Harry Potter: Una lectura distinta, vol. 6

Por edwinguerrave

Copyright © J.K. Rowling, 1999-2008

El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados, para su adaptación cinematográfica, son propiedad de Warner Bros, 2000.


Antes de comenzar... Necesito pedirles disculpas si han notado que en los últimos capítulos (incluso desde que comencé este sexto volumen) la calidad ha decaído. He estado pasando algunas dificultades personales, especialmente en el aspecto emocional, las cuales han impactado en la calidad que siento que no le estoy brindando al producto que ustedes, mis dilectos lectores, merecen. Así que, por favor, me gustaría que me comentaran sus sugerencias, opiniones o reclamos, para tratar de mejorar y brindarles la experiencia que ustedes merecen...


El Príncipe Mestizo (o "El Misterio del Príncipe")

CAPÍTULO 8 La victoria de Snape

—Supongo que lo tuve merecido —reconoció Harry en el momento que Frank dejaba el pergamino en el atril.

—Bueno, hijo —dijo James—, te la jugaste para obtener información.

—Así es, Potter —reconoció Moody—, lamentablemente no salió como esperabas, y eso siempre pasa en el trabajo del auror.

—Así es —dijo Frank—, lo digo por experiencia propia. Un pequeño error y te puede costar mucho.

Snape asintió en silencio, regodeándose en lo último leído según le pareció a Lily, hasta que vió el atril delante de su butaca.

—No creo que La victoria de Snape sea un título interesante para un capítulo —dijo mirando con displicencia a Harry.

—Habrá que ver de qué se trata, Severus —intervino Dumbledore—, así que si eres tan amable, puedes comenzar.

Snape encogió los hombros y comenzó a leer, mirando a Harry de vez en cuando.

Harry no podía mover ni un músculo.

Tendido bajo la capa invisible, oía voces y pasos provenientes del pasillo y notaba cómo la sangre que le brotaba de la nariz le resbalaba, caliente y húmeda, por la cara. Lo primero que pensó fue que seguramente alguien se encargaba de revisar los compartimientos antes de que el tren volviera a partir. Pero enseguida se dio cuenta de que, aunque alguien mirara en el que él se hallaba, no podría verlo ni oírlo. Su única esperanza era que entraran y tropezaran con él.

Harry nunca había odiado tanto a Malfoy como en ese momento, tendido patas arriba como una tortuga, mientras la sangre se le escurría en la boca entreabierta y le producía náuseas. En qué situación tan estúpida había acabado… Los últimos pasos que se percibían en el pasillo iban apagándose; los alumnos ya desfilaban por el andén, y Harry los oía hablar y arrastrar los baúles.

Ron y Hermione creerían que había bajado sin esperarlos, y cuando llegaran a Hogwarts y ocuparan sus asientos en el Gran Comedor, miraran a ambos lados de la mesa de Gryffindor varias veces y por fin comprendieran que no se encontraba allí, él ya estaría a mitad de camino de regreso a Londres.

—La tuviste bastante complicada, papá —comentó JS con seriedad.

—Se puede decir que lo merecía —soltó Draco, a lo que Harry sólo movió el hombro descuidadamente.

Intentó emitir algún sonido, aunque sólo fuera un débil gruñido, pero fue en vano. Entonces recordó que algunos magos, como Dumbledore, podían realizar hechizos sin hablar, de modo que intentó hacerle un encantamiento convocador a su varita, que se le había caído de la mano, diciendo mentalmente «¡Accio varita!» una y otra vez, pero no ocurrió nada.

—Sin varita, el encantamiento convocador no funciona —indicó Rose, a lo que el profesor Flitwick, con orgullo, daba su reconocimiento con un efusivo asentimiento.

Le pareció percibir el susurro de los árboles que bordeaban el lago y también el lejano ululato de una lechuza, pero nada que indicara que estaban buscándolo, ni siquiera (y se avergonzó un poco al pensarlo) voces ansiosas preguntando dónde se había metido Harry Potter. La desesperación lo fue embargando cuando imaginó la caravana de carruajes, tirados por thestrals, avanzando lentamente hacia el colegio y las amortiguadas risotadas que, con toda seguridad, saldrían del coche de Malfoy una vez hubiera relatado a sus compañeros de Slytherin la mala pasada que le había jugado.

El tren dio una brusca sacudida y Harry quedó tumbado sobre un costado. En esa postura, en lugar del techo veía debajo de los asientos. La locomotora se puso en marcha y el suelo empezó a vibrar. El expreso de Hogwarts estaba a punto de abandonar la estación y nadie sabía que Harry todavía se hallaba en uno de sus vagones. Entonces el muchacho notó que la capa invisible se levantaba y oyó una voz:

Hola, Harry.

Se escuchó un suspiro colectivo cuando el aire retenido en muchos se liberó, provocando algunas risas. Tonks sólo sonrió ligeramente.

Hubo un destello rojizo y Harry recuperó la movilidad. Al punto logró sentarse y, adoptando una postura más digna, se limpió la sangre de la magullada cara con el dorso de la mano y levantó la cabeza para ver a Tonks, que sujetaba con una mano la capa invisible.

