—Eres puro como la nieve—terminó de cantar Olive mientras rasgaba los últimos acordes en aquella extravagante guitarra. Draco la miraba con una sonrisa en el rostro. En cambio el Squib parado en el umbral de la sala de música no mostraba la misma emoción.
—¿Podrías dejarnos solos por cinco minutos?—preguntó Draco dando un bufido.
—No—respondió el, sintiéndose superior a Draco—. Ordenes de la Señora Malfoy.
Ambos sabían que era cierto, tras haber sido pillados hacía una semana, Narcisa Malfoy confesó lo decepcionada que estaba de ambos y ordenó a aquel fastidioso Squib que los siguiera a todos lados. Varias veces habían intentado escabullirse de él, sin embargo siempre los encontraba, manteniéndolos completamente controlados. Ni siquiera dejaba que se acercaran a menos de un metro de distancia. Olive comenzaba a añorar los brazos de Draco, planeaban entre susurros formas de distraer al Squib. Inclusive merodeaba los pasillos por las noches para que ninguno escapara a la habitación del otro.
—En algún momento debe dormir—susurro Olive mientras se movía con delicadeza al piano, tocando lentamente para que su voz quedase opacada y solo Draco pudiese oírla—. No puede controlarnos siempre.
—Lo está haciendo—contestó Draco, otro bufido cansino salió de sus labio mientras se balanceaba sobre su silla—. Si tan solo nos dejara cinco minutos.
—No puedes hacer mucho en ese tiempo.
—Me subestimas—Draco se levantó de su asiento, caminando al extremo opuesto del piano, su ahora sombra se movió como si Draco fuese a hacer algo sospechoso—. No voy a acercarme, maldito Squib.
Olive se rio ante la ridiculez de la situación, entendía que Narcisa podría castigar a Draco, pero ella solo era una invitada y no tenía porque seguir las reglas de la Mansión Malfoy, o eso había dicho su madre cuando respondió la carta de la queja de Narcisa. Aún recordaba sus cínicas palabras escritas en la corta nota "Por Merlín, Narcisa. Tú no eres una santa" esa había sido una de las pocas ocasiones que su madre le agradaba. Sin embargo Draco solo se lamentaba ante su desafortunada postura.
—No te burles—dijo el joven brindándole una mirada indignada—. Esto también te afecta a ti.
—Encontraremos una manera—Olive movía sus dedos con agilidad ante el piano mientras Draco la observaba cautivado.
—Si lo vemos de forma positiva, es un avance en nuestra relación—explicó él—. Significa que no solo es sexo, aún sin poder tocarte me haces la persona más feliz del mundo. Tu simple presencia me reconforta, y hace que te quiera más.
—También te quiero, Draco—Olive le regaló una mirada de ternura, amaba esos breves momentos donde Draco dejaba de ser arrogante, sacando a flote ese pedazo de romanticismo que albergaba en lo profundo de su ser—. ¿Ni siquiera puedo tomarle la mano?
El Squib se sobresalto, Olive nunca le dirigía la palabra, siempre era Draco quien se quejaba o maldecía para que los dejase solos.
—Lo siento...
—Ordenes de la señora Malfoy—respondieron Draco y Olive al unísono.
—Será en otra ocasión—Olive regresó con las dulces notas del piano, tocando para Draco. Era la única forma de expresarle sin palabras que lo quería.
Aún con el Squib podrían decir que disfrutaban sus días juntos, la única que parecía desaprobar su relación era Bellatrix, cosa que no le importaba a los jóvenes. Sus días se resumían a concentrarse solo en ellos, a finales de la primera semana Draco había conseguido tostar una rebanada de pan a la perfección gracias a la guía de Olive, en cambio el le había enseñado a montar a caballo. Jugaban Quidditch en los jardines de la Mansión, patinaban sobre el estanque congelado del bosque. Olive había organizado un picnic una tarde, lo recordaba con diversión puesto que Draco se negaba a sentarse en el suelo por miedo a algún insecto. El mismo había descubierto como a Olive le fascinaban los roles de canela considerando buena idea enviarle cada día una canasta repleta de panecillos, a tal punto que la chica comenzaba a empalagarse, sin embargo las aceptaba solo por ver los ojos ilusionados de Draco. Era su primera novia, no sabía como actuar y cada que Olive le miraba con ternura su corazón revivía ante tantos años en la oscuridad.
