Capítulo XXIV: Fantasmas del pasado.
Había llegado la mañana del sábado y pocas fueron las horas que consiguió dormir en aquella refinada habitación de hotel.
Después de esa amarga discusión que tuvo con Rin, un fuerte dolor empezó a atornillar su cabeza. Solo cuando su cuerpo ya no podía soportarlo más y de un segundo a otro le arrebataba la consciencia, era que lograba tener algunas horas de sueño, aunque no podría decir que hubiera descansado.
La noche anterior había salido increíblemente molesto de su apartamento. Pocas eran las veces en que se había sentido de esa manera. Ni en todas esas discusiones que tuvo con Rin, cuando salían a escondidas. Fue tanto que al llegar al sótano se dio cuenta de que no tenía las llaves de su auto, más bien, ni siquiera estaba en condición para manejar. Tampoco llevaba consigo su celular, por lo tanto, llamar a Jaken no era opción, pero volver en ese momento tampoco. Decidió salir a tomar un poco de aire y terminó en ese lugar, al menos ahí podría pasar las noches que fueran necesarias, luego arreglaría cuentas con su padre.
Enfado, decepción, frustración, dolor. Todo al mismo tiempo y todo tan intenso.
Creyó que todo iba bien, a pesar de los obstáculos, a pesar del comportamiento de las niñas, realmente creía que las cosas avanzaban de forma positiva. Ahora todo se había ido a la basura, por primera vez en años se sintió traicionado, y lo peor es que había sido por la misma persona.
Aún podía recordarlo. No había un solo día en que no pensara en ello. En la primera vez que se enamoró hasta el punto de ignorar todos los riesgos y por una vez en su vida, entregarse a sus más íntimos sentimientos.
Hace 5 años, en su habitación, habían hecho un pacto de volver a encontrarse. Pacto que sellaron con un beso.
Nunca supo cómo fue que sucedió, ni por qué tuvo la repentina necesidad de hacerlo, pero realmente lo disfrutó. Rin tenía unos labios carnosos y emitía pequeños gemidos cuando él profundizaba el beso, algo que no había cambiado con el tiempo. Sencillamente hipnotizante.
Hacía tiempo que había empezado a sentir interés en ella, pero era consciente de su posición, además de su edad. Si bien no se llevaban mucho y ambos eran menores, podía sentirse raro para algunos que un joven de casi 20 años estuviera interesado en una chica de 16, incluso para él era peculiar, pero era tan agradable estar con ella, escucharla hablar, ver sus ojos brillar cuando charlaban sobre los libros que estaba leyendo. Aunque al principio Rin no le interesaba en lo más mínimo, poco a poco su opinión fue cambiando, y sin darse cuenta terminó encantado con ella. Así es, en aquel tiempo, a Sesshomaru Taisho le gustaba Rin Sugimoto, y sabía que ella gustaba de él. Aunque no se atrevía a decírselo, era demasiado obvia. Cada vez que hablaban se sonrojaba, desviaba la mirada y de la nada se ponía nerviosa. A pesar de todo, siempre que podía intentaba estar con él, y más de una vez la atrapó buscándolo con la mirada.
Incluso en ese tiempo, Sesshomaru solía tener muchas pretendientes con las que se enredaba de vez en cuando, y conocía perfectamente ese comportamiento, pero esta vez era diferente, porque en esta ocasión él sentía algo similar. No veía a Rin como otro posible encuentro fugaz que siempre dejaba claro a las chicas que se le insinuaban, a ella realmente la veía como algo más. No se imaginaba estando con ella una noche y no volver a hablarle para nada más que sexo, realmente disfrutaba su compañía como para actuar de ese modo, aunque tampoco era que se sintiera con ganas de tener una relación seria, más que nada por el hecho de jamás haber experimentado una. Sesshomaru no sabía muy bien lo que era tener novia, nunca le había interesado y ahora lo que menos quería, era herir a Rin en caso de que se diera. Se conocían, sí, se gustaban, claro, pero ¿Era suficiente? Tal vez debían poner sus sentimientos sobre la mesa y a partir de ahí empezar a salir, sin establecer nada serio, de esa manera podrían conocerse mejor; probar si funcionaba, pero había algo que le impedía proseguir, se iría de intercambio, y hasta el momento no le había dicho nada, ni siquiera el idiota de Inuyasha lo comentó, por eso en ese momento cuando se lo hizo saber y le dio los libros para que leyera, deseaba con todas sus fuerzas aprovechar ese tiempo a solas, porque no sabía si al volver, los sentimientos de ambos se mantendrían. Quería intentarlo, un beso, al menos, con eso sería suficiente. La reacción de ella le hizo saber que también lo deseaba, y lo confirmó en el momento en que unieron sus labios, pero para su suerte, o tal vez desgracia, no era suficiente para ninguno de los dos, y es que sorprendentemente, Rin fue la que intensificó el beso, poniendo sus brazos alrededor de su cuello. Podía notar, por su torpeza, que estaba nerviosa, y que sin dudas era la primera vez que la besaban, pero el hecho de que ella misma diera un paso más, lo excitó sobremanera.
