—¿Cómo te fue esta mañana? Háblame de eso desde el inicio.

John lo pensó por un momento, no había mucho qué contar de una mañana ordinaria.

—Desperté.

—¿Cómo dormiste? —se adelantó a preguntar la terapeuta.

¿Cómo durmió? John ya no recordaba la última noche que había dormido más de tres horas seguidas.

—No lo hice. No lo hago.

—Dijiste que despertaste.

Oh, maldita sea, siempre odió que su terapeuta buscara el más mínimo detalle de lo que decía. Bueno, estaba ahí para mejorar, tenía que seguir las reglas.

—Dejé de estar recostado en la cama.

—¿Cómo te sentías?

Frío, silencioso, con una tranquilidad que no lo ayudaba; solo lo perturbaba. Todo eso resumido en una sola palabra.

—Miserable.

—En nuestra primera cita me dijiste que te sentías miserable todos los días. ¿Eso continúa hasta ahora?

—No siempre, pero anoche no fue bueno.

—¿Lloraste?

—No, ya no lo hago.

—Es entendible.

Ahí venía otra vez esa mierda de "es de esperarse", "es entendible".

—¿Lo es? ¿Por qué es entendible?

La terapeuta guardó silencio, ella ya había tenido las suficientes sesiones con John como para saber lo que escucharía, así que solo dejaba que él hablara. Es que, aunque John esté enojado y corra el riesgo de soltar palabras hirientes, lo mejor que podía hacer era hablar.

—¿Por qué todo tiene que ser entendible? —continuó el rubio. Sonrió con sarcasmo. —¿Por qué algunas cosas no pueden ser inaceptables? Y poder decirlo.

—Solo digo que está bien no hacerlo.

—Ya no lloro, ni siento nada cuando recuerdo la muerte de mi pareja, ¿cómo puede eso estar bien?

—Todos llevamos nuestro duelo de diferentes maneras.

—Y eso no cambiará que Sherlock est-… muerto.

Su voz se cortó, a pesar de haber pasado dos años, todavía le era difícil mencionarlo. Respiró hondo.

—Te estás sujetando a un estándar poco razonable, John.

—No, estoy fallando.

—¿No hay nadie con quien puedas hablar? ¿Ya no confías en tu amigo James?

James Sholto había sido la única persona que estuvo con él todo ese tiempo. ¿Confiaba en él? Sí, pero ¿podía hablar con él sobre Sherlock? Diablos, no.

—Confío en él, sí.

Ella lo había notado desde el principio, luego de decidir volver a terapia, John llegó a ella decidido a mejorar, pero fue cerrándose un poco más al pasar las semanas. Como si escondiera algo que podría perder si simplemente se lo confesaba.

—¿Hay algo que no me estés diciendo?

Sí. Veo a Sherlock tan claro como te veo a ti. Hablo con él todos los días porque siempre está a mi lado, como ahora, que está justo detrás de ti mirándome triste porque no soy capaz de confesártelo.

—No. —raspó la garganta con nerviosismo, sonrió para disimular.

—¿Qué estás mirando? —volteó detrás de ella a donde los ojos de John se posaron por un segundo.

El problema de ver a Sherlock era que sus ojos siempre se desviaban hacia él de manera inconsciente. No se había dado cuenta de eso hasta ese momento, ella recién se lo estaba diciendo.

—Nada.

—Miraste a mi izquierda.

—Oh, supongo que simplemente desvié la mirada por un momento. —sonrió nuevamente.

—Hay una diferencia entre desviar la mirada y mirar algo frente a ti.

—Lo sé.

La terapeuta entonces sonrió amablemente, John agradeció en secreto que ella entendiera que no estaría dispuesto a hablar de eso. Al menos no todavía.

Esa sesión fue particularmente pesada, John se sintió cansado al salir y sin ninguna sensación de progreso. Solo quería llegar a casa, servirse un vaso de Whisky y luego meterse a la cama. No había nada que hacer al día siguiente, era su día libre y no tenía planes con James.

Si un año atrás él se sentía optimista con la idea de volver a terapia, ahora era más una obligación que decidió no abandonar solo para tener algo qué hacer dos veces a la semana, aparte de cumplir robóticamente con su trabajo y depender emocionalmente de si James podía reunirse con él.

En algún momento, John sintió miedo de olvidar a Sherlock. No los sentimientos, sino su rostro, su cabello, sus ojos, su sonrisa, sus manos. Sin pensarlo conscientemente, se aferró a esa ilusión de tal manera que Sherlock empezó a sentirse más vivo para él.