Inclusive Draco le había enseñado el salón en la mansión Malfoy donde pasaba la mayoría del tiempo en su infancia, escondiéndose de su padre y su horrible perro con el que se sentía remplazado. Aún era su sala favorita, una habitación llena de libros y otras curiosidades para su disfrute. Había leído junto a Olive "Los cuentos de Beedle el Bardo"le había contado a Olive lo fascinado que estaba con las predicciones de Tycho Dodonus y esperaba poder leerlo con ella antes de que las vacaciones finalizaran. Porque si, aún con la sombra del Squib vigilando cada uno de sus pasos, se habían divertido, disfrutando la compañía del otro, viviendo en una fantasía esa semana. Algo que tenían derecho a disfrutar dado que cuando regresaran a Hogwarts se verían abatidos por sus propios asuntos. Draco tendría que continuar arreglando el armario. Aún sin que Olive supiese que tramaba, entendía que Draco volvería a estresarse. Esas vacaciones eran un respiro para él y Olive solo deseaba que su sonrisa, esa autentica sonrisa que no dejaba ver al mundo, permaneciera en su rostro todo el tiempo posible.
Sin embargo, aun cuando la felicidad predominaba, extrañaba tomar la mano de Draco, besarlo o simplemente un roce. Como aquella noche antes de Navidad, cuando el Frío azotaba con fiereza y Olive no controlaba los escalofríos de su cuerpo ante el viento que se colaba por los orificios mas estrechos de la ventana.
—El castañeo de tus dientes no me deja dormir—susurró alguien, gateando desde una esquina de su cama, colándose entre las sabanas para abrazarla.
—¿Cómo evadiste a nuestro guardia?—pregunto Olive acomodando su cabeza en el pecho desnudo de Draco, sin entender porque el no temblaba de Frío cuando ella, que portaba mas de tres suéteres gruesos, no podía entrar en calor.
—Un Petrificus Totalus—explicó el, antes habían hablado sobre eso, descartando la idea por temor a lo que Narcisa haría después—. Se que fue arriesgado, mi madre ya me castigara después. Ya no soportaba esto.
—Tampoco podía soportarlo más—Olive se vio envuelta en los brazos de Draco, comenzando a sentir calor gracias a su toque—. ¿Cómo es que no sientes frío?
—Llevo años viviendo aquí—Draco besaba su frente ante cada palabra—. Me he acostumbrado a la frialdad de estos muros, apuesto que en tu hogar es lo mismo.
—La Mansión Hawk es completamente diferente a tu estética gótica—bufó Olive—. Los inviernos son agradables y los veranos frescos ¿Alguna vez has estado en Versalles? Mi hogar es parecido al palacio, evidentemente no tan exagerado.
—¿Por que inspirarse en una estructura así? —preguntó Draco, imaginándose cuan majestuosa podía ser la Mansión Hawk.
—Verás los Hawk, antes de Gran Bretaña—comenzó a contar Olive—, eran una familia noble en Francia, pero no me refiero a nobleza mágica. Llevaban años siendo parte de la corte real en Versalles, gracias a ello los Hawk nos atribuimos una gran fortuna. Pero, los franceses tomaron la Bastilla y los Hawk huyeron con los Duques de Polignac, sin embargo no querían una vida nómada como la que llevaron estos. Viajaron a Gran Bretaña, con la Gran Fortuna y prestigio hicieron nuevos aliados, incrementaron sus riquezas y construyeron un pequeño palacio ajustado a sus costumbres.
—Una historia innecesaria de tu familia—dijo Draco con sarcasmo.
—¿Acaso no sabes tu historia familiar?—preguntó Olive—. MI madre me obligó a aprenderla antes de siquiera aprender a caminar.