Tenemos que salir de aquí ahora mismo —dijo la bruja mientras el vapor empañaba las ventanas del tren, que ya salía de la estación—. Corre, saltaremos.

Harry la siguió por el pasillo. Tonks abrió la puerta del vagón y saltó al andén, que parecía moverse más deprisa a medida que el convoy ganaba velocidad. El chico la imitó y aterrizó trastabillando, pero se enderezó a tiempo de ver cómo la reluciente locomotora de vapor de color escarlata aceleraba y se perdía de vista tras una curva.

Algunos aplausos se escucharon, lo que hizo que Snape bufara con molestia, pero no se detuvo en la lectura.

El frío nocturno le alivió el dolor de la nariz, pero estaba abochornado por haber sido descubierto en una postura tan ridícula. La bruja, impasible, le devolvió la capa y preguntó:

¿Quién ha sido?

Draco Malfoy —contestó Harry con amargura—. Gracias por… bueno…

De nada —repuso Tonks sin sonreír. El andén estaba en penumbras y no se veía muy bien, pero a Harry le pareció que la bruja aún tenía el cabello desvaído y un aspecto tan triste como el del día en que se habían encontrado en La Madriguera—. Si te quedas quieto un momento te arreglaré la nariz.

—Así fue —reconoció Tonks. Remus le tomó la mano, pero no comentó nada.

A Harry no le hizo mucha gracia; hubiese preferido acudir a la señora Pomfrey, la enfermera de Hogwarts, de la que se fiaba más tratándose de hechizos sanadores, pero creyó que sería de mala educación decirlo, así que se quedó quieto como una estatua y cerró los ojos.

¡Episkeyo! —exclamó Tonks.

Harry notó en la nariz un intenso calor seguido de un intenso frío. Levantó una mano y se tocó la cara con cuidado: en efecto, estaba curado.

—Hombre de poca fe —dijo Tonks, provocando risas en los más jóvenes y una mirada dura de Snape, a quien le replicó—. Relájate, hombre. Parece que nunca vas a dejar de ser como eres.

—Es cierto, Severus —concordó Dumbledore—, no necesitas ser tan exigente.

—Como sea —simplemente respondió Snape, para luego seguir la lectura.

Muchas gracias —dijo.

Vuelve a ponerte la capa. Iremos caminando al colegio —repuso Tonks, aún sin sonreír.

Mientras el muchacho se echaba la capa por encima, la bruja agitó su varita: una inmensa criatura plateada de cuatro patas salió de ella, echó a correr y se perdió en la oscuridad.

¿Qué ha sido eso? ¿Un patronus? —preguntó Harry, que en una ocasión había visto cómo Dumbledore enviaba un mensaje de ese modo.

Sí. Aviso al castillo que te he localizado para que no se preocupen. ¡Vamos, no nos entretengamos!

—¿Y qué forma tiene tu patronus, mamá? —preguntó Teddy.

—Seguramente el que tiene el tuyo —le respondió Tonks—. Muchas veces los hijos heredan el patronus de alguno de los padres. Pregúntale a Harry.

—Exactamente —reconoció el aludido—, mi patronus es el de mi padre, Cornamenta.

—Como se leyó en las peleas que el tío Harry tuvo contra los dementores en tercer y cuarto año —mencionó Rose.

Echaron a andar hacia el camino que conducía a Hogwarts.

¿Cómo me has encontrado?

Advertí que no bajabas del tren y sabía que tenías la capa invisible —explicó la bruja—. Pensé que quizá te hubieses escondido por alguna razón. Cuando vi aquel compartimiento con las cortinas echadas, decidí inspeccionarlo.

—Gracias —dijo Lily, haciendo sonreir a Tonks.

Vale, pero ¿qué haces tú aquí?

Me han destinado a Hogsmeade para proporcionar protección adicional al colegio.

¿Eres la única, o…?

No, también están Proudfoot, Savage y Dawlish.

Dawlish, ¿el auror al que Dumbledore atacó el año pasado?

Así es.

Avanzaban con dificultad por el desierto camino siguiendo las huellas dejadas por los carruajes. Harry, tapado con su capa invisible, miró de reojo a Tonks. El año anterior, ella se había mostrado muy curiosa (a veces hasta el punto de ponerse pesada), reía con facilidad y hacía bromas. Pero ahora parecía mayor y mucho más seria y decidida. ¿Se debía a lo ocurrido en el ministerio? Harry pensó que Hermione habría querido que él le dijera algo consolador respecto a Sirius, por ejemplo, que ella no había tenido la culpa, pero no era capaz de hacerlo.

Harry no responsabilizaba a Tonks de la muerte de su padrino, ni mucho menos, pero prefería no hablar de ese tema. De modo que continuaron andando en silencio en medio de la fría oscuridad, acompañados por el susurro que hacía la larga capa de la bruja al rozar el suelo.

—No era necesariamente por eso que no me sentía bien —admitió Tonks—, aunque no voy a aclarar las razones.