Antes temía tocarlo y verlo desvanecerse entre sus dedos; ahora sentía los brazos de Sherlock rodearlo por la espalda mientras dormía. Sentía ese apretón en sus hombros cuando leía el periódico en la cocina. El rizado seguía sin hablar, pero ese simple gesto le decía un claro "aquí estoy".

Hace mucho tiempo que sus ojos no se nublaban pensando en Sherlock y aunque quisiera hacerlo, ya no podía. Como en el cumpleaños del detective, él no pudo evitar extrañarlo, anhelar escuchar su voz, pero no lloró. No pudo.

Tal vez era una buena señal dejar de hacerlo, pero John no lo podía sentir así. Al contrario, no llorar era como si ya no le importara, como si ya no pensara en él o recordara que alguna vez se amaron. No se sentía justo y mucho menos viniendo de él, quien fue el que dijo las palabras más hirientes antes de separarse para siempre.

Puso el vaso en la mesa y sirvió el Whisky. La botella ya estaba a la mitad a pesar de haber sido comprada cinco días atrás. John no se embriagaba, solo tomaba hasta estar un poco mareado para finalmente irse a dormir.

Caminó lentamente por el departamento mientras consumía el licor un trago a la vez. Solo la luz de la cocina estaba encendida, el resto estaba casi a oscuras. ¿Para qué encender todas si estaba solo? Oh, entonces recordó a Sherlock y, como siempre, ahí estaba a su lado. Recostado en la pared, tan perfecto, tan bello, no habría otra persona igual ni en seis mil años, de eso estaba seguro.

El sonido de su teléfono se hizo presente en el silencio, John sabía perfectamente quién era.

—Te estabas demorando. —contestó volviendo a recostarse en la pared.

—Hey, lo siento, no sabía que me extrañabas tanto. —respondió James.

John rio y tomó un sorbo.

—¿Fuiste a terapia hoy?

—Llegué hace buen rato.

—¿Cómo te fue?... Oh, espera, no cortes…

Sonidos extraños se escucharon al otro lado del teléfono, John no logró identificarlos, excepto el conocido sonido de bolsas de plástico.

—Lo siento.

—¿De compras?

—Recuérdame que ir de compras un sábado en la noche es una mala idea.

John volvió a reír divertido, escuchaba a James lidiar con bolsas mientras que, de seguro, intentaba sostener el teléfono con el hombro. Podía imaginarlo con facilidad.

—Tú eres el que es bueno en eso; no yo.

—Lo hago bien, pero odio salir de compras.

..

Sherlock rebuscaba dentro de una de las bolsas que John había dejado en la mesa.

—¿Trajiste galletas de jengibre? —preguntó el rizado.

John lo miró serio mientras terminaba su vaso con agua.

—Al menos deberías ayudarme a hacer las compras de la semana, Sherlock. Las bolsas pesan, por si no lo sabías. —respondió.

—Pero odio salir de compras.

Sherlock encontró el paquete y sacó una galleta para morderla de inmediato, luego guiñó un ojo mientras caminaba tranquilamente hacia la sala.

..

John parpadeó un par de veces apartando ese recuerdo de su mente.

—Perfecto, tengo tomates en el piso de la camioneta. Esto es un desastre.

—No importa, solo… —tomó un trago antes de continuar. —Solo déjalos ahí y los devuelves a la bolsa cuando llegues.

James frunció el ceño, pudo darse cuenta de que John estaba bebiendo. Se sentó y cerró la puerta de su camioneta para hablar con más comodidad.

—¿Estás bebiendo otra vez?

—Solo un trago.

—Deberías dejar de beber tanto.

—Es solo un vaso, ¿qué tiene?

—Es la segunda botella en lo que va del mes, John.

—Sabes que no me gusta embriagarme demasiado, no seas exagerado.

—Solo digo que estás bebiendo demasiado y me preocupa. Especialmente si estás solo.

—Muy bien, entonces ven y acompáñame.

Un silencio se hizo presente, a John le pareció un poco extraño, generalmente recibía una respuesta positiva de inmediato.

—Lo siento, John, debo presentarme mañana tempra-…

—Oh, vamos. Vienes, charlamos un rato y luego vuelves a tu departamento.

James quería decirle que sí, pero la idea de estar solo con John no le parecía adecuada. Hace ya varios meses que se le hacía difícil ocultar lo mucho que disfrutaba pasar el tiempo con John. Compartir momentos agradables con él solo había aumentado sus deseos de tomarle la mano o abrazarlo e incluso besarlo.

—Tienes camioneta, idiota, no tienes que moverte en taxis o buses como yo. Ni siquiera creo que hayas subido al metro en años. —insistió John.

Pero unas horas con John Watson nunca serían horas perdidas. No habían podido hacer planes con él desde hace dos semanas, ¿por qué no verse al menos una hora y hablar de cualquier tontería?