Con cuidado e intentando mantenerse consciente, Sesshomaru tomó en una mano los libros que ella tenía en su regazo y estiró su brazo para dejarlos en la mesa de noche junto a la cama. Posteriormente se dejó caer suavemente sobre ella, y continuó con aquellos deliciosos besos que poco a poco se iban haciendo más y más apasionados.
Con extremo cuidado de no asustarla, empezó lentamente a acariciar sus piernas. Ella no pareció incomodarse, al contrario, parecía que le estaba abriendo el paso, especialmente cuando se separó de sus labios y permitió que él besara su largo y fino cuello. Se sentía de maravilla y olía exquisito. Eso mezclado con el suave sonido de sus gemidos, hizo que casi perdiera la cabeza.
—Si continuamos así, voy a...
—Hazlo —interrumpió. Estaba completamente colorada, pero por su cara podía ver que lo estaba disfrutando. Maldición era realmente hermosa.
Se acercó peligrosamente a su oído, teniendo unas enormes ganas de morderlo.
—¿Estás segura? —preguntó rogando internamente que dijera que sí, cosa que ella hizo.
Entonces empezó a tocar sus pechos por encima de la ropa, al tiempo que con su pierna rozaba su intimidad. Rin tenía puesta una camisa medianamente holgada y una falda que convenía bastante con la situación, por lo tanto podía tocarla y tantear un poco el terreno antes de desvestirla, dándole tiempo de que se arrepintiera si eso deseaba, pero claro, esperando que no lo hiciera.
Lentamente la despojó de esa molesta camisa y luego del sostén, lamiendo, mordiendo y apretando sus pechos con mayor intensidad, escuchando sus gemidos un poco más ahogados y mirando de vez en cuando su suave y dulce rostro, con una pequeña necesidad de ver esas mejillas rojas que tanto le encantaban, junto con unos ojos llenos de deseo, que le invitaban a continuar.
—Aún puedes retractarte —advirtió una vez más, al tiempo que una de sus manos acariciaba peligrosamente su intimidad por encima de sus pantis.
—No quiero —dijo apenas controlando su respiración —por favor, continúa.
Él obedeció y sin mucho esfuerzo le quitó la ropa interior, dejándola solo con esa bonita falda, que le quedaba como anillo al dedo. Empezó a acariciar primero su centro, jugando con aquel botón mágico que la hacía retorcerse de placer. Nunca pensó que podía excitarse tanto solo por ver a alguien así. Era tan inocente, tan pura y a la vez tan sexy. Llegó un punto en que el bulto en su entrepierna se le hacía insoportable, pero tenía que ir con cautela, lento y suave.
Cuando ella menos lo esperó él metió un dedo, luego dos y poco a poco empezó a darle más y más placer, llegando un punto en que aguantar los gemidos le era imposible, pero realmente qué importaba, la música estaba a tope, nadie los escuchaba y la habitación estaba cerrada.
Con estas caricias Rin logró llegar al orgasmo, su primer orgasmo. Se sentía delicioso y a la vez impactante. Mientras se recuperaba, Sesshomaru se desvistió. Al verlo desnudo frente a ella tragó en seco, era la primera vez que estaba en esa situación y de pronto se sintió increíblemente nerviosa. Él se acercó a ella, uniendo sus labios en un suave beso que la tranquilizó. Maldición, realmente quería estar con él.
