El muchacho salvador del Mundo Mágico se sentó en la cama un tanto desorientado y estiró la mano hacia lo que parecía ser la mesita de noche que estaba a un lado de la cama, afortunadamente sus gafas estaban allí, así que las tomó y se las puso. Él no sabía dónde estaba, pero, si las paredes blancas y el olor que dejaban los hechizos desinfectantes eran un indicador, podría apostar a que estaba en el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. La cabeza le dolía a horrores, pero no sentía nada en la curiosa cicatriz en forma de rayo que le cruzaba la frente, se llevó una mano hasta dicha cicatriz y entonces recordó todo: su lucha contra Voldemort, la Batalla, su muerte (por así decirlo) y su resurrección.

Harry se sintió tan confundido que trató de salir de la cama para buscar a alguien que le diera información sobre lo que había pasado, sobre todo porque no sabía cuánto estuvo dormido, pero al tratar de mover sus piernas para bajar del catre, él se percató de que no las sentía y de que tampoco podía moverlas. Aterrado, Harry intentó con todas sus fuerzas mover aunque sea un solo dedo de sus pies, pero su cuerpo estaba paralizado de la cintura para abajo. Harry gritó tanto como su voz ronca por el desuso le permitió.

Unas enfermeras llegaron corriendo hasta su habitación y le sujetaron los brazos al ver que Harry se sacudía desesperadamente. Pocos segundos más tarde llegó el Medimago a cargo de Harry y le lanzó el hechizo Desmaius, por lo que Harry no vio ni oyó nada más.

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Cuando Harry despertó horas más tarde, ya no estaba solo en el cuarto. Unas manos cálidas lo ayudaron a sentarse en la cama y otras manos le colocaron las gafas, así descubrió a Ron, que aún tenía las manos en su espalda y a Hermione, la cual tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. En cuanto Harry dijo un simple "Hola", sus dos fieles amigos se abalanzaron sobre él y lo abrazaron con fuerza mientras murmuraban frases ininteligibles y lloraban (Aunque Ron negara estos dos últimos hechos).

Harry les devolvió el apretón sin mucha fuerza debido a su estado de debilidad, pero estaba igualmente cargado de sentimiento. Al separarse, Harry se dio cuenta de que detrás de sus amigos estaba el Medimago que lo había dormido, junto con otras tres personas a las que no reconocía.

—Buenos días, señor Potter. Mi nombre es Charlie Lynch, soy el Medimago en jefe de su caso, por lo que me corresponde a mi darle esta noticia. —A Harry no le gustó el tono de voz que usó el señor Lynch. Esa voz presagiaba malas noticias. Hermione le apretó la mano y Ron le puso la suya en el hombro. Más que un gesto de apoyo, parecía que lo querían sujetar.— Cuando Quién-no-debe-ser-nombrado fue destruido hace dos semanas, la onda expansiva que produjo el hechizo fue tan fuerte que lo arrojó por los aires y cuando usted cayó, su columna recibió la mayor parte del impacto. Hemos intentado de todo para devolverle la movilidad en sus piernas, pero me temo que el daño es demasiado alto.

—¿Que significa eso? —preguntó con la voz ronca.

—Significa, señor Potter, que las probabilidades de que vuelva a caminar son muy bajas. Lo lamento mucho.— El mundo de Harry se destrozó con esas palabras, ya no podría ser un Auror, no volvería a jugar Quidditch, nunca volvería a correr o caminar. Estaría discapacitado por el resto de su vida. Harry se puso pálido como la muerte. Sintió que alguien lo llamaba, tal vez era Hermione o Ron, él no lo sabía. Las voces se hicieron más y más débiles hasta que todo quedó sumido en una dulce oscuridad.

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Las siguientes tres semanas pasaron como un borrón de felicitaciones, de visitas de gente que ni siquiera conocía y de personas que iban y le daban su lástima. Para Harry fue un alivio cuando los Medimagos le dieron el alta, diciendo que ya estaba lo suficientemente fuerte como para volver a su casa. ¿Qué casa?, estuvo de preguntar.

Claro, él podría ir a La Madriguera y vivir un tiempo con los Wesley, pero sabía que en ese lugar todos le atenderían y no le dejarían hacer nada y

eso no era lo que Harry quería, además no había hablado con Ron desde que despertó por tercera vez en aquella cama de hospital y le gritó cuando comenzó a decirle que sentía lo de sus piernas, y también sabía que la familia debía poner más atenciones en Fred que en él, ya que el gemelo estaba gravemente herido y no quería quitarle parte de la atención que recibía. Tampoco podría ir con Hermione, porque ella volvería a Hogwarts para completar sus estudios. La única opción que le quedaba era volver al 12 Grimmauld Place, estaba seguro de que Kreacher lo recibiría muy bien y le ayudaría con todo, ya que después de haberle dado el guardapelo de Regulus, el elfo doméstico se había vuelto mucho más amable con Harry, sabía que por ese lado no había problema, pero esa casa estaba llena de fantasmas y recuerdos que no estaba seguro de poder soportar de nuevo.