James rio tímido.

—Solo sería un momento.

—Sí, solo un rato. —John tomó otro trago.

Ese entusiasmo de su parte había sido sorpresivo, debía admitirlo. Será por el Whisky, pensó y no le dio más vueltas al asunto. Lo importante era que esa noche no sería tan aburrida como las anteriores.

Ordenó un par de cosas para que el departamento no se vea desagradable, aunque, por lo general, él solía mantener todo ordenado. Encendió las luces, se aseguró de tener hielo en el congelador y vasos limpios donde servir el Whisky. Pensó en encender la televisión también y buscar algo de música, pero lo descartó de inmediato, pareciera que estuviera pensando en una cita y no en una simple visita de un amigo.

Era la primera vez que tendría a James dentro de su departamento, hasta entonces ellos solo habían salido a alguna parte a comer o simplemente a visitar lugares.e Fueron dos las veces en las que John había estado en el departamento de James, pero nada había ocurrido.

Además, también era la primera vez que John invitaba a una persona, algo que hasta a él le daba lástima. Su vida había sido demasiado solitaria en esos dos años.

Entonces así se quedó, sentado en el sofá en medio del silencio, dos vasos en la mesita de centro y al lado, la botella de Whisky. No se movió de ahí hasta que el timbre sonó. Basado en el tiempo de demora, John dedujo que James había estado relativamente cerca o simplemente piso el acelerador y se pasó algunas luces rojas.

Se levantó al segundo sonido del timbre y con una sonrisa recibió a James.

—Gracias por venir. Es bueno verte.

Le dijo mientras disfrutaba de ese fuerte abrazo a su alrededor. James siempre sabía cómo reconfortarle el corazón con una de esas.

—No creas que es por ti, por supuesto. —bromeó James.

El más alto ingresó con pasos algo dudosos, John pudo notar eso.

—¿Estabas cerca? Creí que te demorarías más.

—Un poco. Y pisé el acelerador, no es tan temprano que digamos, ¿no?

—Deja tu chaqueta en el sofá.

Ambos hombres se sentaron en la sala, John sirvió un poco de Whisky a su invitado y luego tomó el suyo que ya estaba previamente con licor.

—¿Cuántos de esos vas tomando?

John rodó los ojos.

—No te invité para que me dieras sermones, James.

—De acuerdo, está bien. —se encogió en hombros.

Si bien James había llegado un poco nervioso, con el pasar de los minutos, se sintió mucho más cómodo con la situación.

Los sentimientos que alguna vez tuvo por él nunca se fueron del todo, por eso había sido tan fácil volverse a enamorar. Bueno, el detalle de que John tuviera la mente perturbada por la muerte de Sherlock era algo que iba en su contra, eso lo tenía claro. El rubio todavía luchaba contra el recuerdo de quien amó por mucho tiempo, pero eso no quería decir que se pasaría toda la vida atormentándose por ello. Decidir volver a terapia ya era un paso bastante importante para recuperarse, así que, ¿por qué no creer que, tal vez, algo podría funcionar entre ellos?

No quería arriesgarse a presionar a John, apenas habían pasado dos años desde el incidente, pero a veces la cercanía se le hacía complicado. Maldita sea, él era un hombre lo suficientemente maduro como para estar en una situación típica de adolescentes, sin embargo, ahí continuaba él corriendo a John cuando este lo necesitaba.

Por su parte, John ya no pensaba mucho en el futuro de su vida amorosa, pero el pensamiento de no querer quedarse solo pasaba por su mente bastante seguido.

Y sí, cuando se refería a no estar solo, se refería a no dejar ir a James Sholto.

Él ya lo había reflexionado, no quería ni tenía ánimos de conocer a gente nueva, construir confianza y empezar de cero. De verdad no quería pasar por todo ese proceso otra vez, quizás por eso James encajaba tan bien con él.

Mierda, no quería pensar como un hijo de puta, ni utilizar a James como un seguro al no tener otra alternativa, ese hombre se merecía algo mejor que ser una última opción. Pero tampoco podía evitar pensar en su propia conveniencia, todo lo que había pasado en su vida en los últimos dos años eran irreversibles, incluyendo su decisión de alejarse de sus amigos. Estaba solo y la única persona que, por ironías de la vida, está ahora a su lado es su expareja.

¿Y por qué no quedarse solo? Bueno, en los tiempos actuales, estar soltero a su edad no tenía por qué ser malo, no tenía que preocuparse de que dudaran de su sexualidad (algo típico en esos casos), porque, obviamente, el mundo tenía claro sobre la relación que tuvo con Sherlock. Pero, maldita sea, a él no le estaba haciendo bien esa soledad.

