recurriendo al humor solo para disimular.
Beca no le llama la atención al respecto, quizá no se dé cuenta porque ella también está nerviosa: no mira a Chloe directamente a los ojos durante más de un par de segundos, y no deja de juguetear con los dedos de su mano izquierda.
Chloe le retira unos mechones de pelo hacia un lado. Como siempre que se encuentra tan de cerca con los tatuajes de Beca, tiene que resistir la fuerte tentación de recorrer las ramas y las flores que se enredan alrededor de su hombro derecho.
Al coger los dos extremos abiertos del sujetador, sus dedos rozan sin querer la espalda desnuda de Beca, quien se arquea lejos de su toque instintivamente.
- Estás helada – murmura, algo falta de aire.
- Perdón – se disculpa Chloe, su voz queda a pesar de que no tienen motivo alguno por el que andar hablando en voz baja –. ¿En qué enganche sueles llevarlo?
- El último.
- Vale, listo.
Beca se gira hacia Chloe, bajando su brazo escayolado de su pecho ya que ahora ya no tiene nada que sostener, y asiente de forma un tanto robótica.
Chloe se fija en que el sujetador de Beca tiene una banda de encaje puramente decorativa que reposa sobre sus costillas. Parte de ella se ha quedado enganchada bajo la goma elástica sin que ninguna de las dos se diera cuenta.
Sin pensar, Chloe alarga una mano hacia Beca, que parece congelarse en el sitio como si no estuviera muy segura de qué está a punto de pasar, ni de cómo debe reaccionar. Su pecho se queda inmóvil, su respiración atascada.
Chloe cuela un dedo por debajo de la banda elástica y lo desliza hacia un lado para liberar el encaje, y solo despierta del hechizo en el que ha caído al sentir el fuerte estremecimiento de Beca.
Sus miradas se encuentran, ambas sorprendidas, ambas faltas de aire, ambas sin saber qué decir.
Beca es la primera en reaccionar.
- Gracias – dice con un movimiento de cabeza torpe, brusco, apresurado. Recoge su jersey de la mesa y la chaqueta del suelo, pero no se marcha de manera inmediata.
- ¿Quieres que te ayude con…? – Chloe señala con un dedo hacia el jersey de Beca.
- Oh, no – la morena sacude la cabeza –. Con esto ya puedo yo.
- Vale.
Beca asiente de nuevo.
- Pero probablemente necesite tu ayuda luego con, um…
- Lo que sea, ya sabes dónde encontrarme – interrumpe Chloe, asintiendo y sonriendo, aunque lo que de verdad quiere hacer es darse de cabezazos con la pared más cercana. ¿De dónde viene esta torpeza repentina a la hora de tratar con Beca?
- Vale, gracias – Beca esboza una sonrisa algo tirante y asiente por cuarta vez.
A Chloe le entran ganas de estallar en risas histéricas porque son dos imbéciles paradas en medio de una habitación meneando las cabezas como las figuras decorativas con muelles en los cuellos que se llevan en los coches
Por fin, Beca espabila y se marcha, mascullando algo que Chloe no llega a entender.
En cuanto ve su sombra desaparecer escaleras arriba, Chloe exhala en un torrente todo el aire de sus pulmones y hunde su rostro en las manos, avergonzada consigo misma.
El tema de las duchas empieza a suponer un problema para Chloe a la segunda semana.
Su cuerpo permanece en estado de alerta los primeros días. Cualquier sonido fuera de lugar hace que se le suba el corazón a la garganta, a pesar de que, racionalmente, sabe que el peligro ya ha pasado.
Pero, poco a poco, empieza a calar en su cerebro la noción de que Beca está bien.
Beca está bien.
Beca está bien.
Es un proceso más lento de lo que le gustaría, pero al final el pánico va desapareciendo progresivamente de su pecho: deja de sentir sus garras alrededor de su corazón, de su estómago, de su garganta.
Deja de pasar horas por la noche dando vueltas ansiosas en la cama, plagada de miedos irracionales, y luchando contra la constante urgencia de subir a comprobar que Beca está bien porque sabe que está bien.
Pero su alivio dura poco.
Porque, sin el pánico para distraerla, sus noches pasan a estar plagadas de los vívidos recuerdos de Beca desnuda bajo el agua de la ducha, su pálida piel llena de restos espumosos de jabón.
Las imágenes parecen estar grabadas a fuego en el interior de sus párpados, para verlas cada vez que cierre los ojos. Y no existe forma alguna de evitarlas. Chloe casi echa de menos el miedo y la paranoia irracional. Casi.
Siente los nervios a flor de piel, como si fueran antenas parabólicas cuya única función es detectar la presencia de Beca en la cercanía para mandar sus hormonas a un estado frenético de hiperactividad.
Cualquier sonrisa, cualquier mirada, cualquier roce casual de Beca la revoluciona de una forma nunca vista.
Chloe está, diciéndolo mal y pronto, permanentemente cachonda.
Y lo peor, lo peor, es que no puede hacer nada al respecto, porque sabe perfectamente en quién pensaría si siquiera lo intentase y no le parece correcto. Sería aprovecharse de una situación desafortunada, y llena el interior de su estómago de una sensación pegajosa y desagradable.
De modo que, para la segunda semana, se siente al precipicio de la locura.