—Si quieres que me detenga, solo dilo —verbalizó Sesshomaru. Esta vez sí notó su nerviosismo, a pesar de sentirse más relajada con ese gentil y placentero contacto.
—No —alcanzó a decir. Se veía tímida, pero decidida —. Quiero hacerlo. Quiero que sea contigo.
Esas palabras fueron suficiente para hacerlo perder la razón. Nuevamente la besó, está vez con algo más de desespero. Pasó su mano por su intimidad, estaba más que preparada, así que lentamente empezó a penetrarla, viendo su cara de incomodidad y dolor a medida que avanzaba.
Rin cerraba sus ojos con fuerza, al tiempo que se aferraba cada vez más a sus brazos. Cuando la penetró por completo, ella lanzó un quejido, casi como un grito ahogado. Un poco preocupado la observó cuidadosamente y vio una pequeña lágrima caer por su mejilla.
—¿Estás bien? —Sabía que le dolería, pero no esperaba que fuera tanto.
—Duele —dijo aguantando al máximo el llanto —, pero e-estoy bien, por favor solo espera un poco.
Sesshomaru se quedó pensante, no parecía que el dolor se estuviera calmando, pero ella no se retractaba, aunque le doliera, quería estar ahí. Si ella no tenía dudas, entonces él tampoco. Continuaría haciendo lo máximo para permitirle disfrutar. Dejaría de pensar que podría lastimarla y le daría todo de sí. Y, si en algún momento ella le pedía parar, entonces él se retiraría.
Lentamente se acercó para besarla, y con una mano masajeó muy suavemente su clítoris. Poco a poco ella empezó a mover sus caderas, señal que tomó para empezar a moverse él también. Aún le dolía, y mucho, podía notarlo por sus expresiones cada vez que entraba y salía, a pesar de que lo hacía con extremo cuidado, haciendo uso de todo su autocontrol porque eso sí, estaba tan estrecha que si llegaba a flaquear aunque fuera un poco, se perdería completamente y la penetraría sin piedad.
Por suerte para ambos, el dolor empezó a desaparecer, o mejor dicho, ella se fue adaptando a él, y el placer inundó rápidamente sus sentidos, lo cual hizo que Sesshomaru empezara a penetrarla con más avidez. Los gemidos de Rin eran música para sus oídos, sonaba tan frágil y a la vez tan excitada. Cuando se sintió un poco más libre, cambió de posición, causando que ella se quejara un poco en el momento en que decidió salir. Se acostó detrás, la abrazó de cucharita y luego acercó sus labios a su oído para morder su lóbulo.
—Me encanta esta posición —susurró —, y haré que a ti también te encante.
Aquello le puso los pelos de punta. Inmediatamente metió su miembro en ella tomándola por sorpresa, aún no se había adaptado a que entrara de esa manera, pero estaba tan excitada que lo ignoró completamente. Sesshomaru empezó a embestirla con un ritmo constante, se sentía jodidamente bien, pero cuando pensó que no podía ser mejor, él utilizó una de sus manos para masturbarla un poco.
Dios Santo.
Una ola de placer empezó a golpearla con fuerza, al tiempo que Sesshomaru devoraba su cuello y la mantenía cada vez más cerca de él.
—Por Dios... No puedo más —dijo completamente nublada por el deseo.
Él empezó a embestirla con más fuerza, sin sacar su mano de su botoncito.
—Pídeme que me detenga. Dime que pare —dijo mordiendo su hombro, pero esta vez fue más bien como un reto, uno que ella no pudo cumplir ¿Cómo iba a pedirle que se detuviera si estaba en el cielo? Sentía que no podía más, pero al mismo tiempo no quería que terminara. La mezcla del dolor y el placer la hacían perder la cabeza, y las deliciosas caricias de Sesshomaru no la ayudaban en lo más mínimo a no sucumbir a la locura.
Por su parte, él estaba completamente ido. Jamás se había sentido tan bien. Ella estaba a su merced y él a la de ella. Quería hacerla rogar por más, pero al mismo tiempo, cualquier cosa que ella le pidiera, lo haría sin chistar ¿Así se sentía tener sexo con alguien a quien realmente querías? Poco después sintió que Rin empezó a estrecharse más, estaba cerca, y él también. Unas cuantas embestidas y ambos llegaron al orgasmo, uno que los golpeó con fuerza, llenándola completamente.