No era que sea viejo o algo por el estilo, es solo que siempre fue de los hombres que ama la compañía, el cariño, la intimidad. Tuvo la dicha de conocer todo eso con Sherlock y de verdad extrañaba muchísimo sentirlo nuevamente.

—No creo que sea el alcohol hablando. No estoy ebrio. —comentó John.

—Cualquiera que diga que mi cicatriz no es llamativa, definitivamente está ebrio.

Había pasado unos largos minutos con James y este no hacía otra cosa que inspirarle cariño, tanto que John no se resistía a quedársele mirando con admiración y ternura. Aquella cicatriz en su rostro ni siquiera llamaba a su mirada a desviarse de los hermosos ojos celestes que tenía.

Se inclinó levemente a él para hablarle con la mayor determinación posible.

—No importa lo que otros opinen, tú eres jodidamente atractivo y tu cicatriz vale una maldita mierda.

James sonrió ligeramente avergonzado y giró el vaso en su mano lentamente, John no pudo evitar recordar las reacciones que tenía Sherlock cuando alababa lo increíble que era presenciar sus dones de deducción directamente.

—Es muy amable de tu parte, John. —contestó James. —¿Sabías que eres el único que no mira mi cicatriz mientras me habla?

—Oh, la gente a veces puede ser muy estúpida. —John le dio un sorbo a su Whisky y se acomodó en su sitio.

—Ese sería tu tercer vaso, ¿verdad?

—Segundo.

—Tercero. —corrigió serio. —Tomabas uno cuando te llamé.

—Bueno, mañana no trabajo y no, no estoy ebrio. Un poco mareado, pero no ebrio. —tomó lo poco que quedaba del vaso. —¿Quieres otr-…? Ah, demonios, debes manejar.

James sonrió divertido y dejó el vaso en la mesa. Era el único vaso que había bebido y no lo había terminado.

—Hablando de eso, ya debo irme.

—Todavía no es media noche.

—Aunque me hayan degradado a un trabajo más… administrativo, debo presentarme temprano.

—Quédate a dormir entonces.

Tanto James como John sintieron el peso de esas palabras. Especialmente John, quien no tuvo idea de cómo rayos lo había dicho cuando ni siquiera recordaba haberlo pensado.

Y, sin embargo, la idea no fue de su total desagrado.

—No puedo. —James sonrió otra vez y disimuló el pequeño momento de tensión entre ellos. —Llámame viejo, pero me gusta respetar mis horas de sueño.

James tenía claro que la petición de John había sido algo amable, sin necesidad de que realmente quisiera que se quedara para que algo más ocurra entre ellos. Un error sin mala intención. Prefería mantener su mente alejada de cualquier tipo de ilusión por su propio bien.

—Sí. —John raspó la garganta. —Debes ir a… formar nuevos héroes.

Bueno, eso había sonado algo estúpido, debía admitirlo.

James se levantó, John hizo lo mismo.

—¿Formar nuevos héroes? —rio divertido el más alto.

—Fue estúpido, ¿verdad? —John también rio.

—Te diré una cosa, John. —tomó su chaqueta y lo miró. —Siempre somos el villano para alguien. No debemos convertir a las personas en héroes, no existen. Y si los hubiera, yo no sería uno de ellos.

John realmente no recordaba que James fuera tan parecido a Sherlock, pero en esos dos años había descubierto que la similitud era notable, al menos para él. ¿Será que simplemente buscaba a Sherlock en James o realmente la edad y la madurez en Sholto lo hicieron parecido al detective? No tenía idea, pero escuchar esas palabras fue como escuchar al mismo Sherlock decirlas.

Quizás, esta vez, sí era culpa del alcohol, porque John sintió su corazón acelerarse y sin pensarlo, tomó del brazo a James para evitar que se vaya. Mierda, no pudo evitarlo, simplemente sintió la necesidad de tomarlo en todo el sentido de la palabra.

En ocasiones, John podía ser alguien impredecible, eso hacía que James siempre cuidara sus acciones. Ese momento había sido, de lejos, las más impredecible de todas. No sabía qué había pasado, qué había dicho o hecho para que John lo tomara del brazo y lo besara de repente.

No supo qué pensar los primeros segundos, pero naturalmente cedió ante sus sentimientos. ¿Por qué no hacerlo? John Watson lo estaba besando como hace tanto lo había estado deseando. James dejó caer su chaqueta y tomó el rostro de John con sus manos para corresponderlo.

—¿Estás seguro? —preguntó él sin alejar sus labios.

—Sí. —respondió John.

