Hola Holaaaaa
Han notado que estoy actualizando mas rápido, estoy con la inspiración a flor de piel ajajaja, asi que aprovechenlo. Se vienen varias sorpresitas en este cap, con un archivo de 6.073 palabras totales, imagínense lo mucho que los quiero.
Infinitas gracias por sus comentarios:
- kcar: Yo les dije que se venían cambios interesantes en la trama, sólo había que tener paciencia jiji. Me encanta que te encante, avísame que te parece este cap. Un abrazo!
- Lullaby: AAAAAAAAAAAAA aquí esta la actualización boni, a mi parecer no sólo Kouga es una piedra en el zapato, aqui hay multiples piedritas molestando, incluso nuestros protagonistas jajaja. Inuyasha sigue siendo el poliamoroso lujurioso que su personaje de diablo le permite ser, pero digamos que Mila fue un respiro a su dolor cuando mas lo necesitó y eso la hizo ganarse un espacio lo suficientemente importante como para permanecer allí, pegada como lapa XD. Digamos que entre todas las chicas que tienen la fortuna de saborearlo, Mila es la favorita, al menos hasta la llegada de Kag. Espero leerte por aquí pronto! Un abrazo.
- yancyarguetaf: Aqui estoooy, imagínate, apenas 3 días después de la última actualización ajajja algo nunca antes visto (salvo en pandemia, con mi primer fic actualizaba dia por medio, porque tenía muchiiisimo tiempo) ESPERO SIGAS IGUAL DE ENGANCHADA PORQUE UFFFFF
- joiscar: Con esa sangre demoniaca apareciendo de vez en cuando, y que pronto se hará permanente, quizas efectivamente nuestra Kag podría sorprendernos con un desquite que haga sufrir a Inu mas temprano que tarde, que se yo. Igual se lo merece un poquito, demasiado poliamor por desquite digo yo ajajaj.
- Lizitag: Ay muchas gracias! la verdad es que leo cada cap al menos unas 20 veces antes de subirlo e incluso así a finales igual hago algunas modificaciones. Todo para que sea justamente ameno y facil de comprender. Van a reconciliarse y será epico, pero por mientras te daré un poquito de azúcar con este cap. Un beso!
- YokoGH: MUAJAJAJJA se viene pero es que inteeeenso, tu sólo lee esta actualización y me agradeces después jiji. Muchas gracias por tu review!
Puede que para la próxima actualización me demore al menos una semana, asi que de verdad espero que este cap llene su corazón al menos por un ratito. Pero recuerden, yo siempre vuelvo con actualizaciones.
Déjenme saber que les pareció este cap y lo discutimos en mi próxima actualización!, sus comentarios son el motor de mi imaginación.
Infinitos abrazos virtuales
Frani.
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Capítulo 20.- Como ámbar y chocolate.
(Perspectiva de Kagome)
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De: Rin, 16 de agosto, 10:30
"Entonces… ¿Inuyasha fue a verte?
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Aquel fue el primer mensaje que recibí durante la mañana, Rin y yo éramos buenas colegas, sin embargo los últimos días nos habíamos hecho mucho más cercanas.
– ¡Kag, ya está todo listo aquí! - Exclamó Kouga desde el baño.
– ¡Voy enseguida! - Caminé en ropa interior en su dirección mientras miraba distraída el teléfono.
Tecleé rápidamente un "luego te cuento" y entré en el baño, sonreí con aquella temperatura perfecta gracias al vapor del agua caliente.
– El agua está en la temperatura que te gusta. - Exclamó mientras me sonreía desde la bañera.
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De: Rin, 16 de agosto, 10:45
"¿Luego? ¡Pero no puedes dejarme asi!"
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Me reí y volví a teclear.
"Estoy un poco ocupada ahora, no arruines mi diversión"
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Dejé el teléfono sobre el lavamanos y caminé hacia Kouga luego de quitar mis últimas prendas, el agua quemó en un principio, sin embargo luego fue agradable.
– ¿Con quién hablabas? - Preguntó mientras me sentaba a horcajadas sobre él.
– Rin, ¿Recuerdas a Rin?
– ¿La doctora que te atendió? - Asentí.
– Quería saber como estaba, pero le dije que ahora mismo estaba un poco ocupada.
Me sonrió al tomar mi rostro entre sus manos y me besó con cariño.
– ¿Te has sentido bien? - Musitó entre besos.
– Muy bien.
Se detuvo para mirar mi abdomen y tocarlo con suavidad.
– ¿Tu herida?
– Apenas duele.
– Eso es bueno, has sanado rápido.
Sus manos subieron poco a poco y envolvieron mis pechos. Su tacto tibio me hizo suspirar mientras los masajeaba con suavidad, sabiendo que aquella era mi zona favorita. Me escondí en su cuello y gemí bajito cuando el roce de su entrepierna con la mía bajo el agua me llevó poco a poco a un deseo asfixiante. Di mordiscos suaves sobre su piel sin herirlo, sintiendo como se estremecía con cada uno de ellos.
– Kag… - Jadeó intentando concentrarse.
– ¿Hmm? - Musité.
– Te adoro.
Sonreí contra su cuello y lo abracé más a mi.
– Yo también a ti.
– Mucho.
– Demasiado.
