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-Puedo faltar a Aritmancia -dijo Draco, manteniendo a Olive cerca de su pecho, había estado llorando toda la noche, y lo entendía a la perfección. Descubrir de una manera tan abrupta que su vida era una mentira, que tras años de horrores pudo ser otra persona. Y pensaba de una manera egoísta que si no hubiese sido Olive Hawk tal vez no estaría enamorado de ella, o lo estaría de todas formas. En esos instantes solo consideraba las posibilidades del pasado, en cuantas líneas de tiempo estarían juntos, y en cuantos futuros se quedarían juntos.
Otra cosa que consideraba eran las maneras en que podría ayudarla a cesar su llanto. La había abrazado, llenado su nívea piel de besos cariñosos, escuchado atentamente sus palabras entre sollozos mientras Olive le contaba que Snape no sabía quienes eran sus verdaderos padres. Una mentira por parte de Olive que Draco ignoraba y no cuestionaba, confiaba en ella más de lo que confiaba en otra persona.
-No -contesto Olive obligándolo a salir de la cama-. Ya te perdiste el desayuno y Defensa por mí. Tienes que ir.
-Como si de verdad importara -bufó Draco-. Prefiero quedarme aquí, solo contigo.
-¿Qué hay de lo demás?
Draco guardó silencio mientras abrochaba sus agujetas, sabía a lo que Olive se refería, la misión del Señor Tenebroso, aunque ninguno se había contado que era lo que tenían que hacer, Olive notaba en Draco la frustración y la culpa. Queriendo deslindarse de esa tarea que ahora le parecía imposible, tomando a Olive como una excusa. Más que una excusa aún deseaba tiempo, y si no lograba reparar el armario, si no infiltraba mortifagos a Hogwarts, si no mataba a Dumbledore lo matarían a él, a su familia y ahora también a Olive. Por eso mismo, se negaba a alejarse de ella, por el tiempo que había perdido y el que creía perder para todo.
-Te veré en la comida -se despidió, dando un beso en la frente de Olive, saliendo de su habitación con cautela, sin embargo no se dirigía a su clase de Aritmancia.-¿Qué demonios le hiciste ahora? -pregunto Daphne cuando se sentó al lado de Draco, alejado de todos en el Gran Comedor.
-¿Por que asumes que yo tuve algo que ver? -Draco miraba a Olive, parecía enferma. Su piel había adquirido un tono cetrino en tan solo unas horas, había ojeras bajo sus ojos hinchados y un resaltable color rosa se extendía desde su nariz hasta sus mejillas. Sin mencionar que su porte elegante fue sustituido por una apariencia desordenada. Miraba a la nada, revolviendo su puré de patatas.
-No quiere decirme que tiene -bufó Daphne-. Pensé que tal vez tú...
-Daphne, se que es tu mejor amiga -comenzó a decir Draco irritado-. Pero a veces no tienes porque entrometerte en todo, deja de pensar que en estas circunstancias me atrevería a hacerle daño, si no quiere decírtelo es asunto suyo.
-Busco lo mismo que tú, hacerla feliz -respondió Daphne, con la misma actitud que Draco había tomado-. Si de verdad fue tu culpa...
-¿Acaso estás enamorada de ella? -interrumpió nuevamente Draco con burla-. Te recuerdo que es mi novia, ella decidirá quien la hace más feliz.
Con ese comentario, Daphne se levantó de su asiento en dirección a Olive, la rubia tenía una ventaja sobre él, podía estar con olive todo el tiempo que quisiera sin ser cuestionado sobre sus intenciones. Nadie la vería mal si Daphne tomaba su mano o la abrazaba para consolarla como hacía en ese momento frente a todos. Pero Draco siempre sería una historia diferente, no imaginaba las reacciones de las personas si el decidía besarla en el Gran Comedor, los murmullos y rumores si es que la tomaba de la mano al pasear por los pasillos o que simplemente se acercara a ella sin provocar un alboroto.
Era bien sabido en Hogwarts lo que ambos eran, el como se odiaban. Pasando noches entre el alumnado del colegio, invitando a cualquiera a una noche divertida. Trataba de recuperar un poco de esa sensatez que lo había empujado hacia atrás por años, solo por Olive. Sin embargo era Olive la que lo hacía querer saltar con ella, dejar de lado la sensatez, volverse sordos ante los rumores y ciegos si no se trataba del otro. Le había prometido mantenerlo en secreto, más ahora que su vulnerabilidad era una balanza tratando de encontrar equilibrio. Al menos Draco quería formar parte del peso que nivelara sus sentimientos.