Después de muchas horas pensando, finalmente se resignó a que no le quedaba otra alternativa, tendría que vivir en Grimmauld Place. Cuando le comunico a la Medibruja que estaba de turno que ya había decidido adonde iría, la bruja le ayudó a vestirse con ropa normal (que la señora Weasley le había traído) y posteriormente le ayudó con el papeleo que debía rellenar para poder salir del Hospital. Una vez hecho eso, lo pusieron en una silla de ruedas y lo transportaron por la red Flú hasta Grimmauld Place.

Kreacher, que estaba advertido de la llegada de su amo Potter, ya tenía preparada una cena digna de un Rey y la casa estaba totalmente limpia, también había preparado un cuarto en la primera planta para que Harry no tuviese problemas para subir por las escaleras. Cuando la bruja que lo había acompañado se fue, Harry cenó por fin algo más sólido que la asquerosa comida que le daban en el hospital y luego de agradecerle a Kreacher por la comida, se dirigió hasta su nuevo cuarto. Solo allí Harry se permitió llorar por lo que había perdido y por los sueños que habían quedado rotos y olvidados.

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Los días se transformaron en semanas y las semanas en meses, ya seis habían pasado desde que despertó en San Mungo y desde que le dijeron

que no podría volver a caminar, aunque en ese transcurso de tiempo ya tenía casi toda su sensibilidad recuperada, es decir, sentía sus piernas, pero no podía moverlas.

Harry no estaba bien. Durante el día, Harry se pasaba viendo la ventana, haciendo excepciones solo para comer e ir al baño y durante la noche lloraba y lloraba hasta que se quedaba sin lágrimas. Cuando iba la Medibruja a ayudarle con los ejercicios que mejoraban su sensibilidad en las piernas, era el único día en el que se molestaba en bañarse y cambiarse de ropa, el resto de la semana se la pasaba en pijama y con el cabello sucio y largo. Sus amigos tampoco iban a visitarlo, no después de que les gritara y les cerrara la puerta en las narices porque no soportaba ver la lástima en sus caras, aunque era hipócrita ya que él mismo se revolcaba en la autocompasión todos los días.

Ese día estaba en medio de la interesante tarea de ver la ventana, cuando la puerta sonó. Era raro, ya que generalmente la bruja que le ayudaba con sus ejercicios no usaba la puerta, si no que usaba la chimenea y tampoco iba los martes. Le pidió amablemente a Kreacher que fuera a ver quién tocaba la puerta pero que no le abriera, mas antes de que Kreacher pudiera cumplir el pedido, la puerta se abrió y fuera quien fuese el intruso entró gritando:

—¡POTTER! ¡DEJA DE NADAR EN LÁSTIMA Y PARA DE ACTUAR COMO UN MOCOSO BERRINCHUDO! —Harry reconoció inmediatamente la voz, pero no dijo nada. Sintió como la puerta de la sala se habría y entraba aquel chico que había sido su mayor enemigo durante cuatro años y novio durante otros dos (aunque no se habían visto desde hace casi un año completo).

—Draco... —comenzó a decir Harry en cuanto el rubio estuvo frente a él.

—No, ahora tú me escuchas a mí. ¿Cómo pudiste ser tan cobarde? Escondiéndote aquí solo con tu autocompasión, sin permitir que nadie te viera. ¡NO DEJASTE ENTRAR NI SIQUIERA A WEASLEY Y A GRANGER! Yo no tenía idea de lo que te había pasado hasta que Molly Weasley me envió una lechuza rogándome que te ayude.

—No quería que me vieran y sintieran lástima o pena por mi —murmuró Harry. La furia de Draco pareció crecer ante esas palabras.

—¡SI TE VEN CON LÁSTIMA ES PORQUE TU NO HAS HECHO NADA POR EVITARLO! ¡Si tú dejaras de encerrarte en este lugar y te esforzaras por salir adelante en lugar de estancarte y sumirte en una depresión nadie te tendría lástima! —A Draco le corrían lágrimas tanto de rabia como de pena por las mejillas. Harry bajó la mirada.