No duerme bien, no es capaz de relajarse ni de concentrarse en sus clases, no tiene hambre de comida, y, aun así, se pasa los días llena de una energía nerviosa que recorre su cuerpo como la electricidad.
Se acumula en las puntas de sus dedos, entre sus piernas, en un hormigueo constante cada vez más intenso, cada vez más difícil de ignorar.
Está absoluta y completamente consumida por su deseo, sus fantasías, Beca. Y se nota.
- Jesús, Chlo – Stacie coge aire entre los dientes de forma audible y contrae su rostro en una mueca compasiva al entrar en la cocina y encontrarse a su capitana con la cabeza hundida entre sus manos, acodada sobre la encimera de la isla.
El portátil rosa de Chloe descansa frente a ella, empujado hacia un lado instantes antes con un gruñido desesperado tras el décimo intento de tratar de concentrarse lo suficiente en los apuntes como para poder completar un simple trabajo.
Chloe asoma de su escondite al escuchar que tiene compañía, hundiendo sus dedos en sus mechones pelirrojos, que imagina deben de estar alborotados por la cantidad de veces que ha repetido el gesto en la última hora.
- Oh, hola, Stace – saluda al ver a la morena parada en el umbral de la cocina. Arquea las cejas y tuerce los labios en la sombra de una sonrisa divertida –. Puedes pasar, no muerdo.
- ¿Estás segura? – resopla Stacie, burlona. Pero entra en la cocina y se dirige a la nevera a coger un batido de proteínas –. ¿Qué te tiene así? – cierra la puerta del frigorífico con un golpe de cadera mientras agita el bote.
- Nada – desestima Chloe haciendo un gesto despreocupado con la mano.
- No parece nada.
Los ojos verdes de Stacie resplandecen con un brillo inteligente que delata que, en su cabeza, ya está empezando a encajar todas las piezas en su sitio y es cuestión de tiempo, segundos, en verdad, que llegue a una conclusión peligrosamente acertada.
Chloe se muerde el interior de su mejilla y piensa. Si hay alguna Bella en la que poder confiar su secreto, si hay alguna Bella capaz de entenderla y simpatizar con ella, si hay alguna Bella que quizá pueda ayudarla, es Stacie.
Gira la cabeza hacia Stacie, que se ha recostado contra la esquina de la isla y sigue agitando su batido de forma distraída mientras espera. Pero, Chloe apenas acaba de despegar los labios para empezar a hablar cuando…
- ¿Chlo? – llama la voz apagada de Beca desde algún punto de la casa.
Chloe inmediatamente se tensa en el taburete y su mirada se cruza accidentalmente con la intrigada de Stacie.
- ¿Chloe? – repite Beca, esta vez más cerca –. ¿Chloooeeee? ¿Se puede saber…? – su cabeza asoma por el umbral que comunica el salón con la cocina, y se detiene bruscamente al ver a Chloe –. ¡Ah, ahí estás! – exclama, aliviada –. Te he buscado por toda la casa.
Da un par de pasos apresurados hacia el interior de la cocina.
- Oye, ¿te…? – pero, una vez más, se interrumpe a sí misma al mirar a Chloe con más calma. Hace un gesto de cabeza confundido, una pequeña sacudida, y frunce un poco el ceño –. ¿Estás bien? – pregunta, más sorprendida que preocupada.
- Ajá – asegura Chloe con un asentimiento.
- …vale – asiente, despacio, sin mucho convencimiento, aunque no insiste más –. Um, venía a preguntar si te viene bien ducharnos en una media hora – agita una mano en el aire para indicar que es una cifra aproximada.
- Okay – acepta Chloe.
Beca la mira con algo de extrañeza.
- ¿Seguro?
- Ajá.
La mirada de Beca se desvía a Stacie en busca de confirmación de que ella no es la única que está notando algo raro en Chloe, pero Stacie se limita a dar un trago de su batido y parpadea, fingiendo que no sabe qué necesita Beca de ella.
Beca parece todavía más confundida por eso.
- Va…le – Beca parte la palabra en dos, sospechosa. Empieza a retroceder de espaldas a la puerta –. Vale – repite, más para sí misma que en voz alta, antes de girar sobre sus talones y desaparecer tras el umbral del salón.
Chloe exhala todo el aire de sus pulmones y vuelve a hundir su rostro en las manos y sus hombros hacia delante.
- Ya entiendo qué es lo que está pasando aquí – dice Stacie, sonando divertida.
Chloe da un pequeño respingo. Se había olvidado de la presencia de la morena en la cocina a pesar de que está en su campo de visión. Levanta la cabeza con rapidez, una negación en la punta de sus labios.
Pero, ¿para qué molestarse?
- Me estoy volviendo loca – musita, desesperada, formando dos tensos puños en su pelo.
Stacie chasca la lengua, comprensiva.
- Deberías empezar a correr – aconseja –. Es lo que hago yo cuando estamos pasando por una mala racha – da un par de palmaditas compasivas sobre el hueso de su pelvis que deja no lugar a dudas de a quién se refiere con su uso del plural.
Chloe gruñe, escéptica.
- O podrías, ya sabes, acabar con la tortura de raíz – observa Stacie con falso desinterés mientras mueve en círculos el bote de batido para acumular las últimas gotas que quedan –. Coger el camino más fácil.
- ¿Que es…?
Stacie la mira fijamente.
- Decírselo – responde como si fuera obvio.
Chloe suelta una risa seca y sarcástica que deja claro lo que piensa de esa idea.