—Tu madre parece tener un temperamento fuerte—Draco acariciaba el cabello de Olive, recordando vagamente a su madre y la frialdad que emanaba.
—Más bien diría cruel—Olive se rio un instante—. Una vez cerró las puertas de la mansión, dejándome durmiendo en el jardín, al parecer había olvidado que su hija existía.
—¿Qué hay de tu padre?—preguntó Draco con delicadeza ante la situación.
—Tenía suerte si lo veía una vez al año—Olive suspiró—. Tus padres al menos te aman Draco, los míos solo son despreció puro, demostraron que no importaba cuanto me esforzara o sobresaliera, nunca los llenaría de orgullo. Cuando mi padre murió se supone que debía llorar pero solo estaba avergonzada de ser su hija. Quizá lo único bueno que pudo dejarme fue su dinero, mi madre solo me mantiene a su lado porque ella no tiene nada.
—¿Sólo te interesa el dinero de tus padres?
—De cierta forma—Olive sonrió—. No es que sea avariciosa como mi padre, pero necesito el dinero. Estudiare Medimagia y quisiera viajar buscando diferentes tipos de sanadores, escuche que en Brasil crean sus propios tipos de cura, diferentes a San Mungo o cualquier otro lugar.
—¿Te iras?—inquirió Draco.
—Cuando termine Hogwarts—el tono de su voz disminuyó—. Y si todo sale bien.
Ambos guardaron silencio ante la incertidumbre, ninguno tenía certeza que rumbo tomaría la guerra, ¿Si Voldemort perdía? ellos serían encerrados en Azkaban, si ganaba tampoco sería un lugar seguro.
—Podría ir contigo—susurro Draco, besando nuevamente su frente—. Pase lo que pase nos iremos de aquí, solo tu y yo.
—Y nuestro amado Squib—se burló Olive, besando a Draco, encontrando refugio en su ser.No encontró a Draco a su lado cuando despertó, sin embargo a sus pies se extendía una montaña de regalos, estiro sus brazos para desperezarse, la habitual canasta de roles de canela se encontraba en su cómoda, sin embargo ese día encontraba mas variedad de panecillos, incluidas tartaletas con una nota que rezaba:
Un elfo me dijo que te hartaste de los roles, me gustaría enterarme de esas cosas por ti
Olive sonrió, podía escuchar la arrogancia de su voz calcada en su mente a través del pergamino. Tomo una tartaleta de fresa mientras comenzaba a abrir los demás obsequios; su madre le había regalado unos pendientes con rubíes junto con una nota sobre la extravagancia de la gema. Se sorprendió al ver un regalo de Theo entre el montón, una variedad de libros sobre Medimagia. Daphne hizo una broma dejando un paquete de dulces ácidos y una carta denotante de emoción al poder verse aquel día, donde le daría su verdadero regalo.
Rebusco entre los regalos restantes algún rastro de Draco, sin poder creer que la canasta de panecillos sería su único obsequio por parte de su novio. Encontrando una caja mediana de terciopelo con sus iniciales grabadas. La abrió con euforia, le emocionaba aquello de sobremanera. Una caja circular de madera con ornamentos de plata salto a su vista, la plata tallaba constelaciones, la tapa parecían estrellas en movimiento, al abrirla por completo un ángel de plata comenzó a tocar una lira inundando la habitación de una dulce melodía. Las constelaciones giraban torno a la caja, proyectándose mágicamente sobre esta, iluminando el rostro de Olive con vivos colores azules.
Observo la caja de música, hipnotizada por la melodía que le recordaba a Draco. La dejo abierta mientras se cambiaba, no abrió ningún otro regalo, ya lo haría después. Daphne no tardaría en llegar y Olive deseaba ver a Draco antes de irse posiblemente todo el día.
Para sorpresa de Olive, Draco se encontraba en el jardín, acariciando al perro al que llevaba maldiciendo toda su vida. El Squib estaba cerca de él, aparentemente tranquilo, aunque su disgusto era palpable.
—Feliz Navidad—Olive se acercó a Draco.