—Lo lamento —dijo con un hilo de voz y lo repitió muchas veces cuando empezó a sollozar. Sin poder aguantarlo más, Draco lo tomó con delicadeza entre sus brazos. Permanecieron en esa posición durante unos minutos que bien pudieron haber sido horas, hasta que Draco se separó lentamente y lo miró a los ojos.

—No vuelvas a hacer esto, por favor. Tú sabes que yo te amo, pero no puedo ayudarte si no me lo permites. Déjame sanarte. —Harry asintió y Draco depositó un suave beso en sus labios.

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Desde ese día las cosas mejoraron enormemente. Draco había logrado hacer que Harry saliera de Grimmauld Place (aunque antes le dio un buen baño) y poco a poco fue retomando su vida casi normal, salía con su Draco a todas partes y ya nadie lo miraba dos veces, porque lo veían feliz. Volvieron a juntarse con los Weasley (Molly llenó de gratitudes a Draco y finalmente apoyó su relación con Harry, y a este último lo regañó por darle un susto de muerte), Hermione se pasaba casi todas las vacaciones por la casa contándole a Harry las novedades de Hogwarts y Harry sabía de buena fuente (ósea de Draco) que Ron llevaba saliendo con Blaise Zabinni un buen tiempo.

—Harry, amor, te tengo una sorpresa —le dijo Draco mientras apoyaba su mentón en el hombro del moreno. Harry miraba la ventana, pero ahora no la veía con anhelo a cosas que ya no tendría, ahora visualizaba un futuro junto a Draco y junto a sus amigos, y estaba más que satisfecho con eso.

—¿Se puede saber qué es? —le cuestionó con una sonrisa e inclinando su

cabeza hasta que ambas estuvieran juntas.

—Si te lo digo no sería sorpresa —le respondió y le tapó los ojos con un pedazo de tela que traía en las manos. Una vez convencido de que Harry no veía nada, tomó los mangos de la silla y la empujó hasta llegar al patio trasero de la casa, allí le destapó los ojos a Harry y al muchacho se le llenaron los ojos de lágrimas cuando vio el regalo que el rubio le había hecho.

—Es…—murmuró, pero se quedó sin palabras. Empujó las ruedas de la silla para avanzar y acercarse al regalo. Era una silla muy parecida a la que tenía, pero en vez de ruedas tenía escobas, era de un color dorado brillante y la madera de los palos estaba completamente brillante y lustrado, las cerdas de las escobas estaban perfectamente recortadas y rectas. El ex buscador de Gryffindor se dio cuenta de que en el mango para sujetarse decía "Saeta de Fuego 2.0". Harry se volteó y vio que Draco ya tenía su escoba en la mano.

—¿Quieres… quieres jugar un partido? —dijo inseguro. Harry volvió a mirar la silla-escoba y miró a Draco de forma desafiante.

—Prepárate, Malfoy, porque vas a perder —se burló mientras levantaba el peso de su cuerpo con los brazos y se traspasaba a la otra silla.

—Ya veremos eso, Potter —exclamó y cuando Harry se hubo puesto los cinturones que traía la silla, ambos se elevaron al mismo tiempo. Desde algún lugar salió una Snitch dorada y ambos buscadores se dispusieron a atraparla. Una hora después, Harry se acercaba rápidamente a la pequeña esfera dorada y con un movimiento de brazo casi invisible, la atrapó.

—¡JA! Te gané Dra… —Harry cortó su celebración cuando vio que la Snitch se abría y de ella salía un pequeño trozo de pergamino que estaba escrito con la caligrafía elegante típica de Draco y decía:

" Eres la Snitch que busco en mi partido de Quidditch. ¿Te casas conmigo?"

De la Snitch salió un anillo de oro blanco muy simple, pero que tenía una banda de esmeraldas por toda la circunferencia. Harry levantó la cabeza y miró a Draco. Este solo se encogió de hombros y le dedicó su típica media sonrisa arrogante.

—Si yo fuera tu acepto, Potter. Esta no es una oferta que haga todos los días —le dijo. Harry voló hasta Draco y le abrazó.

—¡SÍ, SÍ, SÍ Y MIL VECES SÍ! —gritó y le dio un profundo beso en los labios. Draco le pasó las manos por la cintura y Harry cruzó los brazos por sobre su hombro. Desde el suelo, Blaise, Pansy, Hermione y Ron celebraban la inminente boda, y se preguntaban quién sería el siguiente. Tal vez serían Blaise y Ron, o tal vez Pansy y Hermione, pero por ahora…

—Tenemos una boda que planear.

Fin