Stacie esboza una sonrisa algo triste y asiente, como si hubiera estado esperando precisamente esa reacción por parte de Chloe. Se termina el batido de un último trago y lo tira a la basura de reciclar.
- Te pasaré las rutas que corro yo – dice a modo de despedida por encima del hombro antes de dejar a Chloe sola en la cocina.
Chloe empieza a correr por las noches.
Al final, Stacie tenía razón. Es una buena forma de gastar toda esa energía nerviosa que convierte su cuerpo en un cable pelado con corriente, preparado para dar un calambrazo a todo aquel que se atreva a tocarle.
Hay algo terapéutico en el pum pum pum de sus deportivas en el suelo de cemento, en el aire fresco que hace que le lloren los ojos y deje de sentir la punta de la nariz, en el arder de sus pulmones y el tirar de los músculos de sus piernas.
Y lo mejor, lo mejor, es que cumple su cometido: para cuando Chloe llega a casa y se ducha, está más que preparada para meterse en la cama y caer en un sueño profundo nada más su cabeza toque la almohada.
Chloe empieza a marcar distancias, también.
Convierte sus duchas con Beca en un puro trámite y comienza a tratarlas con la distante eficiencia y eficacia con la que una enfermera se ocupa de su larga lista de pacientes en un hospital.
Lo que antes podía alargarse cuarenta minutos, llenos de bromas e inocente coqueteo, ahora se ha reducido a quince, en los que Chloe no remolonea ni toca a Beca más de lo estrictamente necesario.
- ¿Ya está? – pregunta Beca la primera vez, su voz llena de sorpresa, cuando Chloe le ofrece la toalla para que envuelva su cuerpo en ella –. ¿Es mi impresión, u hoy has tardado mucho menos? No quieres perderte The Bachelor, ¿huh? – se burla.
Chloe ríe y se encoge de hombros como toda respuesta.
- Dame diez minutos y el baño es todo tuyo – asegura Beca, usando una esquina de la toalla para secarse la cara.
- Oh, no te preocupes – Chloe sacude una mano –. Voy a correr.
Beca se queda imposiblemente quieta y le mira con expresión cercana al horror.
- ¿Ahora?
- Sí, ¿por qué no? – se encoge de hombros por segunda vez.
- Tía, ya has hecho una hora de cardio en el ensayo de hoy, ¿no te llega?
Chloe ríe de nuevo.
- Son cosas diferentes, Bec – su sonrisa se tuerce, traviesa –. Tranquila, llegaré a tiempo para que puedas fingir que no estás viendo The Bachelor conmigo.
Cierra la puerta del baño justo antes de que Beca explote de indignación, carcajeándose como una villana de una película Disney.
La siguiente vez, la segunda vez, que Chloe acaba antes de lo habitual y se escabulle con la excusa de ir a correr, Beca vuelve a sorprenderse, como si hubiera esperado que aquello hubiera sido cosa de una sola vez.
La tercera vez, Beca la mira con ojos entornados por la sospecha.
En la cuarta, Beca no hace comentario alguno al respecto.
Para la quinta, Beca ya le abre la puerta antes de que Chloe pueda decir nada.
Nunca hablan sobre ello.
La gota que colma el vaso llega una semana después.
Chloe y Beca se retrasan en el auditorio recogiendo todo el atrezo con el que ahora llenan los ensayos: cintas de gimnasia, aros, pelotas, hula hoops, etc.; ya que, llegaron a la conclusión, es más seguro que dificultar la coreografía con acrobacias humanas.
Para cuando entran por la puerta de la casa de las Bellas, una media hora después, la ducha del segundo piso está ocupada y hay una lista de espera en la que les toca de últimas. Y, no, no tienen privilegios por ser las co-capitanas.
- Podéis usar el baño de abajo – observa Jessica, tratando de ayudar. Le ha tocado a ella darles la mala noticia por estar apoyada al lado de la puerta del baño, toalla en mano, mientras espera a que Ashley salga.
Chloe y Beca suspiran a la vez.
El baño de abajo no suelen usarlo para ducharse, a pesar de que tiene una bañera con cortina que funciona perfectamente. Pero es diminuta, tiene mala presión, sales con los codos doloridos por golpearte con la pared a cada mínimo movimiento, y el agua tarda siglos en calentar.
Comparten una mirada, una pregunta silenciosa: ¿estamos tan desesperadas?, y la respuesta es: sí.
Resignadas, cogen sus toallas y van juntas al baño de abajo. No tiene ventana y la luz de la bombilla es algo pobre, pero es lo que hay si no quieren convivir con su propio sudor hasta dentro de dos horas.
Lo primero que hacen nada más cerrar la puerta es abrir el grifo de la bañera y girarlo del todo hacia la izquierda, hacia el agua caliente.
Después, empieza el baile que ya se está volviendo familiar: Chloe prepara la bolsa para la escayola de Beca mientras la morena se va quitando los leggins y los calcetines, y luego la ayuda con el sujetador deportivo.
Sin embargo, hoy algo cambia.
En cuanto da un paso adelante, sus manos extendidas hacia Beca, la morena se aparta de su alcance de forma casi imperceptible. No es un rechazo directo, es más bien una petición de tiempo.
Chloe se detiene. Ladea la cabeza y frunce el ceño, confundida. No es tan tonta como para creer que a estas alturas Beca ya está cómoda con la idea de necesitar su ayuda para desnudarse y ducharse, pero tampoco ha vuelto a mostrar resistencia.
