Capítulo 19
El sol estaba poniéndose lentamente, ocultándose tras las suaves ondulaciones montañosas del horizonte, anunciando el fin de la jornada en el campo, momento en el cual los campesinos regresaban a casa antes de ser engullidos por la oscuridad. Aquel momento fue el elegido por la familia Auditore para moverse a su nuevo hogar en Padua, ocultos en un gran carro cubierto, conducido por un hombre al que habían contratado para tal fin.
Después de que Ezio anunciara que estaban llegando, Giovanni intervino con voz quejumbrosa, sin mirar a sus padres.
-¿Por qué no podemos quedarnos con Tiziano? Él no quería que nos fuéramos. Estaba enseñándonos muchas cosas.
-Es peligroso para él, cariño -respondió Nuray- Además, él tiene que trabajar y hacer sus cosas, pero podréis seguir viéndolo. No te preocupes.
El carro se detuvo poco después, haciendo que el campesino que lo había dirigido se asomara a través de la lona, informando de que estaban en la puerta trasera de la casa, la cual conectaba con la cocina. Ezio le dio las gracias y el dinero prometido, levantándose después para salir en primer lugar y bajar a sus hijos, a quienes instó a meterse dentro tras abrir, volviendo con Nuray.
La turca le pasó con delicadeza la cesta de mimbre donde dormía Livia, la cual Ezio depositó con la misma suavidad en el suelo para poder ayudar a Nuray a llegar a su altura. La morena le regaló una breve sonrisa y un beso en los labios, para después seguirlo al interior cuando él tomó al bebé.
Los niños dejaron de fisgarlo todo cuando sus padres entraron, y los siguieron a la estancia principal, sorprendiéndose de la simplicidad y espacio de su nueva casa. Dos puertas conectaban con aquel comedor. Ezio habló al dejar la cesta sobre la mesa rectangular de la sala.
-La puerta de la derecha será vuestro cuarto. Sólo hay una cama grande, así que tendréis que dormir juntos, chicos. Nosotros estaremos justo en la de al lado. Es muy importante que no salgáis solos nunca, ¿vale? Es mejor que nadie sepa que estamos aquí. Podéis salir al patio de detrás, por donde hemos entrado, pero siempre con nuestro permiso. Es muy importante que obedezcáis.
Ellos asintieron con caras serias, muestra de que habían aprendido la lección tras el último susto, con lo que Ezio se contentó y los dejó a su libre albedrío hasta que prepararan la cena.
Nuray se aseguró de que Livia estaba bien arropada antes de meterse en la cama, donde se arropó con rapidez para paliar el frío que sentía. Poco después Ezio entró en el cuarto, dejando la puerta entornada.
-¿Ya está todo recogido, esposo? -Preguntó Nuray con una leve sonrisa burlona, haciendo que el italiano respondiera del mismo modo mientras se descalzaba para meterse en la cama.
-Sí, todo en orden, y los niños en la cama. Puede que tengas el mejor marido del mundo.
-Podría ser, sí. No puedo decir lo contrario. -Respondió con sinceridad, haciendo que él sonriera mientras se tumbaba a su lado, abrazándola cuando la turca dijo que tenía frío.
-Los chicos están preocupados, por eso estaban tan serios. Me lo han contado antes. -Inició de nuevo la conversación el italiano, continuando cuando Nuray lo miró para que siguiera, atenta a sus palabras. -Aún están asustados por lo que pasó, y no podemos engañarlos. Saben que corremos todos peligro constantemente. No poder hacer que se sientan seguros es una sensación horrible.
-Lo sé, Ezio; pero estarán a salvo. Estamos aquí, y tendrán que pasarnos por encima para que les hagan algo. -Habló con solemnidad la mujer, alzándose levemente para mirarlo a los ojos, donde vio que su preocupación no menguaba. -Tienes que intentar relajarte un poco o no podrás vivir, Ezio. Ahora estamos juntos todos, disfrutemos de eso, ¿de acuerdo?
Él sonrió y besó a la mujer, quien le devolvió el gesto con más intensidad, demostrándole sus intenciones. Ezio acabó posicionándose sobre la morena, separando sus labios para hablar.
-Si necesitas parar, dímelo. Quizás sea demasiado pronto, mi amor.
-Tranquilo, estoy mejor de lo que piensas. -Respondió con una pícara sonrisa, para después moverse con agilidad para ocupar la posición de su marido.
Yusuf entró en el pequeño cuarto de la habitación que compartía con Claudia en Venecia, en la que había sido casa de Antonio, y ahora de Rosa. El turco cerró tras de sí, con una leve sonrisa mientras observaba a la mujer terminar de prepararse para la misión que llegaría al adentrarse la noche.
-¿Estás lista, sevgi?-Preguntó mientras se acercaba a ella, abrazándola por detrás. Claudia se giró para mirarlo, abrazándolo por el cuello.