Algunos bufaron, pero no interrumpieron la lectura.

Harry, que siempre había hecho ese trayecto en carruaje, nunca había apreciado lo lejos que se hallaba Hogwarts de la estación de Hogsmeade.

Finalmente, con gran alivio, vio los altos pilares que flanqueaban la verja, coronados con sendos cerdos alados. Tenía frío y hambre y estaba deseando separarse de esa nueva y deprimente Tonks. Pero cuando estiró un brazo para abrir la verja, comprobó que estaba cerrada con una cadena.

¡Alohomora! —dijo entonces, y apuntó al candado con su varita, pero no sucedió nada.

Así no lo abrirás. Dumbledore lo ha embrujado personalmente —explicó Tonks.

Puedo trepar por un muro —propuso Harry mirando alrededor.

No, no puedes —replicó la bruja con voz cansina—. En todos han puesto embrujos antiintrusos. Este verano se han endurecido mucho las medidas de seguridad.

Aja —Empezaban a fastidiarle las pocas ganas de colaborar de Tonks—. En ese caso, tendré que dormir aquí fuera y esperar a que amanezca.

—La verdad es que no se te sentía muy animada, Tonks —comentó Moody con un toque de sorna.

—Sí —reconoció la aludida—, no estaba de buen ánimo.

Ya vienen a recogerte. Mira.

A lo lejos, junto a la puerta del castillo, se veía la amarillenta luz de un farol. Harry se alegró tanto que hasta se sintió con fuerzas para soportar las críticas de Filch por el retraso, así como sus peroratas sobre cómo mejoraría la puntualidad si se utilizaran regularmente instrumentos de tortura. Sin embargo, cuando el portador del farol llegó a unos tres metros de ellos y Harry se quitó la capa invisible para dejarse ver, reconoció la ganchuda nariz y el largo, negro y grasiento cabello de Severus Snape. Y al punto recibió una descarga de puro odio.

—Interesante —reconoció Snape, interrumpiéndose—, no sabía en ese momento el aprecio que me tenías.

—Aprecio que, como bien recordará, es mutuo —replicó de inmediato Harry. Justo cuando Snape iba a replicar, Dumbledore dijo:

—Dejemos que la lectura nos ilustre cómo se desarrollaba su relación, Severus, Harry.

Harry levantó las manos aceptando la propuesta del director, mientras que Snape sólo tensó los labios antes de retomar la lectura.

Vaya, vaya —dijo Snape con desdén; sacó su varita mágica y dio un toque al candado, con lo que las cadenas serpentearon hacia atrás y la verja se abrió con un chirrido—. Ha sido un detalle por tu parte que hayas decidido presentarte, Potter, aunque es evidente que en tu opinión llevar la túnica del colegio desmerecería tu aspecto.

No he podido cambiarme porque no tenía mi… —se disculpó el chico, pero Snape lo interrumpió:

No es necesario que esperes, Nymphadora. Potter ya está… a salvo bajo mi custodia.

El mensaje se lo he enviado a Hagrid —objetó Tonks arrugando la frente.

Hagrid ha llegado tarde al banquete de bienvenida, igual que Potter; por eso lo he recibido yo. Por cierto —añadió, retirándose un paso para que Harry entrara—, tenía mucho interés en ver tu nuevo patronus —Y sin más cerró la verja en las narices de Tonks y volvió a tocar con su varita mágica las cadenas, que, tintineando, serpentearon de nuevo hasta recuperar su posición original—. Creo que te iba mejor el viejo —concluyó con un deje de maldad—. El nuevo parece un poco enclenque.

—No sabía que el mensaje era para mí —indicó Hagrid, algo sorprendido.

—No sabía que uno podía cambiar el patronus a voluntad—comentó Roxanne.

—No siempre es a voluntad —explicó Remus—, muchas veces es por algún cambio emocional, como duelo, enamoramiento o trauma. Pero cambiar el patronus voluntariamente es muy raro. No es usual, quiero decir.

—Así es —confirmó Dumbledore—. Cambiar la forma del patronus implica un cambio emocional muy fuerte o un poder de convencimiento personal a toda prueba.

Al darse la vuelta, Snape hizo oscilar el farol y Harry vio fugazmente la mirada de sorpresa y rabia de Tonks. Luego la bruja quedó otra vez envuelta en sombras.

Buenas noches —le dijo Harry al echar a andar hacia el colegio con Snape—. Gracias por todo.

Hasta otra, Harry.

Snape guardó silencio aproximadamente un minuto, mientras Harry generaba ondas de un odio tan intenso que parecía increíble que el profesor no notara que le quemaban. Si bien el muchacho lo había aborrecido desde su primer encuentro, la actitud de Snape hacia Sirius lo había colocado para siempre más allá de la posibilidad del perdón. Dijera lo que dijese Dumbledore, ese verano Harry había tenido tiempo de sobra para reflexionar y concluir que, con seguridad, los insidiosos comentarios que Snape le hiciera a Sirius Black, respecto a que éste se quedaba a salvo y escondido mientras el resto de los miembros de la Orden del Fénix combatían a Voldemort, fueron un factor determinante para que Black saliera de Grimmauld Place y fuera al ministerio la noche en que lo mataron. Harry se aferraba a esa idea porque le permitía culpar a Snape, lo cual le resultaba satisfactorio, y también porque sabía que si había alguien que no lamentaba la muerte de su padrino, ése era el hombre que ahora iba a su lado.