James tuvo que poner un poco de fuerza para finalmente alejar a John lo suficiente y así mirarlo a los ojos.

—Lo digo en serio, John. ¿Estás seguro?

Esa conocida corriente eléctrica estaba haciendo estragos en el cuerpo de John, especialmente entre sus piernas. Claro que sí, maldita sea, estaba seguro.

—Lo estoy.

Dicho eso, atrapó los labios de James de manera apasionada. Lo atrajo a su cuerpo y se deleitó de ese deseo que había olvidado por completo en esos dos años.

Cuando finalmente tuvo a James debajo de él echado en el sofá, empezó a sentir una ligera desesperación, pudo entender entonces que no tendría un buen desempeño esa noche, si se habla del tiempo ideal que debería durar un encuentro sexual. Pero no le importó, no en esos momentos que su mente se nubló por el deseo.

Mientras lo besaba, su mano izquierda bajó hasta encontrar el pantalón de James, el cual empezó a abrir lo más rápido posible.

—Ah, John…

La voz de James sonaba tan grave, tan deseosa, John sentía su libido haciéndose más intenso cada segundo.

—Espera. —James lo alejó despacio. —¿Tienes condones?

John no supo si se quedó con la mente en blanco por la interrupción del momento, pero no lograba hilar bien el sentido de la pregunta.

—¿Qué? —respondió ligeramente molesto.

—¿Tienes condones?

Y un segundo después, la mente de John volvió a funcionar. Y no, no tenía condones.

Si tenía que dar una explicación a ello era porque, obviamente, no tuvo planes ni oportunidades de acostarse con alguien en esos dos años. Además, si entraba en más detalles, no había usado uno hace muchísimo tiempo. Su relación con Sherlock incluía absoluta confianza en ese tema, por lo que estaba perfectamente seguro de que siempre fue la única pareja sexual del rizado durante toda la relación.

—No. —respondió.

Hubo un silencio entre los dos que duró exactamente tres segundos. Sintieron incertidumbre, ¿deberían seguir sin importar no tener protección o deberían sacrificar el momento para que uno de ellos saliera a comprar algunos?

—No te preocupes, quédate aquí y no te muevas.

Fue James el que tomó la iniciativa. Se levantó empujando gentilmente a John y lo sentó en el sofá.

—No me voy a demorar. No te muevas. Espérame.

Tomó su chaqueta y corrió a la puerta.

—¡Vuelvo enseguida!

La puerta se cerró de golpe.

John se sintió extraño ante la repentina soledad. Aquel momento de besos y toqueteos había sido particularmente intenso, podía estar seguro de eso, ya que el cambio de estado se percibía algo así como demasiado "violento" para su cuerpo.

¿Realmente estuvo a punto de hacerlo con James? Joder, ¿realmente lo haría con él cuando este regrese? Antes de que pudiera responder, volteó inconscientemente sabiendo que vería a Sherlock. Él no lucía nada contento, es más, no solo tenía un gesto de enojo, también veía dolor en su mirada.

Maldita sea, John sintió morirse cuando se dio cuenta de eso, peor aun cuando Sherlock simplemente giró y se fue a la habitación. En su mente supo que lo acusaba de olvidarlo y, sobre todo, de querer enterrar el amor que alguna vez se tuvieron.

John llevó sus manos a su rostro y apretó los dientes con fuerza. Sabía que ese era de los momentos en el que debía tener más presente que ese Sherlock no era real, no tenía que preocuparse por lo que esa ilusión pensara porque, al final de cuentas, era su propia conciencia, su propia mente hablándole a él mismo.

Pero eso no quitaba que el dolor que le causaba fuera real y mucho menos que lo hiciera sentir miserable otra vez. No podía hacerle eso al amor que tenía por Sherlock, ¿cómo sería capaz de acostarse con James cuando su corazón pensaba en otra persona? ¡¿Cómo?!

Realmente no supo cuánto tiempo había pasado, pero la puerta de su departamento se abrió y se cerró rápidamente.

—¡Aquí estoy!

John se levantó y observó el conmovedor entusiasmo que James presentaba. ¿Cómo carajos le diría que ya no quería pasar la noche con él?

—Compré un… lubricante. —dijo con timidez.

Hubo un silencio lo suficientemente largo como para que James entendiera porqué John no traía la misma mirada excitada de antes. Es más, su rostro delataba un claro "lo siento".

Caminó hasta el sofá y dejó la bolsa ahí. Sabía que no se quedaría, así que ni siquiera se molestó en quitarse la chaqueta. No quería estar en ese departamento por más tiempo. Evitó la mirada de John y volteó dispuesto a salir.

—James, lo siento, de verdad…

—Debo irme.