- Um, estaba pensando… – empieza a decir Beca, con un nuevo tipo de nerviosismo que no parece tener relación alguna con su estado de semi desnudez.
- ¿Hhhmm? – musita Chloe, alentándola.
- Quizá, um… Si quieres, claro. Pero… Puedes ducharte conmigo.
De todas las cosas del mundo que Chloe esperaba escuchar caer de la boca de Beca, esta es la última de todas. Le coge tan desprevenida que su obvia sorpresa se muestra en su rostro antes de que pueda controlarlo.
Sus cejas se arquean hasta que casi desaparecen de su frente y su boca cae entreabierta. Parpadea un par de veces mientras su cerebro trata de procesar lo que acaba de oír, mientras trata de buscarle el sentido.
- Oh.
Su reacción solo parece poner más nerviosa todavía a Beca, que inmediatamente empieza a escupir excusas y justificaciones apresuradas.
- En plan… Lo digo porque… Ya sabes cómo es este baño – agita una mano en un brusco aspaviento hacia la bañera –. Tarda siglos en calentar el agua y luego te tocaría esperar otra vez a que volviera a llegar el agua caliente…
Y a Chloe le encantaría poder decir que sí, pero sabe que no debe. Sabe que es una locura. Sabe que solo le va a perjudicar más todavía.
- No sé… – intenta negarse, su boca torcida en una mueca insegura.
Pero Beca ha cogido carrerilla y pisa sus palabras con su verborrea nerviosa:
- …y me parece un poco absurdo. En plan, ya estamos las dos aquí, estás conmigo dentro de la bañera, siempre te acabas mojando… Y ya es tarde, y se te va a hacer incluso más tarde todavía, y… No sé, yo lo digo por ti. Es más cómodo y lógico, y… A mí no me importa.
Aunque lo forzadamente despreocupado que es su encogimiento de hombros transmite lo opuesto, cuando Beca por fin es capaz de mirar a Chloe a la cara, en sus ojos oscuros no hay más que sinceridad.
¿Y quién es Chloe para decirle que no, especialmente cuando la está mirando así, casi con una súplica en su turbulento azul?
Así que empuja a un lado su incertidumbre, silencia todas las alarmas que están sonando en su cabeza y se encoge de hombros, esbozando una sonrisa algo tímida que se siente extraña en sus labios.
- Vale – acepta.
Un millar de emociones pasan por el rostro de Beca, tan rápido, como relámpagos en una noche de tormenta, que Chloe no tiene tiempo a identificarlas antes de que Beca tome el control.
Beca asiente y da un paso hacia delante. Es una señal silenciosa de que ahora sí que está preparada, y Chloe sabe reconocerlo, porque, a estas alturas de su amistad, muchas veces no necesitan palabras para comunicarse.
En los siguientes minutos, Chloe centra todos sus esfuerzos en poner su mente en blanco.
Apaga su cerebro y se mueve de forma completamente automática, siguiendo los pasos que sus músculos ya han memorizado después de días de repetición, como si fuera una coreografía más de las Bellas.
Apaga su cerebro porque no quiere pensar. Porque como empiece, ya no va a ser capaz de parar. Porque está ayudando a Beca a desnudarse y se está desnudando ella también y van a estar en una bañera diminuta rodeadas de agua caliente y vapor y…
Blanco. Piensa en blanco. El más cegador de los blancos. Solo blanco.
Vuelve al presente justo a tiempo de ver el pálido cuerpo de Beca desaparecer tras la cortina de la bañera y suelta todo el aire de sus pulmones en una exhalación larga y temblorosa, tratando de recuperar la compostura.
Chloe sabe que no es una buena idea desde el primer momento, pero, aun así, ignora sus instintos y sigue a Beca al interior de la bañera.
El arrepentimiento es instantáneo y abrumador. Golpea su pecho como una bola de demolición en cuanto Beca corre la cortina y se quedan atrapadas en un estrecho rectángulo pobremente iluminado.
Sin ropa, sin distancia, sin distracciones, Chloe es incapaz de apagar su cerebro, de pensar en blanco, porque su mente está llena de Beca, Beca, Beca, Beca.
Cómo la tinta negra de sus tatuajes parece volverse incluso más oscura, la forma en que las puntas de su alborotada melena rozan y acarician su espalda, el hecho de que puede ver sus músculos ondularse bajo su piel cada vez que se mueve.
Es una mala idea.
Es la peor idea de todas las que Chloe ha tenido jamás.
Beca quita la alcachofa del soporte de la pared y la apunta hacia sus pies antes de tirar del pitorro del grifo.
La alcachofa borbotea de manera preocupante durante varios segundos, como si se le estuviera atragantando el agua por el desuso, pero es solo hasta que la presión se regula y una floja cascada brota de los agujeros.
Beca chasca la lengua, contrariada.
Se gira hacia Chloe con la clara intención de ir a decirle algo, pero las palabras mueren en su boca sin llegar siquiera a salir cuando se da cuenta de que Chloe permanece inmóvil en el punto de la bañera más alejado de ella.
- ¿Qué pasa? – Beca pierde la sonrisa exasperada y la sustituye por un ceño confundido.
Chloe sacude la cabeza.
- Esto no… No ha sido buena idea.