—Interesante —comentó Snape, mirando a Harry—, entonces ¿consideras que yo causé que tu querido padrino fuera a sacrificarse por ti?

—Mi respuesta está en eso que acaba de leer —respondió Harry con molestia—, no pienso agregar algo más.

Cincuenta puntos menos para Gryffindor por el retraso —resolvió Snape—. Y… veamos… otros veinte por tu atuendo de muggle. Creo que ninguna casa había estado en números negativos a estas alturas del curso. ¡Ni siquiera hemos llegado a los postres del banquete de bienvenida! Es posible que hayas establecido un récord, Potter —la rabia y el odio que bullían dentro de Harry parecían a punto de desbordarse, pero habría preferido quedarse en el suelo del vagón y volver a Londres antes que revelarle a Snape la razón de su demora—. Supongo que querías hacer una entrada triunfal, ¿verdad? Y como no había ningún coche volador a mano, decidiste irrumpir en el Gran Comedor en mitad del banquete para llamar la atención.

Harry siguió callado, aunque pensaba que iba a explotarle el pecho. Estaba seguro de que Snape había ido a recogerlo por ese motivo, porque podría aprovechar para pincharlo y atormentarlo sin que nadie lo oyera. Por fin llegaron a los escalones de piedra del castillo, y en cuanto se abrieron las grandes puertas de roble por donde se accedía al amplio vestíbulo enlosado, oyeron voces, risas y tintineo de platos y copas provenientes del Gran Comedor, cuyas puertas estaban abiertas. Harry se planteó ponerse la capa invisible para llegar hasta su asiento en la larga mesa de Gryffindor (que estaba muy mal situada, pues era la más alejada del vestíbulo) sin que nadie lo viera. Sin embargo, Snape, como si le leyera el pensamiento, dijo:

Ni se te ocurra ponerte la capa. Ahora entras y que te vea todo el mundo, que es lo que querías.

—Eres un… —Lily estaba alterada, aunque sólo lo mostraba a través de una respiración forzada—. Eres un miserable y nunca vas a dejar de serlo, Snape. No sé cómo terminaste redimiéndote, o si realmente lo hiciste.

—Tendremos que averiguarlo —le respondió Snape, señalando el pergamino.

—No creo, Snape, no creo —dijo Lily, cerrando los ojos y negando con la cabeza, mientras JS, Al y Lilu la veían con preocupación—. Tu odio hacia nosotros es tan evidente que dudo que sea cierto que te redimiste honestamente. Es imposible que alguien mantenga el nivel de odio que nos tienes ya después de cruzar el velo.

—No te incluyas en lo que haya pasado entre Potter y yo.

—Es mi esposo y es mi hijo —Lily se levantó y se encaró a Snape—. Por supuesto que me incluyo. Si los odias a ellos, me odias a mí también.

James se encogió de hombros al ver a su esposa encarar a la víctima permanente de sus bromas escolares. Luego de unos tensos segundos en silencio, Lily regresó a su asiento y Snape siguió leyendo, con un tono de voz apenas alterado.

Harry traspuso el umbral con decisión; cualquier cosa era mejor que permanecer junto a Snape. Como era habitual, el Gran Comedor, con sus cuatro largas mesas (una para cada casa del colegio) y la de los profesores (al fondo de la sala), estaba decorado con velas flotantes que hacían brillar y destellar los platos. Sin embargo, Harry sólo veía una mancha borrosa y reluciente; iba tan deprisa que llegó a la mesa de Hufflepuff cuando los alumnos empezaban a fijarse en él, y al ponerse éstos en pie para verlo mejor, ya había localizado a Ron y Hermione. Corrió hacia ellos a lo largo del banco y se hizo sitio entre los dos.

—Por suerte —dijo Harry—, logré ubicar rápido a Ron y Hermione.

¿Dónde has es…? ¡Atiza! ¿Qué te ha pasado en la cara? —dijo Ron mirándolo con los ojos muy abiertos, igual que el resto de los muchachos que había alrededor.

¿Por qué? ¿Qué tengo? —replicó Harry, y cogió una cuchara para ver su distorsionado reflejo.

¡Pero si estás cubierto de sangre! —exclamó Hermione—. Ven aquí… —Levantó su varita, dijo «¡Tergeo!» y le limpió la sangre seca de la cara.

Gracias —Harry se palpó el rostro, ya limpio—. ¿Cómo tengo la nariz?

Normal —respondió Hermione—. ¿Por qué lo preguntas? ¿Qué te ha pasado? ¡Estábamos muertos de miedo!

—¿Creías que te iba a dejar con la nariz torcida? —le preguntó Tonks a Harry.