El jugueteo previo entre los dos le permitió entrar en mi de una vez con facilidad. Me aferre a su espalda con mis uñas mientras me acostumbraba al vaivén y lo besaba lento, disfrutando cada una de las sensaciones. Fui invadida nuevamente por aquella sensación sofocante de la noche anterior mientras mi placer aumentaba y me moví inquieta entre sus brazos. Él sonrió entre besos mientras me abrazaba por la espalda baja.
– ¿Te duele algo? - Preguntó cuando mis jadeos se hicieron un poco más fuertes.
– No no, estoy bien. - No quería que se preocupara, sólo quería sentirlo y aumentar aquella sensación agradable en mi pecho.
Sentí la sangre hervir por mis venas, mientras él aumentaba la velocidad de sus embestidas y el agua se movía inquieta a nuestro alrededor. Mis besos se hicieron desesperados pero él no tuvo problemas para seguirme el ritmo. Incluso con los ojos cerrados pude sentir como ardían bajo mis párpados, en un principio de forma molesta, sin embargo pronto me acostumbré al dolor.
– Auch. - Se separó de golpe de pronto y llevó su mano a su labio, desde donde una pequeña gotita de sangre se deslizaba por su comisura.
– ¿Yo hice eso? ¡Lo siento! - Acerqué mis dedos para limpiar el rastro rojizo y se rio.
– Hoy estás más intensa de lo habitual, me encanta.
Sonreí y escondí mi rostro en su cuello, abrazándolo a mi.
La mano con la que limpié el pequeño rastro de sangre quedó frente a mi rostro mientras lo abrazaba y mientras él seguía concentrado en lo suyo llevé mis dedos a mi boca, saboreando el sabor ferroso; gemí de forma involuntaria al disfrutarlo.
Su aroma se hizo mas intenso, mas embriagante. Pegué mis labios a su cuello dando besos cortos mientras lo escuchaba gemir.
El cosquilleo en mi vientre bajo me hizo estremecer y alcancé el orgasmo entre pequeños gruñidos que salieron de mi, mientras me aferraba con fuerza a su espalda. Por alguna razón tuve el impulso de morder su cuello con fuerza, sin embargo me obligué a detenerme a mitad de camino, aquello en definitiva lo espantaría. Un dolor súbito e incómodo en mis encías quitó parte del placer del momento, sin embargo el alcanzó su clímax a los segundos después, liberándose dentro de mi.
Ambos recuperamos el aliento poco a poco y permanecimos un tiempo allí, sumergidos en el agua hasta la mitad de nuestros cuerpos, disfrutando de la cercanía, mientras yo esperaba a que la incomodidad cesara.
– Eso ha sido distinto. - Jadeó.
– ¿Distinto bueno?
– Distinto perfecto. - Respondió.
Sonreí contra la piel de su cuello y me preocupé por seguir hablando para no sentir el dolor en mi boca.
– ¿A qué hora vas por Nara? - Musité.
– En unas 3 horas, aún está en clases.
– ¿Puedo acompañarte? Le prometí que veríamos una película juntas.
– Siempre puedes acompañarme, Nara te adora.
Asentí y di un beso corto sobre su boca. Al salir del agua limpié el espejo empañado y me miré en él, buscando algún tipo de herida que explicara el dolor, sin embargo mis encías sólo parecían un poco más rosadas de lo habitual.
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Al día siguiente desperté desorientada en mi propio departamento, sin siquiera recordar muy bien cómo había llegado allí.
El aroma a tierra mojada inundaba mi habitación y me obligué a abrir los ojos. Para cuando me senté en la cama, Inuyasha estaba apoyado en una de las paredes de la habitación, mirándome con atención y de brazos cruzados. Me sobresalté y tomé las sábanas para cubrirme, yo y mi mala costumbre de dormir en ropa interior.
– ¡Como mierda entraste aquí! - Me sonrió.
– La puerta de entrada estaba abierta de par en par, venía a buscarte para tomar un café y me preocupé, así que me tomé la libertad de entrar. - Se acercó para mirarme con atención y volvió a tocar mi frente con el dorso de su mano. - ¿Te sientes bien?
– ¡No! ¡No me siento bien! ¡De partida ni siquiera deberías estar aquí! - Lo miré con odio y entonces sentí mis ojos arder, cerrándolos de inmediato y llevando mis manos a mis sienes por el dolor de cabeza instantáneo.
– Tu facilidad para enfadarte ha aumentado desde que dejamos de vernos. - Musitó y aquello sólo me hizo enfadar más. Me tomó por los hombros con suavidad y se sentó a mi lado. - Tu pulso es un zumbido en mis oídos otra vez.
– No sé qué me pasa. - Gemí. - No sé qué es esto.
Mi corazón latió rápido, haciéndome sentir que perdía el aire. Me aferré a su camisa y me escondí en su pecho, intentando ocultarme del dolor de mi propio cuerpo. Sus brazos pasaron por mi espalda de arriba a abajo, intentando animarme.
– ¿Quieres ir al médico? - Negué con la cabeza. - ¿Quieres agua?
– Sólo quítame el dolor, por favor. - Rogué.
Escondí mi rostro en su cuello y el aroma de su perfume me relajó poco a poco. Pronto mi respiración fue más tranquila y sin embargo… Ahí estaba ese impulso, y ese dolor de encías una vez más.