Se sentía demasiado molesto, mucho más de lo que le gustaría admitir. John podía dar fe de lo excesivamente comprensivo que le tocó ser con él, pero esta vez simplemente no lo soportó. No más, ¿cuántas veces tendría que pasar por algo así? James ya no era ese joven que iba a algún bar a conocer gente y tener encuentros casuales, no, esa época acabó para él, porque así lo decidió cuando se casó. Ya no quería tener más historias con personas desconocidas, ni recuerdos con más exparejas; quería algo serio con alguien que realmente sepa lo que quería.

John corrió para alcanzarlo justo antes de que abriera la puerta. Sabía que la había jodido, pero no quería que James se fuera de esa manera, no se lo merecía.

—No te vayas así, por favor.

James quitó su brazo de inmediato de un solo jalón. Nunca había recibido una respuesta así de agresiva de su parte.

—Estás abrió. —contestó el más alto todavía dándole la espalda. —Será mejor que me vaya.

—No estoy ebrio. Déjame explicarte, no es que yo no quie-…

—¿Hasta cuándo se supone que vas a estar así?

James volteó repentinamente haciendo que John se sorprendiera de su actitud. No lo había visto con ese rostro de enojo desde aquella vez que golpeó a Sherlock para defenderlo.

—¡Te lo pregunté! ¡Te pregunté si estabas seguro y me dijiste que sí!

—¡Lo estaba! —se defendió. —Quería pasar la noche contigo, pero… yo solo…

—No te pregunté si querías pasar la noche conmigo. Te pregunté si estabas seguro sobre nosotros dos.

John no supo qué contestar, no podía simplemente decirle que había sido un subidón de calentura, porque había dicho una frase que le había hecho recordar a su expareja fallecida. Eso sería demasiado hijo de puta de su parte.

—¿Cuánto tiempo tiene que pasar? ¡Ya son dos años, John! ¡Sherlock está muerto!

—¿Por qué lo dices?

Era una pregunta estúpida y sin sentido, pero no era lo que parecía. Ese "¿por qué lo dices?" encerraba su desconcierto al ver cómo el hombre que conoció como sereno, empático, amable y paciente, soltaba frases que sabía que le hacían daño.

—Vivir en los recuerdos y hacerte miserable no lo va a traer de vuelta. ¡Despierta, maldita sea! ¡¿Cuántos años más tienen que pasar para te des cuenta?! —James se acercó dos pasos mirándolo fijamente a los ojos. —Perder a Sherlock no fue tu culpa, pero perder a tus amigos y tu oportunidad de ser feliz otra vez sí lo fue.

Esas palabras cayeron sobre John como en un campo de batalla y lo dejaron con el alma destrozada. No pudo responder porque no hay manera de esconder la verdad, James tenía toda la razón, pero eso no quería decir que la furia dentro de él no se hiciera presente por el simple hecho de que le restregaban en la cara lo miserable que era su vida.

—¿Mi oportunidad de ser feliz? —dijo finalmente el rubio.

—Aquí el único que se niega a su felicidad eres tú.

—¿Y tú qué sabes lo que yo necesito?

A esas alturas, John simplemente no procesaba lo que salía de su boca.

—¡Aceptarlo! ¡Aceptar que Sherlock no estará más en tu vida y que tienes la maldita oportunidad de seguir adelante!

—¡¿Y con quién se supone que lo haga?! ¡¿Contigo?! —respondió en furia. —¡¿Realmente crees que quiero continuar mi vida a tu lado?!

James Sholto tenía la desdicha de saber lo que se sentía que te rompieran el corazón. Ahora también podía añadir que también sabía cómo se sentía que una sola persona te rompiera el corazón dos veces.

Aquí ya no cabía la idea del alcohol hablando, ni la ira del momento que te hacía decir cosas que realmente no querías. James solo vio a John despreciarlo a pesar de haberle demostrado que estaba dispuesto a ayudarlo en su pena, sin importar tomar el riesgo de que solo la amistad termine por unirlos al final.

Sí, había cometido el error de besarlo una vez, pero para ser justos, siempre se comportó como un buen amigo todo ese tiempo. Si estuvieron a punto de hacer el amor esa noche fue por el impulso del mismo John Watson; no de él.

No respondió, simplemente dio la vuelta y desapareció detrás de la puerta cerrándola con fuerza. Caminó a paso rápido sintiendo la adrenalina del momento recorriendo su cuerpo. Enojo, frustración, tristeza, todo se juntaba en él haciendo que quisiera golpear. ¿Eso era todo? ¿John Watson definitivamente estaba fuera de su vida ahora? No había manera de que eso se arreglara, John había sido completamente claro, así que, si antes aceptó la idea de solo tener una amistad con el rubio, ahora simplemente la detestaba. Tal vez esa era la señal que buscaba para definitivamente decidir rendirse con él. John no era el hombre que él se merecía.