Alarga una mano hacia la cortina de la bañera con el objetivo de marcharse, pero el contacto de plástico sobre su piel la detiene por completo. Cuando baja la mirada, descubre la mano escayolada de Beca posada en su bíceps.
Y Chloe debe tener algo de masoquista de verdad porque se queda quieta en vez de seguir su sentido común y huir.
- ¿Por qué? – pregunta Beca.
Chloe gira la cabeza para mirarla, sin poder creerse que acabe de escuchar bien. Al ver que va en serio, vuelve su cuerpo hacia Beca y deja escapar el resoplido de una risa algo amarga, algo sarcástica.
Todo este tiempo Chloe habrá sido muchas cosas, pero sutil no es una de ellas.
- Ya lo sabes, Beca – responde con cierta dureza, su mirada firme y desvergonzada. Nunca ha ocultado sus sentimientos, nunca ha visto la necesidad, así que no piensa empezar ahora –. Lo sabes – insiste, esta vez de forma más suave.
Beca, sorprendentemente, no la rehúye, como Chloe espera que haga. Al fin y al cabo, no han acabado aquí, en este preciso momento, porque Beca alguna vez haya sido capaz de enfrentarse a la situación de cara.
Desde que se conocen, están en un tira y afloja. En un baile en el que, por cada paso que Chloe da hacia delante, Beca da uno atrás. En un juego en el que Chloe lanza sus intenciones como flechas y Beca las esquiva.
Sin embargo, Beca no se escapa esta vez.
No, esta vez se queda en el sitio y dice:
- Repítemelo.
Y queda claro que no es una pregunta. Tampoco es una súplica. Es una orden hecha con toda la conciencia del poder que tiene sobre Chloe.
Chloe, que la siente golpear directamente entre sus piernas. Chloe, que aprieta los ojos hasta ver luces y contiene a duras penas un gemido que quiere escapar de su garganta. Chloe, que se siente al borde de la desesperación.
- No tienes ni idea del efecto que tienes sobre mí, ¿verdad? – pregunta en un tono dolorido –. Estás en mi mente constantemente, si no estoy pensando en ti, estoy recordando cómo brilla tu piel bajo el agua de la ducha, lo suave que está bajo mis dedos, lo…
Se interrumpe a sí misma bruscamente cuando se da cuenta de lo que está diciendo, lo que está admitiendo. Es liberador, pero también bastante terrorífico. Suelta una risa algo desesperada y menea la cabeza.
- No puedo dormir, no puedo tocarte, no puedo tocarme – ve cómo Beca traga saliva de forma notable ante la distinción en los pronombres, y ese simple gesto hace que el pulsar entre sus piernas se intensifique.
Aprieta los muslos con un gemido.
- Me estoy volviendo loca – admite, solo para clavar su mirada en Beca y corregirse de inmediato –. Me estás volviendo loca.
Los labios algo resecos de Beca se despegan para responderle, pero tarda un rato en ser capaz de encontrar su voz, en decidir cuáles son las palabras correctas y en el orden adecuado para expresarse.
- ¿Te crees que eres la única? – es lo que dice al final, su voz espesa y sus ojos oscuros –. Yo también. Cada vez que me tocas… – resopla, exasperada –. Es como si tuviera fuego en las venas, pero no quiero que pares. Nunca quiero que pares.
A Chloe se le atasca el aire en los pulmones, porque aunque esperaba que esta conversación acabase en una confesión por parte de Beca, se había acostumbrado a limitar sus expectativas con el tiempo.
Esperaba, pero a la vez no.
- Lo curioso es que, ¿desde que no me tocas?, ha ido a peor – sigue diciendo Beca –. Siento que voy a explotar si no…
Chloe no deja que acabe la frase.
No cree que hubiera sido capaz de sobrevivir si Beca hubiera llegado a acabar la frase, porque ella también tiene la sensación de que está a punto de explotar como no sienta a Beca contra ella de una vez.
Atrapa sus labios en un beso tan hambriento que es algo torpe. Las palabras de Beca se convierten en un gemido que Chloe se traga, sin perder tiempo alguno en explorar la cálida boca de Beca con su lengua.
Sus cuerpos se tocan por fin, todo piel desnuda en contacto, y les roba las respiraciones en dos jadeos que se entremezclan.
Chloe enreda sus dedos en los mechones castaños de Beca, rascando con sus uñas suavemente en su cuero cabelludo, y Beca se estremece de pies a cabeza. El roce de sus cuerpos lanza una ola ardiente de deseo en el interior de Chloe.
Siente el suave tirón del plástico al despegarse de la piel húmeda del bajo de su espalda cuando Beca mueve su brazo derecho de donde lo tenía enroscado en su cintura. Una mano aparece en su culo, agarrando con avaricia.
Beca gruñe, frustrada, y rompe su beso con expresión contrariada. Da medio paso atrás, una pérdida que Chloe lamenta con un triste quejido que escapa de su garganta antes de que pueda contenerlo.
Beca alza su mano escayolada hasta su boca y, con ayuda de sus dientes, rompe la bolsa protectora a base de mordiscos en la zona de palma para hacer un agujero por el que poder asomar los dedos.
- Se te va a mojar – observa Chloe, sorprendida.
- Me da igual – gruñe Beca, girando la cabeza hacia un lado para escupir un trozo de plástico que se le ha quedado pegado en la lengua –. Quiero poder tocarte.