—No —respondió Harry, ante la mirada cortante de Snape—, pero como recuerdas, no podía ver cómo tenía la nariz.

Ya se los contaré más tarde — replicó Harry, cortante. Sabía que Ginny, Neville, Dean y Seamus estaban escuchando; hasta Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor, se había acercado flotando por encima del banco.

Pero… —protestó Hermione.

Ahora no, Hermione —insistió Harry con tono elocuente y enigmático, tratando de hacerles creer que se había visto envuelto en algún asunto heroico, a ser posible relacionado con un par de mortífagos y algún dementor. Por supuesto, Malfoy difundiría al máximo su relato de los hechos, pero siempre cabía la posibilidad de que no llegara a oídos de demasiados alumnos de Gryffindor.

—No importa de quien viniera —intervino Zacharias—, si en el relato mencionan a Harry Potter, se iba a regar como pólvora.

Harry estiró un brazo por encima del plato de Ron para coger un par de muslos de pollo y patatas fritas, pero en ese momento se desvanecieron y fueron sustituidos por los postres.

Pues te has perdido la Ceremonia de Selección —comentó Hermione mientras Ron se abalanzaba sobre un apetecible pastel de chocolate.

—De tus favoritos, Profesor Chocolatín —le susurró Tonks a Remus, haciéndole sonreir.

—Otra vez el tío Harry se perdió la ceremonia de selección —dijo Rose—, como en segundo año por la llegada en el auto del abuelo y en tercero por los dementores.

—Así es —reconoció Harry.

¿Ha dicho algo interesante el Sombrero Seleccionador? —preguntó Harry, sirviéndose un trozo de tarta de melaza.

JS, Al y Harry asintieron en silencio. Definitivamente la tarta de melaza era su favorita.

Más de lo mismo, la verdad… Nos ha aconsejado que permanezcamos unidos ante nuestros enemigos, ya sabes.

¿Dumbledore ha mencionado a Voldemort?

Todavía no, pero siempre se guarda el discurso propiamente dicho para después del banquete, ¿verdad? No creo que falte mucho.

Snape ha comentado que Hagrid llegó tarde al banquete…

¿Has visto a Snape? ¿Cómo es eso? —se extrañó Ron entre dos ávidos bocados de pastel.

Me lo encontré por el camino —mintió Harry.

—Mentira que te honra —reconoció Dumbledore ante la mirada displicente de Snape.

Hagrid sólo se retrasó unos minutos —aclaró Hermione—. Mira, te está saludando con la mano, Harry.

El muchacho miró hacia la mesa de los profesores y sonrió a Hagrid, que, en efecto, lo saludaba con la mano. Hagrid nunca había logrado comportarse con la misma dignidad que la profesora McGonagall, jefa de la casa de Gryffindor, cuya coronilla no alcanzaba el hombro de Hagrid; la profesora estaba sentada al lado del guardabosques y contemplaba con gesto de desaprobación ese entusiasta intercambio de saludos. A Harry le sorprendió ver a la maestra de Adivinación, la profesora Trelawney, sentada al otro lado de Hagrid, porque casi nunca salía de su habitación de la torre y era la primera vez que la veía en un banquete de bienvenida. Iba tan estrafalaria como siempre, cubierta de collares de cuentas y envuelta en varios chales, y sus gafas le agrandaban desmesuradamente los ojos. Harry siempre la había considerado poco menos que un fraude, pero le había impresionado descubrir, al final del curso anterior, que ella había sido la autora de la profecía que provocó que lord Voldemort matara a sus padres e intentara matarlo también a él. Por ese motivo, tenía aún menos ganas de estar cerca de la profesora de Adivinación, pero por fortuna ese año no tendría que estudiar su asignatura.

—Gracias a Merlín —dijo Harry ante la mirada molesta de Lavender y Parvati—. No creo que soportara un año más sus clases.

Los enormes ojos de la profesora Trelawney, que parecían faros, giraron hacia el muchacho, que rápidamente dirigió la vista hacia la mesa de Slytherin. Draco Malfoy describía mediante mímica, ante las carcajadas y los aplausos de sus compañeros, cómo le rompía la nariz a alguien. A Harry volvieron a hervirle las entrañas y bajó la mirada hacia su tarta de melaza. Cómo le gustaría pelear con Malfoy, ellos dos solos…

—Palabras proféticas —soltó Draco sin pensar, para después volver a mostrar su rostro impasible. Scorpius lo miró extrañado, pero no recibió respuesta.

¿Y qué quería el profesor Slughorn? —preguntó Hermione.

Saber qué había pasado en el ministerio —respondió Harry.

Toma, como todo el mundo —repuso ella con desdén—. A nosotros en el tren no paraban de preguntarnos, ¿verdad, Ron?

Sí. Todos preguntaban si es verdad que eres «el Elegido».

