Capítulo 20
El sonido de alguien llamando con los nudillos a la puerta, hizo que Nuray se tensara al instante, dejando de lado la olla que atendía al fuego para abrir con seriedad. Aquella sensación se disipó en cuanto vio quién esperaba al otro lado con una afable sonrisa.
-Tiziano, pasa por favor. -Le saludó tras un beso en la mejilla, dejándolo entrar y pidiéndole que se sentara. - ¿Todo va bien?
El hombre ensanchó su sonrisa mientras asentía, haciendo que la turca se extrañara aún más, pero se esperó a que hablara, viendo como a la vez que ponía su zurrón sobre la mesa, y sacaba lo que había en su interior.
-Traigo muy buenas noticias, y vienen de Venecia.
Nuray se quedó totalmente sorprendida al ver que de aquella bolsa de cuero salía uno de los fragmentos del Edén, pero antes de que pudiera preguntar nada, el hombre habló de nuevo para saciar su curiosidad. La precaución había sido tan extrema que no había habido noticias de lo ocurrido hacía tres días en la ciudad de los canales.
-Lo consiguieron del palacio Ducal hace tres días, aprovechando que el Dogo salía de la ciudad para Ferrara. Lo ha traído un asesino, salió justo aquella noche, y han sido de lo más precavidos para que los templarios no supieran nada. Por cierto, ¿no está Ezio? La emoción me ha desatado la lengua sin pensar en esperarlo. -Agregó observando brevemente a su alrededor, antes de centrarse en la morena.
-Está fuera con los niños, enseñándolos a montar a caballo. No tardará en regresar, pero de todos modos le pondré al corriente. ¿Sabes si todos en Venecia están bien, si hubo altercados?
-Tranquila, nada grave. Al parecer Rosa fue herida, pero está bien. También me dijo ese asesino que Yusuf y Claudia venía para acá, que probablemente llegarían pasado mañana, ya que esperaron a asegurarse que en Venecia toda iba bien para volver. Y eso es todo lo que sé, Nuray.
-Genial, al fin buenas noticias. Muchas gracias, Tiziano.
-No hay de qué. He de irme, he dejado a mi ayudante en la botica, y no me fio aún de su conocimiento. -Agregó mientras se levantaba, haciendo que Nuray lo imitara para acompañarlo a la puerta.
-Gracias de nuevo, y si necesitas algo, no dudes en hacérnoslo saber.
-Lo mismo digo. Por cierto, si necesitáis trabajar y salir con estos nuevos datos, podéis traer a los chicos a mi casa. Estaré allí toda la tarde.
-Eres muy amable, y aunque no creo que tengamos que irnos, a ellos les encantaría. Te adoran, ¿sabes? -Dijo la turca con una sonrisa, haciendo que Tiziano ensanchara su sonrisa, asintiendo antes de despedirse finalmente y abandonar el lugar.
Nuray volvió hacia la mesa, recogiendo el Fruto del Edén, observándolo unos instantes de cerca mientras una sonrisa se dibujó en su rostro. Al fin habían avanzado.
Ezio y sus hijos entraron en casa, encontrándose con Nuray en la estancia principal dándole de comer a Livia. La turca sonrió al ver la felicidad de su familia, especialmente de su marido, a quien hacía mucho que no veía con una sonrisa sin tirantez.
-Ni se os ocurra ir a la cocina, ni acercaros a vuestra prima sin antes ir a lavaros, vamos. -Habló la mujer al ver las intenciones de los pequeños, terminando con el bebé para después levantarse con ella aún en brazos. -Lo de lavarse también va por ti, esposo.
Ezio sonrió ante su comentario, besándola en los labios, para después depositar otro beso en la cabeza de su sobrina.
-Iré en cuento acaben los niños. Aprenden rápido. Adara ya es capaz de ir sola y controlar el caballo. ¿Qué tal por aquí?
-Más que bien. Tengo algo que enseñarte, algo que ha traído Tiziano.
El hombre siguió a la turca hacia el dormitorio, y cogió a la niña en brazos mientras Nuray sacaba algo de debajo de la cama, mostrándole el artefacto con una sonrisa al ver su asombro.
-Lo recuperaron anteayer del palacio del Dogo. Un asesino lo trajo. Al parecer tu hermana y Yusuf están camino de vuelta.
-¿Y están todos bien?
-Eso parece, aunque Rosa fue herida, pero han dicho que nada grave. Por fin hemos ganado un asalto. -Agregó al ver que el hombre no parecía todo lo contento que debiera, sino algo meditabundo. Cuando le preguntó, sus palabras también la hicieron reflexionar.
-No es normal que no se hayan movilizado, que no hayamos visto nada después de robarles el tercer fragmento. Es obvio que saben qué ha pasado, que Mendoza estará colérico. ¿Por qué hay tanta calma y silencio?