No pude controlarme, no esta vez. Lo sujeté por la camisa con fuerza y enterré mis dientes en su piel, que por primera vez cedió ante la presión como mantequilla caliente, sentí como en un principio intentó zafarse con pocas ganas, sin embargo después sólo acarició mis cabellos mientras me dejaba seguir en lo mío. Cuando caí en cuenta de lo que estaba haciendo y con quien, me separé de inmediato.
– Lo siento. - Sentí mis ojos llorosos mientras se me nublaba la vista, el cuello de su camisa blanca iba teñido de un rojo carmesí ahora. - Lo siento tanto.
– No no, no lo sientas. - Se acercó y tomó mi rostro entre sus manos, analizándolo con atención. Levanto mi labio superior con suavidad y entonces sonrió. - No puedo creer que Rin tuviera razón esta vez.
Tomé sus manos por las muñecas y las alejé de mi.
– ¿Sobre qué?
– Sobre ti.
Me tomó de la mano y me sacó de la cama
– ¡Hey! ¡No puedes verme así!
– Shh, por favor no seas melodramática, ya he visto más allá de esa ropa interior de todos modos. - Me paró frente al espejo y me tomó por los hombros. - Es más fácil si lo ves tú misma.
Mi rostro lucía igual que siempre, sin embargo mis colmillos parecían más prominentes de lo habitual. No entendía absolutamente nada
– Es bastante complejo de asumir así que lo diré de una sola vez… No eres humana Kag, sólo estuviste escondida en esa faceta demasiado tiempo como para creértelo.
Espera, ¿qué?
Lo empujé lejos de mi y lo miré enfadada.
– ¿Por qué me tomas el pelo de esta manera? - Me miró confundido.
– ¿Por qué mentiría con esto? Es decir… tú acabas de morderme, soy yo el que debería estar molesto.
Indicó su cuello aun con las marcas de mis dientes para hacer énfasis
– Lo siento. - Me senté en el suelo completamente colapsada abrazándome a mí misma.
Inuyasha se agachó frente a mí y me miró preocupado.
– Entiendo que sea algo difícil de asimilar, pero hey, tu vida mejorará en un mil por ciento desde ahora.
– ¿Mejorar? Hasta ahora ha sido una mierda, me siento sofocada y mis encías duelen.
– Eso es porque tu cuerpo se está adaptando de a poco, llevas toda tu vida fingiendo ser menos fuerte de lo que realmente eres… tomará un tiempo.
– Pero mis colmillos… ya no están tan grandes. - Exclamé tocándolos con mis dedos.
– Como decía… tomará un tiempo. - Suspiré y bajé la cabeza.
– Soy un bicho raro para ambas especies. - Soltó una carcajada ronca y acarició mi cabello.
– En realidad eres única para ambas especies por ahora. Oye, mírame. - Me hundí en el dorado cálido de sus ojos. - Voy a ayudarte con esto, lo prometo.
– ¿Por qué?
– Somos amigos, ¿no? - Se puso de pie y extendió su mano hacia mi. - Vístete y vamos por ese café.
Aquel comentario me recordó que estaba semi desnuda frente a mi ex y corrí hacia mi closet para luego encerrarme en el baño.
Aunque después de todo tenía razón… Él ya había visto más allá de eso de todos modos.
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(Perspectiva de Inuyasha)
La esperé en la sala de estar mientras solucionaba algunos asuntos de la empresa desde el teléfono. Para cuando apareció con una blusa liviana en color claro, una falda negra ajustada a la cintura y unas botas largas sonreí por impulso. Era tan bonita sin notarlo.
– ¿Lista? - Asintió, mientras caminaba hacia mi y sus tacones resonaban.
– ¿No deberías estar trabajando?
– Si, pero yo decido mis horarios, sólo llegaré un poco más tarde.
– Tu camisa…
Ah, cierto.
– Tengo una bufanda en el auto.
Bajamos juntos, saqué la alarma y ella subió al puesto de copiloto mientras yo daba la vuelta para llegar a mi asiento.
– Tu auto huele más a Mila que a ti. - Exclamó de pronto mientras yo enrollaba la bufanda a mi cuello.
– Tiene sentido, estás en su puesto. - Apretó las manos en puño por un instante y luego miró por la ventana.
– ¿Dónde vamos?
– A una de mis cafeterías favoritas.
Para cuando llegamos el local estaba relativamente vacío. La mesera se acercó de inmediato, tan sonriente como de costumbre.
– Buenos días Inuyasha. ¿Lo mismo de siempre? - Asentí.
– ¿Qué vas a querer tú? - Pregunté a Kag.
– Un café de caramelo.
– ¿Algo más? - La mesera escribía en su pequeña agenda.
– ¿Tienes frutillas? - Pregunté.
– Solo bañadas en chocolate. - Respondió la chica.
– Mejor aún.
– En seguida traigo su pedido.
Observé con atención como Kag mordía las frutillas sin darse cuenta de lo sensual que se veía haciéndolo. Tomarme la mañana libre había valido totalmente la pena.
– ¿Mejoró un poco tu ánimo? - Me miró con una frutilla en la boca y asintió con una sonrisa.
– ¿Cómo es que no me di cuenta antes? - Preguntó.