Los ojos de John todavía podían ver la mirada herida de James luego de que este se fuera, todavía podía sentir esa punzada de culpa luego de haber escupido veneno solo porque su ira se había apoderado de él. Se sentía casi igual a cuando Sherlock murió.

Cerró los ojos y suspiró, ¿por qué tuvo que decir la verdad de manera tan hiriente? ¿Por qué carajos siempre tenía que hacerle daño a personas que no se lo merecían?

—Mierda.

Susurró para luego volver a la sala y servirse otro vaso de Whisky, tomó un trago amargo mirando la bolsa en el sofá. Dios, el rostro de James volvió a su mente, ¿habría manera de arreglar las cosas? No lo amaba, pero lo quería y sí, sí podía ver un futuro a su lado, pero ¿cómo lo convencería de eso ahora?

"Te estás sujetando a un estándar poco razonable, John"

Las palabras de su terapeuta llegaron a él, el amor que sentía por Sherlock nunca desaparecería, así se casara o se acostara con mil personas. No estaría traicionándolo porque dedicó su vida a Sherlock cuando estuvo con vida y tampoco le estaría haciendo daño a ese Sherlock que ahora mismo lo miraba en silencio, porque realmente no existía.

Cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza. Se sentía harto de lo mismo y sabía que debía hacer algo al respecto. Si antes solo quedaba en palabras, ahora sería diferente. Mañana buscaría a James para pedirle perdón y, sea como sea, lo convencería de que quería ser feliz a su lado.

John sintió la ira de Sherlock frente a él, su rostro serio ahora lucía enojado. John lo ignoró, tomó de un solo trago lo que quedaba en el vaso y se levantó para irse a dormir.

—No me sigas.

Dijo serio, desafiando a su propia ilusión frente a él. Y fue como decirse a sí mismo que parara con la misma mierda de siempre. Sherlock se detuvo de golpe y lo quedó mirando desconcertado. Sin decir más, John apagó la luz y entró a su habitación.


Mycroft tenía la mirada puesta en una de las pantallas frente a él, su cuerpo estaba tenso de la concentración.

—¿Cuántos metros le faltan? —preguntó sin quitar la mirada del frente.

—Aproximadamente quince metros.

Sherlock estaba en el límite del territorio enemigo, si lograba cruzar la frontera, podría deshacerse de sus perseguidores.

—Déjenlo.

Todos miraron a Mycroft con claro asombro.

—Sigamos con lo establecido. —reafirmó su decisión.

Tal vez por su voz pareciera que la decisión hubiera sido fácil de tomar, pero nada estaba más alejado de la realidad. Que Sherlock lograra cruzar no era realmente lo mejor para él, por lo que Mycroft tuvo que pensar frío, así lo esté destrozando por dentro el dejar que su hermano se vuelva en un prisionero de guerra.

—Lo matarán. —dijo Lady Smallwood. —¿Está seguro que es la decisión correcta?

—Aunque sea poco atractivo, es la mejor opción que tiene. Escapar solo lo ayudaría de manera momentánea. A diez kilómetros de la frontera hay minas que lo matarían, no sin antes recibir disparos por los militares de la zona.

La elegante mujer, miembro del parlamento británico, se sintió completamente confundida, ¿por qué seguían la persecución de Sherlock si de todas maneras no lo ayudarían?

—¿Qué es lo que planea, Sr. Holmes? —preguntó ella con el ceño fruncido.

Sherlock sintió sus piernas quejarse por el esfuerzo, escuchaba a los guerrilleros aproximarse rápidamente y el helicóptero encima de él. Era de noche, por lo que no veía casi nada, pero sabía que la frontera estaba todavía a varios metros de distancia. Claramente no lo lograría.

Que desafortunado, pensó cuando se lazó al piso para esconderse detrás de una roca de considerable tamaño. Él y Mycroft ya habían hablado en caso esa situación se presentase, si Sherlock tenía la oportunidad de llegar a la frontera, debía evitarlo, porque su condena sería peor.

Así que lo que tenía que hacer era escapar, o, mejor dicho, no dejarse atrapar el mayor tiempo posible para que el grupo guerrillero tenga a la mayoría de sus hombres ocupados en su captura. ¿Para qué? Bueno, Irene Adler sería trasladada a esa parte del país en unos días y necesitaban sacarla de ahí antes de que la información que ella portaba cayera en manos equivocadas. Teniendo a la mayoría ocupados, los infiltrados tenían el camino más sencillo para ingresar.