Hasta los fantasmas hemos discutido sobre ese tema —intervino Nick Casi Decapitado, inclinando hacia Harry la cabeza, que, como estaba unida al cuerpo sólo por unos centímetros de piel, se bamboleó peligrosamente sobre la gorguera—. Se me considera una autoridad en cualquier tema referente a Potter; todo el mundo sabe que somos muy amigos. Sin embargo, he asegurado a la comunidad de fantasmas que no pienso darte la lata para sonsacarte información. «Harry Potter sabe que puede confiar plenamente en mí. Prefiero morir antes que traicionar su confianza», les he dicho.

Eso no es gran cosa, dado que ya estás muerto —razonó Ron.

—Mala jugada, papá —intervino Hugo.

—Si —reconoció Ron—, me di cuenta al instante.

Una vez más, demuestras la sensibilidad de un hacha desafilada —dijo Nick con tono ofendido, y a continuación se elevó hacia el techo y se deslizó hasta el extremo opuesto de la mesa de Gryffindor en el preciso momento en que Dumbledore, sentado a la mesa de los profesores, se ponía en pie. Las conversaciones y risas que resonaban por todo el comedor cesaron casi al instante.

Snape miró a Dumbledore, quien negó educadamente a la silenciosa pregunta del profesor.

¡Muy buenas noches a todos! —dijo el director del colegio con una amplia sonrisa y los brazos extendidos como si pretendiera abrazar a los presentes.

¿Qué le ha pasado en la mano? —preguntó Hermione con un hilo de voz.

No era la única que se había fijado en ese detalle. Dumbledore tenía la mano derecha ennegrecida y marchita, igual que la noche en que había ido a recoger a Harry a casa de los Dursley. Los susurros recorrieron la sala; Dumbledore, interpretándolos correctamente, se limitó a sonreír y se tapó la herida con la manga de su túnica morada y dorada.

No es nada que deba preocuparles —comentó sin darle importancia—. Y ahora… A los nuevos alumnos les digo: ¡bienvenidos! Y a los que no son nuevos les repito: ¡bienvenidos otra vez! Les espera un año más de educación mágica…

Cuando lo vi en verano ya tenía la mano así —le susurró Harry a Hermione—. Pero creí que se la habría curado… o que se la habría curado la señora Pomfrey.

La tiene como muerta —comentó Hermione con cara de asco—. ¿Sabes?, hay heridas que no se pueden curar. Maldiciones antiguas… y hay venenos que no tienen antídoto…

—Préstenle atención al profesor, vale —reclamó Paula, provocando risas en la Sala.

—… y el señor Filch, nuestro conserje, me ha pedido que les comunique que quedan prohibidos todos los artículos de broma procedentes de una tienda llamada Sortilegios Weasley.

—¡La decepción, hermano! —interrumpió George, provocando un bufido de parte de Snape.

—¡La traición! —exclamó Fred, tomándose el pecho y causando risas en los más jóvenes.

—La protección de los más jóvenes —replicó Dumbledore, aunque sonreía ampliamente.

Los que aspiren a jugar en el equipo de quidditch de sus respectivas casas deberán notificárselo a los respectivos jefes de éstas, como suele hacerse. Asimismo, estamos buscando nuevos comentaristas de quidditch; rogamos a los interesados que se dirijan a los jefes de sus casas. Este año nos complace dar la bienvenida a un nuevo miembro del profesorado: Horace Slughorn —éste se puso en pie; la calva le brillaba a la luz de las velas y su prominente barriga, cubierta por el chaleco, hizo sombra sobre la mesa—. Es un viejo colega mío que ha accedido a volver a ocupar su antiguo cargo de profesor de Pociones.

¿De Pociones?

¿De Pociones?

Las preguntas resonaron por el comedor; todos querían saber si habían oído bien.

¿De Pociones? —se extrañaron también Ron y Hermione, y miraron a Harry—. Pero tú dijiste…

—Tío Harry nunca comentó que él fuera a asumir Defensa contra las Artes Oscuras —recordó Rose—, y tampoco el profesor Dumbledore.

El profesor Snape, por su parte —prosiguió Dumbledore, elevando la voz para acallar los murmullos—, ocupará el cargo de maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras.

¡No! —exclamó Harry, haciendo que muchas cabezas se volvieran hacia él. Pero no le importó: él miraba fijamente la mesa de los profesores, indignado. ¿Cómo podían darle ese puesto después de tanto tiempo? ¿Acaso no se sabía desde hacía años que Dumbledore no confiaba en Snape para ese cometido?

Pero, Harry, tú dijiste que esa asignatura iba a impartirla Slughorn —le recordó Hermione.

¡Eso creía! —repuso Harry, furioso, e intentó precisar cuándo se lo había dicho Dumbledore; pero no logró recordar que el director de Hogwarts hubiera mencionado qué asignatura daría Slughorn.

—Lo que dijo Rose —comentó Dom, haciendo sonrojar a su prima.

Snape, que estaba sentado a la derecha de Dumbledore, no se levantó al oír su nombre; se limitó a alzar una mano para agradecer vagamente los aplausos de la mesa de Slytherin. No obstante, Harry detectó una mirada de triunfo en aquellos rasgos que tanto odiaba.

Bueno, al menos hay algo positivo —se consoló—: Snape se marchará antes de que termine el curso.