– Sólo te reprimiste muy bien a ti misma.
– ¿Por qué ahora?
– No lo sé… Puede que después del accidente en el que casi perdiste la vida, tu sangre demoníaca haya decidido salir a la luz por instinto. Si no fuera por eso no estarías aquí. Rin me dijo que perdiste sangre suficiente para morir.
– He estado en peligro en infinidad de veces. También he estado al borde de la muerte antes, cuando me salvaste.
– Eras pequeña en ese entonces, los youkais somos débiles de niños, no hay cómo controlar tanta energía.
– Necesito una enciclopedia de youkais.
– O un amigo de dos mil años de edad. - Se rio y asintió. - Como primer dato importante, queda prohibido beber sangre de cualquier youkai.
– ¿Por qué?
– Digamos que es… algo íntimo para nosotros.
– Tu me dejaste beber de ti. - Me encogí de hombros.
– Ya me habías mordido antes y a mi no me desagrada en lo absoluto.
Me miró fijo por un segundo hasta que su celular sonó sobre la mesa. Miró la pantalla y contestó de inmediato mientras yo me concentraba en escuchar a la persona del otro lado.
– Buenos días Sango.
– ¿Qué haces mañana viernes en la noche?
– Dormir.
– Mañana cumplimos 2 años de casados con Miroku. Ven. - Ordenó.
– Hmm no lo sé, ¿Estará el idiota de tu mejor amigo? - Preguntó con expresión de desagrado mientras me miraba a los ojos.
– Sip, me dijo que ya habían solucionado sus problemas.
Me sacó la lengua como niña pequeña y yo aguanté la risa.
– No se pueden solucionar los problemas con Inuyasha, pero no importa, iré de todas formas.
– ¡Genial! Te espero. - Y cortó.
– Bien, supongo que no te importará si voy mañana. - Le sonreí.
– Hmm no lo sé, puede que ahora no tenga tantas ganas de ir. - Me pateó por debajo de la mesa y me reí.
Al terminar nuestro rato juntos pasé a dejarla a su departamento. Mientras desabrochaba el cinturón de seguridad volví a hablarle.
– Cualquier cosa que necesites, si comienzas con una crisis…
– Te llamo. - Asentí y le entregué una de mis tarjetas de oficina.
– Mi número está allí.
Me sonrió y asintió. Se despidió con un movimiento de mano y me dio la espalda para caminar hacia el edificio.
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Cuando volví a la oficina Mila se sentó frente a mi en el escritorio.
– Te extrañé toda la mañana. - Exclamó estirando su labio inferior como un niño pequeño.
– Lo siento cariño, tenía algunas cosas que hacer.
– ¿Iremos mañana a la reunión de Sango? - La miré confundido. - Ella me avisó hace algunas semanas.
Suspiré, eso complicaba un poco las cosas.
– ¿Segura que quieres ir?
– Obvio que si, sólo que llegaré un poco más tarde, tengo un compromiso familiar antes. - Asentí.
– Bien, te espero allá.
Se acercó a mí y miró con extrañeza mi bufanda.
– Hueles a Kagome. - Musitó de pronto. Mierda.
– Aja, me junté con ella durante la mañana, necesitaba mi ayuda con algo.
Quitó mi bufanda de un tirón y miró con una sonrisa falsa la sangre en el cuello de mi camisa.
– Oh, entiendo, pero dile que sea más precavida al momento de morder, te ha dejado todo sucio. - Obvio, esa sonrisa tenía que ser falsa.
– Le daré tu consejo. - Sonreí.
– Aunque quizás sería bueno guardar este secreto, no queremos que Kouga se entere. - Musitó mientras volvía a poner la bufanda alrededor de mi cuello y se acercaba para dar un beso corto sobre mis labios. - Estaré afuera si me necesitas.
No fui capaz de contestar. En realidad si Kouga se enteraba o no a mi me daba igual, sin embargo traería problemas a Kag, problemas innecesarios. No supe si interpretar como un consejo o una advertencia el último comentario de Mila.
Al finalizar el día no fui capaz de dormir mucho, mi mente tenía demasiadas cosas en las que pensar.
Ahora que Kag no era humana, era como si el destino disfrutara reírse en mi cara, dejando a mi alcance algo que genuinamente quería para mi… y que simplemente no podía obtener.
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Al día siguiente desperté completamente agotado, mientras me obligaba a abrir los ojos con la luz del amanecer. Me estiré en la cama y permanecí allí un buen rato. Horas de análisis y catarsis y aún así se me hacía difícil de asumir que incluso siendo el diablo y teniendo donde escoger, simplemente quería lo que alguien más tenía… y aquello me frustraba en demasía.
Para empeorar mi ansiedad pasé el resto del día esperando una llamada de Kag, cosa que no sucedió.
Cuando el atardecer se dejó entrever, manejé en dirección a casa de Sango, para ver si podía ayudarla con la preparación de su "pequeña" reunión. Al llegar el ruido excesivo del lugar apenas me permitió escuchar a mi mejor amiga, quien al parecer reclamaba por algo mientras Miroku me servía un trago de gin.
– ¿Invitaste a Kag al final? - Pregunté fingiendo desinterés.
Ella asintió distraída mientras guardaba unas latas de cerveza en su refrigerador.