—No recibí nada te parte—resopló Draco, dejando al perro en paz—. Fue grosero de tu parte, al igual que rechazar los panecillos.
—Quería darte tu regalo en persona—dijo Olive con una sonrisa—. Aunque ahora parece estúpido comparado con lo que tu me has dado ¿Puedo?—pregunto Olive al Squib, enseñando la pequeña caja entre sus manos. Este asintió con Hastío.
Abrió el regalo, un simple listón rojo se encontraba dentro. Draco la miró desconcertado y a la vez ofendido, hasta que saco completamente aquel listón, viendo como un dije de un pájaro se mantenía en el centro.
—Tal vez no tenga sentido—dijo Olive decidida, aunque por dentro aguantaba las ganas de balbucear por lo ridículo que le parecía—. El día que nos conocimos...
—Tenías un listón rojo—Draco sonrió—. Y te llame pajarito, si este maldito Squib no estuviera aquí te besaría hasta el cansancio.
El sonrojo de Olive era mas notable en aquel día nevado, no pudo ocultarlo ni bajando la mirada. El hecho de que Draco aceptara un regaló que solo tenía un valor sentimental la hizo cohibirse. Era una pena que no pudiese esconder su rostro entre su pecho mientras Draco la abrazaba, sacando un poco de mofa de la situación, quizá incomodándola más hasta llegar a un punto donde solo la besaría para que Olive alejara su vergüenza.
—Por cierto—dijo Olive, tratando de desviar un poco de atención—. ¿Qué dijo tu madre sobre lo de anoche?
—No se veía feliz—explicó Draco—. Aunque tampoco parecía enojada, supongo que con suerte nos dejara bailar una vez está noche.
—Es mejor que nada.
—Olive—un grito eufórico los sorprendió a ambos, Daphne corría a través del jardín, envolviendo a Olive entre sus brazos, ella hizo lo mismo con dificultad ante la fuerza del agarre de su mejor amiga.
—Oye, vas a asfixiar a mi novia.
—¿Tu novia?—pregunto Daphne con emoción, dejando solo un brazo sobre los hombros de Olive—. Sabía que estas vacaciones los dejarían juntos.
—Gracias, Draco—contesto Olive—. ¿Qué paso con lo de mantenerlo en secreto hasta que sea prudente revelarlo?
—Es tu mejor amiga—explicó Draco—. Si no se entera hoy hubiese indagado hasta enterarse sola.
—¿Acabas de llamarme entrometida?
Draco y Olive sonrieron con complicidad, recibiendo una mirada severa por parte de Daphne.
—No me tientes, Malfoy—bufó Daphne—. No es que precisamente este contenta contigo, ¿Cómo se te ocurre enviarme un frasco de Amortentia? No necesito enamorar a nadie.
—Claro que lo necesitas—se burló el rubio—. Así tal vez pueda pasar mas tiempo con mi novia.
—Feliz Navidad a ti también, Draco—dijo con tono molesto—. Como sea ¿Nos vamos?
—Claro, te veré esta noche—se despidió Olive.
—Adiós.Había sido una tarde bastante divertida, Olive nunca había vivido una experiencia así. La soledad la empujaba siempre para mantenerse a raya y sin amigos en aquel tiempo no era posible encontrar ni una pizca de regodeo. Daphne era sin duda una de las mejores personas que tenía suerte de tener en su vida. Aún así, parecía que Daphne se esforzaba por compensar algo, tal vez el hecho de que la había ignorado tiempo atrás. Olive nunca dijo nada al respecto, ni a las demás personas que comenzaron a acercarse a ella solo por que les parecía conveniente. Como Olive era la cabeza de Slytherin tenían que ir con cuidado a menos que quisieran hacer enojar a la reina, y como si fuese una corte real, solo estaban a su lado alabándola para conseguir algo.
Pero Daphne no era así, nunca pidió nada a Olive más que su amistad, algo tardía, sin embargo en ese momento se encontraban en la habitación de Olive arreglando sus vestidos entre risas y recuerdos tontos de esa tarde. Daphne había insistido en que le contara todos los detalles sobre su actual relación con Draco, compartió con ella su desagrado por el Squib que les impedía acercarse y el como Narcisa sobreprotegía a Draco.