—¡Verdad que sí! —dijo Rose—. En primer año, Quirrell murió intentando obtener la Piedra Filosofal para Voldemort; en segundo, Lockhart perdió la memoria tratando de hechizar a papá y a tío Harry; en tercero, el profesor Lupin se tuvo que ir después que fue descubierto como licántropo; en cuarto se descubrió que Barty Crouch Jr estaba suplantando al profesor Moody al final de la prueba del laberinto, y en quinto, Umbridge se metió en problemas con los centauros.

—Un resumen muy preciso, señorita Weasley-Granger —le felicitó Dumbledore, arrancándole una sonrisa a Rose.

¿Qué quieres decir? —preguntó Ron.

Ese puesto está maldito. Nadie ha durado más de un año en él. Incluso Quirrell murió mientras lo desempeñaba. Así que voy a cruzar los dedos para ver si hay otra muerte…

¡Harry! —se escandalizó Hermione.

Quizá Snape vuelva a enseñar Pociones a final de curso —especuló Ron—. A lo mejor ese tipo, Slughorn, no quiera quedarse en Hogwarts para siempre. Moody no se quedó.

Dumbledore carraspeó. Harry, Ron y Hermione no eran los únicos que se habían puesto a cuchichear: el comedor en pleno era un hervidero de murmullos tras saberse que Snape había conseguido por fin su gran sueño. Como si no se hubiera percatado del impacto de la noticia que acababa de comunicar, Dumbledore no hizo más comentarios sobre los nuevos nombramientos y se limitó a esperar a que reinara de nuevo un silencio absoluto.

—Sí me había dado cuenta —reconoció Dumbledore—, pero simplemente dejé que la información calara.

Luego continuó:

Bien. Como todos los presentes sabemos, lord Voldemort y sus seguidores vuelven a las andadas y están ganando poder.

Mientras hablaba, el silencio fue volviéndose más tenso y angustioso. Harry le lanzó una ojeada a Malfoy, que no miraba a Dumbledore, sino que mantenía su tenedor suspendido en el aire con la varita, como si considerara que el discurso del anciano director no merecía su atención.

No sé qué palabras emplear para enfatizar cuan peligrosa es la actual situación y las grandes precauciones que hemos de tomar en Hogwarts para mantenernos a salvo. Este verano hemos reforzado las fortificaciones mágicas del castillo y estamos protegidos mediante sistemas nuevos y más potentes, pero aun así debemos resguardarnos escrupulosamente contra posibles descuidos por parte de algún alumno o miembro del profesorado. Por tanto, pido que se atengan a cualquier restricción de seguridad que impongan sus profesores, por muy fastidiosa que les resulte, y en particular a la norma de no levantarse de la cama después de la hora establecida. Les suplico que si advierten algo extraño o sospechoso dentro o fuera del castillo, informen inmediatamente de ello a un profesor. Confío en que se comportarán en todo momento pensando en su propia seguridad y en la de los demás —Dumbledore recorrió la sala con la mirada y sonrió otra vez—. Pero ahora les esperan sus camas, cómodas y calentitas, y sé que en este momento su prioridad es estar bien descansados para las clases de mañana. Así pues, digámonos buenas noches. ¡Pip, pip!

—Dudo que muchos hayan entendido lo que les dijiste —comentó Moody con voz ronca, mirando a Dumbledore.

—Hice lo que pude —reconoció el director.

Los alumnos retiraron los bancos de las mesas con el estrépito de siempre, y cientos de jóvenes empezaron a salir en fila del Gran Comedor, camino de sus dormitorios. Harry, que no tenía ninguna prisa por mezclarse con la masa de compañeros que lo miraban embobados, ni por acercarse a Malfoy para que éste tuviera ocasión de contar una vez más cómo le había destrozado la nariz, se quedó rezagado, fingió que se ataba los cordones de una zapatilla y dejó que lo adelantaran casi todos los alumnos de Gryffindor. Hermione se había colocado en cabeza del grupo para cumplir, como prefecta, su obligación de guiar a los estudiantes de primero, pero Ron se quedó con Harry.

¿Qué te ha pasado en la nariz? Dime la verdad —pidió cuando ya eran de los últimos que quedaban en el comedor y nadie podía oírlos.

Harry le contó lo ocurrido y Ron no se rió, demostrando así lo sólida que era su amistad.

—En líneas generales —reconoció Ron ante la mirada interesada de varios—, me comentó exactamente lo que se acaba de leer.

He visto a Malfoy explicando con mímica algo relacionado con una nariz —comentó.

Sí, ya. Bueno, eso no importa —replicó Harry, afligido—. Pero logré escuchar lo que decía antes de que descubriera que yo estaba allí…

Se había imaginado que Ron se quedaría pasmado al enterarse de los alardes de Malfoy, pero no le parecieron nada del otro mundo. Harry lo interpretó como pura testarudez.

Hombre, Harry, sólo estaba luciéndose delante de Parkinson… ¿Qué clase de misión le iba a asignar Quien-tú-sabes?