El grito de Rin fue fuerte, tanto que por un momento pensaron que vendrían a verlos, pero gracias a que la música de la fiesta seguía a todo volumen, nadie se acercó. La sintió temblar al igual que él, y mientras intentaba volver a regular su respiración, aprovechó la posición para pegarla más a su cuerpo, inhalando el dulce aroma de su cuello.
—Eres exquisita —murmuró en su oído.
Ella aún no podía hablar, pero Sesshomaru pudo escuchar entre sus respiraciones una pequeña risa, seguramente se había puesto roja. Cuando se calmó, salió de ella con cuidado y le permitió voltearse a verlo de frente. Estaba sonrojada y sudorosa. Era tan encantadora, que si no fuera porque sabía que necesitaba tiempo, no le habría dado tregua, y ya estaría de nuevo sobre ella, penetrándola salvajemente.
—¿Estás bien?
Ella sonrió y se recostó en su pecho.
—Lo estoy. —Lanzó un suspiro de alivio y cerró sus ojos—. Eso estuvo genial... Me encantó.
—Parecías adolorida —dijo queriendo estar seguro de que lo estaba.
—Sí, fue bastante doloroso, pero también muy satisfactorio —admitió —y tú lo hiciste con cuidado. Gracias.
La verdad es que para él fue igual. Se sintió de maravilla. Sin lugar a dudas el mejor sexo de su vida hasta el momento, pero luego recordó un problemilla...
—No usamos protección. —Sabía que algo se le había escapado. Con su mente concentrada en no hacerle daño y perdiéndose en el placer, el condón fue lo último que se le vino a la cabeza.
—No pasa nada, tomaré la píldora mañana. —Se veía muy calmada. Si era así, entonces él no se preocuparía. Estaba muy a gusto con ella y la verdad esperaba repetir ese momento próximamente, no una, sino muchas veces, así que luego de un largo silencio, volvió a hablar.
—Sal conmigo.
Ella abrió sus ojos sorprendida y lentamente levantó la mirada hacia él.
—Cuando vuelva del intercambio, devuélveme los libros en una cita.
La propuesta sorprendió a Rin. Ella estaba plenamente consciente de que Sesshomaru no era de tener citas o parejas, y se entregó a él sabiéndolo, absteniéndose a las consecuencias. No esperaba que él le pidiera algo más, pero para ser franca se sentía emocionada.
—¿Tú... Quieres salir conmigo?
—Es lo que dije.
Ella se sonrojó escondiendo su cara en su pecho. Ante esta reacción, él rectificó.
—Está bien si no quieres.
—¡No! —exclamó levantando la mirada de golpe —. Es decir, sí quiero, pero... No esperaba que tú... —Él se quedó mirándola expectante a sus palabras, por lo que ella negó con la cabeza y sonrió —. Claro que sí. Cuando regreses, tengamos una cita.
Fue así como recuerda que pasó todo, y aunque repitieron el acto en varias horas de la noche, no volvieron a tener otro encuentro después de eso. Quisieron mantener la discreción hasta que empezaran a salir, porque no querían problemas con la familia. Tan solo se llevaban 4 años, pero dentro de poco y para la ley, Sesshomaru tendría la mayoría de edad, por lo que a pesar de seguir siendo similares, sabían que muchos no se tomarían bien esa relación. Ni hablar de Inuyasha, que ya era mejor amigo de Rin y odiaba a su hermano. Definitivamente actuar con discreción y salir cuando Sesshomaru volviera, era la mejor opción, pero eso nunca pasó. Cuando el joven de cabellos plateados se fue, el contacto se perdió de un día para otro. Al principio recibía e-mails de ella cada semana, pero en menos de tres meses, estos correos cesaron. Quiso escribirle él, y lo hizo en dos ocasiones, pero al no recibir respuesta, se detuvo.
Cuando regresó, no hubo ni reencuentro, ni cita. No sabía ni siquiera qué había pasado con ella. Inuyasha dijo que simplemente desapareció. Era como si se la hubiera tragado la tierra.