– De todos modos no he hablado con ella hoy y siempre suele llegar temprano, quizás ya no venga.
La desilusión me hizo guardar silencio y beber otro sorbo de mi vaso.
Dos horas después esa casa estaba repleta de gente, y yo conocía a menos de la mitad. Sin embargo allí estaba, frente a todos haciéndome notar.
– Dos años han pasado desde que mis dos mejores amigos decidieron casarse y olvidarme, y aquí estoy, preguntándome por qué decidí presentarlos. - Aquello sacó carcajadas de la gente a mi alrededor. - Es broma, la verdad es que basta con mirarlos para saber que están hechos el uno para el otro. - Musité. - Y espero de corazón, que estos dos años sean sólo el comienzo de una historia eterna.
Alcé mi vaso y sonreí.
- Por Sango y Miroku.
- ¡Por Sango y Miroku! - Gritó el resto al unísono.
Luego de esa pequeña muestra de afecto, permanecí en mi zona segura, junto a Miroku.
– ¿Y Mila? - Preguntó de pronto mi mejor amigo.
– Tenía un compromiso familiar, dijo que llegaría más tarde.
– Oh no... ¿Vas a juntar a Kag y a Mila una vez más después de lo del matrimonio? Si que tienes agallas. - Me reí.
– Vamos, han pasado dos años, todos lo hemos superado.
– Aja, me imagino que si. - Exclamó con la mirada en un punto fijo tras de mí.
Sentí un pequeño toque sobre mi hombro y entonces me volteé. El aroma a cigarro y alcohol no me había permitido identificar su aroma y sin embargo allí estaba, sonriéndome desde su altura a unos varios centímetros bajo los míos. El vestido de tela negro y ajustado que llevaba era de tirantes, tirantes lo suficientemente delgados como para lucir inservibles, pero bonitos. No había decoración adicional en la tela, sin embargo no la necesitaba, pues sus curvas hacían el trabajo completo. El escote apenas dejaba ver el inicio de sus pechos redondos y perfectos, aunque mi imaginación podía ayudar bastante. Su cabello azabache iba suelto, luciendo aquellos bucles en las puntas que tanto me gustaban. Kagome era probablemente sin saberlo, la persona que más destacaba en ese lugar.
– Hola tú. - Musitó de pronto y yo no supe qué responder. - Luces un poco perturbado.
Intenté borrar la sonrisa de idiota de mi rostro, sin embargo al no lograrlo bajé la mirada hasta mi vaso.
– En realidad pensé que ya no te vería aquí.
– Hmm, aún puedo irme. - Musitó girando levemente su cuerpo.
– No tonta. - La tomé por la muñeca con suavidad. - Por supuesto que no.
– ¿Y Mila? - Preguntó, mirándome fijo.
– ¿Estás bebiendo algo? - El cambio de tema fue poco sutil, sin embargo no hizo más preguntas.
Miró el vaso entre mis manos, lo tomó y lo olió para luego beber de él.
– Justo esto. - Musitó. - Sabes como me encanta el gin.
– Perfecto. - Sonreí y me serví otro vaso para mí.
– ¿Y mi hola? - Preguntó de pronto Miroku a mis espaldas, rompiendo aquella pequeña complicidad.
Kagome se lanzó a abrazarlo y por un pequeño momento lo envidié sutilmente.
– ¿Dónde está tu esposa? - Preguntó.
– Probablemente cumpliendo la labor de anfitriona que yo no estoy cumpliendo.
Nos reímos y bebimos los tres juntos. De vez en cuando la miraba de reojo disfrutando el verla sonreír tan liviana y relajada. Jamás me cansaría de su risa.
De pronto una chica de cabello corto y desordenado se acercó a nosotros. El rubor en sus mejillas era poco disimulable.
– Hola. - Musitó. - Me preguntaba si querías bailar.
Sus ojos sólo se centraron en mí, ignorando a Miroku y a Kag. Sonreí intentando ser cortés.
– Estoy un poco ocupado ahora, pero quizás más tarde. - Aquella respuesta ambigua la hizo sonreír y asintió.
– Te lo puedo prestar en unos minutos. - Exclamó Kagome. - Pero tienes que devolverlo completo.
La sonrisa se borró automáticamente del rostro de la chica y simplemente se esfumó. Kag me miró desafiante desde su altura.
– ¿Y eso? - Pregunté.
– ¿Querías bailar con ella?
– No.
– Entonces de nada. - Me reí junto a Miroku.
La música apenas me dejaba escuchar mis propios pensamientos y realmente quería hablar con ella. Le serví un poco más de gin cuando ella lo pidió y la miré con una sonrisa. La tomé por la cintura y bajé mi rostro hasta su oído, con la excusa de que el ruido lo ameritaba.
– ¿Me acompañas un segundo? - Me miró dubitativa, sin embargo al cabo de unos segundos asintió.
Miroku me miró cómplice, dio un par de palmadas sutiles sobre mi hombro y simplemente se alejó. Caminé yo al frente actuando de guía y para cuando abrí la puerta hacia el patio trasero disfruté del silencio. Me apoyé en el borde de la cerca de la piscina y ella me imitó.
– ¿Hace cuanto llegaste? - Pregunté.