—¿Acaso piensa que será casto por siempre?—se burló Daphne mientras peinaba el cabello de Olive en una coleta—. Si tan solo supiera todo lo que ha hecho...
—Estas hablando de mi novio y de su madre—Olive trató de decir aquello de forma seria, aunque una risa escapo de sus labios—. Pero tienes razón.
—Estamos listas—Daphne se alejó de Olive para poder observar su cuerpo completo en el espejo, ataviada en un vestido largo color azul marino—. Sin duda una buena elección, de verdad resalta mis ojos y el tuyo resalta todo en ti.
Olive también observó su reflejo, e vestido rojo de terciopelo le se extendía como si fuese una capa por detrás. Una serpiente negra se enrollaba por su espalda, sostenida en cadenas hasta el inicio de sus hoyuelos de Venus. Las mangas eran holgadas por completo, un toque sofisticado que recordaba a los vestidos de la edad media, con una abertura de la falda que se extendía hasta su muslo.
—Te ves asombrosa—dijo Draco mientras entraba a la habitación, el mismo portaba con elegancia un traje negro con una capa gris—. Nunca decepcionas.
—¿Los dejo solos?—preguntó Daphne con tono sugerente y una sonrisa.
—Es bueno que te ofrezcas antes de pedirte que te largues—Draco le regresó la sonrisa al mismo tiempo que la empujaba fuera de la habitación.
—Tu siempre tan sutil, Draco—Olive se acercó a él, dejando la distancia que Narcisa los había obligado a tomar—. ¿Dónde esta ese Squib?
Draco ignoro a Olive, dándole una respuesta al tomar su rostro entre sus manos para comenzar a besarla con toda la emoción que le permitía su cuerpo, aunque había pasado toda la vida sin ella, esa semana donde no pudo tenerla, donde su presencia sin su toque solo lo animo a quererla más. Una espera eterna para él, que valía la pena todo ese tiempo para volver a abrazarla y fundirse entre su piel. Sostenía su nuca con su mano para atraerla hacia él, sintió que el tiempo fuera de ellos no importaba mientras era ahogado por un mar de felicidad, la más pura que alguna vez sintió. Se separó de Olive después de unos minutos que parecieron horas placenteras.
—¿Eso significa que nos perdono?
—Charle con ella está tarde—explico Draco, envolviendo a Olive entre sus brazos—. Dijo que si te quería lo suficiente para desafiarla entonces podríamos estar juntos.
—Debiste hacerlo desde el principio—exclamó Olive ofendida—. Nos hubiéramos evitado tanto.
—Aún tenemos tiempo para estar juntos—Draco plantó un beso en su cuello, una de sus manos se posó en su cadera y la otra en la abertura en su espalda—. Podríamos perdernos la fiesta...
—Se darán cuenta—susurro Olive, pero deseaba quedarse en la habitación con Draco—. Tendremos el mismo problema de antes.
—De acuerdo—Draco le tendió el brazo, el cuál Olive tomó—. Haremos acto de presencia y nos vamos.
—Esa es una buena idea—ambos colocaron sus máscaras antes de entrar al Gran salón de la Mansión Malfoy.
Las paredes blancas estaban cubiertas con hojas de plata que se entrelazaban unas con otras haciendo arcos en las ventanas donde se filtraba el cielo nocturno. Había grandes columnas en el centro, formando una circunferencia en la cúpula de cristal, donde se sostenía un candelabro de oro blanco. Del alto techo ornamentado colgaban guirnaldas de luces blancas. En un rincón había una tarima donde tocaban melodías suaves que invadían el salón.
—Impresionante—dijo Olive, tomando una copa de Vino blanco de un elfo que pasaba por ahí.
—Bailare con mi madre y nos iremos—susurro Draco, antes de desaparecer entre la multitud.
Nuevamente, Olive se sentía incomoda en una fiesta a la que sentía no pertenecer. Tenía suerte que Daphne estuviera entre los invitados enmascarados. Solo sería fácil reconocerla por aquel vestido hermoso que portaba, la encontró en tan solo unos instantes, charlando con un joven de risos negros y traje blanco.