—Esta misión fue planeada para evitar el chantaje de cierto grupo de terrorista; no para el rescate de Irene Adler.

—Lady Smallwood, ya he explicado la importancia de la presenc-…

—He sido lo suficientemente clara sobre los peligros a la nos podríamos enfrentar si esta misión también falla.

Mycroft pudo haber contestado para defender su posición, pero guardó caballeroso silencio, debido a que, aún después de un año, la fallida misión en Italia todavía daba dolores de cabeza al gobierno.

Definitivamente, Sherlock le debía un gran favor por permitir que los planes se modificaran ligeramente solo para permitirle sacar a Irene Adler con vida.

—¡Mierda!

Sherlock resbaló al ver a un guerrillero corriendo directo hacia él con su arma apuntándole, cambió de dirección y segundos después, vio a otro. Lo mismo pasó al voltear nuevamente. Se detuvo, sería inútil seguir huyendo.

Gritos en idioma urdu se escucharon, Sherlock no tenía idea de lo que decían, no había tenido tiempo para aprender el idioma. Sin embargo, no necesitaba saberlo para entender que debía arrodillarse y colocar las manos en su cabeza.

Lo que pasó después de eso se describiría como una pesadilla, la típica pesadilla de tortura que se veían en las películas. Por supuesto, vivirlo era mil veces peor y Sherlock no solo tuvo que soportar golpes, también tuvo que permanecer encadenado medio desnudo en un pequeño cuarto por ocho días. Sin beber, sin comer, sin dormir y dejando su dignidad al olvido cuando necesitaba de la privacidad de un baño.

Una misteriosa negociación, es decir, los hilos de Mycroft, lo sacaron de ahí hasta una instalación militar donde permanecería cuatro días más hasta ser ejecutado. Claro, ese fue el plan desde el principio: dejarse atrapar una vez que los infiltrados estén dentro y ser trasladado a un lugar estratégico donde podría tener más oportunidades de moverse hasta que Irene Adler llegara como prisionera para ser decapitada.

A diferencia del pequeño cuarto en donde los guerrilleros lo habían torturado, el nuevo lugar era amplio y frío, con ventanas en la parte superior de las altas paredes. Igualmente lo encadenaron de sus brazos estando medio desnudo, muchos moretones se notaban en su cuerpo y algunas heridas abiertas sangraban un poco.

Los gritos del militar pakistaní que estaba de turno para torturarlo, ya le estaban reventando los tímpanos. Maldita sea, no sabía qué le irritaba más, su jodida voz chillona o el hecho de que no se daba cuenta de que no entendía lo que le decía y, por lo tanto, no respondería a ninguna de sus estúpidas preguntas.

Fue la ruidosa puerta abriéndose lo que lo salvó del último golpe en el estómago, ese instante de paz lo utilizó para respirar lo más hondo que podía y calmar el dolor con su mente, lo cual no era sencillo si los golpes eran constantes por un largo período de tiempo.

Un tipo ingresó diciendo cosas que Sherlock no entendió, pero que hizo que su torturador se retirara. No sin antes darle el último golpe, por supuesto. ¿Será su nuevo golpeador de turno? Sherlock prefirió no alzar la mirada, solo escuchó los pasos de aquel sujeto caminando hacia él y rodeándolo lentamente hasta que, de pronto, fue tomado de sus ahora largos y húmedos rizos.

—¡Ah!

El dolor del jalón no solo dolió en su cuero cabelludo, también en su cuello. Cerró los ojos más por cansancio que por evitar alguna provocación en su agresor. Es que, sí, el solo hecho de mirarlos a los ojos los podía incitar a golpear más fuerte.

—Ahora, escucha con atención.

Pero esa voz la conocía muy bien. Era la voz de Mycroft.

Sherlock nunca se había sentido tan feliz de escuchar la odiosa voz de su hermano mayor.

—En dos horas serás entregado a dos guerrilleros infiltrados nuestros para grabar tu ejecución. —susurró Mycroft. —Te pondrás la ropa que ellos te darán, volverás a esta base y tendrás solo cuarenta minutos para salvarla y/o traer el teléfono contigo. ¿Entendiste?

La cabeza de Sherlock fue soltada y Mycroft empezó a hablar otra vez en el idioma extranjero, podía estar seguro de que lo estaba insultando o diciéndole palabras que el Mycroft británico y caballero no se atrevería a decir en público. Bueno, tenía que fingir sabiendo que una cámara lo estaba grabando todo el tiempo.

Sherlock sonrió manteniendo su cabeza colgando, tapando su rostro con sus largos rizos. Después de todo un año, finalmente esa misión estaba llegando a su fin.