Su hermano parecía decepcionado, y él... Él estaba molesto, y más que eso... Dolido. Era la primera vez que era sincero con sus sentimientos, que decidía intentarlo con una chica. Le entregó lo que ninguna otra había tenido y ¿qué hizo ella? Simplemente desapareció sin dar explicación alguna. Rin Sugimoto se fue de su vida de un día para otro. Se sintió enormemente traicionado. Por ello cuando la vio en su oficina, no pudo evitar sorprenderse. Una parte de él deseaba saber qué había pasado, y que todo volviera a la normalidad, pero la otra seguía furiosa y dolida, por lo que aprovechó la mínima oportunidad para hacerla sentir mal. Decirle que aquel encuentro no representó nada para él era al menos un alivio si con eso conseguía fastidiarla, después de lo que hizo, más bien le parecía poco.
Claro que jamás esperó que la respuesta de ella, pudiera dejarlo completamente desarmado y como un completo imbécil.
Tenía dos hijas, concebidas aquella única vez que estuvieron juntos. Todo se había complicado, y al mismo tiempo, todo cobró sentido. Quiso darle una oportunidad, pero la idea de ser padre no le agradaba en lo absoluto, mucho menos si sabía que podía volver a encariñarse. Algo que Sesshomaru nunca temía, ahora era su mayor martirio. Estaba seguro de que convivir con Rin representaría un riesgo para él, y conocer a esas niñas, aún más. Tenía miedo a la paternidad, tenía miedo de volver a confiar, y aunque le costó, terminó por aceptar nuevamente esos sentimientos, que aunque su orgullo no le permitiera admitir, nunca perdió.
Desde que estuvo con Rin, nunca más sintió nada similar por nadie, y después de que ella desapareció, sus barreras se hicieron mucho más fuertes. Ninguna mujer pudo interesarle más allá de lo sexual. Si antes no estaba acostumbrado a las relaciones serias, ahora podría decir que las odiaba, y la realidad es que no era por mero desinterés, como ocurría cuando era joven, sino porque una parte de él no quería volver a arriesgarse por nadie.
Entonces ¿en qué momento llegó hasta ese punto? Para él era injusto que siendo ella la razón de sus barreras, fuera la única que a su vez pudiera romperlas tan fácilmente, y sin siquiera intentarlo. Sesshomaru trató siempre de mantenerse al margen, y simplemente cumplir con su responsabilidad, pero la verdad era que no quería. Una parte de él gritaba el nombre de Rin las 24 horas del día. Deseaba volver a estar con ella y disfrutar de su compañía en todo sentido.
Por más que trató de mantener una relación abierta, de la que pudiera salir fácilmente si algo no iba bien, en donde no tuviera que involucrarse demasiado con ella, ni con sus hijas, no pudo. Siempre, de algún modo, volvía a ella. Y cuando conoció a las niñas fue peor. Sus muros prácticamente se derrumbaron cual castillo de naipes. Nunca le habían gustado los niños, pero Setsuna y Towa eran diferentes, definitivamente la mezcla perfecta entre ambos, y sus personalidades eran tan encantadoras como la de su madre
¿Cómo no iba a caer ante ellas?
No podía evitar sentirse orgulloso cuando ambas hacían cosas sobresalientes, aunque fueran pequeñas; la sensación de satisfacción era enorme. Nunca quiso mostrar su debilidad, por más evidente que fuera y ahora que lo hizo, ahora que volvió a aceptar sus sentimientos y le pidió a Rin que se mudara con él, ahora ella volvía a irse. Otra vez se alejaba sin consideración.
Sinceramente se sentía cansado y no quiso permanecer ni un segundo más en ese apartamento. No quería estar presente cuando se fueran. Detestaba admitirlo, pero le dolía, le dolía sobremanera.
Ahora tendría que volver a empezar; reforzaría sus muros aún más. Tenía que sacarse a Rin Sugimoto de la cabeza, la única persona que quisiera o no, podría destruirlo.
Quería contextualizar un poco más a Sesshomaru, ya que casi siempre había estado poniendo el punto de vista de Rin y lo que ella interpretaba de su comportamiento al principio de su relación.
Leí sus comentarios sobre la manera de actuar de ambos y estoy de acuerdo con todos. Tengo que admitir que me alivió que así fuera porque al menos me da a entender que sí se están entendiendo las intenciones jeje.
Estamos muy cerca del final y haré lo posible por subirlo esta semana.
Muchas gracias a todos!