—Olive—saludó Daphne—. ¿Ya conoces a Nikholas?
—Ah, eres tú—bufó Olive, Nikholas tomó su mano para besarla. Olive la alejo rápidamente.
—Parece un encanto ¿no?—dijo Daphne en medio de una risa.
—No diría lo mismo.
—Olive lamento lo que paso hace un año—Nikholas sonrió, como si aquello fuese suficiente—. ¿Te gustaría bailar?
—No bailo—una sonrisa también se asomo de los labios de Olive, tomando un sorbo de su vino.
—Vamos—Nikholas la tomó por la fuerza de la cintura—. Solo tienes que seguirme.
—Ahí estás, Hawk—Draco se acercó a ellos con enojo—. Mi madre quiere que baile una estúpida canción contigo, suéltala Rowle.
Nikholas se alejó, sin perder su sonrisa.
—Bailaremos después, la noche es larga—extendió una mano a Daphne— ¿Tu si bailas?
Olive suspiro mientras caminaba con Draco del brazo hacía la pista de baile.
—Gracias—susurro Olive cuando comenzó a moverse con finura al ritmo de la melodía, Draco era una excelente pareja de baile.
—¿Ese idiota no te lastimo?—preguntó Draco con la furia en la punta de la lengua—. Que de gracias que no quiero arruinar la noche de mi madre o estaría colgando boca abajo en los jardines para que los Pavo Reales lo picoteen.
—Estoy bien—Olive resistió el impulso de besarlo, si bien las mascaras cubrían sus rostros no era garantía de que no los reconocieran—. Estaría mejor si solo fuéramos tu y yo.
—Podemos arreglar eso—susurró Draco, entendiendo al instante su propuesta—. Vamos.
Gracias a la algarabía del baile pudieron escabullirse sin ser notados hacía la habitación contigua, una de las tantas bibliotecas de la mansión. Sin perder el tiempo Draco comenzó a besarla en cuanto la puerta fue cerrada, sus manos describían un viaje por todo el cuerpo de Olive quien se estremecía al sentir sus frías manos sobre las partes de su piel descubiertas.
Draco tomó a Olive de las caderas, cargándola para dejarla sentada en un escritorio, las piernas de la chica se envolvían en su cadera a través del largo vestido. Solo su pierna izquierda estaba expuesta, siendo acariciada por Draco que besaba su cuello.
El sonido de la puerta hizo que se sobresaltaran, rápidamente se separaron. En la oscuridad eran distinguibles dos figuras que parecían no haber notado la presencia de los jóvenes, sin hacer ruido, Draco y Olive se escondieron bajó el escritorio con el reciente agitamiento de su encuentro, combinado con la creciente adrenalina de ser descubiertos nuevamente.
—Mirelle, por favor cálmate—dijo una de las personas al momento de encender la luz.
—Es mi madre—susurró Draco, tomando con fuerza la mano de Olive.
—Y mi madre—musitó Olive, apenas audible—. ¿Nos vieron?
Draco negó, concentrándose en la conversación que mantenían Narcisa Malfoy y Mirelle Hawk.
—¿Cómo se supone que me calme?—exclamó Mirelle, su tono de voz denotaba lo mucho que había bebido—. Mi esposo murió al servicio de Quien tu sabes y ese pequeño monstruo ahora tiene la marca. Snape no me contó más.
—Entiendo tu preocupación—dijo Narcisa.
Draco y Olive se aferraron el uno a otro, nunca habían escuchado lo que otros pensaban sobre sus desiciones, aunque Draco había sido forzado por amenazas. Ser un mortifago no era una decisión para el como lo había sido para Olive.
—Preocupación—bufó Mirelle—. Irónico que me preocupe por ella cuando ni siquiera es mi hija, Snape era el único que lo sabía.
Draco observó con detenimiento a Olive, no parecía tener ninguna reacción ante aquello, o simplemente era el hecho de que no sabía como reaccionar.