Bueno, si es por ese motivo, ¿quién es Chloe para objetar?
Con quizá demasiado entusiasmo, agarra la mano escayolada de Beca para evitar que vuelva a llevársela a la boca y estira el agujero que Beca ha hecho con sus dientes en el plástico hasta romper la bolsa.
Cae hecha girones alrededor de su brazo y se queda pegada a su piel por la electricidad estática. Chloe tira de los restos y los deja caer al suelo de la bañera con una sacudida de la mano.
Beca en seguida hace uso de sus dedos liberados. Acaricia el pecho de Chloe, pincha sus pezones, marca tres líneas de fuego por sus costillas y abdomen, disfrutando del salto de los músculos bajo sus yemas; antes de volver a su culo.
Agarra su nalga, y a pesar de que la escayola no le permite coger tanta cantidad como le gustaría, no le permite sentir tanto como le gustaría, esta vez tiene una sonrisa satisfecha en los labios cuando se pega a Chloe y se abre paso al interior de su boca a base de besos hambrientos y toques insistentes de su lengua.
Si Chloe creía que antes estaba enloqueciendo, no tiene nada que ver con lo que está sintiendo ahora.
Es un tipo diferente de desesperación, un deseo voraz con vida propia que amenaza con romperla en un millar de diminutos pedacitos, en desintegrarla por completo, como no haga algo por saciarlo inmediatamente.
El inesperado contacto de agua templada sobre su clítoris corta de raíz la súplica que estaba a punto de murmurar. No tiene mucha presión, pero Chloe está tan sensible e hinchada que es suficiente para estremecerla de pies a cabeza.
Rompe el beso con un jadeo sorprendido, echando la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados. Beca aprovecha y enrosca los dedos de su mano escayolada en su coleta, tirando con la suficiente firmeza para que Chloe capte el mensaje y mantenga su posición.
Gime cuando la boca entreabierta de Beca empieza a recorrer su cuello, besando, lamiendo, mordiendo, empañando su piel con su respiración agitada.
Chloe abre sus piernas todo lo que los bordes de la bañera se lo permiten y, cuando queda claro que eso no es suficiente, coloca su pie derecho de puntillas, doblando la rodilla hacia afuera.
Sus dedos se enroscan alrededor de la muñeca izquierda de Beca, como si estuviera a punto de moverla de entre sus piernas. Solo que eso es lo último que Chloe pretende. En cambio, reposiciona el ángulo con el que apunta la alcachofa para que golpee justo en ese punto que vuelve el mundo borroso durante un instante.
Se desmorona contra Beca, su frente en el hombro de Beca y los ojos apretados con tanta fuerza que puede ver pelotas de luz estallar tras sus párpados, aunque no está del todo segura de que no sea algo provocado por el placer que electrifica sus terminaciones nerviosas.
Las rodillas le empiezan a temblar de forma peligrosa, los músculos de las piernas le arden, agotados por el intenso ensayo de las Bellas de esa tarde y los seis kilómetros que Chloe corre casi a diario.
Chloe se puede ver cayendo de culo en la bañera como no haga algo al respecto ya.
- Bec – intenta advertir –. Me voy a… – se interrumpe a sí misma con una brusca respiración porque Beca acaba de encontrar ese punto extremadamente erógeno en su cuello y su cerebro se vuelve líquido.
Beca malinterpreta lo que estaba a punto de decir y se echa un poco hacia atrás para poder mirarle a la cara con una expresión que parece debatirse entre la sorpresa, el deleite, y el brillo febril del deseo.
- ¿Ya? – pregunta, falta de aire, las cejas arqueadas y sus labios hinchados entreabiertos de forma tentadora.
Chloe suelta una sonora exhalación y sacude la cabeza.
- Mis piernas… No me aguantan.
- Oh – Beca resopla una risa, corta y suave, dirigida a sí misma. Se relame y asiente –. Vale, vale. Siéntate – señala con un gesto de barbilla hacia el suelo de la bañera.
Retrocede un poco para darle espacio a Chloe para maniobrar, y su mano se retira de entre sus piernas, girando la muñeca para que el flojo chorro de agua de la alcachofa vuelva a caer sobre sus pies.
Chloe suspira ante la pérdida de esa dulce tortura. Su clítoris hormiguea y pulsa de forma dolorosa, y hace un poco incómodo todo el proceso de agacharse en el suelo de la bañera.
Se le atasca la respiración en la garganta por primera vez cuando su piel caliente hace contacto con el frío mármol, las rodillas dobladas contra el pecho; y, la segunda vez, cuando se recuesta contra el extremo curvado de la bañera.
Esta vez el contraste entre su espalda y el mármol es tan fuerte que se arquea instintivamente, tratando de alejarse del frío, empujando sus pechos hacia afuera de una forma que atrae la mirada oscura de Beca.
La morena se humedece los labios y se agacha frente a Chloe, quedando de cuclillas con sus piernas dobladas giradas hacia un lado para no entorpecerla. Se equilibra con la mano en la que sujeta la alcachofa en el borde curvado de la bañera, creando una cascada de agua que se derrama por el mármol hasta colarse bajo Chloe.
Chloe se remueve en el sitio al pensar en que ese mismo agua que ahora se parte y rodea sus nalgas antes le estaba trayendo la cantidad justa de placer para no llegar a ningún sitio pero volverla loca de todos modos.