– Hace unos 20 minutos creo, quizás un poco más.
– ¿Y por qué estás sola?
– ¿Por qué debería contestar esa pregunta si tú no contestaste la mía? - Aquella contra pregunta me hizo reír automáticamente.
– Mila llegará más tarde, tenía cosas que hacer antes. - Asintió sin mirarme.
– Kouga viajó con Nara a ver a su padre.
– Nara es la hija pequeña, ¿no? - Asintió una vez más. - ¿Y qué tal te llevas con ella? ¿Eres de las madrastras buenas o malas?
– Ninguna de las dos por ahora, sólo somos muy buenas amigas.
– Amiga… - Asintió. - De una niña pequeña.
– ¿Estás burlándote? - Me reí.
– No, no lo tomes a mal. Es sólo que te estás cogiendo a su padre, eso eventualmente te convertirá en su madre. - No contestó, sólo permaneció mirando un punto fijo en el suelo mientras bebía de su vaso. - Lo siento, demasiado crudo tal vez.
– Ja, no… La verdad es que ya lo había pensado, sólo que no lo había asumido en voz alta, bueh, por ahora he decidido no preocuparme.
– Salud por eso. - Me sonrió y chocó su vaso con el mío.
3 vasos de gin después Kagome lucía mucho más risueña de lo habitual, sin embargo no me desagradaba en lo absoluto. Por mi parte la cuarta botella de licor comenzaba a provocar estragos. Aquella pequeña dosis de alcohol en su sangre me permitió verla nuevamente sin aquella barrera de desconfianza entre los dos, como si después de reírse en mi cara el destino hubiera decidido darme la oportunidad de volver a conocerla, sin malos recuerdos, sin despedidas tristes.
– Bailemos. - Exclamó de pronto.
– ¿Aquí? - Ni siquiera había música.
– A mi me parece el lugar perfecto ¿A ti no?
Abrió la puerta de la cerca hacia la piscina y estiró su mano hacia mí, con aquella sonrisa coqueta que más de alguna vez había utilizado conmigo en el pasado. Y por supuesto, me convenció de inmediato.
Iluminada sólo por las luces en la profundidad del agua, la vi quitar sus zapatos de tacón y caminar de puntillas haciendo equilibrio por la orilla como una niña. Me acerqué para tomar su mano y ella me utilizó para mantener la estabilidad.
– No puedes dejarme caer.
– Eres una niña pequeña. - Exclamé. - Una niña pequeña y embriagada.
– Si, es una opción… O tú eres un amargado.
Giró lentamente con una sonrisa y luego se pegó a mí, moviéndose a un ritmo lento mientras bebía de su vaso. A esa pequeña distancia el aroma confitado característico que emanaba de su piel se combinó con el aroma del gin.
– No soy un amargado. - La tomé por la cintura y seguí su ritmo.
Quité el vaso de sus manos y lo bebí de una sola vez, mientras ella fingía enfado.
– Demuéstralo.
Me miró desafiante con sus manos justo sobre mi pecho y entonces una locura pasó fugaz por mi mente; al segundo siguiente nos lancé hacia el agua sin remordimiento. Me preocupé de jamás soltar su cintura y pese a ello cuando salimos a superficie la vi desesperarse sutilmente mientras tomaba bocanadas de aire.
– Dios, eres… un idiota. - Musitó con voz temblorosa.
Un instante de complicidad entre nuestras miradas y entonces estalló en carcajadas junto a mi. Se movió hacia una de las orillas y se hundió hasta el cuello, evitando de ese modo sentir el aire sobre su piel mojada.
– Tu me desafiaste.
– Recuérdame no volver a hacerlo. - Su flequillo desordenado y mojado evocaba una mezcla de ternura y sensualidad que en realidad me volvía loco. - No tengo ropa de cambio.
Tomé uno de los mechones desordenados en su rostro y lo peiné hacia atrás con cariño.
– Yo tampoco.
– Pero tú no vas a resfriarte.
El chocolate de sus ojos parecía aún más profundo para mí en la oscuridad, mientras ella temblaba de manera sutil. Mantuve una de mis manos sobre su rostro, y entonces noté que hace meses no me sentía así de relajado.
– Eres un desastre. - Susurré.
Estando a pocos centímetros, por un segundo mi vista se desvió a sus labios sutilmente morados por el frío y suprimí a duras penas las ganas de morderlos. La alcé con facilidad y la senté en la orilla, manteniendo mis manos sobre sus muslos mientras yo permanecía en el agua, justo frente a ella.
– ¿Imaginaste que alguna vez volveríamos a compartir así de relajados? - Musitó de pronto.
– No lo creo. - Intentó disimular los temblores por el frío con poco éxito. Suspiré y me di impulso para salir del agua. Estando de pie a su lado extendí mi mano hacia ella.
– Vamos, Sango tiene una secadora en su rincón de lavandería.
– ¿Y dónde está la lavandería? - Apunté la pequeña bodega justo a unos metros de la casa. - Hmm, un lugar oscuro, ¿Al lado de mi ex? - Exclamó sarcástica.
– Si no quieres que nada pase, nada pasará. Ahora, si por el contrario…
– No hay contrario, nada pasa y punto.