-Sabemos que están preparando su revancha, y estarán actuando de este modo para ponernos nerviosos y que no sepamos el cuándo ni el cómo, pero vamos a ser precavidos. Lo primero que tenemos que hacer es pensar qué hacer con este nuevo fragmento, y si permanecemos aquí o no. -Respondió con calma la turca, volviendo a esconder la esfera, sentándose junto a Ezio en la cama.
-Creo que lo mejor que podemos hacer es volver a Monteriggioni cuando regresen Claudia y Yusuf, y convocar al resto para que se reúnan con nosotros allí, donde podremos hospedarnos todos y estar bien protegidos, pese a todo. Podremos valorar qué hacer con los fragmentos, y después me pondré en contacto con los maestros de la orden. No quiero custodiarlos más, no quiero tenerlos en nuestra casa. Creo que lo mejor que podríamos hacer es destruirlos. Ese poder no está hecho para el hombre, y son una amenaza constante para el mundo.
-Bien, lo cierto es que pienso como tú. Haremos eso entonces, Ezio. Tendremos que enviar carta a Roma y Venecia hoy mismo.
-Escribiré en cuanto terminemos con la comida.
La frase de Ezio se vio interrumpida por el alboroto de sus hijos entrando en el cuarto, preguntando cuándo iban a comer, y el motivo de la tardanza de los adultos. Ezio habló mientras dejaba a Livia en la cuna con cuidado para que no se despertara.
-Ya vamos, chicos. No gritéis o despertaréis a vuestra prima.
La familia salió del cuarto entre susurros, y al llegar a la cocina Nuray habló, dirigiéndose a los niños, quienes se sentaron a la mesa.
-¿Sabéis quién ha venido hoy a casa preguntando por vosotros? Tiziano, y me ha dicho que quizás esta tarde podríais ir a su casa y así continuar con la botánica. ¿Qué os parece?
Al instante ambos se entusiasmaron y aceptaron sin pensar, haciendo que sus padres sonrieran ante su felicidad, olvidando por un segundo las preocupaciones que apenas conseguían abandonarlos.
El sol se había puesto hacía un par de horas, y de nuevo el silencio envolvía la ciudad mientras la familia Auditore cenaba entre una trivial charla, hasta que el sonido de alguien llamando a la puerta hizo que callaran abruptamente. No obstante, Ezio y Nuray se levantaron rápido ante la certeza y esperanza de quiénes serían.
En cuanto Adara y Giovanni escucharon las voces de sus tíos, se levantaron rápido de la mesa para correr a recibirlos, pasando a abrazar a Claudia y Yusuf con gran alegría, preguntando fervientemente por el trabajo realizado en Venecia.
-Todo fue muy bien, ahora vamos con ventaja sobre ese bastardo. -Respondió con ánimo el turco, mientras caminaban hacia la cocina, donde los anfitriones les sirvieron sopa y vino.
-¿Está Livia dormida?
-Sí, se quedó dormida nada más cenar. Es maravillosa, apenas se nota que está, casi nunca llora. Está perfectamente. -Respondió Nuray a la pregunta de Claudia, sonriéndola a ella y a su marido, quién habló acto seguido.
-¿Cómo han ido las cosas por aquí? Tenéis el fragmento, ¿verdad?
-Sí, llegó sin problemas, y lo cierto es que hemos tenido un tiempo de calma total, así que no podríamos pedir más. -Contestó Ezio con una leve sonrisa, cambiado de tema al instante. -¿Qué hay de vosotros? De seguro tendréis más que decir. ¿Cómo ha ido el viaje? ¿No habéis visto movimiento templario?
-Lo cierto es que tuvimos un altercado. Descubrimos que un tipo estaba siguiéndonos en el viaje, algún espía de Mendoza suponemos, claro, pero no pudimos cogerlo para interrogarlo porque se nos escapó finalmente.
-Suponemos que intentaría averiguar si llevábamos el fragmento con nosotros. -Añadió Claudia al comentario del turco, observando la rigidez del rostro de su hermano, el cual había cambiado rápidamente. Unos instantes después, Ezio habló.
-Es cuestión de tiempo que nos ataquen, y lo harán con todo lo que tengan; Tenemos que ponernos en marcha enseguida y estar bien despiertos. Vamos a volver a Monteriggioni para reunirnos allí con Rosa y Maquiavelo, y establecer un plan. Saldremos mañana si os encontráis dispuestos tras vuestro viaje.
-Sí, claro. Tranquilo hermano.
El italiano les dio las gracias y la pareja recién llegada pudo observar con extrañeza aquella actitud que no se correspondía con la alegría que esperaban en él ante tal paso de gigante. Sin duda alguna, Ezio Auditore estaba convirtiéndose en un hombre distinto con el paso del tiempo, y no de una forma lenta.