Pero solo podía observar, tras las sombras y el silencio como Daphne obligaba a Olive a salir del Gran Comedor, como Olive no dirigía más que una mirada a la mesa de Gryffindor reteniendo los ojos verdes de Harry bajo los anteojos ¿Acaso eso había sido una sonrisa?Estrelló el frasco contra el suelo, frustrado. Odiaba el armario, se odiaba a si mismo por ser un incompetente, por no lograr ningún avance. En las vacaciones se había mostrado ligeramente emocionado con Olive ante un posible avance en su misión, un plan que en ese momento le parecía inútil e inservible. Envenenar una botella de Hidromiel de la que aún no tenía certeza si había sido recibida por el director, la respuesta obvia era que no o él no estaría arreglando ese maldito armario.
Volvía a sentirse vacío, comenzaba a romperse. Al menos eso sentía por dentro, la desesperación de tener las manos vacías, pensar que podría morir en solo unos meses, que todo lo que amaba estaba en juego por las decisiones de su padre que lo atormentaban a él, como si fuesen sus errores.; algo que Draco no debía pagar.
Desgarrando su interior más de lo que cualquier persona podría soportar, comenzaba a sentirse culpable nuevamente por el gran peso sobre sus hombros: matar a Dumbledore, protegerse, proteger a su familia. Repetía eso una y otra vez en su mente, cada repetición lo desmoronaba cada vez con más intensidad. Había tenido ideas, cavilaciones turbias sobre lo que podría hacer para quitarse esa sensación como un mar salvaje que lo atormentaba.
Con rabia lanzó el hechizo que podría reparar el armario, una, dos, tres veces, hasta que comenzaba a quedarse sin voz, remplazada por un sollozo ronco gracias a sus gritos. Se sentó en el suelo, con la cabeza entre las rodillas mientras evitaba llorar completamente, sus manos jugaban con uno de los vidrios en el suelo y hacerlo sería tan fácil como pensarlo mientras se preguntaba si tendría las agallas para hacerlo. Subió rápidamente la manga de su camisa dejando a la vista una cicatriz extraña que cubría la marca.
Su mano se aferraban al pedazo de cristal y a la idea de poder arrancar su problema de raíz. Comenzó a sangrar por la fuerza empleada, el espeso líquido escarlata se escapaba entre sus dedos pero ni siquiera le importaba haber cortado la palma de su mano por accidente, con un rápido movimiento, sin pensar más incrusto ese mismo cristal en su antebrazo izquierdo, ahogando un grito de dolor mordiendo sus labios. Nada había cambiado, la marca regeneró su piel, Draco se encontraba en desesperación total, enloquecido con la idea de poner fin a su problema, cortando una y otra vez. Consiguiendo solo dolor y heridas mas allá de la marca.
Estaba solo, y sabía que no lo estaba.
Salió de la Sala de Menesteres sin aviso, su camisa blanca con grandes manchas rojas que intentaba cubrir con la túnica, de todas formas nadie lo vería. Debía ser medianoche y si llegaba encontrarse con Filch nuevamente pondría de excusa una clase perdida de Astronomía o las heridas en su brazo insistiendo en ir a la enfermería. Llegó a la Sala Común vacía, subiendo a la habitación de Olive que descansaba plácidamente.
La odio solo por eso, ¿Cómo podía dormir tan fácilmente mientras el se rompía día con día por la misión? Ni siquiera parecía importarle su propia misión, procrastinando todo el tiempo que le era posible. La detestó, pero era su ira hablando. No podía detestarla ni mucho menos odiarla. Otro sollozo escapó de sus labios porque en realidad la amaba, se odiaba a el mismo por pensar negativamente sobre ella aunque fuese un instante. Olive no tenía la culpa de su masería, no tenía la culpa de sus obligaciones, ella tenía las suyas propias aunque no supiese cuales eran.
Se acostó a su lado, tragando las lágrimas saladas, un intento vano de no despertar a su novia.
-¿Draco? -preguntó Olive con preocupación-. ¿Qué ocurre?
-Cállate y duerme.
Olive ignoro por completo a Draco, encendiendo una lampara para encontrarse a su novio lleno de sangre que comenzaba a secarse.
-Por Merlín -exclamó Olive tomando su varita después de abrir la camiseta de Draco para encontrar sus heridas-. ¿Qué demonios Draco? ¿Ahora quieres matarte?
-No es diferente a lo que tu hiciste -replico Draco-. ¿Cómo le llamaste? Aliviar un dolor con otro.
Olive suspiró sin decir nada más que un par de hechizos que detuvieron el sangrado.
-¿Qué ocurre? -pregunto nuevamente Olive con tono suave mientras lo envolvía en sus brazos.
-No puedo continuar con la misión -explicó Draco, contándole absolutamente todo, como lo había dicho, confiaba en ella y sabía que Olive igual buscaba cualquier oportunidad para escapar de su destino. Que ella quería la felicidad de Draco como él deseaba la suya, sabía que ambos estaban rotos en ese momento. Más que rotos, sin embargo un simple abrazo siempre podía cambiarlo todo.
