Capítulo 74
Lucía dejó lo que estaba haciendo en la planta baja al escuchar un quejido, corriendo al instante hacia las escaleras para entrar en la habitación de Arno.
Un profundo suspiro de alivio salió de los labios de la joven, quien susurrando el nombre del asesino, se acercó hasta sentarse a su lado en la cama, instándole a que no se levantara.
-Qué alegría ver que al fin despiertas. Al principio el médico no tenía mucha esperanza.
-¿Qué ha pasado? ¿Cuánto llevo inconsciente? -Preguntó él tras agarrar la mano de la rubia, contemplándola en su relato.
-Han pasado dos días desde el asalto al ayuntamiento. Pierre fue el primero en llegar tras la lucha contra Germain; él fue quién me ayudó a sacarte de allí y traerte a casa. En realidad, no llevas inconsciente todas esas horas seguidas, pero tenías fiebre alta y delirabas. El médico te dio unos tónicos para que durmieras profundamente. Me dijo que era normal si te sentías desorientado al principio, pero se te irá pasando en unas horas. Lo que llevará algo más de tiempo son las heridas… pero podrás recuperarte, y eso es lo que importa. ¿Necesitas algo?
-No, estoy bien. Cuéntame qué han dicho los maestros, qué va a pasar ahora que ese bastardo ha muerto.
El hombre sintió que su cuerpo se relajaba en cuanto Lucía sonrió ante su pregunta, hablando con un deje de alegría que había desaparecido de sus vidas hacía ya tiempo.
-Han llegado noticias desde Borgoña. Sophie llegó junto con Camille a la sede central del Temple, entregando los documentos y destapando todo lo sucedido. Al parecer la cúpula templaria se ha puesto en marcha, y vendrán hasta París para desarticular toda la facción rebelde y seguidores de Germain. Pero eso no es lo mejor de todo. Los maestros asesinos van a reunirse con todos sus mandamases para una tregua definitiva. Se acabó la lucha entre asesinos y templarios, ahora trabajarán juntos con objetivos comunes. No habrá más guerras entre bandos en el nuevo mundo que llega tras la revolución, porque al fin todos han entendido que los enemigos son los mismos para los dos, y su deber es defender a los débiles de aquellos que quieren imponerse por la fuerza y la malicia.
-Eso es estupendo, por fin toda esta mierda se va a acabar para siempre.
-Sí, eso es. -Agregó asintiendo, pasando a acariciar la mejilla del francés al continuar hablando. -Hablé con Quemar y le conté nuestro plan; que renunciamos a esta vida definitivamente. Ya no pertenecemos a la orden, ninguno; somos libres, Arno. Por fin hemos terminado lo que en su día nos llevó a este tortuoso camino. Se acabó.
El francés sonrió débilmente mientras contemplaba la emoción en sus ojos vidriosos, llevando su mano a la mejilla más cercana de la española, hablando con la energía que sus pocas fuerzas le otorgaban.
-Parecía que nunca iba a llegar este día… no sé ni cómo sentirme. ¿Cuándo nos iremos de esta horrible ciudad?
-En cuanto sea seguro para ti viajar. Lo tengo todo preparado ya, deseando que llegue el momento.
Dorian sonrió más ampliamente al contemplar tras ella el baúl de viaje ya listo, cargado con las pocas pertenencias imprescindibles de ambos, tal y como habían hablado en el pasado. Aquella nueva vida venidera lo sería en todos los sentidos.
Arno sintió dentro, por fin, que todo aquello había valido la pena; las pérdidas, el sufrimiento y las injusticias, y con aquella sensación de renovación y esperanza, hizo un gesto a la mujer para que se acercara y poder besarla mientras le decía todo lo que la quería.
Aísa, Aragón. 6 años más tarde.
El sonido seco del hacha contra la madera resonó de nuevo, para acto seguido, ser reemplazado por el de la naturaleza de aquel valle. La suave brisa del fin de la primavera, los pájaros, y el poco ganado que pastaba en la zona.
Arno abandonó la herramienta en el suelo, junto al tocón ancho sobre el que cortaba, pasándose el dorso de la mano por la frente para apartar el sudor al acabar la tarea.
El sol se hallaba en su cenit, lo que indicaba el fin de la jornada de la mañana, con lo cual se apresuró a apilar la madera cortada en el carro, para volver a casa, la cual podía ver desde allí a unos escasos cientos de metros.
Antes de detener al animal de tiro al llegar ante la pequeña cabaña donde vivía, como siempre, la puerta se abrió con efusividad, mostrando a su hija, Élise, salir a recibirlo con alegría.
-¡Padre, por fin! Llegas tarde.
Arno alzó en sus brazos a la niña de 5 años, pasando a acariciar su cabello castaño claro mientras se disculpaba, fijando sus ojos en los oscuros de ella mientras hablaba.
-He tenido que ayudar a nuestro vecino a encontrar una de sus ovejas, así que mis obligaciones se han retrasado un poco, cariño. ¿Cómo ha ido hoy la lección? ¿Ya has vuelto a tu madre loca?
La niña le sonrió con complicidad, pasando a negar con la cabeza antes de hablar con orgullo.
-Hoy no he fallado en ningún cálculo. Se me dan mejor las cuentas que la escritura, eso dice madre.
-Qué bien. Después veré lo que has hecho, pero ahora vamos a comer. ¿Vino el doctor?
-Sí. Se fue hace muy poco.
Arno besó la mejilla de su hija, dejándola en el suelo al entrar en el hogar, buscando con la mirada a su esposa. Lucía terminó de preparar la mesa al verlos entrar, hablando.
-Por fin llegas. ¿Está todo bien?
-Sí, Alonso perdió una cabra esta mañana, así que me retrasé más en todo. ¿Cómo estás? ¿Qué ha dicho el médico? -Pasó a preguntar tras besarla castamente, mirándola a los ojos ante su respuesta. La preocupación se borró de su cara al ver que ella sonreía levemente.
-Ha dicho que el cansancio y los mareos se deben a que estoy embarazada, así que estoy bien, Arno; muy bien.
El francés cambió su rostro, sonriendo mientras pasaba a abrazarla con alegría, volviendo a buscar sus labios al separarse. Esta vez se recreó más en el beso, sintiendo aquella felicidad que sentía desde hacía años aumentar más si cabe.
Su vida había cambiado totalmente, incluso él lo había hecho. Todo había sido posible gracias a conocer a aquella mujer que el destino había puesto en su camino; un camino retorcido y lleno de dificultades que había provocado enormes dolores, pero que había desembocado en la mejor vida que nunca habría podido imaginar.
Fin
Y hasta aquí esta historia. Muchas gracias a todo el que lo haya leído. Un saludo!