-Por supuesto, ¿acaso lo dudas? No debes temer, Yusuf -Agregó al observar el rostro algo serio del moreno-, A pesar del tiempo transcurrido, y siguiendo las pautas de mi querida cuñada, sigo en plena forma. Estoy preparada para esto.
-Bien, confío en ti. Sólo quería asegurarme. Casi había olvidado lo sexy que te quedan las armas. -Bromeó mientras Claudia sonreía ante su acercamiento, comenzando a besar su cuello.
La italiana se dejó besar por su marido, hasta que comenzó a ser más pasional y lo detuvo separándose para mirarlo a los ojos.
-Tendrás que esperar a ganártelo volviendo de una pieza, cariño, ahora debemos ir al palacio.
-Está bien, pero espero que tú hagas lo mismo y puedas cumplir con tu palabra, sevgi.
Claudia sonrió pícaramente ante el comentario de Yusuf, y se alzó de puntilla para besarlo en los labios, susurrándole que estaría deseándolo.
Las calles se hallaban desiertas, y la humedad de la ciudad de los canales incrementaba el frío de la noche invernal, pero la adrenalina no dejaba sentirlo a los asesinos congregados en las sombras en torno al palacio Ducal, donde habían averiguado que se hallaba el fragmento del Edén que tantos quebraderos de cabeza estaba suponiendo.
Rosa dio las últimas indicaciones a sus hombres en un susurro, observándolos dispersarse hacia el palacio, para después girarse y encarar al matrimonio llegado de Padua días atrás.
-Aunque el Dogo no esté, habrá dejado una buena guardia para custodiar el fragmento y que Mendoza no se le eche encima. Hay que darse prisa, porque pronto descubrirán que estamos dentro. ¿Os sabéis bien el plano?
-Tranquila, Rosa, no nos perderemos dentro. Está controlado. Comencemos.
La mujer asintió ante la respuesta concisa de Claudia, y los tres se pusieron en marcha para entrar por uno de los laterales del palacio, trepando hasta llegar a uno de los balcones que sabían daba a uno de los despachos de reunión del consejo, donde no habría vigilancia en el momento.
Una vez en el lujoso despacho del consejo de la República, escucharon los suaves toques en la puerta que informaban de que podían salir sin problemas al pasillo. El asesino veneciano informó escuetamente a Rosa sobre el control de la situación en aquella planta, haciendo que al instante el grupo se separara y comenzara la búsqueda en solitario del artefacto en enorme lugar.
Rosa anduvo rápida y veloz por su zona, deteniéndose antes de entrar en un nuevo ramal al ver que un guardia patrullaba la zona con pereza. La mujer sacó su cuchillo y esperó a que le diera la espalda, para después abalanzarse sobre él y rasgar su cuello en la zona precisa que silenciara sus posibles gritos. Acto seguido, tras dejar el cadáver en el suelo con cuidado, la mujer se dirigió a la primera puerta que debía revisar.
La puerta de aquel otro despacho se abrió sin necesidad de forzar cerradura, lo cual sorprendió a la mujer, ya que era una zona personal del Dogo. No obstante, perdió parte de la precaución ante la emoción de poder encontrar el fragmento del Edén, y entró con rapidez para abandonar el pasillo, encontrándose abruptamente con un guardia que custodiaba la zona.
El hombre desenvainó su espada y no dudó en ir a por la veneciana, quien se defendió con su cuchillo como buenamente pudo, recibiendo un corte en su hombro izquierdo tras no poder defenderse de un puñetazo.
Mientras la lucha continuaba, el estruendo de varios tiros resonó en el lugar, alertando de que la guardia ya sabía que estaban dentro, con lo que Rosa se obligó a concentrarse y ser más rápida, puesto que aquello había comenzado a ser una carrera contrarreloj, pero sus heridas la impedían ganar terreno en aquel punto muerto alcanzado por ambos.
Apenas ninguno notó que la puerta se abría abruptamente, dando paso a Yusuf, quien no dudó en atacar al soldado en cuanto tuvo oportunidad, distrayéndolo para que Rosa acabara por rematarlo con una estocada en la garganta de su cuchillo que lo mató a instante.
-¿Qué haces aquí? -Preguntó con voz quebrada a causa del cansancio y el dolor, observando que su muslo había sido herido y apenas podía mantenerse en pie.
-Claudia ha encontrado el fragmento en el dormitorio de Dogo. Tenemos que marcharnos antes de que llegue toda la guardia. Ella está huyendo para ponerlo a salvo.
-Por fin algo sale bien. -Susurró con alivio mientras guardaba su arma, instando a Yusuf a que se largaran de allí con velocidad. El turco la cogió en brazos ante su estado físico, y deseó con fuerza que tuviera razón, mientras observaba por las ventanas los destellos en el cielo que ordenaban la retirada asesina del palacio.