Ve la mano escayolada de Beca acercarse a su rostro y la morena le retira delicadamente un mechón de pelo que se le había quedado pegado en los labios. Su pulgar acaricia la comisura de su labio superior como si hubiera sido incapaz de resistir la tentación.
Chloe los parte para coger una agitada respiración que hace poco para proveerla de oxígeno. El pulgar de Beca se cuela ligeramente entre sus labios y Beca ejerce presión sobre el inferior, tirando de él en su descenso a la barbilla de Chloe.
De ahí, los dedos de Beca bajan a su clavícula derecha, dibujando una línea recta por el marcado hueso a través de su esternón hasta el hombro opuesto, y vuelta hacia atrás hasta su esternón.
Desciende por el centro de su pecho hasta que su escayola se topa con las rodillas dobladas de Chloe, prohibiéndole avanzar. Beca tensa los labios en una mueca contrariada y, antes de que Chloe pueda hacerlo por sí misma, Beca empuja sus piernas para abrirlas.
Chloe mueve sus pies en el mármol, separándolos hasta que los laterales de sus piernas tocan los lados de la bañera. Se queda totalmente expuesta ante Beca, que la devora con la mirada de una forma que hace estremecer a Chloe.
Una vez más, ve la mano escayolada de Beca avanzar hacia ella y Chloe contiene la respiración, a la espera de que la toque donde más lo necesita.
Sin embargo, los dedos de Beca se posan en el mismo punto en el que se habían quedado antes. Chloe ve cómo Beca aprieta un poco los labios para contener una sonrisa y sabe que lo ha hecho adrede.
Beca empieza a torturarla de la forma más dulce posible: juega con sus pechos, sus pezones; recorre con sus dedos los valles y montañas de sus costillas; dibuja los cuadrados de sus abdominales y disfruta viendo los músculos saltar bajo su toque.
- Bec… – suplica Chloe en un gemido lleno de sufrimiento, alzando sus caderas, arqueando su espalda, en busca de algo, algún tipo de alivio que nunca parece llegar –. Por favor.
Su ruego parece sacudir a Beca. De repente entra en acción, girando sus piernas dobladas en dirección opuesta con un chirrido húmedo de sus pies en el suelo de la bañera para poder cambiar la mano que está usando para mantenerse equilibrada.
Se apoya con la derecha y libera la izquierda, en la que sujeta la alcachofa. Esta vez Chloe ve venir el momento en que el agua hace contacto con su clítoris y puede prepararse para el repentino relámpago de placer que se expande por su cuerpo.
Cierra los ojos y deja caer la cabeza hacia atrás. Sus caderas se lanzan hacia adelante y, también por instinto, sus rodillas se juntan, como buscando apretarse, y atrapa el brazo de Beca entre ellas.
Beca chasca la lengua y vuelve a entrar en movimiento. Se sienta en el suelo de la bañera y cuela sus piernas bajo el hueco que forman las dobladas de Chloe. Empuja sus piernas contra las de Chloe hacia afuera, partiéndola, abriéndola.
Beca empieza a jugar con los ángulos y la distancia del suave chorro de agua templada sobre el sexo de Chloe, que no puede hacer más que retorcerse y estremecerse, sintiéndose al borde de la locura más exhilarante de todas.
Pero, a pesar de las constantes oleadas de placer, Chloe no está satisfecha.
Se incorpora sin previo aviso, con tanto ímpetu y ansia que casi choca frentes con Beca. Curva una de sus manos en el cuello de la morena y la atrae de un tirón poco delicado hacia ella, a un beso hambriento, torpe, descoordinado.
Cuando se separan se quedan con las frentes unidas, descansando una en la otra, los ojos cerrados y sus pechos agitados. Chloe cierra sus dedos en torno a la muñeca izquierda de Beca, la que está entre sus piernas, como hizo lo que parece que fueron horas atrás.
Solo que, esta vez sí que la aparta, a pesar de que se le escapa un gemido suave y lastimero ante la pérdida del placentero goteo del agua sobre su clítoris. Sus piernas se tensan pero no pueden moverse, atrapadas por las de Beca.
- ¿Qué haces? – cuestiona Beca con cierta confusión al ver que Chloe empuja sus dedos para que suelte la alcachofa.
- Tú – murmura Chloe de forma casi febril, incoherente –. Quiero que me toques, quiero que seas tú – y aunque no lo dice, el resto de la frase, "la que me lleve al orgasmo", cuelga sobre sus cabezas y se desliza por sus espaldas, seductora y llena de sugerencias.
Beca exhala una fuerte respiración y asiente con vehemencia, buscando los labios de Chloe en un beso.
Traspasa la posesión de la alcachofa a Chloe sin más protestas y sus manos, ahora libres, se curvan inmediatamente alrededor de los muslos de la pelirroja, clavando sus dedos hasta que diez círculos blancos aparecen en su piel.
Chloe se da cuenta, ahora que tiene a Beca entre sus brazos, temblando bajo las yemas de sus dedos, de que apenas la ha tocado. Se decide a corregirlo: besa su cuello, muerde el lóbulo de su oreja, tira de su moño semi deshecho, incitándola a que actúe.
Cuando Beca por fin deja de dar rodeos por el interior de sus muslos y presiona tres dedos contra su clítoris, Chloe se estremece de forma violenta, curvándose contra Beca. Apoya su frente en su hombro y clava sus uñas en su espalda.
- Oh dios – gime –. No pares.