¿Cómo sabes que Voldemort no necesita a alguien en Hogwarts? No sería la primera vez que…

No me gusta que lo llames así —le reprochó una voz a sus espaldas.

—Otra interrupción —reclamó Al, en un susurro mal contenido. Harry encogió sus hombros ante la mirada de su segundo hijo.

Harry se dio la vuelta y vio a Hagrid meneando la cabeza con gesto de desaprobación.

Pues Dumbledore lo llama así —replicó Harry.

Sí, lo sé, pero Dumbledore es Dumbledore, ¿no? —rebatió Hagrid (—No tiene fallas en su lógica —comentó Kevin, haciendo sonreir a Paula)—. Oye, Harry, ¿cómo es que has llegado tarde? Estaba preocupado por ti.

Me he entretenido en el tren. ¿Y tú? ¿Por qué has llegado tarde?

Estaba con Grawp —contestó Hagrid sonriendo—. He perdido la noción del tiempo. Ahora vive en las montañas, en una bonita cueva que le buscó Dumbledore. Allí es mucho más feliz que en el Bosque Prohibido. Mantuvimos una conversación muy interesante.

Varios miraron a Hagrid con sorpresa e incredulidad, pero se mantuvieron en silencio.

¿En serio? —repuso Harry procurando no mirar a Ron, puesto que la última vez que había visto al hermanastro de Hagrid, un violento gigante con una habilidad especial para arrancar los árboles de raíz, comprobó que su vocabulario constaba de cinco palabras, dos de ellas pronunciadas incorrectamente.

Sí, sí, ha progresado mucho —afirmó Hagrid con orgullo—. Te sorprenderías. Estoy pensando en entrenarlo para que sea mi ayudante.

A Ron se le escapó una risotada, pero consiguió que sonara como un fuerte estornudo. Ya habían llegado a las puertas de roble del castillo.

En fin, nos veremos mañana. La primera clase es después de comer. Si llegan pronto podrán saludar a Buck… quiero decir a Witherwings.

Hagrid miró con tristeza al trío, pero no hizo ningún comentario.

Hagrid se despidió de ellos levantando un brazo y salió por las puertas al oscuro jardín. Los dos amigos se miraron. Harry comprendió que ambos estaban pensando lo mismo.

Este año no vas a estudiar Cuidado de Criaturas Mágicas, ¿verdad?

Ron negó con la cabeza.

Tú tampoco, ¿no? —Harry negó también con la cabeza—. ¿Ni Hermione? —agregó Ron.

Harry negó otra vez. No quería pensar qué diría Hagrid cuando se diera cuenta de que sus tres alumnos favoritos habían abandonado su asignatura.

—Fue duro —reconoció Hagrid al momento de ver que Snape cerraba el pergamino y lo colocaba en el atril—, porque, como bien lo reflexionaste, eran mis tres estudiantes favoritos. No sé si aún comprendo las razones por las cuales no quisieron cursar la materia, especialmente Hermione.

—Bueno —reflexionó Harry—, en mi caso y creo que en el de Ron, la materia no estaba como prerrequisito para la Academia de Aurores, por lo que no consideramos necesario verla.

—Exactamente —admitió Ron.

—En mi caso —intervino Hermione—, creo que aprendí lo suficiente en los años que vi la materia, y de haber necesitado más conocimientos, sentía que los podía estudiar por mi cuenta.

Hagrid los miró con decepción pero no comentó más nada. Ron se volteó a tomar un poco de agua, por lo que no vió que el atril con el nuevo capítulo se había ubicado delante de su asiento.


Ahora sí, Buenas noches desde San Diego, Venezuela! Un nuevo capítulo nos reúne en esta "aventura astral de tres generaciones y ocho libros", y en este se muestra cómo Tonks sigue en su etapa depresiva, Snape aprovecha para burlarse de Harry, en esa "pequeña victoria" personal y finalmente la "gran victoria" del pocionista, al obtener la cátedra de Defensa contra las Artes Oscuras, tan deseada desde sus inicios como profesor de Hogwarts, matizada a la vez con la conversación entre Harry, Ron y Hagrid. Como sabemos, este sexto año está lleno de muchos misterios, sorpresas y tensión; pero en mi caso, lo que me llena es el profundo agradecimiento que siento por ustedes, mis dilectos lectores, quienes visitan esta locura, la marcan como favorito, le activan las alertas y la comentan, como esta semana hicieron HpGw6 (sí, un capítulo interesante, espero que haya cumplido tus expectativas), Estrella21 (Ya se vienen, ya se vienen, y espero hacerles justicia), lola (Me alegra que te haya gustado, y sí, se vienen, se vienen), y creativo (Dudo que Rose se vaya a meter en una apuesta donde pierda, aunque puede ser que ocurra. Y bueno, parece que tú nunca creíste en Snape, es comprensible)... De verdad, cada día estoy agradecido por el apoyo que le han dado a esta locura, y espero que me sigan acompañando hasta el final, porque de verdad les confieso que lo estoy haciendo es por ustedes... Saludos y bendiciones!