Tomó sus tacones del pasto y caminó tras de mí. Entramos juntos y agradecí por ella y su salud que al menos el viento no entrara en ese lugar. La vi intentar ebria y sin éxito bajar el cierre trasero de su vestido.
– Ven aquí, te ayudo. - Me miró con desconfianza, sin embargo se acercó de todas formas.
Deslicé el cierre con lentitud, perdiendo un poco de mi autocontrol con cada centímetro que me acercaba a su espalda baja. Deslizó la tela por su cuerpo y me lo entregó con una sonrisa. Su lencería en azul marino destacó incluso en aquella oscuridad.
– ¿Qué?
– ¿Te quedarás con eso mojado?
– Muy astuto Taisho, pero no voy a desnudarme frente a ti.
Se sentó sobre la lavadora a estrujar su cabello, mientras yo me desvestía a unos cuantos metros, sip, aquella situación era bastante poco esperable.
Me senté en el suelo en la esquina contraria a su posición mientras el ruido de la secadora inundaba el ambiente y yo apoyaba mi cabeza en la pared, cerrando los ojos e intentando apagar el pequeño calor que recorría mis venas.
– ¿Cuánto tarda en secar?
– Unos 30 minutos. - Respondí.
– Y te tomaste todo el gin, fantástico Inuyasha, no hay alcohol para suprimir el frío.
– Más alcohol sería una pésima decisión en estos momentos. - Me miró fijo y luego bajó su rostro cuando comprendió. - Pero puedo calentarte si así lo deseas.
– Esa sonrisa tuya… es tu mejor arma de conquista. - Exclamó.
– ¿Cuál sonrisa? - Pregunté fingiendo inocencia mientras volvía a sonreírle.
– Esa. - Desvió su mirada hacia el otro lado. - Estoy bien así, gracias.
Nos mantuvimos conversando de cosas triviales. De vez en cuando la vi mirar su teléfono y volver a dejarlo a un lado.
– ¿Te preocupa la hora? Puedo llevarte a casa
– No.
La máquina emitió el pitido característico para avisar el final de ciclo y me acerqué de inmediato. Saqué su vestido completamente seco y se lo entregué en sus manos. A cambio recibí una sonrisa.
– ¿Puedes ayudarme otra vez?
Se giró para darme la espalda con el vestido a mitad de cadera. Tomé el cierre una vez más entre mis dedos y lo subí intentando alargar ese pequeño instante. Al terminar mi misión no quise ni pude despegar mis manos de ella y entonces actué por instinto. Recorrí un camino imaginario desde su espalda alta hasta su cintura con mis garras, abrazándola por su abdomen y acercando mi boca a la piel desnuda de su hombro derecho.
– Inuyasha… - El tono bajito y reprobatorio no me detuvo.
A diferencia de lo que esperaba se quedó completamente quieta e incluso ladeó su cabeza hacia el lado contrario, dándome más espacio para actuar. Recorrí un camino imaginario de besos cortos, disfrutando de su respiración un poco más agitada con cada caricia sobre su piel. La apreté hacia mí, pegando su espalda a mi pecho y subiendo mis manos desde su abdomen hacia sus senos, sujetándolos como hace tanto tiempo en las palmas de mis manos, llenándolas por completo y sintiendo el roce sutil de sus pezones erectos por el frío bajo la tela de su sujetador.
Probablemente me arrepentiría de todo aquello a la mañana siguiente, pero ese era un problema de mi "yo" del futuro… El "yo" del presente tenía un solo objetivo en mente.
Tomó mis manos para alejarlas y se giró para quedar de frente a mí con su mirada fruncida. Por unos segundos pareció debatirse en sus propios pensamientos, sin embargo fue ella misma quien me guio nuevamente a su cintura y después de aquello ya no hubo pensamiento racional en mi cabeza.
Se estiró de puntillas y se mantuvo a una distancia delirante de mi rostro.
– Vamos a arrepentirnos de esto. - Susurró cerca de mis labios.
– Probablemente. - Coincidí.
Mordió con suavidad mi labio inferior para luego lamerlo con lentitud y aquel momento exacto en el que cedí al deseo me hizo sonreír.
Me abalance a besarla con hambre y la acorralé contra la pared más cercana mientras ella me respondía con la misma energía. Deslicé los delgados tirantes por sus hombros y bajé el cierre de su espalda a tirones intentando revelar un poco más de su piel mientras ella jalaba de un par de mechones de mi cabello. Bajé a su cuello dando besos y mordiscos, disfrutando de cada gemido bajito que arranqué de su pecho mientras uno de mis brazos la abrazaba por la cintura y la otra sujetaba su rostro.
Abrió mi camisa a tirones, soltando gran parte de los botones que volaron por allí a algún rincón sin importancia. Masajeé su trasero con mis manos, rasguñándolo con poca suavidad apenas tuve la oportunidad.
Kag escondió su rostro en mi cuello y dio pequeños mordiscos suaves sobre mi piel, provocando pequeñas descargas eléctricas en cada zona que sus labios tocaron. Por mi parte me encargué de besar y lamer cada centímetro de su piel, y me sentí como un drogadicto en abstinencia frente a su droga favorita una vez más. Dos años completos habían sido demasiada tortura para un alma tan débil como la mía.