Beca dibuja círculos apretados, de lo más amplio a lo más estrecho, y Chloe murmura su aprobación en una letanía de la que ni siquiera es plenamente consciente.
La ola que se había ido formando en su interior solo necesita tres giros de los dedos de Beca para convertirse en un tsunami que se va alzando como una serpiente de su cesto de mimbre ante la dulce melodía de una flauta.
Mueve sus caderas al mismo ritmo y la ola alcanza proporciones nunca vistas. Llega a ese punto en el que resulta casi doloroso pero en el mejor de los sentidos, de esa forma que no quieres que nunca acabe.
Y, entonces, por fin, por desgracia, la ola rompe.
Chloe emite un sonido que ni ella reconoce, una mezcla entre un gemido, un jadeo, y el intento del nombre de Beca. La sangre le ruge en los oídos y su cuerpo se agita con los espasmos de un potente orgasmo.
Le da la sensación de que, por un momento, pierde la consciencia. Se vuelve todo negro y cuando vuelve a abrir los ojos no puede sentir el cuerpo, tiene la sensación de que está flotando en el aire por encima de sí misma.
Una caricia delicada en su mejilla la obliga a reconectar. Parpadea, tratando de deshacerse del brillo borroso y brumoso que enturbia su mirada y hace que parezca que está dentro de un sueño idílico.
Enfoca el rostro de Beca frente a ella, su expresión maravillada y hambrienta, su sonrisa suave y algo engreída. Siente sus propios labios curvarse en una sonrisa de respuesta, perezosa, satisfecha, amodorrada.
- Wow – exhala, todavía sin estar del todo en sí.
Beca ríe y sus ojos relampaguean con las burbujas del puro deleite.
- ¿Wow? – inquiere, como si solo quisiera volver a escucharlo. Su sonrisa se tuerce, burlona –. ¿Wow bueno o wow malo?
Chloe piensa en resoplar. Piensa en poner los ojos en blanco en su imitación casi perfecta de Beca y darle un juguetón empujón al hombro. Piensa en reprocharle que ahora solo está pescando en busca de cumplidos que no necesita.
Pero, en ese momento recupera la sensación en sus extremidades y es consciente de la fría manguera de acero inoxidable de la alcachofa que ella misma dejó en el suelo de la bañera, al lado de su pie, al quitársela a Beca de las manos.
Se le ocurre una idea y esboza una sonrisa traviesa.
- Es mejor si te lo enseño – promete con un guiño sugerente.
Beca arquea las cejas, curiosa. Parece que está a punto de hacer una pregunta, pero las palabras mueren en su boca y se transforman en un jadeo sorprendido cuando Chloe apunta el chorro de agua entre sus piernas.
- Oh – cierra los ojos y se muerde el labio inferior, asintiendo –. Vale – murmura, sin aire apenas.
Chloe y Beca salen del baño una hora después con cuerpos blandos, mejillas sonrojadas y sonrisas de oreja a oreja que tienen que morderse para que no las delaten.
Se asoman por el umbral del salón de camino a las escaleras y ven que algunas de las Bellas están tumbadas en los sillones y por el suelo, viendo juntas una serie de Netflix afortunadamente llena de ruidosos bombardeos y tiroteos.
Jessica debe verlas por el rabillo del ojo porque gira la cabeza hacia ellas y esboza una sonrisa algo culpable al darse cuenta de que van con el pelo húmedo y llevan las toallas todavía en los hombros.
- ¿Aún habéis acabado ahora?
A Beca se le escapa un sonido extraño, como si hubiera querido reírse pero en el último momento se hubiera dado cuenta de que no debe, y al intentar sofocarla se hubiera atragantado.
Chloe se encoge de hombros con despreocupación.
- Ya sabes cómo es ese baño, hasta que ha calentado el agua… – mueve la cabeza en un gesto de falsa exasperación.
Jessica asiente, comprensiva.
- En el próximo ensayo os toca a vosotras las primeras arriba – anuncia con determinación. Se vuelve hacia las demás Bellas, que no les están prestando atención a favor de seguir viendo la serie –. ¿Habéis oído chicas? El baño de arriba está reservado para Beca y Chloe el jueves.
Las Bellas muestran su conformismo con sonidos distraídos, probablemente sin ser del todo conscientes de a lo que están accediendo porque si no habrían tratado de rebatirlo.
Jessica les regala una sonrisa radiante y levanta sus dos pulgares.
- Gracias, Jess – dice Chloe mientras Beca se lleva una mano a la boca, todavía tratando de controlar su risa –. Nos vamos a la cama, ¿vale?
- ¡Buenas noches!
- Buenas noches.
Chloe y Beca suben las escaleras a la vez. Cada vez que sus brazos desnudos se rozan, una corriente eléctrica recorre el cuerpo de Chloe hasta ir a morir en una piscina de deseo ardiendo a fuego lento en su bajo abdomen.
Al llegar al segundo piso, Beca hace el amago de continuar hacia la buhardilla, pero tan despacio que deja claro que es lo último que le apetece.
Es fácil para Chloe agarrarla de la muñeca, detenerla en medio de un paso, hacer que se vuelva hacia ella con una sonrisa malamente reprimida porque ya sabe lo que Chloe está a punto de sugerir.
Y Chloe sabe que es una mala idea, pero, aun así…
- ¿Te apetece dormir conmigo esta noche?
FIN
