Capítulo 73

Por el quejido escuchado, Arno supo que el disparo de su hoja fantasma había dado en aquella sombra que había visto moverse al entrar en el despacho.

Su siguiente movimiento había sido agacharse tras lo que quedaba de mesa derribada, protegiéndose de los enemigos que pudieran quedar en la estancia llena de humo. El francés aguzó su sentido del oído para poder intuir qué pasaba antes de actuar de nuevo.

Había varios heridos graves en la zona a juzgar por los gemidos, así como gente tratando de abrir un hueco en la pared de la habitación contigua, tal y como había previsto. Arno pudo escuchar la voz de Germain metiendo prisa a sus hombres, insultándolos ante su ineptitud.

Arno entonces no lo pensó más, sacando sus dos armas cortas de fuego, saliendo de la cobertura directo hacia donde parecía estar su enemigo.

En cuanto divisó entre el humo, leve ya en aquella zona, movimiento junto a la pared donde varios trataban de picar, él disparó sin contemplaciones.

La bala impactó en uno de los guardias del gran maestre, haciendo que de inmediato parasen de tratar de abrir el agujero, y Germain gritara que acabaran con el asesino. No obstante, aquello no detuvo a Dorian, quien abrió fuego con su otra arma, fallando en atinar contra su objetivo principal.

Ante la nueva orden de Germain, el asesino tuvo que correr a ocultarse tras una nueva pieza de mobiliario, puesto que dos de los hombres que seguían en pie dispararon contra él para que su líder pudiera escapar.

Arno apretó los dientes tras la madera, aguantando los disparos con paciencia hasta poder salir de su cobertura de forma veloz al saber que el enemigo huía.

Con la pistola nuevamente recargada, el asesino disparó contra uno de los soldados que lo querían retener, matándolo al acertar. No obstante, no pudo esquivar el fuego del segundo por completo, sintiendo un repentino e intenso dolor cerca de su hombro izquierdo.

Aquello no lo detuvo, puesto que su ansia de venganza era más fuerte, con lo que Arno trató de reponerse rápido para ocuparse del templario antes de que pudiera recargar.

Aquel hombre no tardó en abandonar el mosquete para sacar su espada, al ver como el asesino se acercaba raudo, abalanzándose contra él para que no pudiera desenvainar.

Dorian lo derribó a tiempo, posicionándose sobre él para tratar de clavar en su cuello la hoja oculta, cosa que logró tras unos breves segundos luchando contra la fuerza opuesta, sufriendo un agudo dolor en su herida.

Sin perder tiempo, Arno se puso en pie y corrió en busca de Germain fuera de aquella sala, recordando las palabras de Antoine sobre el lugar por el cual iban a sacarlo del edificio.

Apenas quedaba nadie por la zona que el asesino atravesaba, sólo cadáveres y restos de pelea, ahora que toda la acción se desarrollaba en la entrada principal. Aquello le hacía correr sin atención, obsesionado con encontrar al culpable de todo su mal desde hacía tiempo.

En cuanto el parisino cruzó una esquina, terminando de atravesar el pasillo para llegar a una gran sala, aquella distracción le jugó una mala pasada.

Germain había apostado a un par de soldados esperando su llegada, con lo que ambos abrieron fuego al verlo aparecer.

Uno de aquellos disparos dio de lleno contra el torso de Arno, quien cayó al suelo ante el impacto, aunque no sintió que el metal atravesara su carne fieramente gracias a sus protecciones.

En pocos segundos, uno de los soldados se abalanzó sobre él con un cuchillo en mano, tratando de cortar su cuello mientras aprovechaban su vulnerabilidad.

Arno trató de ser más fuerte, logrando desviar la trayectoria del arma blanca. Pero su enemigo pudo volver a la carga al instante, logrando clavar el cuchillo en un lado de su pecho, haciéndole gritar de dolor.

El asesino pudo lanzar un golpe con el puño contra su agresor, haciéndolo caer hacia a un lado y levantarse entonces, pasando a ser él quien fuera a por su yugular con toda la agilidad posible hasta lograr matarlo.

Con dificultad, Arno se puso en pie, descubriendo que el segundo templario se batía a unos metros contra parte de la turba que había logrado invadir el ayuntamiento. No obstante, no pudo recrearse mucho cuando sintió que alguien lo atacaba por detrás, clavando algo en su espalda.

-Nunca has sabido aceptar las derrotas, Dorian. Lo mismo que tu querida hermanastra, y lo mismo que François. Por eso morirás como lo hicieron ellos.

Arno se giró al escuchar la voz de Germain, quien sacó la hoja de su puñal de su carne, empujándolo para tirarlo al suelo.

Luchando contra su propio malestar, el asesino rodó sobre sí mismo para poder encarar al gran maestre, logrando disparar su hoja fantasma antes de que Germain llegara a su altura.

El templario reculó levemente cuando el proyectil asesino se clavó en su pecho, hiriéndolo de levedad, lo que le hizo sonreír antes de hablar.

-Vas a necesitar algo más para matarme, Arno. Pero siento decirte que ya es muy tarde para eso… Vas a reunirte con los De la Serre muy pronto.

Germain corrió a posicionarse sobre Dorian, apretando con saña su cuello con las manos para asfixiarlo, aprovechando la debilidad que la falta de sangre estaba provocándole.

El asesino trató de luchar con las pocas fuerzas que le quedaban, perdiendo la esperanza a cada segundo transcurrido, contemplando el triunfo en los ojos del enemigo hasta que el estruendo de un disparo lo cambió todo.

Germain escupió sangre, y la constricción entorno al cuello de Dorian se relajó por completo, haciendo que acto seguido, el hombre cayera hacia un lado, muerto. Fue entonces cuando el parisino pudo ver a Lucía de pie, con el arma aún en ristre tras haber disparado.

La joven perdió enseguida aquella postura al comprender que el peligro había pasado, acercándose veloz hasta el hombre para comprobar el estado de sus heridas.

-¡Arno, estoy aquí! Déjame a mí, déjame a mí. -Repitió para que él estuviera quieto, deshaciéndose de las protecciones para revisar las heridas.

-Germain está…

-Sí, está muerto. Por fin hemos terminado, Arno; se acabó. Tienes que aguantar ¿me oyes? Ahora seremos libres por fin.

Lucía se esforzó por sonreír, pero no pudo evitar derramar lágrimas mientras anudaba una tela de cortina entorno al tronco del hombre, taponando la herida de su espalda. Dorian entonces habló tras aguantar un quejido.

-Tienes que salir de aquí, no podrás conmigo.

-El grupo de Pierre está viniendo, Arno. Vas a salvarte, tienes que hacerlo. Lucha, por favor.

El francés asintió, pasando a hablar de nuevo mientras clavaba sus ojos en los azules de ella.

-Te quiero. Siento todo lo que hice mal.

-Shh… No hables. No pasa nada, Arno. Tú sólo resiste y así podrás decírmelo todo.

Él volvió a asentir con levedad, acariciando con pulso trémulo la mejilla de la mujer, quien pudo observar la llegada de dos de sus compañeros pocos instantes después de que su novio cerrase los ojos.