Subió una de sus piernas hasta mi cadera, con la que se aferró mientras yo me restregaba contra ella, y los jadeos se hacían cada vez menos sutiles. Sentí el sonido de la tela de su sujetador romperse bajo mis garras y me hundí en su escote, disfrutando de aquel dolor provocado por sus manos al jalar de mis cabellos.
Bajé con mi lengua hasta su abdomen bajo, colocando su pierna en alto sobre mi hombro y arranqué a mordiscos la prenda inferior de su ropa interior. Di una primera lamida en sus pliegues y entonces un gritito salió de su garganta. Como amaba sus sonidos… Como disfrutaba su sabor.
Me miró desde arriba mientras yo hundía mi lengua en su interior, poco a poco fue perdiendo la fuerza en sus piernas y descendiendo hasta el suelo. Me puse sobre ella y volví a subir hasta su rostro, sentí sus pequeñas manos acariciar mi abdomen, acercándose poco a poco al borde de mi bóxer. Envolvió mi miembro y lo masajeó mientras volvía a besarme. La vi sonreír conforme con cada jadeo y gruñido que arrancó de mi garganta.
Introduje mis dedos en ella y entonces se apretó contra mí, curvando su espalda y aplastando sus pechos contra mi torso.
– Basta. - Jadeó.
Aumenté la velocidad y con ello sus gemidos largos y desvergonzados inundaron aquella pequeña bodega. Segundos después fue ella misma quien guio mi miembro hacia su entrada.
– Inuyasha… - No fue necesario decir mucho más, pues sus ojos y los míos jamás perdieron el contacto y aquella fue comunicación suficiente entre los dos.
La penetré de una sola vez. Un pequeño gritito abandonó su garganta y sentí sus uñas aferrarse a la piel de mi espalda; aquello iba a dejar marcas difíciles de explicar, pero no me importó en lo absoluto. La estrechez y calidez con la que me recibió fue delirante. Sus caderas se movieron en un vaivén que me llevó poco a poco a la locura. Mis embestidas fueron desesperadas en todo momento, sin embargo fue fácil para ella seguirme el ritmo. Sentí aquella desesperación de tenernos lo más cerca posible en ambos, aquel deseo de volver a fundirnos en uno solo.
Pegué mi frente a la suya y su aliento tibio chocó contra mi rostro con cada jadeo que salía de su boca. Kagome era mía, independiente de la distancia, independiente de lo imposible que podía ser lo nuestro, ella siempre sería mía.
Me miró fijo mientras la sujetaba con fuerza por la cintura, su piel cedió como tantas otras veces bajo mis garras y el aroma ferroso de su sangre inundó mis fosas nasales. Fue poco después de aquello que nuevamente apareció aquel pequeño y sutil destello rojizo en el borde de sus pupilas y aquello sólo me excito más.
Se movió con fuerza suficiente para dejarme bajo su cuerpo y tomar el control. Los bucles de su cabello rebotaron con cada uno de sus movimientos sobre mi y por primera vez en mucho tiempo tuve que reprimir mis ganas de correrme en ese mismo instante.
Me incorporé para sentarme y abrazarla, acerqué mis labios a los suyos y al mirarla fijo descubrí que mientras más se acercaba a su clímax, más parecía crecer aquel destello demoníaco en sus ojos. Fue en el último instante que sentí sus paredes contraerse cuando soltó un gruñido suave y entonces mordió con poca suavidad mi hombro, provocando que le siguiera poco tiempo después en un orgasmo.
Para cuando volvió a mirarme el chocolate había desaparecido por completo.
(Perspectiva de Kagome)
Sentí mis latidos retumbar en mi pecho. Inuyasha tocó mis labios con sus dedos mientras me miraba fijamente, había extrañado el rojizo entremezclado con el ámbar de su iris.
– Tus ojos… - Musitó.
– Y los tuyos. - Respondí.
Acercó su rostro para besarme una vez más y me distraje con ello, un dolor constante en mis encías pasó a segundo plano mientras su lengua se enredaba con la mía. Bajó poco tiempo después dando besos por mi cuello y luego hasta mi escote mientras yo me dejaba hacer por completo. El repentino dolor punzante de su mordida en mi pecho izquierdo me hizo sonreír, ahí volvía mi faceta masoquista una vez más.
– Ven aquí. - Rogué.
Tomé su rostro entre mis manos y mordí su labio inferior con suavidad para luego lamerlo, disfrutando genuinamente el sabor ferroso de mi sangre entremezclada con la suya. Perdí la noción del tiempo en aquella bodega oscura, sin embargo sentí mis labios adormecidos de tanto besarlo, como si aquel fuera un último reencuentro que debía disfrutar mientras durara.
– Deberíamos entrar. - Susurré contra su oído mientras lamía mi cuello con suavidad.
Lo sentí gruñir.
– No aún.
Tomó mi rostro entre sus manos y volvió a besarme lento, sacando suspiros de mi, mientras me aferraba a su cabello húmedo y desordenado. Me alejé a duras penas poniendo mis manos entre ambos, apoyadas en su pecho.
– Basta. - Susurré.
Su teléfono vibró en el suelo y entonces el nombre de Mila en la pantalla me trajo de vuelta a la realidad. Me incorporé de inmediato e intenté peinar mi cabello.
– Deberíamos entrar. - Musité. Me miró serio y asintió.
